Un aniversario memorable
Un par de tacos del alto del cielo, sirven para celebrar un aniversario muy esperado.
Un aniversario memorable.-
Ubicación: Fetichismo por tacones inconmensurables.
Hacía un año en que habiéndonos encontrado en el veraneo, habíamos decidido juntar nuestras vidas, para lo cual arrendamos un departamento en el barrio alto con vista a la cordillera y al norte.
Era en departamento muy cómodo y amoroso que Elisa y yo alhajamos primorosamente aprovechando el innato gusto de ella y mis no pocos medios económicos.
Ahora queríamos celebrar el primer aniversario de nuestro idílico acuerdo y habíamos convenido en hacerlo yendo a cenar en un elegante restaurante de un reputado hotel de cinco estrellas no muy lejos de nuestro nido de amor.
Yo había terminado de vestirme y estaba esperando que ella saliera del dormitorio mientras yo miraba la televisión, en ese instante sentí que Elisa me llamaba por lo que acudí presuroso en su ayuda, ella me sonrió gentilmente y me dijo: " La cosas están mejores que nunca, amor mío, y ya que es nuestro primer aniversario, espero que estés preparado para que pasemos una noche sensacional."
Estaba sentada en el pisito de su peinador vestida con un precioso traje de elástica seda chiffón negra que yo no conocía, que le quedaba ajustadísimo, resaltando las preciosas curvas de sus senos estuchados en un sosten del tipo Push-Up que las hacían sobresalir por sobre el escote, a punto de saltar fuera de el.
El contraste entre su alabastrina piel y el negro del vestido era rutilante, y su cintura estaba fuertemente ceñida por un ancho cinturón de brillante PVC negro, repujado con vivos metálicos dorados y una ancha hebilla igual, mientras su maravilloso pelo negro azabache estaba formando un abultado moño colocado en la parte superior de la cabeza hacia atrás de ella, sujeto por unos largos alfileres dorados con cabeza negra y una cintas de seda negra que colgaban por su espalda.
En sus perforadas orejas colgaban un par de preciosos aros dorados en cuyo extremo tenían un dije con la forma de unos diminutos zapatitos de taco alto, además estuchando sus torneadas piernas había unas finísimas medias negras muy brillantes, decoradas al modo antiguo, con costuras, con puntera en negra de malla muy densa y el talón igual, terminado en una larga punta que subía por su parte trasera., sin embargo no tenía aún sus zapatos colocados.
Esto me extrañaba de sobremanera ya que Elisa amaba mucho los zapatos y tenía una verdadera obsesión por ellos, por lo que su colección era muy amplia, y con tacos muy altos, a tal punto que casi podía rivalizar con la de Imelda Marcos, la famosa coleccionista de ellos. Le gustaban tanto, que en la casa usaba siempre para el trajín diario unas zapatillas de salto de cama rojas con un pompom de plumillas en el empeine y un fino y precioso taco de 10 cm. los que para sus preciosos y diminutos pies del Nº 35, eran muy altos. Ella siempre llamaba la atención por la belleza de sus pies, el maravilloso arco de ellos y la altura de sus tacos, yo me enamoré perdidamente de ella en parte, por esta misma razón, ya que soy un fetichista consumado y ella lo sabia demasiado bien desde un comienzo.
Pienso que yo tenía una mirada muy interrogante cuando acudí a su llamado, porque ella me dijo: " Bueno, no hay problema alguno, sin embargo te tengo una sorpresa." "Entra por favor." Al acercarme ella me dijo: " Sé muy bien que tú al igual que yo, adoras los zapatos de tacos muy altos, lo que he confirmado repetidas veces cuando me has hecho regalos de muchos de ellos, cual mas lindo y mas alto, y además he visto como me miras cuando me ves calzando unos tacos preciosos y también he visto tu mirada cuando nos cruzamos en la calle con una chica que lleve algunos parecidos."
" Sin embargo hoy es una noche realmente excepcional para nosotros y he querido celebrarla dándonos un gusto muy especial, por eso que quiero que me ayudes a abrir este envío que acabo de recibir de U.S.A." y diciendo esto me pasó una caja que sacó de debajo del peinador, que venía envuelta en un embalaje a todas luces extranjero, lleno de timbres y sellos, dirigida a la Sra. Elisa Montandon, Bs. As.
Yo, tembloroso por la emoción, retiré presuroso el grueso envoltorio y apareció una caja de zapatos con las etiquetas y los detalles de la casa que los enviaba, en uno de cuyos extremos pude leer el nombre del modelo, que era "Extreme", y el Nº 6 que es Nº del pié de Elisa con tacos muy altos. Abrí la tapa y solo atiné a suspirar se la sorpresa.
Eran un par de preciosas sandalias de lamé dorado, con un par de trabillas finitas sobre los dedos, con destellos de lentejuelas azuladas, y una traba para el tobillo del mismo material, la suela era casi tan delgada como un papel y el finísimo taco de metal dorado era de una fabulosa altura para ese tamaño de pié, eran nada menos que 6 pulgadas, o sea de más de 15 cm. y la distancia entre la tapilla y la curva de los dedos era tan pequeña que casi se tocaban entre sí, dejando un arco tan quebrado que era realmente increíble, jamás había visto algo si quiera parecido.
Yo me quedé atónito mirándolos y luego a ella, y le dije: "¿Vas a ponerte éstos ahora?. No vas a poder caminar con ellos, es imposible, solo son de exposición amor mío". " Lo haré sin duda tesoro mío, recuerda que soy muy experta en ballet y no te quedes mirándolos embobado, déjame verlos, pásame uno."
