Un buen correctivo

Segunda parte del castigo impuesto por Mi Amo y su amigo por la falta que habia supuestamente cometido.

Un Buen Correctivo

Bueno, ya os conté en mi anterior relato, como fue ese primer castigo que recibí. Y prometí explicaros el segundo, cuando este se produjera. Pues llego el momento.

Era una tarde, como otra cualquiera, del mes de agosto. El sol brillaba, y la gente, se encontraba disfrutando de sus vacaciones. Pero para mí, esa tarde iba a ser especial, y mientras me dirigía a encontrarme con Mi Amo, no dejaba de darle vueltas en mi cabeza al deseo contenido, de estar de nuevo ante El. Tenía que acabar de ser castigada, y lo peor, es que esta vez Mi Amo, no había querido contarme lo que iba a suceder, lo que producía que me sintiera asustada, excitada y nerviosa.

Llegamos como siempre al apartamento. Pero en esta ocasión, en lugar de dirigirnos al salón, me llevo directamente al dormitorio. Es una habitación, de aproximadamente unos 3 metros cuadrados, en la que solo hay una cama, un armario, y una mesilla en el lado derecho.

En cuanto entramos en la habitación, cruzo los brazos sobre el pecho, y se quedo mirándome fijamente. Eso signo basto para que yo supiera inmediatamente, lo que El esperaba que hiciera. Así que me desnude lo mas rápidamente que pude. Deje caer mi ropa al suelo, los zapatos, la blusa, el sujetador, la falda, y así, quede expuesta y desnuda frente a El.

Mientras me desnudaba, vi como abría el maletín que siempre lleva, e iba sacando diversos instrumentos, que dejaba sobre la mesilla. Pero entre mis prisas por no hacerle esperar, y la excitación que me producía el no saber lo que vendría a continuación, no fui capaz de fijarme en las cosas que sacaba.

Se acerco a mí, y como siempre en el inicio de una sesión, lo primero que hizo fue colocarme el collar, las muñequeras, y las tobilleras. Después, con un gesto de su cabeza, me indico que me tumbara sobre la cama.

Se dirigió a la mesilla y volvió hacia mí, llevando unas cuerdas en sus manos. Cogio mi mano derecha, ato la cuerda a la muñequera y esta a se vez, al lado derecho de la cama. Luego, repitió la misma operación con la otra mano. Al acabar con las manos, hizo lo mismo con las tobilleras, pasando la cuerda por ellas, y sujetándolas a la cama. De este modo, me encontraba totalmente expuesta a El, en una posición en forma de cruz.

Al igual que en el anterior castigo, volvió otra vez, a vendarme los ojos con un pañuelo.

Oía sus movimientos por la habitación, y eso me producía un estado de tensión y excitación constante. No podía anticipar lo que iba a ocurrir, pero intentaba al máximo, agudizar otros sentidos, para poder preverlo.

Note una presión en el pezón. Mi Amo, me estaba poniendo las pinzas en mis pechos. De pronto, note como una tirantez sobre ellos. Había atado la cuerda que unía ambas pinzas, a la cabecera de la cama. Después, sentí la misma presión sobre mis labios vaginales, también ahí estaba poniendo las pinzas.

¿Te duele, verdad perra? Pues así aprenderás a no querer usarlo sin mi permiso.

No se cuanto tiempo me tuvo con ellas puestas. Pero si recuerdo, que esos minutos, se me hicieron eternos. Me dolía, y me excitaba. Pero sobre todo, quería aguantarlo por El. Quería hacerle feliz al entregarle mi dolor.

Cuando las retiro, me sentí tremendamente aliviada. Aunque la reactivación de la sangre, indudablemente, me dolió. El hecho de sentir sus caricias, compensaba largamente, el dolor que había soportado, hasta ese instante.

Bien puta, te voy a poner los pechos tan doloridos, que solo pensar en ofrecerlos te dolerá, al recordar este momento.

Cogio el látigo de colas, y empezó a azotar los pechos con el. El dolor era intenso, así que supuse que los estaba dando solo con la punta del látigo, y además, con la precisión necesaria, para que todos impactaran en la zona de la aureola del pezón. No podía concentrarme en saber el número exacto de azotes que recibí, pero creo, que serian unos 20 aproximadamente. Cuando acabo, sentía como si el pecho me ardiera.

Oí un mechero al encenderse. Eso hizo, que todo mi cuerpo se tensara. Sabia lo que significaba, y Mi Amo, sabia perfectamente el pánico que me da la cera. Es uno de los castigos, que mas me cuesta soportar. El olor de la vela, se extendió, por toda la habitación. Y en seguida, empecé a sentir sus gotas, cayendo sobre mi cuerpo, en un ligero goteo desde los pezones, pasando por los pechos, bajando por mi vientre, hasta llegar a mi ombligo. Con cada gota, mi cuerpo, ya dolorido, se tensaba más. El calor intenso de cada una de esas gotas, hacia subir mucho mas la temperatura de mi cuerpo, y mi propia lujuria. Mientras, Mi Amo, me iba diciendo:

¿Querías sentir algo caliente y viscoso en tu piel, verdad puta?, pues toma lo que te mereces.

