Un compañero y yo nos follamos a su mujer
Todo empezó como un juego y terminó con mi mejor experiencia sexual a día de hoy. Un compañero de mi equipo de fútbol y yo nos follamos a su mujer. Y lo mejor es que hemos quedado en repetir una vez al año.
Por fin llegó septiembre y, los integrantes del equipo de fútbol, volvimos a reunirnos. Después de un verano ajetreado con alguna boda de por medio íbamos a celebrar el comienzo de temporada y, de paso, conocer a los nuevos fichajes. Esta vez la reunión fue en la finca campera que tiene el presidente del equipo a unos pocos kilómetros de distancia de la capital. Como siempre pasamos el soleado día estupendamente; la fiesta consistió en mucha comida y bebida por lo que, como sucedió en todas las fiestas anteriores, se alargó hasta la noche. Algunos optaron por taxis para volver y otros nos quedamos rezagados sin muchas ganas de regresar a nuestras casas.
— ¿Nos vamos ya? — me preguntó Xisco.
— ¿Llamamos a un taxi o qué? — respondí.
Xisco, el capitán del equipo, un tipo alto y espigado de pelo negro y con más pinta de modelo que de jugador de fútbol, sacó su móvil del bolsillo y estaba a punto de llamar al taxi cuando sonó la melodía del móvil.
— Es mi mujer — dijo.
Noté un cosquilleo por la espalda al recordar la última vez que vi a Mary, la mujer de Xisco. Había pasado todo un verano y desde entonces no había vuelto a saber nada de ella.
— Dice que se acerca a por nosotros y que así nos evitamos el taxi.
Mary es un auténtico bombón, alta, de pelo rizado, esbelta y con un cuerpazo en el que destacan sus tetas y un culito alto y muy bien formado. Es de esas personas a las que todo lo que les rodea se vuelve sexy, cuando camina… cuando habla… cuando ríe... Una preciosidad que embelesa a todo aquel con el que se cruza.
Ya no quedaba casi nadie, el presidente y su mujer que, supongo, estarían deseando que nos fuéramos, Ernesto, Xisco y yo. Estábamos acabando otra copa que nos habíamos echado cuando aparecieron las luces de un coche y una mano por la ventana que nos saludaba.
— Hola chicos, ¿estáis muy perjudicados? — preguntó Mary sonriendo mientras apagaba el motor del BMW.
Salió del coche y me dio un vuelco el corazón. Llevaba un vestido a rayas horizontales blancas y negras de licra ajustada que le marcaba cada una de sus espectaculares curvas, aderezado con unos bonitos zapatos de tacón. Recuerdo que pensé cómo sería capaz de conducir con unos zapatos con ese tacón. Su figura era espectacular. Ernesto y yo nos miramos y, sin hablar, nos dijimos todo.
— ¿Nos podemos tomar la penúltima?, ¿no vamos a hacerle ese feo a este bombón, verdad presi? — le pregunté mientras le guiñaba un ojo.
— Venga, somos unos caballeros, la última y nos vamos — dijo mientras miraba con falsa cara de resignado a su mujer.
Mary además de ser una preciosidad es, por si fuera poco, muy simpática así que enseguida se integró en el grupo mientras conversábamos y bailábamos.
— Javi, el cuarto de baño está hecho un asco. Casi prefiero hacérmelo encima a mear en esa porquería —me dijo pasados unos minutos mientras se llevaba dos dedos a la boca simulando vomitar — Prefiero hacerlo detrás de algún árbol — sentenció mientras apuntaba con la mano hacia unos árboles situados a unos cien metros.
— Acompañadme y seguimos hablando —nos dijo a su marido y a mí, mientras ella ya dirigía sus pasos en la dirección señalada.
La música se iba alejando. La luz que iluminaba alrededor de la casa cada vez se hacía menos intensa conforme nos alejábamos aunque era suficiente para vernos claramente y nos permitía movernos prácticamente sin dificultad.
— Creo que aquí no me ve nadie ya —dijo Mary mientras me pasaba el vaso de vino con limón que le había preparado hacía unos minutos.
