Un ángel en el infierno (2)

La pesadilla de Candy solo ha comenzado.

"Un ángel en el infierno 2"

Este es uno de los villanos de nuestra historia. Su nombre es Neal Legan, y con solo verlo cualquiera se da cuenta que es un hijo de perra.

Cap 2 "La trampa"

Los rayos del sol entrando por la ventana iluminaron el cuerpo inerte de Candy tendido aún sobre su cama. La joven enfermera estaba desnuda y por todo su cuerpo podían verse las marcas de la salvaje violación que había sufrido a manos de Neal Legan. Quien antes de marcharse, hacia ya varias horas, había tenido la "fineza" de liberarla de sus ataduras. Poco a poco la joven rubia comenzó a recobrar la conciencia. Su cabeza le dolía terriblemente debido a la elevada dosis de cloroformo que su atacante le había administrado. De hecho, por irónico que pareciera, podía considerarse afortunada de estar viva; pues aquel anestésico era más que peligroso en manos neófitas. Poco a poco la joven enfermera fue recobrando el sentido.

-Aaaahhhh.-gimió a causa del dolor que sentía en su entre pierna, en sus brazos y en su pecho. La respiración de Candy fue recobrando su ritmo normal purificando sus pulmones de los residuos del cloroformo. Por suerte la joven enfermera poseía un cuerpo fuerte, capas de soportar los estragos de su infortunada experiencia.

-Aaaaggggg.-volvió a gemir mientras su cuerpo se sacudía, como si aún estuviera luchando por liberarse de las ataduras que la habían mantenido indefensa hacia unas horas. Finalmente Candy dio una respiración profunda y despertó. Sus ojos se pasearon inquietos por su recamara, pero no se movió pues su mente estaba demasiado confundida para pensar con claridad. No fue sino hasta que intento levantarse que el intenso dolor en su grupa la hizo despertar del todo.

-¡Nooooooo!....¡Noooooooo!-grito mientras pataleaba furiosamente contra su cama, golpeando inútilmente el colchón con sus puños, sus ojos estaban llenos de un llanto amargo, su corazón sufría lo indecible al recordar la humillación que Neal le había infringido, la cual superaba cualquier otra que hubiera padecido en su vida ya que, como cualquier mujer, Candy esperaba entregar su virginidad al hombre que su corazón le indicara, después de casarse naturalmente. Ahora ese sueño estaba destruido, nunca más podría recobrar lo que su verdugo le había arrebatado y por siempre tendría que llevar el recuerdo de aquel infame acto en su memoria.

Al cabo de un rato la joven enfermera trato de incorporarse de la cama. Sus piernas le temblaban a causa del shock emocional por lo cual le costo mucho trabajo ponerse de pie y al hacerlo sintió un dolor punzante en su vulva, de la cual salio un hilillo de sangre, producto del desgarre que Neal había hecho en su intimidad. Candy tuvo que sujetarse de la cama y caminar buscando apoyo en los muebles que encontraba por el camino. Por fortuna el dolor fue cediendo paulatinamente y cuando al fin llego al baño ya había recobrado el equilibrio necesario para caminar su apoyarse en nada. Sin embargo, al abrir la puerta del baño, un fuerte mareo la hizo perder el equilibrio y caer de rodillas sobre el piso del sanitario.

La joven comenzó a llorar de nuevo al tiempo que trataba de levantarse, pero el dolor en su bajo vientre se lo impidió. Aquel dolor era como una marca que le hacia recordar a cada instante los sucesos de la noche anterior. De pronto Candy sintió que su estomago se revolvía violentamente, obligándola a gatear a toda prisa hasta el escusado para vomitar. El asco que la sacudía fue monumental, sobre todo al recordar las manos de Neal recorriendo su cuerpo otrora virgen, sus labios mamando sus pechos, su boca sobre la suya, todo le parecía asqueroso y denigrante.

Al cabo de unos minutos Candy dejo de vomitar y respiro hondo para recobrar el control de sus nervios. Sabía que su vida no volvería a ser la misma jamás, pero su fuerte carácter le impulsaba a luchar como siempre lo había hecho. Lentamente la joven rubia se incorporo y camino hacia el lavabo para limpiarse la boca del amargo sabor de la hiel. Al llegar frente al espejo este le devolvió la imagen de una joven pálida y demacrada, una mujer deshonrada, violada, que había sufrido la peor agresión por parte de un hombre.

Candy respiro profundamente para controlar sus emociones y abriendo la llave del grifo comenzó a lavarse la cara, al terminar miro fijamente su rostro reflejado sobre la superficie de cristal, buscando cualquier indicio delate su nueva condición. De pronto sintió un temor irracional por que alguien pudiera descubrir lo que le había ocurrido. Aquel pensamiento despertó en ella una necedad apremiante de limpieza que hizo que la joven abandonara el lavabo para ir rápidamente hasta la tina y meterse bajo la regadera. El agua caliente resulto un bálsamo para su adolorido cuerpo, casi como una caricia de consuelo, pero también le obligo a ver su cuerpo y reconocer las marcas que la violación había dejado sobre él. Pudo ver los chupetones claramente marcados sobre sus pechos y en la parte interna de sus muslos. Las marcas de la soga sobre sus muñecas y, aunque no puede verlas, intuía que sus glúteos también debían estar marcados a causa de las mordidas que Nael le asesto durante su ataque.

Candy paso más de una hora bajo el flujo del agua, poco le importo que se fuera haciendo cada vez más fría, solo le importaba borrar aquellas huellas de infamia. Pero desgraciadamente era un esfuerzo inútil, pues las marcas solo se borrarían con el paso de los días y eso la hizo desesperar al punto de hacerla llorar de nuevo. Justo en ese momento el sonido de golpes en la puerta la hizo saltar de terror. Por un momento temió que fuera Neal que regresaba por ella, pero al final escucho una voz conocida llamándola al otro lado de la puerta.

-¡Candy!-era el señor Tomas, su casero, quien llamaba a su puerta.-¡¿Candy estas ahí?!-

-¡Ya voy!-le contesto la joven por puro instinto, de lo cual se arrepintió inmediatamente, pero haciendo una esfuerzo cubrió su cuerpo con una toalla salio del baño para que el señor Thomas pudiera escucharla con claridad.

-¡¿Candy estas bien?!-pregunto el casero cada vez más intrigado por la falta de respuesta de su inquilina.-

-S..si. ¡Estoy bien señor Thomas!-una amarga sonrisa apareció en rostro de la joven a causa de su propia respuesta.-¿Qué se le ofrece?-

-Tienes una llamada telefónica.-

-¿Para mi? ¿De quien se trata?-pregunto Candy volviendo a sentirse inquieta.

-Es el Dr. Martin.-por un momento Candy pensó en negarse a tomar la llamada. Simplemente no tenía ganas de hablar con nadie es ese momento, porque nadie podía entender la desgracia por la cual estaba pasando. Solo quería que la dejaran en paz.

-¿Tomaras la llamada o no?-le inquirió su casera impaciente por su falta de interés. En ese momento Candy experimento con mayor intensidad el temor de que alguien descubriera lo que le había ocurrido la noche anterior. No estaba preparada para enfrentar la vergüenza y la humillación publica. No, nadie debía enterarse, ni siquiera sospechar que la habían violado. Con eso en mente la joven resolvió hacer lo que fuera con tal de cubrir las apariencias.

-Me estaba bañando.-le dijo al fin a su interlocutor.-Por favor dígale que espere un minuto.-

-Esta bien. Pero no tardes.-Candy escucho atentamente los pasos del hombre cuando este se aparto de su puerta y bajo las escaleras de la casa. Gruesas lágrimas escaparon de sus ojos al darse cuenta de que ahora tendría que vivir ocultándose, como si ella fuera la culpable de su desgracia. Sin embargo, lo hecho, hecho estaba y no había forma de cambiar las cosas. Haciendo una supremo esfuerzo la joven enfermera caminó tan rápido como su maltratado cuerpo le permitió y entrado a su recamara se vistió con premura. Por suerte tenía varios vestidos de manga larga que podían ocultar las marcas de sus muñecas. Al cabo de unos minutos Candy se planto frente a la puerta de su departamento y sujeto la perilla, pero vacilo en el último momento, sabía que su "nueva vida" le esperaba del otro lado; pero al final su naturaleza luchadora le impulsa a enfrentar su destino con valor y dando una bocanada de aire abrió la puerta.

