Un aniversario diferente

Por el aniversario de nuestra boda, decidimos ir a un circuito spa con masaje, lo que no sabíamos que ese masaje terminaría con un polvo espectacular con la persona que menos esperábamos.

Por el séptimo  aniversario de boda, decidí regalarle a mi marido un circuito spa con masaje incluido en uno de los mejores hoteles de la ciudad de Valencia (España). Era un pequeño detalle para celebrar esa fecha, algo distinto a los demás años, ya que los años anteriores habíamos salido solo a cenar.

Cuando llegamos al hotel donde lo habíamos reservado, nos dieron todo lo necesario y entramos a los vestuarios a cambiarnos de ropa. Cuando salimos de allí, nos observamos mutuamente, mi marido había elegido un bañador ajustado que le marcaba todo el paquete, y yo llevaba un bikini minúsculo, que mi marido me había regalado en mi último cumpleaños. La braguita era tanga y solo tapaba lo necesario, y la parte del sujetador era de triángulo pequeño y sin esponja, lo que significaba que mis pezones se marcaban al mínimo roce. Yo sabía que a mi marido le encantaba y le ponía mucho verme con él, por eso lo elegí para ese día.

- Joder cariño, como me he puesto al verte . Me dijo él cuando me quité la toalla que llevaba puesta encima.

- Lo sé, por eso me lo he puesto . Le contesté con una sonrisa.

Empezamos el circuito spa, pasando por todas las zonas que había disponibles. Cuando llegamos al jacuzzi empezaron los juegos. Empecé a darle besos en el cuello a mi marido y pasarle la mano por el paquete, para notar cómo se iba endureciendo su polla.

- Cariño, hay gente mirando, ¡basta ya! Dijo mi marido.

- ¿Y qué? Si no les gusta que no miren, y si les gusta que se apunten . Le bromee al oído a mi marido.

Dejé a mi marido bien caliente, después de haberle comido el cuello y la oreja y haberle masturbado en público sin haberle dejado terminar. Su polla tardó en volver a su posición natural, así que permanecimos dentro del jacuzzi hasta poder salir sin que el paquete de mi marido fuera el centro de atención. Pasamos a las piscinas exteriores, dentro de ellas había bastante gente y nos pusimos cerca de unos chorros que nos daban a la espalda y nos relajaban. Yo cerré los ojos, cuando de repente noté los dedos de mi marido acercarse a la parte de debajo de mi bikini. Con sus dedos y muy despacio, apartó la pequeña tela que tapaba mi pubis y empezó a acariciármelo, cada vez estaba más cachonda, y justo cuando puse la mano encima del paquete de mi marido para notar sus 17cm duros, él introdujo de un solo golpe dos de sus dedos dentro de mi coño, acariciándome mi clítoris con su pulgar.  Estábamos los dos muy cachondos, pero debíamos disimular, porque había demasiada gente alrededor.

- Será mejor que paremos, esto se nos va a ir de las manos . Le dije.

Así que mi marido sacó sus dedos de dentro de mí poco a poco.

Salimos de la piscina, ya que era la hora de entrar al masaje. Nos pasaron a unas cabinas, las cuales estaban muy bien acondicionadas con una luz baja pero que se podía ver  perfectamente lo que había allí dentro, también había encendidas un par de velas a cada lado de las dos camillas. En ese momento entró una chica y nos dijo que nos quitásemos los bañadores y nos pusiéramos unos tangas de papel que te teníamos allí preparados, y, cuando ya estuviéramos preparados nos acostáramos en la camilla hacia abajo. Así lo hicimos, y al momento entraron un chico y una chica. El chico era alto, con un buen cuerpo y con un culo de infarto que se le marcaba a través del uniforme que llevaban los dos igual. La chica era más bajita que él, pero tenía un cuerpo más que perfecto que lo remataban dos tetas grandes y bien puestas. Los dos saludaron, se presentaron (Pedro y Lucía) y se pusieron a dar el masaje.

Si alguna vez habéis ido a un lugar de ese tipo en pareja, sabréis que los chicos dan el masaje al chico y las chicas a la chica. Pero al minuto de empezar, mi marido levantó la cabeza y propuso un intercambio.

- ¿Qué os parece si hacemos un cambio? Pedro que le haga el masaje a mi mujer, y Lucía que me lo haga a mí.

- Si no os importa, a nosotros tampoco. Dijo Lucía mirándome a mí.

