Un buen hijo de puta (6) (Revisado)
Desenlace final del comienzo de la nueva vida de Lucía, la joven madrastra de Carlitos.
Un buen hijo de puta (6)
Me sentí totalmente llena. Aquel pollón le tenía incrustado en mi vagina por fin. Me había costado pero lo había conseguido. Fue como un pequeño logro, un colofón a mis esfuerzos. Las plantas de los pies las puse en las rodillas de Carlitos como si fuese una pequeña rana atravesada por una gruesa caña de madera para hacer con ella un espeto. Me eché hacia atrás tocando mi espalda con su imberbe pecho. Estaba a merced de lo que me hicieran, del ritmo que quisieran imponerme, de la placentera condena que quisieran orquestarme. Me sentí seducida y dominada por aquella masa de carne que me había llevado a hacer tal depravación. Con esta postura la inmensa polla me apretaba y distendía de tal forma la parte anterior de mi vagina que cualquier movimiento que hiciera mi punto G era constantemente estimulado. Ante esta sensación tomé aire y suspiré; de lo llena que me sentía hasta llenar mis pulmones me costaba. Todo mi cuerpo, todo mi ser fundido con aquella polla era ahora de Carlitos. Era suya, y fui consciente que desde ese preciso momento no podría negarme a nada de lo que él me pidiese en ese sentido. Me había convertido en su criada, en su esclava, en su amante… en su puta.
Carlos aún no hacía nada, sólo allí se mantenía, como en cierta manera sorprendido de que mi gruta hubiera sido capaz de tragarse todo el magnífico calibre de su enorme y monstruosa polla. Mis dedos aprisionaron mis pezones, unos pezones que pedían a gritos ser estirados, mordidos, castigados, besados… a falta de que me lo hiciera mi amante penetrador me lo hacía yo misma como podía, haciéndome llevar mis pechos hacia mi boca, retorciéndolos con saña con mis dedos, excitándolos y estimulándolos hasta llevarlos al borde de la desesperación más absoluta. En esa posición yo no tenía control alguno, el control lo había tomado Carlos que fue llevando sus dos manos a los turgentes y firmes glúteos que le aprisionaban el bajo vientre para hacer que levantara ligeramente mi culo. Su enorme polla distendía completamente mi canal vaginal. Sentía como si mi sexo fuera el molde perfecto para aquel portento de pene que había podido engullirlo, la funda perfecta para aquel dardo que me estaba atravesando.
Fuertemente gemí y del fondo de mi garganta surgieron decenas de gorjeos cuando Carlitos, ayudado con sus manos en mis glúteos, comenzó a follarme con una cadencia lenta pero firme y constante. Un ritmo que empezó a taladrarme los bajos de tal forma que sentía como si la cabeza del pene estuviera masajeándome la mismísima pared de mi útero. Sentía como si la cérvix hubiera desaparecido, como si esta hubiera sido literalmente engullida por el resto de paredes vaginales para dar cabida a semejante monstruo fálico hasta el mismísimo centro de mi sexo. De la comisura de mis labios se escapaba un hilillo de baba que no podía controlar y mis párpados se entornaron en una mueca sorda cuando sentí un temblor interno que hiciera que los músculos de mis muslos vibraran en espasmódicos y placenteros orgasmos encadenados.
De mis labios entreabiertos se escapaban mil y un gemidos de puro goce y deleite, de satisfacción plena y de locura sexual. Empecé a sentir un grado de placer y plenitud tales que cada roce, cada leve movimiento de aquella maravillosa tranca me colmaran tanto como diez orgasmos experimentados con mis anteriores amantes. Carlos estuvo así unos momentos, no sé deciros si fueron segundos o minutos hasta que éste paró de forma abrupta de moverse y quitándome las manos que excitaban a mis pechos me obligó a poner éstas detrás suyo, a ambos lados de su cuerpo. Mis globos encontraron en sus manos el sustituto ideal para ser trabajados, masajeados, apretados y estrujados como él sólo quería, sin poner yo trabas ni impedimento alguno. Eran suyos, yo era suya, podía hacer lo que quisiera. Los dedos de Carlos encontraron mis pezones y como si de unas tenazas se trataran me los asió como si éstos fueran las riendas de la yegua que estaba cabalgando al son que él imponía:
- ¡Muy bien zorra ahora quiero que te muevas tú! ¡Venga cabalga y haz que me vacíe guarra!
- Aaaaaaaaaaaaah mmmmmmmmmff coomoo quieeraaas yo… Oooooooooh uuuuuuh ¡Qué polla! ¡No puedo! ¡No puedo dejar de correrme! ¡Dios mío qué locura! ¡Aaaaaaah!
