Un buen polvo con Gisela

Relato verídico de un encuentro sexual entre una chica joven y un señor maduro

Hoy mi joven amante ha venido preparada para satisfacer a su hombre. Con los ojos pintados y también labios y uñas rojos, tal y como le había pedido. El pelo largo y nuevamente de pelirroja, está muy sexy y guapa incluso antes de cambiarse y ponerse la ropita que le he traido. Abrazos, caricias y dulces besos con lengua. Un buen rato de morreos y sobeteo antes de subir, de la mano, a la habitación. Allí la desnudo y le pongo el conjunto de lencería que he comprado para ella. Le queda divinamente. El sujetador se le ajusta perfectamente a los pechos. El tanga, por detrás se pierde entre las nalgas de su culito y por delante un pequeño triángulo le tapa apenas el coñito que después me comeré. Elegimos que se ponga las medias blancas y la ayudo a ajustarse bien las cintas del liguero. Está espectacular y cuando se encarama sobre los 12 cm de los tacones de aguja de los zapatos que le he traído es toda una diosa sexy hecha realidad. La minifalda roja de cintura alta le viene un poco justita para abrocharla, pero subiéndosela un poco más le queda perfecta. Y para terminar se pone la blusa blanca de manga larga, deja dos botones sueltos para que no pasen desapercibidas sus hermosas tetitas y queda con un increíble look de secretaria vestida para matar.

Bajamos a la cocina a prepararnos unos gintonics y me deleito mirándola como se mueve, cimbreante, sinuosa y sensual por las escaleras y mientras prepara las bebidas le pido permiso para hacerle unas fotos, algo a lo que accede gustosa diciéndome, cariñosa, que hay confianza y recordándome que ahora tiene 24 años y que empecé a follármela cuando tenía tan solo 19.

Besarla cuando tiene la boca y la lengua fresquitas de la bebida es muy agradable y sensual y no tardo demasiado pedirle que volvamos a subir a la habitación. Allí la dejo en ropa interior y después de que, agachada sobre los talones, me haga una buena mamada, la cojo por la cintura y la subo a la mesita de escritorio donde le abro bien las piernas y me arrodillo con la cabeza entre sus muslos a disfrutar comiéndole su sexo mientras le aparto el tanga para poder jugar bien con la lengua. Su olor de hembra caliente me excita mucho y encontrarla tan húmeda también. Pronto sus flujos y mi saliva dejan bien mojada toda su entrepierna y ella gime y jadea mientras sus dedos acarician mi pelo. Me levanto, la estiro del culo hacía adelante, hasta el borde de la mesa, le abro un poco más las piernas y me dispongo a penetrarla. Cuando mi polla entra en su sexo recibe las primeras embestidas gimiendo más fuerte y mirándome lasciva, aún con el cuerpo levantado aguantándose con las manos, pero cuando se la clavo hasta el fondo y nuestros pubis se unen pone los codos en la mesa, tira el cuerpo y la cabeza hacía atrás y se abandona al placer. Intensifico el ritmo de la penetración mientras le magreo las tetas que hago saltar del sujetador. Sus gemidos a estas alturas son intensos y parecen quejas. Tiempo atrás me había llegado a parecer que le dolía, pero ahora ya sé que no es así y que mi deliciosa amante aguanta esto y mucho más. Continúo bombeando en el coñito de mi sexy partenaire y alternando las sobadas de pechos y pezones con las caricias a su clítoris. Sus labios me tientan, así que la incorporo un poco y, sin dejar de taladrarla fuertemente, la cojo por la nuca y me la acerco hasta poder comerle largamente la boca. Su lengua se encuentra con la mía y las dos se enzarzan en un juego de intercambio de salivas y respiraciones mientras le desabrocho y quito el sujetador para que sus pechos luzcan libres.

En este punto necesito un descanso y salgo de ella. Paramos y damos unos sorbos a la bebida entre besos y caricias.

Para el siguiente envite la pongo amorrada boca abajo sobre la mesa y hago que suba la rodilla de su pierna izquierda por lo que el cuerpo le queda estirado sobre la mesa mientras se sostiene solo sobre la pierna derecha y me ofrece una excitante panorámica de su culo y de los labios de su sexo bien abiertos, húmedos y palpitantes, dispuestos a recibir mi verga.

La penetro lentamente y sujetándola por la cintura empiezo a marcar el ritmo. Se la clavo hasta el fondo y luego la saco casi totalmente hasta dejarle tan solo la punta dentro y entonces, de un golpe seco, la vuelvo a perforar completamente. Intensifico este juego un rato dejando de cogerla por la cintura y sujetándome de sus hombros para que la penetración sea tan profunda como me sea posible. La estoy embistiendo con notable violencia y gime de placer cuando, de pronto, la mesa da un crujido que nos asusta un poco. Aflojo porque no es cuestión de romperla y acabar los dos en el suelo. En un momento dado la agarro por el pelo y tiro hacía mi para obligarla a levantar la cabeza y acercármela. Ella me busca la boca y nos besamos con pasión. Así, estirándola de la crin, me siento como un semental montando su yegua. Estoy muy caliente y tengo que parar y aflojar para no correrme allí mismo.

Después de un nuevo descanso y de dar algunos tragos más a los gin-tonics quiero que nos metamos ya en la cama donde yo, desnudo del todo, y ella solo con el liguero y las medias, tenemos un rato de sexo más dulce y romántico, con caricias, abrazos intensos y largos morreos. Esta vez no quiero que el orgasmo me llegue sin control como otras veces, así que cuando aún estoy bastante fuerte y controlo le pido que me la coma hasta hacerme acabar. Mi dulce amante me dedica una miradita pícara y seguidamente se amorra al pilón y se aplica a hacerme una felación antológica, combinando mamadas profundas con lametones por todo el tronco y los huevos y unas chupadas y juegos con la lengua que en poco tiempo me acercan irremediablemente al clímax. No considero necesario avisarla cuando voy a llegar al orgasmo. Es sobradamente experta para saber dónde me tiene en cada momento. Sin embargo cuando me tenso y descargo en su boquita me parece como si le cogiera un poco por sorpresa. Pero viciosa y glotona como es, se recoloca rápidamente, aprieta los labios alrededor de mi polla y sin dejar de chupar y masturbarme con la boca recoge y se traga todo mi licor sin dejar perder ni una sola gota. Cuando la beso con ternura ya no le queda nada de mi masculinidad en los labios. Me ha dado una de las mejores sesiones de sexo que hemos tenido nunca.

Mientras nos vestimos me comenta algo como que hoy he estado en plena forma o "on fire" o algo así. A mis 60 años me halaga mucho que mi jovencita amante me regale así las orejas. Sé que con sus parejas más jóvenes y potentes debe disfrutar mucho más, no me engaño. Pero tiene razón, hoy, sea por lo sexy que la he vestido o porque yo estaba en mejor forma que otras veces hemos tenido un muy buen polvo. Pronto la llamaré para repetir.