Un camarero muy servicial
Sexo express de un joven camarero a uno de sus clientes. Atención: relato corto
Sucedió durante una comida un sábado en el que tres amigos y yo nos acercamos en coche desde Madrid a la localidad segoviana de La Granja para celebrar el cumpleaños de uno de ellos. Nos habíamos sentado en una terraza al aire libre que un restaurante de la carretera que une el puerto de Navacerrada con Segovia había montado a un lado de la carretera. Disfrutamos de una suculenta comida en la que no faltaron las alusiones sexuales que en aquella ocasión se concentraron en el chaval que se ocupaba de servir las bebidas de todos los comensales. He de confesar que este tipo de situaciones no me agradan del todo, quizá porque afortunadamente a mis treinta y cinco años sigo ligando como el primer día y no necesito por tanto hacer insinuaciones ni bromas sexuales a nadie.
Dicho esto he de confesar que el niñato era muy mono, rubito, delgadito, ataviado con una camiseta de un blanco impoluto, unos vaqueros de color azul claro ligeramente desgastados y algo caídos de los que sobresalían unos slips negros y unas botas de montañero abiertas sin cordones bajo las que se adivinaban unos calcetines a juego con el color de la camiseta. Todo empezó por su indumentaria, tan radicalmente diferente a la de los otros camareros que iban con camisa y pantalón negro y que hizo pensar a uno de mis compañeros que sería porque se trataba del hijo del dueño del local, pero que el resto prefirió imaginar que se debía más bien a que éste se lo beneficiaba y por eso le permitía un trato diferente en la vestimenta. En fin, una tontería para pasar el rato pero que cada vez que nos servía alguna bebida, sin duda tenía que notar que allí flotaba una tensión sexual en torno a su persona y pese a todo allí seguía, tan profesional y tan sonriente como si no fuera la cosa con él.
Después de los postres y tras ingerir tanta bebida para poder entre todos disfrutar de tener cerca al chico, tuve que atravesar la carretera, entrar en el restaurante y subir hasta el primer piso en el que se encontraban los aseos para echar una larga meada, que no se interrumpió a pesar de la repentina entrada del camarero que, lejos de cortarse un pelo, no paraba de mirar cómo vaciaba mi vejiga mientras se frotaba la entrepierna. Cuando acabé, mi polla ya estaba más que tiesa imaginando lo que iba a ocurrir a continuación, es decir, que nos acabaríamos pajeando en uno de los retretes pero entonces el chico me pidió que le siguiera por unas estrechas escaleras hasta una pequeña habitación del piso superior que cerró con llave.
Una vez allí y en apenas unos minutos, ya que pasó todo muy rápido, el chico se abalanzó sobre mis vaqueros, me bajó los slips y se metió en la boca mi polla que ya por entonces estaba en su máximo esplendor. Desde luego y a pesar de su juventud no era la primera vez que se comía un rabo por la maestría que demostró en todo momento lamiendo, succionando e introduciéndoselo hasta el fondo de su garganta. Sin embargo no pude disfrutar mucho de la mamada porque enseguida sacó de un bolsillo de su pantalón un condón que él mismo se encargó de ponerme para proceder de nuevo a introducírsela en la boca ensalivando profusamente el condón para a continuación bajarse los pantalones y el slip y, arrodillándose sobre la estrecha cama, ofrecerme su culo blanquito y redondito sin apenas pelos. No me hice de rogar y, sin ofrecer apenas resistencia, mi polla acabó completamente dentro de su culo y, antes de que empezara a moverme, ya lo estaba haciendo él al tiempo que se pajeaba con una mano. Fué una follada salvaje porque así parecía pedirlo él pero para mi gusto, aquello duró demasiado poco puesto que apenas dos minutos después de un profundo mete y saca, él acabó corriéndose sobre la cama y yo dentro del condón y de su culo.
Sin decir palabra nos vestimos y después hasta que no salimos de allí no conté nada a mis amigos que, incrédulos, optaron por no creerse nada de lo que realmente pasó, claro que eso era lo de menos, lo importante fue el polvazo que el chavalín permitió que le diera y del que no cabía duda disfrutó tanto como lo hice yo.