Un año entre tío y sobrino II

Andrés sigue curioseando sobre su sexualidad y convence a su tío para volverse más cercanos

¡Buenas chicos!

Os traigo la segunda parte de "Un año entre tío y sobrino". Si no habéis leído la primera parte es necesaria para entender la dinámica entre los personajes. Como ya dije en el último relato, esta será una serie que tendrá sexo en los momentos necesarios, pero que se centrará más en el morbo y lo erótico de situaciones entre tío y sobrino.

Espero que disfrutéis tanto como yo disfruto escribiendolo y, como siempre, cualquier comentario y correo es más que agradecido ;)


Ernesto todavía no había llamado a Fede. Estaba demasiado avergonzado como para decirle que la reacción de Andrés al verle en speedos y verle en aquel bañador estrecho y pequeño le puso cachondo. Afortunadamente, Andrés no había mencionado el tema después de la cena. Un whatsapp de sus padres diciendo que ya estaban en África y que no tendrían demasiada conexión como para hablar todos los días parecía haberle afectado un poco. Pero, en el desayuno, ya volvía a hablar tanto como de costumbre.

-Me encanta poder desayunar casi desnudo en el balcón. ¿Lo haces cuando hay sol? -dijo Andrés untando mermelada en una rebanada de pan.

-Solo los fines de semana. Normalmente tengo mucho trabajo como para parar a desayunar -dijo Ernesto.

-Es verdad, que tú también estás de vacaciones -dijo Andrés-. Espero que no te haya obligado a cancelar ningún plan.

-Pensaba visitar Escocia, pero no tenía nada reservado y tu padre llamó -contestó-. Si quieres podemos ir los dos una semana antes de que empieces las clases en septiembre.

-Sería genial... -contestó el sobrino, agachando la mirada-. Tito... tengo que decirte que me pone verte el pecho peludo, ¿puedo tocarlo?

-No -dijo tajantemente Ernesto.

-Vamos por fa, solo un poco... y tal vez lamerte los pezones -dijo abruptamente Andrés, que apoyó una mano sobre el pecho de su tío.

-Andrés, ¡qué no! -Ernesto gritó y se apartó enfadado- Entiendo que a tu edad tengas curiosidad sobre el sexo y me hables sobre ello. Yo te aconsejo en lo que quieras, pero no me toques ni intentes nada sexual conmigo -dijo su tío-. Somos familia y está mal.

-Lo siento, tito. No pretendía enfadarte -dijo Andrés-. Es que yo... bueno no tengo a nadie con quien hablar sobre estoy y... no puedo evitar sentirme atraído hacia ti. No quiero que me odies -se le empezaron a humedecer los ojos.

-No te odio, y eres mi sobrino, nunca te voy a odiar -aseguró Ernesto-. Pero todo esto es nuevo para mí, hace nada eras un crío y ahora eres un adolescente cachondo y que está muy bueno. Me cuesta asimilarlo.

Andrés se calmó y continuó desayunando.

-No puedo evitar sentirme atraído hacia ti, pero evitaré sacar el tema para que no te sientas incómodo -dijo mordiendo la tostada.

-Supongo que debería sentirme alagado por que un adolescente piense que estoy bueno -dijo sonriendo.

-Has dicho que estoy bueno, no, MUY bueno -dijo Andrés-, ¿lo piensas de verdad o era para relajarme?

-Estás bueno y lo sabes -dijo Ernesto poniéndose colorado y sonriendo suavemente-. Luciendote con ese mini bañador para llamar la atención.

-No funcionó -rió-. Nadie se acercó a decirme nada y no vi a nadie mirándome descaradamente.

-Estoy seguro de que alguien te estaba mirando disimuladamente, y seguro que hubo un par de erecciones por ahí -dijo Ernesto, pensando que la suya era una de ellas.

-¿Qué vamos a hacer hoy? -preguntó Andrés.

-¿Qué tal si vamos a la villa de Biot? Podemos comer allí -sugirió Ernesto.