Yo estaba encantada, de hecho mi marido me había leído el pensamiento. Nos gustaba hacer cosas así, nos da morbo. Si habéis leído nuestros relatos, nos conoceréis y sabréis que tenemos una relación bastante abierta y nos gusta probar cosas nuevas, algo que nos beneficia a nivel de pareja. (Si no los habéis leído, os invitamos a hacerlo).

Con el intercambio hecho, continuaron con el masaje. Estábamos acostados hacia abajo, nos ponían aceite por las piernas, subían y bajaban sus manos con delicadeza, se notaba que los dos estábamos muy relajados y teníamos los ojos cerrados.

En una de esas subidas note como la mano de Pedro se metía entre mis piernas y rozaba con la punta de sus dedos uno de mis labios vaginales, él siguió bajando, volvió a subir la mano y otra vez rozó mis labios. “Dios mío me estaba mojando solamente con eso”. No sabía cómo lo estaba haciendo pero aquel chico me estaba poniendo muy cachonda, ya no podía cerrar los ojos. Miré hacia mi marido, él estaba con los ojos cerrados y Lucia le hacía lo mismo que a mí, subía y bajaba por sus piernas. En ese momento pude comprobar el gran tamaño de sus tetas, eran enormes.

Pedro me dijo si podía levantarme un poco la toalla, para continuar el masaje por mis glúteos, yo estaba entregada a él, solamente asentí con mi cabeza. Mi culo solo estaba cubierto por aquel minúsculo tanga de papel. El chico, puso aceite en sus manos y empezó a masajearme el culo poco a poco, pasaba sus manos por mis nalgas lo hacía despacio, noté como mi coño iba mojándose más y más, el chico bajó por mis nalgas y volvió a rozar mis labios vaginales. Estaba muy cachonda. En esos momentos noté como me puso la toalla otra vez tapándome el culo. “No puede ser” , pensé. Levanté la cabeza y miré al chico.

- ¿Ya has terminado?, pregunté incrédula .

- En la parte de abajo si, ahora vamos a empezar por la espalda. Respondió Pedro con una sonrisa en la cara.

El muy cabrón sabía que estaba mojada y cachonda, por eso paró, para hacerme sufrir.

Giré la cabeza hacia mi marido, el seguía con los ojos cerrados, posiblemente se habría dormido.

Pedro continuó su masaje por mi espalda, el chico iba cambiando de posición hasta que se puso delante de mí para continuar mi masaje.  Su paquete quedó a la altura de mi cara, no podía dejar de mirarlo ya que se notaba que tenía un buen bulto. Trate de adivinar como sería aquella polla. ¿Iría depilado? ¿Sería gorda? En esos momentos un montón de preguntas se pasaron por mi cabeza, había venido a relajarme y me estaba poniendo enferma de pensar lo que aquel chico podría hacerme en la cama.

Con una voz sensual Pedro interrumpió  todos mis pensamientos de la cabeza:

- Señorita, si es tan amable ¿se podría dar la vuelta?

Pensé que solo llevaba el tanga y aquel chico tenía que ver mi cuerpo,  así que me quité la toalla y me quedé delante de Pedro prácticamente desnuda.

- Claro que sí. Le dije con una pícara sonrisa.

Me puso la toalla cubriéndome los pechos y mi vagina, pero la toalla era muy cortita y sabía que desde la posición de Pedro me lo vería todo. Además me puso un antifaz en los ojos para que me relajara y no viera la luz. Se acercó  a mi oreja y me susurró:

- Relájese y disfrute.

Esas dos palabras hicieron que un calor subiera por todo mi cuerpo. En esos momentos oí la voz de Lucia.

- Por favor Mario puede girarse.

- Claro que sí Lucia. Contestó mi marido.

Me imaginé a mi marido haciendo lo mismo que yo, pero con su polla totalmente empalmada. Eso aún me puso más cachonda y mi coño volvía a mojarse.

Yo seguía con el antifaz en los ojos, y aquel chico masajeándome las piernas, lo hacía con dulzura y delicadeza, poco a poco fui notando como subía sus manos hasta llegar a mis pantorrillas, me las masajeaba suave. El chico sabía muy bien lo que hacía, y sobretodo sabía cómo calentar a una mujer.  En ese mismo momento se acercó a mi oreja y me dijo:

- ¿Le puedo subir la toalla un poco? Así trabajaré  mejor la zona de las ingles y cuádriceps.

