Un caballero me hace mujer

Un encuentro casual con un hombre muy galante y perspicaz me convierte en mujer sexual.

Permítanme que les relate mi despertar sexual como mujer. Fue una experiencia maravillosa que sucedió casualmente.

Desde niño sentí mucha atracción por la feminidad, y en algunas ocasiones llegué fantasear travistiéndome con ropas de mi hermana. Aunque durante la adolescencia tuve algunas relaciones con chicas nunca fue algo que me satisficiera completamente, al menos no tanto como parecía ser para otros chicos. Ya de adulto y emancipado el travestirme se convirtió en algo habitual, y se convertía la mejor forma de convertir las tensiones de la vida, pero siempre lo hacía en la privacidad de mi apartamento.

Esto sucedió un día en la que había tenidos muchos problemas en el trabajo y había tenido una fuerte discusión con mi jefe. Cuando llegué a casa no conseguía relajarme y decidí salir de compras, que era algo que me tranquilizaba mucho.

Me pasé toda la tarde de compras para ampliar mi armario, venía cargada de bolsas porque había comprado mucha cosas, ropa interior, zapatos y como algo especial un traje de noche de gasa negra espectacular. Estaba cansada y decidí tomarme un descanso. Elegí una cafetería cercana a mi casa que sabía que era frecuentado por gays y lesbianas, era un ambiente que me era agradable. Me senté en la barra dejando las bolsas a mis pies y pedí una cerveza.

Me entretuve observando a la gente variada que había y me encontré mirando fijamente a un hombre que acababa de entrar y busca sitio desde la puerta. Era alto y de complexión fuerte, moreno, vestía de traje. Se dirigió hacia donde yo estaba y se sentó también en la barra a mi lado, dejando un taburete por medio. Yo ya había desviado la mirada en sentido contrario, y esperaba que no se hubiera percatado del examen minucioso que le había hecho, era realmente muy varonil y atractivo. Pidió también una cerveza.

Yo seguí a mis cosas, estaba ansiosa por probarme todas las cosas que me había comprado. En la mayoría de las ocasiones no tenía oportunidad de probármelas en la tienda porque me daba vergüenza. Siempre disimulaba que eran compras para regalo y había desarrollado una gran habilidad para acertar con la talla adecuada y entrever como me quedaría puesto algo, pero no era lo mismo que verlo sobre mi cuerpo. Finalmente me decidí por probarme allí mismo un tanga negro de fantasía, podía ponérmelo en el baño e ir con él puesto hasta casa. Sin pensarlo dos veces me agache a cogerlo de la bolsa, le pedí al camarero que me vigilara las bolsas mientras iba al baño y me dirigí a mi transformación. Guardé el slip que llevaba puesto en el envoltorio del tanga y cuando regresé a la barra me incliné a guardarlo en la bolsa.

Volví a sentarme y seguir bebiendo mi cerveza. De vez en cuando vigilaba por el rabillo del ojo a mi apuesto vecino, pero ahora notaba que aquel hombre me observaba con mucha atención. Se miraba se arriba abajo, fijándose también en las bolsas que llevaba.

  • Hola, buenas tardes, perdona que te moleste pero debes estar tremendamente cansada.

Me desconcertó que usara el femenino, me resultó algo extraño pero agradable y natural.

  • Perdone - le contesté
  • Me preguntaba si estabas muy cansada.
  • Un poco - contesté - creo que me he pasado comprando y las bolsas pesan bastante cuando cargas con ellas un rato largo.
  • A por supuesto, pero no me refería a eso
  • No le comprendo
  • Cuando te has agachado no he podido dejar de observar la tanga tan bonita que llevas, me preguntaba si no estabas cansada de disimular.

Me sentí repentinamente desnuda, parecía que aquel hombre conocía de repente todas mis dudas sobre mi existencia. Estaba completamente desconcertada, por un lado el cansancio y por otro lado el atrevimiento de aquella persona. Pero había estado toda la tarde pensando en femenino, eligiendo la ropa que compraba pensando como me quedaría esto o aquello, y mi mente seguía en femenino.

