Un clasico (02: La liberación)

Hay ocasiones en las que el dominado se transforma en dominador.

Un clásico II (La liberación)

¿Cómo liberarme?, le había dado muchas vueltas a esa pregunta. El que te adaptes no significa que te sientas bien y cada día cuando regresaba a casa, mientras conducía el coche, lo pensaba una y otra vez. Por mi cabeza habían pasado desde entrar por la noche en la oficina y robar de la caja fuerte las pruebas amañadas de mi robo, hasta secuestrar a D. Carlos a punta de pistola.

El punto de inflexión fue el 5 de diciembre, era un lunes gris y frío, ese día D. Carlos se paso de la raya, desde que llego y recibí su llamada supe que algo pasaba.

Laura, venga a mi despacho, sin sujetador.

Si, D. Carlos.

Inmediatamente, tiene un minuto.

Si, D. Carlos

No se si habéis intentado quitaros un sujetador en un despacho cuyas paredes son de cristal y estas delante de todo un equipo de contabilidad, pero os aseguro que es complicado, pensareis que porque no me fui al cuarto de baño, pero es que cuando D. Carlos dice un minuto, no es una forma de hablar, ¡es un minuto! Y el cuarto de baño esta al otro lado de la oficina.

Con algunas contorsiones logre quitarme el sujetador sin llamar demasiado la atención, no terminaba a habituarme a ir sin él, tampoco lo había hecho a ir sin bragas, pero un día que D. Carlos entro en mi despacho y me pidió que me levantara la falda para verificar que no lo llevaba aprendí que tenia que ir sin ellas en la oficina. Como os podéis imaginar al levantar la falda quedo al descubierto el tanga y... bueno no quería repetir la experiencia. D. Carlos es siempre muy exigente con sus... putas.

Regresando al 5 de diciembre, logre llegar a su despacho en el tiempo y nada más entrar comenzó la función.

¿Da su permiso D. Carlos?

Pase y cierre la puerta

Gracias, ¿qué desea?

Levántese la falda.

Levante la falda con la tranquilidad de saber que no llevaba bragas, con la falda cogida con las dos manos y estas a la altura de mi pecho espere a que D. Carlos me diera permiso para bajarla nuevamente.

¿Qué esta mal Laura?

¿Mal? D. Carlos

No me haga repetir la pregunta.

No se D. Carlos.

¿Cómo me gustan las mujeres?

En ese momento recordé que no me había depilado el pubis en por lo menos una semana y que a esas alturas algo de bello tendría que haber crecido.

Depiladas D. Carlos, pero es que estos días he tenido mucho trabajo y llegaba tarde a...

Cállese, no le he pedido ninguna explicación. ¿Ve la tienda del otro lado de la calle? – dijo señalando por la ventana – ahora mismo va a bajar a comprar lo que necesite para depilar su coño.

Si, D. Carlos voy a por el abrigo y bajo.

Olvide el abrigo, baje ahora mismo.

Pero tengo el dinero en el bolso.

Tenga – dijo mientras me tendía algunos billetes –

Tomé el dinero y baje, el aire helado del mes de diciembre se colaba por la falda y traspasaba la fina blusa, notaba como los pezones se me ponían cada vez mas duros y se marcaban en la fina tela de la blusa. Prácticamente corriendo entre en la tienda y pedí lo que necesitaba, la maquinilla y la espuma de afeitado.

Prácticamente helada de frío llegue nuevamente al despacho de D. Carlos.

¿Puedo pasar, D. Carlos?

Pase y cierre la puerta, ¿lo ha comprado todo?

Si, D. Carlos.

Bien pues aféitese ese puñetero coño.

En seguida regreso D. Carlos.

A donde se cree que va, empiece a afeitarse.

¿Aquí?

No me haga repetirle la orden.

Me quite la falda para no mancharla y recogí la blusa, en una de las tazas de café puse un poco de agua para ir humedeciendo la maquinilla, estaba claro que de pies no podría, así que me senté en el borde de una de las sillas y comencé a extender la crema.

Marta, por favor pase a que le dicte una carta.

Marta, como sabéis es la secretaria de D. Carlos, nos hemos hecho buenas amigas ya que ambas tenemos el mismo problema, pero nunca había estado en una situación tan violenta.

