Un café agradable
Una chica aburrida decide entrar en un chat por primera vez donde conoce a Angel Blanco y quedan para tomar un café muy especial.
UN CAFÉ AGRADABLE
Era un domingo por la tarde que no paraba de llover y Luis, como de costumbre, había ido a un partido de fútbol quedándome sola en casa.
Nunca antes había entrado en un chat y aquel día me dio por probar. En el primero que entré las conversaciones eran muy absurdas. No entendía muy bien aquello y parecía que cada cual hablaba de lo suyo sin hacer mucho caso de los demás. Después de probar en otros muchos y obteniendo el mismo resultado di con uno en el que se podía elegir una franja de edad de las personas participantes, zona geográfica o tema favorito. Entré en el correspondiente a la ciudad donde yo resido.
Cuando ya llevaba un buen rato allí una ventana se abrió repentinamente en la parte superior de mi pantalla. Alguien apodado Angel Blanco quería hablar conmigo. Comenzamos a hablar y en poco tiempo nos dimos cuenta de que teníamos muchas afinidades. Al de dos horas de conversación parecía que nos conocíamos de toda la vida.
Dado que los dos vivíamos en la misma ciudad decidimos quedar esa misma tarde para tomar un café. Yo no tenía ningún problema en ese sentido, ya que Luis tenia la costumbre de quedarse con los amigos después del partido de fútbol y, en función del resultado favorable o no, las tardes noches se alargaban más o menos. Incluso a veces decidía quedarse en casa de sus padres con la excusa de que vivían al lado del estadio.
Nunca antes había tenido una cita a ciegas y me resultaba excitante. No sabía como vestirme ni como maquillarme. No sabía si llevar algo discreto y cómodo o algo más sexy, pero es que en realidad no tenía muy claro que era lo que buscaba de aquella cita. Yo solo me planteaba pasar un rato agradable charlando con un nuevo amigo, pero algo en mí me decía que debía vestirme sexy. Finalmente decidí ponerme una minifalda vaquera y una blusa blanca con un ligero escote, algo cómodo pero al mismo tiempo que le resultara atractivo. Sabía que mis piernas eran bonitas y quería explotarlas al máximo con unas medias de red con liguero y zapatos de tacón. Encima me puse una gabardina larga para protegerme de la lluvia. El maquillaje era natural, pero resaltando mis labios carnosos con un brillo suave. Eso sí! Elegí la ropa interior más sexy que tenía, un conjunto de braguita y sujetador transparentes de color blanco ribeteados con un fino bordado.
Quedamos en una céntrica cafetería frecuentada por amas de casa y abuelas con perrito, pero que curiosamente los sábados por la noche se convertía en uno de los garitos con más marcha de la ciudad. Las mesas estaban decoradas con largas mantelerías blancas y unas originales cartas de desayunos y meriendas. El local en ese momento estaba abarrotado y había pocas mesas libres
No me costó reconocer a Juan por la descripción que me había hecho. Nos decidimos por una mesa al fondo de la gran cafetería, buscando un poco de intimidad. Él era alto y bien parecido, con unos bonitos ojos azules y el pelo largo recogido en una coleta. Desde el principio la conversación fue fluida y amena. En un momento de la conversación sentí como la pierna de Juan rozaba ligeramente la mía y esto me hizo estremecerme. Seguí hablando como si nada hubiera pasado y la acción se volvió a repetir de nuevo. Aquello me gustaba y quería sentir su contacto otra vez. Cada vez el roce era más continuo y notaba cómo sus ojos se iban llenando de un brillo extraño.
La conversación se iba volviendo más cadenciosa según el contacto aumentaba. De pronto noté que él se había desprendido de su calzado y que acariciaba mi pierna con su pie desnudo. Era una sensación extraña para mí, pero el hecho de estar en un lugar publico me daba morbo y notaba como poco a poco me iba excitando. Según el tono de la conversación cambiaba su pie iba subiendo hacia mi rodilla en una suave caricia mientras yo cerraba los ojos y trataba de no sentir otra cosa que aquella sensación nueva para mí.
