Un ángel en el infierno (4)

¿El final de la pesadilla o el principio de algo peor?

Un ángel en el infierno 4.

Cap. 4 "Tratos con el Diablo"

Las manecillas del reloj marcaban las 5:00 am cuando Candy regreso al puesto de enfermeras de la que sería la última ronda de su guardia. Por suerte había sido una noche tranquila, pues la joven tenía los nervios muy alterados y no se sentía capaz de atender una emergencia en esos momentos. Sin embargo, esa misma inactividad le resultaba desesperante, pues se daba cuenta de que Neal iba ganado más y más control sobre ella, y eso era lo que más temía. Pues estaba casi segura de que él intentaría convertir en crónicos los abusos del día anterior y no tenía idea de hasta donde podría llegar su crueldad sobre ella.

-¿Qué voy a hacer Dios mío?-pensaba la joven reconociendo dolorosamente que no había nada que pudiera hacer para escapar de aquella pesadilla sin poner en peligro a sus queridas maestras y a los chicos del hogar de Pony.

-Buenos días Candy.-le saludo una de las afanadoras que a esa hora iniciaban su labor de limpieza. Pero la joven estaba tan metida en sus pensamientos que siguió de largo sin devolverle el saludo, dejando a la mujer muy extrañada.

-¿Cómo esta todo?-fue la pregunta con la cual Penny la recibió apenas entro por la puerta.

-Todo está bien.-le respondió Candy al tiempo que guardaba la linterna en uno de los cajones del escritorio. Por un momento la enfermera pecosa miro con desconfianza a su compañera de guardia. Por alguna razón no podía sacarse de la cabeza que Penny la miraba de una forma extraña, con una malicia casi ofensiva. ¿Acaso había visto a Neal cuando se marcho? O Tal vez

-Al fin terminamos.-dijo la joven practicante estirándose perezosamente en su asiento frente al escritorio.-Esto de las guardias no es tan difícil después de todo.-

-Fue una noche tranquila.-dijo Candy al tiempo que hacía a un lado sus sospechas y se ocupaba de integraba sus informes a los expedientes del hospital.-Creéme, no siempre será así.-

Una hora más tarde comenzaron a llegar las enfermeras del turno matutino y, después de entregarles sus reportes, ambas jóvenes pudieron retirarse. Penny se marcho de inmediato al cuarto que tenía asignado en el área de recidentes para dormir. Candy por su parte se cambio de ropa y se marcho a su departamento, necesitaba asearse después del incidente de la noche anterior y además quería estar sola. Cuando llego a su casa los primeros rayos del sol ya teñían el cielo con un vivo tono rojizo, al acercarse más vio al señor Tomas barriendo la banqueta, como era su costumbre a esa hora de la mañana.

-Buenos días Candy.-le saludo el dueño de la casa suspendiendo por un momento su ardua labor.

-Buenos días señor Tomas.-le respondió Candy pasando a su lado sin detenerse siquiera para mirarlo antes de entrar en al casa. El hombre la miro extrañado, pues normalmente la joven paraba a platicar con él unos minutos cada vez que se encontraban a esa hora de la mañana. Pero al final se encogió de hombros y continúo con su trabajo. Mientras tanto, en su departamento, Candy se había despojado de sus ropas y se metía en bajo la regadera para darse un baño caliente. No solo para relajar su cuerpo sino para limpiarse meticulosamente los vestigios que pudieran quedar sobre su piel de su violación de la noche pasada.

Después la joven se puso un camisón y se recostó en su lecho para dormir según su costumbre. El cansancio provocado por la guardia y su tensión emocional la hicieron caer rápidamente en un sueño profundo, pero intranquilo, plagado de negras sombras que la perseguían por todas partes. De pronto, el sonido de unos fuertes golpes en la puerta de su habitación la hizo despertar sobresaltada; de inmediato miro el reloj de pared y descubrió que apenas habían pasado quince minutos desde que se acostara a descansar. Molesta se puso su salto de cama y se dirigió hasta la puerta.

-¿Quién es?-pregunto sin acercarse demasiado a la puerta.

-Soy yo Candy.-le respondió la conocida voz del señor Tomas.-Disculpa que te moleste a esta hora pero aquí hay un alguien que te busca.-

-¿A mí?-exclamo la joven extrañada al tiempo que abría la puerta de su habitación. En el umbral se encontraba el señor Tomas y, detrás de el, un hombre alto y esbelto, de frente amplia y cabello negro peinado en una pequeña trenza. Su rostro era extremadamente sombrío, con sus grandes patillas cubriéndole las mejillas y sus ojos fríos como los de un lobo o un águila.

-¿Es usted la señorita White?-le pregunto el hombre con una voz grave y amenazante.

-Si. ¿Qué desea?

-Me enviaron a entregarle este mensaje.-le dijo el hombre al tiempo que le extendía una pequeña nota que la joven enfermera tomo con mano temblorosa.

-Pero… ¿Esta seguro de que es para mí?-protesto la joven desconcertada.

-Le sugiero que no pierda el tiempo.-le respondió el hombre mirándola impaciente.-Limitese a hacer lo que se le ordena.-

-¡Espere un momento "amigo"!-espeto el señor Tomas molesto por la aptitud prepotente de aquel sujeto.-¡Esa no es forma de hablarle a una dama!-

-Si usted lo dice "Señor".-le dijo el hombre con una evidente dejo de burla en su voz.-Pero si yo fuera usted me ocuparía de mis propios asuntos.-

-¿Es eso una amenaza?-le reprendió el encargado encarando a aquel tipo insolente.

Por su parte Candy observaba la escena en silencio. De pronto un escalofrío le corrió por todo el cuerpo y se apresuro a desdoblar la nota que aquel hombre le entregara. Al leer el mensaje lo comprendió todo.

-Si no estas en el lugar de nuestra primera cita a las ocho en punto atente a las consecuencias.-

-Maldito seas.-murmuro al comprender que su verdugo no estaba dispuesto a darle ni el más pequeño respiro. Lo peor era que no le costaba ningún trabajo imaginar lo que quería de ella, volver a follarla, desde luego bajo sus torcidas reglas, sometiéndola a solo Dios sabría que caprichos. El tiempo pareció detenerse mientras ella luchaba por dominar sus emociones, paro al final el terror la domino. ¡Que seguro debía sentirse Neal de tenerla atrapada para atreverse a enviar a ese tipo a su propia casa para darle ordenes! En ese momento una idea aún más aterradora se abrió paso en su mente. ¿Y si ese hombre era el socio misterioso del que Neal le había hablado? Su aptitud hacía ella hacia evidente que la sabía sometida a la voluntad de quien lo enviaba.

-¡¿Ira o no señorita?!-le pregunto de pronto el tipo en un tono por demás áspero.-Debo llevar su respuesta a mi jefe.-

-¡¿Pero como se atreve…?!-intervino el señor Tomas colocándose entre Candy y aquel mensajero.

-¡Basta por favor!-dijo la joven temerosa de que aquel sujeto pudiera lastimar al señor Tomas.- Iré. Puede usted decirle a su… jefe que ahí estaré.-le dijo casi suplicante al sombrío mensajero que la miraba con desdén.

-Más le vale ser puntual.-le dijo antes de darse la madia vuelta y bajar las escaleras hacia le recibidor.

-¿Quién es ese tipo Candy?-le interrogo su casero visiblemente molesto por aquella situación.

-Por favor señor Tomas le suplico que no haga nada. Se trata de un… amigo. Vera… Yo olvide que tenía un compromiso esta mañana y… por eso no estoy lista… es todo.-el Señor Tomas la miro desconcertado y muy preocupado.

-Pero Candy ese tipo parece un matón más que un mozo.-

-Perdóneme pero se me hace tarde.-le dijo la joven al tiempo que cerraba la puerta.-Le ruego que disculpe las molestias.-el señor Tomas se quedo pensativo por varios minutos frente la puerta de su inquilina. Algo estaba mal, de eso estaba seguro, pero si Candy estaba dispuesta a tolerar que le trataran de aquella manera ¿Qué podía hacer él al respecto?

Mientras tanto, en el interior del departamento Candy se derrumbo llorando sobre el sofá de la sala. No iría, decidió repentinamente, no estaba dispuesta a seguir siendo un juguete en las manos de Neal Legan. Pero enseguida imagino las consecuencias de esa decisión, sus fotografías exhibidas en aquellos tabloides, el escándalo que le seguiría y sobre todo el daño que eso le provocaría a sus seres queridos. Imagino el gesto de decepción en el rostro de Albert, el gesto de horror en los rostros de la señorita Pony y la hermana Maria. Y eso no era lo peor, lo peor era que ella era inocente, ¿pero quien iba a creérselo?

