Un cambio de costumbres
Casado con hijos,una vida que parecía muy "normal". Hasta que un día, conoció a un hombre que le devolvió las ganas de vivir.
Por las noches, caminaba perdido por las calles. No siempre, pero algunas veces, elegía las calles más concurridas. Las avenidas y trnsversales céntricas. Luces de neón. Gritos. Bocinazos. Humo. Smog. Multitudes.
El ruído de autos y de la gente, por momentos me enfurecía y en otros era una distracción para mi. Quería aturdirme. Las luces del alumbrado público, las marquesinas, los escaparates de los comercios, y los focos de los autos, me cegaban por momentos, y vagabundeaba sin rumbo fijo. Sin norte. Dando vueltas. Dándo círculos por la vida. Quizás pensando en la muerte. La calle, como mi casa, como mi matrimonio, como mi vida hasta ese momento, eran una cárcel ruidosa e irrespirable. Una prisión de papeles y mentiras.
Finalmente, me perdía en barrios lejanos. Cruzaba plazas oscuras y parques silenciosos. Entre las últimas sombras, y donde ya nadie me viera o me escuchara, me ponía a llorar desconsoladamente.
Liberaba asi toda la tensión y toda la rabia acumulada. Quería estar con un hombre. Coger, amar, acariciar a otro macho. Pero no podía. Me ataban las convenciones y los compromisos. Me faltaba coraje. Me consumía la culpa. Me paralizaba la vergüenza.
En alguna esquina, o mirando alguna vidriera, encontraba hombres como yo, más jóvenes o más viejos. Hombres girando, hombres de caza y pesca por las avenidas y calles transvesales, buscando a otros hombres. Tipos anónimos caminando o parados entre los arbustos en plazas y parques. Algunos disimulados, otros mirando como lobos el bulto del primero que pasaba, o el culo de otros. Yo era uno de ellos. De los que miraba y era mirado. Me calentaba con algunos, los deseaba. Pero no me atrevía a nada. Era un leño que se encendía pero que no quemaba. Una onda poderosa de deseo y leche depositada en las bolas de tantos tipos, cargaba el aire de electricidad y silencio....
También estaba Alberto en mi confusión. Mi primer amigo gay. El que sin conocerme demasiado se dió cuenta de lo que me pasaba. Era amigo de la hermana de mi mujer. Coreógrafo, inteligente, pero muy feo, pobre. Nos hicimos amigos pero yo le di a entender con actitudes y palabras que no estaba interesado en él. Cuando entró en confianza conmigo, me lo dijo muy claramente: "perdoname que te lo diga y no te ofendas por favor, pero yo pienso que sos un gay disfrazado de macho" En mi vida rutinaria "normal", sin sentido, el contribuía con su franqueaza y desparpajo con una cuota de realismo a mi desesperación y desconcierto"
Lo hacía de buena fe, pero no me ayudaba. "Sos puto papito, reconocelo, me decía, para qué te casaste si no te gustan las mujeres . Te gusta la carne en barra (la verga) admitilo de una buena vez, entregá el culo, gozá y sé feliz. Alberto podía ser brutal y obsceno cuando quería. Vulgar y grosero, pero nunca tramposo.
