Un clavo saca otro clavo

Mi compañero de piso se sumió en una depresión tras un desengaño amoroso con su pareja, y pese a que nos queremos como hermanos, el roce hace el cariño... Y si bien hace falta, dejaré que se desahogue conmigo.

Escribo esto ahora, después de unos días que han sido bastante conflictivos para mí. Escribo esto llorando y temblando, con el coño encharcado tras una dura semana. En estos últimos días me he sentido apenada por él; me provocado atracción, deseo y necesidad… Siento por él más de lo que me gustaría aceptar, porque sé que en el fondo él la prefiere a ella... Pero me estoy adelantando.

Mi nombre es Rita, y no me voy a molestar en censurar los nombres reales. Quiero ser lo más honesta posible con lo que ha pasado… Total, dudo que nadie que nos conozca llegue a leerlo nunca; y ahora mismo, lo que necesito es desahogarme. ¿Qué mejor manera hay de hacerlo que contándolo todo?

Tengo veintisiete años y soy una chica española de nacimiento.  Comparto piso con mi mejor amigo desde hace unos tres años y se llama Pablo. Desde hacía un año salía con una chica, pero estar locamente enamorados no les impidió acabar mal entre ellos. Este domingo, hace pocos días, la feliz pareja tuvo la genial idea de probar algo nuevo y, ella, fue la privilegiada que pudo tener sexo con otro chico frente a su novio a modo de experimento. Spoiler: Acabó mal.

Para que empaticéis más conmigo: Pablo es un buen chico; encajamos a la perfección para convivir y la discusión más fuerte que hemos tenido es sobre quien elije que serie se ve en Netflix. Cada uno respeta al otro y no incomodamos al otro con desorden e inmundicia.

También, he de decir que soy una chica con bastante amor propio: Soy una pajera compulsiva o una folladora nata hasta el punto de haberme masturbado únicamente con mi propio reflejo. Me considero guapa y sexy, me gusta salir en las fotos y no tengo ningún tipo de dificultad para liarme con chicos.

A Pablo lo tengo acostumbrado a que mis ligues entren en casa; siempre hemos tratado ese tema con naturalidad y hasta hemos gastado bromas sobre ello. Por eso, puedo garantizar, que nunca había existido una tensión sexual entre nosotros. Bueno, quizá si que lo pensé alguna vez. Estar soltera y convivir con un chico soltero nos tienta a pecar… Pero nunca llegamos a arriesgar nuestra convivencia en ese aspecto. Estábamos demasiado cómodos viviendo juntos como para desear estropearlo todo.

Por desgracia, no todo dura para siempre. Y tras tres años de perfecta convivencia le tuvo que suceder esto. Algo que, sin darme cuenta, me unió emocionalmente a mi compañero de vivienda mucho más de lo que me habría gustado inicialmente.

Lo reconozco: Algunas veces llegué a estar celosa de Nicole –la pareja de Pablo-, es verdad. Si bien eran celos sanos, llegué a hacerme una amiga suya y a tolerar su presencia. Alguna vez quizás la envidié por tener algo con él; tal vez porque en el fondo, si no conviviese con él, también me lo habría cepillado.

Y tras abrirle las puertas de mi casa, lo traiciona. Decía estar locamente enamorada de él, pero este último domingo me encontré a Pablo llorando arrodillado frente a la puerta de su cuarto. En el cual, se oían gemidos y voces…

No pude consolarlo, y me partió el corazón verlo así. Por eso mi opinión sobre Nicole se agrió al instante hasta el punto de odiarla y despreciarla. La pena que sentí por Pablo, en cambio, se tornó en una especie de manto protector que me hacía velar por él. Verlo reír, animarlo y consolarlo en lo que fuese necesario. Llegué a pensar, cuando lo abracé en el sofá mientras su pareja follaba con otro, que si tenía que ser yo ese clavo que apartase a Nicole de él, lo sería… Pero me estoy volviendo a adelantar.

Lo único que diré respecto a lo que pasó ese domingo mientras Nicole estaba en casa es que aporreé la puerta frente a un Pablo desconsolado. Me llevó al sofá y yo le consolé lo mejor que pude. Esa ocasión, muy posiblemente, fue ``el momento´´ donde empecé a sentir algo más hacia Pablo. Llamadlo atracción o lo que sea, pero recuerdo haber querido besarle en ese mismo instante solo para que no pensase más en la zorra de su novia.

La culpa de lo que sucedió los días que precedieron a ese domingo claramente fue mía. No se trata de que Pablo haya sido un pesado, un empalagoso y se haya ido tomando cada vez confianzas mayores, sino del hecho de como lo provoqué y no supe poner freno a ello. Pero de nuevo, me he vuelto a adelantar:

Para que empaticéis con él, tenéis que entender que el amor de su vida lo acababa de traicionar. Pensó que podría sobrellevar la situación y se equivocó. Totalmente deprimido su mejor amiga lo animó. Pero no lo hizo como tal, sino como mujer… Y ese fue mi error.

Lo peor de todo, sin duda, es que Pablo no solo estaba resentido con Nicole. Además, sentía una gran envidia y celos por lo que el otro chico había logrado y él no. Mi amigo es un trozo de pan, y no vale para ser malo… Por eso sus ansias de experimentar el sexo más rudo, cerdo y salvaje hizo que yo pagara las consecuencias… de lo que no pudo hacerle a ella.

La noche del domingo


Dos horas después de que Nicole se fuese de la casa visiblemente arrepentida, Pablo se había calmado y había dejado de llorar. Aún temblaba, con los ojos llorosos y el rostro enrojecido. En nuestros tres años viviendo juntos nunca lo había visto tan vulnerable, ni antes de Nicole ni después. Por eso, sentía una conexión con él que nunca antes había tenido.

Permanecí sentada en el sofá con él acurrucado con la mejilla apoyada sobre mi muslo. Hacía que veía la tele, aunque la miraba sin ver. En cambio, no le quité los ojos de encima. Le acaricié el pelo haciéndole rizos con mis finos dedos, y pese a lo cruel que pueda sonar, debo reconocer que me encantaba estar así con él.

Si muchas veces sentí celos de Nicole, me mentía a mí misma pensando que ese apego era como el de una hermana mayor. Era consciente de que podía atraerme en algún momento dado, pero nunca acepté la posibilidad de hacer algo con él. Si bien el roce hace el cariño, estos últimos tres años solo habían bastado para que nos considerásemos prácticamente familia.

Por eso me chocó tanto que mientras le acariciase el cabello, se me antojase besar esos labios que usaba constantemente para suspirar. Me chocó, sin duda, aunque lo atribuí a la pena que en ese momento sentía por él. Fuese por lo que fuese, no lo hice por miedo al rechazo, o porque estaba segura de como se lo tomaría.

En lugar de hacer nada, rompí el hielo preguntándole por qué consintió que pasase eso. Al ver que no me contestaba, musité:

— Muchas veces me has comentado que no entendías como podía estar sola… Que como podía no ser celosa…

— Es diferente.

— ¿Por qué lo es?

— Me prometió que solo sería una vez, que solo era por probar… Llegué a creerme que sería solo sexo. Que podría aguantarlo –estalló por fin, pese a que su tono de voz era débil. Sentí en lo profundo de su pecho cierta furia aletargada antes de continuar-. Lo volvieron a hacer… Le importaba más disfrutar con él que verme mal.

— No me parecía ese tipo de chica –me sinceré-. ¿Crees que empezó a sentir algo por él?

Lo vi negar con la cabeza y resoplar. Me explicó que él y el otro tenían maneras totalmente opuestas de tener sexo. El de Pablo y Nicole era lento, suave y hasta monótono. Para explicármelo, puso énfasis en definir el sexo que presenció entre ambos como asqueroso, violento y humillante. Cuando le pregunté si Nicole no disfrutaba con el sexo que tenía con él, mi amigo me aseguró que pensaba que sí.

— ¿Qué guarra? ¿No? –musité con cierta inquina, antes de añadir:- Quiero decir… A mí un tio me escupe en la boca y…  no sé como reaccionaría –al terminar de hablar le miré de reojo.

— Pues ella lo disfrutó… Se corrió como una loca. Y conmigo llevaba meses sin llegar a correrse. Aunque… Reconozco que quiero follármela así –confesó con rencor. Con el entrecejo fruncido delató su malestar.

— No digas tonterías. Tú no eres así… Ese no estaba haciéndola disfrutar; era ella la que disfrutaba de ser maltratada. Por lo que me cuentas, vaya…

— Y bien que lo disfrutó… Me arrepiento de haber sido tan bueno con ella.

— ¿Te habría gustado ahogarla y escupirle en la cara? –ronroneé con tono sugerente, algo encendida. Solamente cite alguna de las cosas que él mismo me había explicado.

Me sorprendió que me pusiese algo caliente hablar de eso, de la misma manera que me encendía pensar en Pablo tratando así a Nicole. Una especie de final feliz o de justicia karmica para la zorra de su ex.

Sonrió, devolviéndome la risita con cierto tonto cómplice. Al instante se ruborizó un poco y enseguida entendí que había llegado a la conclusión de que al ser mujer eso podía parecerme una asquerosidad y una especie de ofensa. Lo alenté a continuar, si era lo que quería.

— Pues fíjate… Si lo hubieses probado seguro que habrías dado en el clavo.

—O ese era su tipo.

— Nah –contesté, quitándole importancia-. Me da que ese supo dar a la tecla correcta en el momento adecuado. En el fondo a todas nos gustan malotes- hizo una mueca, como si no aprobase mi comentario.

— Seguro. No debería haber sido tan bueno con ella, seguro que me habría valorado más.

— No. Ella sabía muy bien lo que arriesgaba al traerlo a nuestra casa. Quería follar con otro y pensó que podría hacerlo delante de ti. No creo que tarde mucho en intentar contactar contigo y disculparse.

— Perfecto. Así podré follármela de la misma manera y luego le doy la patada.

Aunque lo dijo en serio, no pude evitar reírme. Nicole había hecho aquello y él solo podía pensar en sexo. ¡Hombres! Lo pensé yo, que era una pajera con patas y amaba el sexo, pero aquello me pareció demasiado.

Poco a poco dejé de reír y me puse seria. Me preocupaba que se reconciliase con Nicole, pues si bien en ese momento hablaba su enfado, su frustración y su envidia; nada de eso quedaría cuando la otra le hiciese ojitos y prometiese cambiar. No quería que la perdonase, y en ese momento lo atribuí a que era mi amigo y me preocupaba por él.

Le expliqué porque pensaba que Nicole no le convenía, y él se dispuso a contradecirme cuando empezó a vibrar el móvil. Ambos vimos la notificación entrante de la chica en cuestión.

— Quiere hablar –murmuró para sí, leyendo los mensajes-. Dice que lo siente mucho.

— Lo que yo decía. Hazme caso… -al ver que mis palabras no surtían efecto, añadí:-. Al menos hazla sufrir un poco. Dale tiempo para que piense y se arrepienta, por favor.

Titubeó unos segundos, pero acabó dándome la razón. Le agarré el móvil con suavidad y lo puse en modo avión.

— ¿Vamos a hacer la cena? –pregunté. Habitualmente suelo hacerla yo, más que nada porque aunque nos vayamos turnando él siempre termina haciendo lo mismo. Pensé que entreteniéndose haciendo algo no pensaría en la guarra esa.

— ¿Me prometes que no hablarás con ella hasta mañana? Ni leas sus mensajes. Déjala en visto.

— Lo intentaré… -aceptó en tono cansino.


Entre los dos fuimos haciendo una cena que rozaba el picoteo. Debido a su reciente disgusto, procuré que se alimentase bien, aunque no le apeteciese. Era evidente que no iba a poder conciliar el sueño, aún así ambos teníamos que trabajar mañana y estaba agotada. Si bien me despedí al tiempo que le pedía que no tardase mucho en acostarse, se me pasó por la cabeza proponerle dormir juntos, aunque por vergüenza o por miedo a un posible rechazo no llegué a hacerlo. Verlo tan decaído hizo en mí algo automático acurrucar su cabeza entre mis tetas al abrazarlo, algo que fue totalmente `` accidental y desintencionado´´.

