Un antiguo amigo, un nuevo amante
Nunca pude imaginar que aquel chico tan poco interesante acabaría calentando mis sábanas.
Yo todavía era muy joven cuando sucedió lo que voy a relatar, apenas había cumplido la mayoría de edad. Por aquel entonces mis relaciones personales eran bastante anárquicas, no solo con los chicos sino también con mis amigas. Tan pronto salía con uno como que me juntaba con ellas, igual frecuentaba una zona que no salía de otra, siempre al albur de las circunstancias que me llevaban por uno u otro camino. Pero aun así y con todo yo era feliz yendo a mi aire, a mi puta bola como se decía entonces, aunque eso me trajese algún que otro problema, sobretodo con mis amigas.
El caso es que una noche recibí la llamada de Begoña. No era muy normal que me llamase, tampoco que la llamase yo, por lo que enseguida comprendí que alguna intención oculta se escondía entre tanto interés por mis huesos.
- … y bien, ¿qué problema te ronda que te has acordado de llamarme?
- No seas borde, ¿hay algo de malo en que quiera saber de ti?
- Pues no lo se, depende de para que quieres saber de mi.
- Joder tía, que poco facilitas las cosas. Es verdad, necesito pedirte un favor…
- Vale, ahora ya nos entendemos mejor. Tú dirás que puedo hacer por ti.
- Necesito que salgas conmigo este fin de semana y quizá también el próximo.
- Explícate porque me da en la nariz que quieres emparejarme.
- No, emparejarte no, eso es cosa tuya, pero necesito que acompañes a alguien para que yo pueda dedicarme a su amigo.
- Entiendo…
- Lo que ocurre es que este chico, el que me gusta y al que yo le gusto, tiene un amigo al que conoce desde que iban a la guardería y no salen de casa el uno sin el otro.
- Y has pensado que tu amiga Lucía es la más adecuada para entretener a su amigo y dejarte vía libre en tu conquista.
- Hija, tampoco es eso, solo necesito una amiga para que ese chico no vaya sosteniendo la vela todo el día, no te estoy pidiendo que te cases con él.
Casualmente había cortado hace poco con un chico y no tenía ningún compromiso en ciernes, por lo que podría venirme bien para cambiar de ambientes y evitar encontrarme con mi ex.
- Vale, vale, tampoco pierdo nada por ver que pasa, pero te aviso que si resulta un rollo no me vuelves a ver el pelo y te quedas sola con tu chico, su amigo y la vela.
- Gracia Lucía, sabia que podía contar contigo
- Lo que pasa es que soy tonta y me cuesta decir que no
- Lo que pasa es que eres un encanto de mujer
- Ya te vale…
Aquella tarde decidí llegar con un poco de retraso. Siempre soy puntual en mis citas pero pensé que si me hacía esperar un ratito generaría un poco más de expectación.
Cuando entré en el bar, enseguida vi a Begoña sentada junto a dos chicos. Estaban de espaldas.
- Buenas tardes
- Hola Lucía –respondió Begoña-
Y los chicos se giraron
- Hola Lucía
- Hola Ramiro. Hola Andrés.
Begoña se quedó a cuadros.
- ¿Os conocéis?
- Somos viejos amigos –respondí-
La situación me resultaba un tanto tensa. Hace algunos meses yo había tenido una historia con Ramiro. Ambos chicos jugaban juntos en un equipo de fútbol en el que también jugaba otro chico con el por entonces salía. El caso es que terminé enrollándome con Ramiro y discutiendo con mi novio. Cosas que pasan.
- ¿Aun seguís en el mismo equipo? –pregunté-
- Si, mañana tenemos partido.
Begoña, que se había quedado sin habla, trató de sobreponerse a la situación.
- Pues mira que bien, así no hacen falta las presentaciones.
El ambiente se podía cortar con un cuchillo. Begoña se levantó de la mesa para ir al baño y me pidió que la acompañase.
- ¡Pero bueno!, ¿es que no hay un chico en este barrio con el que te hayas liado?
- Con Andrés no –respondí-
- Pues esta tarde vas a tener la posibilidad de enmendar ese error
- Oye, no te pases un pelo, ¿Cómo iba a saber yo que habías quedado con ellos?. Si quieres me largo, que a mí tampoco me hace gracia la situación.
- ¡Como te vas a ir ahora!. ¡Joder!, con lo ilusionada que estaba con esta cita.
- Escucha, lo de Ramiro es agua pasada, fue una tontería que además me llevó a romper con mi novio. No te preocupes por nada, ahora está contigo y eso es lo único que te tiene que importar.