Cómo explicarle que yo no era como él. No hay dos personas e historias iguales. Cómo podía entender el que me había casado enamorado de Clara. Que en aquella época, a los 22 años, y por mucho tiempo pensé, que me gustaban las mujeres. Que me calentaban los cuerpos de las minas, las conchas, las tetas, los culos, las piernas, la forma de caminar, el perfume, la delicadeza de las hembras.. Mi sangre era bien caliente y quería cogerme a todas. Cómo podría entender el, que hubo un Javier Peñaloza que quiso alguna vez tener una mujer para siempre, una familia, hijos, una carrera, un perro labrador, una casa algo cursi, blanca de dos plantas con rejas y escalerita que diera a un jardín en algún barrio suburbano con mucho verde y mañanas de sol. Un tipo que quiso ser "normal", aceptado, exitoso, admirado .Quizás no comprendería mi necesidad de posteridad, de hijos, de seguir un libreto congénito que me imponía, como un mandato familiar y sagrado, que mi paso por el mundo dejara alguna huella. "Creced y multiplicaos". Me resultaba dificil explicar esa necesidad internalizada desde la infancia de formar una familia, de darle nietos a mis padres, de moverme social y familiarmente del brazo de una mujer. Yo nunca quise ser un rebelde ni un desclasado. Por mucho tiempo me conformé con ser lo que se esperaba de mi: hetersosexual, varonil, profesional independiente, políticamente conservador, padre de familia y esposo ejemplar. O en otras palabras, por respetar la voluntad de los otros, me arruiné la vida.
Alberto no conoció mucho de mi otra vida. La del marido fiel, la del padre dedicado, la del miembro destacado de una familia tradicional. Javier Peñaloza, decente y "normal", de misa de domingo, de sociedades vecinales, de entidades benéficas. Javier Peñaloza que nunca bebía, ni trasnochaba, ni fornicaba, ni mentía Bueno si mentía pero nadie debía enterarse.. Ese había sido yo. No idealizo esa vida, no era feliz y no sabía porqué. , o si lo sabía, mi conocimiento lo guardaba en el cajón mas escondido de mi placard, de mi closet .En la parte mas profunda de mi alma. Era mi secreto. Me gustaban los machos. Me calentaban los tipos. Me excitaban los hombres.
Claro, eran otros tiempos. Antes que Abel Lacroix llegara a mi vida y se instalara en mi corazón, y rompiera el castillo de naipes en el que estaba sustentada mi aparente felicidad. Antes de que casi con violencia me arrancara el antifaz de mentiras que protegía mi integridad.
- Javier Peñaloza mucho gusto, dije. Y el me miró. Lo primero que noté fueron sus ojos, sus ojos azules muy brilantes, sombreados por pestañas tupidas y largas, y su mirada escrutándome. Era tan alto como yo, pero algo más delgado. La clase de hombre que no tiene vergüenza de exhibir su cuerpo, de usar pantalones bien ceñidos, ropa de color llamativo y desprejuiciada. Arito en la oreja y en una tetilla (se notaba a través de la camisa), tatuaje, bandana en la cabeza. Casi sin querer le miré la pija, los huevos y el culo. Me gustó lo que vi, pero como siempre, con discresión, y disimulo, me callé la boca. Mi verga estaba como despertándose pero le dije en silencio "Calmate loca". No me hizo caso. Mi verga nunca ha obedecido las órdenes de mi cerebro Se para en los momentos y en los lugares más inoportunos. Me hace avergonzar. Es una verga revoltosa. .
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Mi verga y todo el resto de mi, se enamoró del cuerpo de Abel en el momento en que lo vi por primera vez. Un cuerpo sinuoso, duro y suave a la vez. Cuerpo de gym pero con una sensualidad que no prestan las máquinas de ejercicios. Un cuerpo de puta madre con perdón de su madre y también con perdón de las putas..
- Buen día, no tengo mucho tiempo para un reportaje largo pero lo quería dar igual, dijo Abel Lacroix, antes de mirarme con esa mirada seductora, elegante, pero cruda y sensual a la vez, que parecía decir "Papito estoy caliente y disponible, llevame a la cama y rompeme el orto ". Era la forma sensual que usaba con todos. Tenía carisma, simpatía, aires. Parecía un rey y lo peor es que lo sabía. Hasta las baldosas y las alfombras se rendían a él. O eso me pareció.
