Un chico tímido

Un jovencito muy tímido pierde su timidez en compañía de dos hermanos.

UN CHICO TIMIDO

Siempre he sido un chico muy tímido, me daba vergüenza hasta salir a la calle. Mi vida consistía en ir al colegio, y luego encerrarme en casa, leyendo, y fantaseando acerca de tener amigos y llegar a conocer a ese "alguien especial", con el que soñaba. Uno de mis problemas era que yo, desde muy joven, había descubierto en mí una tendencia gay. Sabía que mis padres no lo comprenderían, por lo cual, lo mantenía en secreto.

Mis padres eran muy devotos, por lo que decidieron meterme en un colegio dirigido por religiosos y que, de paso, era sólo para chicos, algo muy bueno, pues realmente no me interesaban las chicas.

Mi timidez no me dejaba hacer amistades con facilidad, pero recibí la ayuda de Christian y Alberto, dos hermanos que asistían a mi misma clase. Ambos eran altos, rubios, bien formados, el primero con ojos negros y profundos y, el otro con ojos verdes. Christian era más guapo, pero Alberto tenía mejor cuerpo, pectorales más prominentes, marcado, vientre plano, piernas fuertes y musculosas. Pero Christian tenía mejor culo, de hecho un culo perfecto. Y del resto no estaba mal. Nada mal. Tanto, que caí enamorado de ambos rápidamente.

Ellos no tardaron en darse cuenta de mi problema y jugueteaban conmigo al respecto. Los tres solíamos estudiar juntos en la biblioteca. Pero Christian, finalmente, acabó invitándome a estudiar con él, en su casa y en su cuarto.

A partir de aquí toda mi vida cambió. Como era lógico, se había puesto cómodo para estudiar: una simple camiseta, shorts y pies descalzos. Yo no podía concentrarme en el estudio, más bien me concentraba en él, quien se encontraba en la cama. Sentado junto a una mesa, yo podía ver la silueta de sus pectorales, incluso llegaba a intuir sus tetillas que, en mi calentura, veía apetitosas y grandes.

Él, por supuesto, sabía que no dejaba de mirarlo, y a veces pasaba una mano distraída por su entrepierna, marcándo su paquete entero y dejando intuir una verga grande, que me provocaba erecciones continuas. Y si no le bastaba con calentarme con eso, de vez en cuando, se daba vuelta boca abajo, con el culo hacia arriba. Esto ya no podía aguantarlo, pues adivinar sus nalgas firmes, me ponía hirviendo. Total, que no pude aguantar más y me fui totalmente empalmado a su cuarto de baño.

Cerré la puerta y, mientras con una mano soltaba mi pene de su prisión, empezaba con la otra, una de las mejores pajas que jamás me he hecho. Con mi mano iba masturbando lentamente mi pene, mientras con mi mente regresaba a la habitación, donde me imaginaba desnudando a Christian y gozando de su cuerpo. Al rato aceleré el ritmo y, cogiendo firmemente mi pene con la mano, terminé eyaculando un grueso borbotón de semen.

  • Espero que hayas gozado -dijo una voz.

Era Christian, que al oír mis gemidos abrió la puerta del baño, justo para ver como me corría. Enseguida me puse colorado e intenté excusarme, pero no tenía disculpa.

  • Christian, yo...., es que verás.... yo...

  • ¿Yo te gusto? -me preguntó sonriendo y había un extraño brillo en sus ojos.

Entró en el baño y se paró a mi lado, quitando la mano con la que me tapaba el pene.

  • Eres tonto, tú a mí hace tiempo que me gustas -dijo-. ¿Por qué crees que te invité a estudiar a mi cuarto los dos solos? Estaba seguro, pero ya empezaba a dudar de que fueras gay.

  • ¿Gay? -pregunté sorprendido.

  • ¡Claro! -respondió sonriente-. Yo lo soy y de todo corazón espero que tú también lo seas.

Haciéndome olvidar mi vergüenza Christian me agarró la cabeza con ambas manos y buscó mis labios, empezando un apasionado beso. Mis manos corrieron por sus costados y buscaron esas nalgas con las que tantas noches soñé mientras me pajeaba y, al contacto con ellas, sus pezones endurecieron, creciendo y erizándose. Eran firmes, maravillosos, así que le ayudé a quitarse la camiseta y el short, para verlo desnudo por primera vez.

