Un aniversario para vanessa

El aniversario que me di con mi novia... creo que le acabó gustando.

Llegué de trabajar y rápidamente me di una ducha y saqué de su escondite la ropa interior nueva que había comprado el día anterior para celebrar nuestro aniversario. Era una preciosidad, un corpiño negro con puntillas, con unas tiras cruzadas por delante para abrocharlo/desabrocharlo y bien apretado de forma que marcaba mi cintura y hacía rebosar mi pecho. Lo acompañaba un tanga-culotte del mismo color y también con puntilla que dejaba a la vista la parte más baja de mi culito redondeado y unas medias negras hasta la mitad de mis muslos, donde acababan con una bonita puntilla muy sugerente. Para el toque final, unos preciosos zapatos de tacón con una tira estrechita en el tobillo y una tira negra a modo de collar ajustada al cuello. Me recogí el pelo dejando mechones sueltos y me miré al espejo, estaba arrebatadora, los tacones estilizaban mi figura y el collar me daba un toque de sodomizada. No podía dejar de mirarme. Acaricié mis muslos de arriba a abajo, me di la vuelta y me agaché, me miré el trasero, me mire las piernas.  Volví a ponerme de frente y me saqué las tetas fuera del corpiño. Las acaricié, me estaba poniendo con sólo mirarme. Deseé que llegaras ya, te ibas a enterar de la fierecilla que tenías en la cama. Seguía mirándome cuando sonó el timbre. "Mierda" pensé, "¿qué hago ahora?" Me puse una bata semitransparente que había comprado a juego, como si eso me protegiera un poco de posibles miradas y cuando iba a asomarme desde la puerta del dormitorio oí tu voz. -¡Hola, guapa! Ya estoy en casa, he traído a un par de amigos, ¿estás presentable? -¡Estoy aquí, ven un momento!

Cuando abriste la puerta te quedaste extasiado. -Dios, ¡qué guapa estás! Y qué buena... -¿Estás loco? ¿Por qué traes a nadie? ¿No te acordabas de que era nuestro aniversario? Joder, tío, ¡lo has fastidiado todo! -¿Qué dices? Al contrario, ¡claro que me acordaba! Te he traído un regalo. Ven a ver a mis amigos. -¿Qué estás diciendo? No pienso salir así. Diles que se vayan. -Pero ellos son tu regalo. -¿¿¿Qué??? ¿Qué pretendes hacer, Alejandro? -Venga, tía, dijimos que lo haríamos. Déjame verte con ellos. Ya verás, los he elegido expresamente para ti, están muy bien dotados. -Estás loco, tío. No pensaba hacerlo de este modo, no voy a salir. -No importa, ya los llamo yo. ¡Eh, chicos, venid al dormitorio! ¡Está al fondo del pasillo! -¿Qué haces? - intenté cerrar la puerta, pero tú ya me habías agarrado. Entraron dos tíos bien arreglados, uno moreno con perilla y el otro rubio y con un pendiente en la ceja. -Hola - dijeron. Sonrieron al verme -. Vaya, ya estabas avisada, ¿eh? Tu chico nos dijo que era una sorpresa. -Oye, tíos - empecé a decir-, esto es todo un malentendido, será major que os vayáis. -Nada de eso - dijiste -, tú, ven aquí, ayúdame. El tío de la perilla se acercó y comenzásteis a quitarme la bata. Intenté protestar, pero sacaste un pañuelo del bolsillo y me tapaste la boca. -Calla, guarra, si te va a gustar, ya verás. Entonces me arrastrastéis hasta la cama y comenzásteis a atar las muñecas a la cabecera con otro pañuelo. Estaba claro que ya lo tenías todo pensado, hasta te habías agenciado los pañuelos... Empecé a patalear y te pusiste a cuatro patas sobre la cama, encima de mí. -Para ya, joder - me abofeteaste y en ese momento me entró un subidón de adrenalina del susto que me hizo mojar el culotte. Abrí los ojos como platos y dejé de moverme. ¡Eso realmente me había excitado! Pero aún así no podía dejar que hiciérais conmigo lo que quisieráis, así que protesté un poco más. Me agarraste por los tobillos y dijiste: -Chicos, empezad a tocarla, si no, no se excitará nunca. Yo miraré desde aquí. Ellos se acercaron, cada uno por un lado de la cama, y comenzaron por desabrocharme el corpiño. Intenté patalear más, pero me tenías sujeta bien firme. Te miré y te vi la excitación en la cara, en los ojos que me miraban fijamente. Supongo que desde esa posición con la vista completa de mi cuerpo semidesnudo, con el corpiño desabrochado y mis pechos asomando, estarías poniéndote bastante cachondo. Al mirar tus ojos de salido y notar tus manos tan fuertes alrededor de mis tobillos, empecé a ponerme cachonda yo también. Comencé a frotar mis rodillas y mis muslos uno junto al otro. Tus amigos me habían quitado ya el corpiño y estaban sobándome las tetas y mordiéndome los pezones. Me entregué a lo que me estaban haciendo y cerré los ojos. Entonces aprovechaste que había dejado de protestar y me agarraste de las bragas y me las bajaste por completo hasta quitármelas. Pegué un pequeño bote del susto, pero después dejé que abrieras mis piernas y colocaras tu cabeza entre ellas. Comenzaste la lamer mi coño entero, de arriba a abajo y después usaste tus manos para retirar los labios y empezaste a lamer con ansia el clítoris. -Mmmmmm, mmmmmmmm - yo me derretía. Entonces el tío del piercing me quitó la mordaza de la boca y yo empecé a suspirar y a gemir. Los tíos te miraron y tú asentiste y ellos comenzaron a quitarse la ropa. Se quedaron completamente desnudos, ¡vaya vergas! Dios, no había visto algo tan grande en la vida. Las acercaron a mi cara.