-Me parece buen plan -contestó.

-Necesito poner la lavadora primera. Trae lo que tengas para lavar.

-Ahora lo traigo -dijo Andrés-. ¿Están bien estos pantalones cortos para ir a Biot? Son viejos y como he dado un poco el estirón me quedan un poco cortos -se levantó y enseñó los pantalones a su tío.

Ernesto miró a su sobrino, de 170cm de altura, y que lucía más joven de lo que era, vistiendo únicamente aquellos pantalones que le quedaban cortos y unas chanclas. Los pantalones definitivamente no eran de su talla y mostraban más de lo normal, pero no eran vulgares ni le quedaban mal.

-Están bien -dijo.

-¡Genial! Espero que tú también lleves pantalones cortos -dijo entusiasmado."

-Los llevaré. Parece que hoy hará calor otra vez -respondió Ernesto.


Andrés disfruto el paseo en coche hasta Biot. No recordaba haber estado en el pueblo anteriormente, pero su tío decía que lo había llevado con sus padres cuando era pequeño. Ambos disfrutaron comprando en el mercado y, después, Ernesto sugirió que visitasen la fábrica de vidrios.

-No he ido nunca pero suena guay -dijo su sobrino.

La pareja se unió a un pequeño grupo de gente que visitaba la fábrica y Andrés vio cómo se hacía el vidrio, cómo se conseguían los diferentes colores y estaba alucinando viendo como soplaban el cristal y hacían diferentes formas.

Como era un día caluroso y estaban cerca de los hornos, los trabajadores estaban sin camiseta. A Ernesto le ponía el más joven, era rubio y tendría sobre 18 años, pero parecía mucho más joven. Llevaba puesto unos pantalones de chándal grises y cortos, tenis y una cinta en el pelo para quitárselo de la frente. Le parecía súper guapo, y le ponía que no tuviese ningún pelo en el cuerpo. También notó que algo se movía bajo sus pantalones cortos. Supo inmediatamente que aquel crío no llevaba calzoncillos y, debido al calor y a la idea de aquella polla flotando, se puso un poco cachondo.

Andrés, sin embargo, seguía con la mirada al mayor de los dos, que tenía el pelo peludo y que también llevaba pantalones grises cortos.

-Hace calor, ¿eh? -dijo Ernesto al salir a la calle.

-Con ese tío delante desde luego -respondió Andrés.

-Decía la temperatura -dijo riendo-. Pero sí, el chavalín rubio estaba bueno.

-¿El rubio? Yo me refería al hombre mayor -dijo Andrés. Se ajustó su polla empalmada delante de su tío sin disimular-. Me lo podía imaginar tumbandome sobre sus rodillas y dandome azotes.

-¿Te gustaría que te diese azotes? -preguntó Ernesto, levantando una ceja.

-¿Él o tú? -dijo mientras notaba como su tío se ruborizaba- Tal vez -sonrió-. Muchas veces fantaseo con servir a alguien mayor que yo y que me domine estrictamente.

-Ahora sé que tengo que pegarte cuando no te comportes -dijo riendo para quitarle hierro al asunto.

-Sí -dijo asintiendo y sonriendo-. Por favor, seguro que necesito que me des azotes en el culo.

-¡Comportate! Te dije que nada de contacto sexual entre nosotros.

-Lo siento -dijo agachando la cabeza-. Sabes que a veces me paso un poco.

Ernesto pasó la mano por el pelo de Andrés.

-No te preocupes -dijo-. Es hora de comer, vamos al café Brun, que es uno de mis sitios favoritos.

Después de comer, ambos regresaron a Antibes.

-No creo que necesitemos cenar esta noche -dijo Ernesto.

-Seguramente no -contestó su sobrino-. ¿Qué te parece picar algo rollo aceitunas y queso? Recuerdo que de pequeño hacías eso mucho por las noches.

-Pues me parece buena idea -dijo Ernesto-. Sentados en el balcón, picando y bebiendo vino.