-Vaya, el niño tímido está dejando de serlo.

Y mientras decía esto me agarró el pene, masturbándome suavemente con una mano mientras con la otra buscaba mis testículos, masajeándolos y acariciándome entre éstos y el ano.

  • Dime -me preguntó-, ¿eres virgen?

  • Sí -respondí algo apenado.

  • ¿Y te has metido el dedo alguna vez en el ano mientras te pajeas?

Claro que lo había hecho y ahora estaba deseando ardientemente que él me lo hiciera.

  • Ven, verás como te gusta- y diciendo esto llevó una mano a mi boca, metiéndome un dedo que jugueteaba con la lengua. Después lo bajó buscando mi ano, y despacito masajeó la entrada, metiéndolo poco a poco. Yo casi me moría de gusto, el chico de mis sueños estaba desnudo junto a mí y me estaba haciendo una paja monumental. De pronto, sacó la mano, se agachó y empezó a estudiar mi pene de cerca.

  • Hum, está un poco pegajoso, eso es por la paja que te has hecho antes. Qué pena haber desperdiciado todo esto.

Acto seguido, comenzó a lamer toda mi verga, hasta dejarla reluciente. Le cogí la cabeza y dirigí mi glande contra su boca, empezando a hacerme una mamada maravillosa. Su lengua recorría la cabeza mientras me pajeaba con una mano y con la otra buscaba mi culo de nuevo. Abriendo la boca empezó a tragarse toda mi verga hinchada, mientras segregaba mucha saliva y succionaba todo el glande.

  • ¡Christian me voy a correr! ¡Oh, Dios! ¡Uuhhhhh...!- y cerrando su boca fuertemente chupó hasta hacer que mis chorros de semen salieran directos a su interior, a la vez que me metía el dedo de forma desenfrenada por el ano.

  • ¡Vaya, vaya, vaya! ¡No puedo creer lo que estoy viendo! Traes comida a casa y no me invitas - dijo una voz.

Era Alberto, su hermano, que de pie en la puerta del baño se había desabrochado el pantalón, najado el boxer y su mano actuaba hábilmente en su propio pene, erecto, grueso y reluciente.

Yo estaba alucinado. Christian me había hecho una mamada increíble y Alberto se estaba masturbando en la puerta, viendo como me la hacía. Para entonces ya no me sentía tímido, y le dije a Alberto:

  • Tu hermano es maravilloso pero, ¿por qué no te unes a nosostros?

Divertido, Alberto miró a su hermano, mientras se quitaba la ropa y decía:

  • Hace tiempo que no hacemos "cositas" mi hermano y yo.

Sorprendido, me di cuenta de que ellos practicaban actos homosexuales entre sí.

  • Pues va siendo hora de unir lazos familiares -dije, a lo que ambos sonrieron con picardía.

  • Vamos a la habitación -dijo Alberto-, que es más grande que este pequeño cuarto de baño.

Pero antes de ir agarré a Christian y le di un largo beso, notando el sabor a mi semen, mientras mis manos acariciaban su pene erecto, que ya estaba mojado de líquido preseminal, por la excitación.

  • Pero, ¿qué es esto? -dije-, si estás chorreando. Habrá que arreglarlo.

Y llevándolo al cuarto lo tumbé en la cama, totalmente desnudo. Acaricié su cuerpo, mis manos recorrían sus pectorales, pellizcaba sus pezones, arrancándole pequeños gemidos, a la vez que comencé a besar su cuello, bajando mi mano a su pene erecto, largo, resbaloso.

Alberto, mientras tanto, se había desnudado completamente y, acercándose a la cama, se tumbó junto a su hermano. Su cara denotaba un deseo que crecía por momentos, al igual que su pene. Alargando la mano, comenzó a acariciar el pene y el cuerpo de Christian y, lentamente, empezó a besarlo en las comisuras de sus labios y, metiendo la lengua, comenzó a buscar la otra. El beso se tornó apasionado y mi mano en el pene de Christian notó cómo se ponía más duro.