Al bajar las escaleras la joven sintió renacer el dolor que le atormentaba en su vulva, pero se mantuvo firme y sin dar muestras de su tormento llego hasta el vestíbulo de la casa, donde el señor Thomas esperaba impaciente a un lado del teléfono.

-Ya era hora.-le dijo el hombre entregándole la bocina.

-Lo lamento.-le respondió Candy tratando de imprimir en su voz un aire calmado. El casero murmuro algo entre dientes y la dejo sola para que hablara con libertad.

-Hola Dr. Martin.-dijo la joven a manera de saludo.

-¿Hola?-le respondió con sarcasmo el galeno al otro lado de la línea.-¿Eso es todo lo que tiene que decirme "señorita salto de cama"?-le interrogo haciendo alusión al día en que se conocieron, cuando ella se presento en su consultorio vistiendo un salto de cama al enterarse por unos vecinos que Albert había sufrido un accidente. En ese momento Candy recordó que, siendo aquel su día libre, había acordado ir a almorzar con su ex-jefe. Solo entonces la joven se dio cuanta de que eran casi las 4 de la tarde y que había pasado todo el día encerrada en el baño.

-Discúlpeme por favor doctor Martin.-le dijo sinceramente apenada.-Es que me sentí muy mal y olvide nuestra cita.-

-¿Pues que te ocurre?-le interrogo el galeno haciendo a un lado su enojo.

-Bueno… yo… tengo un poco de fiebre y me duelen el estomago y la cabeza.-mintió la joven tratando se sonar convincente.

-Ya veo. Debe ser un resfriado.-dijo el Dr. Martin con tono pensativo.-¿Quieres que vaya a verte? Podría recetarte algo.-aquellas palabras sacudieron a la joven enfermera, no podía ni pensar en mostrar su cuerpo ante nadie en ese momento, y mucho menos ante un medico. Así que decidió continuar con las mentiras como único medio para evitar el peligro.

-No se moleste.-le dijo casi gritando.-Ya he tomado algo. Solo necesito descansar.-

-¿Estas segura?-le contesto el galeno no muy satisfecho.

-Completamente. Solo necesito un poco de reposo.-

-Entonces te dejo tranquila. Pero si no mejoras no dudes en llamarme.-

-Lo haré. Muchas gracias.-

-Hasta pronto Candy.-

-Hasta pronto Dr. Martin.-pocas veces Candy había experimentado un alivio tan grande como cuanto colgó el teléfono. Fue como quitarse una tonelada de encima. Sin pensarlo volvió a su departamento y cerro con llave. Tristemente se alegro de haber superado el primer día después de su violación, pero sabía que era solo el principio. Sin poder hacer otra cosa la joven enfermera se preparo un emparedado de jamón y un vaso de leche, realmente no tenía apetito, pero sabía que el no comer podría agravar su condición. Más tarde, Candy se dio un último baño y se puso su ropa de cama para tratar de dormir. Al principio solo logro dar vueltas sobre la cama pero al final su mismo estado de debilidad la hizo caer en un profundo sopor.

Pero su sueño pronto se vio invadido por las oscuras imágenes que están frescas en su mente. Se vio a si misma tendida en la cama, desnuda y atada, y sobre ella el cuerpo sucio de Neal Legan con su falo erecto, listo para desgarrar sus entrañas de nuevo. La respiración de Candy se fue haciendo cada vez más rápida y violenta al revivir la angustia que sintió horas antes. En su sueño la joven puede ver el rostro sonriente de su violador en el momento en que hundió la roja cabeza de su miembro en sus entrañas, recordó con toda claridad el dolor que eso le provoco pero aún así no podía despertar.

Candy empezó a agitarse violentamente sobre la cama, al tiempo que un sudor frío le corría por todo el cuerpo, su sueño era tan real que por un momento creyó estar siendo violada por segunda vez. Sus manos se crispaban como tratando de evitar lo que le sucedió, pero ni en sus sueños puede cambiar los hechos. Recordó el roce del falo contra las paredes de su vulva, así como las extrañas sensaciones que experimento en ese momento. Pero fue cuando sintió de nuevo la eyaculación de Neal golpear sus entrañas que se despertó dando un grito de terror.

-¡Noooooooo!-por un momento miró asustada en todas direcciones antes de comprender que ha sido víctima de una pesadilla. Ese conocimiento la tranquiliza un poco y le ayudó a recobrar el dominio de si misma. Al cabo de un rato la joven enfermera se levanto y fue a sentarse en la sala de su casa, el amanecer estaba cerca y ella decidió esperarlo despierta, con la mente en blanco para no recordar nada relacionado con su desdicha. Aún así el sueño la venció de nuevo pero esta vez el sonido de su reloj despertador, que ella misma sincronizo por costumbre, la salvo de nuevas pesadillas.

Haciendo un esfuerzo supremo Candy se preparo su acostumbrado desayuno. Luego se dio un baño y vio con satisfacción que los moretones y demás marcas en su cuerpo eran un poco menos notorios esa mañana. Después busco un vestido de mangas largas que pudiera ocultar las marcas en sus muñecas lo mejor posible. Eso le retrasó un poco pero no más de unos cuantos minutos. Así salió a su hora acostumbrada y se despidió del señor Thomas, quien como de costumbre barría la calle frente a su puerta. Al llegar al hospital Candy se hundió desesperadamente en su trabajo, para mantener su mente alejada de los recuerdos desagradables. Así paso el día atendiendo a sus pacientes, llevándoles sus medicinas y alimentos, aplicando inyecciones, realizando trabajos administrativos y leyendo cuentos a cuantos niños de pabellón pediátrico que se lo pedían.

Desgraciadamente ese ritmo de trabajo no podía mantenerse por más de unas cuantas horas y pronto se vio sin nada más que hacer. Lo cual le impulso a hablar con la jefa de enfermeras.

-Puedo ayudar en algo.-le pregunto ansiosa por mantenerse ocupada.

-Temo que no Candy. A menos que quieras ponerte a trapear el piso.-le contesto medio en broma la jefa de enfermeras.

-Esta segura.-insistió Candy casi desesperada. La mujer se volvió hacia ella con un gesto de fastidio en su rostro.

-Candy estas en un hospital ¿Lo recuerdas? Hay casi 50 enfermeras aquí. Así que porque no te tomas un descanso como todas las demás y dejas de comportarte como una "hormiga obrera".-la joven hubiera querido insistir, pero se dio cuenta de que hacerlo solo levantaría sospechas hacia ella. Resignadamente opto por ir a la biblioteca y releer algunos de los libros que había estudiado durante su carrera. Sin embargo, al pasar junto a la recepción una voz la detuvo.

-Candy tienes una llamada telefónica.-le anunció Natalie mostrándole el auricular que sostenía en su mano derecha.

-¿Para mí?-dijo intrigada mientras se acercaba al mostrador.-¿Quién es?-

-Es un tal Albert pero no me quiso decir de que se trata.-

-¡Albert!-exclamo Candy entrando rápidamente en al recepción. Natalie la observo un poco endiosa a su compañera, pues creyó que quien la llamaba era su novio, cosa que ella no tenía aún.

-Bueno te dejo.-le dijo con una risita de complicidad al tiempo que tomaba un pila de papeles del su escritorio.-Debo llevar estos expedientes al archivo.-

-Albert… Soy candy… necesito hablar contigo.-exclamo Candy apenas se quedo sola. Pero no obtuvo la respuesta que esperaba.

-Caíste de nuevo estúpida recogida.-Candy sintió que todo se volvía oscuro a su alrededor al reconocer la voz de Neal Legan al tiempo que mil preguntas brotaron en su mente. ¿Qué podía querer aquel malvado ahora? ¿Acaso no le había hecho ya suficiente daño?

-¿Te quedaste muda puta?-le dijo burlonamente su verdugo gozando de la sorpresa que le había dado. La joven se estremeció al recordar todas las obscenidades que Neal le había dicho mientras la penetraba por la fuerza. Un temblor incontrolable se apodero del cuerpo de Candy é instintivamente se apresuro a colgar el teléfono. Su respiración estaba acelerada y su pecho se sentía tan frío como el hielo. En ese momento una voz la saco de sus pensamientos.

