Un caso fuera de lo común
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UN CASO FUERA DE LO COMÚN
-Dígame, Ángela, ¿por qué le gusta tanto el sexo?.
A estas alturas ella ya estaba húmeda. No lo podía evitar. El sexo para ella era lo más importante, lo más sublime, lo más perfecto. Su felicidad dependía de su ración de sexo diario y aún así muchas veces no tenía bastante.
-No lo sé, doctor. Comprendo que estoy enferma, ¡querría follar todo el día!.
Ángela no estaba tonta. Era una chica lista y bonita, estudiante del último curso de filología hispánica, y sabía perfectamente que una cosa era ser apasionada, ardiente, como muchas de sus amigas, y otra muy distinta lo que le ocurría a ella.
-Tranquilícese, ¿quiere?, respire hondo. Ahora cuénteme lo que busca en los hombres con los que se acuesta.
Ángela miró fijamente a su médico indignada, ¡y ella qué sabía, joder!, ¡vaya preguntitas!.Estaba por coger el bolso y largarse, al fin y al cabo esas terapias eran carísimas y no le servían para nada. De pronto, se dió cuenta de que en el fondo no buscaba, no esperaba. Ni siquiera un poquito de ternura, un "gracias" después de haberse entregado, un dulce beso de despedida. Nada, solo el orgasmo, ¡el deseado orgasmo!, las pollas duras y calientes, ummm, las arremetidas salvajes contra su coño, la postura del perrito y los secretos del Kama Sutra.
-Nada, solo follar Respondió descaradamente.
-¿Y eso?.
-¿Ve a todas esas personas paseando doctor? Dijo Ángela señalando a la ventana de la consulta desde donde se veían las calles de la ciudad.
-Por supuesto, ¿pero qué tiene que ver?.
-Todas las personas pretenden ser perfectas para los demás. En cambio, en la cama cada cual es lo que es. El placer es un egoísmo compartido.
Ni siquiera era una respuesta planeada. No se había preguntado si acaso justificaba todas las aventuras, las fornicaciones, los desenlaces, las infidelidades del último año. En realidad, deseaba hacer el amor con cada hombre conocido. Agotaba a sus amantes, que la dejaban insatisfecha la mayoría de las veces. Y luego, en su casa, de noche y a hurtadillas, lo hacía con su pastor alemán.
-Ninfomanía Susurró el doctor, y luego más seguro repitió Usted sufre de ninfomanía, ¿lo sabe verdad?. ¿Cómo se siente ante eso?, ¿sabe que es una de las pocas pacientes realmente ninfómanas de este país?.
Lo reconocía. Necesitaba salir de la consulta y subir al primer coche que le parara al verla. Pero, ¡qué coño!, ¡el médico también tenía polla!.
-¿Le gustaría saber realmente lo que siento?.
-¡Claro que sí!, ábrase para mi y me ayudará a conocerla.
Por mucho que el doctor hubiera utilizado la palabra "ábrase" para fines terapéuticos, a los oídos de Ángela "ábrase" había sido lo más tentador, erótico y delicioso que hubiera podido escuchar. Y quería que fuera allí mismo, a ser posible encima de la mesa del doctor o tumbada en la camilla donde el psiquiatra relajaba a sus pacientes.
A él, hombre maduro y experto, le daba un morbo especial tener una viciosa tan bella frente a él. Le caían gruesas gotas de sudor por la frente. Desde el primer momento se había fijado en ella, tan joven, tan desenvuelta. Aquella era la primera consulta. Aún quedaba muchas más. Muy atractiva. Ninfómana. Un caso fuera de lo común.
-Entonces seré muy directa, doctor Rueda. Necesito que me trate a mi manera, ahora mismo, cumpliendo con su obligación de tratar debidamente a los pacientes o me tendré que ir y volver otro día.
El doctor se frotó las manos. Su rabo, grueso y morcillón, le dolía apretujado bajo los pantalones.
-Está bien preciosa, te voy a tratar como te gusta. Pero luego no te quejes. Te sentirás una auténtica puta.
Era eso lo que ella necesitaba. Un hombre fuerte y seguro que sin dudarlo la dominara aquel día, aquella noche, quizá hasta el día siguiente sin parar.
El doctor se quitó la bata blanca de médico, se aflojó el cinturón y se acomodó espatarrándose en su sillón de cuero marrón.
-Venga perra, de rodillas y a chupar.
Pero Ángela ya se había acercado predispuesta a bajarle la bragueta, ensalivarle la polla y hacerle la mamada de su vida. Se sorprendió del tamaño de ésta, del palo gordo y reluciente y deseó ser puta para el resto de su vida. Decididamente, había acertado en su elección.