Por otra parte, sabía perfectamente que con semejante antecedente quedaría imposibilitada para desempeñar cualquier trabajo decente por le resto de sus días. No, eso no podía estarle pasando a ella, estaba tan cansada, tenía que ser una horrible pesadilla. Una vida como la suya, tan prometedora y llena de esperanzas no podía truncarse de una manera tan sórdida. Por un momento considero la posibilidad de acudir a la policía, pero el chantaje de Neal era difícil de probar y aunque le creyeran aún quedaba la amenaza del incógnito socio de su verdugo.

No, rectifico, lo mejor sería obedecer. ¿Después de todo que era lo peor que podía pasar? ¿Qué Neal la violara de nuevo? Ella podía enfrentar eso… pero ¿sería capaz de ir? En primer lugar tenía que definir a donde debía presentarse. "El lugar de nuestra primera cita" decía el mensaje. Pero ella nunca había tenido una cita con Neal, a menos que… En ese instante recordó el incidente ocurrido hacia ya un año, cuando el joven aristócrata la llevo con engaños hasta esa mansión en las orillas del lago Michigan. Si para una mente torcida como la de Neal aquello podía considerarse como su primera cita.

Sin embargo aquello le planteaba un nuevo problema, aquella propiedad estaba demasiado lejos, casi una hora en un auto de motor, y eran ya las 7:00 am. ¿Dónde podía conseguir alguien que la llevara a esa hora de la mañana? Su corazón pareció parársele, no iba a poder dormir ni un minuto ese día. Una vez más cogió la pequeña nota y volvió a leer su contenido, esperando haberse equivocado, haber leído otra cosa, pero no. El mensaje era correcto y decía claramente a las ocho en punto.

-Debo darme prisa.-decidió sintiendo que el alma se le hacia pedazos. No tenía otra alternativa, su trabajo, sus amigos, no podía consentir en perderlos. Iría, se tragaría su orgullo y dejaría que Neal hiciera con ella lo que le viniera en gana con tal de mantener a salvo a sus seres queridos. Así se apresuro a vestirse escogiendo un vestido cualquiera y un par de botas. Al final tomo su bolso para salir corriendo hasta la calle. Sintió un cierto alivio al descubrir que el recibidor estaba vació, no quería que el señor Tomas la viera marcharse en aquellas circunstancias.

Una vez en la calle corrió hacia el parque central, con la esperanza de que ya hubiera llegado alguno de los cocheros que se reunían ahí para esperar que alguien les contratara. Para su fortuna, cuando llegó, vio dos cabriolé aparcados en el lugar y a sus conductores a un lado tomando café en una banca cercana. De inmediato se acerco a ellos y les solicito que alguno de los dos la llevara al otro lado del lago.

-Lo siento señorita.-le respondió uno de ellos con tono indiferente.-Pero hemos trabajado toda la madrugada, nuestros caballos están cansados y nosotros también. ¿Por qué no espera a que llegue algún otro?-

-¡No puedo esperar!-dijo la joven casi gritando.-Por favor… necesito llegar allá lo antes posible.-agrego suplicante, pero los dos cocheros permanecieron indiferentes. Entonces Candy decidió hacer algo que nunca antes había hecho.

-Le pagare 20 dólares si me lleva ahora mismo.-aquellas palabras atrajeron la atención de uno de los conductores, quien la miro con curiosidad.

-Muéstreme el dinero.-le pidió groseramente. Candy abrió su bolso y saco varios billetes de distintas nominaciones, se trataba del alquiler de su apartamento que en los últimos días había olvidado entregar al señor Thomas.

-Por favor… es todo lo que tengo.-suplico la joven enfermera. El hombre se froto la barbilla mientras contemplaba los billetes y al final acepto.

-De acuerdo.-dijo arrebatándole el dinero a la joven rubia.-Avísale a mi esposa que llegare tarde Max.-le dijo a su compañero mientras caminaba en compañía de Candy hasta su cabriolé. El camino transcurrió en silencio, excepto por los fuertes latigazos que el conductor descargaba sobre el lomo del caballo para hacerlo correr a toda velocidad, al grado que por momentos la joven enfermera temió que el ambicioso conductor perdiera el control. Sin embargo, este guiaba el vehículo con mano firme y nervios de acero. Finalmente entraron a una propiedad junto a la rivera del lago Michigan.

De inmediato Candy reconoció aquella casa colocada sobre un desfiladero, era el mismo lugar donde Neal la había llevado con engaños para declararle su "amor" hacia ya un año.

-¿Para que me habrá hecho venir aquí aquí?-se pregunto mientras el conductor acercaba el cabriolé hasta la entrada principal, donde se detuvo para que la joven rubia pudiera bajar. Candy estuvo tentada a suplicarle a aquel hombre que le aguardara, pero al final desecho la idea dándose cuenta de que se había quedado sin dinero. Resignada la joven subió por las escaleras que la llevaron hasta la entrada.

No bien había llegado a la entrada el sonido de los cascos del caballo le hizo volver la cabeza, a tiempo para mirar como el cabriolé se alejaba al paso por el camino. Candy no pudo evitar que un sentimiento de soledad se apoderara de ella, pero antes de que pudiera arrepentirse de haber acudido a aquel lugar la puerta se abrió y una voz le llamo desde el interior.

-¡Entre!-le ordeno tajante una mujer vestida como sirvienta y ella obedeció. El lugar lucía muy diferente de cómo ella lo recordaba, aunque no había tenido oportunidad de fijarse en los detalles de la casa durante su visita de aquella noche, ahora la luz del sol le permitía ver claramente los exquisitos tapices y pinturas que recubrían las paredes. Los finos muebles hechos en Europa y las pesadas cortinas de costosas telas.

-¡Sígame!-le dijo la mujer señalándole las escaleras que conducían a la parte alta de la casa. Lentamente Candy ascendió por los peldaños de mármol blanco, al final llegaron hasta el segundo piso de aquella mansión y entraron a una de las grandes habitaciones que había ahí. La mujer le guió en silencio hasta una amplia terraza donde ya le esperaba el heredero de los Legan.

-Llegas tarde querida.-le dijo señalándole el reloj de padre que marcaba las 8:15 am.-Eso me hace pensar que no tomas en serio nuestra relación.-

-¡¿Qué es lo que te propones?!-protesto Candy de manera impulsiva. Olvidando por un momento la precaria situación en la cual se encontraba.

-Calma.-le dijo Neal adoptando una postura conciliatoria.-Es muy temprano para pelear. ¿No te parece?-Candy miro a su verdugo con extrañeza, aquella aptitud tan pacifica contrastaba enormemente con la violencia que había ejercido sobre ella en sus encuentros anteriores, pero curiosamente eso no le tranquilizaba, muy por el contrario le hizo temer lo peor.

-Sabes he estado pensando.-le dijo Neal volviendo la vista hacia el paisaje del lago.-Creo que todo este asunto ha sido un error.-

-¡Un error!-grito Candy indignada.-¡Me violaste, me chantajeaste, me has golpeado y llamas a todo eso "un error"! ¡Eres un hijo de puta!-grito la joven usando el insulto más grande que había escuchado en boca de los obreros del ferrocarril. El heredero de los Legan miro a la joven enfermera con los ojos encendidos por la furia, pero extrañamente se esforzó por mantener la calma.

-Lo admito.-dijo al fin.-Pero no olvides que tu me orillaste a ello cuado despreciaste mi oferta de matrimonio.-

-¡Eso es ridículo! ¡Nada justifica lo que me has estado haciendo!-

-¡De acuerdo!-grito al fin Neal perdiendo los estribos.-¿Pero quieres saber algo? ¡No me arrepiento! ¡Lo haría de nuevo!-

-¡Eres un cerdo!-le grito Candy al tiempo que le cruzaba el rostro con una bofetada.-¡No sabes como maldigo la hora en que llegue a tu familia!-sin decir más la joven dio media vuelta y camino hacia la puerta de la habitación. Neal no intento detenerla, estaba ocupado sobando su mejilla, pero cuando Candy tenía en su mano el picaporte pronunció la frase oportuna.

