Un caso muy dificil (03)
Ficcion: Un caso judicial, con una violación, una victima que no dice todo lo que pasó... y una abogada ... que va a terminar averiguando lo que pasó.
Un caso difícil
Capitulo III
Ana estaba totalmente desconcertada y su adrenalina se había subido hasta las nubes. Pensaba en lo que le había dicho Carmen, en el rostro de ella mientras se lo contaba. Miraba a los hombres delante de ella, veía las sogas y las cosas que preparaban en sus manos y sus sensaciones eran de lo mas extrañas. Su mente se negaba rotundamente a la situación. Deseaba huir de ahí cuanto antes.... pero su cuerpo... era otra cosa. Sus piernas comenzaban a apretarse una contra otra, su sexo se sentía húmedo y sus pezones comenzaban a endurecerse.
-¡Tráiganla!- dijo uno de ellos finalmente
En cuclillas al lado de uno de los pesados sillón de su living, el hombre terminaba de atar un montón de cuerdas que quedaban colgando en todos lados. Llevada de los brazos, y aun arrastrada cuando sus pies se resistían, Ana fue obligada por la fuerza a sentarse en el amplio sillón. Sus pies fueron amarrados a las patas mientras que liberaban las esposas y sus manos las amarraban sobre los apoyabrazos. Ana se retorcía y se resistía a dejarse atar, pero era bien poco lo que podía hacer contra los tres hombres. Un par de sogas cruzaron su abdomen y otras dos ataron sus rodillas abriéndolas a la fuerza hasta pegarlas a los bordes del sillón. Ana sentía como sus piernas se abrían sin remedio y hacía todo el esfuerzo que podía por cerrarlas, pero la soga tirando de su piel amenazaba con lastimarla demasiado si se resistía. Finalmente vio que no tenía sentido el esfuerzo, ellos eran mas, y mucho mas fuertes que ella.
Los tres hombres se sentaron delante de ella. Podía verlos observar su cuerpo y dentro de su mente adivinaba las oscuras intenciones que tenían con ella. Cuando se hubo tranquilizado un rato y después de servirse un par de copas y recorrer la casa de ella, uno de ellos se paró delante de ella.
-Vas a pasar una noche inolvidable Ana.- le dijo sonriéndole mientras le acariciaba el cabello
De uno de sus bolsillos sacó un cuchillo plegable que abrió de inmediato frente a los asustados ojos de ella. Con delicadeza y cuidando de no lastimarla, se la pasaba por el cuello y por la mejilla. Lentamente fue bajando hasta sus hombros, y de un solo tirón destrozó el bretel de su vestido. Ana se asustó y su respiración se agitó muchísimo. Sin embargo, mirando a los ojos del hombre, sabía que no tenia intenciones de hacerle daño... de hecho, sabía las intenciones que tenía, y eso le provocaba una revolución de sensaciones en su vientre que comenzaba a volverla loca.
Con la misma maestría con que había cortado ese bretel, el hombre cortó el otro y comenzó a acariciar y besar sus hombros. Ella giraba la cabeza tratando de estorbarle y de sacárselo de encima, pero no podía. Poco a poco sus besos fueron logrando aflojarla un poco y sus manos lograban que ella cerrara sus ojos. Cuando la vio un poco mas calmada, nuevamente con el cuchillo en su mano, el hombre siguió con el siguiente paso. Tomando un poco de tela de su vestido en su mano hundió su cuchillo hasta provocar un tajo en la tela que se abrió paso de lado a lado de su pecho. Debajo de esa abertura se podía ver ya el sostén blanco que tenía puesto. El hombre sonrió al verle la ropa interior y deslizó la mano por dentro de la rotura de la tela acariciando su piel por dentro. Ana respiraba entrecortada, sus ojos mirando la mano del hombre dentro de ella. No podía hacer nada por evitarlo.
-Hmmm... tienen que probarla... esta suavecita la doctora... es un muñeca..- se deleitaba el hombre apretando de vez en cuando los pechos de Ana
Sin poder evitarlo, Ana sintió como sus pezones se empezaban a endurecer con los toqueteos de esas manos. Se maldijo para adentro y rogó que ninguno de ellos se diera cuenta. Preocupada por eso, no vio al segundo hombre que se acercaba por su derecha y se ponía en cuclillas delante de ella.
-Linda hembra... - dijo sin ningún cuidado
Con su mano se apoyó sobre la rodilla de ella. Ella se sobresaltó e hizo lo imposible por tratar de sacar su mano de ahí. Los dedos del hombre acariciaban su pantorrilla y su rodilla con delicadeza. Ella se debatía entre las manos de uno y del otro, pero su mirada se fijaba preocupada en el borde de la falda de su vestido. Intentaba por enésima vez cerrar sus piernas, pero solo lograba que la cuerda que sostenía su rodilla y su muslo, se marcara aun mas fuerte en su piel. Peligrosamente los dedos del hombre se deslizaban sobre su rodilla, acariciaban su atadura y ahora exploraban la suave piel de sus muslos.