Yo no tenía la culpa de la situación pero me sentía mal por haber defraudado a Begoña. Le prometí que haría todo cuanto estuviese en mi mano para que su cita con Ramiro saliese todo lo bien que ella esperaba.
Una vez en la calle traté de animar la situación.
- ¿Habéis pensado donde vamos a ir?
- Si no os importa –respondió Ramiro- tenemos las llaves de un local donde nos reunimos los del equipo después de los partidos. Esta tarde está vacío. Podemos ir allí,hay bebidas, música y tele.
La proposición era de lo más descarada, así que miré a Begoña para ver si a ella le parecía bien.
- Como queráis –dijo Begoña- más barato nos va a salir que irnos de copas.
Pues que sea por Begoña. Esta tarde le toca mojar.
Como mi compromiso era facilitar que Begoña intimase con Ramiro, no me quedó otra que emparejarme con Andrés.
Andrés era un chico muy tímido que le costaba mucho relacionarse con las mujeres. No era feo pero tampoco tenía nada especial que llamase la atención en él. Bueno, su culo si, un culo redondito y respingón al que apetecía arrimarse. La pena era el resto, que no acompañaba.
- Lucía, ¿por qué te liaste con Ramiro? –me preguntó Andrés de sopetón-
- Ya veo que no va a haber esta tarde otro tema de conversación.
- Perdona si te he molestado. No hace falta que me contestes si no quieres.
- No seas tan suspicaz, no me has molestado. La verdad es que no hay una respuesta concreta, surgió la ocasión y a ambos nos apeteció aprovecharla.
- Eso está claro, pero estabas saliendo con Santi y ese sí que era buen chico.
- ¿Y Ramiro no lo es?, pues vaya amigo que eres si piensas así de él.
- Soy su amigo y siempre lo seré, esto nada tiene que ver con la amistad, pero Ramiro no se porta bien con las chicas. Mira contigo, se te llevó a la cama y una vez consiguió lo que se había propuesto ya no quiso saber nada más de ti. Además con su comportamiento hizo que Santi abandonara el equipo y era un portero excelente.
- Espera, espera, ¿y yo no cuento?. Si me acosté con él también fue porque a mi me apeteció. Yo no me acuesto con todo el que me lo propone sin más, también se elegir.
- Y precisamente eso es lo que no entiendo, como las chicas como tú elegís siempre a los que menos os convienen.
- ¿Las chicas como yo?, ¿qué quieres decir con las chicas como yo?
- Perdona si te he ofendido pero no era mi intención. Lo que quiero decir es que las mujeres atractivas siempre os fijáis en los hombres que menos os convienen, en lugar de aquellos que de verdad os quieren y que morirían por haceros felices.
- ¿De verdad?, ¿y esos hombres existen?
- Claro que existen, que tú no los veas aunque los tengas a medio metro no quiere decir que no existan.
Aquellas palabras llevaban carga de profundidad. O estaba perdiendo mi sensibilidad femenina o ese chico me estaba declarando su amor.
- Mira Andrés, solo tengo dieciocho años, me apetece divertirme, no busco ningún novio para casarme con él y ser feliz durante toda una vida. Además, eso del amor es algo muy serio. La mayoría de las veces solo son encaprichamientos pasajeros.
- No siempre, sobre todo cuando seis meses después sigues sintiendo lo mismo.
El chico sería tímido pero tiraba con bala. Decidí ser igual de directa.
- Aunque no lo creas, me di perfecta cuenta de te habías fijado en mí. Eso se nota.
- ¿Ah si?. Pero yo no era chico para ti. Ya tenías a Santi para que te pasease y a Ramiro para que te follase.
- ¡Oye, oye! ¿a que viene eso ahora?. No te consiento que me hables así. Yo no te debo nada.
Su salida de tono me había molestado mucho. Estaba dolido conmigo, eso era evidente, pero no tenía ningún motivo para ello. Yo soy libre de elegir con quien estoy y con quien no. El resto del camino hasta el local lo hicimos en silencio. Por delante Ramiro y Begoña caminaban juntos buscándose las manos tímidamente.
Cuando entramos en el local me sorprendí por lo bien acondicionado que estaba. Parecía un inmenso salón de una mansión de película, con su barra de bar, sus sofás, etc. Había de todo. Unas escaleras subían a un altillo donde tenían un billar, un futbolín y estaban los baños.
Le pregunté a Ramiro
- ¿Esto no lo tenías hace seis meses, no? Nunca me habéis traído aquí.