Irónico. ¿No? Viéndolo en retrospectiva me siento estúpida. ¿Qué tiene de malo que una amiga duerma con su compañero de piso? Pero pese a lo confiada y directa que era con otras personas, con él me sentía más bien distante y tímida. No me nacía abrazarlo, al menos no de manera natural… Y no era porque me faltasen ganas. La situación con mi familia era complicada, y considerar a Pablo lo más parecida a una me habría hecho disfrutar de esa cercanía que no me atreví a buscar.

Logré alcanzar el sueño con relativa facilidad, desvelándome de madrugada. Ni me molesté en mirar el reloj, pues conocía la sensación y sabía que era pronto. Dirigiéndome hacia el baño vi de refilón la luz del cuarto de mi amigo encendida. Piqué a su puerta y le consulté, logrando que me confesase que no podía dormir y que se imaginaba a su novia teniendo sexo con el otro. Se me ocurrió la brillante idea de animarle a escribir sobre el tema, quizá así se desahogaría… Fui al lavabo, oriné y volví a la cama quedándome dormida de nuevo.

Volví a despertarme de madrugada y esta vez necesité picotear algo, un par de mordisquitos para poder volver a conciliar el sueño. Por lo que yendo hacia la cocina le descubrí aún levantado, aunque esa vez no le interrumpí, pasando por frente a su puerta y escuchando el furioso tecleo que anunciaba una historia a gritos. Reconozco haber deseado entrar y saber que era lo que escribía, aunque en ese momento me limité a maldecir por estar despierta y volví a la cama.

A las seis de la mañana me desperté y piqué a su puerta para ver como estaba. Seguía escribiendo y me informó de que iba a ir al médico porque no se encontraba demasiado bien. En resumen, significaba que iba a coger la baja y ahorrarse unos cuantos días de trabajo, lo que a mí me preocupó al instante. Dependía de él para pagar la mitad del alquiler, y si fallaba él nos quedaríamos sin comer, eso siendo muy positiva.

Aún así, de buena fui tonta, y le pedí que se tomase un día de descanso antes de retomar su trabajo. Un día tampoco nos iba a hacer mucha diferencia…

Me fui a la perfumería a hacer el turno doblado y para las siete de la tarde ya estaba de vuelta en casa.

* Lunes ***


Si bien durante mi horario laboral no puedo disponer del móvil, es obvio que no supe de Pablo hasta que llegué a la casa por la tarde. Cuando entré en su cuarto apestaba a cierto olor que me hizo sentir un cosquilleo en la nariz y en los pulmones, una fragancia que conocía muy bien por los hombres que había traído a casa.

Me di cuenta que la ventana estaba cerrada y reinaba la oscuridad, por eso y al no estar ventilada, no me sorprendió haberlo notado . No se había despertado por mi intromisión, así que lo zarandeé con lentitud y le pregunté que tal había dormido. Ante su respuesta, le pregunté si el día siguiente iría a trabajar.

— Si estoy más de tres días de baja me pagarán el sesenta y cinco por ciento… -argumentó.

— Sí, y luego buscarán como locos la manera de cancelarte el contrato –le recordé. En su trabajo estaban contentos con él, no quería arriesgar esa estabilidad. Y sí, fue por puro egoísmo.

— No me veo capaz de dormir bien… Tengo pesadillas, estoy durmiendo fatal –al oír eso, suspiré.

Preguntarle por Nicole fue una tontería. Habían hablado, cómo no. Aseguraba estar muy arrepentida y que se le había ido la cabeza, hecho que escuché de Pablo apretando los dientes y contando hasta diez. Le volví a repetir que no le convenía, y me dijo de repente:

— ¿Sabes lo peor? Que no puedo dejar de pensar en… -Se interrumpió, y de varias maneras distintas le animé a contarme, aunque se cerró y opté por ignorarlo. A pesar de eso, estaba segura de por donde iban los tiros.

— ¿Me dejas ver lo que has escrito? –inquirí con manifiesta interés señalando con la mirada el portátil.

— ¿Seguro que quieres leerlo? –preguntó ruborizado.

— Claro. Envíamelo. ¿Te va a dar vergüenza con la confianza que tenemos? Que me has pillado follando, Pablo –le recordé entre risas, antes de añadir:-. Envíamelo por PDF.


Eran las siete y media de la tarde; ambos estábamos en el sofá. Sus pies reposaban contra los míos bajo una misma manta que nos tapaba a los dos. Pablo miraba una serie en Netflix y yo estudiaba totalmente inmersa su escrito. Apenas me miraba más que para preguntarme si me estaba gustando, y quizá era por la concentración que tenía puesta en la televisión que no se dio cuenta del calor de mis mejillas, de mi respiración acelerada, del deslice de mis dedos bajo las sabanas…

No solo me excitaba como relato erótico, sino también por el morbo de conocer a Nicole y empatizar con ella. No tenía un buen concepto de ella, aunque reconozco haber disfrutado imaginándome esas cosas.

Para mi gusto, mi compañero de piso supo expresarse a la perfección para relatar lo que fuese que hubiese presenciado. Un relato que acabó publicando en x xxx además de en todorelatos. Ni siquiera pude terminar de leer, estando demasiado cachonda como para continuar. Con el máximo disimulo posible, me abrí de piernas al ser incapaz de conformarme con meras caricias y clavé dos dedos en mi hambriento coño. No, más que eso. Ansiaba la polla del autor de ese relato dentro de mí.

Estando dispuesta a vestirme y a ir a casa de algún conocido, estudié mi lista de whatsapp esperando encontrar a alguien a quien tirarme. Pronto me di cuenta que si llevaba meses sin follar era por algo, y entre mis conocidos nadie me causaba el más mínimo interés, ni siquiera estando ya encendida.

Estaba hastiada de ellos, y solo se me antojaba follar con el chico que había al otro extremo del sofá. En ese momento me chocaba, porque sabía que no sentía nada por él –o eso pensaba-. No estaba segura si era por lástima, o por la idea de que ya no podía acapararlo Nicole, o puede que simplemente fuese porque llevaba demasiado sin mojar.

— ¿Qué te ha parecido? –me preguntó, sorprendiéndome. Le miré perpleja con las mejillas ardiéndome.

— ¿Qué? –pregunté tratando de aparentar normalidad sin lograrlo. Saqué los dedos de mi coño, sintiéndolos húmedos y pringosos. Mi ropa interior se pegó incómodamente como una ventosa.

— ¿Te encuentras bien?

— Esto que has escrito… -me di cuenta que no sabía que decir-. No imaginé que te gustasen esas cosas.

Se sonrojó de nuevo, importándole más darme una mala impresión.

— Solo he intentado ser fiel a lo que pasó.

— Varias veces admites en el texto que te gustaría habértela follado así –mentí, tratando de sonsacarle la verdad.

— No sé…

— ¿Te gustaría? –insistí.

— Sí… Me da curiosidad.

— Si ahora Nicole apareciese por esa puerta y te propusiese hacer las paces? ¿Te la follarías así? ¿Le escupirías a la cara y te la follarías así de duro? –mis propias palabras me extasiaban. La sola idea de ser follada así por él me volvía loca, por raro que os pueda parecer. No porque me gustase ese tipo de sexo, sino porque sabía que él estaba antojado de él.

— Me da curiosidad. ¿Qué te pasa?

— Tengo mucho calor –me abaniqué con la mano, riendo hasta parecerme a mí misma tonta-. Tu relato es muy… intenso.

— ¿Te ha excitado?

— Me he puesto cachonda –confesé. Reconozco que deseé por un momento que el final de esa conversación resultase con ambos follando en el sofá.

—Así que también te gustó como se la folló.

— Me da curiosidad… Nunca me han follado de esa manera – le guiñé el ojo; solo me faltó abrirme de piernas e invitarle a entrar.

— Pues ya sabes… Es el momento perfecto para llamar a uno de tus amigos y experimentar.

Por estúpido que pueda parecer, ese comentario me sentó peor que cualquier rechazo. Me cortó el rollo y me hizo recordar que estaba hablando con mi compañero de piso. Intenté mantener la compostura, levantándome y dirigiéndome hacia mi cuarto.

— No me apetece hacerlo con ninguno de ellos –sin poder evitar lanzarle una pullita, le solté:-. Llama tú a Nicole y te la follas como el Alex ese.

— ¿A dónde vas?

— A mi cuarto.


Estando ya en la soledad de mi habitación, me quité la ropa para nada al darme cuenta que pese a lo mojada que estaba, mis ganas de masturbarme habían desaparecido. Pablo no me había dicho nada malo, y aún así había actuado como una cría que no había sido para tanto.

Estuve un rato mirando al techo, escuchando de fondo la televisión la salita de estar. Reflexioné sobre como en los tres años que había convivido junto a mi amigo nunca había deseado de esa manera; más bien había sido mutuo, y lo sabía. Era como una norma no escrita donde entendíamos que no podíamos verlo de esa manera. Prácticamente éramos como hermanos, a pesar de la curiosidad que hubiésemos podido tener en algún momento en particular.

La idea de follar con él me revolvía las tripas y me hacía sentir la vagina a flor de piel. Quizás por eso me desvestí por completo y me combiné una faldita con una camisa. Los pezones se marcaban, y al no llevar ropa interior con poco que me inclinase Pablo podría ver mi coñito expuesto para él.

Aún recordándolo días después, no termino de estar segura si lo estaba buscando o simplemente quería animarlo, al menos durante el lunes. Pese a que hubiese deseado follar con él, no era mi intención hacerlo. Sí, lo sé. Soy bastante rarita.

`` No hay nada de malo en vestir así´´ pensé con malicia haciendo poses de exhibición frente al espejo de mi armario empotrado.

Salí de mi cuarto para las ocho y media de la noche. Iba aprobando satisfecha su reacción cada vez que lo pillaba, en repetidas ocasiones mirándome con disimulada, las dos bolitas que se intuían a través de la camisa. También lo pillé mirándome el culo, y sospecho que llegó a verme algo más que este cuando me incliné más de la cuenta para agarrar algo de un cajón en los muebles frente al sofá.

— ¿Qué quieres cenar? –pregunté con excesiva seguridad en mí misma, volviéndome hacia él al tiempo que le veía apartar la mirada de mi culo.

— Has trabajado tú, ya preparo la cena –propuso.

— Me parece bien –resolví, risueña. Lo seguí hasta la cocina tras verlo levantarse desde el sofá.

— ¿Qué hago? –preguntó haciendo un esfuerzo enorme por no mirar otro sitio que no fuera mi cara.

— Hazme lo que quieras –musité, provocativa. Tuve que esforzarme por no morderme el labio.

Bien visto, quizás si que quería follármelo ese lunes. `` Le eché los perros´´ como solía decir en Colombia.

— ¿Un arroz con tomate?

— ¿Estás tonto? –articulé alegre-. Algo ligerito, porfa.

— Te hago un bocadillo de… lo que sea.

— Me vale –aceptaba al tiempo que me subía de un bote a la encimera de mármol frente a la nevera. Noté el frio de la encimera contra mi ardiente culo, aunque mantuve los muslos juntos para no ser tan descarada.

Estaba ya partiendo el pan por la mitad cuando le pregunté por Nicole.

— Le he pedido un tiempo. No va a volver a ser lo mismo –aprobé su respuesta.

— A ver si es verdad –dije estudiándome las uñas de mi mano derecha.

— ¿Qué has querido decir con eso?

— Ya van dos veces que has dicho que te gustaría follártela.

— No he dejado de desearla –hizo una mueca de confusión-. Lo que se ha roto es mi confianza hacia ella.

— Si lo que quieres follar… Fóllate a otra –al ver que me iba a contestar, por eso, empecé a decir algo antes de que me interrumpiera:-. Dicen que un clavo…

— No conozco a ninguna otra ahora mismo, Rita. Y no me apetece buscar –su respuesta me sentó como una patada en el estómago, pese a que añadió al poco:-. ¿Y tú… Podrías ponerte algo menos provocativo? No soy de piedra.

Solté una risa tonta, confusa por mis cambios de humor tan estúpidos. Había estado a punto de insultarle.