  • No le entiendo, le respondí volviéndome francamente hacia él y mirándole a los ojos.
  • Bueno, si unes la ropa interior que te he visto y lo que se intuye en las bolsas que llevas, lo que no cuadra es la ropa que llevas puesta.

No me había percatado, pero el conjunto de bolsas era típicamente femenino. La bolsa de ropa interior era de una marca bien conocida, el traje se dejaba entrever por al apertura de unas de las bolsas una de las dudas, la zapatería se llamaba "Locas". Mi desconcierto aumentó todavía más, y para cortar la situación le corté:

  • Lo siento mucho, pero se está metiendo en asuntos que no le incumben.
  • No era mi intención molestarte, perdona.

Y se volvió al frente de la barra a seguir bebiendo su cerveza. Yo le imité, pero mi cabeza seguía tratando de poner las cosas en su sitio. Me había tratado en femenino, y yo me había pasado toda la tarde de esa forma, ¿ cual era el problema, el o yó ?. Me volví de nuevo hacia él y le dije:

  • Perdóname tu a mi la verdad es no has dicho nada que se merezca un desaire, y si, la respuesta a tu pregunta es que si que estoy cansada.

  • Me alegro que te relajes un poco, estamos en un mundo libre. Hola me llamo Diego – y me extendió su mano. Yo le correspondí, y le dije que me llamaba Andrés.

  • Relájate, estoy seguro que ahora mismo no te llamas Andrés, se tú misma.

Dudé un instante, pero ¡ era tan fácil hablar con aquel hombre !

  • Bueno la verdad es que ahora soy Alba – le dije en voz baja
  • Eso me parece mucho mejor, encantado Alba – me respondió con la misma cautela

Por su acento no era de la ciudad.

  • Está claro que no eres de aquí, de donde eres.
  • Soy de Barcelona, he venido toda la semana por asuntos de la empresa.
  • Yo viví dos años en Barcelona, y la verdad es que eres el primer catalán que veo tan abierto de primeras.
  • No creas, yo también estoy bastante cansado del trabajo solo quería hablar un rato y ser un ratito persona y no solo currante.

Enseguida trabamos conversación sobre el punto común de Barcelona. Yo lo había pasado muy bien allá y Diego, que era un gran conversador, me profundizaba el conocimiento superficial que yo tenía de muchos rincones de la ciudad. Siempre me trataba en femenino, y yo me sentía muy a gusto. Estuvimos un rato largo hablando y se cayó la noche, finalmente le dije que tenía que irme.

  • Perdona por entretenerte, ha sido un verdadero placer encontrarte esta tarde.

Bajé de mi taburete y recogí todas las bolsas aparatosamente.

  • Alba deja que te ayude a cargar todo eso, no tengo nada que hacer y me apetece un paseo.
  • Muchas gracias Diego, eres un cielo

La verdad es que me encontraba muy bien en su compañía, y me pareció muy natural su ofrecimiento. Me acompaño hasta mi apartamento, que distaba un cuarto de hora caminando.

  • Aquí es Diego, muchas gracias por todo, perdona por hacerte cargar con todo esto.
  • Nada Alba, gracias a ti por la compañía.
  • Buenas noches – le extendí la mano para despedirme. El la tomó suavemente y alzó para besármela – Buenas noches Alba, que tengas mucha suerte.

Sentía como que me despedía de mi misma, y como una llamada de auxilio le dije

  • Diego, todavía es pronto, quieres subir y tomar una copa.
  • Estaba deseando que me lo ofrecieras, me encantaría

Entramos en el portal y subimos a mi apartamento. Le adentré hasta la sala y dejando las bolsas en el suelo le ofrecí asiento en el sofá.

  • Aquí estoy muy bien Alba, pero creo que tú deberías quitarte ese disfraz que llevas y ser tu misma, yo te espero aquí.