Pero contestó Andrés
- Cuando Santi nos dejó vino otro portero. Este local es suyo y entre todos lo hemos acondicionado como sede del Club.
Me quedé mirando a Andrés fijamente a sus ojos y pude apreciar claramente como los tenía vidriosos. Nos sentamos en uno de los sofás y le cogí la mano.
- Perdóname –le dije- No quiero que esta tarde lo pases mal. Tratemos de olvidar lo pasado y divirtámonos todo lo posible.
- Es que… no puedo quitarte de mi cabeza. Ramiro me contó con todo lujo de detalles lo que habíais hecho y solo de imaginarte con él me pongo malo.
- Pero ¿qué te contó?, solo nos acostamos. A ver si ahora se cuelga medallas que no le corresponden.
Verle tan compungido me hizo sentir pena por él. Yo nunca había sentido esos malos rollos pues siempre había logrado al chico que me había propuesto. Pero Andrés era un mar de resignación y de dolor acumulado por los amores no correspondidos. Mientras pensaba esto, inconcientemente acaricia sus manos y le miraba a los ojos con una sonrisa maternal. En este punto Andrés acercó muy despacio su cara a la mía y me besó sutilmente en los labios. Yo no hice nada. Me sentí incapaz de negarle ese beso.
- ¡Pero bueno! –interrumpió Ramiro- ahora va a resultar que la parejita se nos pone a hacer manitas.
Y Begoña, abrazándose a él por detrás, añadió
- Creo que tu amigo sabe aprovechar el tiempo mejor que tú.
- Perdona muñeca, pero mejor que yo nadie aprovecha el tiempo. ¿Acaso tenemos alguna prisa?
Y preguntó
- ¿Quién quiere una cerveza?
Aquel beso me hizo pensar mucho. Mi visión de Andrés había cambiado por completo. Acostarme con él ya no me parecía una idea descabellada. ¿Cómo sería hacer el amor con alguien que está locamente enamorado de ti?. Poder sentir ese cariño en sus caricias y en sus besos, no hacerlo únicamente por deseo, también con ternura, dulzura y comprensión.
- Me ha gustado tu beso. Ha sido diferente a todos los que me han dado hasta ahora.
- ¿De verdad?, llevaba mucho tiempo queriéndotelo dar, y dártelo así, suave, casi imperceptible.
- Pues me alegro de que lo hayas hecho. Y siento haber tardado tanto tiempo en darme cuenta de que tus besos sabían mejor que todos los demás.
Andrés se ruborizó. Quise aliviar la tensión.
- Pero tengo que tener mucho cuidado contigo, no quiero convertirme en una pervertidora de menores
- Ja, ja –rió Andrés- ¡que tampoco eres tan mayor que yo! Cumplo la mayoría la semana que viene, pero te aseguro que por lo demás soy un hombre con todo lo que necesita un hombre para hacer feliz a una mujer.
- ¡Uy que machote! A los hombres se os va la fuerza por la boca. Eso tendrás que demostrármelo.
Finalmente había conseguido que la situación se normalizase y que Andrés se sintiera más confiado conmigo. Lo que esa tarde ocurriese solo sería el resultado de dejar que las cosas sucediesen de la forma más natural posible.
Begoña y Ramiro ya habían comenzado a dar rienda suelta a sus instintos. Tratábamos de no prestarles atención, pero era imposible no percibir sus calenturientos sonidos. Las manos de Ramiro se perdían por debajo de la blusa de Begoña mientras sus bocas se devoraban ansiosamente. Ella se había abrazado a su cuello y buscaba con su entrepierna el paquete de Ramiro para frotarse desesperadamente. Aquello tenía la pinta de que iba a terminar antes de que comenzase.
- Espera –dijo Andrés, y se levanto para colocar unos biombos entre ellos y nosotros – Ahora por lo menos no los veremos.
- Ni ellos nos verán a nosotros –apostillé-
El ambiente había alcanzado una temperatura tal que hacía imposible seguir allí sin que pasase nada. Y yo deseaba que ocurriese.
- Sabes –le dije- el que sabe esperar consigue su premio.
Y muy despacio, sin dejar de mirarle ni de sonreírle, me quité el sujetador por debajo de la camiseta.
- Si quieres puedes besarlos –añadí-
Me levantó la camiseta con una delicadeza que me excitaba. Sin decir una sola palabra, acercó sus labios a mis pechos y sentí el leve roce de sus labios en mis pezones. Andrés era todo ternura. Sentía su amor en todo lo que me hacía. No parecía que este chico tuviese tan poca experiencia con las mujeres, muy al contrario, sabía perfectamente lo que yo deseaba y lo hacía a la perfección. Sus besos, sus caricias, todo tenía sentido y todo se complementaba con una sutil maestría.