— Me siento cómoda así –musité separando unos milímetros las piernas, demasiado juntas como para que él percibiese mi coño apuntando hacia él-. Además… No es la primera vez que me ves desnuda.

— Pero ahora no tengo novia…

— ¿Y Nicole que es?

— De momento es mi ex.

— Soy tu compañera de piso, y tu amiga. No estaría bien –Era más que evidente que lo estaba tanteando, aunque no pareció darse cuenta.

— Por eso lo digo… ¿Podrías taparte un poco más?

— ¿Y si no quiero?

— Rita, por favor.

— Hazte una paja –le animé con descaro-. ¿O quieres que te la haga yo?

— ¿En serio?

— Pensé que esto te animaría un poco, y parece que no me equivocaba –terminé de decir mirándole sin que se diese cuenta el bulto que empezaba a apreciarse bajo el pantalón-. Solo te estoy jodiendo –repliqué bajándome de la encimera-. Anda trae… Como se nota que los tíos no podéis hacer bien dos cosas a la vez.


En medio minuto, lo tuve listo. Le di un mordisco triunfante saboreando la mezcla entre el pan, el aceite de oliva, el queso y el jamón dulce.

— ¿Tanta hambre tenías?

— Tengo mucha hambre –le corregí, aunque evité hacer ninguna broma sobre lo que habría preferido comerme.

Para cuando terminé mi bocadillo, él ya había acabado el suyo y empezó a comérselo al tiempo que nos sentábamos en el sofá. Acaparó toda la manta, por lo que me limité a sentarme espatarrada. Intuí que estaba tratando de evitarme, porque mi desnudez era sutil aunque evidente.

De nuevo, volví a pillarlo –sin que este se diese cuenta- mirándome más de la cuenta. No podría mentir sobre eso, me encantó sentirme deseada por él y ese juego de disimulos. Me volvió loca la idea de que pese a su deseo tratase de evitarme; por desgracia para él, siendo un hombre, poco podía hacer para luchar contra su instinto. Estaba a dos velas, y yo no pensaba ponérselo fácil.

En algún momento de la noche, Nicole le llamó y yo lo apremié a poner el manos libres, alegando que no merecía intimidad.

— Que cotilla eres –me espetó entre risas, se levantó y se encerró en su cuarto. Al volver, me explicó que su ex pareja no quería hablar de esas cosas por mensajería y que prefería hablarlo en voz alta.

— Te va a hacer ojitos y acabarás cayendo como un tonto. No estás listo para hablar con ella.

— ¿Y qué quieres que haga? Sigo enamorado de ella.

— Un clavo saca otro clavo –repetí, haciéndome la interesante.

— No quiero echar un polvo, Rita.

— ¿No? ¿Me estás diciendo que no tienes ganas de follar?

— No. Sí… No quise decir eso –sentenció gesticulando de frustración con la boca, al ver que no se sabía expresar.

— Nicole no te merece, Pablo –le repetí una vez más-. ¿Lo de hacerlo con otro? Sí, no la hace mala… Pero si la mitad de lo que has escrito es verdad…

— ¡Ya lo sé! –me chilló por primera vez. Se dejó caer en el sofá, desanimado. Como si no supiese que hacer con su vida-. Para esto no hay otro clavo… La amo.

— ¿Y qué quieres hacer? –pregunté. Se echó a reír.

— Que sigo queriendo vengarme de ella.

— ¿Cómo? –me limité a preguntar. Se me ocurrieron un par de maneras de hacerlo, aunque no dije nada.

— Me gustaría humillarla y follármela de esa manera… No sé, me da curiosidad. Luego darle la patada, como se merece.

— Que simple que eres –puse los ojos en blanco-. Eso más que una venganza es un fetiche de pareja… Y seguro que disfrutaría como una perra. Admítelo, en el fondo te encanta que le guste eso.

— Cállate, Rita.

— Cállate, Rita –remedé gesticulando cara de burla.

— ¿Puedes dejar de burlarte y ayudarme?

— Véngate con otra. Eso le sentaría como el culo…

— ¿Quién? No sé si te has dado cuenta pero a Nicole no le gustaba que tuviese amigas.

— Ni falta que hace –contesté; evidentemente, solo yo era la única solución viable-. Para eso estoy yo.

— Y… ¿Cómo lo haríamos?

— Nos hacemos selfies juntos, con poca ropa. Alguna llamadita subida de tono. Que lo note sin que pueda demostrar nada.

— No creo que me lo perdone.

No pude evitarlo, me acerqué a él y le aplasté amigablemente los mofletes con una mano. Me había provocado ternura verlo preocuparse más por el bienestar de esa bruja, que el intento de culminar su propia venganza.

— Tu sabrás… Si te decides, aquí estoy para ti. ¿Mañana irás a trabajar?

— Creo que lo alargaré un día más –me informó.

— Tú sabrás… dos días son setenta euros menos al mes.

— Me lo quitaré de mi parte de comida.

— Tú sabrás –repetí-. Me voy a la cama, que yo sí madrugo.

— ¿Cómo hacemos eso de los selfies? ¿Los hacemos por la mañana?

— Si te corre prisa puedes venirte a mi cama e… improvisamos algunas.

Se lo pensó, y mientras se decidía, me encaminé a mi cuarto dejando la puerta entreabierta. En el fondo sabía no tenía opción; no tardó ni dos minutos en seguirme y entrar en mi cuarto. Estaba segura: aunque pudiese equivocarme, no solo la venganza era lo que lo había atraído, sino también la curiosidad.

Un delicioso juego que a mí me encantó. Tenerlo tan cerca y ser tan putona, jodiendo a la otra y haciéndola sentir amenazada, apoyar a mi amigo y… quizá, solo por el placer de hacerlo.


— ¿Cómo lo hacemos? –preguntó desde mi cama, sentado en el borde.

— ¿Tengo que explicártelo? –contesté con cierta insinuación perversa.-. Lo primero de todo, me voy a poner un poco más cómoda… -susurré dándole la espalda y quitándome la camisa de cuajo. Pablo debió tener una vista perfecta de mis nalgas intuidas debajo de la camisa, y también sobre el contorno de mis tetas. Por supuesto, no llegó a verlas, siquiera cuando se acentuaron al inclinarme y coger un sujetador de encaje-. ¿Tienes la cámara del móvil lista? –pregunté enganchando el sujetador bajo mis tetas y colocándomelo en un pestañeo. Luego, agarré unas braguitas cómodas y me las puse. Ya cubierta con ambas piezas de ropa interior, me volví hacia Pablo.

Su cara de sorpresa fue memorable al verme gatear desde el otro lado de la cama hasta el borde donde estaba sentado. Me acurruqué a su lado y le abracé, sin sorprenderme que me reprenderme por estarme sobrepasando.

— Tiene que parecer real. ¿No? –volví a abrazarlo, acentuando mis pechos contra su camisa y emulando una sonrisa de mala saliendo victoriosa. Esa fue nuestra primera foto juntos.

El segundo selfie fue con mis labios en su cuello y el tercero, con nuestras lenguas fueras y prácticamente rozándose.

— Si quieres más selfies, que no te de corte pedirlos –dije despidiéndolo con una mano. No habría sido divertido llevar las cosas más lejos.

Sabía que era cuestión de tiempo que Nicole viese esas fotos y se lanzase como una furia a insultarme. Pero podía ser más mala que ella si me lo proponía, y que demonios, me encantaba la idea de fastidiarla mientras le daba largas. Iba a sospechar que pasaba algo, aunque por supuesto, sabría como tratarla. Lo mejor de todo es que no iba a poder hacer nada.

Estirada en la cama me dejé llevar por mi imaginación. Mis dedos se enterraron en mi coño y reprimí un gemido… Me imaginé a ese tal Alex y a Pablo violando y humillando a Nicole. Hasta ese punto había llegado a despreciarla. Fuera como fuere, por supuesto ella disfrutaba como una loca… haciéndome correr como una perra en celo mientras arqueaba mi columna vertebral y salpicaba sobre las sabanas.

* Martes***


Me desperté en algún momento a las seis de la mañana, levantándome con la única motivación de hacerme un café con leche y un par de tostadas. El cabrón de Pablo roncaba, y recuerdo haberme sentido mejor al pensar en que era parcialmente responsable por esa mejora.

*Nada como andar con escasez de ropa para animar a un hombre tras un desengaño amoroso´´* pensaba mofándome para mis adentros.

Tras desayunar y asearme un poco, me dispuse a dirigirme a la perfumería donde me tocaba otro largo día de trabajo. Casi diez horas con poco menos de dos horas y media de descansos para comer y descansar.

Fiché saludando enérgicamente a mi coordinadora y trabajé con entusiasmo hasta la hora del almuerzo, donde tras coger mi Huawei de la taquilla y encenderlo, descubrí una cascada de furiosos mensajes de Nicole que me había ido enviando en la última hora. Una mezcla desordenada de audios y parrafadas de escritos dictaban insultos, acusaciones variopintas y amenazas por acercarme a su ‘’ chico´´ .

— Cálmate, Nicole. No es lo que piensas –susurré con manifiesta tranquilidad, como si no estuviese haciendo nada malo. Mantuve el dedo sobre el botón para grabar audio en el whatsapp-. Lo estás mal interpretando.

Evidentemente, opté por ignorar todos los insultos. Vi el aviso de que estaba grabando un audio, en el que esperaba que se desahogase de manera poco amigable… y eso hizo.

— ¿Pero tú de que vas, triple hijueputa? ¿Después de hacerte fotitos con mi jevo? ¿Piensas que soy pendeja? ¿¡Ah!? ¡Cuando te vea te voy a agarrar a coñasos!

— No es lo que crees –repetí, grabando otro audio; procuraba no reírme. Tranquila, serena y paciente esperé a que se calmara. Ya esperaba que reaccionara así, y sinceramente, me complacía su alterada manera de reaccionar.

— ¿Me vas a explicar entonces que es?

— Te lo cuento, pero no le digas nada a Pablo… -comencé a decir. En un audio de más de dos minutos de duración, le expliqué que su novio quería vengarse de ella. Y como no quería serle infiel, me había pedido ayuda para ponerla un poco celosa y hacerla sentir mal. Como era su amiga y él estaba muy deprimido, indudablemente accedí.

Por supuesto, Nicole se sentía dividida: Por una parte, no podía soportar ver a otra tan cerca de su novio, y por otra, la culpabilidad por lo que le había hecho, le hacía sentir que tenía el deber de ser castigada de alguna manera. Además, sabía que yo no sentía nada por su novio. Por algo habíamos estado tres años conviviendo juntos. ¿Lo mejor? Cayó de pleno en mi trampa.

—  ¿Todavía está Rabón? –En Colombia significa estar enfadado.

— Bastante… No sé si podrá perdonártelo. Por eso no me parece tan mala idea dejar que se vengue un poco. ¿No crees? –Terminé el audio, lo envié y empecé otro desde cero-. La verdad es que a mí me molestó bastante que fueses capaz de hacerle eso a Pablo. Lo mínimo que puedes hacer es consentirle un poco…

— ¿En que tipo de vainas tengo que consentirle?

— Para vengarse quiere celarte un poco –musité, pinchando un par de macarrones con mi tenedor y llevándomelos a la boca-. Esto te lo cuento para que te quedes tranquila y sepas que no pasa nada, pero si quieres estar bien con Pablo tendrás que consentirle un poco.

—¿¡Ah!? ¿Qué vaina? ¿Qué os hagáis juntitos con poca ropa? ¿Sabes que si le echas los perros a mi jevo te voy a dar una golpiza, no?

— No seas tonta. Como mucho me ensañaré un poco por hacerle eso a Pablo.

— ¿Qué lo qué mamagüeva? –Que usase esa palabra me indicó que se había tranquilizado, lo que era bueno para mí.

— Si recibes alguna llamadita sospechosa de Pablo con soniditos raros, o algún video subidito de tono… Ya sabes, es parte de la venganza.

— No te pases de verga –me advirtió.