- ¡Vamos guarra! ¡Aumenta el ritmo que si no no me vengo joder! –dijo Carlos apremiándome a moverme más ágilmente sobre aquella masa de carne-
- Oooooooooooooh ¡Me voy a reventar! ¡Pero qué gusto me estás dando hijo de puta!
- Como tú has dicho yo soy el hijo pero tú aquí eres ¡LA PUTA! – dijo dándome una metida seca que sentí partirme literalmente hablando- ¡Bombea PUTA! ¡Bombea y sácame la leche de los huevos que me están ardiendo de todo lo que tengo ahí dentro! ¡Bombea tú o lo hago yo y te desgracio el agujero de por vida! -dijo esto último dádome otro empujón con sus caderas mientras me volvía a elevar el culo con ambas manos-
- ¡Oooooogg! ¡Cabrón no me des tan fuerte que me vas matar!
- ¿No querías polla? Se te van a quitar las ganas de zorrear por ahí y engañar a mi padre por todo el barrio. ¡ZORRA DE MIERDA! –gritó dándome otra de sus bestiales estocadas-
- ¡Ooooooooohh joder Carlos no tan brusco por favor!
- ¡Qué cabalgues más rápido o te arranco los pezones y te saco el útero por la boca so cerda! –me gritó Carlos pinzándome los pezones hasta hacerme chillar del daño que me hizo. Aumenté aún más el ritmo follándole como lo haría una experimentada puta de un club, con saña, con dedicación, con un ritmo que hasta yo misma me hubiera asombrado alcanzar-
- ¿A- Así, a- así te vale? –contesté arqueando más mis caderas y mirándole hacia atrás directamente a su cara. Ante la cercanía Carlos me dio un rápido pero profundo morreo de aprobación en el que nuestras lenguas armonizaron un desesperado y libidinoso baile. Mi coño mantenía poco más de la mitad del coloso en sus húmedas y sedosas profundidades imprimiendo un ritmo tan marcado que no por mucho tiempo podría mantenerlo. Mis pies en sus rodillas intentaban mantener el equilibrio como podían-
- ¡Sí así! ¡Ahora mantenlo! ¡Haz que boten bien esas tetas de guarra que tienes! ¡Venga! –dijo soltando los castigados pezones y dando a mis tetas un par de bofetones- ¡PLAF! ¡PLAF! ¡Vamos qué boten!
- Aaaaaaaaaahh aaaaaaaaahhh ¡Carlos! ¡Por favor! ¡¡Aaaaaaaaaah!! ¡Haré lo… aaaaaaaah lo que quieras! Pero no me pegues así! ¡AAAAAAAH! ¡PLAF!¡Soy mamá!
- ¡Eres una zorra! ¡PLAF! ¡PLAF!
Estaba follándome a aquel pollón todo lo rápido y fuerte que podía. De mi chochito, castigado por aquel bate de carne, salía una orquesta de jugosos sonidos producidos por la humedad que mi tierno interior estaba destilando constantemente. La habitación entera olía sexo, olía a vicio… olía a mí. El gusto que sentía era inenarrable. Era como si mi cueva hubiera encontrado la polla perfecta para ocupar, como si mi vagina fuera la vaina de la espada que me atravesaba y que me estaba matando del más puro gusto. Del fondo de mi garganta sólo salía un gemido tras otro. Al cabo del rato mi ritmo fue menguando ante el cansancio por lo que Carlos, de improviso, volvió a cogerme de las cachas del culo para elevarme lo suficiente como para liberar su abdomen de mi peso y comenzó a follarme con una velocidad y una fuerza tales que pareciera que fuera a aparecer en cualquier momento la punta de aquel cipote por mi boca.
