Un bello experimento
A su mujer le gustaba masturbarse en plena naturaleza cuando iban al campamento nudista. Pero aquel día tres machos observaron como ella se estaba dando placer sola y decidieron ayudarla. Cuando el marido fue a buscarla estaba enloqueciendo con tres pollas perforando los tres agujeros de su cuerpo. No tuvo más remedio que participar para calmar la excitación que le había producido el sorprendente e inesperado espectáculo.
UN BELLO EXPERIMENTO.
Somos un matrimonio de 26 años y te escribimos para contarte una aventura que tuvimos la suerte de realizar esta semana santa. Empezaré por describirte un poco como somos. Mar, mi mujer, mide 1,72 de estatura, es una mujer muy atractiva, con grandísimos pechos y un coño muy caliente. Yo, Adrián, soy un hombre de 1,75, bastante bien dotado y con mucho aguante.
Como cada año, para estas fiestas que te indico, nos fuimos a pasar unos días de acampada, ya que nos gusta poder disfrutar del campo. Nos instalamos en un bosque, bastante cerca del mar, pero en una zona de muy difícil acceso para mayor tranquilidad ya que siempre que hacemos estas salidas nos gusta estar en lugares retirados para poder disfrutar de nuestros cuerpos desnudos en plena naturaleza.
Llegamos el jueves por la tarde, a última hora, por lo que este día sólo nos dio tiempo de montar la tienda y prepararnos algo de cenar para después acostarnos pues estábamos algo cansados. Al día siguiente, nos levantamos temprano y como tenemos por costumbre, salimos a dar un paseo en bicicleta por los alrededores, siempre desnudos ya que nos da mucho morbo que alguien nos pueda ver. Después del paseo, volvimos donde teníamos la tienda y como ya eran más de las doce, le dije a Mar que yo prepararía la barbacoa.
- Pues mientras la preparas - me contestó ella - yo iré a darme un baño y tomar un poco el sol en la playa.
Tras recoger unos cuantos troncos y encender la barbacoa, me tomé una cerveza para apagar un poco el calor que sentía ya que, aunque estuviera en pelotas, hacía un día verdaderamente caluroso. Al estar a punto el fuego busqué la carne, ya que Mar tardaba en volver, pero no supe encontrarla así que me dirigí a la playa para preguntarle donde la había metido. Al acercarme donde estaba mi mujer, escuché unos jadeos. Creí que se estaba masturbando, algo que le encanta hacer al aire libre, y decidí darle una sorpresa por lo que me acerqué sigilosamente. Pero al colocarme detrás de unos arbustos desde donde podía verla perfectamente, la sorpresa fue mía, y mayúscula, al comprobar que no se estaba masturbando sino que la estaba acariciando un hombre de unos 35 años.
Mi primera reacción fue aparecer y enfurecerme con ellos aunque ella ya tenía experiencia en tríos pero, tras reflexionar y pensar que no había para tanto, enseguida me di cuenta de que, no sólo había un hombre, sino que eran tres los que hacían cola para follarse a mi mujer. El chico que la acariciaba ya he dicho que tendrían unos 35 años, era alto, moreno y tenía un miembro que debía medir cerca de los 20 cm. El segundo que se acercó a Mar era un chico más joven y no tan bien dotado como su amigo. Este, al estar al lado de ella, le puso el miembro en la boca y Mar, que ya se encontraba totalmente caliente, no tardó en abrirla y tragarse aquel tarugo.
Mientras estaban así, ella comiéndole la polla a uno y el otro acariciando sus tetazas, apareció el tercer amigo. Este si que me dejó sorprendido ya que era un chico de color de unos 25 años. No era muy alto pero todo lo que le faltaba en altura lo tenía concentrado en la polla. Era descomunal, de unos 25 cm y gorda como mi brazo. Mar al verlo, dio un salto para agarrar aquella barra de carne que enseguida empezó a besar y a chupar, a la vez que se montaba y cogía a uno de los chicos. Hacérselo con un negro había sido hasta entonces uno de los mayores deseos de mi esposa. Cuando se le puso bien dura aquello era descomunal y oí como ella, que para aquel entonces ya estaba super cachonda, le decía al negro:
¡Sí, sí, ahora... fóllame... méteme tu pollón en el culo!.