Volvía a desconcertarme, pero tenía razón, llevaba toda la tarde pensando en vestirme con lo que había comprado. Con una gran sonrisa le dije:

  • Claro Diego, no tardo nada. Ponte cómodo

Cogí todas las bolsas y me dirigí a mi dormitorio. Me quité aquellas ropas masculinas y me quedé desnuda con la tanguita que me había puesto en el bar, era muy sexy. Completé mi ropa interior con un corpiño negro y unas medias negras de fantasía. Y así preparada me deslizé dentro del vestido de gasa negra que había comprado. El vestido se complementaba con un cinturón ancho, negro brillante, que marcaba la cintura. Pasé al baño para maquillarme un poco, ya me había afeitado exhaustivamente por la tarde, pero apliqué un poco de maquillaje para suavizar la tez, máscara de pestañas, me delineé la línea del ojo y apliqué un poco de sombra resaltadora, terminé con un carmín rosa pastel, tengo el pelo largo y solté la cola que llebava para dejarlo suelto sobre la hombros y me peiné. Finalmente volví al dormitorio y me subí a los zapatos de tacón alto que me acababa de comprar. Me miré al espejo y me aprobé a mi misma, el cinturón del traje me entallaba la figura y el maquillaje era suave, nada estridente. Me veía muy femenina. Estaba deseando exhibirme ante Diego.

Entre en el salón contoneándome sobre mis zapatos de tacón.

  • Hola Diego, ¿ que te parece ahora ?

  • Guau Alba, estás realmente guapa, ha merecido la pena la espera – me piropeó, no esperaba menos, era todo un caballero.

  • ¿ Que te gustaría tomar ? - le pregunté dirigiéndome al aparador del salón donde tenía las bebidas. - ¿ Te gusta el mojito, me sale muy bien ?

  • Pues mojito entonces – asintió.

Cojí todo lo necesario me puse a preparar el cocktail en barra que separaba la cocina del salón. Diego se levantó y exploró la sala

  • Me gusta como has adornado tu apartamento, tienes mucho gusto.

Se detuvo ante mi colección de CDs, bastante amplia, y me preguntó si podía poner música. Eligió un CD de música brasileña. Yo terminé los mojitos y le ofrecía a Diego el suyo, lo cogí por la mano y lo llevé hasta el sofá para sentarnos.

Saboreamos nuestras bebidas lentamente escuchando la música, apenas sin hablar, yo iba cambiando mi postura buscando sacar toda mi feminidad, y el se deleitaba con mi exhibición. Entonces empezó una canción melódica muy conocida. Diego sonrió mirándome a los ojos, y se incorporó, extendió su mano hacia mí y me preguntó

  • ¿ me concede esta baile señorita ?

Yo no puede contenerla risa, era una situación algo cómica,

  • ¿ No te atreves Alba ?
  • Nunca he bailado muy bien, y nunca lo he hecho con un hombre, no creo que sea una buena idea.
  • Vamos chica, veras como te sale solo, déjate llevar.

Le hice caso y me llevó al centro de la sala. Pasó su brazo derecho por detrás de mi cintura y cogió mi mano derecha con su izquierda. Empezó a balancearme lateralmente al ritmo de la música. Instintivamente puse mi mano izquierda sobre su hombro para moverme con él.

  • Ves alba, solo tienes que dejarte llevar, ahora los pies, cuando yo empiece con el derecho tu retrocedes con el izquierdo, - uno, dos y trés.

Y sus brazos fuertes me presionaron para que empezara el movimiento. Fue suave, natural. Al ritmo de la música sus brazos me llevaban en una secuencia de giros embriagadora. Estuvimos bailando toda la canción con la que empezamos y la siguiente que era del mismo ritmo que siguió casi sin interrupción.

Tras la segunda empezó una balada romántica muy lenta. El cambió el ritmo y los movimientos, que ahora se limitaban a un ligero balanceo lateral mientras giraba a pasos diminutos muy lentamente. Su mano soltó la mía para cernir también mi cintura, la mía se sujeto a su hombro. La suavidad de la música y el movimiento me sumían en una especie de trance, no tardé en reposar la cabeza sobre el pecho de Diego y cerrar los ojos. En un momento dado los abrí justo en el momento que mi mirada se dirigía al espejo que tenía en mi sala. Se reflejaba un hombre alto y atractivo bailando con una chica con un traje precioso.