Traté de asir tan fuertemente como podía las rodillas de Carlitos con mis piececitos ante las rítmicas y fortísimas embestidas que aquel ser, hecho para el sexo, estaba marcando. Sentí que iba a morir allí mismo atravesada, empalada literalmente por ese pollón que me había vuelto sumisa y devota de su poder…
- ¡Aaaaaaaaaaaaah Carlos por favor! ¡P- para! ¡Me vas a reventar! –le grité cuando él también empezó a moverse a un ritmo impresionante- ¡Aaaaaaah Dios mío! ¡Me voy a correr otra vez! ¡Aaaaaaaaah! ¡No puedo creérmelo me vengooooo otra veeeeeez! AAAAAAAAAAAAaaaaaaaah mmmmmff- dije mordiéndome el labio inferior hasta notar que me estaba sangrando.-
Paré de repente de moverme ante los espasmos de placer que aquel orgasmo me estaba infligiendo. Él era el que se movía, me estaba barrenando toda. Me flaquearon las manos. Todo mi cuerpo empezó a temblar como si mi coño fuera el epicentro de un terremoto. Me eché hacia atrás reposando toda mi espalda en el torso de mi macho mientras éste seguía martilleándome sin perdón. Tuve uno, dos y ¡hasta tres clímax seguidos! Me estaba yendo en oleadas y oleadas de flujo. Mis pechos parecían dos enormes flanes moviéndose descontrolados ante las fuertes embestidas de aquel portento de la naturaleza. Yo le suplicaba que parase, que me iba a matar follándome como me estaba follando pero Carlos no me oía. Él seguía y seguía y seguía bombeándome bestialmente como si todo mi canal vaginal fueran sus manos agarrando su enorme y férreo pollón cuando se masturbaba.
Me sentía completamente a su merced y dominada. ¡Se estaba haciendo una paja con mi coño! Era como si estuviera castigándome. Me sentí como una muñeca, como una muñeca hinchable. La punta de su polla llegaba literalmente al útero. Mi cérvix se había disipado completamente y sentía como si éste no le tuviera. Debía ayudar a que aquello terminara cuanto antes si no quería verme en la morgue rota tras ser follada por mi hijastro y, como pude, intenté mover mis músculos vaginales para sobre estimular el enorme pollón que estaba ocupando cada milímetro de su distendido y estirado canal.
De repente Carlos me alzó las piernas sujetándomelas por las corvas. Veía como mis piececitos se movían locos desprovistos íntegramente de fuerza. De repente me vino otro orgasmo acompañado de un río de flujo que salió disparado de entre vete a saber de qué recóndita oquedad de mi sexo porque aquel salchichón me tenía completamente taponada y mientras tanto, Carlitos, parecía que iba más y más deprisa. Éste empezó a gritar pero aún más fuerte de cómo lo hizo cuando se estuvo haciendo la paja y me bañó con su esperma todo el cuerpo. Entonces lo supe. Me estaba echando toda la leche blanca que le quedaba en esos gigantescos depósitos de esperma que tenía por huevos. Estaba inseminándome ¡Me estaba preñando! Le volví a gritar. Pero esta vez no le dije que parara le dije que hiciera conmigo lo que quisiera que era su zorra… que era su puta.
- ¡Aaaaaaaaaaaaaah! ¡Dios te me estás corriendo dentroooooo ooo ooh!
- Aaaaaaaaaaaaaaaaagggggggggggg ¡Joder qué descarga! Uuuuuuuuuuuuu
- ¡Me vas a preñar! Aaaaaaaaaah ¡Soy tu zorra, soy tu puta madre! ¡Haz lo que quieras conmigo pero no dejes de clavármela como lo haces! ¡AAaaaaaahh Dios mío! ¡Otro! ¡Otrooooo!
Y no paró. Estaba descargando directamente sobre mi desprotegido útero andanada tras andanada de esperma. Un esperma que antes había podido comprobar su textura. Grumoso, denso, potente.
Tras su vaciado me sacó aquella jeringa de carne de mi castigada pero satisfecha cueva de perversión. Abierta y expectante, de su entrada se precipitaban hacia mi culo y el abdomen de Carlos espesos regueros de su simiente. Me apartó empujándome y caí como una muñeca de trapo a la moqueta azul de su habitación. Rota, derrotada y follada como una vulgar puta pero mis fuegos… por fin estaban apagados. Estaba satisfecha.
De mi coño seguían saliendo borbotones de blanco y espeso esperma. Mi respiración fue apaciguándose yendo a la normalidad pero rápidamente Carlos hizo que me diera media vuelta y me pusiera de rodillas frente a él. Me agarró del pelo y me acercó a su polla, una polla que había perdido algo de vigor ante la espectacular y abundante segunda corrida pero aún así, morcillona como la tenía, emanaba un halo de poder que me dominaba por completo…
- Límpiala –dijo golpeándome con ella los cachetes de la cara.-
La morcillona polla estaba repleta de fluidos. Consulté la hora. Sebe debía de haber llegado ya. Era extraño. Habían pasado más de 25 minutos de su hora normal de regreso. Aquel salvaje me había estado martilleando el coño durante más de media hora sin parar y casi en la misma posición. A un ritmo tan frenético y demencial que no entendía cómo de mis bajos no había salido humo de tanto frote. Perdí completamente la cuenta de los orgasmos que pude alcanzar en todo ese tiempo. Un tiempo que me pareció un breve instante. Entré en pánico y solté el enorme bate que ya había agarrado, hipnotizada, con una de mis manitas. Carlos me detuvo y volvió a decírmelo más fuerte…
- ¡Límpiala! ¡Te he dicho que me la limpies puta de mierda!
