Un ángel en el infierno (5: Días de Luz y Sombras)

Por ahora Candy aprece haber recobrado su libertad. Pero ¿será así?

"Un ángel en el infierno 5"

Nota del autor: Pido una disculpa a mis lectores, primero por la tardanza y después porque este capitulo no tiene mucho sexo, pero es importante para explicar el giro que van a tomar los acontecimientos posteriores. Así que considérenlo un respiro antes de que las cosas se vuelva a poner calientes.

Cap. 5 "Días de luz y sombras"

El reloj de pared ya marcaba las 10:00 de la mañana. Pero Candy no tenía fuerzas para levantarse de la cama. Su cabeza le punzaba dolorosamente cada dos segundos y sus ojos estaban tan irritados que apenas podían soportar la luz del sol entrando por las ventanas de aquella habitación. De hecho, hacía ya una hora que la joven había despertado, pero simplemente no quería moverse, no sentía ningún estimulo para hacerlo. Además su mente estaba hecha un embrollo de preguntas sin respuesta. ¿Dónde estaba? ¿Qué rayos le había pasado para dejarla en semejante estado? Finalmente la insoportable resequedad en su boca la obligó a levantarse para ir en busca de un vaso con agua.

Con gran esfuerzo la joven logro incorporarse pero la sensación de mareo la obligo a quedarse sentada al borde de la cama por varios minutos, tiempo en que reconoció el lugar donde se encontraba que no era otro sino su propia recamara.

Aquel descubrimiento disparo en su cabeza una serie de recuerdos confusos: El frío de la madrugada, las palabras hirientes de un hombre que prácticamente la saco a rastras de un automóvil. Después… las escaleras de la casa, que por alguna razón le parecieron mucho más largas y difíciles de subir. La puerta de su departamento… Luego nada.

Aquellos recuerdos eran dolorosamente perturbadores. Pero no eran nada comparados con los que llegaron después: Ella y Neal solos en aquella mansión semi abandonada en la ribera del lago Michigan. Aquel vergonzoso acuerdo y el sabor dulzor de aquella bebida recorriendo su garganta. Unas manos grandes y poderosas recorriendo cada centímetro de su cuerpo, una lengua tibia lamiendo sus pechos y su entrepierna, luces, voces, risas y luego… ni siquiera estaba segura de querer recordar más.

La joven enfermera se sintió tan oprimida que de inmediato se levanto para correr hasta el baño y vomitar todo lo que había en su estomago. Mientras que de sus ojos brotaban lágrimas amargas, las mismas que había llorado durante las últimas semanas. Al terminar, la joven se desnudo completamente y se metió bajo el grifo del agua para darse una ducha caliente, como esperaba las marcas sobre su cuerpo eran escandalosamente claras, huellas de dedos y mordidas que la cubrían casi por completo. Pero lo más humillante fue la visión de su vulva afeitada que era la marca de su rendición y entrega s los deseos malsanos de su verdugo. Aquellas visiones le causaron tal repugnancia que de inmediato se envolvió en una toalla para ocultar su deshonra.

Al salir del baño Candy descubrió su bolso de mano tirado en el piso a un lado de la puerta y de inmediato se acercó para tomarlo. Sin perder un instante vació su contenido sobre la mesita de la sala. Una gran sensación de alivio la envolvió al descubrir que los odiosos negativos, aquellos que la mantenían sujeta a la voluntad de Neal, estaban ahí. Sin pensarlo la joven los tomo y se dirigió a la cocina, ahí los deposito en el fregadero, después coloco el tapón en su sitio, y volviendo sobre sus pasos entro al cuarto de baño de donde regreso casi enseguida llevando en sus manos una botella de alcohol que había tomado del botiquín. Sin esperar más Candy vertió el contenido de la botella en el fregadero y acto seguido encendió un fósforo para arrojarlo al pequeño lago de alcohol. La combustión fue inmediata y la joven enfermera pudo ver como los negativos se retorcían y se hacían más pequeños conforme el calor los abrazaba.

La joven experimento una agradable satisfacción al contemplar la destrucción de aquellas cosas. Aún así el humo la hizo toser con fuerza, reactivando los efectos de la resaca, sobre todo las nauseas, obligándola a regresar al sofá de la sala, ahí se sentó con las piernas pegadas al cuerpo para darse un poco de calor y consuelo a si misma en medio de lo que parecía ser el final de aquella pesadilla en que su vida se había convertido.

¿Qué hacer ahora? Esa era la pregunta que giraba por su cabeza una y otra vez. ¿Podía simplemente retomar su vida como si nada hubiera pasado? ¿Dejando que Neal Legan se quedara tan tranquilo después de lo que había hecho con ella?

Por un momento considero la idea hacer algo en contra de su "enamorado", pero la sola idea de tener que contarle a alguien, sobre todo a extraños, lo que le había ocurrido era algo demasiado duro. El solo recordar lo que le había pasado en aquellos días oscuros era ya demasiado doloroso. Tanto que prefería dejarlo todo como estaba con tal de no tener que escuchar nunca más el nombre de Neal Legan.