- Quilate los pantalones –le pedí-
Andrés era de pocas palabras durante el sexo. Se retiró del sofá, se puso en pié y se quitó los pantalones frente a mí para que le pudiese ver perfectamente desnudo. Cuando se quitó el slip, lo que apareció bajo él todavía en un estado de semierección fue sorprendente. Era grande, si, de lo más grande que había visto aunque sin ser algo exagerado, pero sobre todo era bonito. No sabría describirlo con palabras, pero era bonito y proporcionado, con un glande de un color rosado precioso. Sus ingles eran perfectas, musculadas y no llevaba una mata de pelo descuidada, se notaba que se lo había arreglado lo justo para favorecer la imagen de conjunto.
Sin que le dijese nada se dio la vuelta. ¡Perfecto!, un culo perfecto, redondito, pretito y respingón. Este chico desnudo ganaba mucho, tenía un cuerpazo que invitaba a hacerle un traje de babas.
Me quedé tan absorta contemplándole que al final tuvo que decir algo
- Y tú, ¿no te desnudas?
Por supuesto, pensé, convencida de que la belleza de mi cuerpo le iba complacer. Terminé de sacarme la camiseta y me quité los pantalones y las braguitas. Ahora podía verme completamente desnuda.
Allí estábamos los dos, de pié, desnudos frente a frente, con la excitación propia de aquella contemplación.
Esta vez fui yo que se acercó a él para entregarle un profundo beso y fundirnos en un intenso abrazo que uniese nuestros cuerpos. Sentí su pene cálido, grande y duro presionarme sobre el vientre y no puede evitar llevar mis manos a su culo para acariciárselo completamente. Quizá me estaba dejando llevar por la ansiedad, pero para eso estaba Andrés, para dar la pausa necesaria que requería el momento.
Me cogió en brazos y me tumbó sobre el sofá.
Al otro lado del biombo los gritos de Begoña daban buena fe de las habilidades de Ramiro y de las ganas con que ella deseaba este momento.
Andrés por su parte continuó con sus besos y caricias acercándose lentamente a mi sexo, muy despacio, como pidiendo permiso antes de acceder a mi más secreta intimidad. Aquella agónica espera aceleró mi ansiedad y cogiéndole por la cabeza le empujé hacia abajo diciéndole
- ¡Cómemelo ya¡
Su boca se situó directamente sobre mi vagina y su lengua recorrió de abajo arriba la entrada de mi sexo. Sentirla acariciándome me produjo un escalofrío de placer que recorrió todo mi cuerpo. Su lengua trataba de introducirse todo lo posible al tiempo que alternativamente presionaba y succionaba mi clítoris. Aquello me gustaba, me gustaba mucho y así se lo hice saber
- Me gusta mucho lo que me haces, si sigues un poco más vas a hacer que me corra.
Obediente y sumiso, Andrés puso todo su empeño en llevarme hasta el clímax combinando la acción de su lengua con las incesantes caricias de sus dedos sobre mi clítoris. Cuando más a punto estaba, uno de sus dedos buscó acomodo dentro de mi culo. Aquello me sobresaltó un poco, pero en ese momento mi cuerpo empezaba a experimentar los preludios de un orgasmo que se adivinaba intenso, como así fue. Como una descarga eléctrica que recorriese mi cuerpo, espasmos de placer brotaron de mi vientre y se extendieron hasta erizar el último vello de mi piel. Me corrí como una loca, perdiendo la noción del lugar y del tiempo, hasta el punto de que la otra pareja suspendió sus actividades y se asomaron tras el biombo para ver con sus propios ojos la razón de semejante expresión de placer.
- ¿Necesitáis algo? –preguntó irónicamente Ramiro balanceando un condón con la punta de sus dedos-
Andrés me preguntó por lo bajinis
- ¿Quieres que lo hagamos?
- Claro que sí tonto –respondí-
Y se acercó a recoger lo que su amigo le ofrecía.
- Toma valiente, para que entres a matar –y le dio el preservativo-
Cuando estuvo nuevamente a mi lado se lo cogí
- Deja que yo te lo ponga
Andrés no podía disimular su emoción. Con mucho cuidado fui desenrollando el condón hasta llegar a la base de su pene. Le besé nuevamente y le susurré al oído
- Quiero sentirte dentro. Házmelo como más te guste y disfruta de este momento como me has hecho disfrutar a mí.
