Un buen hijo de puta (2) (Revisado)

La joven madrastra va siendo arrastrada a la tentación.

N. de autor : Esta historia ha sido retocada en todas las partes que, en su día, "hirieron" la sensibilidad de ciertos lectores haciendo que se retirara la serie de la página. Han sido muchos los correos que me han mandado solicitando la serie completa original y otros tantos que me han pedido en varios correos que la retocara para que volviera a poder ser publicada. La mando retocada aunque desde luego la historia completa no fue planteada de esa forma cuando se escribió.

Un buen hijo de puta (2) (Revisado)

Aquel mismo día por la tarde, mientras mi marido estaba echándose una siesta, salí un momento a la calle para encontrarme con Marcos. De la cabeza no se me iba aquel instrumento que se adivinaba en la entrepierna de Carlitos. No porque lo deseara, a ver si me entendéis, sino porque en toda mi vida sexual nunca jamás había visto una cosa de ese tamaño presumible. Y digo tamaño presumible porque como bien sabéis todos no se la vi en ningún momento pero el bulto debajo de los vaqueros… ese bulto era realmente grande. Mi cuerpo reaccionó, supongo, como el de cualquier hembra cuando nota una cosa de esas dimensiones y claro, los ardores que ya tenía tuve que aplacarlos en la ducha como bien pude pero para mí hacerme un simple dedo no era suficiente por lo que, en esa misma tarde,  busqué como loba en celo la compañía de Marcos.

Marcos no follaba mal del todo. A sus 32 años era un sustituto ideal de mi marido para el sexo pero su verga tenía un tamaño de lo más normalito. Un cacharrín que se acomodaba a mi almejita sin dificultad y que hacía que mi coñito se mantuviera medianamente atendido a pesar de ser follada unas cuantas veces a lo largo de la semana. Con Marcos al menos echaba dos o tres polvos semanales y con mi viejito marido otros tres pero esos no podían contarse como tales. Eran tan rápidos y superficiales que mi coño a veces no le daba tiempo a mojarse. Mi marido pensaba, al principio del todo, que su polla era demasiado grande para mi estrechito agujerito vaginal. Yo nunca le dije nada porque siempre pensé que el que creyera tal cosa le agradaba y, la verdad, tampoco en ningún momento quería, por nada del mundo, hacerle daño. Gustavo mi otro amante, por el contrario, era más brioso y su verga hacía que me llenara bastante más que la de Marcos. Él era un compañero de clase con el que compartía mesa y con el que muy pronto llegué a compartir algo más íntimo que ésta. Gustavo era ocho años más joven que yo, con un cuerpo muy trabajado de gimnasio porque estaba opositando para llegar a ser policía, unos ojos claros que me gustaban demasiado y un humor que me hacía reír con cualquier cosa. Lo malo es que los encuentros con Gustavo, desde que finalicé los estudios nocturnos de bachiller se limitaban, tan sólo, a un día a la semana y últimamente ya ni a eso desde que el bueno de Gustavo se había echado una novia de su edad que, al parecer le dejaba bien seco. Nos llamábamos de vez en cuando y si él y yo estábamos libres quedábamos para follar en cualquier sitio.

Él me llamaba folla-amiga, un calificativo que, en privado, no me importaba en absoluto pero que cuando lo utilizaba en público me molestaba bastante. Un día, nos encontramos a unos amigos suyos a la salida de una pequeña pensión de la calle Atocha en la que solíamos quedar para desfogarnos bien los dos y éste, ni corto ni perezoso, le faltó tiempo para presentarme con tal calificativo; tiempo me faltó también a mí para llamarle a él de todo y dejamos de vernos durante casi dos meses, tiempo en el que aprovechó para echarse a su actual novia. Por este motivo los encuentros con Gustavo eran cada vez menos frecuentes y no por menos echaba en falta esa polla suya que me diera bien fuerte y con el brío que quería en mi entrepierna. Al menos tenía a Marcos, el hijo del ferretero.