No hablamos demasiado más. Nicole acabó aceptando ese castigo y prometió tratar de no molestarse por lo que pudiese ver u oír. Lo que no sabía es que, con esa actitud, me estaba dando vía libre para zorrear con Pablo. Cuando se enterase de todo, ya sería demasiado tarde. Pese a mi tono amigable, se la tenía jurada y seguía creyendo que no se lo merecía. Quizá fuese porque en el fondo Pablo me gustase más de lo que pensaba aunque, en ese momento, no lo vi de esa manera.

Llegué a prometerle como su amiga que no llegaría a pasar nada, aunque bueno… eso fue una pequeña licencia personal mía, para recordarle más adelante de lo que valían esas promesas y lo que jodía que se incumplieran.

Terminé de comer y me tomé un cafecito con mis compañeras antes de volver al trabajo, tras una ardua tarde laboriosa con unos clientes algo cansinos con sus risitas y sus miraditas pícaras, logrando hacerme perder la paciencia. Por mucho que me viniera un chico guapo a coquetearme no iba a tener el más mínimo interés porque siempre era yo la que elegía a mis presas, no al revés.

Salí del trabajo sobre las seis de la tarde y acabé llegando a nuestro piso sobre las siete. Siquiera saludé a Pablo, me fui directa a la ducha sin ropa de recambio alguna, me despeloté y me regalé diez minutitos de ducha que me sentaron divinos. Me enrollé la toalla grande alrededor del pecho y la segunda entorno al cabello antes de cepillarme. Estaba tan distraída alisando el espejo para apartar el vapor acumulado en el cristal que ni me di cuenta que mi compañero de piso entraba en el baño totalmente distraído centrando la mirada en mi culo. Ignoro si me vio la vagina, aunque por la reacción que tuvo debió ser lo más seguro.

— ¡Rita! ¿No puedes poner el pestillo? –replico sin largarse, aunque al menos tuvo el decoro de apartar la mirada.

Por mi parte, me giré para mirarle la cara totalmente desinhibida. Apoyé mi culo a la blanca pica de porcelana y continué cepillándome la boca mientras le levantaba una ceja. Después, mientras le contestaba, balanceé el cepillo espumoso por el aire como si fuese una varita:

— ¿Y qué tal si aprendes a picar a la puerta? No sé, podrías pillarme desnuda.

— No sabía que estabas.

— Si quieres verme las tetas puedes probar a pedírmelo, lo sabes. ¿No?

— Deja de joder con eso. Tengo que entrar, me estoy meando.

— Mea –le invité señalando a la taza-. ¿Qué tal con Nicole?

— ¿No te ha dicho nada? Le enseñé las fotos –Me hice la sorprendida. Prefería, por algún motivo, que creyese que no habíamos hablado.

— No. ¿Cómo reaccionó?

— Al principio se cabreó bastante. Te dijo de todo… Pero a las horas se calmó.

— Supongo que de alguna manera llegó a la conclusión que se lo merece.

— Supongo.

— Eso quiere decir que tienes vía libre para torturarla –le piqué un guiño de ojo antes de escupir en la pica, terminar de enjuagarme la boca y salir, retumbándome las tetas con una toalla que amenazaba con caerse.


Estaba Pablo preparando la cena para ambos mientras yo escogía mi ropa de pijama. He de destacar el hecho de que, cada vez que escogía la ropa que llevar por casa, elegía con una inconsciente intención. Acabé pillando un tanga azul con un top blanco sin sujetador alguno.

Cuando irrumpí en el comedor, este ya había llevado diminutos platos llanos a la mesita que había entre el sofá y la tele. Esa noche estaba claro que no íbamos a usar la mesa grande, por lo que estando ya sentado, tuvo una vista perfecta de mis tetas asomando, fuera de la tela, cuando me incliné frente a él para agarrar un trocito de queso. Fue una acción medida e inocente que corregí enseguida antes de sentarme y picotear junto a él. Embutido, trocitos de pan con tomate y aceite, un poco de queso y algo de pollo frito que le había sobrado de la comida.

No necesitaba mirarle para saber que estaba todo el rato ojeándome de arriba abajo, por desgracia para él, estaba resultando ser demasiado descarado. No tardó en sacar a relucir mi vestimenta sin venir a cuento si quiera.

— Rita.

— Humm…

— Ayer y hoy has vestido un poco…

— Tengo mucha calor. Muero. ¿Quieres que me tape más?

— No, lo digo porque…

— He notado como me miras. No puedo hacer más, chico.

— Ya te dije ayer que no soy de piedra.

— ¿Vas a hacerme algo por andar así?

— No… Pero me lo haces pasar mal.

— Voy a encerrarme en mi habitación y no voy a salir solo para que no se te ponga dura. Mira, chico… Si vas a seguir así llama a Nicole y que te eche un buen polvo.

— Ojalá –contestó, delatando su frustración-. No sabes lo que me apetece…

— ¿Cómo se lo harías? –pregunté satisfecha de conducir la conversación a buen puerto-. Y no te cortes, que no me voy a escandalizar… -le solicité al tiempo que daba un bocado a un trocito de pan y al queso-. Cuéntame que guarradas quieres hacerle…

— Te cuento si tú me cuentas algo –Eso me pilló por sorpresa-. Cuéntame algo igual de picante.

— Acepto. Empieza tú.

— No, he preguntado primero.

— Técnicamente no, pregunté yo lo de cómo se lo harías a Nicole –le convencí con una patadita amistosa en su barriga-. Tú primero.

Bebió un largo trago de Coca-Cola antes de secarse esa boquita suya con la muñeca y contener un eructo. Titubeó unos segundos en los que se mostró pensativo antes de confesar:

— Me di cuenta de que a Nicole le ponía que ese imbécil le hablase. Le dijese cosas… guarras. ¿Ya sabes?

— ¿Lo hiciste con ella alguna vez?

— No –respondió-. Nos hemos dicho mil veces cosas bonitas, pero nunca insultos ni cosas de esa manera.

— Entonces… La agarrarías del pelo y le gritarías perra –sugerí.

— Sí, algo así. No lo he pensado demasiado, la verdad.

— ¿Y qué más?

— La follaría bien duro y no la dejaría correrse. Cada vez que estuviese a punto, pararía… Para que me suplique.

— Que malo –ronroneé con malicia, tratando de no llevar mis dedos hacia mi sexo-. ¿Qué más?

— No sé…

— ¿Te correrías dentro de ella? –no contestó, me estudió con la mirada y ambos pensamos en lo mismo: Las veces que me había contado en el sexo ‘’sin protección’’-. Él lo hizo.

— Me pone la idea…

— ¿Te pone la idea de tener sexo irresponsable con ella? ¿O te gusta la idea de castigarla corriéndote dentro?

— No lo sé, me gusta la idea y ya está.

— Nunca llegaré a entender como hay chicas que fantasean con el sexo sin condón, la verdad. A mí me corta muchísimo el rollo que un chico insista con eso…

— ¿Nunca lo has hecho sin condón? –A su pregunta, me sonrojé. No lo hice por vergüenza a esta, sino por lo estúpida que me sentí al asentir-. Entonces también has sido una irresponsable. ¿Y lo disfrutaste? –volví a asentir, añadiendo después:-.

— Obvio que lo disfruté, se siente muy diferente… El problema está en que luego te quedas ralladísima hasta que te baja la regla. Prácticamente me embaracé psicológicamente. Hasta se me retrasó. Se pasa fatal.

— Pero lo disfrutaste –No pude evitar poner los ojos en blanco.

— Hombres… Como envidio ese placer de dominación de correros dentro de nosotras y despreocuparos luego. Como si no fueseis a ser los padres. Ten claro que si Nicole queda preñada, a parte de conseguir la nacionalidad vas a tener que pagarle los pañales al bebe.

Me eché a reír al ver como iban quitándosele las ganas de tratar tanto ese tema; cortándosele el rollo al instante.

— Te toca. ¿Qué me tienes que contar?

— Estoy tonteando con un chico… Aunque tiene novia –dije de manera impulsiva. No me arrepentí, pero tampoco supe como proseguir.

— La otra… ¿Lo sabe?

— No.

— ¿Lo traerás a casa? –preguntó, y por un momento pensé que era mejor que no se diese por aludido, por impulsiva que hubiese sido segundos antes.

Me encogí de hombros.

— No me importaría que él se corriese dentro de mí –No lo dije; más bien se me escapó de la boca. Él se quedó mirándome hasta que dijo…

— Pero… ¿No acabas de decir qué…?

— Yo que sé. Estoy demasiado cachonda. Cuando pienso en… él, me pongo cachonda y no razono.

— ¿Y a qué esperas?

— Al momento adecuado… -hice una pausa, no quería seguir hablando de eso. Porque si lo hacía, me lo acabaría follando. Y me resultaba demasiado temprano como para echar a perder todo ese juego-. ¿Quieres joder un poco a Nicole? –pregunté sin cierto aviso.

— ¿Qué? ¿Cómo?

— Vamos a hacerla sufrir un poco –me coloqué bien el sofá y le miré a los ojos, como si así me fuese a entender mejor-. La llamas y vamos a dejar que sospeche un poco.

— ¿Qué? –preguntó sin comprender.

— Vamos a hacer ruidos raros y tu vas a respirar con dificultad… Y así va a malpensar.

— ¿Estás loca?

— ¿No quieres vengarte de ella?

— Supón que nos arreglamos. ¿Crees que me interesa que desconfíe de ti? ¿Sabes lo que me costó que se quedase tranquila por convivir contigo?

— Va, Olvídalo. Me imaginé que no servirías para esto. No tienes…

— ¿Qué? –preguntó, envalentonado.

— Eres demasiado bueno, Pablo. No vas a poder joderla. ¿Cómo quieres follártela de esa manera si no puedes hacer esto que te digo?

Fulminándome con la mirada, agarró su móvil y escudriñó su agenda en busca del número; le sonreí. Puso el manos libres y dejó el teléfono sobre un cojín, permitiéndonos a ambos escuchar a la perfección la voz de Nicole saludarle con voz melosa.

— Bebe… Me alegro mucho que llames. ¿Cómo estás?

— Estoy bien, Nicole –le saludó con voz temblorosa, sonriéndome.

— ¿Te pasa algo? Te noto…

— No… Que va.

Con toda la malicia del mundo, empecé a dar suaves palmaditas que parecía, sin exagerar, un choque de carnes totalmente mal interpretable. Si lo pretendía, dejó claro que no consiguió disimular, espetándole:

— ¿Qué es eso, Pablo?

— ¿El qué?

— Esos golpes…

— Ah… Esto. No sé –contestó. Parecía a la perfección que tenía la mente en blanco.

— ¿Cómo que no sabes? Pablo. ¿Qué estás haciendo? ¿Estás solo?

Empecé a aplaudir ligeramente un poco más fuerte y más rápido, como si estuviese a punto de correrme y diese caza a mi orgasmo.

— Hmm… -casi sin pretenderlo, gemí por lo bajo. Sin duda lo escuchó.

— ¡Pablo!

— Es Rita, Nicole. Solo es Rita.

— ¿Y ese ruido? Pon el manos libres –Su exigencia fue demandada con urgencia. Pablo simuló poner el altavoz-. ¿Rita? ¿¡Rita!?

Con una sonrisa de oreja a oreja, paré de aplaudir y sin poder evitarme mordisquearme el labio, pregunté con voz cansada, eufórica y orgásmica.

— Hola, Nicole… ¿Cómo estás?

— ¿¡Qué estáis haciendo!? –me inquirió de mala manera, totalmente enfadada.

— Pablo nada. Yo estoy saltando… a la comba.

— ¿Pablo? –preguntó totalmente desquiciada, evidentemente no se lo creía.

— Es verdad, Nicole. Está haciendo ejercicio.

De nuevo, e intentando no desternillarme de la risa, empecé a aplaudir de nuevo, como si sus palabras me hubiesen encendido.

— Lo siento, Nicole. Perdona por hacerte pensar mal, pero si paro me enfrio… Y quiero acabar ya.

— Pablo. Te voy a hacer una videollamada –rugió ella-. Como tardes más de cinco segundos en cogerlo, te voy puedes ir a la verga. ¿Me oíste? –Y colgó. No tardó ni tres segundos en hacer una conferencia de cámaras por la aplicación verde-. Enséñame a Rita.