- Claro que sí guapo . Le contesté.

Los pensamientos más calientes se pasaron por mi cabeza en esos momentos. Estaba mojada, con un pequeño tanga semitransparente y el chico me acababa de decir si me subía la toalla.

El chico sin pensárselo me subió la toalla hasta el ombligo más o menos y oí como el bote de aceite se abría. Un chorro calentito cayó por mis piernas y a los pocos segundos comenzó el masaje. Pasaba sus manos por mis cuádriceps y sus dedos por mis ingles. Me estaba poniendo muy nerviosa, solo quería meterme la polla de aquel chico hasta el fondo y poder correrme.

Estaba deseando ver lo que hacía mi marido, no lo oía desde hacía un buen rato, pero no me importaba, solo quería ver la cara de aquel chico.

Sus dedos rozaban mis labios vaginales, noté como la otra mano me quitaba un poquito el tanga hacía un ladito. Sabía que estaba viendo mi perfecto y depilado coño. Me daba igual, solo quería correrme. El chico fue bajando sus manos por mis rodillas y cuando las volvió a subir noté como se acercaba más y más a mi agujerito. Uno de sus dedos rozó mi clítoris, otro escalofrío volvió a recorrer mi cuerpo junto con un pequeño gemido. Me iba a correr sin tocarme ni metérmela. “Que me estaba pasando ¿era yo?”.

El chico volvió a bajar sus manos y ahora las subió muy deprisa y poco a poco fue introduciendo uno de sus gordos dedos en mi coño. “Dios mío”. Pensé. Quise quitarme el antifaz con una mano,  pero de repente una mano me lo impidió.

Me iba a correr y quería gritar, pero al mismo tiempo no quería correrme. El chico metió otro dedo. Y con la otra mano empezó a frotar mi clítoris. Yo no podía hablar. Un calor recorrió mi cuerpo y empecé a correrme y aguantar mis gemidos. El orgasmo duró unos 10 segundos. Fue intenso, estaba empapada.

En ese momento, me incorporé y me quedé sentada en la camilla. Pedro aún no había sacado sus dedos de mi coño y yo notaba como mi corrida iba empapando la toalla que había debajo de mí. En el momento que me quité el antifaz, él fue sacando suavemente sus dedos de dentro de mí, y yo iba notando como caía el flujo caliente que aún tenía dentro. Cuando por fin pude contemplar lo que la suave luz de esa habitación dejaba ver, pude ver a Pedro con una sonrisa de oreja a oreja y con una polla tan grande como mi antebrazo marcada en su pantalón. En ese momento me habría tirado a comérsela para que disfrutara igual que lo había hecho yo unos minutos antes.

Cuando le miré a la cara el me hizo una señal para que mirara lo que estaba pasando en la camilla de al lado de la mía. La escena que pude observar fue impresionante, mi marido acostado hacia arriba, con los ojos abiertos, y Lucía con su polla en la boca. Cuando mi marido vio que lo estaba mirando, me ofreció su sonrisa más pícara. Había estado observando la masturbación a la que me había sometido Pedro, mientras Lucía le comía su polla.

En ese momento, solo se me ocurrió levantarme para besarle, me fundí en un largo beso con él, mientras Lucía seguía con los 17 cm en su boca. Era impresionante como se la mamaba, lentamente se la metía entera en la boca hasta que llegaba al final, dónde aguantaba hasta que no podía más y la sacaba brillante por  la saliva, que corría por los enormes huevos de mi marido.

- Cariño, no sabes cómo me ha puesto el cabrón de Pedro, ¡necesito una polla dentro de mí! Le dije al oído a Mario.

- Pues ya sabes … me contestó él.

Le cogí lentamente la cara a Lucía y se la aparté de la polla de mi marido para besarla mientras le quitaba la ropa. Noté como sus manos bajaban lentamente por mi cuerpo. Se detuvieron un buen rato en mis pechos, los cuales no dejó ni un cm sin tocar ni besar.

Pedro se había sentado en la camilla que yo había dejado libre y estaba contemplando la escena de nosotras dos mientras se masturbaba, ahora sí que podía ver su enorme polla, tendría unos 22 cm empalmados, gordísima y con las venas marcadas, era un tipo de pollas que más me gustaban.

Me aparté un poco de Lucía y me puse encima de mi marido, para poder introducirme poco a poco su polla en mi coño, Lucía aprovechó para ponerse encima de él y le plantó su coño en la cara, un coño con una línea pequeña de pelo en el pubis.