-Disculpe señorita.-Candy se volvió inmediatamente y miro a un hombre que le sonreía desde el pasillo, por un momento sintió pánico de que aquel desconocido la hubiera visto mientras hablaba por teléfono.

-¡¿Qué esta haciendo aquí?!-le grito sin poderse contener. El hombre se quedo quieto, sorprendido por la respuesta de la joven pecosa.

-Ehhh… bueno… yo.-

-¡Hable claro!-le espeto la joven enfermera apretando los puños y dando un paso hacia el mostrador. En ese momento otra voz se alzo en la recepción.

-¡CANDY!-la joven se volvió de inmediato y se encontró de frente con la jefa de enfermeras, quien la miraba con una mezcla de asombro y reproche.-¿Qué se le ofrece señor?-dijo la mujer pasando de largo hacia el mostrador.

-Yo… Solo quería saber el número del cuarto de mi tío. Lo trajeron esta mañana.-

-¿Cuál es su nombre?-

-Prise… John Prise.-

-Cuarto 105.-el hombre se alejo casi corriendo de la recepción. No bien se hubo marchado la jefa de enfermeras se volvió hacia Candy quien permanecía inmóvil y con la cara baja por la vergüenza.

-¡¿Se puede saber que pasa contigo?!-le pregunto con tono autoritario.-¡¿Acaso esa es la forma en que te enseñaron a tratar a los familiares de los pacientes en la escuela de Mary Jane?!-

-Lo siento.-fue todo lo que Candy pudo decir. La jefa de enfermeras la miro incrédula y aún más disgustada.

-Escúchame bien Candy.-le dijo mientras caminaba hacia le pasillo.-Espero que no hayas olvidado que nuestros problemas personales no deben interferir con nuestro trabajo. Eso es lo que hace una enfermera profesional. ¿Me he explicado con claridad?-

-Tiene razón.-pensó Candy recordando las enseñanzas de Mary Jane, aún que dudaba que ella hubiera pensado alguna vez en un caso como el suyo, su deber era cuidar de sus pacientes y brindar toda la ayuda posible a sus familiares.-Lo siento. No volverá a suceder.-

-Eso espero.-dijo la jefa de enfermeras, satisfecha por la sinceridad que percibía en la voz de la joven.-Por esta vez pasare por alto tu falta Candy. Pero si vuelves a cometer un error de esa naturaleza tendré que reportarte con el Dr. Lenar.-sentenció la mujer antes de salir. Al quedarse sola Candy golpeo con su puño una de las mesas, sintiendo una profunda rabia contra si misma por la forma en que había perdido el control. Por primera vez sintió deseos de encontrar a Neal de frente, sabía bien que era un cobarde y un debilucho, si había logrado dominarla fue porque la ataco a traición como la víbora que en realidad era. Pero si se le acercaba de nuevo… entonces todo sería diferente.

El resto del día transcurrió normalmente y al fin llego la hora de salida. Candy lamentó profundamente que esa noche la guardia nocturna no recayera sobre ella pero no había nada que hacer al respecto. Por primera vez en mucho tiempo la joven enfermera abordo un coche para regresar a su casa en vez de caminar como era su costumbre. Por el camino permaneció alerta, vigilando el movimiento de otros coches que andaban por la calle. Varias veces creyó que la seguían pero al final se dio cuenta de que eso sería algo tonto tomando en cuenta de Neal sabía perfectamente donde vivía.

Al llegar a la casa del señor Thomas la joven enfermera se apresuró a pagar al conductor y casi corriendo entro en el interior del domicilio. La luz del recibidor la hizo sentirse a salvo y un poco más tranquila subió por las escaleras rumbo a su habitación. Al entrar encendió inmediatamente la luz y cerro la puerta con llave tras de si. Con toda calma la joven se preparo algo ligero para cenar y luego se dio un baño caliente. Ver de nuevo las marcas sobre su cuerpo la hizo entristecer pero ya no volvió a llorar. Al salir del baño miro su cuerpo en el espejo, las marcas se notaban un poco menos que esa misma mañana lo cual le produjo un cierto alivio.

Más tarde, después de revisar cuidadosamente la puerta y las ventanas para asegurarse de que estuvieran perfectamente cerradas, la joven se dispuso a acostarse para descasar un poco. Pero al deshacer la cama aprecio ante sus ojos un extraño sobre de papel. Candy retrocedió asustada, pues sabia perfectamente que alguien tenía que haberlo puesto ahí cuando ella estaba en su trabajo. Lentamente se acercó a la cama y con mano temblorosa tomo el sobre y lo abrió. En el interior encontró una tarjeta membreteada del día de "San Valentín" con un mensaje escrito en maquina.

-"Me gusto mucho estar contigo anoche… se que soy el único que ha tenido ese privilegio… Te veo cada mañana cuando vas al hospital y no puedo esperar el momento de quitarte la ropa y hacerte mía otra vez.

Atentamente:

"Tu dueño"-Candy rompió furiosamente la tarjeta y el sobre para luego tenderse en la cama y llorar amargamente, sintiendo que una angustia mortal le oprimía el pecho.

-Señorita Pony… Hermana Maria… Ayúdenme.-al día siguiente Candy fue aún más cuidadosa que antes para ir a su trabajo, miraba en todas direcciones, volvía el rostro constantemente para ver si alguien la seguía é incluso llego a entrar a algunos negocios para "despistar" a cualquier posible perseguidor. Tal era su temor que empezó a considerar la posibilidad de volver a vivir en el hospital como lo hacia antes de que Albert regresara herido de África. Al llegar a su trabajo la joven enfermera se esforzó nuevamente por mantenerse ocupada, mostrándose dispuesta a realizar cualquier labor que se presentara. Por desgracia, igual que el día anterior, una vez que hubo cumplido con todas sus labores se encontró sin nada que hacer. Por lo cual no le quedo otro camino que deambular por las instalaciones del hospital ofreciendo su ayuda a sus compañeras de trabajo. En eso estaba cuando de pronto vio aparecer por el pasillo a un chico, no mayor de 10 años, que se le acerco de inmediato.

-¡Ayúdeme por favor!-le suplico en cuanto llego junto a ella.-¡Mi padre esta muy enfermo!-

-Tranquilízate por favor.-le respondió Candy al tiempo que se inclinaba para poder hablarle de frente.-¿Quién eres y donde esta tu padre?-

-Me llamo Timmy.-le contesto el chico con los ojos llorosos-Mi padre tuvo un accidente y esta internado en el cuarto cero.-la joven enfermera se sintió consternada por aquella noticia. El cuarto cero era el más humilde, miserable sería una palabra más adecuada, de todo el hospital general. Donde se atendía "por humanidad" a aquellos infortunados que no tenían dinero para pagar los servicios de médicos y enfermeras.

-No te preocupes.-le dijo al pequeño mensajero.-Iré enseguida a ver a tu padre. Pero necesito que tu vayas a al recepción y les pidas que manden un médico enseguida. ¿Puedes hacerlo?-

-Si.-le contesto el chico esbozando una sonrisa de agradecimiento.

-Entonces ve rápido y nos vemos allá.-sin perder un instante la joven enfermera corrió en dirección al cuarto cero, situado en un ala casi abandonada del hospital. En cuanto el pequeño Timmy la vio alejarse su sonrisa se transformó en una mueca de burla. Codiciosamente metió la mano en el bolsillo de su pantalón y saco un billete nuevo de diez dólares que admiro lleno de satisfacción. Luego volvió a guardarlo y tranquilamente camino hacia la salida del hospital silbando tranquilamente una canción que había escuchado por ahí. Mientras tanto, Candy llego hasta el área del cuanto cero y abrió la puerta sin molestarse en llamar. Inmediatamente se dirigió hasta la pobre cama individual con que contaba aquel lugar, donde podía verse una figura envuelta entre las delgadas sabanas.

-¿Como esta usted?-pregunto al tiempo que se acercaba para examinar al hombre tendido, pero no bien había entrado a la estrecha habitación escucho el sonido de la puerta cerrándose violentamente a sus espaldas.

-Hola querida.-le dijo una voz que reconocería aún después de muerta.