Caí en la cuenta que la chica era yo, y me invadió una excitación inmensa. Mi mano dejó su hombro para acariciar su nuca. Mi cabeza se irguió para observar a mi galán. El me miraba con sus profundos y brillantes ojos negros, nuestras miradas se cruzaron durante un largo rato. Finalmente su cabeza se inclinó hacia mí y sus labios rozaron los míos. Me gustó ese tacto suave, y mis labios juguetearon con el roce. Del roce pasó al mordisqueo y sin saber como nuestras bocas abiertas permitieron que nuestras lenguas se conocieran en un maravilloso beso. Sus brazos apretaron fuertemente mi cuerpo contra el suyo, y noté algo duro en su entrepierna. Me asusté y mis brazos separaron su cara de la mía

  • Diego , … - dije asustada
  • Que pasa Alba, creía que te estaba gustando
  • Y me gusta mucho Diego, pero es que he estas …… - no supe acabar la frase

Diego siguió mirándome fijamente y volvió a besarme. De repente y con un movimiento que no pude comprender me cogió en brazos.

  • Alba, la culpa de eso que has notado la tienes tú, y ahora no queda más remedio que solucionarlo. ¿ Donde está el dormitorio ?

No sabía que decir, nunca me había planteado la situación en la que me encontraba. El debió interpretar mi silencio como una afirmación porque se encaminó al pasillo y encontró mi habitación. Me posó con gran suavidad en el borde de la cama y empezó a descamisarse sin dejar de mirarme. Semirecostada en la cama mi mirada quedaba a la altura de su sexo. Instintivamente mi mano acarició aquel bulto tentador y pude sentir la fuerte erección de su pene duro. Lo acaricié varias veces. Me incorporé y sentada en la cama delante suya empecé a ayudarle mientras le besaba el vientre. Primero bajé la cremallera de su pantalón lo que me permitió oler el líquido preseminal que empapaba ya su slip. Acerqué mi nariz para deleitarme con ese olor que me atraía. Desabroché el pantalón y este cayó dejando como única protección de su pene un fino slip. Seguí masajeándolo. El ya se había quitado la camisa y me observaba desde lo alto

  • Vamos Alba, veo que sabes lo que haces.

Bajé el slip dejando libre un pene duro y grande al que seguí masajeando. Tiré para debajo de la piel del prepucio para liberar su glande duro brillante. Nunca ve había percatado de la gran belleza del miembro masculino en erección.

  • Sigue Alba

Y empecé a besar su glande. Tras unos segundos empecé a lamer con mi lengua. Me gustaba ese líquido pegajoso y dulzón que lo impregnaba. Introduje su pene en mi boca todo lo que pude, hasta que me golpeaba el fondo de la garganta.

  • Así Alba así, pero ya estoy que estallo.

Me cogió por los brazos para ponerme en pié y me quitó el vestido no se como. Me dio media vuelta y me empujó haciéndome caer boca abajo sobre la cama. Se arrodilló entre mis piernas y agarrándome por las caderas me hizo ponerme a cuatro patas y embocó su pene en mi ano apartando el hilo del tanga.

Yo estaba muy nerviosa, notaba su glande hinchado presionando mi agujero. El incrementaba la presión poco a poco, pero yo no me abría. Estaba tan nerviosa y no sabía que hacer, apretaba mis nalgas impidiendo la penetración.

  • Relájate Alba, si sigues apretando te voy ha hacer daño – siguió empujando con fuerza y mi agujero cedió un poco, pero yo solté un grito de dolor.
  • Shhh, tranquila, y volvió a empujar para introducir un poco más - Esta vez el dolor fue insoportable y grité – Nooooo. El paró en seco.
  • Perdona, al ver como reaccionabas pensaba que ya había hecho esto, mejor lo dejamos porque así solo voy a conseguir desagarrarte el esfínter.

Yo me moría de vergüenza y salí corriendo al salón.

El me siguió y me encontró llorando a lágrima tendida sentada en el sofá.

  • Lo siento mi amor, de veras que quiero complacerte, pero me duele mucho.

El se sentó a mi lado.

  • No pasa nada Alba, si no puedes no puedes, no vamos hacer que acabe mal algo que estaba siendo tan bonito.
  • Eres un cielo Diego, me sabe muy mal dejarte así.
  • Bueno si quieres puedes terminar la mamada que empezaste, eso si parecías hacerlo a gusto.