Poco a poco me fui abstrayendo de lo que me rodeaba y me sentí sola en aquel lugar lleno de gente. El pie de Juan hacía rato que había pasado de mi rodilla y acariciaba la parte interna de mis muslos una y otra vez. Al mismo tiempo yo me sentía húmeda y extraña, pero disfrutando del momento. Juan no dejaba de mirarme con una ligera sonrisa en la boca y el brillo de sus ojos iba aumentando al mismo tiempo que mi excitación. Yo me abría de piernas para dejarle el paso libre, que él aprovechó para continuar hasta mi coño. Sentí sus dedos acariciar mis labios exteriores y poco a poco fue explorando la zona hasta rozar mi clítoris completamente hinchado.
Yo intentaba controlar mi respiración y la expresión de mi rostro y la gente de alrededor parecía no darse cuenta de lo que estaba pasando. Juan disfrutaba y controlaba la situación. En varios momentos estuve a punto de llegar al orgasmo, pero el siempre retrocedía en el momento en que yo iba a estallar.
Perdí la noción del tiempo. No tengo ni idea de cuanto llevábamos allí y yo cada vez necesitaba más. Quería sentir sus manos por todo mi cuerpo, quería probar sus besos y todo su ser, quería sentir su polla dentro de mí, de manera que le propuse marcharnos y buscar un sitio más íntimo.
Cuando salimos de la cafetería ya era de noche y seguía lloviendo con intensidad. Comenzamos a andar sin rumbo. La noche era muy oscura y las calles estaban medio vacías. No había cerca lugares donde pudiéramos alojarnos y nuestro deseo aumentaba por momentos. Hasta que un momento Juan tiró de mi brazo y me metió en un estrecho callejón hasta un punto medianamente alejado de la calle principal.
Comenzamos a besarnos apasionadamente. Sentí la sensualidad de los labios de Juan. Nunca había besado unos labios tan carnosos y eran realmente deliciosos. Mientras tanto iba recorriendo su cuerpo con mis manos hasta que llegué a su miembro y en ese momento me di cuenta que hasta entonces me había limitado a dejarme hacer y disfrutar sin ofrecer yo nada a cambio.
Acaricié su polla dura durante largo rato mientras él hacía lo propio con mis tetas. Hacía rato que el paraguas había dejado de cumplir su función y que Juan había abierto mi gabardina. Estábamos hundidos hasta los huesos y desde mi perspectiva observé mi blusa completamente mojada y pegada a mis senos que dejaban ver claramente los pezones erectos, lo que me hizo sentir todavía más excitada.
Según iba pasando el tiempo notaba que mi coño no dejaba de fluir y que mis preciosas braguitas estaban completamente mojadas y no precisamente por el agua de la lluvia. Juan seguía acariciando mis pechos con una de sus manos y con la otra investigaba mi cuerpo de manera enérgica. Recorrió mi espalda bajando después hasta mi trasero donde se detuvo durante largo rato masajeando mis nalgas duras y redondas.
Yo ansiaba que me follara, pero él no parecía tener prisa. Hacía rato que había dejado de llover y ni tan siquiera nos habíamos dado cuenta. Le desabroché el cinturón y el pantalón y agarré su enorme polla entre mis manos estaba dura y si él no tenía prisa en follar mi coño iba a follar mi boca rápidamente. Así que dicho y hecho, fui besando su cuerpo desde el pecho con la camiseta levantada hasta arriba. Tenía un delicioso sabor salado. Acariciaba sus pezones al mismo tiempo que iba descendiendo hacia mi destino y a él parecía excitarle también. Me entretuve un rato en su ombligo mientras agarraba de nuevo su miembro entre mis manos y comenzaba a masturbarle. En ese instante puso las manos sobre mi cabeza y empujo hacia abajo hasta que metí su polla en mi boca, que comenzó a entrar y salir a un ritmo frenético y así estuvimos durante un buen rato. Su polla entraba y salía y yo le ayudaba con mis manos mientras mi lengua lamía su capullo.