-Cómetelas - me ordenaste -. Enteras - y te quedaste mirando. -No pienso hacerlo - intenté incorporarme pero los tres os abalanzásteis sobre mí. -Mira tía - dijo el rubio - hemos venido aquí para que nos la comas y lo vas a hacer. Me agarró con una mano del pelo y con la otra se agarró la poya y me la puso en la boca. Comencé a lamer sin mucha gana, pero entonces me metiste un dedo por el coño y luego otro y al notarte dentro de mí me entraron ganas de chupársela. Me acariciabas el punto g y me gustaba tanto que le agarré la poya al moreno y empecé a cascársela. Entonces empecé mi propio juego y estuve lamiendo y haciendo pajas a un lado y a otro. Las lamí las dos a la vez y me encantó. Dos pollas para mí sola, ¡me lo estaba pasando en grande! No dejabas de mirarme, cómo se las comía, te miré a los ojos fijamente mientras lo hacía y estabas a tope, eso te puso supercachondo.

-Vaya pollas me has traído, guapo. Realmente ha sido una buena idea, me lo estoy pasando genial, ¿por qué no traes la tuya también? -No, guapa, yo voy a hacer otra cosa. Empezaste a desnudarte y menuda empalmada tenías, no te la había visto nunca tan gorda. De repente, necesité que me la metieras a toda costa.

-Métemela, Alejandro, por favor, métemela ahora. -Espera, ahora voy. Me desataste las manos y me lancé a por tu polla, a lamerla como una perra en celo que necesita ser penetrada.

-Vamos, Alex, por favor, métemela ya. -Tranquila, vamos a hacer otra cosa. Tú - le indicaste al rubio- túmbate boca arriba en la cama. Ahora tú móntalo a él. -No, yo quiero que me la metas tú. -Haz lo que te digo si no quieres que te vuelva a dar. Te obedecí aunque por dentro estaba deseando que volvieras a pegarme. Me monté sobre ese pedazo de verga que me llenó por completo y me hizo un poco de daño. A mis espaldas, continuabas dando indicaciones. -Ahora chúpasela a ese otro. Me recliné hacia delante y comencé a lamer. Qué bueno era aquello, una de mis fantasías era que me la metieran mientras yo chupaba otra poya. Comencé a cabalgar con el culo en pompa para que me lo vieras y te diera envidia de lo que me estaban haciendo esos dos tíos. -Mírate, cacho zorra, cómo disfrutas. Vas a ver, guarra, te vas a enterar - comenzaste a azotarme en el culo tanto que lo notaba caliente y rojo. Dios, ¡cómo estaba disfrutando! El tío que estaba debajo de mí me sobaba las tetas y el de delante me agarraba de los pelos hasta deshacerme el recogido. Me sentía como una fulana sin orgullo. Me daba un poco de vergüenza que me estuvieras mirando así y eso me ponía más aún. Entonces te colocaste detrás de mí y me agarraste el culo. -Vas a ver - murmuraste. Y de repente, noté cómo tu poya se abría paso a través de mi culito virgen. -¿Qué haces? ¡No hagas eso! Aaaaaaaaaaaaah!!! Sentí un dolor agudo y que pasó en un instante. Allí estabas tú, follándome por el culo, penetrándome una y otra vez con la fuerza que te caracteriza. Te agarrabas a mis caderas y eso me ponía mucho. Realmente me sentía como una perra, totalmente dominada. Podía verme reflejada en uno de los adornos que teníamos en la estantería de al lado y me sentí humillada pero excitada. Estabas tan cachondo que te corriste enseguida, eso siempre me ha puesto de ti, le da un toque de inocencia pervertida. Sacaste la polla y te corriste sobre mi culo, como sabías que a mí me gustaba. Al notar tu semen caliente me corrí yo también, hacía rato que estaba a punto pero no lograba alcanzarlo. Al oirnos gemir a los dos, el tío al que se la estaba chupando la sacó de mi boca y se corrió en mi cara. Entonces, el que estaba debajo de mí, me agarró y me retiró de encima suyo y se incorporó justo a tiempo para expulsar todo su semen sobre mis tetas. Los cuatro quedamos jadeando. -¿Queréis unas cervezas, chicos? - dijiste. -¡Claro!, cómo no. En un momento os pusisteis los calzoncillos y os largasteis, dejándome tirada en la cama, llena de semen, agotada y relajada. Me enredé en las sábanas y me miré a los pies. Vi los tacones que llevaba y comencé a imaginar cosas. "Creo que me haré un dedito", pensé.