-Adelante vete. Solo espero que tú señorita Pony tenga un corazón fuerte.-

Candy se quedo helada. Recordando de golpe el daño que sufriría su amada maestra, un daño tanto físico como emocional, si llegaba a verla en aquellas horrendas fotografías. No, alguien de su avanzada edad no podría sopor un golpe como ese. Derrotada la joven enfermera se dio la vuelta y se obligo a si misma a pronunciar una frase lacónica.

-Esta bien… Tu ganas.-el rostro de Nael se ilumino de alegría, saboreando la nueva derrota de su víctima.

-Tienes suerte de que hoy este de buen humor.-le dijo Neal retomando su postura de conciliación.-Pero si vuelves a hablarme en esa forma tendré que castigarte. ¿Entendiste?-

-Si.-

-¡¿Si que?!-

-Si… Señor.-le dijo la joven enfermera sintiendo que su corazón se hacía pedazos.

-Vamos… vamos…-le dijo Neal pasándole un brazo por detrás de sus hombros.-No todo es tan negro como crees. De hecho… estoy dispuesto ha dejarte libre.-

-¿Libre?-por un momento Candy creyó ver un rayo de luz al final del túnel, pero de inmediato se torno escéptica respecto a las intenciones de su verdugo. Este lo noto de inmediato.

-Se lo que piensas.-le dijo sonriente.-Que soy un monstruo. Un depravado… por decirlo suavemente. ¿Pero sabes? No soy tan malo.-Candy no le contradijo, pues deseaba saber cual era el punto en aquella extraña reunión.

-Vamos a sentarnos. ¿Te parece?-le dijo satisfecho al tiempo que se apartaba de ella y con un suave ademán la invito a asiento en el confortable juego de cuarto de que estaba provista la habitación. Una vez que estuvieron cómodos el joven aristócrata continuó con su disertación.

-Candy. ¿Estarías dispuesta a ser totalmente mía por una vez?-

-¡¿Qué cosa?!.-le respondió la joven con una mezcla de sorpresa é indignación.

-Te estoy preguntado si estarías de acuerdo en entregarte a mí voluntariamente. Solo una vez. Sin sogas, golpes, ni nada por el estilo. Solo tú y yo haciendo el amor como dos personas que se aman.-

-¡Estas loco!-grito Candy levantándose se su asiento.-¡Después de todo lo que ha pasado! ¿Cómo te atreves a pensarlo siquiera? ¡Eso es demasiado!-

-Si… supongo que tienes razón.-dijo el heredero de los Legan recargándose en el respaldo de su sillón, dando la impresión de haberse arrepentido de su propuesta. Sin embargo, sus ojos se iluminaron con un brillo malicioso.

-Pero… supón que te digo que sería la última vez que tendrías que estar conmigo.-

-¿La última vez?-repitió Candy creyendo haber escuchado mal.-No hablas en serio.-

-Te lo juro.-le dijo Neal con aire solemne.- Si accedes a ser mía por tu propia voluntad y sin limitaciones te entregare los negativos de las fotos para que los destruyas.-

-No te creo.-le rebatió Candy con desconfianza.-¿Por qué harías algo así y como puedo estar segura de que "tu socio" estará conforme?-

-¿"Socio"?-rio Neal de manera por demás escandalosa.-¡Eres más ingenua de lo que pensé! ¿En verdad creíste que te iba a compartir con alguien más? ¡No existe tal socio! Solo lo dije para asustarte.-

-Eres un…-Candy no pudo completar la frase, pues no existía en su vocabulario una palabra lo bastante altisonante para definir a alguien como Neal Legan.- ¿Por qué me has hecho todo esto? ¡¿Dime porque?!-

-Porque te amo.-

-¡MENTIRA!-grito Candy sintiéndose ofendida por semejantes palabras.

-¡VERDAD!-grito el heredero de los Legan levantándose a su vez.-¡¿ACASO NO PUEDES COMPRENDER QUE TODO ESTO HA SIDO POR AMOR?! ¡¿NO COMPRENDES QUE UN HOMBRE ENAMORADO ES CAPAZ DE HACER COSAS TERRIBLES CUANDO ES DESPRECIADO?!-

-¡DI LO QUE QUIERAS!-le respondió Candy con gallardía.-¡PERO LO QUE HAS HECHO NO ES AMOR! ¡ES EGOISMO!-

-¡SUFICIENTE!-grito Neal al tiempo que caminaba hasta la puerta para salir de la habitación.-¡TIENES MI PALABRA DE QUE TE DEJARE LIBRE SI ACEPTAS MI PROPUESTA! ¡AHORA TIENES DIEZ MINUTOS PARA DECIDIR!-le dijo antes de cerrar de un portazo. Al quedarse sola Candy reflexiono sobre la propuesta de Neal. Desde luego no creía en sus promesas. ¿Cómo dar crédito a la palabra de un depravado como él? Pero, aún así, no dejo de preguntarse ¿y si cumplía? esa podría ser su única oportunidad para librarse del yugo que había caído sobre ella. Pero ¿Cómo estar segura?, lo único cierto era que el seguir al lado de Neal abría ante ella un abismo de posibilidades al que le aterraba asomarse.

¿Qué estaría tramando? ¿Realmente estaba solo en aquel nefasto complot o lo había dicho solo para darle confianza? Después de todo quien hacia un cesto podía hacer cien. Ah, si tan solo tuviera más tiempo para pensar con claridad, si tan solo no estuviera tan cansada. Así las cosas Candy no pudo tomar una decisión definitiva, pues tan pronto optaba por negarse como por aceptar. Finalmente su tiempo se acabo y Neal reapareció en la habitación.

-¿Y bien?-pregunto con impaciencia.

-¿Cómo se que cumplirás tu palabra?-le respondió la joven apretando entre sus manos la tela de su falda. Por toda respuesta Neal se acerco a ella en silencio y la joven enfermera cerro los ojos con temor, creyendo que él la golpearía de nuevo y la tomaría por la fuerza. Pero para su sorpresa el joven aristócrata arrojo un sobre encima de la mesa de centro.

-Hay tienes.-le dijo lacónico. Candy tomo en sus manos el sobre y vació su contenido sobre la mesa. De inmediato varias placas de un material negro aparecieron ante sus ojos. Asombrada tomo uno y al mirarlo a tras luz comprobó lo que eran los negativos de aquellas fotos que Neal le tomara el día de su violación. Por un momento la joven enfermera pensó en tomar aquel material y echar a correr como alma que lleva en diablo, pero antes de que siquiera pudiera intentarlo Neal coloco su mano de un golpe sobre el resto de los negativos.

-Ni siquiera lo pienses.-le dijo amenazante.-Todavía me queda un juego de fotografías oculto en la casa. De modo que si tratas de traicionarme aún me será posible hundirte a ti a esos huérfanos apestosos. Así que dime ahora mismo cual es tu decisión.-

-Acepto.-dijo Candy casi sin pensarlo, como el naufrago que esta dispuesto a todo con tal de alcanzar la salvación. Satisfecho Neal aparto su mano de la mesa, permitiendo que Candy tomara los negativos y los guardara en su bolso. Luego hizo sonar una campañilla de plata a cuyo agudo sonido acudió una sirvienta llevando una bandeja provista de dos copas y una botella de vino.

-Déjelo sobre la mesa y retirese.-le ordeno Neal. La criada obedeció de inmediato y abandono la habitación cerrando la puerta tras de si. Al quedarse solos Candy y Neal se quedaron quietos un momento, mirándose fijamente, como si esperara una señal para hacer o decir algo. Finalmente la joven enfermera tomo la iniciativa y comenzó a desajustar torpemente los botones de su vestido.

-No seas impaciente querida.-espetó Neal reasumiendo su tono autoritario.-Antes que nada. Creo que debemos sellar nuestro pacto con una copa.-le dijo al tiempo que abría la botella y llenaba ambas copas con su contenido.

-¿Una copa? ¿Para qué?-pregunto Candy mirando con desconfianza el liquido verdoso que brotaba de la botella, cuya consistencia era más similar a un jarabe que a cualquier vino que ella hubiera visto en su vida, con el cual su verdugo había llenado las copas de cristal.

-¿Acaso crees que soy tonto?-le respondió él con displicencia.-Estoy perfectamente conciente de que esto es muy duro para ti. Por eso pensé, como una atención hacia ti, que tal vez un poco de licor te ayude a sobrellevar la situación. Incluso, con un poco de buena voluntad de tu parte, podrías llegar a pasarla bien conmigo.-

-Quiere embriagarme.-pensó Candy sin poder evitar que su cuerpo diera un respingo cuando su extraño anfitrión le ofreció la copa. ¿No era suficiente con el adormecimiento que llevaba a cuestas? ¿Sería aquella una trata para despojarla de los negativos que él mismo acababa de darle? No obstante, tenía que admitir que una copa tal vez le ayudara a hacer lo que tenía que hacer. Lentamente se acerco a Neal y con mano temblorosa tomo la copa de cristal llena de aquel vino de color verde brillante y sumergida en un mar de dudas se la llevo hasta sus labios para beber su contenido casi de un sorbo.