-Así será mejor.-se dijo con dolorosa resignación. Le mataba de rabia reconocerlo, pero estaba clarísimo que nada podía hacer en contra de su cruel violador sin poner en peligro a sus seres queridos. Después de todo Neal se había quedado con el último juego de aquellas obscenas fotografías como un recuerdo de su "romance", de modo que desafiarlo podía resultar contraproducente.

El solo pensar en eso le inquietaba. ¿Realmente todo había terminado? ¿Iba Neal a cumplir su palabra de no volver a amenazarla? Una parte de ella se aferraba desesperadamente a las palabras del propio Neal cuando le dijo que se había cansado de aquel juego enfermo. Después de todo él seguía siendo un niño caprichoso, que realmente no amaba a nadie sino a si mismo, y realmente no sería raro que habiéndose salido con la suya perdiera todo interés en ella. Además habían hecho un trato… ¿o no?

Aquella interrogante la hizo conciente de que aún estaba en una precaria situación. Sujeta a la promesa de un hombre sin escrúpulos. Temía estarse engañando a si misma al creer que las cosas podían regresar a la normalidad.

En el mejor de los casos Neal podía usar su último juego de fotos para seguir chantajeándola periódicamente. Sin embargo, las cosas podían ser peores, tal vez el muy cretino se pusiera a presumir de su hazaña con sus amigos, mostrándoles las fotos, de modo que pronto el escándalo estallaría de todos modos.

Esa posibilidad era tan aterradora de afronta… tan aterradora como que lo peor podía apenas estar empezando. ¡Dios, qué miedo sentía en ese momento!

Instintivamente Candy recorrió la habitación con la mirada, buscando algo que le diera valor, o al menos una esperanza… En ese momento un dulce recuerdo se abrió paso en su mente, el día que dejo el hogar de Pony por primera vez. Ante ella se hizo presente el rostro sereno de la hermana Maria extendiéndole una hermosa cruz de plata con la imagen de la virgen.

Desesperada, Candy se levanto para ir directo a su cuarto y buscar en los cajones de su tocador, por suerte ella no tenía muchas alhajas, salvo por algunos pendientes y collares de fantasía, cuando lo encontró cayo de rodillas hay mismo para hacer lo único que le quedaba: Rezar.

Poco a poco la joven enfermera fue recordando las oraciones que había aprendido de niña y con cada palabra logro tranquilizarse un poco. Al tiempo que se aferraba a algo que le habían enseñado hacia mucho tiempo. Existe un Dios que perdona y hace justicia. Candy puso todo el arrepentimiento que tenía por sus actos, pues obligada o no lo cierto es que se había entregado en brazos del mal, y continuó orando con el crucifijo entre sus manos, pidiendo por una redención, un perdón y una buena esperanza.

Una esperanza.

-Señorita Pony… Hermana Maria.-murmuro casi sin darse cuenta.-Albert por favor, perdónenme. Por favor, ayúdenme. Por favor…-

Por la tarde, cerca de la 1pm, la joven tuvo que hacer acopio de todo su valor para presentarse en su trabajo. Después de haber tomado una jarra de café bien cargado y una buena dosis de ácido salicílico para mitigar los efectos de la resaca (*). Su rostro estaba muy pálido y tenía profundas ojeras. Como lo esperaba todas sus compañeras le miraron acusadoramente y murmuraban a sus espaldas apenas pasaba junto a ellas. Sin duda creían que sus últimas fallas no eran sino una total falta de profesionalismo, propio de una "niña rica" que seguramente solo trabajaba para matar el tiempo.

A pesar de todo Candy continuo con su camino hasta llegar a los vestidores, donde se cambio de ropa, para luego presentarse en la recepción. Ahí se encontró con la jefa Browning, quien le recibió con una mirada larga y fría.

-Preséntate en la oficina del Dr. Lenar.-fue lo único que le dijo antes de volver a sus propias actividades. Candy no dijo nada, sabía que era inútil, y se encamino hacia le despacho del director, donde tuvo que hacer antesala pues el Dr. Lenar estaba en una junta de médicos.

-Tome asiento.-le dijo la secretaria del director señalándole un estrecho sofá colocado a un lado de su escritorio. La joven hizo lo que se le indico y espero por varios minutos. Tiempo que uso para pensar en lo que debía decirle al Dr. Lenar, cuidándose de no rebelar algún detalle que delatara su doble vida.

-Pase por favor.-le dijo al fin la secretaria del director. Al entrar a la oficina Candy sintió de inmediato la severa mirada del Dr. Lenar clavada en su persona.

-Siéntese señorita White.-dijo el director con un tono tan áspero que sus palabras parecieron más una orden que una invitación. Candy se acerco hasta el escritorio y tomo asiento frente a su superior, mientras este revisaba detenidamente un expediente.

