Un clérigo de Eleir

Había llegado a ser el alto clérigo de Eleir hacía poco, educado desde pequeño para esta labor por un enano de la orden, no me dio apenas tiempo para disfrutar de mis veinte años...

Había llegado a ser el alto clérigo de Eleir hacía poco, educado desde pequeño para esta labor por un enano de la orden, no me dio apenas tiempo para disfrutar de mis veinte años cuando fui llamado a sustituir al anterior líder del templo, de eso hacía menos de un año, un año en el que me había aburrido sobremanera.

Siempre fui un humano guapo, con mi pelo castaño y siempre cortado en forma de medio tazón, mi cuerpo bien formado y mis ojos claros había sido la envidia de todos los demás de no ser porque tenía una labor de relativa castidad en el futuro.

No en vano me iba a convertir en el primer clérigo del templo del dios de la Fuerza, uno de los credos más influyentes y a la vez más independientes en cuanto a prácticas que poblaban la tierra.

Mi labor siempre se había limitado desde que llegué a aceptar a todo aquél acólito o acólita con suficiente fuerza física y a dirigir las ceremonias básicas del templo.

Había sido un día aburrido, debido al frío casi nadie había visitado el templo, sin embargo a las últimas horas de la tarde mi secretario me avisó que había un nuevo candidato al credo, con un ademán de mi mano indiqué que podía pasar.

Era una elfa, de no mucha altura, orejas puntiagudas y una melena pelirroja que le llegaba a la mitad de la espalda, al instante mi mente empezó a trabajar por derroteros poco propicios para un clérigo de mi rango.

No podría haber tenido más suerte, se me había presentado una oportunidad que no debía desaprovechar. Con un rápido movimiento indiqué a mis acólitos que podían marcharse mientras me levantaba de mi trono.

  • Acompáñame, puedes llamarme Dine.

  • Encantada de conocerle, Lord Dine, mi nombre es Mara.

La elfa pelirroja me siguió con pasos inseguros mientras que con sus ojos verdes oteaba todo a su alrededor, finalmente llegamos a mis aposentos en los que ya estaba encendida la gran chimenea que lo presidía, tras pasar cerré la puerta a sus espaldas.

  • Quítate la ropa, deseo comprobar si eres lo suficientemente robusta como para poder adorar al Dios.

  • ¿Cómo?

  • Para poder entrar al servicio del Dios debes demostrar ante el alto clérigo que puedes aguantar el ejercicio de la adoración y con esa ropa de abrigo que tienes puesta no se puede apreciar tu verdadero vigor, quédate en ropa interior.

Al principio lentamente y luego más veloz al comprobar mi mirada de impaciencia se despojó de su capa y su jubón dejando ver un sujetador y unas bragas acolchadas, a pesar de ello difícilmente podía ocultar sus formas, sus pequeños pechos respingones al igual que su culito.

  • Demasiado debilucha, ¿estás segura de que deseas entrar a formar parte del culto al Dios?

  • Así fue requerido por mi familia.

  • Ya veo, quédate con ropa interior si lo deseas, hace buena temperatura en esta sala.

La miré de arriba abajo una y otra vez, para ser una estúpida elfa estaba bastante buena, únicamente los amplios pliegues de mi túnica le impidieron ver que mi miembro empezaba a cobrar vida

  • ¿Supongo que traerás la recomendación de los tres sabios?

La pregunta le pilló totalmente por sorpresa y lo único que pudo articular era una especie de balbuceo ininteligible que me dio tiempo para inventar una excusa coherente.

  • ¿Eso es que no la traes?

  • No, milord, no tenía idea de que fuera necesaria una recomendación.

Su cara tomó un color rojo ante tal idea.

  • En tal caso, temo denegarte el acceso a esta orden religiosa.

  • ¡No puede hacerme eso!, mi familia no me lo perdonaría jamás.

  • No puedo hacer excepciones, además, no se podría ocultar un pecado de tal magnitud, el Dios estaría furioso.

La muchacha elfa se arrodilló suplicante mientras empezaba a sollozar.

  • Por favor, tengo que entrar en la orden, por favor.