El negro se colocó a sus espaldas en la arena, aprovechó para, después de habérselo lubricado bien con la lengua y distendido con algunos dedos, penetrarle el ano, y ella muy abierta de nalgas, empezó a introducirse aquel monstruo no sin bastante dificultad, a pesar de que ella ya había tragado algunos tarugos bastante grandes ya que, gracias a mí, posee una buena colección de consoladores. Una vez la tuvo toda dentro, con los cojones del negro pegados en su culo, entre los dos amigos la empujaron hacia adelante hasta que ella quedó pegada al pecho del chico con lo cual su culo quedaba totalmente ofrecido.
Mar estaba fuera de sí por el tremendo gustazo que estaba recibiendo y no paraba de decir: - ¡Follarme, cabrones... así... me muero de gusto... oooh... como me gustaría que mi marido viera como se están jodiendo a su mujer! - y dirigiéndose al tercero, añadió - ¡Y tú ven aquí y méteme tu polla en la boca... las quiero todas para mí!.
Al oír esto yo ya no pude aguantar más y salí de mi escondite con la polla en la mano, más dura que una barra de hierro. Me acerqué hasta ellos y mi mujer, al verme, se sacó la polla que tenía en la boca y entre jadeos, suspiros y con los ojos en blanco, me dijo:
¡Cariño, no te enfades, pero me estaba masturbando cuando aparecieron estos hombres y... mira como hemos acabado!.
No te preocupes, lo he visto todo y mira como me he puesto
- le contesté.
Entonces cogió mi polla y se la llevó a la boca empezando a hacerme una soberbia mamada.
Así estuvimos un buen rato en el cual me fue imposible contar los orgasmos que ella tuvo hasta que el hombre que follaba su coño, entre gritos de placer, se corrió llenándole la vagina de leche muy espesa que, cuando le sacó la polla, le resbalaba por las nalgas hasta pringar los huevos del negro.
Yo aproveché la ocasión para, sacándole la polla de la boca, introducírsela en el ano, lo cual no me costó mucho gracias a lo abierto que lo había dejado la polla del negro y lo bien lubricado que estaba por la gran corrida que había tenido. Otro ocupó rápidamente su coño, bombeo un corto rato, y sacando su verga eyaculó gran cantidad de leche que Mar recibió en el vientre y el rostro, esparciendola sobre sus tetazas.
Yo tampoco tardé mucho después de esto, y tras cuatro o cinco entradas en el culo de mi esposa me corrí en él, llenándoselo aún más del espeso líquido.
- ¡Quiero chupártela y que te corras en mi cara! - le dijo entonces Mar al negro.
El negro le hizo caso. Apartando a mi mujer y enfilando su enorme polla se la metió en la boca mientras me decía lo guarra y cachonda que era Mar.
Al poco rato también se corrió llenándole, como ella quería, la cara con su elixir, cruzándole tres grandes disparos de leche que le embadurnaron la frente, mejillas, labios y lengua del néctar.
Descansamos un poco y nos despedimos de los tres hombres no sin antes quedar en que por la noche iríamos a cenar a su campamento, ubicado cerca del nuestro.
Por la noche, tal y como habíamos decidido, fuimos a su encuentro con la idea de montar otro numerito como el de antes pero con más tranquilidad y más intimidad. Nuestra sorpresa fue al acercarnos a su caravana y escuchar jadeos. Pensé que quizá eran bisexuales y que se lo hacían entre ellos.
Asomé la cabeza por la puerta del vehículo y vi los tres machos fundidos en una gran orgía con tres mujeres. Después supimos que eran las suyas. Al darse cuenta de nuestra presencia, nos invitaron a pasar y unirnos a ellos, cosa que hicimos encantados.
Lo que sigue ya podéis imaginar. En un segundo estábamos tan desnudos como ellos y montamos una orgía en la que hubo de todo. Mamadas, folladas, enculadas, dobles y triples penetraciones. Hasta Mar se atrevió a montarse un trío lésbico con dos de ellas y disfrutando mucho. Yo, por mi parte, no sé las veces que me corrí pero después de cada corrida siempre estaba la boca de la negrita que me la volvía a poner dura. Así pasamos unos días disfrutando de la "naturaleza".
Adrián - Barcelona