Un caso muy dificil (04)
Ficcion: Un caso judicial, con una violación, una victima que no dice todo lo que pasó... y una abogada ... que va a terminar averiguando lo que pasó.
Un caso difícil
Capitulo IV
Ana miraba asombrada las tiras de cuero que tenían en la mano Alejandro y José. No las conocía. No podía entender cómo le llamaban a eso "ropa". José le desató la muñeca izquierda. Ana comenzó a moverla suavemente, sintiendo como la sangre volvía a circular luego de lo apretado que había estado. Tomándola de la muñeca la sostenía mientras daba vueltas a su alrededor con la tira de cuero. Asombrada, Ana vio como los dos extremos de la tira tenían una hebilla y una especie de cinta perforada que la hicieron ajustarse perfectamente a su muñeca. Por dentro se sentía suave. Probablemente forrada con alguna piel suave, ajustaba, pero no lastimaba sus muñecas. Ana intrigada giró la muñeca y pudo ver tres argollas de metal firmemente sujetas a la muñequera. Su corazón se sobresaltó. Supo de inmediato que esas cosas solo eran para poder manejarla mejor... y por sobre todo... que eso recién era el comienzo.
Cuando Alejandro le soltó la otra muñeca, Ana quiso rebelarse e intentar soltarse. Estaba floja por su reciente esfuerzo en el brutal orgasmo, y todo el resto de su cuerpo seguía atado. Por eso sus intentos solo causaron risas en sus agresores, que inmediatamente volvieron a atar sus muñecas, esta vez a través de las argollas.
-Parece que se quiere resistir la doctora...- rió Alejandro
-¡¡Mejor!! ¡¡Es mas sabroso así!!- rió José
Con la misma facilidad, los dos se agacharon y colocaron dos prendas mas en ambos tobillos de Ana. Ella los sentía trabajar y hervía en desesperación. La estaban preparando. La iban a abusar como a Carmen... pero lo que mas miedo le daba, era que su cuerpo iba a complacerlos, y que no iban a quedar rastros o evidencias de su lucha. Era claro. Su lucha era solo mental, su cuerpo deseaba lo que le estaban por dar.
Por ultimo, cuando ya la tuvieron casi lista, las manos de José acariciaron su cuello. Corriendo su cabello rubio de alrededor de su cuello, colocó la última de las correas alrededor del mismo. Ana se sentía terrible. Sabía que esos hombres estaban disfrutando lo que hacían, y de solo pensar cómo se vería, su vergüenza era terrible.
Con calma, Alejandro tomó la mano derecha y levantándola detrás de ella se la enganchó con un sonoro click detrás de su nuca. Luego hicieron lo mismo con la otra mano. Ana sentía que en esa posición, sus pechos estaban mas expuestos que nunca. No podía evitar sentirlos que se arqueaban hacia adelante, como ofreciéndose, como pidiendo a gritos que los usaran y abusaran de ellos.
A los pies de ella, José acomodaba una larga barra de madera con dos enganches en sus extremos, que calzaba justo entre sus tobillos y los separaba aun mas que las patas del sillón. Luego de eso, Ana fue desatada por completo. Con sus manos en la nuca, no pudo evitar que Alejandro le colocara una cadena en uno de los enganches de su cuello y comenzara a tirar. Sin poder evitarlo, Ana tuvo que ponerse de pie en esa incómoda posición. Sus manos en la nuca, sus pies bien separados. Toda ella invitaba a que la abusaran.
Al levantarse, Ana sintió el ruido del cuero del sillón que se había pegado a sus nalgas. Tirada por la cadena, fue llevada al borde mas corto de la mesa rectangular en su propio living. Desde el otro extremo, Alejandro tiraba de la cadena hasta que ella se quedó en puntas de pie inclinada sobre la mesa con el borde empujando en su cintura. Allí Alejandro ató la cadena al otro borde de la mesa y se paso del lado de atrás de ella.