  • Existe una solución...

Dejé que los segundos pasaran, la elfa dejó de llorar y me miró desde su posición de rodillas:

  • La iniciación, sólo se da en ciertos casos aislados, pero hoy me encuentro benevolente con todos los que desean entrar en mi orden.

  • ¿La iniciación?

Un atisbo de esperanza brilló en sus ojos verdes, esto era pan comido, con la voz más dramática que pude obtener en mi estado volví a hacerle una pregunta:

  • ¿Es que acaso no has leído nada del libro santo de Eleir?

  • Creía que sí, milord, pero...

  • La iniciación es un camino hacia la perfección santa a través de dos pruebas dictadas por el gran profeta fundador de la orden de Eleir, es sencillo, únicamente debes firmar el contrato de iniciación, para proteger el secretismo de las pruebas.

La chica pareció dudar ante estas palabras aunque finalmente y tras incorporarse mostró una sonrisa.

  • Comprendo que debo guardar el secreto, ¿qué he de hacer?

Estaba totalmente a mi merced, rápidamente me dirigí a mi escritorio y saqué el contrato al que nunca pensé dar uso.

  • Firma aquí, pequeña.

La elfa se dirigió con pasos presurosos hasta mi lado y tomó el documento y la pluma que le tendía, se acercó el papel y empezó a leer.

  • No tengo todo el día, debo atender algunas cosas además de la aceptación de nuevos miembros.

La chiquilla se apresuró a estampar su firma en el lugar indicado y rápidamente tomé el contrato y lo guardé en el primer cajón.

  • Bien, chiquilla, cuando estés lista avísame.

  • ¿Porqué no ahora?

Miré el reloj de arena sobre la repisa de la chimenea antes de contestarle:

  • De acuerdo, podemos empezar por el primer camino de Eleir, cancelaré todos mis compromisos para hoy.

Una amplia sonrisa de satisfacción iluminó el rostro de la aspirante:

  • ¿Estás dispuesta?

  • Lo estoy, milord.

  • En ese caso arrodíllate y reza al Dios.

La chica lo hizo mientras yo me dirigía a la puerta y echaba la llave, tras volverme pude comprobar que la elfa entonaba una salmodia con sus preciosos ojos cerrados, con gran silencio me despojé de todas mis ropas exponiendo mi miembro en casi plena erección ante la perspectiva de lo que iba a ocurrir, con pasos seguros me acerqué a la chiquilla colocando mi pene a escasos centímetros de su boca.

  • Ahora chupa.

La elfa interrumpió su rezo abriendo los ojos, al ver mi falo saltó hacia atrás mientras intentaba incorporarse, mi fuerte brazo aprisionó el hombro de la chica obligándola a quedarse en el suelo:

  • ¿¡Qué te pasa ahora?!

Con un rápido movimiento tomé el contrato firmado y casi se lo restregué por la cara:

  • Aquí viene claramente, pequeña zorra, ¿acaso vas a enfadar al dios con tus niñerías?

La chica miró el documento con ojos llorosos y tras leer el contenido dejó de forcejear:

  • ¿Acaso quieres enfadar a Eleir?

La elfa pensó la respuesta:

  • No, milord, no deseo...

Lo bueno que tienen los jóvenes adeptos de hoy es que son demasiado fanáticos como para contradecir a los dioses.

  • En ese caso, empieza a chupar, y recuerda que te queda una prueba más así que procura no venirte abajo, jovencita.

Abrió su joven boca y se metió el glande para rápidamente apartarse:

  • Vas a ser una acólita muy desobediente como puedo ver...

Su boca volvió a abarcar mi glande mientras mi polla mostraba su máximo apogeo.

  • Creo haber comprobado que tienes una hermosa lengua, úsala.

Su pequeña lengua empezó a lamer el glande.

  • ¿Voy a tener que darte todas las instrucciones, maldita zorra?

Empezó a lamer con más velocidad toda la extensión del falo hasta bajar a los huevos en los que se tomó su tiempo, estaba a punto de venirme, la muy guarra parecía tener más experiencia de la que yo creía en las felaciones.