Obediente, su novio me encaró el móvil. Pude leer en su expresión fácial que no le hizo ninguna gracia verme con el culo al aire y únicamente una camisa que poco hacía tapándome las tetas.

— ¿Por qué paras, Rita? Te vas a enfriar –gruñó con cara de perra enfadada, mientras yo me dejaba caer al lado de Pablo muy cerquita de él.

— De hecho acabo de terminar –No pude evitar sonreírle con malicia-. ¿Quieres que me vaya? Para daros intimidad y eso. Bastante acaparo al pobre Pablo todo el día.

— No, ya me voy yo a mi cuarto –contestó él haciéndome una mueca aprovechando que su novia no lo veía.

Lo perdí de vista al entrar en el pasillo que daba a las habitaciones, y no supe nada de él hasta bastante rato después.


— ¿Y bien?

— Me acusó de follar contigo.

— ¿Y?

— Le dije que no era problema suyo.

Me puse en pie, boquiabierta.

— ¡Venga ya! ¡Capaz…!

— Que sí, que sé lo he dicho.

— ¿Sabes que es capaz de irse con Alex solo para desquitarse? ¿No?

Mi comentario no le sentó nada bien, por lo que me mordí la lengua y llevé los platos a fregar. Estaba remojando ya la cubertería tras haber secado platos y vasos cuando me sorprendió parándose a mi espalda. Cuando le pregunté en que pensaba este me reconoció que le preocupaba que ella hubiese vuelto a quedar con el otro en esa pausa que se estaban dando.

— Ese miedo siempre vas a tenerlo… Si eliges volver a estar con ella, es lo que hay.

— No quiero estar sin ella… No me imagino sin… -comenzó a decir.

— No quieres y no te imaginas sin ella. Vale… ¿Y cual es la alternativa? –pregunté secándome las manos con un paño verde y dejándolo tirado sobre el mármol, para encararme a mi compañero de piso-. ¿Vas a continuar pensando en que ella habla con el otro a tus espaldas? O con otros, ni siquiera tiene que ser con el mismo. Vuestra relación ya está rota, y es evidente que ella te quiere también. Pero es una zorra.

— Todas las tías sois unas zorras.

— ¿Yo? ¿Qué he hecho yo?

— Mira como estás vistiendo. Llevas desde ayer enseñándome el culo.

— ¡Lo hago para animarte! –Dije la verdad a medias-. Pensé que ver un poco de chicha te ayudaría a venirte arriba.

— Creo que te dije que no soy de piedra. No quiero hacer nada contigo, eres mi amiga.

— Bien que te afecta verme con poca ropa.

— Coño, porque estás buena.

— Vale. Vale –dije, rindiéndome. Me taparé un poco más-. Está claro que no quieres otro clavo.

— Gracias… -No quise insistir ni añadir nada más, en lugar de eso fui al comedor y agarré su teléfono móvil.

Lo encontré en la mesita frente al sofá, entre todos los platos de comida. Desbloqueándolo con malicia, pues me sabía su patrón de memoria.

— ¿Qué haces? –preguntó pálido como el hielo, mirándome desde la puerta de la cocina.

— Voy a llamar a Nicole y lo voy a decir que no eres de piedra. Que te pasas el día mirándome el culo –añadí al ver que empezaba a avanzar hacia mí, paso a paso, con la mano en alto.

— Rita… Ni puta gracia.

Busqué el contacto de Nicole, con el nombre más cursi y ñoño que podía haber, y puse el manos libres.

— ¡Rita! –exclamó el asustadizo con un hilo de voz. Le sonreí, pícara, mientras con el dedo índice pedía silencio.

— Lo voy a hacer…

— ¡Rita! –chilló al oír el primer pitido que evidenciaba que la llamada era real. Al segundo pitido se abalanzó sobre mí al tiempo que me dejaba caer sobre el sofá. Suspiré como un globo presionado al sentir todo su peso sobre mí. No se preocupó por aplastarme, sino por agarrar el móvil-. Rita. ¡Por favor! –decía sin darse cuenta que su polla, dura, estaba contra mi tanga. Nos separaba su pantalón y mi ropa interior.

— ¿Qué dirá cuando le diga que me quieres follar? ¿Se pondrá celosa? –Se escuchó el tercer y cuarto pitido-. Puede que se quiera unir…

— No me jodas… No tiene ni puta gracia –Justo cuando terminó de decir eso, Nicole cogía el teléfono.

— ¿Qué verga quieres ahorita, huevón? –se le escuchaba decir. Yo sonreí, silenciosa, pero no dije nada aún con él móvil en mi mano.

— Nicole… M-Me quedé con ganas de hablar contigo.

— ¿Por qué no hablas con Rita?

— Venga… No te pongas así…

`` Fóllame´´ vocalicé sin mediar palabras, no estoy segura de si me entendió. Aunque pocos segundos después dejó de restregar su polla contra mi tanga apartándose bruscamente. Frunció el ceño y me miró mal, pero me daba igual porque me levanté con toda la dignidad del mundo y me fui a mi habitación tras devolverle el Smartphone

Me gustaba el jueguecito de las llamadas telefónicas y se me había ocurrido una mejor. Agarré mi móvil, que estaba cargando sobre mi cama y lo desenchufé. Busqué el teléfono de Gabri, un salido con el que había tenido bastantes conversaciones subidas de tono aunque, para mi desgracia, vivíamos bastante lejos el uno del otro. Dándome igual que fueran las nueve de la noche, inicié una llamada de voz mientras me quitaba el tanga.

Con el coño y el culito al aire tras quitarme el tanga, me subí un poco el top y me senté en la cama. En cuanto aceptó la llamada, le saludé y le pregunté como estaba.

— Pues… Muy bien. La verdad.

— ¿Ya tienes novia?

— Algo así… No es una relación como tal pero… ya sabes.

— ¿Cuándo fue la última vez que follaste? –pregunté coqueta; se rio claramente incómodo.

— ¿A qué viene eso, Rita?

— Solo es una pregunta. ¿Estás solo?

— Emm… Nop.

— ¿Interrumpo algo?

— Tampoco, pero estoy con gente…

— Puedo llamar luego –propuse, fingiendo estar desilusionada.

— Podrías… Aunque te noto algo juguetona.

— ¿Yo? Nah… -contesté divertida, me conocía bastante bien en ese tipo de cosas.

— ¿Cuánto hace que tú que no follas?

— Meses –me sinceré, acariciándome por fuera mis labios vaginales.

— Yo hace días, pero sabes que nunca es suficiente.

— Aja… Y esa chica, ¿Te folla bien?

— ¿Celosa?

— Un poco…

— ¿No vivías con un chico? Fóllatelo.

— Quiero que me folles tú… Te invito a dormir a mi casa.

— Creo que vivo un poco demasiado lejos, Rita –contestó, riendo.

— ¿No te gustaría?

— Sabes que te tengo unas ganas brutales… Pero son varias horas en coche y, buff…

Me levanté de la cama y salí del cuarto, tal como estaba y me dirigí al comedor. No encontré a Pablo allí, así que fui directa cuarto y sin picar a la puerta, la abrí. Ojalá fuese lo suficientemente habilidosa para tratar de plasmar en esta historia su cara, pero nunca lo lograré. Sea como sea: Abrió mucho los ojos, y la boca casi se le desencajó, quedándose sin habla mientras estirado en la cama continuaba la llamada con su ex.

Vio mi recortado y escaso vello púbico, con mis labios vaginales expuestos.

— Perdona que te interrumpa, Pablo. Estoy buscando una cosa –dije lo suficientemente alto para que me oyese esa guarra.

— ¿Q-Qué buscas?

— Una camisa limpia, creo que se me coló entre las tuyas al doblar la ropa. Sigue a lo tuyo –le espeté dándole la espalda o, mejor dicho, el culo. Separé ambos muslos mientras rebuscaba en sus cajones, aunque no había nada que encontrar-. Gabrí –dije centrándome de nuevo en él-. Perdona, he entrado en la habitación de mi compañero de piso. ¿Qué me decías?

Escuché decir algo a Pablo, pero al centrarme en mi llamada no fui capaz de entenderle. Sentí a mi compañero de piso tirar el móvil a la cama, de reojo lo vi acercarse. Me mordí el labio.

— Ya está, ya he salido de su habitación.

— ¿Qué llevas puesto a esta hora de la noche?

— ¿Sabes lo más gracioso? Voy con el coñito al aire.

— ¿Vas desnuda con el chico ese por casa?

— Sí… -suspiré cerrando los ojos al sentir el aliento de Pablo en mi vagina-. Pero es un poco afeminado. Es como mi hermana pequeña, nunca me haría nada.

— Si yo te viese así… Te empotraba contra la pared.

— ¿Aja? –musité mordiéndome dos dedos con los ojos fijos en la pared y con una mano apoyada en el cajón.

Dos manos se pegaron a mis nalgas y las separaron como Moises separó las aguas. Noté una lengua áspera lamerme desde el clítoris hasta el ano. Si no gemí en ese momento fue únicamente para no dejar sordo a Gabri.

— Si… Te clavaría la polla hasta el fondo. Seguro que ya estás más que encharcada, lista para que te penetren.

— Sí, tengo el coño apunto.

— Apretaría tu cara contra la pared mientras hago resonar tu culo por todo el piso.

— Que rico… -Me gustaba lo que oía, pero más loca me volvía sentir una lengua perforando mi sexo hambriento después de tantos meses de soledad. Su nariz se clavó en mi culo, una sensación muy agradable para un recoveco prácticamente virgen.

— Te azotaría mientras te follo… Puta Rita, ya me has puesto perraco perdido.

— No pares, sigue –animé a cualquiera de los dos.

Pablito… Joder con Pablito, aún recuerdo la intensidad con la que mimaba mi clítoris, antes de levantarse tras de mí y me clavase un sonoro azote en las nalgas haciendo que retumbasen, enrojecidas.

— Te dije que no soy de piedra… Me da igual que no quieras, ahora ya no puedo parar.

— No pares… -repetí, aunque esta vez sí se lo dije más a mi amigo que a Gabriel, completamente hipnotizada por el azote que me dio tan rico y tan rudo haciéndome retumbar la nalga.

— ¿Estás follando con él? –contestó avispado el otro.

— Sí, lo siento Gabri…

— A mí esto del trio telefónico no me va. Cuando sea en vivo me llamas.

— Lo prometo –contesté con buen humor, alegre por que se lo tomase tan bien. Y le colgué, sin más. Dejando caer el móvil dentro del cajón.

— Esto no está bien, Pablo… -Mi advertencia iba acompañada de una mirada sumisa, con la boquita abierta apoyando mi culo contra la hilera de cajones. Me agarró del cuello y me guio, muy lentamente hacia su cama, haciéndome sentarme en su borde y luego, recostándome abierta de patas para él-. Pablo… Solo te estaba jodiendo –Noté que estaba temblando.

— Ya te dije que no soy de piedra –repitió sin soltar mi cuello, su mirada era fiera, como si no hubiese rastro del Pablo que conocía.

— Estaba intentando animarte…

— Lo has conseguido –susurró acercando su boca a la mía. No llegaba a besarme y sus labios me rozaban. ¡Joder! Aún recuerdo como me moría porque lo hiciese.

Se escurrió entre mis piernas. Su pantalón, desabrochado y bajado, rozaba mis rodillas mientras su falo se restregaba como una babosa contra mi vagina. Se frotaba y se mecía entre mis labios vaginales mientras sus testículos acariciaban como pinceles todo mi sexo y el extremo de su miembro esparcía cuantioso líquido preseminal sobre mi vientre.

— Sabes que llevo mucho sin follar… Me voy a correr viva si sigues así.

— ¿Cuánto?

— Meses…

— ¿Cuántos?

— No llevo la cuenta –señalé, rauda. Incapaz de hilar un solo pensamiento, con su boca a un mordisco de ser mía y su polla a unos centímetros de ensartarme.

— ¿Quieres que te la meta?

— Aja… -me mordí el labio inferior para él. Estaba tan cachonda que capaz me la metía y me meaba encima del placer que sentía. La que temblaba en ese momento era yo.