— Los demás no creo, pero… ¡Javi te va a ver todo! —exclamó Xisco
— Javi puede mirar todo lo que quiera, que hay confianza —respondió guiándome un ojo mientras se subía el vestido y se bajaba rápidamente un minúsculo tanga rojo.
La vista no me daba a ver con claridad su sexo pero recordé su coñito depilado y cuidado y mi polla empezó a decir aquí estoy. La visión directa aunque no clara de su sexo me encendió. Mi polla parecía que iba a romper el pantalón.
— ¡Pero Javi! ¡Qué te vas a correr en los pantalones! — exclamó Xisco — ¡Por favor, Mary, súbete el vestido que se va a poner perdido el pantalón este paleto! — añadió en tono jocoso.
Mary no paraba de reírse, notaba que me había empalmado y disfrutaba de la situación porque ya había dejado de mear hace rato y seguía con el tanga por los tobillos. Decidió subírselo muy lentamente mirándome a los ojos y finalizar sacándome la lengua a la vez que se bajaba el vestido.
— ¿Te has puesto un poco nervioso, no? — se mofó Mary mientras caminábamos, de nuevo, hacia los coches.
— ¿Yoooo?, ¡no te creas! — traté de disimular — además si aquí hay alguien que se corta esa eres tú, si no me darías el morreo que me debes desde hace tiempo — contrataqué recordando su apuesta perdida del último día que nos vimos.
— Pues mira… es buen momento para saldar esa deuda — me dijo sonriendo y parándose en seco — lo malo es que vas un poco ‘contento’ y mañana no te vas a acordar.
— Mary, si me das un morreo no solo me acuerdo mañana sino también el resto de mi vida.
— Eres un golfo muy simpático — me dijo acercándose, sensual, y comenzando a darme pequeños piquitos en la boca.
Pronto los piquitos fueron haciéndose más intensos hasta mordisquear su lengua mientras nos abrazábamos fuertemente. Comencé a tocarle ese pelo rizado que tanto me atrae y a sentir sus tetas pegadas a mi pecho a la vez que empujaba con mis caderas hacia ella con la intención de que notara mi polla cerca de su sexo. Bajé mis manos y comencé a sobarle el culito por encima del vestido. El morreo se nos estaba yendo de las manos, la respiración agitada y los gemiditos eran claros síntomas de ello por lo que sin pensarlo le subí el vestido y comencé a tocarle el culo directamente; con una mano en cada nalga se las apretaba y separaba mientras jugaba con la tira de su tanga rodeándolo con mis dedos.
— Como morreo ha estado bastante bien — dijo separándose y mirándome a los ojos — además, besas mejor de lo que creía y vas a terminar poniéndome cachonda.
— Por mí seguía — confirmé guiñándole un ojo.
— No, mejor nos vamos que vamos a terminar aquí los tres montando una gorda y hay mucha gente — sentenció su marido aprobando nuestra actuación.
Cuando llegamos a los coches ya se estaban marchando por lo que aprovechamos para despedirnos y quedar para el siguiente entrenamiento. En unos segundos, a petición de Mary, estaba sentado en la parte de atrás junto a ella mientras Xisco conducía.
Estuvimos un rato hablando de cosas banales pero no podía concentrarme, me acordaba del morreo y estaba loco por seguir mordiendo esa boca tan deseable y sobando ese cuerpo espectacular. No sé qué me pasó por la cabeza al ver un trozo de tela en la guantera de la puerta pero me lancé y sin decir nada le vendé los ojos.