  • Métetelo entero en la boca y chúpalo de arriba abajo.

La ya convencida chiquilla hizo lo que su superior le mandaba y empezó a metérsela y sacársela de la boca durante un buen rato, finalmente pareció aceptar totalmente su situación y mientras su boca hacía la labor requerida, su mano me masajeaba los huevos con suavidad.

Volvió a usar su lengua recorriendo todos y cada uno de los rincones de mis genitales para volver a chuparla de arriba abajo con mayor voluntad hasta que ya no pude aguantar más y solté mi chorro caliente sobre su cara, tras un largo suspiro me senté sobre la cama:

  • Bébetela toda o me enfadarás.

La elfa se acarició lentamente abarcando toda su mejilla y pelo hasta recoger casi todo el semen derramado, con lentos movimientos que casi consiguen otra de mis erecciones chupó todos sus dedos uno por uno, una leve mancha húmeda había aparecido en sus bragas y la chica cruzó sus piernas aún arrodillada para ocultarla.

  • Has pasado la prueba con bastante buena nota, pero no te confíes, las siguientes no serán tan sencillas.

  • Por favor... déjeme marchar.

  • Sabes bien que no puedo, incumplirías tu palabra y el contrato, y tu familia pagaría con creces por ello, dijiste que estabas preparada para realizar todas las pruebas y no saldrás de esta habitación hasta que las superes todas.

Una amplia sonrisa iluminó mi cara ante la perspectiva del plan que se me había pasado en ese momento por la cabeza al ver sus braguitas manchadas.

  • Empecemos pues con la siguiente prueba.

La muchacha me miró horrorizada.

  • Tranquila, si pasas esta prueba seguramente puedas pasar todas las demás.

Me coloqué de nuevo mi atuendo.

  • Bien, será una simple prueba de resistencia, quítate la ropa.

La elfa se puso de pie y con una expresión de desamparo se dio una rápida ojeada de arriba abajo, la miré fijamente.

  • ¡Toda la ropa!

La muchacha me miró con cara totalmente horrorizada, me limité a asentir brevemente.

Finalmente me dio la espalda y empezó a quitarse el sujetador y las bragas con gran cuidado.

Su pequeño trasero provocó que me relamiera casi literalmente.

  • Vuélvete, no tengas miedo.

Al volverse pude comprobar que toda su cara parecía ahora un tomate ante la perspectiva de verse desnuda ante mí, con sus brazos tapaba sus pechos y sus genitales mientras miraba al suelo esperando la siguiente orden.

  • Buena chica, parece ser que me equivoqué al tacharte de desobediente, porque tú no eres una chica desobediente, ¿verdad?

Mara cabeceó negativamente con gran inseguridad.

  • Me alegro mucho, bien, en ese caso échate en la cama mientras yo preparo el material necesario.

Se sentó sobre mi gran lecho sin apartar sus brazos. Metí mis manos en los bolsillos y saqué varios trozos de gruesa cuerda, comprobé que resistía estirándolos varias veces y luego me dirigí hasta mi víctima, sin miramientos puse mi mano en el hombro y la obligué a tenderse totalmente sobre la cama, sin mediar palabra tomé los dos brazos de la chiquilla y los aparté colocándolos cerca de la cabecera, con gran rapidez y maestría amarré ambas manos a los barrotes que presidían la cama, sin pararme a pensar bajé una mano hasta la pierna de la chiquilla mientras que con la otra la amarraba a la otra barra de la cama, rápidamente hice lo propio con la otra. La elfa quedaba cuan larga era sobre la cama con los brazos y piernas abiertos en forma de X, la chica cerró fuertemente los ojos mientras volvía a ponerse colorada.

Sus pechos eran bastante respingones, presididos por unos pezones rosados que los hacían realmente apetitosos, al bajar mi vista pude comprobar que tenía los genitales totalmente rasurados, me senté a un costado de la cama y acaricié levemente los pezones de la asustada elfa que rápidamente se pusieron erectos.

  • No creo que pases esta prueba, lo mejor será que desistas.