-Creí haber sido muy claro cuando le dije que en este hospital no tendría privilegios especiales.-

-Dr. Lenar…-

¡No me interrumpa!-espeto el galeno mientras le mostraba a la joven el contenido de expediente que tenía entre las manos.-¡Retrasos, abandono de su puesto, quejas por mal trato por parte de los familiares de nuestros pacientes, y para colmo hoy llego con medio día de retraso!-

-Por favor Dr. Lenar… Déjeme explicarle…-

-Muy bien.-dijo el medico mientras introducía una mano en su saco.-¡Empiece por explicarme esto!- dijo el medico al tiempo que arrojaba una serie de fotografías sobre su escritorio. Candy se levanto de un salto al reconocer de inmediato aquellas lascivas imágenes. ¡Ahí estaba ella! ¡Desnuda y siendo violada por Neal, aunque las imágenes no lo demostraran!

-¿Y bien?-dijo el Dr. Lenar saliendo de atrás de su escritorio.-¡¿Qué explicación puede darme para esta conducta Señorita White?!-Candy no pudo responder, su cabeza le daba vueltas, la vista de le nublo dramáticamente y al final sus piernas se negaron a seguir sosteniéndola, por lo que cayo de rodillas en medio de la oficina.

-Eso… eso…-era todo lo que salía de sus labios mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. El director la miro impasible durante unos instantes. Luego se acerco a ella y le hablo en un tono menos severo.

-Vamos Candy.-le dijo al tiempo que le extendía la mano para ayudarla a levantarse.-Deje de llorar y levántese ahora mismo.-la joven enfermera levanto la cara y miro el rostro del Dr. Lenar, de pronto ya no parecía tan indignado, y por un momento tuvo la esperanza de que le escucharía y, tal vez, incluso le creería. Así pues acepto su ayuda y se incorporo.

-Gracias Dr. Lenar.-dijo la joven al quedar frente al medico. Este la miro fijamente y, sin soltarle la mano, se recargo en un extremo de su escritorio.

-¿Se da usted cuenta de que mi deber con el hospital, y con nuestros pacientes, es despedirla en el acto y mandar un boletín para que no le admitan en ningún otro lugar?-

-Si.-dijo Candy al tiempo que sentía la mano del Dr. Lenar apretando la suya con más fuerza.

-Pues bien Candy. Estoy dispuesto a guardar su pequeño secreto y a permitir que siga trabajando con nosotros. Si promete compensarme.-

-¿Compensarlo?-repitió la joven enfermera al tiempo que trataba de soltar su mano de la del medico.-¿Qué quiere decir con eso Dr. Lenar?-

-Vamos. No necesita hacerse la tonta conmigo.-dijo el director al tiempo que tiraba del brazo a Candy para obligarla a acercarse más a él.-¡Hora de coger puta!-

-¡Déjeme en paz!-grito Candy al tiempo que se soltaba de la mano del director. Desesperada se volvió buscando la puerta para escapar, pero antes de que pudiera dar un paso descubrió que estaba completamente desnuda. ¡Su uniforme de enfermara había desaparecido lo mismo que sus botas! Aterrada, casi al borde de un ataque de nervios, huso sus manos para tratar de cubrir tanto sus hermosos pechos coronados por pezones rosados, así como su rapado monte de Venus.

-¡NOOOOOOOO! ¡Esto no puede ser, me estoy volviendo loca!-apenas termino de decir aquellas palabras Candy se volvió hacia el Dr. Lenar, solo para darse cuenta de que él también estaba desnudo, atónita miro el cuerpo robusto del director el cual tenía una gruesa capa de vello que le cubría casi completamente del cuello para abajo. Pero lo más impresionante era que tenía un enorme pene, rojizo y con un glande del tamaño de un corazón de niño. Aquel miembro se movía por si solo de forma oscilante, para arriba y para abajo, y Candy no podía apartar los ojos de esa cosa que ahora se le acercaba.

-Ven acá puta.-le dijo el Dr. Lenar al tiempo que la tomaba en sus brazos para besarla groseramente. La joven enfermera doblo la espalda hacia a tras para escapar de los labios húmedos del director, al tiempo que trataba de apartarlo usando sus brazos, forcejea desesperadamente en contra de su nuevo verdugo, pero la lucha fue breve y pronto sintió el contacto de los labios del hombre sobre los suyos y lo que era peor, el roce el falo del director tocando a las puertas de su sexo.

¡Y ella encontró agradable el roce de la verga entre sus piernas! En ese momento el Dr. Lenar la levanto como a un costal de papas y sin ninguna consideración le deposito sobre su escritorio. Candy sintió inmediatamente el peso del robusto director sobre su cuerpo, aplastándola sobre la fría superficie de caoba, al tiempo que le encajaba todo su pene en su vágina de un solo golpe.

-¡NOOOOOO!... ¡OTRA VEZ NOOOOOO!-grito la joven enfermera negándose a ser violada nuevamente. Con todas sus fuerzas Candy trato de incorporarse para escapar de la penetración, pero las manos de Dr. Lenar le sujetaron por los hombros y la azotaron de nuevo sobre la superficie del escritorio al tiempo que le abría las piernas con su cadera para volver a hundir su verga con mayor fuerza.

-Nooghhhhhh…. Aaaagggghhhhh.-el grito de Candy debió resonar por todo el hospital, Un grito que era mezcla de terror, amargura y… placer. ¡De un placer inmenso! Mientras el director la miraba sonriendo como un loco y la cabalgaba como un poseso. Ella trataba de luchar pero su cuerpo se rindió casi de inmediato, abandonándose a las sensaciones que le provoca esa carne dura que raspa en sus entrañas.