Mientras yo me afanaba por depilar mi monte de venus, D. Carlos estaba dictándola una carta, la silla que le había ofrecido a Marta la obligaba a estar frente a mi, por lo que era imposible que no me viera. Poco a poco sentía como mi cara se ponía roja, roja de vergüenza, roja de ira, por lo que D. Carlos me obligaba a hacer día tras día.

Cuando di por terminada la labor, me puse nuevamente la falda y me quede de pies frente a la mesa de D. Carlos.

Marta verifique que el afeitado de Laura es correcto.

Marta se sorprendió tanto como yo de oír esa orden, pero estábamos bien enseñadas.

Si, D. Carlos.

Avanzo hasta mi y metiendo la mano bajo la falda acaricio mi monte de venus.

Esta bien afeitado, D. Carlos. Si no necesita nada más voy a preparar la carta.

Un momento Marta. Laura, venga aquí.

Di la vuelta alrededor de la mesa hasta quedar frente a él.

Levante esa falda

Levanté la falda con ambas manos. D. Carlos metió su mano entre mis piernas repasando todo los lados.

¿Esta mierda de afeitado dice usted que esta bien Marta?

Yo lo he sentido bien...

Cállese. Laura túmbese en la mesa y usted Marta aféitele bien el coño.

Me tumbe en la mesa de reuniones subiendo los pies hasta que al separar las rodillas quedo todo mi sexo expuesto, Marta tomo la cuchilla y tras enjabonarme el sexo comenzó a rasurarlo concienzudamente.

Como quede un solo pelo me veré a obligado a tomar medidas disciplinarias con respecto a ustedes. ¿esta claro?

Si, D. Carlos – respondimos a coro como putas bien entrenadas –

Mientras Marta me rasuraba, D. Carlos hablaba animadamente por teléfono con su mujer sobre una fiesta en el Club de Campo, la foto de su mujer y sus dos hijos estaba sobre la mesa enmarcadas por un precioso y caro marco de plata. Su mujer es por lo menos 10 años mas joven que el, una preciosa morena que tiene pinta de no haber trabajado en su vida.

Ya he terminado D. Carlos.

Un momento cariño – tapando el auricular – Ahora voy a verificarlo. Cariño te he de dejar tengo que ver un trabajo de Marta. Si, si, hasta luego.

Espero que el trabajo este bien hecho

Se levanto de su mesa y se acerco a mi, con su mano acaricio el monte de venus, separo mis labios, rebuscando en los pliegues de la piel hasta que lo encontró. De un tirón arranco un pelo que había quedado.

¡¡Ay!!

Vuelva a afeitar a esta puta.

Dicho lo cual salió del despacho.

Yo estaba a punto de llorar y Marta también nuevamente volvió a extender la crema de afeitado y comenzó a rasurarme.

Esta situación se repitió tres veces más, cada vez que D. Carlos regresaba la inspección era más y más exhaustiva hasta que a la cuarta dio por fin su visto bueno, sentía la piel enrojecida y que me quemaba.

No lo han hecho bien y lo saben.

Si, D. Carlos.

Vengan aquí

Avanzamos hasta la mesa de D. Carlos.

Súbanse la falda.

Ambas tomamos la falda y la subimos hasta que nuestras manos quedaron a la altura de nuestros pechos.

Den la vuelta.

Como militares dimos la vuelta mostrando nuestros traseros a D. Carlos.

Inclínense.

Pero D. Carlos ... – dijo Marta-

¡Cállese!

Nos inclinamos, por un momento me extraño mucho que Marta se hubiera atrevido a hablar sin haber sido pedida su opinión, pero no le di mas importancia, ambas estábamos de pies sobre la alfombra e inclinadas con nuestros traseros desnudos.

D. Carlos levanto nuestras faldas hasta que las nalgas quedaron al descubierto y dejo caer la falda sobre nuestras espaldas.

Pasaron unos segundos antes de que la regla de madera que D. Carlos tenia encima de su mesa golpeara con fuerza mi trasero.

¡¡Ay!! – lo inesperado del golpe y su dolor hizo gritara y que me enderezara hasta ponerme totalmente de pies-.