-¡Neal!-exclamo volviéndose hacia el joven aristócrata quien la miraba con una sonrisa cruel iluminando su rostro. Desconcertada se volvió hacia la cama y jalo las sabanas con energía, dejando al descubierto un lío de ropa vieja que simulaba un cuerpo humano. Candy no podía salir de su asombro, mientras volvía la mirada hacia su acosador.

-¡¿Como te atreves a venir aquí?!.-le grito la joven dejando aflorar toda la rabia que había guardado en los últimos días.

-Vine porque tu eres mía.-le contesto Neal sin inmutarse.-¿O es que acaso ya no recuerdas lo mucho que nos divertimos la otra noche?-le dijo el aristócrata a sabiendas de que la simple mención de lo ocurrido heriría cruelmente a su víctima.

-¡Tú me violaste!.-acuso Candy con su rostro se descompuso en una mueca de rabia é impotencia.

-Llámalo como quieras.-le dijo Neal sin moverse de su lugar.-Solo recuerda que ahora soy tu dueño y que tu no eres más que mi puta particular... Para siempre.-

-¡Estas enfermo!-exclamo la joven enfermera sin dar crédito a las palabras de aquel desquiciado.-¡Nunca volverás a tocarme, antes soy capaz de…!-

-¡¿De que?!-le interrumpió el joven aristócrata levantando la voz por primera vez.-Te conozco demasiado bien para que me asustes con amenazas. Estúpida recogida. Ahora déjate ya de tonterías y acuéstate en la cama para que pueda cogerte a gusto por un rato.-sin decir más Neal dio un paso al frente, en aquel lugar la distancia entre ambos era de apenas cuatro pasos, por su parte Candy permaneció incólume en su sitio dando a entender que estaba dispuesta a defenderse, sus músculos se tensaron al máximo al ver como su agresor se iba acercando a ella.

Neal dio otro paso hacia delante, observando atentamente las reacciones de su presa, quien no le quita la vista de encima.

-Acéptalo Candy. Tu serás mía cada vez que me venga en gana.-le dijo mientras daba el tercer paso hacia ella.-No sabes cuanto deseo volver a sentir mi verga dentro tuyo. Estas tan estrecha que es para volverse loco.-

-¡No te me acerques!-le grito la joven, no como una suplica sino como una amenaza.-¡Te lo advierto Neal déjame en paz!-

-¡Nunca!-le grito el joven aristócrata al tiempo que daba el último paso.-¡Tu serás mía hasta que me harte de ti! ¡Así que resígnate!-Candy apretó sus puños con fuerza, poco le importaba que Neal le supera un poco en estatura y en peso, no iba a permitir que la tocara de nuevo, antes tendría que matarla. La distancia entre Candy y Neal desapareció totalmente, quedando a tan solo unos centímetros uno del otro, ambos se miraron fijamente y por instante se quedaron inmóviles.

De pronto Neal levanto la mano para acariciar el rostro de la joven enfermera, pero antes de que pudiera llevar a cabo su maniobra el puño de Candy le cruzo el rostro con una fuerza tan grande, fruto de la rabia y el rencor que la joven sentía en ese momento hacia su verdugo, que el heredero de los Legan salio disparado contra la puerta con un hilillo de sangre brotándole de los labios. Neal se quedo quieto por unos instantes, evidentemente sorprendido de la fuerza que había demostrado su presunta víctima, Candy por su parte se sintió muy satisfecha de su proceder y miro con cierta burla a su atacante semi derrumbado frente a la puerta del cuarto cero.

-Oh ¿Así que la pequeña perra muerde la mano de su amo?-dijo Neal al tiempo que se limpiaba la sangre con el dorso de la mano.-Tendré que castigarte por esto so puta.-sentencio amenazante al tiempo que se incorporaba lentamente. Aquella aptitud no dejo de sorprender a Candy, quien recordaba claramente como Neal había pasado dos días en cama a causa de un golpe que Albert( a quien todos creían entonces un simple vagabundo) le había dado por maltratar a un caballo ó la forma cobarde en que huía de Terri en el colegio San Pablo. En verdad había cambiado mucho, aunque no para bien.

Por su parte Neal se recargó contra la puerta del cuarto, fingiendo no haberse recuperado del golpe de Candy, para luego lanzarse sobre la chica rubia como un toro salvaje. Sin embargo, la joven enfermera conocía demasiado bien el carácter traicionero del aristócrata, por lo que estaba preparada para una acción de esa naturaleza. Esta vez el joven Legan recibió una certera patada en el estomago que lo dejo sin aliento y lo hizo caer de rodillas ante su "víctima" jalando aire desesperadamente. En otras circunstancias Candy hubiera aprovechado el momento para escapar de la habitación y pedir ayuda. Pero al ver a su violador derrumbado a sus pies no pudo reprimir el impulso de castigarlo un poco más. Por lo que el joven Legan recibió varias patadas más en su costado que lo pusieron a borde del desmayo.

-¡Piedad Candy!-suplico cobardemente mientras se reclinaba sobre si mismo para guarecerse de los puntapiés.-¡Me rindo!... ¡Piedad!-la joven enfermera se detuvo al escuchar aquellas lastimeras suplicas, pues a pesar de todo no estaba en su naturaleza el gusto por herir a otro ser humano, por más que se lo mereciera. Aún así no pudo evitar una sonrisa de triunfo al ver a Neal derrumbado y temblando como un niño asustado.

Lentamente Candy retrocedió hasta la puerta del cuarto y se recargo en ella para recobrar el aliento, su cuerpo temblaba por las fuertes emociones que había sufrido en tan poco tiempo. Su uniforme blanco estaba empapado en sudor, dejando ver la perfecta simetría de sus pechos juveniles bajo la ropa. La joven tardó poco tiempo en recobrar la calma y meditar sobre lo que debía hacer. Sin perder de vista a Neal, Candy se dio la media vuelta y tomo en su mano la perilla de la puerta.

-¿Qué vas a hacer?-le pregunto el joven aristócrata con el temor impreso en su voz.

-¿Tú que crees?.-le contesto lacónica.-Voy a llamar a los guardias del hospital para que te entreguen a la policía. Diré que te sorprendí robando en la bodega y te llevaran a la cárcel como a un vulgar ladrón, aunque solo sea por unas horas.-

-Eso crees ¿eh?.-le dijo Neal levantando la cabeza.-Si llamas a la policía yo diré que eres una sucia puta, que me citaste aquí para montarte y que me acusas solo porque no quise pagarte más de lo acordado. Así quedaras expuesta ante todos, perderás tu trabajo, tú casa, todo.-

-Nadie te creerá.-le dijo Candy con toda seguridad.-Será tu palabra contra la mía.-

-Aaaahhhhh. Pero tengo pruebas "mi amor".-le dijo Neal mientras se incorporaba trabajosamente.

-¿Pruebas?-repitió Candy con un mal presentimiento.-¿De que diablos estas hablando?-

-Estúpida. ¿Realmente creíste que solo tenía mi fuerza física para someterte? ¿Qué podrías escaparte como cuando éramos niños?- mientras hablaba Neal calma metió la mano derecha en el bolsillo de la gabardina y saco un sobre de color amarrillo que le extendió a Candy.

-¿Qué es eso?-pregunto la joven desconcertada.

-Míralo por ti misma.-le contesto Neal. Candy le arrebato el sobre con brusquedad y sin perder tiempo rasgo una de las orillas para ver su contenido. Al hacerlo Candy sintió que el frío de la muerte le corría por todo el cuerpo. Se trataba de una serie de fotografías donde ella aparecía claramente... ¡Totalmente desnuda y en poses por demás obscenas! Pero no solo eso, sino que las fotos habían sido tomadas con tal habilidad que la joven rubia parecía estar posando voluntariamente ante la cámara. Candy se tambaleo ante aquellas imágenes. Pero lo peor aún estaba por venir.

-Continua.-le dijo Neal dibujando una nueva sonrisa en su cara.-Aún falta lo mejor.-la joven enfermera comenzó a pasar una fotografía tras otra, sus ojos se abrían cada vez más. En todas podía distinguirse perfectamente su rostro mientras Neal la besaba, mientras la penetraba y mientras le tallaba su verga en la cara. Pero igual que antes no se apreciaba que estuvieran violándola en ninguna de ellas. Quien las viera seguramente creería sin más ni más que los participantes estaban de acuerdo en dejarse retratar en medio de un copula salvaje.

