Un clérigo de Eleir (2: El baño)
Al día siguiente me levanté temprano para preparar las pruebas de ese día, por suerte Mara aún dormía y pude así dar las ordenes pertinentes a mis subordinados para dejar vacía la sala de baño...
Al día siguiente me levanté temprano para preparar "las pruebas" de ese día, por suerte Mara aún dormía y pude así dar las ordenes pertinentes a mis subordinados para dejar vacía la sala de baño, la aspirante debía someterse a una limpieza exhaustiva antes de poder dictaminar si podría entrar en el clero.
Envié un mensaje a Mara con las indicaciones que más le valdría acatar, sabía perfectamente que su familia podría pagar cara cualquier desobediencia por su parte y por eso no me preocupé.
Una hora después ya estaba metido en la piscina de la sala de baño.
La sala había sido construida en agradecimiento a los servicios prestados a un clan enano, consistía básicamente en una piscina rodeada de bancos y columnas que sostenían una bóveda con decoraciones que a primera vista podrían haber parecido arañas comunes, todo ello de mármol. Justo en el centro se erigía una estatua de un unicornio que se mantenía sobre sus patas traseras. La sala era utilizada normalmente por aquellos clérigos que deseaban un poco de relajación y para ello existía un sistema de turnos para que no coincidieran seres de distinto sexo o categoría, de vez en cuando en el lugar se hacían verdaderas orgías cuando los implicados creían que nadie les veía, para ello hice instalar en secreto un salón contiguo desde el que se habían creado dos agujeros para los ojos.
Toda mi ropa descansaba sobre uno de los bancos de mármol mientras yo nadaba de un lado a otro mientras esperaba a mi invitada.
No tardó mucho en llegar, unos suaves golpes en la puerta precedieron al delgado cuerpo de la elfa oculto tras la túnica marrón de la orden que miró embelesada hacia todos lados antes de fijar la vista en mí, una sonrisa había aparecido en mi rostro mientras me colocaba al otro lado de la piscina, frente a la puerta por la que acababa de llegar.
- Cierra la puerta, pequeña.
Mara se dio la vuelta y con manos temblorosas echó el postigo a la pesada puerta, ya nadie podría interrumpirnos.
- Bien, ¿hoy serás más obediente con tus superiores, Lady Mara?
La elfa cabeceó afirmativamente, no tenía más remedio que acatar mis órdenes si deseaba su provecho y esto hizo que mi pene bajo el agua empezara cobrar vida.
- En tal caso, quítate la túnica para que podamos empezar con las pruebas de ingreso.
Con manos temblorosas echó mano al nudo que sostenía la túnica que con un suave roce cayó al suelo.
Su cuerpo casi totalmente desnudo se revelaba ante mis ojos, únicamente sus pequeñas manos ocultaban sus intimidades.
- Ponlas sobre el banco, van a ensuciarse.
Mara se volvió de espaldas dejándome ver su hermoso culito mientras recogía la túnica y la colocaba sobre la mía.
Mi sonrisa se ensanchó ante la perspectiva del color rojo que estaba retomando la elfa.
- Métete, necesitas limpieza si quieres pertenecer a la orden.
Mara empezó a caminar bajando los escalones de mármol y sumergiéndose poco a poco hacia mí.
No paró de caminar hasta que estuvo a dos palmos de mi posición, mi pene estaba en su máximo apogeo.
Con unos suaves gestos de mi mano le indiqué que se acercara, posando mis manos en sus hombros le hice girar en dirección a la puerta y la acerqué a mi posición.
- Abre las piernas, pequeña.
La muchacha acató sin rechistar y mi polla quedó entre ambas piernas, rozando totalmente su preciado tesoro.
Suavemente aparté los brazos de la elfa y puse los míos en su lugar masajeándole sus pechos hasta ponérselos totalmente erectos.
- ¿Está suficientemente tibia el agua?
La chiquilla no contestó, miraba hacia otro lado como si no fuera ella la que estaba en esa situación. Aparté mi mano izquierda de su pecho para coger un tarro con sales en mi espalda y sin darle tiempo a rechistar lo vertí todo en la piscina, el agua tomó de repente un color verde azulado. Mi compañera de baño empezó a temblar entre mi brazo derecho.
- Las hojas de Treant tienen la propiedad de hacer una limpieza bastante exhaustiva del cuerpo, aunque, también se dice que tiene muchas propiedades de tipo sexual para las hembras de cualquier raza.
Una risita salió de mis labios mientras volvía a masajearle el pecho con mi brazo izquierdo.
- Veo que hoy estás resistiendo mucho más, me alegra, si te portas bien te daré un pequeño regalo tras esta pequeña reunión.
Usé mi lengua para lamer su puntiaguda oreja derecha mientras ella seguía temblando cercana al placer que deseaba ocultar.
- Si todo continúa así podrás entrar esta misma tarde al servicio de Eleir.
Dejé de masajearle los pechos y aparté mi miembro de entre sus piernas, la elfa se dio la vuelta y me miró a la espera de lo que iba a acontecer.
Mi mano derecha se dirigió rápidamente hacia sus genitales antes de que pudiera tapárselos. Le introduje varios dedos y empecé a metérselos y sacárselos durante unos segundos, tras ver que estaba a punto de correrse bajo el agua me acerqué a su oído y le susurré.
- ¿Estás muy cachonda Mara?
Mi prisionera se ruborizó.
- Sí... seguro que te gustaría que te introdujera algo más gordo que mis dedos en tu precioso coñito elfo.