- No Carlos… tu padre… estará ya por venir… nos va a pillar… por favor, no me hagas esto.
- ¿Papá? ¡Papá entró en casa hace ya más de veinte minutos guarra! ¡Mírale allí detrás de la puerta!
- ¡Qué dices!
Todo mi mundo se derrumbó como un castillo de arena contra el que se ha estrellado una fuerte ola del mar. De entre la ranurita de la puerta se intuía una silueta. Tras unos breves instantes Sebe apareció bajo el dintel, con los pantalones de fieltro en los tobillos y arrastrando la hebilla del cinturón. En su mano estaba su pollita, pequeñita y lánguida. Goteando una gotita de esperma que débilmente fue a precipitarse sobre la moqueta. También acababa de correrse. Poco a poco fue acercándose sin dejar de masturbar su semirígida y patética colita. Yo seguía de rodillas ante el macho que acababa de follarme, mi Carlitos, mis pechos desnudos y sudorosos subían y bajaban ante mi impresión. No podía mover ni un músculo de lo atónita y perpleja que estaba. Mi boca, entreabierta, era objeto de los pollazos que aún Carlitos me propinaba para que le limpiara el instrumento de flujos.
- ¡Chupa polla guarra! –dijo tirándome más fuerte del pelo y restregando toda la masa de carne por mi rostro- ¡Hola papá! Puedes sentarte si quieres… estarás más cómodo.
- Sí… sí… -dijo Sebas sentándose en el escabel sin dejar de mirar cómo su hijo abusaba de su esposa como le venía en gana-
- Sebastián yo… yo… lo siento… no… no he podido… -intenté explicarle a mi esposo-
- ¡Chupa ostiaaaas! –dijo Carlitos restregando el pollón en toda mi cara-
- Sebastián yo en verdad que…¡GLUP! MMMMMFFFFFFF! – intenté decir algo pero el bestia de Carlos había metido su verga en mi boca. Al estar semi empalmada lo había logrado, el cerdo de él-
- ¡Eso es así! ¡Chupa, chupa! ¡Guarra estúpida!
- MMMMMMFFF! MMMMMMFF – mientras le comía el vergajo veía cómo Seba, se había vuelto a coger el pene para frotárselo viendo la escena. Yo no podía creer aquello pero no sé porqué me tranquilicé y agarré el pollón con un de mis manitas para recorrer todo el tronco con mi lengua mientras le miraba. De mis labios surgió una leve sonrisa para, observándole, proseguir limpiando el ídolo que tenía en mi rostro-
- Es una lástima que la guarra esta no sea capaz de meterse toda mi polla en la boca papá. Ninguna de las putas del club me lo ha podido hacer… uuuuuufff… sí así guarra así… eso es… muy bien… así… mámamela bien y que quede bien limpita.
- Anita la vieja pudo, ¿no? –dijo Sebas sin parar de masajearse el pene-
- ¡Na! ¡Fue un asco, se tuvo que quitar la dentadura postiza para hacerlo y casi se ahoga intentándolo! Yo ya he asumido que ninguna tía va poder hacerme una comida profunda.
- Jejejejeje No entendí porqué querías irte con ella con todas las jovencitas que tiene Doña Aurora pero ahora ya lo comprendo.
- Jajajajaja ¡Eres la ostia papá! –contestó Carlitos-
- MMMMMMMMMMFFFF MMMMMMMMNNN
- ¡Basta zorra! –dijo Carlos dándome una bofetada y obligándome a dejar de lamerle los huevos que me los estaba ya llevando a la boca- ¡Qué vas a terminar por empalmarme otra vez y te voy a tener que reventar tu coño de nuevo!
Me empujó y quedé sentada en el suelo. De mi coño seguía rezumando semen de Carlos. Me sentí completamente humillada, sola y desconsolada pero al menos estaba satisfecha sexualmente.
- Está bien… -dije sollozando pero aguantando el tipo- podéis usarme como queráis los dos. Ya sabéis que soy una puta.
- No –dijo Carlos- tú eres una zorra, una guarra, una golfa pero no, no eres puta… aún. Las putas cobran por follar y entregan a su chulo lo que han ganado para que las siga follando.