-Nohgggggghhhhhhhh Naaaaghhhhhh.-los gemidos de placer y dolor por parte de Candy se hacían cada vez más fuertes, el placer es grandioso, la vista se le nubla cada vez que la verga de Lenar entra y sale de su vulva.

-¡Muévete como puta, eso eres, una asquerosa puta! ¡Muévete!-

-¡SEÑORITA!-la voz de la secretaria del Dr. Lenar hizo que Candy saltara de su asiento. Su cuerpo temblaba como una hoja al tiempo que un sudor frío le cubría de pies a cabeza.

-¿Qué…? ¿Qué ha pasado?-dijo entre jadeos.

-Se quedo dormida.-le respondió la secretaria mientras la miraba como a un bicho raro.-La junta termino hace cinco minutos y el director ya le esta esperando.-

-Lo siento.-dijo Candy dándose cuenta de que aquella mujer sin duda creería que estaba loca. Sin embargo, no podía preocuparse por eso en aquel momento y en silencio se encamino a la oficina del Dr. Lenar. La secretaria le abrió la puerta y la joven entro sin más preámbulos.

Como ocurriera en su sueño, el director le recibió con una fría mirada desde atrás de su escritorio, mientras sostenía un archivo entre sus manos.

-Siéntese señorita White.-le dijo con tono áspero mientras se recargaba en el respaldo de su silla. Candy hizo lo que le medico le ordeno y en silencio espero a que él comenzara aquella entrevista.

-Creí haber sido muy claro cuando le dije que en este hospital no habría privilegios especiales para usted, a pesar de su relación con la familia Andrew.-

-Dr. Lenar…-

-¡No me interrumpa!-espeto el director dando un golpe sobre la superficie de su escritorio.-¡En un mes ha usted acumulado quejas por abandono de trabajo, mal trato a los familiares de los pacientes, é incluso hoy llego con medio día de retraso! -

-Por favor Dr. Lenar. Déjeme explicarle…-suplico Candy temerosa de estar viviendo una nueva pesadilla. Sin embargo, la aptitud del director le hizo comprender que no era así.

-Muy bien. Explíquese entonces señorita White.-fue en ese momento que la joven se dio cuenta de que no podía decir nada en su favor sin delatarse o levantar alguna sospecha sobre lo que venía ocurriendo con su vida desde hacia ya algunas semanas.

-Estoy esperando señorita White-

Dios, que podía decir.

-¿Señorita White?-

Dios, que podía decir.

-Lo siento.-dijo la joven al fin apretando los puños con rabia.-Dr. Lenar. Soy culpable de todos los cargos en mi contra y estoy dispuesta a asumir las consecuencias.-el director miro a Candy por algunos minutos, ¿acaso se había equivocado al juzgar a aquella chica? En realidad no lo creía. En cambio tenía la impresión de algo muy malo tenía que haberle pasado para provocar que descuidara su trabajo de aquella manera. Al final dejo que su corazón le dictara cual debía ser su proceder.

-Escúcheme bien señorita White. Normalmente una enfermera que comete este tipo de faltas solo puede recibir una sanción: El despido.-Candy sintió que las piernas le fallaban al tiempo que sus ojos se llenaba de lágrimas. Aquello representaba algo más que la pérdida de un empleo, significaba la total destrucción de su forma de vida, de todo lo que ella había logrado ser a base de trabajo y dedicación.

-Sin embargo, no se porque, aún tengo fe en usted.-Candy sintió que la esperanza renacía tímidamente en su corazón ante las palabras del Dr. Lenar. Este por su parte se mostró indeciso por unos instantes antes de continuar.

-Por esta vez solo voy a aplicarle una sanción administrativa. Así que partir de este momento quedara usted suspendida durante dos semanas, sin sueldo. Al final de ese plazo podrá reincorporarse a su trabajo pero quedara relegada a labores menores hasta nuevo aviso. ¿Esta claro?-A pesar de lo riguroso de aquella sanción Candy sintió una curiosa sensación de alivió al darse cuenta de que, a su manera, el director le estaba brindando una oportunidad para salvar su trabajo.

-Gracias Dr. Lenar.-dijo la joven sin poder ocultar su gratitud hacia el director del hospital.

-No me lo agradezca.-le respondió tajante el Dr. Lenar reasumiendo su papel como responsable del hospital.-Le advierto que cuando vuelva voy a mantenerla vigilada y si hay alguna queja sobre su conducta, por pequeña que sea, la despediré sin pensarlo dos veces. Ahora váyase y espero que con esto recuerde la importancia de su labor.-la joven enfermera no dijo nada y abandono la oficina del director. Sin más que hacer Candy regreso al cuarto de enfermeras para cambiarse de ropa y se marcho del hospital sin rumbo fijo. Por varias horas la joven enfermera vago sin rumbo por las populosas calles de Chicago. Sumida en sus reflexiones.

No fue sino hasta que las primeras sombra de la noche descendían sobre la ciudad que sus pasos sin rumbo la llevaron de vuelta a su casa. Lo único que se le antojaba era entrar a su departamento y descansar un poco. Sin embargo, apenas entro en la casa se topo de frente con su casero, quien le miraba con inusual severidad.