— ¿Te la meto sin condón?

— Quiero tu polla… Pero somos amigos. No quiero arriesgar…

— Demasiado tarde. ¿No? Deberías habértelo pensado antes de menear tu coño frente a mí.

— Te veía necesitado y…Coño. Una no es de piedra –musité bajito con una risita nerviosa, mirándole a los ojos-. Necesitaba ser tu otro clavo –dije con un hilo de voz, como si gritar más fuerte me fuese a hacer mearme encima-. Sé que está mal… Pero te deseo. Te quiero dentro. Bésame. Fóllame… Hazme lo que quieras.

Empezó a sonar mi móvil, extraviado en el cajón. Lo agarró con desgana por mí: en un abrir y cerrar de ojos se apartó de mí para cogerlo y se volvió a apear entre mis piernas.

— Es Nicole… -le informé mirándole a los ojos.

— Cógeselo. Ya le dije que me iba a dormir. –añadió, mientras el móvil seguía sonando.

Pese a todo lo que había hecho, todo lo que le había provocado y todo lo que había odiado a Nicole, no estaba segura de estar realmente preparada para traicionarla de esa manera tan descarada. Quizá fue el pánico del último momento, pero pese a que vacilé en descolgar la llamada, la acabé aceptando… Pablo activó el manos libres por mí y me besó con lengua mientras ella me saludaba.

— Rita –dijo mi nombre antes de suspirar, como si estuviese agotada. Tardó unos segundos en continuar-. ¿Lo estoy perdiendo? –comenzó a decir al tiempo que veía a su chico lamer mi vientre, dejando un rio de brillante saliva hasta enterrar la lengua en mi coño. Su sexo oral era torpe, sin lógica alguna; pero fue el morbo de la situación lo que potenció mi sensibilidad. No pude decir nada, simplemente me mordí el puño y continué disfrutando las vistas de verle comiéndome el coño-. Las últimas dos llamadas que he tenido con él, han sido muy frías. Lo he notado distante –Su lengua lamió mi clítoris como un perro lame la cara de su amo-, borde –Sus dientes mordisquearon con suavidad los labios-, resentido –su lengua se metió en el carnoso orificio y buscó a ciegas mi punto g-… No sé que hacer.

— Dale tiempo, Nicole –trate de decir al tiempo que suprimía los gemidos de mi garganta. Fue un milagro que no notase nada raro-. Ya te dije que necesita vengarse…

Las uñas de mi amigo se clavaron en mis muslos y empezó a hacer un ruido de succión que amenazó con ser oído por Nicole. Entré en pánico al pensar que el resentimiento de mi amante podía hacer que hiciese una locura, delatándonos a ambos y haciendo saber a la chica al otro lado del teléfono lo que pasaba.

— Me sentí como una celosa compulsiva cuando me llamó antes y oí… Eso.

— Ya te dije que quería castigarte –confesé gesticulando caras obscenas, sacando la lengua, perdiendo mis ojos en el interior de mis parpados, entre cerrando el ceño mientras formaba una ``o´´ con mis labios. Quería gemir y mi única manera de explotar era haciendo esas muecas.

— No soporto la idea de que hagáis algo… Te considero mi amiga.

— Yo nunca… -comencé a decir, justo cuando sin previo aviso su chico metió en mi coño dos dedos. Su lengua pasó a jugar con mi botoncito del placer.

De repente, se me ocurrió una pregunta. No fue por malicia, sino por sentir la necesidad de hacerla. Como si fuese una cuestión que, de no ser escrita ni preguntada desaparecería para siempre. Simplemente lo pregunté, de manera impulsiva.

— Nicole… ¿Continuaste hablando con ese chico? –hubo un silencio, y dije-. Pablo está dormido… No le diré nada.

— Me he sentido sola desde el domingo… Sí, he platicado con él. No he quedado con él ni he hecho nada, te lo prometo.

Por un momento, al oír esa confesión, temí que Pablo fuese a delatarme o a increparla, pero en lugar de eso se reincorporó y agarró su polla apuntándola contra mí. Abrí la boca, pero no se me ocurrió que decir… Admiré su dureza y supe que iba a desquitarse conmigo. Intuía que estaría cabreadísimo con Nicole al escuchar eso, pero yo iba a ser su saco de boxeo.

— Como se entere Pablo… -fue lo único que logré decir antes de que este me comiese la boca y su polla se clavase hasta el fondo. Oía de fondo la voz de Nicole contándome cosas, sin poder entender nada de lo que dijo. Las embestidas fueron torpes, lentas y silenciosas. Su boca se convirtió en un silenciador para mis gemidos. Recuerdo como me sorprendía que Nicole no escuchaba los obvios y obscenos choques de nuestras carnes.

Puse los ojos en blanco, con ambas manos traté de aplacar sin demasiado éxito las embestidas de Pablo, al sentirlo acelerarse a un ritmo incontrolable, rompiéndome. De reojo, conseguí silenciar la llamada y dejé caer el móvil contra la cama de sábanas desechas.

Su novio, totalmente fuera de sí, apretó los dientes mirándome con una furia que me asustó al tiempo que me agarraba ambas manos y rompió a pollazos pasando en menos de un segundo de un sexo silencioso a hacerme gritar y gemir como una loca.

TRAS, TRAS, TRAS, TRAS, TRASTRASTRASTRASTRAAASTRAAASTRAAAS.

— ¡Oh! ¡Ahhhh! ¡Ufff! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Dios! ¡Mio! ¡Ohhh! –Mi voz era un orgasmo en sí mismo. No hubo transición ni cercanía alguna a mi orgasmo, simplemente empecé a correrme como una loca en el que muy posiblemente fue el orgasmo más excitante de toda mi vida. Sentí como mi vagina estalló a chorro contra él y perdía el control de mis piernas.

No estoy segura de si me encantó que continuase follándome durante unos segundos más o me molestó, pero mientras estuve sumida en ese placentero éxtasis lo vi apretar de nuevo los dientes, matarme con su mirada y tensar todo el cuerpo con la intención de acabar dentro. Ni siquiera sé como pude sacar el culo y dejarla salir de mí, echando a chorro todo ese semen sobre mi ombligo y mis tetas.

Los dos respirábamos con dificultad, él me miraba serio y yo sonreía, recapacitando sobre el hecho de que había estado a punto de ser impregnada. Me chocó, incluso en ese momento, el hecho de que la voz de Nicole que había pasado totalmente desapercibida volviese a ser oída por mí.

— …Le amo, de verdad –parecía que llevaba rato hablando sola, ni se había percatado de mi falta de participación-. Pero el otro es exactamente mi tipo follando… Es un mamagüevo, ¿Pero que puedo hacer?

Traté de responder, pero sabía que me delataría al instante. Cogí aire y respondí lo mejor que pude.

— Nicole, Pablo está picando a mi puerta… Luego te llamo –Acto seguido, le colgué. Mi mano cayó sobre el colchón y el móvil retumbó sobre las sabanas-. Te ibas a correr dentro… -dije en estado de shock.

— Lo siento… Estaba demasiado.

— Apártate de encima, por favor.

— Oye, lo siento… -se disculpó, apartándose de un bote-. De verdad, no pensaba…

— Pablo, ya lo sé solo… solo dame tiempo para asimilar esto. Dame un poco de espacio –dije tras unos segundos, conmocionada.

En ese momento era incapaz de sentir nada, mi vagina y mi mente estaban apáticas completamente. Ni yo me entendía en ese momento, ya que mi reacción fue agarrar mi móvil, salir de su cuarto y encerrarme en la mía. Ni siquiera fui a realizar la obligatoria higiene post·sexual.

Me estiré rendida y durante bastante rato no sentí nada, ni fui capaz de pensar hasta que empecé a entender que lo que había hecho con él lo había disfrutado... Y pese a su evidente torpeza, lo gocé. Pero alguna de las cosas me había causado un shock cuando, tras irse por completo mi estado de excitación, comprendí que había puesto en juego mi amistad con alguien que era como un hermano para mí, con el que llevaba tres años entendiéndome y compartiendo piso. Que a mi amiga le había robado el novio, por zorra que fuese y que ante todo eso, ya no había vuelta atrás.

Miré el reloj y me agobié más. Las diez de la noche y no tenía sueño, recuerdo haber puesto la alarma para las seis de la mañana y querer morirme. Quizá influyó el hecho de que, en ese momento, llegué a pensar que Pablo solo me había follado por despecho. Llegándome a sentir utilizada por él, como si no sintiese nada.

Imaginaros entonces mi satisfacción cuando en la oscuridad de mi cuarto se abrió lentamente la puerta y un hilo de luz del pasillo delató a mi compañero de piso asomándose. No dijo nada, simplemente apagó la luz de fuera y se metió a oscuras en mi cuarto. Gateó sobre mi cama, se metió entre las delgadas sabanas. Y noté su cuerpo desnudo contra el mío, únicamente cubierta con un top.

— La he cagado. ¿No? –no dije nada-. No deberíamos haber hecho nada. ¿Podrás perdonarme?

— Pablo, yo…

— No, escúchame –su voz sonaba arrepentida, era dulce y suave. Simplemente me encantó sentirlo susurrándole a mi pelo, tan cerca de mi oreja-. No quiero perderte como amiga, como lo que hemos sido siempre. ¿Puedes verlo como un calentón tonto?

No quería oírle, así que me giré y le comí la boca. Si intentó hablar, se la comí con más ferocidad, hasta tapársela con una mano mientras con la otra lo pajeaba. Para mi alegría, se vino arriba en cuestión de segundos, y me auto·empalé con el ansia de una drogadicta.

— Si ha sido un calentón tonto déjame saborearte hasta el final –supliqué con el maullido de una gana, trotándolo rozando la desesperación. Mis dos manos buscaron sus dos muñecas y las empotré contra mi almohada.

No le oí decir nada, simplemente se dejó follar mientras hacía crujir los silenciosos muelles de mi colchón.

— No me arrepiento de haberlo hecho entonces…

— Ni yo te culpo –recuerdo haber gemido, en una frase que pareció memorable-. Soy tu amiga, así que úsame todo lo que quieras… Desahógate.

Su boca contra la mía, y rodamos entre las sabanas hasta que acabé en misionero bajo él. Me sorprendió que fuese a poder correrse por segunda vez, y esa vez volví gemí con gusto mientras le arañaba la espalda y le agarraba su culito bien puesto.

— Dame, no pares Pablo. ¡Más fuerte! ¡Más! ¡Más! –El chapoteo inundó la habitación, un chapoteo de infidelidad merecida. Lo oí gruñir y esa vez si que se apartó él mismo y se corrió, gustoso en mi cara. Saqué la lengua y recibí su escasa semilla.

Encendió la luz de mi mesita de noche y gozó de verme con la cara y la boca repleta de su lechita. Lo miré y sonreí, pensando ingenuamente que poco más saldría de ese pequeño romance. Por desgracia para mí, se iba a tomar demasiado literalmente mis palabras y me usaría para desquitarse hasta de hacerme totalmente suya más de lo que me habría gustado en ese momento.

Sin darse cuenta, iba a empezar a experimentar conmigo y a tomarse confianzas que por mí misma no le habría dado.

No obstante yo era su amiga, y como tal tenía que ser capaz de aguantarlo todo… Lo iba a hacer, para lo bueno y para lo malo.

Miércoles


No exagero si digo que, hasta la una de la mañana, estuvimos empalagosos susurrándonos cosas y besándonos como una pareja de quinceañeros. Surgió varias veces la conclusión de que por tener sexo no teníamos que estropear nuestra relación, y sí, era algo en lo que coincidíamos. Hasta que le confesé que me celaba la idea de tener que compartirle con Nicole de nuevo.

*Es mi novia´´* me señalaba.Y yo tu compañera de piso con derecho a polvo´´ le refunfuñé acariciándole el pelo. Admití que no estaba enamorada de él ni que me gustaba, estando en la misma situación ambos. ¿Pueden dos personas desearse sexualmente durante mucho tiempo sin que aparezcan sentimientos de por medio? Ambos queríamos creer que sí.