-¿Quieres que todos vean estas bellezas? Si es así, anda, llama a quien quieras. Hazlo y vivirás en la vergüenza por el resto de tus días.-por varios minutos Candy quedo petrificada, sin comprender como podía Neal haber logrado aquellas obscenas imagines. Solo pudo suponer que debió hacerlas después de narcotizarla por completo. Aquel pensamiento la hizo rabiar tanto que comenzó a romper las fotografías en mil pedazos, tratando así de borrar el recuerdo de su desgracia, ante la mirada indiferente de Neal.

-¡Bien hecho!-le dijo le joven aristócrata mientras hacia sonar las palmas de sus manos.

-¡Eres un...!.-como una fiera herida Candy tomo a Neal por el cuello y lo empujo hasta estrellarlo contra la pared. Pero a pesar de todo Neal seguía sonriendo.

-Adelante.-dijo con voz entrecortada.-Matame si quieres. Pero te advierto que mañana todo Chicago habrá visto las fotos.-aquellas palabras fueron un balde de agua helada para la joven enfermera.

-¿De que estas hablando?-una sombra oscura se poso sobre la cara de Neal cuando respondió burlonamente a aquella pregunta.

-No estoy solo en esto Candy. Tengo un "socio". Una persona de confianza a quien le entregue los negativos de las fotos que te tome. De modo que si algo me pasa o te resistes a mis deseos. Mi "socio" se encargara de convertir tu vida en un infierno.-mientras hablaba el joven aristócrata tomo las muñecas de la joven enfermera y las aparto desdeñosamente de su cuello.

-¿Por qué me haces esto Neal?.-pregunto Candy sintiendo que su ira se convertía en desesperación.-¿Qué es lo que quieres?... ¡Por el amor de Dios!... ¡¿Qué es lo que quieres?!.-

-Te quiero a ti.-respondió el joven Legan sintiéndose dueño de la situación.-Quiero que tu cuerpo sea mío cuantas veces quiera. Que te sometas a mí como la miserable sirvienta que en realidad eres.-

-¡Jamás!.-respondió Candy en abierto desafío.-¡No voy a someterme a tus caprichos! ¡No me importa lo que pueda pasar!-

-¿Estas segura?-le dijo Neal extendiéndole una hija de papel que Candy tomo de inmediato. Al leer su contenido la joven enfermera descubrió horrorizada que era una lista donde podían leerse claramente la dirección del "Hogar de Pony", de la familia Britter, de la escuela Mary Jane para enfermeras, de Terri en Nueva York, en una palabra de todas las personas que significaban algo en su vida.

-Dios mío.- exclamo Candy sintiendo que la vista se le nublaba. Sin darse cuenta se sentó al borde de la cama del cuarto cero, cubriéndose el rostro con ambas manos mientras trataba de pensar con claridad. Aquello no podía estarle pasando a ella, era demasiado horrible, demasiado cruel.

-Fue muy fácil conseguir toda esa información.-le dijo Neal mientras se acomodaba la ropa, orgulloso de sus acciones.-Solo tuve que pagarle unos cuantos dólares a un detective y presto. Pero si aún te resistes te aconsejo que mires al final de la lista.-la joven enfermera hizo lo que se le indicaba y descubrió tres direcciones que le era totalmente desconocidas.

-Son unos amigos míos.-dijo Neal adelantándose a su pregunta.-Reporteros sin escrúpulos a quienes les pagan muy bien por hacer escándalos de todo tipo. ¿Qué crees que harán cuando reciban esas fotos junto con una nota, anónima claro, con todos los detalles sobre la "vida secreta" de una supuesta enfermera. Y más aún cuando les diga que esa persona es miembro de la respetable familia Andrew.-

-¡Es mentira!.-grito Candy al borde de un ataque nervioso.-¡Yo sería incapaz de hacer una cosa así! ¡Además no tengo ninguna relación con la familia Andrew!...-

-En eso te equivocas.-le contradijo fríamente el aristócrata.-Lo quieras o no eres la hija adoptiva de William Andrew y eso te liga a la alta sociedad. Pero no te preocupes por el querido "tío abuelo". Cuando el escándalo estalle la tía-abuela Elroy será quien se encargue de que todos sepan que no eres una verdadera Andrew. Sino una miserable huérfana que seguramente aprendió esa conducta en su lugar de crianza, "El Hogar de Pony". ¿Puedes imaginarte lo que les espera a esos chicos y a tus queridas maestras cuando las noticias llegan hasta ellos?-

-¡Basta!... ¡Basta!...-grito Candy cubriéndose los oídos con ambas manos para no escuchar más los diabólicos planes de Neal. Por un momento la joven se quedo en silencio, tratando de encontrar una salida, una forma de escapar de esa monstruosa trampa que su verdugo había preparado para ella. Pero al cabo de un momento tuvo que aceptar que estaba atrapada. Si solo fuera por ella no temería que Neal la difamara ante la sociedad, ya que nunca le había importado gran cosa la opinión de las nobles familias de Chicago, en cuanto a sus seres queridos, estaba segura de que ellos le creerían cuando les contara la verdad.

Sin embargo, si las cosas salían como Neal las había planeado, la reputación del "Hogar de Pony" quedaría destruida, exponiendo a la señorita Pony a la hermana Maria a la vergüenza publica lo cual pondría en peligro el futuro de todos los niños que estaban bajo su custodia.

Solo ella podía salvarlos y lo haría… aunque el precio fuera tan espantosamente alto.

-Levántate.-le ordeno implacable el joven aristócrata, sabiendo que la joven esta vencida, indefensa ante el poder de sus amenazas. Candy volvió la cara y lo miro incrédula, suplicante, resistiéndose aún a convertirse en un juguete al servicio de aquel engreído y perverso monstruo con la figura de Neal Legan. La desobediencia de Candy resulto irritante para el heredero de la noble familia. Aquel juego empezaba a aburrirlo y decidió hacérselo saber a su presunta esclava.

-De acuerdo.-le dijo ásperamente al tiempo que daba un paso hacia la puerta de la habitación.-Solo recuerda que tu serás la única responsable de lo que pase de ahora en adelante.-Candy no le respondió. Su mente estaba hecha un embrollo donde chocaban sus propios deseos con el deber que había caído sobre ella. Entregarse a Neal para salvar a los niños del hogar y a sus amadas maestras. Por unos segundos debatió consigo misma para tomar una decisión definitiva, mientras el joven Legan avanzaba hacia la salida.

Al llegar frente a la puerta Neal empezó a ponerse nervioso, ¿acaso había hecho algo mal? ¿Sería posible que Candy prefiriera la vergüenza propia y de los suyos antes de ceder ante él? Nerviosamente coloco la mano en el picaporte de la puerta y lo hizo girar con dramática lentitud.

-¡Espera!-la voz de Candy hizo que Neal esbozara una gran sonrisa de triunfo. Aunque al volverse trato de mostrarse tan frío como el hielo.

-Esta es tu última oportunidad.-sentencio con voz grave.-Si no me obedeces en todo a partir de este momento se acabo. Desde hoy yo controlare tu vida y si tratas de resistirte ten por seguro que te pesara a ti… y a ellos. ¡Esta claro!-la joven enfermera apretó los dientes con furia contenida, pero al final asintió con la cabeza.

-¡Levántate!-ordeno de nuevo con mayor firmeza. Candy acato la orden lentamente, mirando de frente a su verdugo, para demostrarle que a pesar de todo no le temía, que podía estar sometida pero no dominada. Eso nunca. Neal se dio perfecta cuenta del mensaje que la joven le mandaba con la mirada pero sonrió para sus adentro. Siempre supo que domar a Candy no sería cosa fácil, pero el primer paso estaba dado y por mucho que ella se resistiera el tenía todo el tiempo del mundo para quebrar su voluntad y vaya si lo haría.