-¡¡Hmmmmfffff!!- se quejó ella al sentir los dedos que subían por su muslo
-Parece que le gusta, Alejandro- le dijo el que tenia las manos sobre los pechos de ella
-Si, ¿ pero cual de los dos le gusta mas?- bromeó respondiéndole
-¿Que te gusta mas...? ¿Que te manoseen los pechos o que te manoseen los muslos? - le preguntó José tomándola de la barbilla
Ana cerró los ojos y bajó la cabeza sintiéndose derrotada y sabiendo que los dos jugaban con ella. Las manos de Alejandro seguían avanzando por sus muslos y ya comenzaban a tocar el borde de la falda de su vestido. Mientras tanto José se divertía acariciándole los pezones hasta ponérselos duros como piedra.
-Te pusiste un vestido muy lindo Ana.... es una pena..- dijo Alejandro
-Si, realmente una pena...- sonrió José
Sacando su cuchillo nuevamente, José cortó el borde de la falda del vestido en un pequeño corte apenas visible. Ana temblaba. Cuando José plegó y guardó nuevamente su cuchillo en el bolsillo trasero de su pantalón, Ana lo miró con cara de pánico. Luego de eso, cada uno de ellos tomó un extremo de la falda de ella y comenzó a dar fuertes tirones. El cuerpo de Ana se sacudía de un lado al otro sin poder sostenerse, y la tela se iba rompiendo lentamente, avanzando hacia el pubis de Ana. De vez en cuando los dos tiraban al unísono y la tela se rompía mas velozmente aun. Pero en cuestión de minutos, el tajo ya llegaba hasta el ombligo de ella.
Desesperada, Ana gemía y se retorcía en sus ataduras. Los muy degenerados no solo habían destrozado su vestido, sino que también la habían dejado expuesta e indefensa ante sus propios ojos. La devoraban con sus miradas perversas y llenas de deseo. Las manos de Alejandro ahora acariciaban el muslo con mas recorrido. Sus dedos recorrían sus suaves piernas desde la rodilla hasta adentro, cada vez mas, cada vez mas cerca de su sexo. Ana miraba la mano y no podía evitar sentir las manos estimulándola.
Tirando de diferentes parte, el vestido de Ana pronto fue arrancado hasta la ultima hilacha de sobre el cuerpo de ella. Ahora si, estaba casi desnuda delante de ellos. Solo se interponía su blanca y delicada ropa interior entre sus partes mas púdicas y las oscuras intenciones de sus atacantes.
-Te va a gustar... ya vas a ver..- le decía uno de ellos al oído desde atrás
Alejandro, desde adelante, acariciaba sus muslos en la parte mas alta, muy cerca de su sexo, muy peligrosamente acercándose. Esta vez sus dedos no se detuvieron. Los primeros roces fueron como descargas eléctricas en el cuerpo de Ana. Apenas fugaces, parecían descuidados equívocos de la mano de Alejandro, pero por la mirada de el, no lo eran. Premeditadamente la estaba excitando. De repente sintió que los breteles de su sostén eran empujados por dos manos que acariciaban sus hombros hacia sus brazos. Con delicadeza, desde atrás de ella, José estaba desabrochando su sostén.
Sus dos pechos salieron al aire de inmediato. Firmes y atractivos, con sus pezones bien duros y erectos, mostraban a sus dos agresores que iban por el buen camino. Muy a pesar del deseo de Ana, su cuerpo la estaba traicionando. Los muy desgraciados se iban a salir con la suya. Preocupada por sus pechos, no prestó atención a la navaja de Alejandro, que con delicadeza también, levantaba el elástico de su tanguita y comenzaba a cortarla.
Cuando la tela por fin cedió, Ana se dio cuenta de lo que había hecho Alejandro y sus ojos se abrieron de par en par mirando hacia su pubis. Las manos de José ya manoseaban sus pechos y acariciaban sus pezones jugando con su dureza, entreteniéndose haciéndolos bailar entre sus dedos. De vez en cuando los apretaba un poquito. Ana era atacada por dos flancos al mismo tiempo, la mano de Alejandro recorría su cintura y jugaba con el vello púbico que asomaba del lado derecho de su tanga, donde él ya había quitado el elástico. De vez en cuando, algún dedo se metía debajo de la tela de lo que quedaba de su prenda, acariciándola, jugando con su sexo sin tocarlo aun. Alejandro deslizó su dedo por el elástico superior de la tanga y con un movimiento rápido cortó el otro elástico también. Tomándose fuertemente de la parte delantera de la tanga, comenzó a tirar de ella mientras la fregaba por el sexo de ella. Enrollando la tela, la pasaba por sobre los labios de su sexo, abriéndolos poco a poco y metiendo la tela dentro de ellos. Ana sentía muchísima vergüenza de que le estuvieran tocando y jugando con esas zonas de su cuerpo, tan privadas para ella, pero para su desgracia se dio cuenta de que se estaba mojando y excitando cada vez mas.