El fótografo que me acompañaba a la entrevista, comenzó a disparar sus flashes y Abel pasó a responder mis preguntas , una a una, con su voz segura de timbre joven y vibrante, su cuerpo flexible, sus maneras educadas, seductoras, juveniles, con una coquetería varonil y al mismo tiempo femenina, como un andrógino pero no afeminado, y me hablaba como si yo fuese en ese momento lo más importante del mundo y estuviéramos a solas. , mirándome de vez en cuando, como ratificando lo que decía. Me explico, repetía, a cada momento Y yo interiormente pensaba "Si papito te explicás, y me calentás como loco"
Dijo tener 31 años y yo me asombré de su coraje y de sus logros. Tenía unos pocos años menos que yo y ya se había consagrado... Hacía falta mucho valor para haber filmado dos películas tan exitosas, y estar por iniciar un nuevo filme en Hollywood. Me miraba la cara, recorría mi pecho con sus ojos y luego con absoluto desparpajo me miraba el bulto. Lo noté y me puse incómodo. En cualquier momento, mi pija me daría un sofoco, poniéndose dura al divino cohete Mi otro yo quería decirle "No me sigas provocando que te hago poner en cuatro patas y te cojo". Pero yo no decía casi nada.
Usaba el pelo largo, parecía tan sedoso y brillante que daban ganas de acariciarle la cabellera rubia y abundante.Tenía unas manos grandes pero finas, con una alianza de platino que fue lo primero que vi. Un remero de barba sombreaba la parte inferior de sus labios carnosos y húmedos.
Era el director de cine de moda y yo no sabía nada de su vida privada. Es casado como yo, pensé. ¿Pero porqué me miraba de ese modo? ¿Porqué entonces ese coqueteo corporal , esas miradas, esa forma felina de moverse, esa exhibición sin restricciones de su sexualidad ?
Mis preguntas oficiales, no las internas, se hicieron incisivas. Corría el riesgo que se enojara y suspendiera la entrevista, pero no quería parecer un fanático que solo quería halagarle. Yo me lo quería coger pero no lo podía decir No debía notarse. En algún momento me faltó el aire, estaba tan caliente que casi ni me salían las palabras, pero continuamos hablando. El seduciéndo mis cinco sentidos. Yo como la mosca boba cayendo en la telaraña.
Afirmó que aún no había encontrado en su vida, la persona que habria de compartirla para siempre. Me llamó la atención de que hablara de "persona" y no de "mujer". Según mi experiencia, esa solía ser , en algunos casos, la ambigüedad propia de quienes tienen una sexualidad no tradicional, y que por obvias razones no desean revelar. En su caso me impactó. Mi habitual verborragia pareció cesar y me qudé mudo una y otra vez.. El anillo de platino no era una alianza entonces, no significaba un compromiso con una mujer, sino apenas una joya para decorar sus bellas manos. Sus largos dedos. El director de cine de moda, era, posiblemente, gay o al menos bisexual. Todas las fichas fueron cayendo: la ropa, la mirada, la seducción, esa sexualidad a flor de piel, con esa pija y esos huevos colganes que se adivinaba en su pantalón claro y ajustado, ese culo tan redondito y carnoso. Esa manera de moverlo, de de cruzar las piernas o de poner una de ellas completamente flexionada sobre el sillón. Las ondas que yo sentía que el me tiraba inconscientemente o no. Me dije "Quizás el chico no sea gay, sos un prejuicioso, un arbitrario, juzgás a los demás sin conocerlos, le transferis tus propias vacilaciones " Yo sonreia con cara de boludo (huevón, tonto).
Zamudio el fotógrafo se fue. Abel, hizo un par de llamadas con su teléfono movil y le indicó a su secretaria que estaba en otra oficina , que se podía retirar.
Caía la tarde y desde el piso 28 de un edificio torre en plena ciudad, se veía el Rio de la Plata, ese estuario gigante que baña las costas de Buenos Aires, y el río era una masa amarronada y por momentos amarilla. El día estaba claro y todaviá con algún esfuerzo se podía ver, a lo lejos, la costa uruguaya.