De repente paró bruscamente, agarrandome de las axilas me incorporó y comenzó a acariciar mi coño, primero por encima de mis braguitas y poco a poco fue haciendo hueco hasta que noté el tacto de sus dedos primero acariciando mis labios interiores y después buscando mi vagina que le esperaba ansiosa. Una vez la hubo encontrado metió dos dedos con fuerza que entraban y salían de mí sin control aparente. Después de un rato los sacó y los metió en mi boca.
En ese momento en que descubría que me gustaba mi propio sabor Juan me alzó por debajo de las nalgas y me tumbó sobre el capó de un coche que se encontraba aparcado. Me despojó de mis braguitas y nuevamente acarició todo mi cuerpo. Yo estaba ansiosa y mis piernas abiertas esperando su llegada. Me levantó la blusa y retiró mi sujetador dejando mis pechos al descubierto. Pasó largo rato disfrutando de mis pezones, unas veces los besaba, otras los chupaba, otras los mordisqueaba y jugueteaba en ellos con sus dedos y visto que no tenía prisa por follar mi coño decidí actuar por mi cuenta.
Comencé a acariciarlo y estaba mojado como nunca antes había estado. Acaricié mi vulva y sentí mi clítoris duro y convertido en una pequeña bola. Jugueteé con él durante un rato intentando contener el éxtasis. Continué con mi exploración y observe que mis dedos resbalaban y entraban sin ninguna dificultad en mi cueva. Los líquidos no dejaban de fluir de mi interior y aquello parecía no tener fin.
Parecía que Juan comenzaba a cansarse de mis pezones y decidió ayudarme en mi autoexploración. De nuevo volví a mi clítoris y mientras yo lo excitaba él metía su lengua en mi agujero pasándola después por todo mi coño. Yo disfrutaba como una loca y creo que mis gemidos se podían escuchar por toda la calle. Disfrutaba con los ojos cerrados cuando repentinamente y con fuerza sentí que la polla de Juan entraba dentro de mí. Por fin había llegado el momento! El placer era inmenso. Aquella polla entraba y salía rítmicamente y mi vagina la empapaba facilitando así tan placentera actividad. Los dos gemíamos como locos y estábamos a punto de corrernos cuando Juan sorprendentemente sacó su polla sin yo entenderlo muy bien. Estaba extrañada. ¿Acaso no le gustaba?
En ese momento Juan me pidió que me pusiera de pie y que me diera la vuelta. Con delicadeza me flexionó sobre el coche y levantó mi falda quedando mi culo al descubierto. Dios mío! Jamás nadie me había follado por detrás! Luis me lo había pedido y yo nunca se lo había permitido. Al parecer mis flujos vaginales habían llegado hasta el orificio de mi ano y Juan se limitó a introducirlos dentro de mí con sus dedos. Buscó el agujero con su polla y embistió suavemente introduciendo primero la punta y entrando poco después todo su miembro. Las embestidas eran cada vez más fuertes y el placer que aquello producía en mí era indescriptible. Yo gritaba y gemía y Juan lo hacía aun más fuerte que yo. Mientras tanto yo continuaba acariciando mi coño que contribuía a aquella explosión de sensaciones. Juan me abarraba con fuerza de las caderas mientras empujaba mi culo a un ritmo frenético y yo gozaba como nunca antes lo había hecho. Seguía y seguía y ninguno de los dos queríamos que aquello acabara. Llegó el momento en que yo estallé en mil sensaciones de placer y Juan sacó su polla para meterla en mi boca. En ese instante sentí su leche caliente dentro de mi boca sin dejar escapar ni una sola gota.
Los dos nos quedamos extasiados mirándonos el una al otro, besándonos y acariciándonos apasionadamente durante largo rato y cuando aquello hubo terminado nos despedimos y cada cual se fue a su casa por donde había llegado.
De esa manera pasé la noche más increíble de mi vida y por primera vez fui consciente de que mi vida sexual había sido tremendamente aburrida hasta que una maravillosa casualidad hizo que conociera a Juan, a quien nunca más he vuelto a ver, pero intentaré encontrarle a él o a cualquier otro Juan que esté dispuesto a producir en mí las mismas sensaciones.