En cuanto abrió la puerta me abalancé hacia a él y allí mismo y casi sin esperar cerrar la puerta principal de la calle me agaché para sacarle el cacharro y empezar a chuparle la verga:

-          ¡Joooder Lucía cada día eres más puta! –dijo Marcos intentando cerrar la puerta mientras yo, en cuclillas, le bajaba la cremallera del pantalón para liberar la cosita que me faltaba- Espera un momento… cooooño ooooooooh –se le escapó cuando ya me había introducido su flácido pene en mi boquita- que, que… ¡Oh Dios! Ooooh mmm ¡Espera por lo menos cierre la puerta que nos puede ver algún vecino ostias!

-          Mmmmmm lappp laap ¡Ponla dura ya que la necesito dentro de mí cuanto antes! Laap laaap.

-          Ooooouugg sique, tu sigue así y verás que poco tardaaaa aaaaahhh ¡joder! ¡Zorra mira ya cómo me la estás poniendo hija de la gran puta! ¿Qué te ha pasado? ¿Has estado viendo alguna porno o algo así?

-          Laaap laap mmmfffff, laaap, laaap…

-          ¡Joder qué bien la chupas guarra! Dime si se la chupas así a tu maridito cornudo anda, que eso sabes que me pone más brutote aún…

-          Laaaaapp mmmfff, noo mmmmbbbff … sabes que no ¡Venga métemela ya que no tengo mucho tiempo! ¡Dame fuerte!

-          Claro zorra pero espera que voy a por una goma…

-          ¡No hay tiempo Marcos! ¡Métemela en el culo!

-          ¡Joder sí que vas caliente guarrona! ¡Ostias menuda sorpresa! Normalmente no quieres… si no te lo preparo bien.

-          ¡Que me la metas ya Marcos, cabrón! ¡Vamos párteme el culo que voy muy caliente! –Le dije poniéndome en cuatro con el pantaloncito corto bajado hasta los tobillos-

-          ¡Joder que agujeritos tienes Luci! No entiendo cómo tu maridito cornudito no te da más carne con los tesoros que tienes ahí! –me dijo agarrándome las nalgas para separar las cachas del culo y tener acceso al agujerito que le ofrecía-

-          ¡Calla y dame tu maldita polla AAAAAAAAAHHH!  ¡Hijo de puta me las clavado toda en seco caaaabroooón!

-          Jajajajaja ¿No era eso lo que querías zorra? –Dijo sacándola casi por completo-

-          ¡AAAAAAAHH! – volví a gritar cuando me la volvió a clavar hasta la empuñadura-

-          ¿Sabes por qué me gusta tanto follarte el culo? –preguntó sacándola hasta la punta-

-          ¡AAAAAAAAAAAAAHHH! ¡NO!- Le grité volviendo a notar toda su polla en mis entrañas-

-          ¿Qué no? ¡Sí que lo sabes zorra! ¡¡PLAF!! –Dijo dándome una fuerte nalgada con su mano que a bien seguro me dejó marca en mi maltratado glúteo-

-          Yo… ¡¡AAAAAAAHHHHH!! ¡Me vas a hacer cagar las tripas cabrón! –Le dije ante otra embestida brutal-

-          ¡PLAF! ¡PLAF! ¡Contéstame hija de puta! – contestó continuando con su castigo-

-          ¡¡AAAAAAAAAHH!! ¡Más suave por favor más suave!

-          ¡¡¡PLAF!!! ¡Que me contestes coño!

-          ¡¡¡¡AAAAAAAAHHHH!!!! ¡No lo sé, no lo sé! ¡¡¡AAAAAAHHH!!!  ¡Más suave Marcos por favor!

-          ¡Y una mierda! ¡PLAF! ¡PLAF!

-          ¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHH joder que dolor!

-          ¡Contesta a la pregunta hija de puta y seré más suave! ¡PLAF!