Estese quieta Laura, se acaba de ganar 5 azotes más, en total 15. Cuentelos sin moverse ni gritar.

Apreté los dientes y cerré los ojos en un intento de evitar que las lagrimas corrieran por mis mejillas, mientras regresaba a la posición y descubría mi trasero

Uno, dos, tres, cuatro, cinco.., catorce, quince.

¿Que se dice Laura?

... Gracias, D. Carlos.

Ahora usted Marta, cuentelos.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco.., nueve, diez. Gracias D. Carlos

Muy bien dejen la faldas donde están y póngase de cara a la pared.

Las siguientes horas pasaron lentas, muy lentas yo notaba como me ardía el sexo por el afeitado y las nalgas por los azotes, Marta lloraba en silencio mientras las lagrimas corrían por sus mejillas. Me dolían las manos de sujetar la falda levantada de forma que dejara al descubierto mi trasero que tenia que estar rojo como un tomate.

A las dos y media, cuando ya tenían que haber salido todos a comer.

Pueden marcharse, no olviden recoger toda esa mierda que han dejado aquí.

Recogimos los artículos que habíamos usado para rasurarme y limpiamos como pudimos unas gotas de agua que habían caído encima de la alfombra.

Salimos y nos dirigimos ambas al cuarto de baño. Una vez en él lloramos desconsoladamente, como lloras cuando te sientes humillada, herida y dolorida. Marta me comento que o había sido la primera vez que la había dado unos azotes, pero que nunca se acostumbraría, que era humillante, ....

Nos fuimos a comer juntas, me costo sentarme en la silla del restaurante, me dolían las nalgas de una forma terrible.

La televisión encendida del restaurantes mostraba uno de esos programas del corazón, mientras la comentarista hablaba del divorcio de un empresario en el que su mujer y sus dos hijos se habían llevado una buena cantidad de millones hasta casi dejarle en la ruina, nosotras nos afanábamos por intentar comer.

De repente una idea cruzo mi cabeza, ¡¡teníamos una salida!!, podíamos escapar de la garras de D. Carlos. Simplemente teníamos que ser unas buenas alumnas suyas.

El resto de la comida fue mucho más alegre, si bien no se nos había quitado el dolor de nalgas y la vergüenza, ahora teníamos una esperanza.

Los siguientes días fueron una locura de preparativos, teníamos poco tiempo, el cumpleaños de D. Carlos era el siguiente viernes y no se nos presentaría otra oportunidad, tenia que ser ese día o nunca.

Llego el día.

D. Carlos llego a la oficina a las 10 de la mañana, como siempre, pidió su café y ese fue el momento que aprovechamos, al llevarle Marta el café la acompañe llevando el regalo que habíamos comprado para él. Realmente era una chuchería, simplemente un llavero de plata con dos pequeñas llaves, lo simpático era que esas llaves pertenecían a sendos cinturones de castidad que nos habíamos puesto, como os podéis imaginar eran mas simbólicos que reales pero bueno, esperábamos que dieran el pego.

D. Carlos... le hemos comprado un regalo para su cumpleaños.

Gracias, ¿qué es?... ¡ah! Un precioso llavero... ¿de donde son estas llaves?.

Ambas levantamos las faldas hasta que quedaron al descubierto los cinturones.

Ja ja ja ja ja, muchas gracias, sois unas putas de lo más imaginativas.

Perdone D. Carlos, sabemos que esta noche tendrá una cena con su familia, así que si nos lo permite quisiéramos invitarlo a comer, en mi casa, hoy será una comida muy intima, solo nosotros tres. – le dije con la mejor de mis sonrisas-

¿Qué estáis tramando?, bueno os lo confirmo a lo largo de la mañana.

Gracias, D. Carlos.

Sobre la una de la tarde estábamos desesperadas, si no venia a mi casa a comer todo el plan se iría al garete, todo el trabajo perdido.

Marta, en quince minutos saldremos para casa de Laura a comer, estén preparadas.

Si, D. Carlos.

Marta me llamo y me lo comunico, rápidamente tome el abrigo, el bolso y salí casi corriendo hacia el despacho de D. Carlos.

A la hora exacta D. Carlos salió del despacho, bajamos en el ascensor hasta el parking donde tenia su precioso Jaguar de cristales ahumados.