La escena era de película, mi marido acostado en la camilla mientras le comía el coño a una masajista y yo le cabalgaba, sin dejar de observar a Pedro como se masturbaba a nuestro lado.

Esta posición me permitía ver las tetas de Lucía, eran grandes y perfectas, más tarde pude saber que operadas, pero era algo sin importancia. Aproveché para comerle esos pezones duros que se le habían puesto por la comida de coño que le estaba haciendo mi marido.

- O paráis o me corro . Dijo mi marido al momento.

Me levanté lentamente mientras miraba a los ojos a Pedro, me fui acercando como una gatita hacia él. Le cogí la polla desde la base, no podía cerrar la mano. Pasé mi lengua por aquel gran glande mientras miraba directamente a los ojos  de aquel chico. En esos momentos iba poco a poco introduciéndome aquella enorme polla en mi boca, el chico gemía y eso me ponía muchísimo. Le cogí de las manos y las puse en mi cabeza, deseaba ser poseída por Pedro. Me saqué aquella polla de la boca.

- Follame la boca. Le ordené.

- ¿Estas segura?, preguntó, con una sonrisa de oreja a oreja.

- Trátame como una putita guapo.

Aquel chico se separó un poco de mí y cogió una especie de toalla alargada, yo mientras me hacía una cola con el pelo. Se acercó por detrás mientras me cogía las manos. Con un rápido movimiento rodeó mis manos con la toalla, me estaba atando las manos por detrás.

- Arrodíllate y mira a tu marido como disfruta.

Con gran dificultad me arrodillé mientras veía como Lucia se estaba follando a mi marido. Aquellas enormes tetas saltaban a un ritmo vertiginoso y la cara de mi marido era de puro placer. Pedro de acercó a mí y puso el glande en mi boca.

- Abre la boca puta. Gritó Pedro.

Aquellas palabras hicieron que mi coño se empapase en el momento. Solamente pude asentir con la cabeza y abrir la boca. Centímetro a centímetro fue entrando en mi boca, notaba como me llenaba entera. Sus manos estaban en mi cabeza y me movían la cabeza al ritmo que él quería. Mi lengua intentaba moverse por dentro de mi boca, pero era casi imposible, era demasiado gorda, no podía tragar mucha saliva. Aceleró los movimientos,  notaba que me faltaba el aire y estaba ahogándome. Una pequeña arcada se unió a todo, pero el muy cabrón no dejaba de follarme la boca y encima cada vez iba más rápido. Le miré a los ojos pidiéndole que parara. Se separó de mí un poco y sacó aquella reluciente polla, hilos de saliva salieron de mi boca junto a su polla, empecé a toser mientras intentaba respirar, además me lloraban los ojos, pero para mi sorpresa estaba muy cachonda, mojada y sudada.

Volvió a cogerme la cabeza, yo involuntariamente abrí la boca y su polla entró de nuevo.  Le miré a los ojos y sonrió al mismo tiempo que me dio una pequeña bofetada. “Dios mío como me estaba poniendo” , me acababa de pegar y me había gustado. Una segunda bofetada impactó en mi cara.  Volvió a sacar la polla y me dijo:

- ¿Te gusta putita?

- Me encanta, pero necesito que me folles, necesito correrme otra vez. Le contesté yo.

- Pues tendrás que esperar guapa.

Decidí mirar a mi marido, ahora era él el que estaba follándose a Lucía, la tenía a 4 patas, sabía que había visto la escena y no había hecho nada, esa me la pagaría…….. Me guiñó el ojo y le pegó un manotazo al culo de aquella chica.

Pedro me levantó de un brazo y me puso apoyada de la camilla. Tenía el culo y el coño a su disposición. Pedro empezó a restregar su enorme glande por mi coño. Me hacía sufrir pero no me la metía. Mi cara era un poema, estaba nerviosa, no sabía cuándo iba a metérmela. ¿Me la metería de un solo golpe? ¿Iría poco a poco? Todas esas preguntas recorrieron mis pensamientos, pero noté como poco a poco entró aquel pollón. Dios mío como me quemaba, notaba el roce como nunca lo había notado. Solo llevaría unos cms y me estaba a punto de correr. De repente paró, giré la cabeza para ver porque era.

- ¿Qué pasa putita? ¿te quieres correr? , se rió Pedro.