-Solo en pantalones cortos -dijo Andrés riendo. Vio a su tío fruncir el ceño-. Relájate, que me refería a que nos pusiéramos cómodos.

-Oh. Claro ehh sí -dijo Ernesto, avergonzado por asumir otra cosa-. Creo que tengo queso en la nevera, pero tendremos que pasar por el mercado para las aceitunas y el vino. Y así practicas tu francés.

-Vale. Probablemente necesite tu ayuda con el nombre de algunas cosas -dijo Andrés.

-Venga vamos -sonrió.


Andrés disfrutó de la compra en el mercado. Con la ayuda de su tío aprendió a diferenciar distintos tipos de quesos y vinos.

-Con todo lo que hemos comprado tendremos para varios días -dijo Ernesto-. ¿Te apetece socca?

-Sí, por favor -dijo sonriendo.

Tuvieron que hacer cola y esperar a que estuviesen cocinadas, pero la espera mereció la pena.

Estaban andando hacia la cuando pasaron por Rue Republique, Andrés se percató.

-¿Rue Vauban está cerca no? ¿Podemos ir a ver si el sex shop está abierto?

-¿Cómo supiste...? -Ernesto empezó pero rápidamente se dio cuenta de que Andrés habría buscado en Internet y habría encontrado un mapa de la calle-. Vale, echaremos un vistazo.

El sex shop estaba abierto. Era imposible ver el interior, pero un cartel en el exterior enumeró algunos de los artículos vendidos.

-Los juguetes deben incluir consoladores. ¿Comprarás uno para mí, por favor? -Andrés preguntó-. Te lo devolveré cuando lleguemos a casa.

Ernesto asintió.

-Veré qué tienen. Tú espera en la otra acera con las bolsas de la compra.

A Andrés le pareció mucho tiempo, pero Ernesto no estuvo en la tienda por mucho más que cinco minutos.

-Yo era el único cliente -dijo Ernesto mientras entregaba un bolsa de papel marrón a su sobrino-. Espero que esto sea lo que querías.

Andy empezó a abrir la bolsa de papel.

-¡Espera hasta que lleguemos a casa! No puedes jugar con un consolador en un lugar público -dijo Ernesto rápidamente.

-Sólo iba a mirarlo, no a jugar con él -respondió Andrés con una sonrisa-. Démonos prisa en llegar a casa.

De vuelta al apartamento, Andrés estaba examinando el consolador mientras Ernesto ponía los productos que habían comprado en sus respectivas estanterías. Adivinó que la polla falsa medía unos 15 cm. y decidió que era más o menos del mismo grosor que su propia polla.

-Es bastante realista -dijo-. Ojalá la mía fuera tan larga.

-El tamaño no es muy importante. Es lo que haces con ella -sonrió Ernesto-. No olvides lavar bien el consolador antes de usarlo.

-No lo haré y gracias por el lubricante. Olvidé que necesitaría un poco para poder metermelo bien -dijo Andrés.

-De nada -respondió Ernesto-. Supongo que vas a desaparecer para tu dormitorio ahora.

Andrés se rió.

-No. Voy a esperar hasta esta noche antes de jugar con mi nuevo juguete.

-¿Sabes qué hacer con él? -preguntó Ernesto con una sonrisa en la cara.

-Creo que sí -sonrió Andy-. Ahora háblame de Fede. Vendrá mañana, ¿no es así?

-Pon el consolador en tu dormitorio primero -dijo Ernesto-. No me gusta verlo sobre la mesa del café.

Andrés se rió y se llevó el consolador.

Ernesto le dijo a Andrés que Fede era un madrileño tres años mayor que él mismo.

-Eso lo convierte en un hombre de 45 entonces -dijo Andrés.

Ernesto asintió estuvo de acuerdo y pasó a contar que conoció a Fede en un bar gay de Niza hace diez años. Descubrieron que ambos habían venido a Francia como maestros y su amistad creció desde allí.

-¿Es tu novio o sólo un follamigo? -preguntó Andrés.