Con la tanga en su mano, Alejandro sonreía pícaramente mientras observaba el enrojecido rostro de Ana. luego de revisarla y olerla varias veces la metió en su bolsillo. Nunca se había mostrado desnuda a un desconocido. Nunca había sentido en su cuerpo tanta excitación, tanto calor que le corría por dentro. El peligro la ponía muy excitada.
Alejandro se arrodilló delante de ella y con una sonrisa en el rostro comenzó a besarla. Primero en el cuello, luego los hombros. Suavemente su labios iban recorriendo toda la piel de ella. La respiración se le agitaba y sus ojos se ponían brillosos. No podía quitar la vista de él. Observaba nerviosa como su boca poco a poco besaba sus senos. Sus labios posándose sobre sus redondos pechos, haciéndola vibrar con cada contacto. En cuanto él sacó su lengua fuera y comenzó a lamerlos, ella abrió los ojos como desesperada. No podía evitar sentir la sensación de la caliente y áspera lengua que le recorría sus pechos. En cuanto la lengua tocó el pezón, ella se arqueó hacia atrás y sus ojos se apretaron. Todo su cuerpo hervía.
-Como te gusta...- le dijo el al oído
Ella se enrojeció nuevamente, llena de vergüenza. Pero no pudo evitar admitir que era cierto. Miró a los tres hombres a su alrededor y se dio cuenta que la iban a violar. Harían con ella lo que se les antojase, y ella no podría hacer nada para evitarlo. Quizás, hasta no deseaba evitarlo, pensó.
La mano de Alejandro deslizándose por debajo de su cuerpo y acariciando su sexo la hizo volver a la realidad. Sus dedos estaban acariciando los labios de su vagina, y su cuerpo reaccionaba humedeciéndose sin control. Delicadamente la acariciaba y la iba abriendo. Su sexo destilaba jugos y sus piernas temblaban con las caricias.
De atrás de Alejandro, José le alcanzó en su otra mano algo pequeño con un cable que ella no supo bien qué era. Aun cuando se lo mostró a los ojos, Ana no pudo distinguir de qué se trataba. Era una especie de plástico blanco, con forma cilíndrica y apenas un centímetro y medio de diámetro y cuatro de largo. Tenia los extremos redondeados y un cable saliendo de uno de ellos. En ese momento Alejandro quitó su mano húmeda de debajo de ella y volvió con el aparatito en su mano.
Con suaves movimientos volvió a abrir sus labios, y esta vez, para sorpresa de Ana, deslizó un dedo dentro de ella. Cuando la hubo lubricado bien, quitó su dedo y en su lugar hundió el aparatito.
-Vamos a comenzar con la tarea de relajación.- dijo él
Delante de ella, entre sus piernas, un control con botones y perillas, se unía al cable que salía de abajo de ella. Ana miraba sin entender de qué se trataba, pero temiendo algo. En cuanto Alejandro giró un par de controles, sus temores se hicieron realidad. Muy dentro de su sexo, ese aparatito comenzaba a vibrar dulcemente. La primera reacción de ella fue un grito, que fue ahogado por la mordaza. Luego, casi de inmediato, sus ojos se abrieron como platos y sus manos se crisparon tomándose del apoyabrazos del sillón. Su cabeza giraba a un lado y al otro negándose, como suplicando que le quitaran eso. Todo su cuerpo hervía en esa hoguera de sensaciones que comenzaba a encenderse en su sexo.
Riendo, los dos hombres se sentaron delante de ella, y aceptando las copas que traía el otro hombre. Por como lo llamaban y cómo lo trataban, parecía ser el mas importante de ellos. Lo llamaban Gustavo, y hasta ahora no la había tocado, pero en sus ojos podía ver la lujuria y el deseo que explotaban dentro de él.
Retorciéndose en sus sensaciones y con los ojos húmedos por lo que estaba sintiendo dentro de su cuerpo, Ana tuvo que soportar las sonrisas, los comentarios y las charlas de los hombres sentados delante de ella mientras bebían sus whisky, servidos de su propio bar. De vez en cuando, alguno de ellos se acercaba y le manoseaba sus pechos, apretaba suavemente su pezón y apoyaba el frió vaso sobre él, jugando con los sentidos de ella. Totalmente indefensa, Ana se concentraba en poder sentir el dolor en el pezón. Quizás eso pudiese frenar ese infierno de sensaciones placenteras que la estaba enloqueciendo. Pero por mas que se concentraba, esa suave presión en su pezón, y hasta el frío de los hielos, le provocaban sensaciones muy contrarias a las que ella esperaba. No lo podía creer. Cuanto mas apretaban ellos sus pezones, mas se excitaba ella. Se miraba el pecho y por momentos deseaba que le apretaran mas fuerte aun.