Orgulloso el joven Legan se acerco a Candy admirando descaradamente su hermosa figura. Luego comenzó a caminar lentamente a su alrededor, contemplando la forma de sus nalgas y sus pechos que se marcan a través de su uniforme blanco. Así como los bellos rasgos de su rostro, donde destacan sus grandes ojos verdes.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Candy mientras permanecía inmóvil bajo la mirada del perverso aristócrata, a pesar de sus esfuerzos por mostrarse firme no podía evitar sentirse asustada por la forma tan lujuriosa en que él la mirarla, pero aún así estaba decidida a enfrentar lo que viniera. No tenía otra opción. Neal dio un par de vueltas más alrededor de Candy, saboreando de ante mano el placer que aquel hermoso cuerpo le brindaría desde ese día y hasta que él quisiera.

-Desnúdate.-le ordeno tajantemente mientras se detenía justo en frente de su víctima. Temblando de rabia Candy llevo sus manos detrás de su nuca para desajustar los botones de su uniforme. Después, muy lentamente fue tirando del uniforme hasta sacárselo por la cabeza, Neal vio caer el blanco uniforme al piso y contemplo morbosamente a la chica rubia cubierta solamente con su camisón blanco.

-¡Todo!.-ordeno Neal impaciente. A pesar de sus esfuerzos Candy sintió que dos gruesas lágrimas escapaban de sus ojos cuando su brassiere cayó al suelo. De inmediato cruzo los brazos sobre su pecho para ocultar sus castos pechos de los ojos lujuriosos de Neal Legan, quien se relamía los labios como un perro hambriento.

-Las manos atrás.-le ordeno sin miramientos. Candy cerró los ojos y cumplió el deseo de su verdugo, de inmediato este se acerco a ella y tomo entre sus manos los hermosos gemelos blancos de su torso para acariciarlos lascivamente. Al principio la joven permaneció estoica, pero cuando sintió los dientes de Neal cerrar en torno a su pezón derecho no pudo evitar que sus brazos lo apartaran de su cuerpo.

-No.-suplico Candy rompiendo en llanto.-Por favor... no... No puedo...-la respuesta de Neal no se hace esperar. Su mano descargó una fuerte bofetada en la mejilla izquierda de su "esclava" quien se derrumbó a causa del impacto.

-Levántate.-le ordenó Neal indiferente a su dolor. Candy hizo un esfuerzo por controlarse y obedecer, sabía perfectamente que resistirse era un grave error y que si lo hacía de nuevo pondría en peligro a sus seres amados, así volvió a plantarse ante el joven aristócrata, con las manos detrás de su cuerpo, para dejarlo hacer lo que quisiera de ella. Neal no lo pensó dos veces y volvió a tomar entre sus manos aquellas perfectas esferas de carne, para lamerlas é hincarles el diente sin compasión hasta dejarlos amoratados por las violencia de sus "caricias".

-Quitate eso.-le ordeno apartándose al fin de su pecho y señalando los grandes calzones, propios de la época, que aún cubrían su entre pierna. Candy abrió los ojos y en silencio jalo su última prenda hacia abajo haciéndola caer hasta sus tobillos. Todo bajo la mirada de Neal quien no perdía detalle de las bellas y carnosas nalgas de su víctima, de sus largas y fuertes piernas, pero sobre todo del triangulo dorado que oculta su monte de Venus.

-Acuéstate.-le ordeno señalándole la desordenada cama del cuarto. Candy miro aquel lecho con verdadero horror, como un condenado que mira hacia el patíbulo que le espera, sintiendo el deseo de salir corriendo y no detenerse nunca. Pero a pesar suyo se dispuso a obedecer, a someterse a la peor humillación que puede sufrir una mujer, todo con tal de salvar el único lugar del mundo que podía llamar hogar y a las personas que la habían cuidado con todo su amor durante su infancia. Ellas estaban por encima de todo… incluso de ella misma.

En silencio la joven enfermera retiro la ropa amontonada sobre la cama y acato la orden del heredero de los Legan. Su hermoso cuerpo era una visión encantadora tendido sobre la cama, boca arriba, preparándose para soportar lo que venía. Pero contrario a lo que esperaba Neal le dicto una nueva orden.

-¡Boca abajo!-Candy miro a su verdugo sin comprender aquel mandato, pero al final se giro sobre su costado para quedar boca abajo, con las palmas extendidas a la altura de sus hombros y su mejilla derecha apoyada sobre el colchón.

-¡Levanta el culo Puta!-Candy obedeció la orden y levanto su cadera para presentar sus nalgas en pompa a la lujuriosa mirada de Neal. Este se acerco a la cama y tomando la almohada de la cabecera procedió a colocarla bajo el vientre de su víctima. Instintivamente la joven junto sus carnosos muslos para ocultar los labios de su vulva, mientras Neal se recreaba la pupila con la visión de sus glúteos, firmes y bien dibujados como lunas gemelas, de su tersa espalda así como de sus largas y bien torneadas piernas. Por desgracia el embeleso del cruel aristócrata solo duro un momento y pronto le dio una nueva orden.

-¡Separa las piernas Puta!-las mejillas de Candy se tiñeron de un intenso color rojo, al tiempo que los latidos de su corazón se hacían tan fuertes que parecían retumbar en sus sienes, pero de nueva cuenta acato el tiránico mandato y separo lentamente sus piernas hasta que sus tobillos tocaron los bordes de la cama. La joven cerró los ojos y se preparo para lo peor, sabía perfectamente que en esa obscena postura Neal no tendría problemas para penetrarla de nuevo. Así que espero.

Un sepulcral silencio se hizo en el cuarto cero. Tan profundo que la respiración ansiosa de la joven tendida boca abajo sobre la cama resonaba como un viento fuerte entre las cuatro paredes. En medio de ese sosiego casi aterrador Candy escucho cuando Neal se despojaba de su gabardina y la colocaba sobre la pequeña mesa con que contaba el cuarto, luego escucho el sonido de los pantalones cayendo al suelo é imagino el pene erecto de Neal listo para entrar en su cuerpo como un cuchillo en mantequilla. Finalmente escucho los pasos de su verdugo, lentos y acompasados, acercándose a la cama haciendo que los nervios de la joven enfermera se crisparan a causa de la desesperación.

Candy apretó las mandíbulas, sabiendo que no tenía escape, que nuevamente sería violada por su peor enemigo. Solo que esta vez ella estaba cooperando voluntariamente. Aunque no por eso deja de estar casi a punto de estallar en llanto. Pero aún en ese momento se resiste a que las lágrimas salgan de sus ojos, a pesar de la impotencia que siente al no poder evitar lo que va sucederle.

-¡Manos atrás!-le ordeno de pronto. La joven enfermera se sentía cada momento más inquieta, sin comprender el porque de todos esos preámbulos, sintiendo que sus nervios estaban a punto de traicionarla. Pero obedece una vez más. De inmediato sintió como Neal le amarraba las muñecas con una soga, que sin duda traía oculta en los bolsillos de su gabardina, dejándola totalmente indefensa. La joven escucho claramente como su verdugo se desplazaba hacia los pies de la cama, donde, para su sorpresa, procedió a atar sus tobillos a los barrotes de la contra cabecera. Tal vez su verdugo quería asegurarse de que no se arrepentirá en el último momento.

Los minutos se iban amontonando lentamente mientras el silencio reinaba en el cuarto cero. Ella sabía que él estaba mirándola, aunque estaba de espaldas y con los ojos cerrados, casi podía sentir el calor de esa mirada lujuriosa sobre su cuerpo desnudo. Lo que no entendía era ¿Por qué Neal no terminaba con ese juego morboso y humillante de una vez por todas? ¿Acaso se habría acobardado? Después de todo estaban en un hospital y era posible que alguien los descubriera. Por un momento Candy se aferro a esa idea con la esperanza de escapar, al menos por el momento, de su infame destino.

Pero no tardo en recordar lo aislado que estaba el cuarto cero del resto del hospital, ninguna de sus compañeras se acercaría por ahí sin una orden del Dr. Lenar y lo mismo podía decirse de los ordenanzas, quienes solo pasaban por ese lugar camino de la bodega. En conclusión ese lugar podía permanecer abandonado por días enteros sin que nadie apareciera por ahí. Ese pensamiento hizo que su ansiedad aumentara, podía sentir la presencia de Neal justo detrás de ella, excitado y saboreando anticipadamente el cuerpo que ahora estaba a su entera disposición.