-¡¡Hmmm.. !! ¡¡Que puerquita!!- escuchó decir a José
-Si... una nena muy traviesa...- dijo Alejandro
-Merece un castigo por esto.- agregó
Ana escuchaba lo que decían a sus espaldas pero no comprendía a qué se referían. Cuando giró la cabeza haciendo un esfuerzo, los vio a los dos inclinados sobre el sillón pasando sus dedos por el cuero. Algo brilloso y húmedo se escurrían entre sus dedos. Ana de inmediato se puso colorada como un tomate. Sabía que eran sus propios jugos, su propio orgasmo, su falta de control.
Cuando ellos aparecieron delante de ella con sus dedos mojados y los refregaron por sus pechos y su cara, ella no supo donde meterse. Deseaba desaparecer de allí. Sus ojos cerrados, sus puños crispados, todo ella rechazaba esa situación.
-Has sido una niña mala.- le dijo José al oído
-¿No es así?- le preguntó
Ana cerraba los ojos. Sabía que ellos estaban buscando intimidarla, estaban buscando una excusa para hacerla sentir culpable de lo que había sucedido. Y lo estaban logrando....
-¡¡Contestame !!- dijo José tomándola de la barbilla.
De repente Ana sintió que Alejandro había vuelto a encender el vibrador dentro de ella y abrió los ojos con desesperación.
-Te has portado mal ¿verdad?- le dijo José otra vez
Ana asintió con la cabeza sin saber bien porqué lo hacía.
-Y deberemos castigarte por eso... ¿lo sabes verdad?- agregó
Ana volvió a asentir, ya sin saber lo que hacia.
En ese momento Ana sintió la pesada mano de José cayendo sobre su nalga izquierda con fuerza y todo su cuerpo se sobresaltó. No podía creerlo... le habían dado un chirlo en la cola... como si fuera una niñita. Atrás de ese, sin darle tiempo a pensar vino otro.. y otro .. y otro mas. Ana sentía como su trasero iba levantando temperatura y gritaba detrás de la mordaza. Muy pronto eran dos manos, evidentemente las de Alejandro también, que le calentaban el culo. Ana comenzaba a llorar y a retorcer su cuerpo en las ataduras todo lo que podía. Lo que no podía explicar era esa sensación que le crecía otra vez dentro de ella. Esos chirlos la estaban excitando como una locomotora. Sus ojos goteaban lágrimas sobre la mesa y su cuerpo comenzaba a sentir que no aguantaba mas el ardor de esas palmadas. Gritaba, se debatía con desesperación, pero los hombres no se detenían.
Cuando por fin se detuvieron, Ana cayó sobre la mesa llorando. Sus pechos se aplastaban contra la mesa y todo su cuerpo temblaba. De repente, una serie de besos y de caricias sobre los lugares ardidos de sus nalgas le hicieron retorcerse otra vez, pero esta vez era un placer incontrolable. De vez en cuando las manos de ellos acariciaban su sexo expuesto y ella se retorcía como podía en sus ataduras. Estaba mojándose otra vez, seguro manchando su propia mesa esta vez.
En ese momento le quitaron el vibrador de adentro de ella. Ana respiró aliviada y se relajó un poco. Pero en cuanto el vibrador estuvo fuera, dos dedos abrieron sus labios vaginales haciéndole sentir lo expuestos que estaban. Ana suspiró otra vez.
Un gemido largo y agudo se escapó en cuanto ella sintió la lengua de José acariciando su sexo abierto y expuesto. Sus codos a ambos costados de su cuerpo comenzaron a moverse como si buscara aletear, y sus rodillas por mas que lo intentaban, no lograban cerrarse. Muy dentro de ella Ana maldecía la endemoniada habilidad de esos hombres en excitarla una y otra vez. Nunca había pensado en poder excitarse tan rápidamente luego de un orgasmo. Es mas, se daba cuenta que su sexo había quedado tan sensible que los roces la hacían vibrar muchísimo mas intensamente que antes. Ana entrecerraba los ojos y mordía su labio tratando de controlar su cuerpo. Entre sus esfuerzos, y como en sueños, podía distinguir a Gustavo delante de ella con algo en la mano.