Marta, vaya adelante.

Si, D. Carlos

Arranco el coche y rápidamente estábamos metidos en el trafico del viernes.

D. Carlos abrió su bragueta y se saco su polla, estaba bastante dura.

Marta, mamela – puede ser muy grosero cuando quiere –

Marta, se quito el cinturón de seguridad y tras meter su cabeza bajo el brazo de D. Carlos comenzó a chupársela, afortunadamente el coche es automático con lo que D. Carlos no necesitaba tocar la palanca de cambios.

En unos minutos llegamos a mi casa, le indique a D. Carlos donde estaba la entrada al aparcamiento y subimos en el ascensor hasta la segunda planta donde esta mi apartamento.

Abrí la puerta dejando que pasara él primero, era la primera vez que íbamos a estar juntos fuera de la oficina. Pulse el interruptor de la luz iluminando el salón que habíamos preparado para la ocasión con una gran alfombra de pelo larguísimo.

Entre las dos comenzamos la función, rápidamente nos quitamos la poca ropa que llevábamos quedándonos únicamente con los cinturones de castidad.

D. Carlos, ¿no habrá olvidado las llaves?

Ja ja ja ja ja, pero que putones estáis hechas, es el regalo más original que he recibido nunca. Aquí tengo las llaves – dijo mostrándonos el llavero –

Entre las dos desnudamos poco a poco a D. Carlos, entre besos, caricias, lametones a su polla logramos ponérsela dura.

Tiramos de él hasta tumbarlo en el suelo, sobre la alfombra, y mientras una le besaba la otra se la chupaba o le lamía los huevos, así continuamos durante un buen rato hasta ambas le rogamos que nos quitara los cinturones.

D. Carlos, por favor, déjenos sentir su polla dentro, por favor quítenos estos cinturones.

Os lo habéis ganado, sois las mejores putas que he tenido.

En un momento los cinturones de castidad saltaron y quedamos libres, rápidamente me senté sobre su polla, que estaba tiesa como un bate de béisbol y comencé a subir y bajar, mientras Marta se dejaba meter mano por D. Carlos.

Detras de mi fue Marta la que se monto sobre él, hasta que D. Carlos se corrió, Marta se levanto dejando libre su polla para que yo se la chupara y se la limpiara como a él le gustaba que se hiciera.

D. Carlos se puso en pie y tras sacar un puro de su chaqueta se sentó en el sofá encendiéndolo.

A ver como lo hacen mis putas.

No necesito decirlo por segunda vez, de rodillas como estábamos en la alfombra comenzamos a besarnos, mientras nuestras manos corrían de los senos al sexo, me tumbe en el suelo y recogiendo mis piernas las separe lo mas que pude hasta que Marta enterró su rostro en mi sexo, su lengua recorría mi sexo unos días antes enrojecido por el rasurado, hasta que me llevo... al séptimo cielo.

Nos acercamos a gatas hasta él y mientras saboreaba su puro le lamimos, le chupamos, primero hasta poner dura su polla y después hasta hacer que se corriera.

Bueno - mirando su reloj – ya es hora de regresar a la oficina, tengo una reunión en una hora, ¿no es así Marta?.

Si, D. Carlos, viene el Sr. Rodríguez de MartoSA

Nos vestimos, esta vez ya sin cinturones de castidad y nos dirigimos al coche.

D. Carlos, disculpe he olvidado una cosa en la casa, le importa si voy yo luego en taxi.

Esta bien Laura, siempre tan despistada, pero no tarde ha de dar ejemplo a su equipo con su puntualidad.

Si, D. Carlos, tardare lo menos posible, les sigo en taxi.

Rápidamente subí a la casa a por lo que me había olvidado.

El Sr. Rodríguez se despedía de D. Carlos en la puerta del ascensor con una Marta tan solicita como siempre a su lado.

El ascensor cerro sus puertas, cuando me dirigí a D. Carlos.

D. Carlos podría venir a la sala de juntas hay una cosa que nos gustaría que viera.

Otra sorpresa, por hoy ya ha habido bastantes, ya sabéis que una broma es una broma pero si se sigue demasiado se transforma en algo muy pesado.

Es importante D. Carlos, ¿verdad Marta?