Emití una de mis sonrisas mientras la miraba de arriba abajo, iba a disfrutar muchísimo de este nuevo clérigo, eso si pasaba la prueba.
Me acerqué nuevamente a ella y le besé en la boca apasionadamente, ella se dejó llevar mientras nuestras lenguas se entremezclaban en una lucha que iba más allá de lo puramente físico.
- Muy buena chica, veo que ya has aprendido desde ayer.
Ella desvió su mirada.
- Bueno, creo que hemos acabado en la piscina.
Mara se volvió y empezó a caminar rápidamente hacia las escaleras de salida mientras yo la seguía más lentamente, subió las escaleras y se acercó a recoger su túnica.
- ¡Espera un momento!
La elfa paró en seco a medio camino de recoger su atuendo, dejando el culo un poco en pompa, me acerqué a ella mientras se volvía con una mirada algo inquisitiva hacia mí:
- He dicho que hemos terminado en la piscina no que hemos terminado con la prueba.
Con un rápido manotazo tiré ambas túnicas al suelo y di varias palmadas sobre el banco de mármol.
Mara hizo amago de sentarse mientras no apartaba su mirada inquisitiva.
- No quiero que te sientes sino que te tiendas.
Aproveché sus segundos de duda para obligarla a arrodillarse colocando sus pequeños pechos sobre el mármol, la elfa se quejó.
Está frío.
No te preocupes, ya entrarás en calor, tú simplemente mantén este hermoso culito en esta misma posición.
Di una bofetada al respingón trasero de mi arrodillada sirviente.
Me arrodillé a sus espaldas y con suavidad empecé a introducir mi dedo índice en su ano para volverlo a sacar:
Por favor, no lo haga.
Silénciate si sabes lo que te conviene.
Di una bofetada más fuerte dejando la mano marcada sobre su cachete derecho y proseguí metiendo y sacando el dedo hasta que finalmente empezó a gemir audiblemente.
- ¿Ahora estás más caliente?
Intentó decir algo pero un nuevo gemido interrumpió sus palabras.
Finalmente y de un sonido que resonó en toda la sala la elfa empezó a descargar sus fluidos sobre el banco en el que estaba echada, dejé de introducirle mis dedos y coloqué mi mano bajo su rajita recogiendo sus fluidos en la palma de mi mano hasta que tuve mi mano bien llena de sus jugos vaginales, intentando que no cayera demasiado moví mi mano hacia el trasero de la elfa y restregué sus propios jugos por todo su ano.
- Creo que esto será suficiente como para que disfrutemos, ¿no lo crees pequeña?
Acaricié su cachete derecho mientras lo hacía.
Rápidamente y con mi pene en ristre empecé a introducírselo poco a poco en su pequeño agujero, la elfa empezó a gritar, seguramente le estaba haciendo daño, me daba igual, hoy iba a disfrutar del culo de esta elfa.
Poco a poco fui ganando terreno, me arrodillé sobre ella con la cabeza de mi miembro dentro de ella y pellizqué sus pezones:
- Tú ya has disfrutado suficiente, me toca a mí.
Le di un rápido lametón a su oreja antes de empezar a darle entradas más veloces con mi miembro, la elfa parecía una muñeca que se bamboleaba a mi ritmo, finalmente apreté el culo de Mara a mi miembro y descargué en su interior mi semen.
Di un largo suspiro y saqué mi mojado miembro, empezaba a ponerse flácido tras el trabajo realizado.
- Ahora límpiame la polla, no puedo asistir a mis quehaceres con toda esta suciedad.
Mara se volvió rápidamente sin levantarse y mientras se apartaba los cabellos con sus blancas manos empezó a chupar toda mi verga de arriba abajo hasta que posé una mano sobre su cabeza:
- Bien, has demostrado que eres capaz de servir al Dios y al alto clérigo, puedes entrar en la orden.
Una sonrisa iluminó la cara de la elfa, yo le devolví la sonrisa, iba a disfrutar mucho con su compañía en el futuro.
Recogí mi ropa del suelo y tras rebuscar en uno de los bolsillos recogí un sello:
- Toma, el regalo que te prometí, te sentará bien.
El anillo mostraba un león de plata con sus fauces semicerradas, la elfa tras mirarlo rápidamente se lo colocó en su dedo anular, le quedaba perfectamente, sobretodo para mis propósitos.
Tras recoger mis ropas y colocármelas lo mejor que pude salí del baño sin esperar a mi compañera, sabía que a esta hora todos los clérigos estarían en sus alcobas rezando, ninguno se atrevería a visitar el pasillo de los baños, tras abrir la puerta y antes de abandonar la sala me dirigí nuevamente a mi discípula:
- Tu primera ceremonia será al anochecer, mientras, disfruta del anillo.
Sin esperar a que la chica reaccionara salí de la habitación, iba a disfrutar bastante con el efecto mágico del sello de la procreación, sobretodo tras averiguar que hasta el día siguiente no podría quitárselo.
Con rápidos pausados me dirigí hacia mi habitación, iba tan ensimismado en lo que debía hacer ese día que al principio no oí los pasos, rápidamente me escondí en la oscuridad que ofrecía uno de los tabiques del pasillo, Dealin, una de mis acólitos más fieles, se dirigía al baño a escondidas mientras todos los demás rezaban, no podía perderme este encuentro por nada en el mundo, tras comprobar que no me había visto me dirigí rápidamente a mi habitación secreta mientras me relamía para mis adentros.