Aquella bebida tenía un sabor amargo, diluido con un toque de anís, y se sentía tan caliente como el fuego al entrar en su cuerpo. Candy tosió un poco debido al picor que la bebida le provoco en su garganta. De inmediato se sintió tan aturdida que tuvo que tomar asiento en uno de los taburetes cercanos a al cama.

-¿Lo ves cariño?-le dijo Neal sonriente mientras le daba un sorbo pequeño a su propia copa.-Ahora si estamos comportándonos como dos personas civilizadas. ¿No te parece estupendo?-Candy no se atrevió a contradecirlo y bebió un poco más, esta vez el liquido verde resbalo más suavemente por su garganta, casi como una caricia, provocándole un delicioso hormigueo por todo el cuerpo al tiempo que le relajaba un poco más. Neal observa detenidamente las reacciones de su víctima y apenas la copa de la joven quedo vacía él volvió a llenarla hasta los bordes. En poco tiempo Candy termino de beber el contenido de cuatro copas, cada vez con mayor indolencia. De pronto ya no quiso luchar más y llego a la conclusión de que lo mejor era seguirle la corriente a su verdugo, hacer lo que fuera necesario, por desagradable que le resultara, con tal de salir de allí.

-Bueno.-le dijo Neal mientras retiraba la copa de su mano.-Creo que ya podemos empezar. Candy ¿serías tan amable de desnudarte para mí?-Aquellas palabras llegaron hasta la mente de la joven enfermera é hicieron que se estremeciera violentamente. Pero aferrándose a la idea de que sería la última vez, y sin querer pensar más en ello, empezó de nuevo a desajustar los botones de su vestimenta. Pero una vez más Neal la detuvo.

-No… no, así no.-le dijo con impaciencia.-Parece mentira que seas tan simplona. Quiero que lo hagas de una forma artística, despacio y con clase.-

-No comprendo.-le dijo Candy sintiéndose cada vez más aturdida.

-Me refiero a que quiero que hagas un Strip.tease como lo hacen en París.-Candy no tenía idea de lo que su verdugo estaba hablando, por lo cual quedo inmóvil en espera de que él mismo le aclarara que era lo que quería. Desesperado Neal camino hasta una mesita donde reposaba un fonógrafo y escogiendo un disco lo coloco en la tornamesa.

-Baila mientras te quitas la ropa.-le explico mientras hacia girar la manivela del aparato. A Candy aquello le pareció una bobada, bastante indecente por cierto, pero estimulada por el vino y las promesas de liberación termino levantarse de su lugar para complacer aquel nuevo capricho.

Neal, quien permanecía de pie junto al fonógrafo, apenas y podía creer lo que estaba pasando frente a sus ojos. En verdad era Candy White Andrew , ahora encontraba un morboso placer en llamarla de aquella manera que la ligaba al hombre que más odiaba en el mundo. Aquella miserable huérfana que tanto había odiado desde su infancia, la misma que se dio le lujo de despreciarlo ante la alta sociedad, la que se creía protegida por el poder de su "estimado tío abuelo"; estaba ahí despojada de todo orgullo y dignidad, desnudándose como una cualquiera ante él. En ese momento supo lo que era saborear las mieles de la victoria. Había logrado someter a esa engreída mediocre a su voluntad y la tenía a su disposición con solo estirar la mano.

Por su parte Candy se movía lentamente, siguiendo torpemente el ritmo de la música que emanaba del aparato de sonido, moviendo sus caderas mientras desabotonaba su vestido, Neal sintió que su pene se levantaba al ver como se iba resbalando desde los hombros suaves, pasando por sobre los pechos de la joven para finalmente caer pesadamente dejando al descubierto las hermosas piernas. Los ojos del joven aristócrata se abrieron como platos al contemplar, con toda calma, los encantos del cuerpo femenino.

La piel suave y blanca como la nieve del invierno, los hermosos pechos aún escondidos bajo la tela de un brassiere blanco de algodón, el vientre plano y terso, las frondosas caderas y las bien torneadas piernas. Poco le importaba que Candy estuviera rota. Que fuera como una muñeca de carne entre sus manos, a la que podía obligar a adoptar la forma que él quisiera, una muñeca que conservaba la conciencia suficiente para poder llorar por su desgraciado destino.

-Todo.-pidió con voz pastosa a causa de la emoción.-Quitaté todo.-sin voluntad para oponerse Candy llevo sus manos hasta el broche de su sostén y lo abrió mientras daba un giro en su improvisada danza. De inmediato sus pechos saltaron en todo su esplendor ante los ojos lujuriosos de su verdugo. Luego llevo sus manos hacia su cadera y sujetando el pliegue de sus calzones largos tiro hacia abajo para hacer que se deslizaran por sus carnosos muslos, dejando al descubierto sus esplendidas nalgas y su grupa cubierta de vello rubio. De ese modo la joven quedo desnuda ente los ojos del joven aristócrata, excepto por las botas que aún llevaba puestas. En ese momento la joven enfermera escucho un extraño sonido, algo así como un clik mecánico, acompañadote un intenso fogonazo que le hizo trastabillar. Pero antes de que pudiera razonar sobre ello la voz de Neal le dio nuevas órdenes.

-¡Date vuelta! ¡Quiero ver tus nalgas!-Candy obedeció mansamente y giro su cuerpo para dejar que su verdugo se recreara la pupila con la visión de su tersa espalda terminada en dos esferas perfectas y sensuales. Aquel extraño sonido se dejo escuchar de nuevo. Luego más ordenes llegaron hasta sus oídos.

-¡Levanta los brazos y vuelve a girar, de perfil…!-Candy volvió a obedecer, aunque no podía creer que lo estuviera haciendo. Su cerebro estaba lleno de emociones y sensaciones contradictorias. Donde lo único claro era ese intenso sopor que nublaba su mente como si estuviera hundida en una densa nube de humo. Mientras su cuerpo acataba como un zombi las indicaciones que recibía. De perfil el panorama de sus nalgas era excitante lo mismo que sus pechos, perfectas esferas de carne blanca y juvenil. Candy se sentía por momentos terriblemente mal por lo que estaba haciendo. Tener que brindarle aquel espectáculo a un cerdo como Neal Legan, a ese pervertido al que con gusto le escupiría la cara, era lo más denigrante que se había visto forzada a hacer en su vida.

Por un momento el precio de su libertad se le antojo demasiado alto. Pero aún así continuo bailando y girando al ritmo de aquella música francesa. A pesar de su sentidos embotados podía ver claramente la expresión de insana alegría que cubría le rostro de Neal, aquella visión le provoco una intensa sensación de asco hacia si misma, tanto que por un momento deseo estar muerta con todas sus fuerzas. Pero ese era un consuelo que no llegaría nunca.

-¿Por qué Dios mío?-se pregunto mientras sentía como el cansancio y el extraño vino de color verde estaban haciendo efecto en su cuerpo. Confundiendo su mente cada vez más. De pronto sintió que sus pezones le punzaban con una intensidad perturbadora, endureciéndose y aumentando su tamaño por alguna razón que en ese momento no podía entender, ¿Neal se daría cuenta? La respuesta le llego de inmediato al ver su semblante de felicidad, Era para eso que la había llevado a ese estado. Su cuerpo la traicionaba por todas partes mientras se movía, mientras una risa tonta brotaba de sus labios sin que pudiera impedirlo, notaba que su vulva estaba húmeda y que sus líquidos seminales estaban escurriendo empapándole el vello púbico.

Sonámbula, inconsciente, pero de pie en medio de aquella habitación que ahora le perecía irreal, pues todo lo que se encontraba a su alrededor era difuso y cambiante. Otro relámpago de luz turbia le deslumbro por unos segundos. ¿Habría sido un relámpago? ¿Y porque el cuarto parecía estar tan iluminado? ¿Qué estaba pasando a su alrededor? Inesperadamente el cuerpo de Candy se estremeció, disfrutando salvajemente la sensación de estar desnuda ante esos ojos lujuriosos, un placer nuevo y desconcertante que no podía medir, pero que era intenso, tan intenso que su piel parecía estar ardiendo. Acercándose cada vez más a un solitario orgasmo, uno que se iniciaba en sus tobillos, que subía por sus muslos y remataba en su vulva.