Y sin más preámbulos me di la vuelta y me coloqué a cuatro patas para que me la metiese. Un sincero “te quiero” salió de sus labios al mismo tiempo que me penetraba. Aunque mi excitación había disminuido tras el orgasmo, lo extremadamente sensible que tras él había quedado mi sexo me hizo percibir con más intensidad su penetración. Me lo hacía con mucho cuidado, como si temiese hacerme daño, despacito pero profundo. No quería decirle nada, que lo hiciese como más disfrutase, como más le gustase. En ese momento solo deseaba que él disfrutase, quería dárselo todo, si alguien me había merecido alguna vez, ese era él. Esas sensaciones me hacían sentir bien, a gusto conmigo misma y tremendamente honesta con mis actos. Además estaba sabiendo hacerme gozar, una vez más, y esta vez con su pene, con su hermosos y portentoso pene que no para de entrar y salir de mí.
- ¿Te gusta? –le pregunté-
Pero no contestó. De fondo se volvían a oír los gemidos de Begoña y el crujir del sofá tras los envites de Ramiro. Decidí dejarme llevar.
Cada vez el ritmo de sus penetraciones era más intenso y mi placer iba en aumento. Si tenía resistencia suficiente podría correrme una segunda vez. El chocar de sus ingles con mi culo sonaba de forma característica, cada vez más fuerte y más rápido. Notaba mi sexo como hinchado y eso hacía que cada vez que me la metía la sintiese más. Nuestros sexos parecían hechos el uno para el otro, complementándose a la perfección. Por sus jadeos esperaba que de un momento a otro se fuese a correr, pero por suerte para mí mantenía su erección y se resistía a terminar para seguir follándome insistentemente. Tanto que volví a correrme. Y esta vez con más intensidad que la anterior. Mis rodillas fallaron y me desplomé de bruces contra el sofá. Casi provoqué que se saliese en el mejor momento, pero Andrés se asió con fuerza a mi cintura para evitar separarnos. Mi orgasmo le liberó de la necesidad de contenerse más e instantes después que yo se dejó llevar por el placer y se corrió brutalmente. Sus gritos ahogaron los míos con tal fuerza que estoy segura que se nos oía desde la calle. Cuando terminamos, el silencio fue total, únicamente roto por los jadeos de nuestra respiración, consecuencia del intenso esfuerzo realizado.
A Begoña y a Ramiro tampoco se les oía. Habíamos hecho tanto ruido que no nos dimos cuenta de que también ellos se habían corrido al mismo tiempo que nosotros. Aquello fue un autentico orgasmo cuadrafónico.
Andrés todavía permaneció unos instantes tumbado sobre mí espalda, besándomela incesantemente y sin sacarla.
- Gracias Lucía –me dijo-
- ¿Gracias por que?, a ti en todo caso por haber sido tan entregado conmigo.
- No, gracias a ti por haberme dado lo que nunca soñé poder conseguir.
Y se hizo un instante de silencio.
- Sabes, - le dije - cuando salí esta tarde de casa lo último que habría imaginado es que acabásemos tu y yo haciendo el amor, pero durante este rato me he dado cuenta de que de todos los chicos con los que he estado, tu has sido la mejor elección.
- Eres maravillosa. ¡Qué idiotas han sido quienes te han tenido y te han dejado escapar!
Antes de poder decir nada, Begoña pasó por delante de nosotros desnuda y envuelta en una bandera del Club en dirección a las escaleras del baño.
- Hola tortolitos…. ¡paso que me meooo!
Lo que me hizo darme cuenta que todavía Andrés permanecía dentro de mí.
- Me ha encantado como me lo has hecho, pero creo que ya ha llegado el momento de que la saques ¿no te parece?
- Claro, claro, es que se esta tan a gustito aquí dentro…
Aquella experiencia se repitió en varias ocasiones y en todas resultó maravillosa. Cómo me trataba aquel chico hacía que disfrutase el doble estando con él. Pero a pesar del cariño que le profesaba, mis sentimientos solo eran de amistad. Me sentí culpable por no amarle, pero eso no es algo que se pueda elegir. Para mí fue casi tan doloroso como para él dejar de vernos, pero hubiese sido más cruel haberle hecho albergar unas esperanzas que más tarde o más temprano se hubiesen tornado decepción. Así que lo más honesto era dejar las cosas claras para poder seguir manteniendo nuestra amistad durante mucho tiempo, sabiendo que el tiempo que habíamos pasado juntos había sido sincero y extremadamente bello.