De repente, una luz se encendió desde el lado donde estaba Gustavo. ¡¡La estaban filmando!!. Los muy desgraciados no solo se divertían con ella, sino que también deseaban hacerlo público. Ana escondió su rostro hacia el otro lado, no quería que nadie la viera en esa situación tan comprometida. Detrás de ella José alternaba su hábil lengua con caricias de su dedo en la misma entrada de su sexo. Ana intentaba cerrar sus piernas, pero sentía como la firme barra entre sus tobillos se lo impedía. Cuando el dedo de José se adentraba profundamente dentro de ella, un gemido se le escapaba y su cabeza parecía levantarse de sobre la mesa.
Por varios minutos, la situación se puso mas y mas caliente. Ana se arqueaba cada tanto sobre la mesa como un pez fuera del agua. Sus gemidos se habían vuelto cada vez mas intensos, y sus ojos eran espejos de su propia desesperación entre el placer y el temor. Cuando José sacó su dedo, ella respiró aliviada por un rato, pero dos segundos después, su espalda se arqueó nuevamente y aun mas que antes. Ahora los dedos eran dos.. y se movían deliciosamente dentro de ella. Ana no se podía controlar. Desde atrás de ella, entre sus piernas, veía los destellos de los flashes. Alejandro estaba tomando excelentes primeros planos de su sexo engullendo los dedos de José.
-Mirá lo caliente que está- le dijo José a Alejandro sacando suavemente los dedos de adentro de ella
-Hmmm... es una hembrita bien caliente..- dijo Alejandro sacando una foto de su sexo que había quedado dilatado y abierto
La lengua de José atacó las rosadas carnes dentro del sexo de ella, provocando una seguidilla de convulsiones que Ana no pudo evitar. Gustavo también enfocaba su cámara al empinado culo de Ana y captaba cada uno de los movimientos de José.
De repente, otra vez la mano de José comenzaba a azotar sus nalgas con fuertes y constantes azotes. Todo el culo de Ana se sacudía con cada azote. La piel, cuyo color rojo había descendido pero no del todo, comenzaba a acusar rápidamente los azotes. Ana volvía a sentir el calor subir en su piel. Volvía a sentir como el ardor crecía hasta hacerse casi insoportable.
Varios minutos después, la cabeza de Ana se sacudía para todos lados. No aguantaba mas la paliza que le estaban dando. Sus lágrimas caían de sus ojos y sus manos se crispaban. Dentro de su mente deseaba cualquier cosa con tal que se detuviera.
Como escuchando sus ruegos, los azotes se detuvieron. Ana se lamentaba sobre la mesa. Sus manos en la nuca sin poder consolar sus partes ardidas, su cuerpo exhausto por el esfuerzo. Delante de ella, la cámara de Gustavo no la dejaba ocultarse. Ella intentaba girar su rostro hacia un lado y el otro, pero el la seguía. Por fin, Gustavo se cansó del juego, y le pidió a Alejandro que la sostuviera desde el cabello. Por mas que Ana intentó moverse, la firme mano de Alejandro la sostenía frente a la cámara.
Sin que ella se diera cuenta, José se había quitado la ropa detrás de ella. Comenzó sintiendo las caricias de José sobre sus adoloridas nalgas. Ardían mucho, pero las caricias se sentían muy bien. Su cuerpo y su rostro comenzaron a relajarse con esas sensaciones. Poco a poco las manos de José se pusieron mas toscas y acariciaron mas descaradamente sus glúteos.