Obedecí sin rechistar, me arrodillé en el suelo delante de él y cogí nuevamente su polla entre mis manos masturbándole suavemente. Empecé a darles besos en el glande, en un lado, en el otro, en la punta, y a lamerlo como si fuera un chupachup. De vez en cuando me metía todo el glande en la boca para ensalivarlo bien, y continuaba jugando con el como si fuera mi juguete preferido. Una de estas veces el apoyó sus manos en mi cabeza para que no la sacara nuevamente, pero sin forzarme solo hacía saber lo que quería. Empecé a meterla y sacarla presionando su polla entre mi lengua y mi labio. El me marcaba el ritmo con sus manos. Ahora lento, ahora mas rápido, ahora me la sacaba y me la volvía meter en la boca. Estuvimos así un rato muy largo hasta que sus gemidos empezaron a ser mas profundos y sus manos me obligaron a metérmela cada vez mas - Chupa Alba te voy a dar toda mi leche – y siguió tratando de profundizar la mamada. Tuve que separar algo mi cabeza porque me golpeaba el fondo de la garganta, pero mi mano rodeaba su pene y su movimiento le pajeaba fuertemente. Finalmente Diego arqueó la espalda y gimiendo fuertemente soltó un gran chorro de semen que inundó mi boca. Yo lo tragué mientra el soltaba mas y mas entre espasmo y espamo, hasta que finalmente se relajo. Tragué como pude todo lo que soltaba aquel falo maravilloso, aunque no pude evitar que parte rebosara por mis comisuras. Seguí chupándosela recogiendo lo que había escurrido y dejándola perfectamente limpia hasta que lentamente su polla quedó flácida entre mis labios. Me erguí acariciándole los testículos y las piernas alrededor del pene.

Me miró y dijo, – Alba, follar no sabrás pero hay que reconocer que sabes hacer una buena mamada.

  • Muchas gracias, me alegro de que de haya gustado
  • le dije sonriendo, me encantaba saber que había hecho gozar al hombre que tenía delante.

  • Anda, me encantaría que me trajeras algo de beber, una cerveza o un vaso de vino.

  • Como no mi amor, en seguida vuelvo.

Volví con dos copas de cava. El seguía sentado en el sofá y estaba fumando un cigarrillo. Yo me senté a su lado y le ofrecí una de las dos copas:

  • ¿ Como te has sentido Alba ?, me pregunto.
  • Muy bien Diego, aunque me siento muy avergonzada por no haber podido dejar que me penetraras.
  • No te preocupes, la mamada ha valido la pena.
  • Yo he disfrutado mucho, sentir tu polla creciendo en mi boca me ha vuelto loca. Me encanta tu polla, le dije acariciándola suavemente.

El se giró levemente y pasando su mano con suavidad tras mi nuca atrajo mi cara hacia él y me besó nuevamente en los labios.

Me encantaba que me besara. Me senté montada caballo sobre sus piernas y rodeándole el cuello con mis brazos acerque mi boca abierta, el me correspondió. Estuvimos un rato dejando que nuestras lenguas juguetearan entre ellas. El me acariciaba la espalda de arriba abajo, deteniéndose a acariciar mis nalgas con movimientos circulares. Al poco rato noté que algo mas me acariciaba las nalgas, era su polla que se había endurecido nuevamente, y que por la postura se metía entre mis nalgas. De una forma intuitiva empezé a moverme para que se encajara más entre ellas y masturbarle con mis glúteos. El seguía acariciándome, pero ahora con mas firmeza, y masajeaba mis nalgas abriéndolas y cerrándolas. Esos movimientos hacían que mi ano se abriera y cerrara dándome un gran placer. Estuvimos así un buen rato, y de repente Diego me dijo,

  • Deja que te coma los pezones

Me desabrochó el corpiño, separó mi cuerpo del suyo incorporándome ligeramente, e inclinándose ligeramente empezó a lamer uno de mis pezones como movimientos circulares de su lengua. Mi pezón se puso duro en un segundo, era usa sensación enloquecedora.