-¿Dónde lo hacemos Gus?- preguntó Alejandro
-¡¡Acá arriba de la mesa!!- sugirió José excitadísimo
-Podría ser... - admitió Gus
-Pero creo que tengo algo mejor.- agregó
-Uds. vayan preparándola...- les dijo
-Si jefe.- le dijeron sonriendo los dos
De adentro de un maletín, sacaron cinco piezas de cuero negro. Se acercaron a Ana, que traspiraba como nunca y los miraba con ojos nublados de las sensaciones. Ellos siguieron jugando con los pechos, los pezones, el cuerpo entero de ella. Esta vez algunas manos recorrían sus muslos, e inclusive Ana sintió como con sus dedos jugaban y apretaban suavemente su clítoris. Su respiración se agitó mas aun. Su cuerpo era una bomba de tiempo a punto de estallar. No podía detenerse. Su rostro, rojo de vergüenza no admitía como podía estar en esas condiciones frente a tres desconocidos que la estaban abusando.. pero ... era mas fuerte que ella.
-Me parece que la damita esta a punto de estallar.- dijo sonriendo José mientras se observaba los dedos chorreando jugos que acababa de sacar de abajo del sexo de ella
-Vamos doctora... yo se que Ud puede..- le murmuró al oído Alejandro
Ana deseaba gritar. Quería insultarlo, quería pedir que se detuvieran... quería parar... ¿o no lo quería ya?. De repente, sus ojos se cerraron bien apretados y un largo y agudo grito se escuchó detrás de la mordaza. Todo el cuerpo de ella temblaba y tiraba de las cuerdas mientras el sillón la mantenía inmóvil. Ana sintió como su volcán estallaba por dentro, como su cuerpo llegaba al clímax y su mente voló por unos segundos fuera de ella. La vibración en su sexo no se apagaba, las caricias de los dos hombres parecían mas descaradas aun, y aun cuando abrió nuevamente los ojos, el orgasmo continuaba devastándola. Descontrolada totalmente, sin poder hacer nada por evitarlo, tuvo uno de los orgasmos mas largos e intensos de su vida. Con lagrimas en los ojos miraba a los hombres suplicándoles que le quitaran el vibrador.
Ellos la observaban, y por varias experiencias anteriores, sabían perfectamente lo que ella estaba pidiendo. Sin embargo, y para disfrutar mas del momento, se hacían los desentendidos.
-¡¡Ahh... !! Querés que te saquemos el vibrador...- dijo José haciéndose el sorprendido
Ana asintió con la cabeza mientras lo miraba con ojos mezcla de suplica y cansancio.
-Si, te lo vamos a sacar... - dijo José
-Pero antes... decime... ¿tuviste un orgasmo? ¿Verdad?- agregó
Ana sintió que su rostro se ponía rojo de vergüenza. Claro que había tenido un orgasmo. Pero ... admitirlo delante de sus dos abusadores, eso era algo que la ponía muy mal...
Por un rato se resistió a admitirlo. Pero en cuanto Alejandro tomó el control del vibrador y subió un poco la velocidad, su sexo sensibilizado por el reciente orgasmo comenzó nuevamente a excitarse. Desesperada, y viendo que esos hombres no tenían límite con ella, con los ojos abiertos como platos, asintió con la cabeza.
-Bueno.. Entonces... ¿vas a contestar?- le preguntó Alejandro
Ana asintió con la cabeza
-Decinos... ¿tuviste un orgasmo?- le volvió a preguntar.
Ana enrojeció su rostro y nuevamente asintió con la cabeza
-Bien... yo dije que la doctora también era una rica mujercita.- rió él
-Y te gustó ¿cierto?- le preguntó José
Ana lo miró a los ojos y una lágrima cayó por su rostro Le dolía admitirlo, pero era el orgasmo mas fuerte que había tenido en muchísimo tiempo. Lo miró suplicándole que no la torturara mas y le asintió con la cabeza.
-Eso es... la doctora tuvo un orgasmo de película... y eso que todavía no la tocamos.- rió José
-¿No querías saber lo que le pasó a Carmen... ja ja ja ?- rió José mientras apagaba el aparato sin quitárselo
-Ahora Ana... te vamos a poner la ropa que vas a usar en el resto de la noche.- le anunció Alejandro