Cuando considero que ya era suficiente, apago la vela, y me desato. Me cogio, fuertemente por el pelo, y me hizo, darme la vuelta. Ato mis manos a las tobilleras, y me atrajo, hacia el borde de la cama. En esta posición, me encontraba con mi culo, y mi coño totalmente expuesto a los deseos de Mi Amo. Sentí como algo penetraba fuertemente a través de mi ano. Mientras Mi Amo, continuaba hablándome:

En este culo de perra, solo entra lo que Yo, Tu Amo, quiere. ¿Lo sabes puta? Así, que guárdame bien esta fusta.

Note como su polla, penetraba en mi coño. Me iba follando a un ritmo cada vez mas acelerado, mientras con una mano, metía y sacaba la fusta de mi culo, y con la otra, me iba azotando las nalgas.

Muévete zorra, ahora si que puedes dar gusto, pero a Tu Amo, puta.

El ritmo de la follada, se incremento. Su corazón iba cada vez más rápido. Su respiración y la mía, eran cada vez mas agitadas. Notaba en mi vagina, las contracciones de la polla de Mi Amo. Sentía como su miembro se hacia cada vez más grande, como su deseo de llegar al clímax, era más evidente. Y por fin, cuando estaba llegando al orgasmo, la saco rápidamente, y esparció toda su leche, por encima de mi culo.

Su mano, se acerco a mi coño, y empezó a acariciarlo. Primero con movimientos suaves y lentos, para luego ir subiendo en su intensidad y fuerza. Sus dedos, acariciaban mis labios vaginales, jugaban con mi clítoris. Cada vez estaba mas excitada, más caliente, con el coño totalmente empapado. Y mientras tanto, El seguía jugando con el mango de la fusta, en mi ano. Le suplique, le rogué, le implore, que por favor, permitiera que me corriera. Le decía que no podía aguantar más, y El me contestaba:

Ni se te ocurra correrte, o volveremos a empezar pero mas duramente. Aguanta la calentura, zorra, y sufre por provocarla.

Siguió jugando con mi coño. Yo creía que no iba a poder soportarlo por más tiempo. Mi cuerpo, se estaba empezando a tensar, estaba a punto de llegar al orgasmo, pese a querer evitarlo a toda costa. Mi Amo, se dio cuenta de ello, y de golpe retiro su mano y a la vez, el mango de la fusta. Mi respiración era agitada, mi deseo enorme, mi frustración en esos momentos fue tremenda. Y sus palabras, me hicieron un daño terrible, no por lo que decía, sino porque con ellas demostraba lo defraudado que estaba por el comportamiento que yo había tenido. Y nada, me podía herir mas, que sentir que le había fallado.

No vas a tener ningún orgasmo hoy. Por calentar a la gente, te quedas sin el. Así aprenderás la lección.

Me cogio nuevamente del pelo, y me hizo girar sobre mi misma. Mi boca, quedo a la altura de su polla, y me dijo:

Límpiala bien, con esa lengua de perra en celo que tienes.

Cogí y pase mi lengua muy despacio por su pene. Fui limpiando con ella, cualquier resto de su semen y de mis propios flujos, que habían quedado sobre su piel.

Hummmm…….Así, zorra, limpia bien.

Después Mi Amo me soltó, y me hizo ponerme de pie. Tiro mi cabeza hacia atrás, y me dijo:

No te muevas puta. Solo quiero limpiarte y si te mueves, vas a recibir muchos fustazos.

Note el impacto de la fusta. Cada golpe, conseguía despegar una nueva gota de la cera de mi cuerpo. Los golpes eran cruzados, en sentido lateral, y su impacto, se producía o directamente sobre las gotas, o inmediatamente al lado de ellas.

Cuando Mi Amo considero que ya estaba limpia de todas y cada una de esas gotas, dio por finalizado el castigo. Me quito el pañuelo de los ojos. Me cogio entre sus brazos, y mientras me acariciaba el pelo, me iba susurrando al oído:

Eres una buena perra. Has hecho feliz a Tu Amo. Se que lo has aguantado todo por Mi. Eso me hace estar orgulloso.

Y con esas palabras, yo me sentía feliz. Estaba contenta de estar a su lado, de poder sentir sus caricias, de haberme entregado a El. Y creo, que para mí, no hay mejor sensación que saber que soy suya. Que le pertenezco, y que desearía estar siempre así, a sus pies.

Espero realmente que el relato de lo sucedido en este segundo castigo os haya gustado. Y nos encantaría tanto a MI Amo como a mí, el que nos enviarais vuestras opiniones a hetdesir@hotmail.com .

Gracias por vuestra atención.