Un buen Chico I
Los relatos de un buen chico son verdaderos y estos son una especie de diario abierto.
Podría decir que me enorgullezco de tener buena memoria, no hay muchos detalles que no pueda traer fácilmente a mí si alguien los menciona pero aquel sábado me demostró lo contrario.
El viernes después de un colapso donde pasé a sentirme como la protagonista de una mala película de adolescentes donde la chica no puede conseguir una pareja para el baile de graduación, me encontré frente al espejo observándome con detenimiento, había pasado tiempo desde que tenía la excusa para sacar mis viejos vestidos y pasar más tiempo de lo necesario arreglando mi cabello.
Un amigo había finalizado sus estudios y por pedido de sus padres lo que sería en un principio una reunión informal con amigos pasó a convertirse en un evento más elegante, donde descubrí que todos mis amigos asistirían con sus parejas y yo me encontré ante la disyuntiva de asistir o no. No era la parte de socializar sola lo que me intimidaba o molestaba era el hecho de que sabía que en algún momento habría música sonando y yo no tendría con quien bailar y tener que hacer todo ese esfuerzo en arreglarme para que al final de la noche se terminara sin mi acercándome a la pista de baile me parecía completamente decepcionante.
Hasta que mi amigo N apareció para salvar el día, me confesó que él se encontraba ante el mismo dilema y me ofreció a ir juntos a la fiesta. Había pasado mucho tiempo desde que veía a N, habíamos compartido el mismo grupo de amigos cuando éramos adolescente pero por cosas de la vida misma éste se había alejado y no nos habíamos vuelto a ver.
Quedamos en que nos reuniríamos en su casa debido a que él salía tarde del trabajo y no tendría tiempo de pasar a buscarme y bañarse, no habría tiempo si es que queríamos llegar según la hora acordada. No tuve objeciones así que nos encontramos allí sin saber que un sucio secreto del pasado vendría a encontrarme cuando golpeara la puerta de su casa.
N tenía a su padre que era muy joven al parecer lo había tenido cuando tenía como diecisiete años, es decir que cuando nosotros nos juntábamos su padre rondaba la edad de treinta dos años, cuando lo conocí me había sorprendido y no pude evitar mencionárselo a un amigo. Su respuesta:
- Ese hombre está como quiere- no pude hacer más que reír tentada hacia aquella frase.
Era bueno saber que no había sido solo yo la que había notado el buen parecido del padre, luego de ello una complicidad se creó con este amigo, con el cual conversábamos cada vez que lo veíamos al padre si nos reuníamos en casa de N. Era simplemente eso, un tonto tópico con el cual mi amigo y yo sacábamos demasiada diversión.
Cuando la puerta se abrió, el padre de N me recibió y si no fuese por la forma en la que estaba vestido no tendría por qué traerlo a colación.
Solo vestía el pantalón de su traje y zapatos. Me miró con extrañeza.
- Estoy buscando a N- mencioné sin más.
Él me llamó por mi nombre, inseguro, cuando lo confirmé, se sonrió y mencionó lo mucho que había cambiado y no pudo evitar a traer a colación mi color de cabello. Me saludó acercando su cuerpo al mío y plantó un beso en mi mejilla con una cotidianidad que me sacó de mi eje, de su falta de camisa no hablamos, parece que era mejor pretender que nada sucedía, y es que nada sucedía por lo menos para él. Dejándome pasar dentro de la casa pasó a buscar a N, éste gritó desde el baño que pronto saldría.
Cuando su padre regresó me ofreció asiento, me senté en el sillón de costado mirándolo a él que se había acercado hacia la ventana para prender un cigarro. Compartimos una charla indistinta porque tengo que admitir que en mi mente grababa la imagen mental de él, de su cabello color miel levemente ondulado peinado un poco hacia atrás, de la barba prolija que ahora cubría parte de su rostro, de su cuerpo que se mantenía bastante bien pensando que ahora era un hombre de unos cuarenta y tantos años, de sus brazos fuertes, de su espalda contorneada, de sus manos que llevaban lentamente el cigarro hacia sus labios, del reloj de correa en su muñeca, de la forma en que su otra mano libre pasaba por su barba mientras me conversaba.
Sí, la imagen mental había sido procesada.
N apareció de repente medio vestido hacia dónde estábamos.
- necesito tu ayuda- mencionó llamándome para que lo siguiera hacia su habitación.- no sé qué ponerme- me dijo N sin más y yo aclaré mi cabeza porque las decisiones sobre moda deben ser tomadas con extrema seriedad.