- Sí –dijo Sebas levantándose del escabel con la polla en la mano, ahora sí la tenía más rígida, como sólo en un par de ocasiones se la había visto antes- Eso es una cuestión que ya hemos arreglado con Doña Aurora, ¿verdad hijo?
- Sí papá –contestó Carlos. Su polla estaba ya más calmada pero aún así era intimidatoria- ¿Cuándo empieza a trabajar?
- Mañana mismo hijo, mañana mismo. Ponte en cuatro Lucía y abre el culo que te lo voy a follar… jejejeje ¡Y sin condón! ¡Lo que me voy a ahorrar en gomas a partir de ahora!
- ¡Ya has oído lo que ha dicho papá zorra! ¡En cuatro!
- Yo… yo… -dije balbuciendo poniéndome como me habían ordenado- no… no entiendo nada.
- Pues es muy fácil de entender Lucía –dijo Sebas- A partir de ahora trabajarás de puta en el local de Doña Aurora. Tú traerás el dinero a casa con lo que más te gusta hacer y a mí me vas a retirar de trabajar que ya estoy muy mayor para levantarme todos los días a las cuatro de la mañana. A ver ¡Ábrete el culo guarra que voy!
- No… no podéis hacerme esto –dije sin mucho convencimiento abriéndome las cachas del culo-
- ¿Cómo que no? ¡Lo estamos haciendo! ¡Mejor dicho! ¡Lo hemos hecho! –dijo Sebas cogiéndome de la cintura- Oooooooh ¡Qué culito tienes Luci¡ ¡Qué culito!
- ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!! ¡Despacio por favor! –dije cuando la noté que me había penetrado toda en el recto-
- Muévete Lucía, ¡muévete! –dijo mi madurito marido- Sabes que con mi diabetes y mis problemas de hipertensión no duro mucho…. ¡Ooooohhh qué gusto que apretadito es!
- Joder papá me estás dando una envidia-dijo Carlos al que le vi ladeando la cabeza con el pollón en la mano. Se le estaba poniendo otra vez como la Columna de Trajano-
- No te preocupes hijo. ¡Ahora se lo petas tú!
- ¿QUÉÉÉÉÉ? –grité sintiendo los roces de Sebas en el culo-
Y sí… no os voy a contar lo que pasó después porque a bien seguro os lo imagináis todos. No sé cómo pudo lograrlo pero aquel pedazo de bestia me partió el culo. Me sentí como un polo, la polla el palo, yo el helado; o como un Chupa Chups, yo el caramelo, el pollón que me atravesaba las tripas el palo, y nunca mejor dicho. Sebas en tanto miraba, miraba y miraba. Yo berreaba como una cerda que sabe que la llevan al matadero porque sentía que me estaba partiendo por dentro. Al cabo de lo que pensé que habían sido como quince o veinte minutos de puro bombeo en búsqueda de petróleo comencé a berrear… pero de gusto. No pude caminar durante al menos siete días. Siete días en los que no pude salir de casa porque pensé que me habían desgraciado las entrañas de por vida. Durante esos siete días, sin embargo, me usaron ambos por mis otras oquedades disponibles y no dañadas. Me jodieron a placer como les dio en gana, especialmente Carlitos y su ejemplarizante y castigador pollón que había encontrado a la hembra capaz de tragarse, por al menos dos de sus agujeros, su enorme tranca. En todas las ocasiones me echaban su simiente pues siempre me jodían y gozaban sin protección alguna.
Mi hijastro, sin duda, había sido un buen hijo para Sebas. Habían estado conchabados durante meses y durante las últimas semanas habían ido juntos al puticlub. Se llevaban francamente bien y mientras Carlitos me follaba Sebas se mantenía mirando, sentado en algún sillón, masturbándose su pollita. Eso era lo que verdaderamente le gustaba. Mirar. A partir de entonces, Carlitos se convirtió en un buen hijo… de puta.
Al puticlub me llevaron no al día siguiente porque estaba en pésimas condiciones pero sí en esa misma semana para comenzar a ejercer… de puta. Y no os voy a adelantar nada por si algún día os lo cuento pero os aseguro que anécdotas e historias tengo para llenar y llenar tantos volúmenes como la Enciclopedia Británica. Mis tribulaciones como profesional del sexo fueron, han sido y son muy, muy variadas. Mi verdadero chulo es Carlos aunque Sebas ejerce sobre él de una más que notable influencia. En mi nuevo trabajo hago de todo y más… pero bueno, eso ya… eso ya es otra historia.
¿FIN?