El joven aristócrata no resistió la tentación de acercarse a ella para tomar entre sus dedos aquellas esferas de carne blanca.

-¡Oh Dios!.-gimio la joven cuando sintió que su opresor le abrazaba por la espalda y le apretaba con fuerza contra su cuerpo.

-Tómame Neal. Por favor tómame de una vez, no puedo más-gimió suplicante con una voz que no reconoció como suya. Los labios de su captor le besaron en el cuello apasionadamente, al tiempo que sus manos recorrían cada punto de los pechos femeninos. Candy sintió que sus mejillas se encendían todavía más la tiempo que su respiración se iba haciendo más fuerte, todo su cuerpo se estremecía y temblaba bajo aquellas caricias sucias y robadas. Haciéndola entrar en un conflicto interno, pero no tuvo tiempo para pensar en eso pues el heredero de los Legan la atrajo todavía más hacia sí, restregando su miembro erecto, todavía oculto bajo sus pantalones, contra las tersas nalgas de la joven quien de inmediato concertó sus esfuerzos en mantener sus muslos firmemente unidos.

Por un momento Candy pensó que Neal iba a arrojarla sobre la cama para hacerla suya sin más preámbulos. Quizás eso fuera lo mejor, que la penetrara sin más demora, que se corriera en sus entrañas para terminar con esa extraña situación de una vez por todas. Aquellos pensamientos le aterraban, pues le parecían indignos de alguien con su formación moral, pero al mismo tiempo el deseo de rendirse iba creciendo, alimentándose de su cansancio y la embriagues, mientras ella se sentía cada vez más mareada, hasta que finalmente se dejo caer en cuatro patas para ofrecer los encantos de su cuerpo al heredero de los Legan.

-Anda.-le dijo con la misma voz extraña que seguía brotando de sus labios.-Follame ahora.-le dijo con total descaro. Pero, para su sorpresa, el joven aristócrata se retiro de vuelta junto al fonógrafo. La mirada despectiva que vio en él le hizo comprender que acababa de cometer un grave error.

-Quizás más tarde.-le dijo con desdén.-De momento ya no estoy tan seguro de desearte.-Candy se quedo boquiabierta. ¿Pero que le estaba diciendo? ¿Acaso no había hecho todo lo que le había pedido? ¿Pensaba acaso dejarla así, desnuda y mojada como una perra, solo para humillarla aún más? La voz de Neal respondió a sus preguntas.

-No sé, creo que me desagrada esa mata de pelos que tienes en el coño, quizás si tomaras esas tijeras que están sobre la mesa de noche y te los cortaras podría decidirme a hacer el amor contigo.-Candy se quedo hecha una boba. Negándose a creer lo que acaba de oír, Neal no podía estar hablando en serio o tal vez ella había escuchado mal. No podía haberle dicho que se cortara el vello que cubría su vulva. ¿O si podía?

-Me has entendido perfectamente Puta.-le dijo él como si adivinara sus pensamientos.-Quiero que te peles el coño ahora mismo. ¡Así que muévete!-la voz de Neal resonó tiránica por toda la habitación. Aturdida Candy se incorporo y camino hasta la mesa de noche, donde inmediatamente pudo ver unas brillantes y afiladas tijeras, por un momento las contemplo casi extasiada, pero al cabo de unos segundos reacciono y dio un paso atrás. Pues aunque había empezado a acostumbrarse a hacer lo que se le pedía sin rechistar esta vez no era capaz de hacerlo, ni siquiera estando intoxicada con solo Dios sabía que. Era demasiado sórdido, demasiado degradante

-No puedo.-susurro con un hilo de voz.-De verdad no puedo…-

-Que lastima.-dijo Neal dejando escapar un profundo suspiro.-Estabas tan cerca. Bueno, creo que tendremos que seguir como hasta ahora. Aunque… pensándolo bien. Esta situación ha comenzado a aburrirme. Me pregunto si no debería mandarle tus fotos a esa anciana de crepito, la señorita Pony, para así terminar con esto de una buena vez. Si… Creo que será lo mejor. ¿No estás de acuerdo?-

-¿Qué debo hacer?-se preguntaba Candy en silencio una y otra vez sin encontrar la respuesta. Si tan solo pudiera pensar con claridad, si su mente no estuviera tan embotada tal vez pudiera pensar en alguna forma de… pero al cabo de unos instantes termino por comprender lo no tenía otro camino sino acatar las ordenes de Neal, por doloroso que le resultara. En silencio tomo las tijeras y tomo asiento en el borde de la cama. Un escalofrío recorrió su espina dorsal al sentir la frialdad del acero sobre la delicada piel de su entrepierna. Gruesas lágrimas rodaban por sus pálidas mejillas, y al final se obligo a si misma a accionar la afiladas hojas de metal.

Candy no se atrevía a levantar la cara para mirar a Neal, intuyendo que su rostro debía estar convertido en una obscena mascara de lujuria. De nuevo apareció aquel destello, ¿o fueron varios?, pero a ella le daba igual, ya todo le daba igual. Solo era capaz de sentir las hojas de las tijeras hundiéndose entre los vellos rubios que cubrían su monte de Venus, cercenando torpemente mechones dorados que descendían lentamente hasta llegar al piso de mármol.

-Déjame ver.-le ordeno de pronto una voz que por un momento le pereció desconocida. Pero en su estado no era capaz de hacer nada más que obedecer é inconscientemente se reclino sobre la cama, apoyándose en sus codos y abriendo las piernas para permitir que él la mirara. La luz se había hecho más fuerte, ¿pero acaso la ventana por donde debía entrar la claridad del día no estaba del otro lado de la habitación?

-¡Pero que torpe eres!-escucho que le reprendía una voz tiránica mientras unos dedos fríos y húmedos como las paras de un sapo le abrían los labios de su vulva.-¡Te vez horrible!-fue lo último que escucho antes de dejarse caer sobre la cama presa de un terrible mareo, después todo fue confuso, creyó escuchar voces hablando a su alrededor, manos que le tocaban la cara con algodones y un fuerte olor a talco que le hizo estornudar un par de veces. Luego, sin que ella supiera como se encontraba de pie junto a la cama. En ese momento alguien le dijo algo, no estaba segura, pero sintió que debía caminar, aunque le costara trabajo mantener el equilibrio, instintivamente busco con sus manos algo de que le sirviera de guía y apoyo. No encontrando otra cosa que las frías paredes de la habitación, pero aún eso era mejor que nada.

-¿Qué le había dicho la voz?-se pregunto esforzándose por recordar.-¿Cuarto de baño?... Si eso era.-en ese momento sintió un cambio en la textura de la pared, ahora se sentía como madera, ¿una puerta?, si eso debía ser. Lentamente deslizo mano derecha por aquella superficie y pronto encontró una pieza de metal a la cual hizo girar. El sonido de los goznes le resulto particularmente tétrico, pero igual termino por entrar.

Entonces recordó otra cosa… ¿Qué era?... Ah si, lavabo, detrás del espejo, en realidad no era tan torpe como él creía. Con todo cuidado siguió esas confusas instrucciones y encontró lo que buscaba. Una maquinita manual para afeitarse. ¿Qué era lo siguiente?... Pero claro… regresar a la habitación y tomar asiento en el taburete colocado a los pies de la cama. Trabajosamente cumplió con su misión. Ya solo faltaba una cosa más… ¡Claro! ¡Eso era!... recargar la espalda contra los barrotes de la cama, abrir las piernas hasta que el dolieran las caderas y quedarse así hasta que terminara de afeitarse de nuevo.

Ella cerró los ojos para no verse reflejada en la gran luna del escaparate que estaba colocado justo frente a la cama. Al tacto coloco la maquinita sobre su sexo, estaba tan fría que casi se sentía caliente contra la piel de sus labios íntimos, y empezó con su labor.

-Oh Mí Dios.-pensó la sentir las suaves "mordidas" de la maquina contra su vulva, como una dulce caricia, sin darse cuenta la joven enfermera comenzó a frotar con más fuerza la maquinita contra su sexo, de arriba abajo, mientras sus pechos se endurecían dolorosamente, mordiéndose los labios para no gemir de placer. ¿Cuánto tiempo estuvo así? Disfrutando, antes de que un orgasmo le sacudiera de pies a cabeza.