-          ¡¡AAAAAHH!! ¡Porque es muy estrechito y apretado!

-          Aparte de eso… también es estrechito y apretado tu coñito, ¡Vamos piensa!

-          ¡PLAF! ¡AAAAAAAH! ¡Joder! No sé, no sé ¡¡AAAAAAHH!! ¡Porque está todo depilado!

-          ¡Sí, pero aparte de eso! ¡PLAF!

-          Aaaaahh yo… oooohhh… yoooo no sé… -balbuceé empezando ya a sentir algo de placer- ¡AAAAAAAAH! ¡Más despacio Marcos por favor!

-          ¿De verdad no lo sabes Luci? ¡Venga! ¿Cuántos años llevamos follando juntos, cinco, seis?

-          Sieeeeeeteee oooommm mmm sí así AAAAAAAAAHHH ¡Despacio! ¡Despacio!

-          ¡Siete! ¡Siete! ¡Guarra de mierda! ¡Siete años! Siete años en los que sólo te has dejado follar cinco veces el culo!  ¡CINCO!

-          ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH!!! –grité cuando me dio una embestida que pensé me había alcanzado mi estómago-

-          ¡Y cuatro de ellas con goma! La quinta me encantó llenarte las tripas de lechada ¿sabes?

-          Aaaaaaahh… sí… me… me lo dijiste… aaaaahhh… sí ahora… ahora me gusta más… sigue así, así… aaaaahh sí así oooooohh… mmmmm –dije mordiéndome un nudillo, el placer empezaba a embargarme-

-          ¡Y esta es la sexta! ¡Y sin goma también! ¿Y sabes qué te digo zorra?

-          No…sí… sigue así aaaaahhh ¡qué gusto más grande!

-          ¡Que te voy a echar todo lo que tengo en mis huevos en tus tripas! ¡Eso es lo que me gusta cabrona!

-          Aaaaaahh… yo… no… sabía… yooooo oooohhh me voy… ¡me voy a venir! Aaaaaaahh –le dije metiendo mi otra mano entre mis piernas para alcanzar el clítoris y estimularme aún más. Necesitaba tener un orgasmo de película y comencé a hacerme el molinillo en mi pepitilla-

-          ¡Pero me lo vas a decir tú esta vez si quieres que siga! ¡Venga dímelo! –dijo parando un momento y dejando el pene semi hundido en mi recto-

-          ¡No te pares ahora cabrón! –le dije moviendo yo más deprisa la mano en mi clítoris-

-          ¡Pues dímelo tú si quieres que te siga dando por culo!

-          ¡Córrete! ¡Córrete en mis tripas! ¡dame más fuerte! ¡No pares! ¡Aaaaaaahhh! ¡Sí me vengo! ¡Me estoy corriendoooooo!

-          ¡Sí muévete así hija de puta! ¡Qué buena que estás so puta! ¡Sí! ¡Ahí te va! ¡Ahí te vaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaggggggghhhhhh!

La sodomización fue espectacular. El orgasmo que obtuve fue de lo mejor en los últimos años, sí eso mismo, de los últimos años. Tras el orgasmo nos quedamos los dos tirados en la alfombra. Él todavía encima de mí y con su pene aún clavado en el culo sentía cómo éste se empequeñecía por momentos ante la reciente eyaculación.  Mi respiración se tornó a la normalidad y Marcos se desplazó hacia un lateral sacándome la verga morcillona del trasero. De mi culo rebosaban borbotones de esperma que fueron a parar a los labios vaginales. Con cierto miedo, por qué no decirlo, me incorporé rápido y fui a lavarme y vestirme. La calentura se me había pasado pero no duró mucho.

Aquella misma noche soñé con penes gigantes. Enormes y grandiosas vergas que me perseguían para penetrarme por todos mis agujeros y dejar su semilla allí donde se aliviaran. Cuando me desperté por la mañana  tenía el sexo encharcado en flujo. Indudablemente mi calentura y cachondez continuaban. La cama, a mi lado, estaba vacía. Mi marido ya se había marchado a la frutería. Carlos no estaba en casa por lo que, ni corta ni perezosa comencé a hacerme uno de mis dedos hasta terminar de correrme como una loca.