Para Candy eso era tal vez lo más humillante de todo, jamás se perdonaría por dejar que Neal Legan la convirtiera en su juguete sexual. Pero no había remedio. Su única esperanza era que, como todo "niño rico", se cansara pronto de ella y la dejara en paz. Ahora le parecía casi un sueño el hecho de que hacia tan solo unos minutos ella le había propinado a su violador una merecida golpiza, ¿acaso era eso? ¿Estaba Neal pensando en romper su promesa y desatar el escándalo a pesar de todo? De pronto escucho que su verdugo regresaba a su lado y cerrando los ojos con fuerza espero, segura de que esta vez si saciaría sus sucios deseos en ella.

-¡¡PPAAAFFF!!-fue el sonido que rompió el silencio en la habitación seguido por el desgarrador grito de la joven enfermera.

-¡Aaaaaagggggg!-el cuerpo de Candy se sacudió violentamente a causa del dolor, pero sobre todo por la sorpresa ya que en vez de una penetración lo que sintió fue el golpe seco de una hebilla metálica sobre su carne desnuda.

-¡Aaaaaaggggggg!.... ¡¡¿Qué haces?!!... ¡NOOOOOOO!.- exclamo Candy presa de un agudo dolor al sentir un segundo golpe, aun más fuerte que el primero, instintivamente lanzo su cuerpo hacia delante pero las sogas que sujetan sus tobillos le hacen imposible escapar del martirio.

-¡¡PAAAFFF!!.... ¡¡PAAAFFFF!!!...-sonaba los golpes al cortar el aire al tiempo que la voz del cruel aristócrata se dejaba escuchar como salida de una pesadilla.

-¡¡NUNCA VUELVAS A TOCARME A MENOS QUE YO TE LO ORDENE!! . ¡¿ENTENDISTE?!-le grito mientras continuaba con su sádico castigo.

-¡AAAAGGGGGGGG!.... COF…. NOOOOOOO…. ¡POR FAVOOOOOGGGGG!...NOOOO… ¡YA NOOOOGGGGGG!-gritó Candy sintiendo que los golpes le arrancaban la piel. Aquella clase de maltrato era algo totalmente nuevo para ella, pues la señorita Pony y la hermana Maria repudiaban los castigos físicos para corregir a los niños de modo que es la primera vez en su vida sentía la piel arder bajo la furia de unos golpes.

-¡¡AAAAHHHHH!!... No.. por fa… ¡¡Aaaaggggg!!... nooooo… Auggghhh… ¡AAAAHHHHH!-gritaba la joven enfermera hundiendo la cara en el colchón de la cama, por temor a que alguien la escuchara y la sorprendieran en aquella situación, ya que si eran descubiertos las consecuencias para ella, y para los suyos, serían devastadoras. Los golpes seguían cayendo cada vez más rápido sobre las nalgas y las espaldas de la chica rubia.

-¡PAF!... ¡PAF!... ¡PAF!...-era todo los que escuchaba en el cuarto. Candy no podía pensar… la cabeza le daba vueltas y su cuerpo le dolía… le ardía bajo esa lluvia de cuero y metal… sabía que debía defenderse o al menos pedir ayuda… pero no podía… aquel malvado que la había sometido no le daba descanso. La azotaba implacablemente, sin darle tiempo ni para respirar. De pronto el castigo ceso y Candy pudo tomar un poco de aire en sus pulmones

-¿COMO DEBE DIRIGIRSE UNA ESCLAVA A SU AMO?-le preguntó antes de reanudar la terrible azotaina.

-¡Aaaaahhhhhh!.... No… ¡Ya noggggggg!-grito Candy con los ojos desorbitados y estremeciéndose salvajemente sobre la cama.

-¡NO TE ESCUCHO PUTA!-le grito Neal sin detener su ataque.-¡¿COMO DEBES LLAMARME DE AHORA EN ADELANTE?!-

-¡¡Aaaaagggggg!!... No seeeee… Por favooooo… Ya nooo… ¡¡Ya nooooooo!!-Neal cambio de brazo para poder mantener el ritmo de la golpiza. Sus ojos brillaban como los de un demonio mientras observaba como el cuerpo de Candy se retorcía de dolor sobre la cama. Como sus brazos y piernas luchan inútilmente por liberarse de sus ataduras.

-¡¡Nnnnooooooo!!... P… por favor…. Neal… no me pegues más….¡¡Aaaaaaaggggghhhhhhggg!! Ya no… por favor… por favooooggggg!!-suplico la joven enfermera incapaz de soportar más castigo. Pero Neal no se apiado de ella y continuó descargando su furia sobre ella.

-Piensa como debes dirigirte a mi… ¡hazlo o te arrancare la piel!-

-¡Aaaagggggg!... ¿Señor?...¡Aaaaahhhhhh!-

-Muuuuu… no esta mal. Pero creo que amo será mucho más adecuado.-

-Por favor… Por favor… más noooo… ¡ya nooooooo!-

-¡Suplicame!-gruño Neal sofocado por aquel esfuerzo inusual, pero sin dejar de golpear las nalgas de Candy.-¡Pídeme perdón por haber rechazado mi oferta de matrimonio! ¡Tu sabes como debes disculparte!, ¿lo recuerdas verdad?... ¡¿verdad?!...-Candy apretó las quijadas y cerro con fuerza sus hermosos ojos verdes, negándose a pronunciar aquellas palabras que los Legan le habían enseñado siendo una niña. Pero físicamente y mentalmente estaba agotada, casi al límite de sus fuerzas, la golpiza, el forcejeo, la humillación y la vergüenza van minando su resistencia hasta llegar al un punto donde ya no le importaba nada salvo que su cruel castigador se detuviera.

-Lo siento mucho, me equivoque.-escucho decir de pronto a alguien, alguien que no podía ser ella. Aunque no había nadie más que pudiera haberlo dicho.

-¡Otra vez!.-oyó la voz de Neal.

-Lo siento mucho, me equivoque.-la misma voz lastimosa.

-¡MAS FUERTE QUE NO TE OIGO!.-

-¡LO SIENTO MUCHO, ME EQUIVOQUE!.-aquel grito desgarro la garganta de Candy, solo entonces comprendió que era ella quien había pronunciado aquellas palabras que juro nunca volver a decir. Esa conciencia le destrozo por dentro, se sintió humillada como nunca antes por haber llegado al límite de sus fuerzas y tener que invocar la piedad de su verdugo. Candy tragaba sus lagrimas en silencio, percibiendo como su natural rebeldía se extinguía bajo el peso de la vergüenza que sentía en ese momento.

Neal se detuvo, exhausto pero satisfecho del resultado de sus acciones, los sollozos de su víctima, así como la visión de aquellas nalgas enrojecidas y cubiertas de verdugones a causa de sus golpes le excitaban. Lentamente se acerco y coloco su mano sobre la piel lacerada.

-¿Eres mi Puta?-pregunto entre jadeos. Pero Candy no le respondió, solo lloraba inconsolable sobre la cama. Ante esa situación Neal levanto su brazo una vez más y descargo una fuerte palmada sobre el culo de su víctima.

-¡¡¿ERES MI PUTA?!!-

-¡¡AAAAAAAGGGGGG!!... SI….AHHHHHHH….¡SSIIIIII!-contesto Candy dando un respingo.

-¡¿SI QUE?!-

-¡SI SOY TU PUTA…! ¡TU PUTA!…-grito la joven rindiéndose a la voluntad del cruel aristócrata.

-¡¿ME OBEDECERÁS COMO UNA PERRA?!-

-¡SI!-contesto Candy ya sin fuerzas para oponerse.

-¡¿SI QUE?!-pregunto de nuevo Neal para humillar más a la joven enfermera.

-¡SI!… ¡SI TE OBEDECERÉ COMO UNA PERRA…!-

-TE OBEDECERÉ COMO UNA PERRA ¡¿QUE?!-

-¡TE OBEDECERÉ COMO UNA PERRA…!... ¡AMO!-contestó Candy avergonzándose mientras las palabras salían de su boca.