-¡AHHHHHHH!-se escucho casi gritar mientras una andanada de luces le bañaba por todas partes… Y después… La voz ronca de… ¿Neal? Hablándole de nuevo. Como su única guía en aquel viaje extraño y sin fin.

-Ya falta poco-le dijo la voz alentándola a seguir.-¡Ahora quiero que te arrastres hasta aquí, Puta!-a pesar de su estado Candy experimento una repentina oleada de vergüenza, pero había llegado a un punto en que nada podía hacer por resistirse. Así pues, se dejo caer del taburete y empezó a andar a cuatro patas hacia la borrosa figura que apareció frente a ella. Todo su cuerpo estaba sonrosado, como si la vergüenza le cubriera cada palmo de su piel. Sus pechos, de perfecta simetría y tamaño, semejaban frutas maduras mecidas por le viento, bamboleándose al compás de sus rodillas mientras caminaba como un animal.

De pronto tropezó con las piernas del hombre que le esperaba, mientras se acariciaba su erguido falo sin ningún recato. La cabeza de Candy amaneció como un rubio sol entre aquellas piernas masculinas. El hombre sujeto con una mano la espesa cabellara de Candy y sin ninguna consideración tiro de ella hacia arriba, obligando a la joven enfermera a incorporarse hasta quedar de rodillas y con el rostro a la altura de aquella verga palpitante.

-¿Te gusta lo que vez Puta?-le interrogo alguien cuya voz no pudo identificar. Quien la sujetaba comenzó a deslizar su miembro por el rostro femenino. Acariciando obscenamente con su miembro los finos labios de la joven enfermera, así como sus mejillas y sus parpados, haciendo que ella experimentara sensaciones desconocidas. Al final coloco la punta de su falo justo entre los labios de Candy, quien sin poder oponerse termino por abrir la boca para recibir aquel tronco de carne ardiente. La joven tuvo que abrir sus quijadas al máximo para permitir el paso del falo de Neal. Sin embargo, era extraño, ya que le parecía mucho más grande y grueso que cuando él le obligo a ejecutar ese mismo acto en el cuarto cero, además este miembro tenía un gusto mucho más fuerte, o mejor dicho sucio, de lo que ella recordaba. Pero sobre todo le parecía que terminaba en una yema chipotuda y más grande que el resto de la pieza.

Con todo Candy empezó a chuparlo guiada por el instinto. Su largo cabello rozaba los muslos de aquel fantasma borroso que le sujetaba la cabeza para marcarle el ritmo, empujándola hacia delante o hacia atrás, a veces salvajemente otras casi con ternura. Sacando su miembro hasta la punta para dejarla respirar, para luego volver a empujar con todas sus fuerzas, luchando por vencer la resistencia de la campañilla para poder alojar su falo en la garganta de la joven enfermera. El hombre no ceso en su labor hasta que sintió el contacto de los labios femeninos contra la base de sus peludos testículos, disfrutando de los amordazados gemidos de su víctima, mitad de placer y mitad de dolor causado por los inclementes jalones que amenazaban con arrancarle mechones de cabello rubio.

Alrededor de la pareja las centallas volvieron a estallar, cada vez que los labios se cerraban alrededor de la tensa verga, mientras sus mejillas se hundían a causa de la succión. De pronto el hombre tiro de su cabello con fuerza obligándola a echar la cabeza hacia atrás, mientras sacaba su miembro de aquella boca otrora virgen. De inmediato la joven enfermera sintió el esperma caliente cubriéndole la cara, resbalándole por le cuello y las mejillas, sobre sus labios como una fuente que dejaba de brotar.

Candy abrió la boca para jalar aire desesperadamente, pues hasta ese momento se dio cuanta de que casi se había ahogado con aquella pieza de carne obstruyéndole la garganta. Y entonces más destellos aparecieron desde distintos ángulos, los ojos de Candy miraban en todas direcciones entre adormecidos é incrédulos, su rostro estaba cubierta de esperma que caía mezclado con saliva hasta su barbilla. Luego sintió que alguien la levantaba del suelo y cargaba con ella unos cuantos pasos.

¿Neal?... imposible… A pesar de que había incrementado sus fuerzas con la edad, no le creía capaz de levantarla con aquella facilidad. Por otra parte, las manos que la sostenían se sentían extremadamente ásperas y callosas, algo inconcebible en un señoriíto perteneciente a una de las más prestigiadas familias de Chicago. Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando él, quien quiera que fuese, le arrojo sin miramientos sobre la gran cama de la habitación. El cuerpo de Candy reboto en el mullido colchón y estuvo a punto de caer por el otro lado, pero de nuevo aquellas manazas le sujetaron por la cabellera para obligarla a permanecer sobre el lecho.

Para ese momento Candy estaba un poco más conciente. Con movimientos sinuosos y torpes se acomodo sobre la cama, mientras sus ojos trataban de enfocar correctamente los objetos a su alrededor. Sabía que estaba boca arriba, con las piernas muy abiertas, mostrando desvergonzadamente su coño desnudo y rosado. Sintió claramente que alguien más trepaba sobre la cama, alguien muy pesado a juzgar por el hundimiento del colchón, de inmediato sintió esas manos grandes y callosas recorriendo su cuerpo, llenándola de caricias plenas de lujuria, de un deseo insano. Una fue directa a sus pechos para oprimirlos y moldearlos dolorosamente, la otra descendió hasta su índigo delta y le abrió los labios de su vagina con sus gruesos dedos mientras ella solo podía gemir como una perra.

Candy no alcanzaba a comprender que era lo que le estaba pasando. Seguramente estaba teniendo una pesadilla. Tenía un sabor salado en la boca que no podía identificar, su piel estaba cubierta por un afina capa de sudor frío, las quijadas se le trababan y unos fuertes espasmos empezaban a subir por su estomago, hasta llegar a su pecho. Su respiración era pesada, todo el cuarto giraba a su alrededor. Pero lo más aterrador fue cuando al fin se dio cuenta de que era un desconocido quien estaba junto a ella en aquella cama.

Aturdida trato de zafarse de aquello nervudos brazos, pero el intruso era demasiado fuerte y ella apenas si podía moverse. Ajeno a su desesperación el hombre continuo con su labor, chapándole los pezones, mamando uno como un condenado mientras oprimía el otro entre los dedos de su mano, a veces con tanta fuerza que Candy dejaba escapar gemidos de autentico dolor al tiempo que las lágrimas asomaban a sus ojos. Aquel tipo le estaba haciendo daño, pero a pesar de todo su cuerpo empezó a responder, sobre todo cuando el hombre cambio de seno y comenzó a lamer el adolorido pezón provocándole una mezcla de dolor y gozo.

Candy cerro los ojos y se abandono a lo inevitable, así al menos no le sería tan doloroso. El hombre se aparto de ella unos segundos para poder tomarla por las nalgas y encajar su rostro entre los muslos de la joven enfermera, hundiendo su larga lengua entre aquellos labios perfumados con el aroma de la juventud.

-¡Aaaaaaggggg!... ¡Aaaaggggggg!-gimió Candy retorciéndose sobre la cama, mientras en su mente se desarrollaba una lucha entre sus deseos de gritar pidiendo ayuda y sus deseos de permitir que aquel bruto siguiera haciéndola suya. Pero antes de que pudiera tomar una decisión aquel bruto pego su boca en su ano y le aguijoneó con su lengua provocándole un violento orgasmo la sacudió de pies a cabeza.

-¡¡Aahhhh!... Aahhhhhh!... nggg… ¡Aaahhhhhggggg!-grito la joven enfermera, sintiendo que su cuerpo saltaba salvajemente a causa de aquella sucia caricia.-¡¡Nooo…!! oooohhh… Cerdooo…-el hombre la soltó de nuevo y tomándole por los tobillos la hizo levantar las piernas hasta apoyarlas sobre sus anchos hombros y con un brusco movimiento coloco la cabezota de su verga delante de la delicada flor íntima de Candy.

¡Un empujón!

-¡Aaaaaagggggg!-gimió la joven enfermera sintiendo un dolor extremo, algo que le desgarraba las entrañas. Candy clavo sus uñas con fuerza en el pecho del hombre, tratando de lastimarlo para que se detuviera, pero este no pareció sentir el más mínimo dolor y tomando impulso dio otro empujón.