Pasaron dos semanas en las que aquella situación continuó prolongándose. Tal era el estado en el que estaba que, incluso por las noches, buscaba a mi viejito marido para que tratara de aliviarme algo pero él seguía sin poder satisfacerme e incluso en alguna ocasión no llegó tan siquiera a poder obtener una erección decente. Mi cuerpo pedía que le diera verga.  Los sueños continuaron y la situación se hacía cada vez más problemática porque ni tan siquiera Marcos podía ya hacer sexo conmigo cada vez que iba a buscarle. No daba la talla a los encuentros continuados que pedía mi libido.

El martes de la tercera semana hubo un cambio radical en mi situación y comenzó de una forma muy parecida a la que había desencadenado mi creciente lascivia. Me encontraba en la cocina atendiendo un asado de cordero que a mi marido le encantaba comer cuando de repente mi hijo político me hizo otra pregunta:

-          ¿Mamá?

-          Dime Carlos qué te ocurre. -le dije desatándome el delantal y dejándolo colgado de la pared-

-          ¿Puedo hacerte una pregunta?

-          Claro que puedes. Creo que siempre he tratado de contestar a tus preguntas.

-          Es que es acerca del sexo…

-          ¡Dispara Carlitos! –Le dije sentándome en una de las sillas de la cocina  cruzando las piernas. La falda subió más allá de medio muslo-

-          El otro día cuando… cuando… cuando estuviste tocándote para poder mojarte… ya sabes…

-          ¿Ya sé? ¿Qué debería de saber Carlitos? –Le dije alborozada. Una de mis zapatillas bailaba en mi pie, nerviosa, mis dedos comenzaron a juguetear con un mechón de pelo que caía por encima del hombro abochornada ante aquella pregunta que me había pillado desprevenida-

-          ¿Te excitaste en verdad?

-          Pues Carlos, hijo, si no me hubiera excitado no me hubiera mojado para que tú pudieras ver un sexo femenino como tú querías… ¿no crees?

-          Sí bueno claro, lo que yo quería decir mamá es cómo conseguiste hacerlo tan… tan rápido, o sea, cómo conseguiste excitarte tan pronto…

-          No… no te entiendo Carlos.

-          Sí bueno, verás, es que a mí me cuesta un montón el llegar a hacerlo, ya sabes, cuando me masturbo y… pensé, … pensé que tú podrías decirme qué tengo que hacer para poder llegar cuanto antes.

-          Vamos a ver… en qué tienes dificultades ¿en llegar a empalmarte?

-          ¿Eh? ¡No, no, no no! ¡Para nada no! A ver yo lo que tengo dificultad es en llegar a eso… ya sabes.

-          ¿A correrte? –Le dije tocándome el pelo, aquella situación era de cuento-

-          ¡Sí eso precisamente!

-          Pues… no sé Carlos, yo tampoco me preocuparía mucho la verdad, el problema sería justamente lo contrario. ¡Es precisamente lo que le pasa a tu padre! – Exclamé sin pensar lo que había dicho, dolida por el hecho que esto me producía.-

Si Seve no hubiera tenido ese problema yo quizás no hubiera buscado una solución fuera de mi lecho conyugal pero mi cuerpo me pedía sexo. Y mi madurito marido, aunque lo intentaba, nada podía llevar a cabo para hacerme llegar a los orgasmos que me dejaran satisfecha. Seve  siempre se había portado maravillosamente bien con los dos críos, con su hijo y con el mío y jamás hizo distinción alguna entre ambos. Yo, en cambio, trataba a Carlos de forma distinta, más que nada porque podría ser cualquiera de mis hermanos pequeños. Aún así, siempre le veía con cierto aire de superioridad por ser mayor que él y por ser, lógicamente, la mujer de su padre, pero Seve no, Seve era distinto a este respecto y esto hizo que, con el tiempo, mirara de forma distinta a mi marido. Con los años había comenzado a querer, a mi manera, a mi marido pero me faltaba lo que me faltaba y para mí era un apartado muy importante para mi persona.