-Ninguno de los dos. Nunca hemos tenido sexo -respondió Ernesto.

-Entonces no es guapo -sugirió Andrés.

Ernesto se rió.

-El sexo no es sólo cuestión de apariencia, pero muchos chicos dirían que Fede es guapo. Tenemos mucho en común y disfrutamos de la compañía del otro pero vivimos demasiado lejos como para tener una relación sexual satisfactoria -Ernesto se detuvo un momento antes de añadir-. Además, ambos somos casi exclusivamente activos.

-¡A-ha! Esa es la verdadera razón -dijo Andrés. Luego sonrió y le guiñó un ojo a su tío-. Voy a disfrutar de estar cerca de dos hombres sexys mañana.

-Quiero que te comportes mañana -gruñó Ernesto.

-¿O me pondrás de rodillas y me darás unos azotes en mi culo adolescente? -Andrés sonrió.

¡O te enviaré a vivir con tu abuela! -dijo Ernesto.

-¡No! Me portaré bien. ¡Lo prometo! -Andrés dijo, pero aún con una sonrisa.

Andrés intentó ver algo de televisión francesa mientras Ernesto preparaba la cena pero descubrió que todos hablaban demasiado rápido como para que él entendiera algo. Cambió de plan y se unió a su tío en la cocina.

-¿Puedo hacer algo para ayudar?

-No, gracias. Ya casi he terminado. ¿Qué experiencia tienes en la cocina? -preguntó Ernesto.

-Puedo hacer tostadas sin quemarlas y normalmente puedo seguir las instrucciones para las comidas en el microondas. Eso es todo -respondió Andrés.

Ernesto negó con la cabeza.

-Las comidas de microondas no están permitidas aquí. Te enseñaré cómo cocinar algunos platos en los próximos meses. Ya casi he terminado aquí pero podrías poner los cubiertos y los vasos sobre la mesa. Tal vez también tomar una botella de vino rosado de la nevera para mí y abrirla. ¿Qué te gusta beber?

-¿Puedo probar un poco de este vino? -Andrés preguntó mientras miraba la etiqueta de la botella.

-Supongo que medio vaso no te hará ningún daño -dijo Ernesto-. La mayoría de los franceses enseñan a los niños sobre el vino a tu edad.

-Mi profesor de francés en España nos dijo que algunos niños empiezan a beber vino cuando tienen doce años -dijo Andrés.

-Eso es cierto, pero normalmente en pequeñas cantidades y con agua añadida -respondió Ernesto-. La edad legal para beber en público es de dieciocho años, pero a muchos padres les gusta enseñar a sus hijos a apreciar el vino con las comidas para cuando tienen catorce. Te sugiero que tomes un vaso de agua también, pero no lo mezcles con el vino.

-Eso tiene buena pinta. ¿Qué es? -Andrés preguntó cuando Ernesto llevó dos platos a la mesa.

-Pollo en una salsa cremosa de estragón con tagliatelle -respondió Ernesto-. Espero que te guste.

Andrés tomó un pequeño trozo de pollo cubierto de salsa y dijo que estaba delicioso. Luego levantó su copa hacia su tío y dijo:

-Salud, tío Ernesto. Gracias por tratarme como a un adulto.

-Salud, Andrés -sonrió Ernesto.

-No esperaba pasta, pero supongo que no estamos muy lejos de los italianos -dijo Andrés.

-No lo estamos. Hay trenes regulares directos a Ventimiglia, justo al otro lado de la frontera -confirmó Ernesto-. Un día visitaremos Italia para almorzar.

-Esto está buenísimo. No sabía que eras tan buen cocinero -Andrés dijo poco después.

-Me alegro de que te guste -sonrió Ernesto-. Como dije, te enseñaré a cocinar en los próximos meses. ¿Cómo está el vino?

Andrés puso una cara rara. -No está mal, pero creo que prefiero el zumo.

-Me alegro -se rió Ernesto-. No creo que tus padres se alegren si te envío a casa queriendo vino con cada comida.