-¡Aaaaagggggg!... Noooo… ¡No lo soporto…!-grito Candy sintiendo como los labios de su vulva se abrían hasta desgarrarse para dar paso a esa cosa que parecía digna de un animal. Desesperada trato de zafarse, de huir, lucho contra el peso del hombre que ya estaba encima de ella, pero este se afianzo de sus hombros para hacer una palanca y descargar con fuerza con un tercer empujón que hizo desaparecer todo su falo dentro del cuerpo de su víctima. Un alarido broto de los labios de la joven enfermera.

-¡AAAAAAAAHHHHHHHHH! ¡NOOOOOOOO!... ¡ME ESTA PARTIENDO EN DOS!-la joven sentía las paredes de su vulva dilatadas, un calor que empezaba en dolor y que remataba en tintes de locura. Pero el hombre no tuvo piedad de ella y comenzó a meter y sacar su pavoroso aparato, disfrutando de la estreches de aquel conducto que se lubricaba cada vez más. Poco a poco Candy fue dejando de luchar hasta quedar desmadejada bajo el cuerpo de su cruel cabalgador.

La joven nunca supo cuanto tiempo estuvo ese desconocido sobre su cuerpo, follandola, solo fue conciente de que aquella verga monstruosa entraba y salía de su cuerpo produciendo un chasquido húmedo. Sentía sus pezones durísimos aplastados por el pesado cuerpo del hombre, que además de todo apestaba a sudor, cuya piel parecía arder mientras se frotaba con la suya.

-Es sólo un sueño.-pensó a la vez que gemía cada vez más fuerte. No era un gigante desconocido quien la penetraba… era solo Neal. Todo era producto de ese maldito licor verde… Pero ¿Estaba segura? ¿Acaso Neal no formaba ya parte de una pesadilla? Era curioso como ahora podía pensar en esas cosas. Por otra parte… tenía la impresión de haberle chupado la polla a alguien, pero eso era imposible, ella no era capaz de hacer semejante cosa.

El hombre se movía cada vez más rápido, hasta convertirse en un pistón implacable que le hería sin compasión. Candy se sintió transportada a un mundo de placeres desconocidos, de pronto de sentía ancha, capaz de recibir toda aquella cosa en sus entrañas, sin culpabilidad, sin sentirse humillada por la mañana, ni ver la cama manchada con sangre. Le hombre seguía empujando, y ella arqueo la cintura hacia arriba para facilitarle el trabajo.

-Esta tan caliente.-fue lo que paso por su mente antes de que sus caderas comenzaran a girar como locas y le mordía el glande con los labios interiores arrancándole a su violador un bufido de placer. Era estupendo, el hombre la atrajo más hacia si para poder morder sus pechos hasta hacer que le dolieran. Pero estaba bien pues tampoco había marcas en la mañana. Dios. Como le gustaba estar en esa pesadilla… sintiendo aquella cosa moviéndose dentro de ella, el golpeteo de su cadera contra la del gigante cuya verga llegaba cada vez y más adentro.

Era enorme y la poseía, se sentía penetrada, plena, llena… Se sentía mujer. Si, ella le pertenecía entera a esa polla gigantesca que la empalaba, la dividía en dos mitades temblorosas, sacudidas por continuos orgasmos. Mientras ella cubría de besos al dueño de esa polla sin importarle los olores los olores y la aspereza de su piel.

-Te quiero… Te amo…-se escucho decir mientras se corría como una cerda sollozando dulcemente. Por toda respuesta el hombre solo dejo escapar un escalofriante gruñido similar al de una bestia. En ese momento su mente divagó de nuevo. Si no era Neal quien la poseía, y de eso estaba segura… ¿Entonces quien era?... ¿Podría ser el socio misterioso? ¿Sería el Diablo en persona? Daba lo mismo, el también se corría, había sentido su verga hinchándose aún más en sus entrañas, al tiempo que le agarraba del cabello y tiraba hacia atrás como si quisiera romperle el cuello. Los empujones se hacían cada vez más violentos hasta que la final una oleada de fuego broto de aquella cosa quemando las entrañas de la joven enfermera.

Fue una corrida abundante, casi eterna, con los movimientos del hombre descreciendo como la marea. Al final ambos rodaron por la amplia cama, exhaustos. Candy pudo sentir como la verga del extraño retrocedía, disminuyendo de tamaño, mientras se quedaba dormida con ella aún dentro de su ser. Después todo fue oscuridad, ruidos confusos, voces y al final un pesado silencio que se prolongo por incontables minutos, hasta que unas manos zarandearon el cuerpo de la joven de una forma por demás enérgica.

Sin embargo, Candy no podía despertar, era como si su cuerpo hubiese muerto dejando su conciencia atrapada en el. Entonces escucho un ruido y experimento una aguda sensación de dolor en su rostro ¿le habían abofeteado? En todo caso su cerebro pareció salir de su sopor y comenzó a escuchar una voz, primero lejana, que poco a poco se fue haciendo más fuerte y clara.

-¡Maldita sea! ¡Despierta de una vez!-Candy tuvo que hacer un esfuerzo supremo para abrir los ojos, y cuando lo consiguió se encontró con el rostro de Neal Legan frente a su cara, deformado en una mascara de rencor y fastidio.

-¡Ya era hora!-espeto el heredero de los Legan al ver que Candy lo miraba fijamente.-¡Sal de esa cama y largate de una vez! ¡No quiero volver a verte nunca!-

Candy hizo un esfuerzo enorme y logró sentarse a la orilla de la cama. En su mente los recuerdos de las últimas horas eran oscuros y confusos, de hecho no podría distinguir entre lo que fue real y lo que fue ilusión. En ese estado apenas y podía dar algún sentido a los gritos que Neal le lanzaba. De nuevo un sonido hueco y un intenso dolor en la majilla, la había abofeteado de nuevo. Arreada en esa forma Candy no tuvo más remedio que bajar de la cama, a su alrededor todo comenzó a girar de nuevo y por un momento creyó que iba a caer al piso, pero alguien le sujeto por el antebrazo y le obligo a avanzar hacia el cuarto de baño dando trompicones.

Al entrar al baño Candy se planto ante el lavabo y escucho el sonido del agua brotando de los grifos, instintivamente se inclino y colocó las palmas bajo el chorro de agua fría para tomar un poco a fin de mojarse la cara. La sensación no fue muy agradable pero su mente pareció aclararse un poco más. De pronto, al incorporarse, vio una lastimosa imagen frente a ella. ¿Quién era esa chica de ojos hundidos? ¿Por qué su cuerpo estaba cubierto de moretones y arañazos?

-Pobre.-pensó apartando la mirada del espejo del baño. En ese momento Candy sintió que su estomago se contraía con una fuerza devastadora, al tiempo que su boca se lleno del amargo sabor de la bilis. Por suerte la tasa del retrete estaba cerca y solo tuvo que dejarse caer de rodillas, apoyando la barbilla en le borde de porcelana, para vomitar hasta quedar vacía. Curiosamente, cuando todo paso, se sintió un poco mejor. El cuarto dejo de girar, su mente pareció despejarse casi por completo, y pudo levantarse sola. De nuevo acudió al lavabo para enjuagarse la boca y liberarse del espantoso sabor que tenía en ella. En eso estaba cuando se percato de que alguien la observaba. Lentamente se volvió hacia el hombre que la veía desde el umbral.

-¿Es todo?... ¿Termino?-pregunto con la escasa voz que logro sacar de su garganta. Una estrepitosa carcajada fue la única respuesta que Neal se digo dar a su pregunta. Luego se retiro del umbral en silencio, sin decir ni media palabra, aunque ya no parecía tan molesto como hacia unos instantes. Candy le siguió fuera del cuartote baño. Sin importarle el hecho de estar completamente desnuda. Necesitaba una respuesta, la que fuera.

-¿Es que no piensas largarte?-le dijo su "anfitrión" mientras se servía una copa de brandy.-¡Ya terminamos!-

-¿Para siempre?-pregunto la joven enfermera mientras caminaba hasta le lugar donde su ropa estaba amontonada sobre el piso.

-Ese fue el trato. ¿No es verdad?-le dijo Neal con una sonrisa cruel.-Ahora vete antes de que cambie de parecer.-la joven se vistió tan rápido como le fue posible y se disponía a salir de la habitación cuando algo la hizo detenerse.

-¿Qué pasa ahora?-pregunto Neal evidentemente molesto.

-No tengo dinero para irme.-le respondió Candy aún aturdida por los efectos de aquel licor verde. Algo de lo cual se arrepintió de inmediato. Por su parte Neal hizo sonar de nuevo la campañita de plata a cuyo sonido acudió una de las criadas de la casa.