-          Es que… es que si estoy con una chica se cansará de mí y de esperarme y…

-          ¡Eso no es un problema Carlos! –Le dije poniéndome de pie- Cuando la chica quiera podrá hacerte correr cuando le dé la gana a ella.

-          ¿Ah sí? –dijo Carlos abriendo los ojos desmesuradamente-

-          Por supuesto.

-          Y eso… ¿eso cómo lo lograría?

-          Pues verás Carlos… -le dije yendo hacia el salón, mi hijo iba detrás como un perrito- cuando una mujer quiere tiene muchos recursos para hacer que el hombre llegue al clímax. Eso lo averigüé hace ya mucho tiempo.

-          ¡Pues no será con papá porque si tiene ese problema!

-          ¡Carlos te he dicho que hace ya muchos años de eso! ¡Antes de conocer a tu padre!- le dije dándome la vuelta y encarándome con él-

-          Ya, ya mamá lo sé no te enfades por favor… -dijo dando un paso hacia atrás-

-          ¡No me enfado Carlos! –enfadada no, estaba acojonada- Es sólo que… que bueno que puede cualquier mujer lograr que su hombre llegue si él no llegara.

-          Y… ¿cómo?

-          ¿Qué cómo? Pues… una de las formas es moviendo los músculos vaginales al tiempo que ella y él se están también moviendo.

-          ¡Caray! ¿Y eso es posible? – dijo Carlos incrédulo-

-          Por supuesto que lo es. –Dije sentándome en el sillón encendiendo la tele con el mando a distancia-

-          Y eso… ¿eso cómo podría simularlo mientras me masturbo mamá?

-          ¿Qué? ¡Ay Carlos no lo sé! –le dije molesta-

-          Es que necesito llegar… desde que te vi… desde que vi tu coñito lleno de juguitos no he parado de masturbarme mamá pero me cuesta un huevo el poder llegar y es que tengo los testículos que me duelen de lo cargados que los tengo-

-          ¡Carlos por el amor del cielo! ¡Cómo me dices eso!

-          ¡Es cierto mamá mira! –Gritó Carlitos bajándose los pantalones y los calzoncillos para liberar a un pene que no era de este mundo.-

Aquello era descomunal un monstruo de verga que en reposo debía medir los 15 o 16 centímetros sin demasiados aspavientos. Pero lo verdaderamente asombroso era el grosor de aquel artilugio, unos cinco o seis centímetros de diámetro fijo si no tenía alguno más… y eso en reposo. Los testículos caían en dos inmensas bolsas que eran parcialmente tapadas por aquel vergajo sin precedentes en la historia. Dos inmensas bolas que, sin duda, debían de pesarle lo suyo al chaval. Debía de tener almacenados varios mililitros de esperma en aquellas inmensas bolsas testiculares. Ahora entendía cómo al hacer la colada a mi hijo llevaba la misma talla de calzoncillo que mi marido sin tener la prominente barriga de éste. Era claro, en algún sitio debía guardar tanta carne.  Con los ojos abiertos como platos y llevándome las palmas de las manos a las sienes exclamé asombrada ante aquella cosa:

-          ¡Por los clavos de Cristo! ¡Cielo Santo pero qué tienes ahí Carlitos!

-          ¿Eh? Pues… esto… oye… ¿mamá estás bien?- dijo alzando los calzoncillos para tapar toda aquella masa. Yo me había quedado en shock, aquello no podía haber sido cierto, tenía que ser una ilusión. Era un imposible.-

-          Sí… Carlos, sí… Estoy bien, estoy bien, no te… no te preocupes. –dije dejándome caer en el sillón. Estaba convencida que mi mente me había jugado una mala pasada-

-          Pues… no sé mamá. No parece que estés muy bien. ¿Quieres que te traiga un vaso de agua o algo?