Yo me arrodillé ente ella y luchando por desenvolverlos de papel que los acuñaba en la caja, retiré uno de ellos y se lo pasé, lo miró con detención, alejándolo de su cara y volviéndolos a lado y lado, admirando el diseño y el color, constatando lo altísimo del taco, y la fabulosa y sensual curva del inverosímil arco, admirando lo brillante del material.
Deslizando suavemente su dedo índice a lo largo del taco, dijo suavemente con un dejo de satisfacción: " Es efectivamente de la altura que yo quería, este alto s lo máximo posible, no se pueden hacer más altos con mi número, para usar éstos he ensayado nuevamente mis habilidades del ballet que aprendí cuando niña y estoy segura de poder llevarlos airosamente. Muchas veces ofrecen alturas que no son reales, pero ahora esos son de mi total gusto, y tomando una huincha de la costura, los midió constatando con placer que su altura real era de 16,1 cm. casi 1 cm. más de lo que había exigido.
"Vamos amor" me dijo, "Veamos como me quedan" y diciendo esto extendió su precioso pié izquierdo hacia mí, diciéndome: "Pónmelo, estoy ansiosa de probarlos" y luego de calzarle ese pié, extendió maliciosamente el otro, hacia mi entrepiernas para comprobar lo que el bulto allí insinuado le decía, mi pobre pene estaba tieso al máximo y casi se rebalsaba de los deseos que me habían provocado sus sensuales maniobras.
" Oh lo siento" me dijo y mientras le colocaba y hebillaba la otra sandalia, me dijo, con tono de disculpa: " Vamos a tener que esperar hasta la vuelta de la cena, mi príncipe encantado." Y diciendo esto trató de ponerse de pié, pero lo bajo de la butaquita y la fabulosa altura de los tacos le impidieron completar la maniobra en ese intento, cayendo sentada nuevamente en ella, por lo yo que poniéndome de pié, la ayudé en la maniobra en su segundo intento.
Se apoyó fuertemente en mí y se empezó a separar enseguida, balanceándose levemente mientras daba los primeros pasos vacilantes, con sus arcos extendidos como jamás antes zapato alguno le había exigido y con sus empeines totalmente curvados hacia delante, exactamente como si estuviera bailando ballet en puntillas, dio unos pocos pasos hacia el espejo, parándose de costado, para observar el efecto de esas maravillas en sus pies.
Yo sentí sencillamente que mi sexualidad llegaba al paroxismo mas extremo y súbitamente me derramé dentro de mis pantalones, anonadado por esa visión del Olimpo de los Dioses, que era mi maravillosa Elisa flotando en el aire, angelicalmente trepada en esos tacones de cielo. Fue algo sensacional que jamás podré olvidar, nunca había pensado que un espectáculo por sensual que fuera me iba a causar semejante reacción tan espontánea e involuntariamente.
Sin poder darse cuenta de lo que me había sucedido, Elisa me dijo:
Amor mio, saca la botella de champaña del refrigerador que compré hoy y empecemos la celebración de nuestro aniversario ahora, antes de ir a cenar aquí en nuestro nido de amor.!!!!!!.
Y, así lo hicimos, pero en medio de las libaciones Elisa me dijo que ya se sentía casi cómoda estando de pié, pero que quería ensayarlos caminando un poco por la calle por lo que después de ponernos nuestros abrigos, salimos del brazo a la calle.
Empezamos a pasear por la vereda, ella se soltó de mi brazo y se fue adelante tratando de llegar a la esquina, pero solo dio algunos brevísimos pasos, pareciendo que tastabillaba levemente, y se quedó vacilando si seguía o no, ya que se notaba que no le era tan fácil caminar como había pensado, pero valientemente prosiguió su camino pareciendo que había ya logrado caminar mejor, hasta que sonriendo se dio vuelta hacia mí y me dijo:
¡¡¡¡¡ Bueno, tesoro mío, basta ya de ensayos, es muy difícil caminar con estos tacones tan sensacionales, pero me fascina hacerlo ya que me siento como si anduviera andando en las nubes, y solo de mirar tu cara me siento feliz de hacerlo, ven, ayúdame y goza tu también, pones una cara realmente adorable.!!!
Me apresuré a ir a su lado y tomándola de la cintura casi en andas la llevé hasta frente a nuestro automóvil, pero yo ya estaba decidido completamente a perder la reserva para la cena, así que asiéndola nuevamente por la cintura le dije:
¡¡¡¡¡¡¡ Mira mi angel, ya no puedo mas, o regresamos al departamento o me voy a vaciar aquí mismo nuevamente, ya que si miras mis pantalones verás lo que me pasó por mirarte mientras caminabas con esas maravillas fabulosas.!!!!!
¡¡¡¡¡ Vamos tontita mia, vamos a dar rienda suelta a nuestros deseos, te amo con locura.!!!!. ¡¡¡¡¡ Ven, vamos pronto, ahora. !!!!.
Elisa casi se cae ahí mismo de felicidad, sonriendo abiertamente, se colgó de mi cintura y casi voló a la puerta del edificio, y se subió presurosa al ascensor olvidando totalmente que tenía puestos esos tacos de ensueño.
Cuando llegamos al departamento, voló directamente a la cama y sin sacarse nada mas que el abrigo que lanzó literalmente al suelo, se tendió de espaldas y me tendió sus brazos ansiosos, en los que yo me refugié presuroso, también así vestido.
Luego entre risas de felicidad y locos besos nos fuimos quitando las ropas hasta que ella quedó solo con medias y zapatos y yo totalmente desnudo, y así comenzó una memorable noche de amor entre caricias, besos y locuras sexuales, entusiamados ambos hasta el paroxismo, por esos prolegómenos que nos dieron sus maravillosos zapatos de la altura del cielo.