-Candy. Necesito hablar contigo.-le dijo al tiempo que, con un ademán, le invitaba a pasar a la parte baja de la casa, donde él vivía en su propio apartamento. Una vez dentro ambos tomaron asiento en el pequeño comedor del dueño de la casa.

-¿Qué ocurre señor Thomas?-pregunto la joven enfermera, aún cuando ya intuía la respuesta.

-Se trata del alquiler.-le dijo el propietario sin ocultar una cierta molestia.-Estas retrasada casi dos semanas.-

-Lo se.-le respondió Candy con las majillas encendidas por la vergüenza.

-¿Y bien?-

-Algo paso… y… bueno ¿Podría darme un poco más de tiempo?-el casero miro a la joven enfermera con preocupación. Desde hacía ya algún tiempo le había notado rara, como si estuviese enferma o algo parecido, y luego estaba la siniestra visita de aquel tipo con aspecto de matón. Por un momento tuvo el impulso de preguntarle a la joven sobre el significado de todo aquello. Pero al final desecho la idea, pues no le pereció correcto interrogar a su inquilina sobre su vida privada.

-Esta bien Candy. Este mes lo cobrare del fondo (*), pero no olvides que tendrás que pagarme el doble el mes próximo.-

-Gracias señor Thomas.-dijo la joven sintiéndose apenada por haber tenido que llegar a esa situación.-Le prometo que no volverá a ocurrir.-

-Eso espero Candy.-le dijo el dueño mientras solevantaba de su asiento para acompañar a la joven hasta puerta.-¿Me acompañarías a cenar? He preparado un poco de pescado a la sureña.-

-Quizás otro día.-le dijo Candy tratando de sonreír un poco.-Hoy tuve un día muy pesado y quiero acostarme temprano.-

-Esta bien Candy. Buenas noches.-

-Buenas noches señor Thomas.-el viejo miro a su inquilina ascender por las escaleras y desaparecer en la parte superior de la casa.-¿Qué esta pasando contigo Candy?-se pregunto antes de cerrar la puerta.

Durante los días que siguieron no ocurrió nada importante. Excepto que Candy comenzó a reponerse en forma notable de su infortunada odisea, recuperando un poco su antiguo estado de ánimo, junto con el hermoso brillo de sus ojos verdes, aunque ahora sonreía menos que antes. La joven se sentía cada vez más confiada en que su pesadilla había terminado. Y por lo mismo, se esforzaba por olvidar aquellos días oscuros.

Sin embargo, una tarde ocurrió algo inesperado. Alguien llamo a su puerta.

-¿Quién es?-pregunto sin poder evitar que su voz le temblara. Por fortuna para ella la respuesta no fue la que temía.

-Somos nosotros.-le contesto una voz que reconoció de inmediato.

-¡Annie! ¡Archie!-exclamo al tiempo que abría la puerta de su casa. En efecto, en el umbral apareció una pareja de jóvenes. Annie iba elegantemente vestida y peinada como correspondía a una dama de la alta sociedad, lo cual resaltaba aún más su notoria belleza. Por su parte Archi lucia excelente con su elegante traje negro, camisa de seda y corbata negra sujeta por un elegante fistol de plata con el emblema de los Andrew grabado en el. Claro que se habría visto mejor si no tuviera los brazos cargados de paquetes de todos tamaños y formas.

-¡Candy!-exclamo Annie adelantándose para abrazar con fuerza a su mejor amiga, quien de inmediato le correspondió efusivamente.

-Ha pasado tanto tiempo.-dijo Annie sin poder evitar que las lágrimas brotaran de sus ojos.

-Demasiado.-le contesto Candy igualmente afectada. Las dos chicas permanecieron así por varios minutos hasta que Archi se vio obligado a toser un poco para hacerse notar.

-Cof… cof…-ambas chicas le miraron casi sorprendidas, como si el joven hubiese salido de la nada, luego se miraron entre si de forma traviesa.

-Oye Annie. ¿Conoces a este chico?-pregunto la joven fingiendo desconcierto.

-No estoy segura.-le respondió Annie siguiéndole la corriente.-Creo que trabaja en la tienda donde hice mis compras.-

-Muy graciosas.-dijo Archi sin encontrar el chiste.

-Lo siento.-dijo Candy apartándose de Annie para ayudar a su pariente político.

-No hay cuidado.-dijo Archi agradecido de que Candy aligerara un poco su carga.

-Pasen y tomen asiento por favor.-les invito la joven enfermera cediéndoles el paso a su hogar. Poco después, Candy preparo un poco de café mientras sus visitantes descansaban en la sala.

-¿Qué los trae por aquí?-les pregunto en cuanto regreso con una cafetera y tres tasas de losa blanca que de inmediato lleno con el aromático líquido.

-Candy… ¡Archie y yo vamos a casarnos dentro de un mes!-anunció Annie sin poder contener las ganas de abrazar con fuerza a su mejor amiga. Sin embargo, Candy no parecía compartir su alegría, o la menos eso parecía, pues se quedo callada; sin dar la menor muestra de alegría ante la noticia que acababan de darle.