Empecé a masturbarlo lentamente, mientras pensaba en todo lo que había leído sobre sexo y cómo llevarlo a cabo. Me puse entre sus piernas, comenzando a lamer su glande. Con una mano empecé a masturbar la verga de su hermano, al tiempo que con mi lengua lamía el pene de Christian, que chorreaba saliva y flujos y, con la otra mano, separaba su culo buscando su ano, metiéndole un dedo, arrancandole un gemido más fuerte, que Alberto apagó con otro beso.

Alberto empezó a pellizcarle los pezones a su hermano, mientras con la otra mano me empezó a tocar, masturbando mi ya de nuevo erecto y ardiente miembro. Mientras Christian movía las caderas, penetrando más profundamente su pene en mi boca, yo notaba que cada vez más se acercaba al éxtasis.

  • Necesito sentirte dentro. ¡Métemela entera!- me urgió Christian.

Me incorporé y, tras pasar sus piernas por encima de mis hombros, coloqué mi verga en la entrada de su ano y, de un golpe, se la introduje entera, arrancando de su garganta un grito de dolor y de placer.

  • ¡Síííí! ¡Ahora fóllame, como siempre lo has soñado!

Sus caderas subían buscando meter más aún mi verga en su ano. Yo se la enterraba todo lo que podía. Alberto, mientras tanto, se había montado a horcajadas sobre Christian, poniendo su pene en la boca de su hermano quien, agarrándole fuerte las piernas, empezó a sorber lo que se le ofrecía, mientras yo agarraba las nalgas de Alberto desde atrás. ¡Dios! Eran mejores de lo que yo suponía.

Christian estaba cerca de correrse, y eso le hacía morder más fuerte el pene de su hermano, que jadeaba como loco.

  • ¡Oh, si! ¡Hermanito chupas como la mejor de las putas! ¡Si! ¡Ooohhh, más fuerte!

Los dos hermanos gemían como locos. Yo ya no podía aguantar más. Ver como se retorcía Alberto sobre Christian, mientras me lo tiraba, me llevaba camino al paraíso de las corridas.

  • ¡Ooohhh... Me voy a correr! -grité-. ¡Christian, voy a llenarte de mi leche!

Christian no aguantó más y, gritando de placer, empezó a correrse. Los espasmos de su pene sacudían todo su cuerpo y largaba fuertes borbotones de leche caliente. Su ano se cerraba fuerte sobre mi verga, ejerciendo una presión deliciosa que hizo que soltara mis chorros de semen dentro de su intestino, mientras él seguía doblándose y mordiendo más fuerte todavía el pene de su hermano. Alberto, antes de terminar, sacó su miembro de la boca de su hermano y se quedó mirándome con un brillo extraño en los ojos.

  • Ahora te toca a tí -me dijo con decisión.

Comprendiendo las intenciones del chico, le ofrecí mis nalgas, no excento de temor, ya que sería la primera vez en que mi culo iba a ser penetrado.

Con su verga lubricada por su propio líquido preseminal y la saliva de su hermano, Alberto comenzó lentamente la tarea de ensartarme. Yo había escuchado antes historias de muchas dificultades y dolor al ser penetrado esa primera vez, pero para mi sorpresa, quizás por la excitación, la penetración fue relativamente fácil e indolora. En ese momento, me sentí realmente en la gloria. ¡Mi mayor deseo se había cumplido!

Mientras Alberto me culeaba, llevándome al paraíso, Christian no cesaba de restregar su pene en mi cara, obligándome así a atrapar aquel miembro en mi boca, para mamarlo con ahínco y alegría.

Alberto me agarraba de las nalgas y bombeaba con furia dentro de mi ano. Gimiendo con fuerza, no pudo contenerse más y eyaculó, lanzando fuertes chorros de esperma al interior de mi recto.

Ante mi mamada, Christian, por su parte, terminó estallando en un gran orgasmo que llenó de semen mi boca en un primer disparo y salpicó mi cara con los siguientes.

Agotados, caímos rendidos los tres en un abrazo, sobre la cama, mientras recuperábamos la respiración. Yo estaba en el paraíso, veía a los dos hermanos desnudos, abrazados con los ojos cerrados. Dos cuerpos impresionantes que se habían llevado mi timidez y mi virginidad. Y que, con el tiempo, me dieron muchos más placeres.

Autor: Amadeo

amadeo727@hotmail.com