— ¿Te gusta el juego, mmmmmm? ¡Vale, juguemos! — dijo Mary
Comencé a darle mordisquitos en el cuello y pequeños morreos que hacían que Mary se quedara con la lengua fuera con ganas de más. Estaba deseando morrearle con fuerzas pero mi lado oscuro me pedía hacer algo diferente que la tuviera en tensión. Seguí un rato más mordisqueándole el cuello y sobándole las tetas hasta que decidí subirle el vestido hasta los hombros y desabrocharle el sujetador. Unas maravillosas tetas con unos hermosos pezones erectos quedaron liberadas aunque fuese por poco tiempo porque, enseguida, comencé a mordisqueárselas mientras con la otra mano aprovechaba para sobarle la otra teta. No me podía creer lo buenísima que estaba así que, de vez en cuando, me separaba unos centímetros sólo para admirar el cuerpazo y escuchar sus jadeos. El juego la estaba poniendo bastante cachonda y eso me ponía a mí más cachondo. Xisco había modificado la altura del retrovisor y estaba viendo todo el espectáculo cuando le aparté el tanga hacia un lado y pude deleitarme con un sexo totalmente depilado. Seguí morreándola mientras bajaba una mano, lentamente, hacia su coñito. Notaba como a medida que se iba acercando mi mano a su destino, Mary lanzaba gemiditos cada vez más fuertes. Fue situar mi mano encima de su coñito y empezar a gemir. Incluso sin mover los dedos. Separé mis labios de los suyos y pude ver deseo en su cara implorándome que siguiera mientras se mordía el labio inferior. Cuando me di cuenta había agarrado mi polla por encima del pantalón y la sobaba con ansia.
De repente escuché gritos que no sabía de dónde venían, habíamos parado en un semáforo y un grupo de chicos que se había situado al lado de nuestro coche estaban jaleándome para que les mostrara sus tetas mejor. Recuerdo perfectamente las frases que decían del tipo “fóllala como se merece”, “vaya golfa más buena” y la cara de Mary, todavía con los ojos vendados, descolocada pero con una excitación en aumento. Tras unos minutos en los que no paré de meterle los dedos en el coño, morrearla y sobarle las tetas llegamos a una discoteca que estaba en las afueras en la que, antes de bajar del coche, le coloqué el vestido y quité la venda. Parecía que Xisco había decidido templar los ánimos tomando una copa más.
— Hace mucho calor y así estarás más fresquita — le dije mientras metía medio cuerpo dentro del coche y le quitaba el tanga. — Además — añadí mientras me lo metía en el bolsillo — esto será parte de mi regalo de esta noche.
A los pocos minutos nos encontrábamos los tres pidiendo en la barra de la discoteca y bailando como si no hubiese ocurrido nada pero sí que se notaba esa complicidad que brotaba de sentirnos especiales dentro de la muchedumbre de la discoteca.
— Todo el mundo tiene que darse cuenta de que no tienes marcas de ropa interior, ¿no crees? — le dije al oído mientras le rozaba por encima del vestido.
— ¿Qué tal besa este pringaillo? — inquirió a Xisco mientras los tres hicimos un corro y comenzamos a saltar sin dejar de reír.
— Bastante bien — contestó mientras con la cabeza hacía un gesto de afirmación. Voy a ir al servicio, no os vayáis sin mí, ¡eh! ¡Qué queda todavía lo mejor! — dijo mientras se llevaba la mano cerrada a la boca y moviéndola rápidamente simulando una felación.
Aproveché el momento para decirle a Xisco lo buenísima que estaba su mujer y lo afortunado que era de poder disfrutar de alguien así todo el tiempo. Nuestra conversación se cortó a los pocos minutos cuando vimos venir a Mary con algo en la mano.
— Toma… Esto es para ti que también tienes derecho a un regalo — afirmó mientras le daba a su marido su sujetador y se fundían en un morreo.
Aguantamos hasta que empezaron a encender las luces como signo inequívoco de que la discoteca cerraba pronto.
— ¡Ohhhhh!, ¿ya se acaba? — preguntó Mary poniendo en su cara un rictus de tristeza fingida y sobrevenida.
— Habrá que tomarse la penúltima en otro sitio — respondí imitando su cara.
— En casa tengo reservada para estos momentos un ron de flor de caña de Nicaragua que quita el sentido — afirmó su marido mientras ambos cogíamos a su mujer de la cintura y caminábamos hacia el coche.