-Oh Candy… ¿Qué te ocurre?... Acabo de darte la noticia más importante de mi vida y parece que no te importa.-dijo la joven dama con reproche.

-No digas eso Annie.-le respondió la pecosa al tiempo que la estrechaba contra su pecho.-Estoy muy feliz por ustedes. De verdad.-si alguna vez Candy había envidiado la suerte de su amiga sin duda fue en ese momento. Por alguna razón el destino le había dado a Annie las mejores cosas de la vida, una familia, un padre que la amaba, la gracia y el refinamiento necesarios para ser una dama y finalmente el amor de un buen chico como Archie.

La joven enfermera podía ver claramente en su imaginación la radiante figura de Annie, vestida de blanco y caminando hacia el altar donde le esperaba la felicidad en compañía de Archie. Mientras que ella estaba condenada a la tristeza, a la oscuridad, a mantenerse alejada de sus seres queridos para no ensuciarlos con sus faltas.

Imposible era borrar los recuerdos y curar el dolor de su corazón. ¿Qué dicha, qué alegría domestica podría ella proporcionarle a otra persona cuando se sentía sucia, vil, avergonzada consigo misma? Una mujer a quien sería necesario ocultar de la sociedad, cambiarle el nombre o expatriarla a una tierra lejana. Candy no pudo evitar que dos gruesas lágrimas resbalaran por sus mejillas.

-Candy.-murmuro Annie dándose cuenta de temblor que sacudía el cuerpo de su amiga. Sin embargo, su natural egoísmo le hicieron pasar por alto aquella extraña conducta.

-Vamos no es para tanto.-dijo la joven dama apartando un poco a su amiga.

-Lo siento.-dijo Candy tratando de recobrar la compostura.-Es solo que…-

-Aún piensas en Terri ¿Verdad?-dijo Archie creyendo descubrir el motivo de aquellas lágrimas en los ojos de su amiga.

-¡Archie!-le reprendió Annie lanzándole una mirada casi fulminante.

-No te preocupes Annie.-dijo Candy con toda serenidad.-La verdad es que todavía me duele un poco… muy poco. Pero olvidemos eso. Ahora solo quiero saber todo lo relacionado con su boda.-

-Para empezar vinimos a entregarte esto.-dijo Annie al tiempo que abría su bolso para sacar de el un elegante sobre laqueado, mismo que le entro a Candy.-Es tu invitación.-La joven enfermera tomo el sobre y contemplo el inconfundible emblema de los Andrew impreso sobre el sello de cera roja.

-¿Puedo abrirlo?-pregunto indecisa, pues no sabía cual era la costumbre entre la gente de la alta sociedad.

-Desde luego.-le contesto Annie sonriendo. Candy rompió el sello y extendió el papel ente sus ojos. Decía:

-"Queda usted cordialmente invitado a la boda de la Señorita Annie Britter con el Señor Archie Andrew. El día 14 del mes de julio de 18.. Después se apreciara su presencia en la recepción que tendrá lugar en la casa de la familia Andrew en Chicago."-

-Además hay otro motivo por el cual estamos aquí.-dijo Archie haciéndose el misterioso.

-¿Otro motivo? ¿De que se trata?-pregunto Candy interrumpiendo la lectura de su invitación.

-Candy… ¡Quiero que seas una de mis damas de honor!-dijo Annie con una amplia sonrisa iluminándole la cara.

-¿Dama de honor? Pero yo…-

-Por favor… por favor…-suplico Annie con una expresión de niña buena que Candy conocía muy bien.

-Err… me encantaría Annie… Pero no tengo un vestido adecuado.-dijo Candy tratando de negarse. Pues lo que menos necesitaba en ese momento eran compromisos sociales. Sin embargo, Annie no estaba dispuesta a dejarla escapar.

-Por eso no te preocupes.-le dijo al tiempo que le extendía una elegante tarjeta.-Ve a este lugar y ahí te lo darán.-

-¿Cómo que "me lo darán"?-

-Es la última moda Candy.-le explico la joven dama.-Las damas de honor deben ir vestidas del mismo modo, por lo tanto los vestidos se mandan hacer a la misma casa de modas para que sean de la misma tela y modelo.-

-Annie. Yo no puedo pagar por un vestido así.-

-No te preocupes por eso. Le pedí a mi padre que él lo pagara y estuvo de acuerdo.-

-¿Qué cosa?-exclamo Candy sintiéndose ofendida.-¡Annie, no puedo aceptar que tu padre me compre un vestido tan caro! ¡No es correcto!-

-Sabía que dirías eso.-dijo Annie sacando un segundo sobre de su bolso.-Toma.-Candy se quedo sorprendida de la eficiencia con que su amiga estaba manejando la situación, de hecho sintió por primera vez el deseo de estrangularla, pero al final tomo le sobre y abriéndolo leyó su contenido.

-Querida Candy:

Te suplico que aceptes el vestido como una muestra de mi aprecio.