Trás la última pregunta, pedí permiso para pasar al baño y tuve que orinar con mi pija dura y anhelante. Me lavé las manos, la cara, mojé mi pelo, me peiné.y cuando salí el me esperaba sentado en el mismo sillón, pero con los ojos cerrados, la misma pierna levantada apoyada en el sillón, descalzo
Parecía dormir y no quise despertarlo. Caminé hasta donde estaban mis apuntes, mi grabador, y mi saco y ya me iba a ir , cuando el, repentinamente, abrió los ojos y preguntó::
Puedo convidarte con un whisky
Gracias, contesté asombrado
Me gustaron tus preguntas, agregó., con su mirada algo más calma pero sonrojándose. .
Yo lo miré con interés, si mis preguntas le habían caído bien, no había parecido. Se había molestado con algunas y a cada rato miraba el reloj, como si estuviese apurado.
Vení sentate, o ya te tenés que ir, me preguntó
Está bien dije. Tenía todo el tiempo del mundo. Pero su proximidad era como algo peligroso e inquietante
Sentí la tentación de irme. De salir corriendo con cualquier excusa. De evitar su cuerpo que me atraía como un imán. Quise por un instante escapar como siempre lo había hecho de mi destino. Mi conciencia me decía "Pensá con la cabeza, si con la cabeza de arriba y no con la cabecita (el glande) de tu pija "
Sirvió hielo con una pinza de plata, en cada uno de los vasos, alargó sus brazos hacia la botella de whisky y sirvió medidas generosas.
Salud, dijo
Salud, contesté y en mi temblor el notó que algo me estaba pasando.
Me gustó la entrevista, dijo. Y bajó la pierna elevada hasta el piso alfombrado, mientras sonreía complacido. Hasta sus pies eran bellos.
¿Qué es lo que te gustó? Pregunté, conciente de que no había sido mi mejor entrevista.
Me gustó el clima que creaste, el orden de las preguntas, la forma de preguntar.
¿Eso te gustó? , inquirí sorpendido.
Si, fueron preguntas muy inteligentes, agregó. Me gustaron. Sacaste de mi lo mejor
¿Qué es lo mejor de vos?, pregunté con alguna disimulada intención.
Eso lo podés averiguar por vos mismo, está mal que yo lo diga.
Era un juego de seducción y yo me prestaba a él. Yo inconcientemente quería seducirlo pero en realidad era el quien me seducía a mi. La pija se me había parado y se me salía del slip. Estaba caliente con aquel hombre, aquel muchacho algo mas joven que yo: su sola presencia, su perfume, las ondas que parecían salir de su cuerpo, me impactaban y yo era un títere de sus mínimos deseos. El sentido común me indicaba "no te quedes". Pero la carne, mi carne sacrificada, mortificada, y olvidada por años, me decía lo contrario.
Se incorporó y fue hasta una lámpara, para encenderla. La tarde había caído y el aire entraba fresco desde el balcón. Lo miré. Espaldas anchas, torax bien definido, cintura estrecha, culo espectacular. Mi yo me decía "aprovecha boludo (tonto, huevón) el pibe esta cachondo y se muere porque lo vacunes con tu pija "
Trataba de aclarar mi mente, mientras bebía el whisky, y el se acurrucaba en el sillón sonriendo, revolviendo los cubos de hielo de su vaso con los dedos, acariciando su pelo rubio, bebiendo ligeramente con traguitos cortos. Mahalia Jackson sonaba a lo lejos.
En un momento hizo un gesto como quien estira la bragueta para que no se note una erección. Instantáneamente se me volvió a parar la pija. Quise incorporarme. . Se me hacia tarde para el trabajo, mentí. Debo volver a la oficina.
El me ayudó a incorporarme y quedamos frente a frente, nuestros cuerpos se rozaban., yo transpiraba de deseo y de miedo y de calor y el olía a after shave y a tabaco y whisky y a miel y a una colonia exótica, olía a sexo y a extasis y temblando traté de no tocarlo , de alejarme en la casi penumbra de la habitación. Quería de cualquier modo, evitar caer en la red de una pasión que yo me negaba, pero el no me permitió pasar.