Con el ligero cambio de posición mi culo quedaba mas en la vertical de la polla de Diego. En nuestro moviendo ya no deslizaba tan fácilmente entre mis nalgas, y en cada pasada su glande presionaba la entrada de mi culo. Yo gemía profundamente, la combinación de los lametazos en mis pezones erectos y las arremetidas en mi ano, me volvían loca.

Diego era un experto. De vez en cuando su mano masajeaba mi pecho y sus dedos regían la saliva que había dejado. Cuando volvía a mis nalgas sus dedos untaban esa saliva en mi ano, y lubricaban las pasadas de su polla por mi raja. Repitió esa operación varias veces, mientras mis gemidos iban en aumento. En un momento debieron ser tan fuertes que debieron decirle que ya estaba completamente fuera de control, sus manos fueron pasando de mis nalgas hacia mis caderas forzando el moviendo que yo hacía contra su polla. Siguió subiendo y posando la palmas de sus manos en mis pechos me obligó a separarme más de él hasta ponerme erguida sobre su pubis

  • Vamos niña, ya es hora de que te portes como una mujer

No tuve ninguna duda de lo que quería. Moví mis nalgas buscando que su polla se encajara bien en mi ano, y deje caer mi peso sobre su polla. Mi culo se abrió, pero el dolor me hizo parar.

  • Despacio Alba, a tu ritmo– Decía Diego, que ahora me agarraba los hombros con sus manos empujándome para sentarme encima suyo.

No quería volver a defraudarle, y sin pensarlo dos veces volví a dejar caer mi peso sin oponer ninguna resistencia. Mi culo no tuvo mas remedio que abrirse y su polla entró en mí como una animal salvaje. Solté otro grito de dolor

Mi excitación era tal que el dolor era una sensación completamente nueva, lo deseaba, toda la tensión que había en mí se relajo y terminé de caer definitivamente sobre mi desvirgador, clavándome su polla en toda su longitud. Fue algo místico, creo que en ese instante Alba triunfó definitivamente sobre el antiguo Fran.

El noto el cambio de mi cuerpo, se incorporó un poco para seguir lamiéndome los pezones, y yo apretaba su cara contra mi pecho para que no terminara nunca esa sensación. Al incorporarse la polla de Diego salio un poco, mi cuerpo luchaba alternativamente entre arquearse hacia atrás buscando nuevamente toda la penetración y dejar mi pecho al alcance de su lengua. A cada movimiento nuestros cuerpos se iban sincronizando y los movimientos cogían más amplitud. Su polla salía de mí para que su boca succionara mis pezones y nuevamente mi cuerpo buscaba separarse para clavarme lo más profundamente posible en ese falo que era mi razón de vivir. Súbitamente Diego empezó a arquear cuerpo para profundizar más en la penetración. Tras no mas de tres o cuatro embestidas a cada cual mas fuerte, se arqueó de una forma sorprendente alzándome clavada en él mientras varias oleadas de su semen caliente me llenaban las entrañas. Cayó nuevamente sentado en el sofá mientras yo notaba como su pene se relajaba dentro de mí.

Me abrazó y me besó profundamente con una dulzura que nunca olvidaré. Caímos de lado sobre el sofá y el quedó tumbado boca arriba y yo recostada sobre su costado. Así nos quedamos descansando un buen rato, los dos lo necesitábamos. Yo me fui relajando mientras el escozor que notaba entre mis nalgas me esforzaba en rememorar todas las sensaciones que me había provocado ese maravilloso despertar al sexo anal. La respiración de Diego se fue haciendo cada vez mas pausada y profunda, finalmente se quedó dormido.

Me incorporé con cuidado de no despertarle. Me fui al baño y me duché, en parte para quitarme el acaloramiento que todavía sentía y en parte para asearme de los chorretones de semen que saliendo de mi culo me chorreaban por las piernas. Fui al dormitorio y me puse algo, elegí el mismo tanga negro con el que había conquistado a Diego y una bata negra transparente que ceñí fuertemente a mi cintura con su fajín. Estuve asomada un buen rato a la ventana de mi dormitorio. Disfrutaba del fresco de la noche siendo Alba. Me sentía exultante y feliz, era mujer y había hecho el amor con un hombre.