Atten: Herri Britter.-

-Tramposa.-dijo Candy levemente disgustada con Annie.-¿Desde cuando sabes manipular tan bien a los demás?-

-A los demás no Candy, solo a ti porque eres mi única hermana.-aquellas palabras conmovieron a la joven enfermera haciendo que terminara por aceptar. Por un rato Archie y Annie se quedaron con ella, platicando y dándole más detalles sobre la boda. Hasta que, cerca de las 4:00pm, Archie tuvo que interrumpir la reunión.

-Tenemos que irnos.-dijo levantándose del sofá.

-¿Tan pronto?-dijo la joven dama casi con reproche.

-Lo siento Annie. Pero hoy tenemos que ir a la iglesia para comenzar con las amonestaciones.-

-Por mi no se preocupen.-dijo Candy con naturalidad, aunque en el fondo lamentaba que sus amigos tuvieran que marcharse. Su visita le había ayudado a alejar su tristeza, aunque solo fuera por unas horas.

-Bien. Entonces nos veremos dentro de un mes.-dijo Annie resignada.-Ah olvidaba decirte algo.-

-¿Que es?-

-Oh nada importante.-dijo Annie al tiempo que acomodaba rápidamente sus paquetes en los brazos de Archie, a quien casi saco a empujones del departamento.-Solo que tendrás que presentarte al ensayo de la boda, dentro de tres semanas.-

-¿Ensayo de la boda? ¿Cómo puede ensayarse una boda?-

-Te lo explicare después.-dijo al tiempo que depositaba un beso en la mejilla de Candy.-Nos vemos.-

-¡Espera un momento!-dijo la joven enfermera saliendo en persecución de la pareja.-¡Nunca dijiste nada sobre eso! ¡No puedo faltar al trabajo solo por un ensayo! ¡AANNNIIIEEE!-pero la joven dama y su novio ya habían bajado las escaleras y ganado la calle, donde les aguardaba un auto con chofer. De modo que cuando Candy abrió la puerta de la calle solo pudo ver el auto arrancando.

-¡Me las vas a pagar "hermana"!-grito Candy sin importarle que los transeúntes le miraran como a una loca.

Así paso la primera semana de castigo para Candy, tiempo que le sirvió a la joven para recobrarse un poca más, lo suficiente como para "visitar" cada tarde a su antiguo patrón el Dr. Martin en su pequeña clínica y, ya que estaba por ahí, ayudarlo con sus pacientes y con las labores propias del consultorio. Aquella actividad resulto muy terapéutica para la joven enfermera, quien cada día se sentía más tranquila y segura de si misma. Luego una tarde, ocurrió un evento que Candy no esperaba.

-Hasta mañana doctor.-dijo Candy al tiempo que habría la puerta de la clínica. Mientras el galeno luchaba a brazo partido por resolver el rompecabezas que siempre llevaba en su overol.

-Hasta mañana Candy.-le respondió el medico que apenas y podía disimular su impaciencia por quedarse solo para poder beber un buen trago de whiski. Candy lo sabía y estaba más decidida que nunca a ayudarlo para que dejara de beber, pero estaba conciente de que eso llevaría su tiempo. Al salir de la clínica, o mejor dicho de la pequeña cabaña del Dr. Martín, Candy se detuvo un momento y contemplo el bello paisaje del parque iluminado por el sol de la tarde. En las cercanías de la clínica unos niños, de los que siempre jugaban por ahí, pasaron corriendo junto a ella al tiempo que la saludaban alegremente.

-Hasta mañana Candy.-le gritaron en coro antes de desaparecer por el bulevar.

-Hasta mañana.-les contesto ella con su natural sonrisa. Pero apenas avanzo unos cuantos pasos cuando escucho una voz muy familiar.

-Hola Candy.-la joven enfermera miro reconoció de inmediato la voz de aquella persona, aunque hacía casi un año que no sabía nada de ella.

-¡Abuela!-exclamo la joven al ver frente a ella a la abuela de su amiga Patty O’Brian.

-La misma que viste y calza.-le respondió la anciana con su habitual sonrisa cargada de energía juvenil, a pesar de estar cerca de los 70 años.-¿Cómo has estado jovencita?-

-Bi.. bien..-balbuceó la joven enfermera, sintiendo un temor casi irracional hacia ese tipo de preguntas.

-¿Cómo esta Patty?-pregunto para llevar la conversación a terrenos más seguro. Pero para su sorpresa el semblante de al abuela se torno sombrío y preocupado, tanto que la mujer pareció envejecer ante sus ojos.

-De hecho, es por ella que estoy aquí.-dijo la anciana con el pesar marcado en su voz.-¿Podemos sentarnos Candy? De pronto me siento muy cansada. La aptitud de la señora preocupo a la joven, ¿Qué podía ser tan grave como para abatir a una mujer tan fuerte como la Señora 0’Brian?

-¿Qué pasa abuela?-pregunto casi asustada mientras tomaban asiento en una banca del parque.

-Candy… Patty intento suicidarse.-aquellas palabras resonaron como una bomba en los oídos de Candy. Patty , su amiga; la bella y tímida chica de lentes que tantas alegrías había compartido con ella en el colegio San Paul, que había sido su cómplice en el baile del festival de Mayo, que había sufrido enormemente la muerte de Stear; su amiga a quien consideraba como parte de la familia que nunca tuvo…¿Había tratado de suicidarse?