-Así me gusta.-dice Neal al tiempo que deja caer el cinturón al suelo. Estaba muy cansado… muy cansado. Pero no satisfecho. El había acudido al hospital con la idea de follarse nuevamente a Candy, de satisfacer con ella sus más oscuras fantasías y no esta dispuesto a marcharse sin haberlo conseguido. Esos pensamientos hicieron que su verga, ya erecta por la excitación que le produjo propinarle a su Puta esa azotaina se endureciera todavía más.

Jadeando como un perro hambriento Neal se acercó a la cama y desato los tobillos de Candy, sin que esta hiciera el menor intento por cerrar las piernas o levantarse, lleno de un morboso placer contemplo el bello cuerpo cubierto por una capa de sudor a causa del tormento recibido. Pero para ese momento ya no deseaba perder tiempo en contemplaciones y, sin la menos consideración, tomo en su mano la cabellera dorada y tiro de ella haciendo caer a la chica de la cama y quedar de rodillas frente a él.

-Noooo… Por favor...más no...no me pegues mas...yo...yo... te obedeceré…Lo juro....por favor...snif…-gimió Candy implorando piedad con sus bellos ojos verdes. Neal observo el rostro lastimero de su víctima. Sus ojos hinchados, su rostro enrojecido por la vergüenza y el dolor, todo eso le excitaba hasta el delirio. Al fin de daba el gusto de ver a Candy de rodillas ante él, como debía haber sido siempre. En ese momento una idea paso por su mente, algo que había escuchado en una obscena platica con sus amigotes y que estaba ansioso por experimentar.

-Tranquila.-le dijo a Candy con una voz suave, casi amigable.-Si te portas bien no te castigare más. Pero si me haces enojar…-

-No lo haré… Lo prometo.-dijo la joven temblando de miedo.

-Abre la boca.-ordeno Neal sin más preámbulos. Aturdida como estaba Candy obedeció la orden que le había dado. Neal sonrió complacido, pero precautoriamente coloco sus manos a ambos lados del rostro femenino, presionando con sus dedos sobre las mejillas de Candy, para obligarla a abrir más la boca y mantenerla así. En ese momento la joven comprendió las negras intenciones del heredero de los Legan é instintivamente trato de alejarse de él.

-Nnnnnooooo…. Por favor…. Eso noooo.-suplico la joven enfermera.

-No me hagas enojar.-le advirtió Neal con tono amenazante, dispuesto a hundir su verga en la boca de su víctima. Aunque no sin antes tomar una última precaución.-Recuérdalo bien. Si algo me pasa "mi socio" se encargara de distribuir las fotos que te tome. Empezando por tu querida señorita Pony.-Candy entonces se quedo quieta, despojada de toda esperanza, mirando como el miembro de Neal se acerca más y más a su rostro.

-Aaaaahhhhggggg.-gimió la joven aún tratando de voltear el rostro. Pero las manos de Neal la mantienen inmóvil, con la boca abierta, lista para acoger entre sus labios rojos la jugosa verga que palpita ansiosa de cobijo. Candy cerró los ojos de nuevo en cuanto sintió el contacto de la roja cabeza contra sus labios, negándose a aceptar la deshonra que estaba a punto de sufrir.

-Nnggggggghhhhhh.-fue su último gemido antes de que el grueso y babeante falo se abriera paso entre sus labios. Candy sintió de inmediato en su paladar el sabor salado del líquido seminal que cubre el miembro erecto de su verdugo. El rechazo sexual, físico y moral fue inmediato y su lengua comenzó a frotarse contra aquel intruso tratando de expulsarlo de sus dominios. Pero para su desgracia lo único que consiguió fue darle un placentero masaje al invasor.

-Aaaahhhhhh… ¡Delicioso!...-gimió Neal al sentir el calor y la humedad de la boca de Candy, por no mencionar el roce de la lengua femenina sobre el tronco de su verga. Poco le importo que su esclava mantuviera los ojos cerrados, negándose a mirar como su miembro penetraba implacable en su cavidad bucal. El heredero de los Legan dejo que una de sus manos resbalara hasta la nuca de su presa para así poder empujar más su miembro dentro de la boca femenina. Disfrutando el contacto de su roja cabezota contra el paladar de su víctima, hasta que al fin logra penetrar hasta la dilatada garganta y explorarla a placer.

-Gggghhhhhh…Gggghhhhhhh…-gimió ahogadamente la joven enfermera al sentir como la verga de Neal empuja contra las paredes de su garganta. Desesperada continuó forcejeando con su lengua para sacarse esa pieza de carne de la boca. Mientras que su verdugo goza cada vez que siente el roce de la campañilla aplastándose bajo el empuje de su miembro.

-Aaaaaahhhh… si… Así… lo haces bien Puta… lo haces bien…-le dice loco de placer, al tiempo que empuja su falo para hacerlo resbalar más dentro de la boca de Candy, hasta que al fin se hunde hasta lo más profundo de su garganta, enmudeciéndola, amagandola y casi asfixiándola. Desesperada Candy no tuvo más remedio que relajar los músculos de su faringe para poder jalar un poco de aire hasta sus pulmones, superando así la obstrucción que significa la verga de Neal entrando y saliendo de su garganta. Pero aún así la cantidad de oxigeno que logra conseguir es poca y paulatinamente sintió como su cuerpo se va desmadejando al tiempo que su mente se nublaba acercándose al desmayo.

Mientras tanto, Neal se entrego completamente a su propio placer y comenzó a mover su cadera hacia delante y hacia atrás para follarse a la joven por la boca, disfrutando la sensación de poder que le provoca saber que ha desflorado otra vez el cuerpo de Candy.

-Así… Así…-gritaba el cruel aristócrata fuera de si, al tiempo que tomaba la cabeza de Candy entre sus manos para ensartar una y otra vez su miembro en la dulce garganta de la enfermera rubia. La cual poco a poco dejó de luchar contra la violación de su boca. Por fin después de varios minutos, la joven enfermera sintió como la cabeza del falo se agranda y presiona contra las paredes de su garganta y ella, por instinto, supo lo que se avecinaba.

-¡Aaaaaaahhhhhhhh!-grita salvajemente su verdugo al sentir como sus testículos se endurecían al máximo, antes de lanzar su contenido en una fuerte ráfaga que va a dar directamente a la garganta de su víctima, quien a pesar del asco y el rechazo que siente en ese momento no puede hacer otra cosa sino tragar todo lo que puede para seguir respirando, pero el volumen de la venida es tal que una buena parte del semen escurre por la comisura de los labios femeninos.

-Buena chica.-dijo Neal burlonamente mientras sacaba por fin su verga de los labios rojos de la humillada Candy. Quién de inmediato comenzó a toser para despejar sus vías respiratorias.

-¡Cof!... ¡Cof!.... ¡Cof!-el pecho de la joven se expandió del todo lo posible para recibir la mayor cantidad del aire que necesita. Mientras tanto Neal dejó que las últimas gotas de su semen caigas sobre los hermosos senos de su esclava, como un animal marcando su territorio. Luego, en un supremo acto de desprecio, el joven empujo a su víctima con su pie para apartarla de su lado. Candy no pudo hacer nada, pues apenas estaba recuperándose de los efectos de la asfixia, quedando tirada en el suelo como una muñeca rota.

Orgullosamente Neal Legan pasó por encima de su víctima y, sin la menor preocupación, comenzó a vestirse. En poco tiempo recupero su aspecto de "respetable caballero" y se dispuso a abandonar el cuarto como si nada hubiera pasado. Sin embargo, antes de salir, regreso al lado de Candy y le desato las muñecas en un acto de insidiosa "benevolencia".

-No dirás que tu amo no te quiere.-le dijo al tiempo que se inclinaba para besarla en la boca sin el menor recato, explorando a placer ese recinto que tanto gozo le había proporcionado. Candy lo dejo hacer a su antojo, estaba demasiado débil y humillada como para oponerse. Cuando se separaron Neal se acerco al rincón donde había ido a parar la ropa de su esclava para tomar el brassiere y el calzón largo de algodón de la chica rubia para luego guardarlos en su bolsillo antes de salir.

Candy se quedo tirada en el suelo, casi inconsciente, preguntándose hasta cuando tendría que soportar las perversas maquinaciones de ese depravado que ahora se había apoderado de su vida. Su único consuelo fue llorar… llorar hasta que sus ojos se quedaron secos.

CONTINUARA….

AUTOR: "CrocCruac"