-Ordene al chofer que prepare el auto para llevar a … "la señorita" a su casa.-la sirvienta le hizo un ademán a Candy para que la y ambas salieron de lugar. Pero antes de que Candy y la criada llegaran a las escaleras la voz de Neal se dejo escuchar.

-No digas que nunca hice nada por ti.-la joven se sintió terriblemente humillada, pero en ese momento solo le importaba salir de aquella maldita casa. La joven enfermera se asombro al percatarse de que ya eran pasadas las 11 de la noche. ¡Había pasado todo el día con Neal en aquella habitación! Poco después el chofer de los Legan la dejo en la puerta de su casa. El fresco de la noche la había despertado del todo y ahora solo quería llegar a su departamento para destruir aquellos negativos y borrar toda huella de su desgracia. Las horas pasaron de prisa aquella noche y pronto los rayos del sol comenzaron a iluminar el nuevo día.

Neal Legan permanecía sentado frente a la gran mesa del comedor, sin probar bocado de los alimentos que se habían servido para el desayuno. Por el contrario la persona que compartía la mesa con él esa mañana comía con toda tranquilidad y buen apetito.

-¿Le ocurre algo señor Legan?-le pregunto su invitado, cómodamente sentado al otro lado de la mesa, mientras una sirvienta le servían un vaso de jugo de naranja.

-Si quiere saberlo le diré que no acabo de entender porque permitió usted que esa Puta se marchara con los negativos. Creí que solo íbamos a permitir que los tomara por un momento para darle confianza y hacerla caer en la trampa.-

-Precisamente-le respondió su interlocutor con indolencia.-Esas fotografías no eran muy buenas, comparadas con las cosas que tenemos ahora, así que su perdida y segura destrucción no representa una perdida para nosotros. Ahora solo dejaremos que se sienta a salvo por unos días, y cuando menos lo espere le asestaremos un golpe tan fuerte que nos asegure su total y absoluta sumisión.-

-¡Pero si ya estaba en nuestro poder!-dijo Neal levantando la voz.-Además nunca hablamos de la posibilidad de compartirla con nadie.-

-Ah, con que eso es lo que le molesta. ¿Acaso esta celoso por que Bull se cogió a su "prometida"?-ledijo el hombre con una despectiva sonrisa iluminándole la cara. Neal hubiera querido levantarse para golpear a su atrevido invitado, pero sabía que detrás de la puerta estaba el hombre de confianza de quien compartía su mesa. Un hombre con que nunca pelearía de frente.

-No es eso.-protesto conteniendo su disgusto.-Solo digo que teníamos todo bajo control y ahora nos estamos arriesgado inútilmente.-

-¡Ahhh! Los americanos. Siempre tomando el rábano por las hojas.-le dijo le hombre con una despectiva mueca dibujada en su rostro.

-¡¿Qué insinúa con eso señor?!-

-Esta claro.-le dijo el hombre misterioso mientras se levantaba lentamente se su lugar, con los ojos fijos en su joven anfitrión.-Usted es un novato en este tipo de cosas señor Legan y, como todo novato, ha tenido suerte hasta ahora. Pero cuidado. No olvide que estamos jugando con fuego. Dése cuanta que nuestro poder sobre ella es realmente frágil, como el hilo que sujeta una cometa. Suponga que esa pequeña puta decide "tomar el toro por los cuernos", renunciando a su carrera como enfermera, soportando el escarnio social y confiando en que sus amigos le crean cuando les diga la verdad.-

-¡Eso es absurdo! ¡Ella no se atrevería!….-interrumpió Neal sintiéndose repentinamente intranquilo. En lo personal no creía que Candy fuera capaz de poner en peligro al "Hogar de Pony" ni de revelar ante nadie su horrible secreto, pero dadas las circunstancias ya no se sentía tan seguro al respecto.

-Pues yo no estoy tan seguro.-le dijo su invitado sin quitar le dedo del renglón.-En todo caso. ¿No cree usted que debemos tomar nuestras precauciones? Después de todo lo último que queremos es un enfrentamiento con el Señor William, ¿no es así? Además no olvide que la violación y el chantaje son cosas mucho más penadas que toda la putería del mundo, sobre todo tratándose de gente como nosotros.-

-De acuerdo.-dijo Neal a regañadientes.-¿Qué es lo que propone?-

-Tener paciencia señor Legan. Tener paciencia.-le dijo el hombre mientras una sombra oscura pasaba por encima de su rostro.-Hasta ayer no me había dado cuenta de la fuerza de carácter que posee esa pequeña zorra. Realmente me dejo sorprendido al escuchar como lo desafiaba a usted a pesar de las heridas que le ha infringido en los últimos días. ¡Demonios! ¡Casi sentí admiración por ella!-

-¡Un momento!-espeto Neal indignado por lo que acababa de escuchar.-¿Acaso esta diciendo que no he sido lo bastante hombre como para dominarla?-

-Vamos… vamos… Señor Legan. No lo tome de esa forma.-le respondió el hombre con una sonrisa conciliadora.-Solo digo que hemos estado golpeando en le lugar equivocado. No se derrumba una montaña golpeando su superficie, se penetra en su interior y se escarba en ella hasta dejarla hueca, vacía de todo lo que le da forma y sustento, entonces ella sola de derrumba.-

-No lo entiendo.-dijo el joven aristócrata reconociéndose incapaz de seguir el vuelo de aquella mente maquiavélica.-

-¡Su corazón Señor Legan! ¡Es hay donde debemos hundir nuestra daga!-proclamo aquel personaje con un aire tan solemne que Neal se sintió sobrecogido por el temor. Definitivamente aquel hombre conocía todos los secretos de la perfidia y lo mejor sería hacerle caso. Sin embargo esa misma determinación le inquietaba por momentos. ¿Hasta donde podría llegar ese hombre para satisfacer sus ambiciones? Y por otra parte, ¿Estaba él dispuesto a seguirlo en aquel asunto que tal vez llegara hasta el crimen? ¿Valía la pena arriesgarse así por una chica, cuando había muchas otras que se le entregarían gustosas? Por varios minutos el heredero de los Legan permaneció en silencio, sopesando las opciones que tenía. Sin embargo el ímpetu de su juventud y el morboso placer que le producía ver a Candy sometida a las más crueles humillaciones le hicieron decidir.

-Muy bien. Lo dejare todo en sus manos Señor.-dijo al fin.-Pero le agradecía que en lo futuro me comuniqué sus planes antes de llevarlos a cabo.-

-Desde luego amigo mío… Desde luego.-le dijo el hombre colocando una mano sobre su hombro en aptitud paternal.- A parir de este momento todo lo relacionado con ella será cuidadosamente planeado y ejecutado. Y gracias al material que ahora tenemos en nuestras manos podremos afianzar nuestro dominio sobre ella, al tiempo que nos permitirá tener un As bajo la manga. Así iremos penetrando en su alma poco a poco, entretejiendo hilo sobre hilo, hasta que formemos una soga ó incluso una cadena de acero.-

-¡Sí! ¡Seremos como el yunque y el martillo!-añadió Neal con entusiasmo.-¡Justos forjaremos esa cadena y cuando este terminada ya no tendrá escapatoria!-

-Al fin nos entendemos.-dijo el hombre dejando escapar una carcajada. Sin embargo, el rostro de Neal se torno repentinamente sombrío, al tiempo que sentía la imperiosa necesidad de hacerle a su cómplice una seria advertencia.

-¡Pero no lo olvide!-dijo tratando de sonar amenazante.-Al final ella será mía. ¡SOLO MÍA!-

-Me ofende señor Legan.-dijo el hombre con gran dignidad.-El nuestro es un trato entre caballeros.-

Ambos personajes se miraron fijamente durante unos instantes, tratando de impresionarse mutuamente, pero al final rieron de buena y volvieron a sentarse frente a la mesa. Esta vez Neal devoro gustosamente los platos del desayuno. Mientras su invitado, que ya había terminado, encendía un fino cigarrillo turco. Si Neal no hubiera estado tan alegre sin duda se habría inquietado al ver a los ojos de su "socio" pues no solo se habían vuelto tan duros como el acero sino que tenían la imagen de la muerte impresa en lo más profundo de sus pupilas.

-Pobre insensato.-pensó le hombre al tiempo que hacia sus propios planes.-Claro que vamos a forjar esa cadena, una cadena larga y pesada. Pero esa cadena va a estar alrededor de su cuello señor Legan. ¡Alrededor de su cuello!-

Fin de la primera parte.

Autor: CrocCruac

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