Esta vez decidimos coger un taxi porque las copas ya estaban haciendo bastante mella y, en la apenas media hora que duró el trayecto hasta su casa, nos dedicamos a hablar con el taxista de los pocos servicios que hacía comparado con otros años achacando a la crisis su bajada, según él, alarmante de beneficios.
En el ascensor no pude más y, tarareando la musiquilla de “Nueve Semanas y Media”, en un instante, la desvestí completamente mientras daba un paso hacia atrás para observar el cuerpo tan sexi de Mary para, acto seguido, sacar mi móvil y hacerle unas cuantas fotos. Posteriormente me acercar a ella y comencé a comerle la boca con ansia y desesperación. Mis manos, en un principio, fueron al culo para seguir, poco después, sobándole las tetas y pellizcándole suavemente sus pezones erectos y desafiantes. En el momento en que Xisco paraba el ascensor Mary se agachó para bajarme el pantalón y sacarme la polla del bóxer, miró hacia arriba, sacó su lengua y comenzó a pasarla por mi capullo sin dejar de mirarme. Me mordisqueaba suavemente el glande, se la metía entera y me masturbaba alternativamente; una de sus manos me acariciaba los huevos mientras con la boca trabajaba y succionaba. Creí que me iba a correr allí mismo así que la levanté y le metí un par de dedos en el coñito que estaba muy muy húmedo. Ella subió una pierna y la puso en el pasamano del ascensor por lo que pude introducir los dedos en un mete-saca rápido para luego relajar el ritmo y hacerlo suavemente. Xisco, su marido, se había situado detrás y le estaba sobando las tetas mientras le mordisqueaba la oreja y le decía que le gustaba que fuera así de golfa. Sus gemidos cada vez eran más audibles por lo que volvimos a pulsar el número de su planta. Mary salió completamente desnuda, era difícil por el horario pero si hubiera habido algún vecino esperando, se habría llevado una buena sorpresa.
Una vez en casa nos sentamos en un amplio sofá y, mientras Xisco sacaba una cámara de vídeo, Mary me empujó, me tumbó y comenzó una espectacular mamada. Soplaba mi capullo, se la metía hasta la garganta, me masturbaba, me comía los huevos, me volvía a masturbar. Otra vez sentí que me corría por lo que, para seguir con la fiesta, me levanté y, ayudado por su marido, la tumbamos y le sobamos todo el cuerpo durante bastante tiempo. Más de una vez, mientras le morreaba, me topé con los dedos de su marido dentro del coñito de Mary por lo que tuve que ir a las tetas o el culo o, incluso, quitarle la mano de su coño directamente. Llevaba tiempo deseando comerme ese coñito así que acerqué mi boca mientras mi dedo pulgar y el índice abrían un poco más si cabe su sexo.
— ¡Eso es, fóllame con la lengua, cabrón! — gritó cuando notó mi lengua entrando y saliendo de su coño — y méteme un dedo por el culo, anda…
— Eso está hecho, putita — le dije separándome de su coñito y metiendo mi dedo meñique suavemente en su culo.
Xisco le había metido su polla en la boca y la succionaba para pararse y gemir de vez en cuando. Con una mano agarraba la polla de su marido y se la metía en la boca y con la otra atraía mi cabeza hacia su coñito. El primer orgasmo de Mary no tardó en hacerse llegar explotando en mi boca mientras, con las dos manos, atraía mi cabeza hacia su coñito en un intento de que le metiera la lengua lo más dentro posible.
— Xisco, ¿por qué no te apartas un poco, nos grabas y me dejas disfrutar de esta belleza durante unos minutos? Yo quiero la grabación, por supuesto — le dije mientras me tumbaba en el sofá y seguía morreándola.
— ¡Será cabrón! — exclamó. Está bien, haré unos planitos cortos pero me uno rápido — contestó mientras dirigía al mueble en dónde había depositado anteriormente la cámara de vídeo.