No te vayas por favor, me dijo y su voz transparentaba pasión pero también necesidad..
Me abrazó y al caer en sus brazos creí que por fin estaba a salvo. Cuando me besó, con deseo, con rabia, con los dientes afilados y la lengua larga rosada e hirviente, creí que era un bautismo, o una ceremonia pagana en su instante de climax. Devolví esos besos con pasión. Besar a otro hombre por primera vez, algo antes imposible en mi conciencia no me pareció tan extraño, ni tan impropio ni tan antinatural como lo había imaginado. Había una fuerza, un derroche de energía y pasión que no me esperaba. Seguimos besándonos y el comenzó a tocarme. Senti sus manos en mi cuello, en mi nuca, en mi pelo. Su mano era tibia y su gesto era suave, pero firme. Besó mis orejas y yo intenté hacer lo mismo y el puso una mano en mi pecho y tocó mis tetillas por sobre la camisa y yo acaricié sus mejillas y el giró su cabeza y yo la tomé con fuerza y le di un tremendo beso de lengua.
Eso estuvo muy bueno papi dijo, temblando de pasión y con los ojos desfigurados por el deseo
Me calentás mucho, contesté y el acarició mi espalda transpirada y mi culo y mi pija y puso una mano en mi pelvis.
Vos también me calentás papá. No se cómo aguanté hasta ahora sin abrazarte, sin agarrarte el bulto que me tentaba, guacho, ¡Que bulto que tenés! Lo escuchaba y no lo podía creer, otro hombre en mis brazos, con su lengua en mi boca y luego alabándome y sobándome el bulto.
Lo que más me conmovió fue la ternura. Me habían educado con la idea de que el macho tenía que ser agresivo, y me encontraba con otro hombre y ambos nos estábamos acariciando, nos estabamos mimando como viejos amantes, como iguales y no como adversarios.
Sus besos inundaron mi cara, mi cuerpo, mi voluntad y yo los devolvía y besaba sus manos, sus ojos, su pelo. Se dio vuelta y tomó mi brazo y me llevó hasta una escalera sinuosa que daba a su dormitorio a oscuras. Entramos cerrando la puerta y como un ciego recorri su cuerpo mientras se iba desnudando y el al mismo tiempo me sacaba una a una las ropas. Nuestras camisas, pantalones, medias, boxers quedarón apilados y en unión bien promiscua en el piso, y uno de sus zapatos cayó contra una lámpara. La urgencia nos hacía ser ridículos e infantiles. El temor había quedado atrás, y el no dejaba que yo me distrajera pensando en nada. Sus besos tapaban todas mis prevenciones.
Nos tiramos en la cama besándonos. Los besos eran salvajes, rotundos. Con la violencia que tienen los besos entre machos. Su boca de fuego en mi boca ardiendo, su lengua jugando con la mía y mis manos recorriendo su espalda, su culo, su cintura, el revoltijo de su bulto. Ay papi me decia, ay papi. Me matas, repetía.
Lo abracé y el me abrazó a mi, y en ese agrupamiento tan íntimo e impensado de nuestros cuerpos, pude percibir su piel caliente y suave, la intensidad de su deseo, el fuego de su pasión y devolví todo eso, apretándolo contra mi cuerpo, hundiendo mi pija entres sus piernas, y sintiendo el roce quemante de sus muslos acariciando nerviosos mi verga a punto de estallar.
Nos miramos a los ojos por un momento y nos volvimos a besar. Era imposible despegar nuestros labios sin sentir un vacio inmenso. El temblaba en mis brazos y cerraba los ojos , en una expresión de deseo y abandono que nunca había visto antes en otro hombre.