Pasamos un tiempo debatiendo si debía usar una camisa con cuello, sin cuello, si era demasiado usar corbata, que si llevaba el saco que hacia juego con el traje.
Me senté en su cama y no pude evitar mirar a N, nos habían pasado los años y se veía distinto, se veía parecido a su padre por lo menos el recuerdo de él que yo tenía de adolescente a excepción de su mirada, la de N era mucho más seria, me miraba con más intensidad de la que habría deseado de un amigo, más aún de uno con el cuál han pasado tanto años sin vernos y este amigo en particular se ve tan apuesto, con la camisa semi abierta y el cabello cayendo sobre su cara aun medio húmedo de la reciente ducha.
Se cambió frente a mí y yo pensé que los hombres de esa casa tenían que dejar de estar tan cómodos de andar así en frente mío, su perfume flotaba por la habitación y N me conversaba con naturalidad mientras se movía por el cuarto buscando distintas cosas.
Una vez listo, me levanté de la cama y él me observó poniendo una mano en mi cintura.
- Estas linda- no respondí nada, nunca sé que decir ante los cumplidos. Sin soltarme me guio fuera de la habitación hasta el living. Su padre se había puesto una camisa.- ¿y qué tal nos vemos?- preguntó N tomándome nuevamente de la cintura mientras posaba y yo me paraba avergonzada a su lado.
- Se ven muy bien los dos-. Me llamó por mi nombre- ella siempre fue linda- mencionó como un comentario al azar, aun así me sacó una sonrisa.
De la fiesta no había mucho más que comentar de lo divertido que fue volver al reunirse con viejos amigos que habían sido separados por nuestras carreras, trabajos o por la cuarentena, bailé como hace mucho no lo hacía. N fue un buen compañero de baile y me acompañó hasta el cansancio, pegamos nuestros cuerpos con una naturalidad de quien continuamente se ven pero ese no era nuestro caso y aun así eso no nos detuvo. Cuando se hizo lo suficientemente tarde decidimos que era momento de volver a casa.
Al llegar al auto, me pidió que le esperara, que deseaba fumar antes de partir, me ofreció uno pero decliné y terminé apoyándome contra la puerta del lado del acompañante descansando mis pies.
No pude evitar notar que N y su padre tenían los mismos comportamientos.
Bueno, están relacionados ¿qué más podía esperar?
N era más alto, de hombros más anchos y un tanto más estilizado, compartían el color de cabello y se paraban al fumar de la misma manera.
Cuando terminó el cigarro lo tiró al piso y me giré para abrir la puerta del auto hasta que sentí su mano posándose sobre la mía, me llamó la atención el gesto y cuando pude sentir su cuerpo contra el mío ahí, inmóvil, no pude evitar girarme dentro del reducido espacio entre él y el auto.
Me detuve en su cara, observando sus facciones como él lo hacía conmigo, sus ojos marrones me miraban oscuros, sin decir una palabra nos quedamos ahí por unos segundos, por alguna razón sentí su actitud un tanto prepotente como que se había tomado la molestia de acercarse y acorralarme solo para intimidarme o causar alguna reacción de mi parte. Me enderecé levemente y mi mano fue a posar en su mejilla.
- ¿Estás bien?- Supongo que pudo sentir el desinterés en mi voz porque tiró de la puerta del auto donde su mano había estado todo este tiempo. Mi cuerpo chocó contra el suyo y él solo se retiró para dejarme entrar.
- Te llevo a tu casa- me dijo una vez dentro del auto mientras buscaba una pastilla mentolada del tablero, me ofreció una y esta vez la acepté.
Durante el trayecto hacia mi casa, hablamos de la fiesta y borramos el momento extraño. Una vez estacionados el apagó el motor y conversamos un poco más.
- Me voy- dije y N se removió en el asiento para tomarme la cara y besarme la mejilla, cuando quise alejarme su agarre me mantuvo cerca. – si no vas a hacer nada, suéltame la cara- le advertí sin esperar que me besara, su aliento a menta y el mío se mezclaron dentro de aquel auto.
Un tanto dejados llevar por el momento contemplamos seguir con aquello que tan bien se estaba sintiendo. Pero al darnos cuenta que yo compartía casa con parte de mi familia y él con su padre, di por finalizado lo que ahí había sucedido, había sido un buen beso y por esa noche me parecía mejor terminarlo y me bajé del auto. Ninguno profesó promesa alguna sobre vernos nuevamente y no me parecía necesario. Una vez dentro de mi casa sentí el rugido del motor encendiéndose y luego alejándose del lugar.