Pero lo que ella no esperaba, la tomó totalmente por sorpresa. De repente algo caliente y suave se hundía violentamente dentro de su sexo. Ella gimió y alzó el rostro sin poder evitar abrir los ojos como dos platos frente a la cámara. La estaban penetrando. Profundamente, sin piedad. El pene de José le abría su sexo, y sin mucha resistencia de parte de ella se hundía dentro de ella. En un primer momento, lo que hizo instintivamente fue gritar y agitarse como desesperada. Deseaba gritar al mundo que la estaban violando, que ella no consentía esa penetración, que se quitara de dentro de ella. Luego sintió las manos de José acariciando su cintura y el cuerpo de él rozando con su espalda y sus nalgas. Muy apretado a ella, se hundía hasta el fondo de su sexo sin piedad. Luego de eso comenzó a retirarse lentamente. Ella cerraba los ojos y aplastaba su rostro contra la mesa tratando de no sentir nada. Pero era imposible. El estaba caliente y duro, y su cuerpo húmedo por demás lubricaba deliciosamente ese movimiento haciéndole sentir cada centímetro de esa verga que la había penetrado. Sin poder evitarlo Ana sintió como su cuerpo se le aflojaba todo y el ir y venir de ese caliente y sabroso miembro dentro de ella la alteraba y la ponía cada vez mas fuera de control. Ana comenzaba a gemir nuevamente. Sus muslos se le aflojaban, su cuerpo entero hervía y deseaba que eso no se detuviera jamás.
-¡¡Cómo te gusta putita...!!- le dijo al oído José
El sonido de esas palabras en sus oídos la puso alerta nuevamente. Todo su cuerpo se tensó y sus ojos se abrieron de par en par. Sin embargo, por mas que le dolieran esas palabras, su cuerpo no tardó en responder nuevamente y su sexo volvió a desear que continuase. José se movía con ritmo detrás de ella, sus embestidas movían todo el cuerpo de ella y su pelvis sonaba con cada choque con las nalgas de ella. La estaba disfrutando, la saboreaba con cada arremetida, y ella lo sabía y lo deseaba. Las manos de José ahora se hundían entre las piernas de ella y manoseaban su sexo mientras su verga entraba y salía de él a cada momento. Ana creyó enloquecer. Los dedos de José hacían maravillas sobre su clítoris y las sensaciones pronto la hicieron perder la noción de que la estaban violando.
Delante de ella, Alejandro se había acercado a ella lo suficiente como para besarle el rostro. Algunas lágrimas caían de sus ojos, pero solo se podían escuchar sus gemidos.
-Ahora Ana, te vas a portar muy bien cuando te saque la mordaza...- le dijo besándole el cuello
Ana, fuera de si misma por completo, asintió con la cabeza y dejó que las manos de Alejandro le quitaran la cinta y la mordaza de su boca. En cuanto la tuvo libre inspiró con fuerza y apretó los dientes sintiendo una sensación que la dominaba por completo en manos de José. Alejandro le acariciaba los labios y la besaba una y otra vez. Sus dedos pronto comenzaron a mojarse con la lengua de ella y a meterse en su boca.
-¡Chupalos cielo...!- le pidió Alejandro
Entre gemido y gemido Ana cerró sus labios alrededor de los dedos de Alejandro y comenzó a chuparlos. Con la otra mano mientras tanto, él le acariciaba los pechos. Ana sintió que su cuerpo estaba a punto de estallar otra vez. Su respiración agitada, sus ojos húmedos de placer, todo indicaba que su orgasmo estaría muy cerca. Antes que se diera cuenta, Alejandro se había subido a la mesa y sacaba sus dedos de su boca para reemplazarlos por su miembro. Ana intentó resistirse un primer momento, pero en cuanto Alejandro la tomó del cabello, su boca engulló el duro miembro de su segundo agresor.
De repente Ana no aguantó mas. Su cuerpo comenzó a temblar, su cintura comenzó a acompañar el acompasado movimiento de José en lo que sus ataduras se lo permitían, y un gemido agudo y profundo acompañó su segundo orgasmo de esa noche. Totalmente fuera de sí, Ana se desesperaba sintiendo como la verga de José la hacia estallar y su cuerpo convulsionaba debajo de él. Con algunos segundos de diferencia, y estimulado por las contracciones del sexo de Ana en su orgasmo, José también estallaba dentro de ella tomándose de su cintura y hundiéndose dentro de ella mientras su miembro descargaba una y otra andanada de caliente y espeso esperma.