Con mi lengua comencé a recorrer su pecho, sus tetillas, y por momentos lo besaba suavemente. Mi lengua seguía el camino de su vientre cuando el se dio vuelta con sus piernas fuertes y lampiñas y frente a mi apareció su culo masculino, sin pelos, redondo y fuerte a la vez. Se puso en cuatro y su culito avanzó hasta mi cara y comencé a lamer su orto despacito, recorriendo su raya primero como si estuviera pintando un cuadro y luego introduciéndola en su hornito humeante y el gritaba, gemía mientras mi lengua se introducía en su orto y el se abría para mi , de par en par. "Segui papito" gritaba. "Segui".
Me puse de rodillas y ayudado por dos dedos comencé a dilatar su agujero y el a regodearse con aquel anticipo de mi pija que le removía el guiso. Cogeme por favor decía y como yo todavía no lo hacía, el lo repetía una y otra vos, "Cogeme, cogeme" y yo seguía abriendo el camino y generando con mi lengua un deleite, que el no podía soportar.
De un cajón sacó , como pudo, una cajita de profilácticos y una crema, y yo me calcé con cuidado el forro y deslicé en su culo y en el profiláctico una buena cantidad de crema lubricante y empecé la marcha hacia el fondo de su culo abierto de par en par. Recibime papi le decia por lo bajo, dejame que te haga el primer plano .
Cuando se la puse toda en su culito divino, saltó un grito, de dolor o de ganas no sé, pero el mismo acomodó el culo como para recibir mas placer. Mi pija estaba gorda, mojada y dura como nunca y me había ido metiendo en el, poco a poco, saboreando a cada instante su entrega y compartiendo su placer, su deseo, su goce.. Su culo se movia para atrás como queriendo tragarme y gritaba, gemía, resoplaba y yo serruchaba, ponía y sacaba, y cada vez entraba mas profundo, y el pedía mas sin ningún pudor y a los gritos: "cogeme por favor", "cogeme mi macho", " ponémela toda". Puteaba, reía, lloraba, y a cada estocada, yo sentía que el mundo se partía en dos, como su culo para recibirme. Que la historia comenzaba, nueva, sin dudas, sin culpas, sin remordimientos.
Me lo cogí por horas. Luz, cámara, acción. Mucha acción y poca luz. Hicimos un largo metraje que nadie más verá, porque es el testimonio de un gran amor. Fifamos , filmamos, cogimos. Su culo era elástico, cariñoso, era mío. No me cansaba de ponérsela y el de disfrutarla "damela toda, papi decía " y yo obedecía mientras el contestaba : "asi papa , así " o casi intelegiblemente repetía "´damela , dame tu pija, dámela" y yo respondía " te la doy " "toda, mi amor ", "toda". Ahhh, ahhh ayyyyyyyyy.
Mientras lo cogía, tomé su pija, su verga no muy gruesa pero larga y apreté sus huevos grandes y sedosos. Lo empecé a masturbar y con cada penetración iba y venía por su pija que fue endureciéndose como poseída, entre suspiros y gemidos del él y palabras obcenas y gritos míos.
En un momento, sentí que ya no aguantaba mas, que mi leche venía en camino y en las puertas del placer mas celestial, clave mi pija en su orto, una y otra vez, cada vez mas rápido y entre sus exclamaciones, el se vino copiosamente entre mis dedos y esa fue la señal para llenar su orto (o mejor el forro) con toda mi leche acumulada. Ay papito que placer..
Después me salí de su culo contra mi voluntad. Mi verga cansada y mis latidos me lo pedían, Nos besamos apasionadamente, y recuperamos un poco de aire para la segunda función de nuestra película. La dirigimos juntos y salió muy pero muy buena.
La película aún sigue, pero espero que nunca tenga final.
galansoy.
Gracias por tantos comentarios y mails. A todos y cada uno, muchas gracias. Valoren este nuevo relato y hagan comentarios: todo me es útil . Abrazos argentinos. G.