¿Y si se arreglaba con Nicole? Pues tendría que quedarme sin follar con él… Estaba segura de que si ese momento llegaba, echaría de menos poder hacerlo con él. Por eso, quizá, en el fondo aspiraba a sabotear cualquier probabilidad de que se reconciliasen. No es que quisiese ser su nueva novia ni nada parecido, no, eso no me interesaba; lo que ansiaba por encima de todo es que Nicole desapareciese de su vida y esa relación de compañeros de piso con derechos se… Eternizase.

En lo que a mí respectaba, no me molestaba la idea de ser su coño de desquite porque como su amiga, tenía que ser el otro clavo. Al menos hasta que estuviese bien; pese a eso, no era tonta, estaba segura de que no podía acabar bien.

Por desgracia, tener a alguien que te enciende físicamente restregando su polla contra tu coño no es algo que deje mucho lugar a la coherencia… Follamos una tercera vez antes de que yo fuese a lavarme al baño y volviese a quedarme dormida.

Sé que pude ser estúpida, pero lo boté a su habitación ya que si no queríamos pillarnos no podíamos hacer cosas como dormir juntos. Si iba a ser solo sexo, no podíamos cruzar ciertos límites.

Sorprendentemente para mí, aceptó, quedándome sola dormida y satisfecha. Tras un polvo que rompe la rutina de meses de sequía se duerme de lujo. Y bien lo noté hasta al pararme a las seis de la mañana, fui hasta más contenta a buscar el café.

Pablo ni se levantó para despedirme, y por lo visto, iba a continuar con su baja. Esa misma tarde cuando volviese de trabajar pensaba hablar con el en lo referente a ese tema, pues tampoco podíamos seguir en ese plan.

Lo que no sabía, es que entre el miércoles y ayer, jueves, íbamos a abusar de nuestro derecho a roce y eso iba a ser una declaración de guerra para Nicole… Mientras yo terminaba de volverme loca.


Aquel día solo tenía turno de siete horas, por lo que a las dos de la tarde ya estaba de vuelta en la casa. Si bien había creído que resultó incómodo volver y reencontrarse con Pablo tras novedosa variación en su relación, me equivoqué.

Fue abrir la puerta de la vivienda y entrar; el olor a fritura me hizo acercarme a la cocina para descubrir a mi chef particular sin delantal ni camisa. No estoy segura de si os sorprenderá saber que por pura iniciativa propia, me arrodillé frente a él si apartarle la mirada y empecé a mamársela ahí mientras el aceite salpicaba violentamente sobre los fogones. Entonces lo agarré por el pliegue del pantalón y lo arrastré al sofá.

Prácticamente le arranqué el tejano y por poco tropiezo mientras me retiraba mis propios pantalones. Monté encima de su erección, cerrando los ojos y saboreando la penetración clavándola hasta que mi coño chocó con su vello púbico. Era lo suficientemente grande como restregarse contra mi cérvix si lo restregaba bien hondo en la posición correcta.

Apoyé las manos en su pecho y empecé a menear el culo como una auténtica vaquera, y tengo que dejaros claro que solo buscaba correrme yo misma. Pese a lo rápido para mi gusto que se corrió las tres veces la noche pasada, reconozco que me aguantó bastante bien.

— Avísame cuando te vayas a correr –le pedí antes de morder esos labios suyos.

— Trata de adivinarlo tú.

— Si quedo embarazada no pienso abortar, te aviso –Si bien buscaba motivarle a evitar disgustos, algo me decía que el muy cabroncete disfrutaría con ese peligro.

— La culpa sería tuya por no apartarte…

— Si no me avisas…

Chap, chap, chap, chap… El propio sonido de lo mojada que estaba me hipnotizó, perdiéndome en el delicioso roce que producían mis paredes vaginales con su miembro; meneaba el vientre como si estuviese bailando con él. Aunque lo que más me calentó fue ese dichoso jueguecito de impregnación.

— Tú eres la que lo está haciendo sin condón.

— Sin condón es más rico… -me lamenté, abrazándole al tiempo que le comía la boca.

Estaba llegando, me estaba viniendo, apuré el baile de vientre y restregué su dureza contra mi punto sensible. La guinda del pastel para mi orgasmo la puso imaginármelo viniéndose dentro de mí, a traición.

— Me corro… Me corro. ¡Ummmm! ¡Me corro! –gemí entre temblores a punto de orinarme encima, después de tanto tiempo sin correrme con una buena polla.

— Me corro dentro… -avisó en el último momento. ¿Cómo se atrevía a interrumpirme?

Sí, lo confieso… Me pudo más estarme corriendo como una perra, por lo que no llegué a apartarme. Me sorprendió empujándome y derramando su semilla sobre nuestros muslos. Si no lo hubiese hecho y de ser por mí, todo ese contenido pringoso habría acabado dentro.

Estaba perdiendo la cabeza y lo sabía. Nunca antes había sido tan irresponsable aunque, a la par, estaba siendo delicioso.

Le agarré la polla hasta apretársela y empecé a mamar, saboreando el semen entre sus piernas y su vientre.

— Si no llego a apartarte…

— Pensaba que te ibas a correr dentro –musité.

— Solo estaba jugando…

— Pues casi pierdo la cabeza –dije antes de sonreír-. Tampoco soy de piedra –dicho eso, empecé a chupar el extremo de su polla, limpiándoselo.

— ¿Decías en serio lo de no abortar?

— Te estaba jodiendo. Tampoco es que quiera ser madre soltera. No sé lo que haría, no me cierro a nada, la verdad.

— ¿Y eso de chupármela mientras cocino?

— Niño, te pillo sin camisa en la cocina y vengo con hambre –bromeé entre risas, dándole un azote en el culo.

— Entonces… ¿Siempre que tenga hambre puedo follarte?

— Hasta que te diga lo contrario… Sí. Puedes usarme para desahogarte –traté de ser sugerente, aunque en cierta manera me sentí ridícula. Realmente Pablo se las apañaba para hacerme actuar diferente en todo.

Me intentó besar, echándose encima. Pero al acabar de mamársela y tener su semen en mi boca me aparté. A pesar de no estar duro, se restregó contra mi coño, al cual, no le habría importado repetir. Sus besos en mi cuello consiguieron encenderme enseguida.

— Pablo, para… Tenemos toda la tarde.

— Necesito más –y al decir esto lo aparté, espetándole-. Lo último que quiero es que te canses de esto. Ahora eres mi consolador y no quiero que se te acaben las pilas… Me voy a duchar. ¿Recuerdas que tienes comida en el fuego?

— ¡Mierda! –Saltó de un bote del sofá y fue corriendo a la cocina-. ¡Joder! Le escuché decir. ¡Ay! ¡Joder! Como quema.

No pude evitar pasar por delante de la cocina desternillándome viéndolo apartar con los dedos la fritura en plena cocción, viendo a mi amante totalmente desnudo a excepción de sus calcetines.

Me metí en el baño y llené la bañera hasta aproximadamente la mitad. Un caprichito para rematar el final del mediodía, tras el polvo y antes de la comida. Me habría quedado dormida hundida en el agua, pero por fui despertada cuando la comida estaba servida.


Salir en toalla fue una mala idea por mi parte, aunque todavía no me percaté de ello. En lugar de respetar esos límites que yo misma había puesto la noche anterior, estaba acostumbrándolo sin darme cuenta a que hiciese lo que quisiese cuando le apeteciese. En su mirada vi ese fuego, deseándome, al verme con tan poca ropa como nunca antes me había visto. Era su juguete nuevo, y él lo era mío.

A pesar de eso, la comida transcurrió sin más interrupciones que nuestros temas de conversación.

Me preguntó, de repente, si sentía algo por él queriéndolo dejar claro. Se mostraba cauto y temeroso de que así fuera, por lo que busqué la manera de tranquilizarlo lo mejor que supe. Le expliqué que seguíamos siendo los mismos, y que nos queríamos lo suficiente como amigos como para distanciarnos por querer parar de follar.

Era evidente, aunque a mí en el fondo me preocupase lo mismo. Que ingenua fui… Si bien era mi amigo, no me di cuenta de que malacostumbrarlo haría que me viese como una especie de objeto sexual para drenar su libido… Y esa misma tarde empezaría a notarlo.

Cuando terminamos la comida, me dirigí a la cama con la intención de echarme una pequeña siesta. Ni siquiera me cambié el atuendo, manteniendo la diminuta toalla cubriendo mis partes íntimas El muy mamonazo se sentó sobre mi culo y empezó a restregar su polla contra este, y pese a que no tenía ganas de hacer nada, ante su pesadez acabé haciéndole una paja. Mentiría si dijese que no la disfruté, bajándole los pantalones y meneándosela como si fuese a hacer fuego con su miembro.

— Usa la boca… -A pesar que dijo eso, más bien fue quien la uso.

Para que estuviese lo más cómodo posible, se estiró boca arriba y me asomé sobre su vientre para hacerle la felación sin interés alguno en hacérsela. Pero oírlo agitarse de placer y suspirar me fue encendiendo más y más, hasta que se fue desapareciendo todo mi sueño y mi cuerpo deseaba follar.

El modo en que se la chupaba fue cobrando intensidad, hasta que él mismo fue el que me hizo ponerme boca arriba y se folló mi boca. Cuando me hice la difícil y me di la vuelta para continuar ‘’durmiendo’’, me limité a decirle que estaba cansada. Sentí sus manos subirme ligeramente el faldón que hacía esa toalla blanca, invitándome a poner el culo en pompa… Sus dientes rozando mi coñito con su torpeza habitual y, cuando ya me tenía gimiendo, la metió.

Clop, clop, clop. Clop… Era una cabalgada suave, y más que follarme parecía estar usándome para correrse. Hice lo mismo por mi parte, meneando el coñito para exprimirlo con malicia y disfrutando cada segundo que se mantenía duro.

— ¿Me he pasado de insistente? –me sollozó con recochineó al oído, apurando sus embestidas.

— Sí, pero ni se te ocurra parar ahora.

— Pero me corro…

— Para… Para… -Presioné mi mano contra su vientre, prefiriendo que pausásemos la follada a que se corriese antes-. Te corres demasiado rápido… -protesté, ambos suspirábamos.

— Me tienes demasiado cachondo.

— ¿Con Nicole duras más?

— Depende de la ocasión, hay veces que duro bastante…

— Como es normal –le reconforté-, pero empiezo a querer polvos un poco más largos sin miedo a tener que elegir entre sacarla antes de tiempo… O que te corras dentro. ¿Y si te pones condón?

— Bueno… Si me dejases correrme dentro no tendría que sacarla.

`` Ahí va de nuevo con el estúpido juego de preñarme´´ repuse para mis adentros, sin poder evitar seguirle un poco el juego. Rodé sobre mí misma y me quité el pantalón que atenazaba mis dos tobillos, abriéndome de piernas para él. Sin sacarla, lo monté quedando el sentado y nos miramos sin vernos en la oscuridad.

— Como quieras… Lléname de leche –Si era un juego; en ese momento no estaba tan segura.

— Estás jugando… -Y en respuesta a ese comentario, empecé a trotar con lentitud y parsimonia.

— No… Lléname de leche –dije decidida, sin saber ni que haría realmente llegado el momento.

— Me voy a correr –refunfuñó placenteramente, el morbo de ese juego lo mataba.

— Córrete… explota dentro de mí –supliqué y sin pretenderlo, dejé de jugar. Lo besé para que se corriese, meneaba el coño en círculos para que acabase, lo agarré del pelo y tiré de él para hacerle saber lo excitaba que estaba.

Plas, plas, plas, plas, plas… Batí sus huevos a golpes de culo, subiendo y bajando. Sentí los musculos de su vientre palpitando, vibrando. ¿Lo peor de todo? Me estaba a punto de correr cuando se inclinó hacia adelante y caí de espalda con él encima. Su polla resbaló hacia fuera y lo sentó botar toda esa leche sobre su vientre y, pese a haber estado tan cerca, no podía parar de reír.

— Estás loca… -su voz sonaba agotada; pero sabía que no era por cansancio, sino por el susto-. Luego me criticabas por ser un inconsciente con Nicole.