-          No, no Carlos. No me traigas nada. Déjame sola, anda.

-          Vale mamá –dijo Carlos girando sobre sus talones-

-          Estooo… ¿Carlos? –le dije-

-          Sí mamá –Contestó volviéndose-

-          ¿Puedes… puedes enseñarme otra vez eso… eso que tienes entre las piernas?- lo dije casi mecánicamente, sin pensar las consecuencias ni mis propias palabras. Lo que verdaderamente quería comprobar era si había sido o no un espejismo generado por mi lamentable estado sexual de las últimas semanas. Carlos hizo una mueca que no reconocí y encogiéndose de hombros volvió a mostrarme… aquello-

-          ¡Joooooooder! ¡Pedazo polla tienes chiquillo!

-          Pues… bueno… en el gimnasio algunos me llaman El Sota, El Sota de Bastos, pero no me lo dicen a la cara porque a más de uno le dejaría con un par de marcas. ¿En verdad es grande?

-          ¿Grande? ¡No! ¡Es gigante! Pero un momento… acércate por favor… quisiera ver de cerca esa… esa cosa tuya…- Carlos se acerco con las manos sujetando los bordes del calzoncillo y se puso a escasos veinte centímetros de mi cara. Aquel vergajo le tenía a tiro de lengua y boca. ¡Pero joder era mi hijo político coño!-

-          Pareces asombrada… -dijo mirándome desde arriba-

-          ¿Asombrada? –le contesté encontrando su mirada sentada desde el sillón- no, estoy alucinando. ¿Pu… puedo cogerte el pene un momento? ¿Cu… cuánto pesa eso?

-          Ni idea… -dijo- ¡Compruébalo tú misma!

Con el dedo corazón palpé con miedo y cierto resquemor aquel portento de la naturaleza. Sin duda era de verdad. No era mi imaginación no, aquello era carne y músculo, sin duda.

-          Cógela con la mano si quieres mamá. Así comprobarás lo que querías saber. –dijo bajándose los calzoncillos hasta medio muslo-

-          ¡Madre mía! ¡Qué pollón!- dije sopesándola con la mano-

La palpé, la giré y la levanté para ver con detalle aquellos enormes y gruesos testículos que precedían a “la cosa”. Tremendas bolas gastaba Carlitos. Cada una de ellas debía de tener un tamaño aproximado a una ciruela de categoría extra superior.

-          Va… vaya – continué diciendo levantando hacia arriba aquella inmensa polla.  Sobrepasaba en poco el ombligo de Carlitos- que… que pedazo de huevos… son… son ¡enormes!

-          ¡Oooh! Mamá ¡Qué gusto me da esa manita tuya!

-          ¿Qué? –tan ensimismada estaba con aquella contemplación que no me había percatado que la mano que cogía aquel manubrio masajeaba muy, pero que muy despacio el inmenso tronco- ¡Oh perdona no quería!

-          No te apures mamá… así verás cómo es en realidad y comprenderás cuál es mi problema verdaderamente.

-          No Carlos no. – Le dije retirando la mano de aquella masa. Esta cayó como un tronco recién cortado pero mucho más hinchado de cómo estaba en un principio- Esto no está bien… soy tu madre, política, pero al fin y al cabo tu madre y esto no está nada bien.

-          Mamá tú me dijiste que ibas a ayudarme en todo lo que necesitara y este problema que tengo me está volviendo loco. Los huevos me duelen que son una barbaridad y no consigo correrme rápido salvo de estar ahí dale que te pego a la zambomba más de una hora sin parar. Debe haber algún método o algo para poder dar solución a mi problema.

-          Carlos, yo no sé qué pretendes yo… ¡Dios mío si sigue creciendo! –

CONTINUARÁ