Se sentaron en el balcón y charlaron un rato después de terminar la comida y luego Andrés ayudó a lavar los platos.

Ernesto intentó no sonreír cuando Andrés fingió un bostezo y dijo que necesitaba irse a dormir temprano. Iba a comentar algo sobre el consolador, pero no quería avergonzar a su sobrino así que lo dejó estar.


-Buenos días, ¿cómo estás esta mañana? -Ernesto preguntó cuando Andrés se unió a él para el desayuno.

-Bien -fue todo lo que dijo Andrés.

-No te ves demasiado bien. Dime qué te pasa -dijo su tío.

Andrés frunció el ceño.

-No pude meter el consolador en mi... donde debería ir. Intenté mil veces anoche y luego otra vez esta mañana.

-¿Qué hiciste exactamente? -preguntó Ernesto mientras iba a buscar algo de chocolate y zumo de naranja para Andrés.

-Bueno, después de darle mucha atención oral como lo haría con una verdadera polla... aunque imagino que una polla de verdad sabría mucho mejor... Le puse mucho lubricante para la penetración. Puse más lubricante alrededor de mi agujero, me recosté y empujé. Sólo me dolía sin deslizarse dentro -dijo Andrés-. Incluso intenté sentarme pero no pude conseguir que entrara -Suspiró y terminó de hablar-. Parece tan fácil cuando he visto a tíos usando consoladores en los vídeos.

-¿Metiste un dedo en el culo primero, para prepararte para ello? -preguntó Ernesto.

-No, no sabía que eso era necesario -respondió Andrés.

-¿Te acordaste de empujar hacia afuera mientras empujabas el consolador hacia adentro? -preguntó Ernesto.

-¿Empujar hacia afuera? -Andrés parecía confuso.

-Empuja hacia afuera como si estuvieras cagando. Para abrirte y prepararte para que entre -respondió Ernesto.

Andy sacudió la cabeza.

-No me he informado lo suficiente. Sólo busco vídeos cuando estoy caliente.

-Tu educación sexual no es la mejor, la verdad. Leer relatos puede ser más caliente que los video, y seguro que aprendes más -sonrió Ernesto-. Apuesto a que eres uno de esos adolescentes que rara vez lee libros por placer.

-Me has pillado -sonrió Andrés-. Es más fácil ver una película. ¿Hay un montón de relatos gays en internet?

-¡Muchos, miles! De todos modos, para volver a tu problema, es posible que el consolador sea demasiado grande para que empieces -dijo Ernesto-. Era el más pequeño de la tienda.

¿Qué podemos hacer? -preguntó Andrés, masticando una pasta de hojaldre.

-Puedes dejar de hablar mientras tienes la boca llena -dijo su tío-. Puedo volver a la tienda después del almuerzo y veré si puedo conseguirte unas bolas chinas o un buttplug. Podrías llevar mejor empezar con algo de ese estilo.

-Pero estaremos con tu amigo, Fede -dijo Andrés-. No podemos visitar el sex-shop con él.

-¿Por qué no? ¿Te preocupa que sepa que eres gay? -Ernesto sonrió, pensando en lo abiertamente que su sobrino le había estado hablando de sexo.

Andrés pensó por un momento y luego sonrió.

-No. No me importa que sepa que soy gay y un chico menor de edad que quiere prepararse para ser follado. Tú dijiste que es activo, así que quizás algún día me folle.

Ernesto sacudió la cabeza.

-Será mejor que no me avergüences hablando así en delante de él.

-Me comportaré. No te preocupes -respondió Andrés-. ¿Me harás un favor? Ayudame con el buttplug si no puedo arreglármelas solo.

-No estoy seguro de que eso sea muy apropiado -dijo Ernesto. Luego, después de que Andrés frunciera el ceño, añadió-. Vale, quizá pueda indicarte cómo usarlo.

Andrés se levantó de la mesa y abrazó a Ernesto.

Gracias, tito. Sabía que podía confiar en ti.

Continuará