La elfa pareció perder entonces toda la vergüenza y levantando un poco el cuello miró hacia mi dirección:

  • No, por favor, haré lo que sea, pero permítame entrar al servicio del Dios.

  • Está bien, muchacha elfa, en ese caso deberás pasar la prueba de resistencia, debes aguantar sin correrte o en caso contrario serás rechazada y recibirás un castigo por ello.

Me levanté y sin esperar ninguna aceptación por parte de la elfa me coloqué entre las piernas de la chiquilla y bajando la cabeza empecé a lamer su clítoris mientras que con mis dedos me ocupaba de sus labios vaginales con gran saña:

  • ¿Te gusta, muchacha?

Sus labios estaban apretados con fuerza aguantando el cosquilleo que seguramente ya estaría recorriendo todo su cuerpo a pesar de la situación bochornosa. Sin decirle nada más alargué mi mano libre hacia su pecho izquierdo y empecé a masajéaselo.

Seguí lamiendo la concha rasurada sin haber cambiado mi ritmo:

  • Te subestimé, estás aguantando bastante para ser una principiante.

La chica elfa no contestó mientras seguía con los labios sellados, a pesar de ello empezaban a sonar algunos gemidos, la muy zorra estaba aguantando, mejor, más diversión.

Empecé a meter y sacar mi dedo corazón de la concha de la víctima cada vez más rápidamente, la muchacha ya no podía ocultar sus gemidos, mis masajes en su pecho y el mete y saca eran demasiado como para poder ocultar el placer sexual al que estaba sometida.

A duras penas ya podía aguantar el orgasmo que se avecinaba, finalmente y con un gran grito en el que se mezclaba placer y rabia empezó a lubricar gran cantidad de flujos.

Paré de masajearle los senos, sin embargo seguí metiendo y sacando el dedo sin importarme el pringue que ya me cubría parte de la mano, la elfa seguía gimiendo con fuerza hasta que finalmente mi dedo paró su labor, levantando la manchada mano la miré fijamente:

  • Ya lo dije, no has aguantado, y lo peor es que ahora tendré que volverme a bañar y llamar al sirviente para que limpie esta porquería sobre la cama.

Coloqué teatralmente la mano sobre mi pelo como el que pensaba.

  • Bueno, se me ocurre la forma de solucionar todos estos problemas que se me han planteado, tendré que castigarla porque a pesar de tu poca resistencia aceptaste la prueba, así que, ¿porqué no hacer que lo limpies tú misma?, aunque, ahora que lo pienso, eso no sería suficiente castigo, deberías limpiar todo sin desatarse, y qué mejor forma de demostrarte mi buena fe tras el castigo que ayudarte a esa labor.

Acerqué mi mano hacia la cara de la niña que rápidamente apartó.

  • No... Desáteme por favor, no quiero, por favor, no.

  • Maldita muchacha desobediente.

Tras pronunciar estas palabras le abofeteé la cara mientras obligándola a abrir la boca.

  • Vas a tragarte toda la suciedad que has hecho en mi santo lugar, y hasta que no la limpies toda no te desataré.

Restregué los jugos vaginales por su entreabierta boca dejando también un rastro por su nariz.

Seguí restregándoselo hasta que finalmente fue ella misma la que acercaba su boca en busca de su suave néctar, una amplia sonrisa cruzó instintivamente mi cara cuando Mara terminó de tragarse sus propios fluidos.

Lentamente me acerqué a ella y la besé sin pensar en nada más, fue un beso corto en la boca antes de que me volviera a levantar y la desatara.

Mara pareció unos segundos indecisa, tras comprobar que yo había dejado de prestarle demasiada atención y abría de nuevo la puerta de mi aposento se restregó los miembros atados antes de coger rápidamente sus ropas y salir corriendo hacia la puerta:

  • Quédate esta noche en la habitación de al lado, quizá mañana me levante de mejor humor y pueda juzgar mejor tu caso, aunque eso depende de ti.

Le guiñé un ojo mientras cerraba a sus espaldas la gran puerta, no me importaba, no podía escapar del templo hasta que se abrieran las puertas cercano el mediodía, suficiente tiempo como para poder seguir disfrutando de su esbelto cuerpo.