En esto que noté movimiento a mi espalda y ví a Diego entrando en la habitación completamente desnudo.

  • Hola Alba, perdona pero me he quedado dormido
  • No me importa que te quedes a dormir, si quieres quédate, como ves la cama es grande.

El miró a la cama y luego me miró. Su mirada me recorrió todo el cuerpo desde la cabeza a los pies, había algo en su mirada que me encantaba.

  • Estas muy guapa con esa bata Alba, me susurró acercándose a mi y abrazándome por la cintura mientras me besaba en la cabeza.

Me encantaba el contacto de aquel hombre y sobre todo que solo veía en mi a la mujer que soy.

  • Para ti mi amor – me volteé y le besé con la boca abierta mientras mi mano buscaba nuevamente su pene.

Con el jugueteo de nuestras lenguas y mis caricias conseguí que tuviera una nueva erección. Yo me excité muchísimo notando crecer su pene en mi mano. Y viendo la cama quise corregir los errores de la noche. Me zafé de su abrazo y dejando escurrir la bata de mis hombros empecé a gatear a cuatro patas por la cama hasta el otro extremo para que él tuviera sitio.

Empapé mis dedos en saliva y acariciando mi espalda hasta mi culo me ensalivé bien el ano. Diego no apartaba su vista de mí, y se leía la lujuria en sus ojos. Una vez preparada arqueé mi espalda para poner el culo en pompa y girando mi cara hacia atrás le invité

  • Diego, fóllame otra vez.

No se hizo esperar, pero lo que se pegó a mis nalgas fue su cara mientras mi ano recibía la punta de su lengua causándome unas sensaciones increíbles. Aplicaba saliva sin cesar lubricaba lo mas que podía mi agujero. Hasta en eso era un caballero.

  • Vamos Diego, fóllame por favor.

El no se hizo esperar más, se arrodilló detrás de mí por segunda vez esa noche embocando su pene en mi agujero del placer. Presionó fuertemente mientras mi cuerpo cedía a aquel martirio maravilloso. Deje escapar un grito de dolor, pero su polla ya me había penetrado completamente, me mordí los labios aguantando el dolor. El lo notó y salió de mí.

  • ¿ Paro Alba ?
  • Fóllame

Esa tercera petición de que me penetrara fue la contraseña que le dio a entender que ya me había convertido completamente en mujer sexual. Volvió a penetrarme y comenzó a follarme como si hubiera estado varios años sin sexo. Notaba como su polla entraba y salía de mi, pero esta vez sin mi control. Mi culo trataba de relajarse por un momento cuando notaba que me sacaba la polla, pero apenas tenía tiempo para preparase a recibir una nueva arremetida que me abría completamente. Era una experiencia muy diferente a la que había experimentado cuando yo controlaba la situación en el sofá. Solo podía tratar de relajarme y gozar de las embestidas de aquella polla maravillosa que todavía notaba crecer más en mi interior.

El ritmo de Diego fue haciéndose mas rápido y sus embestidas mas vigorosas. Todo lo que sentía, dolor, excitación, olor a sudor, la presión de las manos de Diego cogiéndome las caderas, se unían en un frenesí que iba en continuo aumento. No tarde llegar a un éxtasis total acompañado de convulsiones en mi vientre, mis piernas, mis nalgas, y sobre todo en mi zona anal y perianal. No pude callar mis gemidos de placer y en este estado sentí el semen de Diego inundándome completamente.

Diego fue bajando el ritmo hasta que paró completamente con su polla todavía dentro. Caímos de lado entre jadeos. Finalmente sentí como su pene perdía la erección y en su flacidez terminaba saliendo de mí. Quedamos descansando así.

  • Muchas gracias, no se como pero creo que he tenido un orgasmo – le dije y me dejé descansar hasta que me quedé dormida.

Al día siguiente Diego dejó su hotel y el resto de la semana se quedó en mi apartamento. Hasta el momento han sido los mejores días, y noches, de mi vida. Nunca más después de esa semana volví a disfrazarme de hombre.

Es posible no haya podido dejar de idealizar un poco alguna de las situaciones de este relato, pero es así como ha perdurado en mi memoria la semana de mi despertar.