Aquel tío me tenía dominada, estaba muy cachonda y el tío me estaba haciendo sufrir. Me cogió de la coleta y tiró hacia él. Empezó un vaivén muy rápido, yo mientras gritaba de placer y podía oír como sus huevos chocaban contra mi coño empapado. Al mismo tiempo oí un grito de Lucía y levanté la cabeza,

- Me corrooooo Marioooooo. Dijo Lucía.

Mi marido se la follaba a gran velocidad, y frotaba su clítoris. Ella seguía gritando hasta que mi marido fue bajando el ritmo. En unos segundos noté como el calor volvía a recorrer mi cuerpo, me iba a correr en breves momentos. Avisé a Pedro y el hijo de puta paró de golpe.

- Jajajajajaja. No te vas a correr tan fácilmente guapa, ese culo quiero probarlo. ¿Mario puedo reventarle el culito a tu mujer? Le preguntó pedro a Mario.

- Por supuesto.

Yo seguía con las manos atadas, aquel chico empezó a estimularme el agujerito.  Cogió un bote de aceite y soltó una buena cantidad por todo mi culo. Poco a poco introdujo un dedo, yo gritaba de placer. Pero en esos momentos mi marido puso su polla a la altura de mi boca, acerqué la lengua a su glande, repitiendo la misma acción que con Pedro. Tenía dos pollas para mí. Esos dos hombres iban a matarme de placer.

Pedro introdujo el segundo y el tercer dedo dentro. Entraban y salían fácilmente. Al momento noté como posó aquella cabeza en la entrada de mi culito. Y la metió poco a poco.

- Para por favor, me haces daño.

- Shhhhheeeeee, poco a poco entrará. Me tranquilizo Mario, al mismo tiempo que metió su polla en mi boca.

Intenté gritar de dolor o de placer, ya no sabía que me estaba pasando, me gustaba pero me dolía.

Poco a poco mi culo se fue amoldando a aquella polla, y Pedro aceleró el ritmo. El chico, me pegaba unos pequeños azotes en mi culito y me ponían cachondísima y me hacía pedirle más. A los pocos minutos de estar penetrándome, se paró,  pero empecé a mover mi culo haciendo círculos.

- Ana me voy a correr, gritó Pedro.

- Córrete cabrón, lléname el culo de leche.

Un enorme chorro entró en mi culo, lo moví más deprisa, mientras oía como Pedro gritaba. Oír gemir de placer a un hombre  me pone muchísimo. Sacó su polla flácida de mi culo y un hilito de semen cayó hasta mi coño. Lucía se acercó y empezó a chupármelo, quería saborear la corrida de Pedro mezclada con el sabor de mi coño, y por la cara que ponía, parecía que le encantaba. Nunca antes una mujer me había comido el coño, pero  me encantó como lo hizo ella, por su forma de hacerlo pude saber que no era el primero que se comía. Lo hacía de tal forma que me habría quedado así toda la vida, pero tuve que pedirle que apartara la cara de mi coñito, necesitaba la polla de mi marido dentro de una vez.

En ese momento me giré hacia él.

- Por favor cariño métemela por el coño, quiero correrme .

Mi marido se puso detrás de mí y me la metió de golpe.  Me cogió de la cadera al mismo tiempo que me follaba duro. Lucía se puso debajo de mi, para poder seguir comiéndome el coño. No pude durar más de dos minutos.

- Me corrooooo cariño, me corrooooo, grité.

Mario  también se estaba corriendo dentro de mí, sus embestidas eran más fuertes y rápidas.

Caímos exhaustos encima de la camilla. Estábamos empapados, sudados y el ambiente olía a sexo.  Me sentía sucia, mi marido y Pedro me había follado de una forma espectacular.

Pedro se aceró, mientras venía vi como aquel pollón flácido se movía de lado a lado, parecía un dios griego. Me cogió de las manos y me las desató, poco a poco me levantó de la camilla y me dio las gracias por aquel polvo.

- Muchas gracias Ana, eres una mujer espectacular, tu marido tiene  mucha suerte.

Seguimos hablando unos minutos más y nos intercambiamos los teléfonos. Nos dijeron que nos podíamos vestir e ir a las duchas de los vestuarios para darnos un baño, ya que ellos tenían que seguir con los masajes de ese día.

Mi marido y yo nos quedamos unos segundos mirándonos sin hablar. Nos dimos las gracias mutuamente con un beso y salimos de aquella sala en dirección a los vestuarios.

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