Aproveché para sobarle esas maravillosas tetas y mordisquearle los pezones mientras mis manos no paraban de buscar su coñito que, ya a estas alturas, se encontraba inundado. Bajé mordisqueando la piel hasta el ombligo y le abrí bien de piernas, me quedé mirando su coñito de cerca y comencé a soplarle y, de vez en cuando, pasar la lengua por toda su superficie. Sus gemidos cada vez que mi lengua tocaba su sexo eran espectaculares hasta que, con mi cabeza hundida trabajando su coñito, cesaron de repente. Levanté la cabeza y vi el motivo por el que sus gemidos se ahogaban… estaba comiéndole la polla a su marido aunque no me dio tiempo a mirar mucho porque con una mano empujó mi cabeza, de nuevo, hacia su sexo. Seguí rozándole con la lengua el clítoris mientras le metía un par de dedos en el coño.
— Seguid cabrones, no paréis. Hacedme lo que queráis. Soy vuestra puta — nos decía mientras volvía a comerle la polla a Xisco.
Hay una cosa que me pone muy cardiaco y es ver la cara de éxtasis de las mujeres con las que tengo sexo por lo que, de vez en cuando, me separaba para ver cómo se mordía los labios, cerraba los ojos, gemía o se tocaba ella misma. Dejé de comerle el coño y me incorporé con la intención de que me comiera la polla por lo que estuvo un rato sentada en el sofá mamando intermitentemente mi polla y la de su marido. Estuvimos un buen rato dándonos placer, hicimos un sesenta y nueve mientras aproveché para ir dilatándole con un dedo el culito y ella respondió metiéndome otro dedo a mi. Nunca me lo habían hecho pero debo reconocer que no fue una mala experiencia.
— Te voy a follar, no aguanto más — le dije
— Ya era hora, cabrón. Estoy deseando que me la metas bien dentro — respondió como fuera de sí. Anda Xisco aparta un poco — dijo a su marido — y deja que tu amigo me destroce el coño, quiero sentir otra polla taladrándome.
Me tumbé encima de ella y se la metí despacito, centímetro a centímetro, veía su cara con cada trocito que entraba, cerraba los ojos y abría la boca buscando mi lengua. Nos morreábamos mucho, nuestras lenguas luchaban por entrar en la boca del otro. Me agarraba el culo y empujaba, llevaba el ritmo de la follada mientras bajaba amorderme el cuello y arañarme la espalda. Me gustaba mucho sentir cómo sus músculos vaginales se apretaban contra mi polla. Estuvimos cambiando de posición, ella sobre mí la mayor parte del tiempo sintiendo que, realmente, era Mary la que me estaba follando a la vez que pellizcaba su pezones y sobaba sus perfectas tetas. De vez en cuando mis manos se topaban con la de su marido y, entre los dos, jugábamos a darle placer. La pusimos a cuatro patas y se la folló su marido, luego de lado y la follé yo, posteriormente Xisco puso las piernas de Mary sobre sus hombros y estuvo bombeando su coño a la vez que yo aprovechaba para hurgarle en el culito metiéndole un dedo. Perdí la cuenta del tiempo que pasó mientras nos alternábamos su marido y yo en distintas posiciones, incluso hubo un tiempo que sentada mientras follaba a su marido aproveché para metérsela por el culo haciendo una doble penetración que hizo que sus gemidos aumentaran de volumen.
— Me voy a correr pronto, ya no aguanto ni un minuto más — advertí a Mary mientras me follaba sentada encima de mí y su marido le taladraba el culo.
— Quiero que lo hagas dentro. Inúndame — me ordenó para, acto seguido, comerme la boca.
Esas palabras hicieron que no aguantara más y comencé a sentir los inicios de una corrida que, a los pocos segundos, empezó a descargar en su coñito mientras Mary contraía los músculos vaginales en un intento de quedarse con mi polla dentro. Le veía la cara a diez centímetros de la mía sintiendo un orgasmo detrás de otro ya que su marido no paraba de follarle el culo para, a los pocos minutos, correrse en su culo.
— Quiero dormir hoy con los dos y mañana, cuando nos levantemos, tomarnos unos churros y hablar porque esto, si estamos todos de acuerdo, hay que volver a repetirlo. ¿Os parece bien una vez al año? Bueno… mañana lo hablamos — zanjó Mary.