— Sacas lo peor de mí. Nah, en verdad… Sabía que me apartarías.

— Si no lo hubiese hecho. ¿Qué?

— No tenía dudas sobre ti –mentí. Se me quitó el interés de hacer nada más; mi excitación se diluyó como una gota de limón en un vaso de agua.

El hecho de estar a punto de correrme me puso de muy mal humor, aunque por suerte, tras correrse me dejó descansar un rato en el que aproveché para echar una siesta. Al levantarme y sin más demora, hablé con él y me prometió que el jueves sin falta iría al médico a pedir el alta para la empresa. Tras la merienda, reconozco que fui ya la que empezó a chupársela sin provocación previa mientras veíamos una serie en Netflix… Y él me agarró del cuello sin apretar y sin ahogarme.

Se le veía decidido a experimentar respecto a eso, pero no le salía ser malo… Al menos, no en ese momento.


Después de cenar, se estábamos comiéndonos mutuamente la boca en el sofá cuando sin querer alargarlo más lo agarré de la muñeca y lo llevé a mi cuarto. Le puse un condón y le hice prometer que cada vez que estuviese a punto de correrse, me avisaría.

Chop, chop, chop, chop … Botaba como una magnífica jinete mientras me mordisqueaba el pezón. Tenía la manía de agarrarme ambas nalgas con sus dos manos y apretármelas hasta presionar con sus uñas en mi carnes, mientras sus dedos amenazaban con meterse dentro de mi culo… Era una sensación que me volvía loca, aunque nunca llegaba a meter los dedos.

Cada vez que estaba a punto de correrse, yo paraba y me quedaba quieta como una piedra, esperando a que se le pasase antes de continuar. A la cuarta vez, me empujó sobre la cama y aceleró como una bestia entre mis patas, haciéndome gozar con esa gustosa sensación de sentir su semen llenando mi vagina… Aunque fuese dentro del condón.

Durmió en mi cama y nos encendió un par de veces dormir juntos, por lo que me despertó a besos y restregándose contra mí sin importarle que yo trabajase. Entonces, sobre las dos de la mañana, cogí el sueño abrazada a él y no volví a despertarme.

* Jueves ***


Fui al trabajo y volví a casa, dando largas a mis amigas que me pedían quedar a tomar algo. Desde el domingo mi día a día era trabajo y Pablo, trabajo y Pablo, trabajo y Pablo… Como no había estado trabajando, él se había encargado de la compra y de mantener limpia la casa. Algo en lo que, pese a hacerlo a su ritmo, cumplió bastante bien.

Para evitar disgustos, había conseguido educar a Pablo a usar el condón siempre que lo hiciese conmigo, a excepción de la última vez durante la noche pasada, que logró convencerme y acabamos haciéndolo a pelo.

Sobre lo de tener sexo asqueroso, sucio y humillante, he de reconocer que desde un principio esperé que mi compañero de piso se aprovechase de mí  bastante más para experimentar al respecto. No estoy segura del todo de como habría reaccionado, pero me daba cierto morbo la idea de que se dejase llevar respecto a eso… Que fuese un poco más rudo y cruel del mismo modo que había relatado en su escrito…

Aún así y pese a lo que aseguraba desearle a Nicole, no fue capaz de insultarme, ni de llamarme perra, ni de escupirme ni de ahogarme. En lugar de eso, se limitaba a follarme algo que en cierta manera me hizo sentir bien… Esa tarde del jueves la pasamos en su cuarto, disfrutando del último día que tendría este sin ir a trabajar.

Follamos unas cuatro veces en su cama, con la ventana cerrada para que no entrasen mosquitos. Cuatro veces donde ya no sabía si Pablo follaba conmigo por despecho, para olvidarse de Nicole o simplemente porque le gustaba…

Pero entonces sonó el timbre. Y sonó mientras había cuatro condones abiertos pringosos de semen esparcidos sobre su mesita de noche. Pablo se puso unos pantalones y una camisa para ir a recibir a la visita, cometiendo el error de abrir a su expareja.

Al oírle preguntar que a donde se dirigía, solo escuché los pasos de Nicole acercarse a la habitación de Pablo donde yo estaba y gritar: ¡Lo sabía!

Podría haberme escondido, podría haberme ido a mi cuarto pero simplemente me había quedado paralizada. No estoy orgullosa, pero mi cobarde reacción es lo único que sucedió. A la hora de la verdad, me achanté viendo a Nicole a punto de abalanzarse contra mí mientras Pablo la agarraba y la empujaba contra la pared, alejándola.

No recuerdo exactamente que se dijo en ese momento, pues los gritos eran muy altos y los tres estábamos demasiado alterados como para pensar incluso lo que decíamos en ese momento. Si que puedo rememorar el contexto de la pelea: >>

<< Nicole le echó en cara que hubiese elegido follar conmigo. Encarándose conmigo por mi promesa de que todo era parte de ese castigo y que no iba a follar con él. Pablo se enfadó todavía más y le dijo que no le debía explicaciones, que había sido ella la culpable de todo. Como no, pues Nicole le reprendió diciéndole que debíamos llevar más de dos días teniendo sexo y era él quien se había pasado.

Ahí estaba yo, arropada con las sábanas de Pablo cuando la histérica de su expareja le amenazó con irse con Alex.

— ¡Pues vete con ese hijo de puta! Está claro que te encanta como folla.

— ¡Sigo queriéndote, pendejo! –rugía completamente fuera de sí.

— ¿Tú pudiste follarte una vez a ese cabrón y yo no puedo con Rita?

— ¡Con Alex no iba a volver a hablar!

— ¡Pero si que has seguido hablando! ¿No? –le espetó, inconscientemente me llevé las manos a la boca.

— ¿Se lo has contado? Mira que eres sapa pinche gonorrea –me insultó, caminando hacia mí.

— ¿Quieres seguir con esto, Nicole? ¿Sabes como me dejaste? ¡Me dejaste hecho mierda! Rita me trató de animar desde entonces. No hay nada entre nosotros. ¿Rita?

— No hay nada entre nosotros –repetí, teniendo claro que no era el momento para contradecirle.

— ¿Y esos cuatro globitos? ¿Te crees que soy pendeja? ¿Ah?

— No he sabido parar. Tú tampoco supiste –le reprochó Pablo.

— Podías haberte cogido a cualquiera –estalló Nicole, empujando a Pablo. Luego alzó el dedo, amenazadora, añadiendo:-. ¿Y te chingas a la chica con la que vives? Pues entérate. Me voy a coger a Alex.

— Pues me voy a seguir cogiendo a Rita –le espetó Pablo.

— ¿Quieres jugar a ese jueguito? Muy bien, bebe.

Se miraban como si fuesen a poder derretir los ojos del otro con rayos laser, y de manera totalmente impulsiva con una sola cosa en mente, fui yo la que metió todavía más mierda haciendo una propuesta totalmente fuera de tono.

— Nicole.

— ¿Ah? –exclamó volteándose hacía mí.

— ¿Qué te parecería venir con Alex este sábado y este domingo a pasar el finde?

Claramente los pillé por sorpresa a los dos, y no era para menos, aunque en cierta manera, tuvieron ambos tantos motivos como para que les atrajese la idea como para que les disgustase.

— Todo esto comenzó por traer al chico ese a esta casa… No veo que habría de malo en acabarlo juntos, los cuatro.

— ¿Y qué te piensas, mija? ¿Qué cogemos los cuatro y tan felices? No pendeja, estas vainas no funcionan así.

— A ti te gusta Pablo y Alex. ¿No? –la vi mirar de reojo a Pablo, sin atreverse a contestar-. Y a Pablo le gustamos tú y yo.

— Tú no le gustas, solo te has aprovechado hijaeputa.

— Como sea… Ahora Pablo está conmigo. Lo mejor es que lo aclaremos todo pasando un finde juntos.

— Me gusta la idea –me respaldó su exnovio, sentándose a mi lado ante una Nicole que echaba chispas-. Lo empezamos junto y lo mejor es que lo acabemos juntos. Pero si vienes con Alex y te lo follas aquí piensa que yo voy a hacer lo mismo con Rita.

— Suena divertido… Me gusta la idea de que me cojáis los dos y esta perra se quede sola –me espetó con una sonrisa cargada de suficiencia-. Vamos hablando para el sábado –se despidió.

No hay demasiado más que decir respecto lo que vino después. Nicole simplemente se fue con cara de amargada, por mucho que tratase de aparentar que no le afectaba. Pablo y yo nos quedamos en estado de shock por lo que acababa de pasar aunque, en cierta manera, acabó gustándole la idea de restregarle a su ex que ya la había superado.

— No estoy segura de que vayas a soportar verlos follando –se sinceró, cabizbajo. Tras haber acompañado a su ex hasta la puerta.

— Es lo que hay… Ella está con él. Y tú estás conmigo –le susurré antes de reanudar nuestro morreo a oscuras en mi habitación.

— El lado bueno es que voy a poder follar de esa manera con ella… Ya sabes, me había quedado con la espina clavada.

— No sé si serás capaz, demasiado buenazo te veo yo. Solo espero que no os acabéis peleando.

— Por mi parte, no. Vamos… Procuraré que no haya ninguna pelea –hizo una breve pausa antes de cambiar de tema-. No puedo creer que vayamos a hacer un intercambio de parejas todo el finde…

— ¿Cómo crees que será? Nunca he hecho nada parecido. Ni siquiera he hecho un trio… -recuerdo haber dicho hace apenas unas horas.

— Vendrán juntos y… Yo que sé. Se liarán juntos y yo me liaré contigo.

— ¿Y si Nicole trata de liarse contigo? ¿Y si Alex trata de liarse conmigo?

— Los cuatro somos libres, supongo. Aunque no me haría ni puta gracia que te lies con ese mamonazo.

— Tampoco me atrae, demasiado machito –reconocí, aunque no lo tenía tan claro.

— Es verdad que si pasamos el sábado y el domingo juntos, habrá muchos ratos muertos… -continuó Pablo volviendo al anterior tema de conversación-. ¿Por qué lo has propuesto?

Permanecí callada unos segundos hasta que finalmente me sinceré.

— Porque quiero que veas como es realmente Nicole… Porque tengo la esperanza de que entiendas que no necesitas a esa guarra para ser feliz conmigo.

— Pase lo que pase te tengo a ti, ya lo sé. Pero… ¿Y si me arreglase con Nicole después de pasar el fin de semana? –su pregunta me molestó, aunque respondí también con el máximo de sinceridad que pude.

— Lo aceptaré y te apoyaré… Y echaré de menos poder follar al volver de trabajar, mientras vemos series en Netflix o antes de dormir.

Ambos reímos, nos volvimos a besar y desnuda me abrí de piernas, siendo penetrada sin condón, y follamos, antes de que tratásemos ambos ponernos a dormir. Ambos trabajábamos el viernes, teniendo yo turno de tarde. Por desgracia, él consiguió dormirse... Yo no. Agarré su portátil –el cual era él único que había en toda la casa- y me puse a escribir esta historia porque, más que nada, necesitaba desahogarme y aclarar mis ideas. Realmente puedo decir que funcionó, y aunque en el primer momento en que escribí todo esto estaba lleno de faltas y de datos incorrectos, me encargaré de corregirlo antes de que publicarlo.


Lo que va a pasar este fin de semana, sinceramente no lo sé. Me he pasado la madrugada escribiendo, y en cuanto termine estas últimas líneas guardaré el documento y me pondré a dormir. Os diré lo que creo que pasará: Pablo verá a su querida exnovia follar con ese tal Alex, y eso los distanciará aún más. Y ahí estaré yo para consolar a mi amigo. Pero reconozco que me interesa más este fin de semana, y no es solo por eso, sino también porque siento curiosidad de ver como Alex se folla a Nicole… Si algo tengo claro es que no puedo conformarme con lo que leí en el relato de Pablo.

Quiero ver con mis propios ojos como Nicole es destruida sexualmente por ese desgraciado, y quiero que Nicole esté delante cuando vea que su chico, que ya no lo es, me elije a mí.

En un tiempo os contaré lo que pasará en unos días en esta casa… con todo lujo de detalles.

Un besito donde más os plazca.