Yo creo que si D. Carlos.

Esta bien.

La sala de juntas tiene unos cinco metros de larga por cuatro de ancha una gran mesa alargada ocupa su centro con diez butacas a su alrededor en una de las paredes hay una de esas televisiones enormes y planas de plasma para proyectar presentaciones o videos.

D. Carlos tomo asiento en la cabecera de la mesa al lado opuesto de la pantalla, es su sitio habitual.

Baje la intensidad de las luces y pulse el "Play" del video.

En la pantalla comenzaron a verse las imágenes de la pequeña orgía de la tarde, si bien la cámara estaba fija se apreciaba perfectamente la cara de D. Carlos en la mayoría de las escenas. La cámara oculta había funcionado perfectamente,

Como puedes ver, Carlos, con esta cinta, que por cierto es una copia, tu "cariño" te puede desplumar en un divorcio. Así que esperamos que colabores.

La cara de Carlos, ya había dejado de ser D. Carlos, no presentaba ningún sentimiento si estaba furioso lo disimulaba perfectamente simplemente guardaba silencio.

Te preguntaras que queremos, es fácil. Queremos esas "pruebas" que tienes contra nosotras, los originales y todas las copias que tengas. Además queremos unas generosa indemnizaciones por... digamos despido para cada una, digamos 500.000 euros por los servicios que te hemos prestado, netos después de cancelados los créditos y pagados los impuestos por supuesto, todo legal. ¡Ah! también unas buenas cartas de recomendación que nos permitan buscar otros trabajos.

¿Solo eso?

Por supuesto este video continuara en nuestro poder, por si cambiaras de opinión y quisieras, como decirlo... ponernos difícil la vida.

¿Y como se que no los vais a usar, o que no me vais a seguir chantajeando?.

Nunca lo sabrás Carlos, te tendrás que fiar y vivir siempre con la duda.

Bien – según se levantaba de su butaca- nos vemos aquí mismo en cuarenta y cinco minutos y les daré mi respuesta.

Carlos salió de la sala de juntas, nosotras recogimos el video y nos fuimos a celebrarlo a un Pub cercano con un café irlandés. Estábamos más que eufóricas.

A la hora en punto entraba Carlos en la sala con un precioso portafolios de piel en la mano.

Podría ver otra vez esa cinta.

Por supuesto Carlos, eres el protagonista, ja ja ja ja.

Inserte la cinta en el video y di al "Play". Las escenas empezaron a pasar. Carlos se mantenía de pies cerca de la puerta.

La cinta mostraba cuando ambas le estábamos chupándole la polla cuando se acerco a la puerta y la abrió. Su esposa entro en la sala cerrando la puerta tras ella.

Ves cariño, es una filmación perfecta, verdad que ha sido un magnifico regalo de cumpleaños.

Ambas nos quedamos inmóviles, sin saber que hacer o decir, su mujer nos miraba y miraba la pantalla de forma alternativa.

¿Y dices que querían mandármela para que pidiera el divorcio?

Con eso me amenazaban, Ja ja ja ja ja.

Señoritas, creo que han cometido ustedes un gran error, la confianza en mi marido esta mas allá de un video tan vulgar como este, conozco la relación que tiene con ustedes desde el primer día, es más yo le ayude a planear su, como decirlo, captación Srta. Laura. Si intentaran hacer publico este video apoyaria a mi marido y ustedes terminarían en la cárcel por chantajistas.

Bueno, convendrán conmigo que esta acción suya merece un castigo, pero como la ofendida es mi esposa será ella quien lo efectué. Por favor desnúdense y pónganse con los brazos sobre la mesa.

Mientras lo decía abría el portafolios y sacaba una fusta de esas que se usan con los caballos.

Me pare a recoger tu fusta preferida cariño.

Gracias Carlos, siempre estas en todo. No la usaba desde... déjame recordar cuando la chiquita aquella que tuvimos para cuidar a los niños ¿te acuerdas?

El primer golpe en las nalgas me dolió como no os podéis imaginar, mi orgullo estaba por los suelos, me sentía mas humillada que nunca, además no sabia cuantos más vendrían después, ni que se le ocurriría a D. Carlos para después de la azotaina que nos estaba dando su "cariño".