-¡No puedo creerlo!-dijo la joven enfermera poniéndose de pie de un salto.-¡Debe haber alguna equivocación! ¡Patty no podría hacer una cosa así!…-

-Pero lo hizo Candy. Desgraciadamente lo hizo.-dijo la anciana mientras las lágrimas resbalaban por sus marchitas mejillas. Candy se dejo caer sobre la banca y por unos instantes ninguna de las dos se atrevió a decir nada más.

-¿Cómo paso?-pregunto la joven sacado fuerzas de flaqueza.

-Después de la muerte de Stear lleve a Patty conmigo a Florida, tu sabes para que descansara y se recuperara por su muerte. Pero en vez de eso se volvió cada vez más huraña, pasando el tiempo encerrada en su cuarto sin hablar con nadie más de cuatro palabras. Te juro que trate de hacer que se distrajera con paseos, reuniones, incluso le propuse que nos fuéramos de viaje por Sur América. Pero a ella nada parecía importarle y finalmente me preocupe tanto que termine llevándola con un doctor.-en ese punto la anciana hizo una pausa, abatida por los tristes recuerdos.

-¿Cuál fue el diagnostico?-pregunto Candy instándola a continuar.

-Melancolía.(***)-dijo la señora O’Brian con tono fatal.-Una profunda y horrible melancolía.-

-Ya veo. ¿Y que le receto el doctor?-

-¡Ese farsante! Lo único que se le ocurrió fue que internara a Patty en una "clínica de descanso" ¡Una forma elegante de decir manicomio! ¡Pero mi nieta no esta loca!-

-Claro que no.-dijo Candy tomando las manos de la señora entre las suyas para ayudarla a tranquilizarse.-Yo tampoco creo que Patty este loca. Pero dígame, ¿Por qué creen que intento suicidarse.-

-Fue poco después de llevarla con ese fantoche. Ella estaba muy agotada y dijo que se iría a dormir. Pero al poco rato escuchamos un estruendo y al acudir la encontramos sin sentido al pie de las escaleras. Ella dice que sufrió un mareo, pero uno de los criados dice que la vio llegar la piso de arriba, caminar por le pasillo y luego regresar sobre sus pasos para arrojarse escaleras abajo.-

-¿Y usted que cree?-

-No lo se.-dijo la anciana dando un profundo suspiro.-Quiero creer en Patty, pero ese muchacho, nuestro sirviente, no tenía porque mentir. Es por eso que vine a verte. Para pedirte que ayudes a mi nieta.-

-¿Yo? Pero…-

-Por favor Candy. Mi nieta no necesita médicos que la traten como a una enajenada. Lo que necesita es una amiga fuerte en quien apoyarse. Patty te necesita a ti.-

-¿Acaso quiere que vaya con usted a Florida?-pregunto Candy sin comprender del todo lo que la señora O’Brian le estaba pidiendo.

-Claro que no.-le dijo la anciana.-Lo que quiero es que permitas que Patty se viva contigo por una temporada.-

-¿Vivir conmigo?-

-Naturalmente. Así podrías cuidarla discretamente y ella se sentirá en libertad de contarte lo que realmente paso esa noche.-Candy medito por algunos minutos, en verdad no se sentía lo bastante fuerte para enfrentar una situación así, pero tampoco podía dejar a su amiga a su suerte.

-Esta bien abuela. Pero con una condición.-

-¿Cuál?-

-Quiero que me deje llevar a Patty al hospital donde trabajo para que conozca al Dr. Anderson.-

-¿Es un "loquero"?-pregunto la señora O’Brian con desconfianza.

-No. Es un medico con mucha experiencia en estos casos. Alguien que sabe escuchar a sus pacientes.-

-Esta bien Candy.-dijo la anciana con una sonrisa de satisfacción.

-¿Cuándo veré a Patty?-

-La próxima semana.-aseguro categórica.-Yo misma la llevare a tu casa tan pronto como termine unos asuntos que tengo aquí en Chicago. Así le pacto quedo hecho y ambas se levantaron de la banca para caminar un poco por el parque. Ninguna de ellas descubrió la escuálida figura del hombre que, agazapado detrás de un árbol, había estado escuchando su conversación. Cuando Candy y la señora O’Brian se perdieron de vista aquel tipo salio de su escondite y camino en dirección contaría mientras encendía un cigarrillo de mal oliente tabaco.

-Interesante.-pensó al tiempo que soltaba una bocanada de humo.-Muy interesante…-

CONTINUARA….

Autor: CrocCruac.

Notas: (*) El ácido salicílico fue muy usado por los médicos durante la década de 1800 para tratar las molestias provocadas por las reumas, fiebres y dolores de todas clases.

(**) En muchos países, incluyendo los Estados Unidos, se acostumbra que los inquilinos depositen uno o dos meses de alquiler por adelantado, a esto se le llama "fondo", a fin de que los dueños tengan una garantía contra cualquier eventualidad.

(***) Melancolía era el termino de la época para referirse a lo que hoy conocemos como depresión o estrés en su grado más alarmante.