Un ángel en el infierno (1)

¿Creiste que Candy tendría un final feliz? Piensalo de nuevo.

"Un ángel en el infierno 1"

Para quienes no conocen la serie les mando esta imagen y una ficha biográfica de nuestra heroína Candy White Andrew. Nació en Mayo de 1898(Su signo es Tauro), en Chicago. Pero fue encontrada en la puerta de "Casa Pony" por Sor María. Dueña de un carácter excepcional alegre, animosa y muy traviesa. Su mejor amiga de la infancia fue Annie, hasta que fue adoptada por los Britter y dejo sin contacto a Candy. Sus dolores de cabeza son los hermanos Eliza y Neal Legan, hijos de la familia que la adopto como dama de compañía. Su primer amor el príncipe de la Colina, después Anthony Andrew y luego Ferry Grandchester, hijo de un noble británico. Sus mejores amigos los conoce en casa Andrew; Stear y Archie Cornwell. Candy es adoptada por el Tío Abuelo William , cabeza de la familia Andrew, por un corto tiempo es feliz en esa casa, hasta la muerte de Anthony, de quien llego a enamorarse. Luego es mandada al colegio St. Paul en Inglaterra, aquí conoce a Terry y a la sería su mejor amiga Paty. Luego de un tiempo en el colegio y por culpa de Eliza. Candy regresa a America y estudia para ser enfermera, entrando a trabajar después en el hospital general de Chicago. Después perdió a su novio Terri ya que este quedo en deuda de vida con una chica llamada Susana y fue despedida de su trabajo por petición directa de la Señora Legan. Quien se oponía a las intenciones de su hijo para cortejarla. Luego cambio de idea y trato de acordar un matrimonio por conveniencia, pero entonces el misterioso tío-abuelo, que resulto ser su amigo Albert, a quien ella creía un vagabundo, se presento para impedir la boda.

Prólogo.

Aquel día se recordaría como uno de los más felices en la historia del orfanato conocido como "El Hogar de Pony". Ya que sus habitantes estaban llenos de alegría y paz, celebrando una fiesta en honor a una de las personas más exitosas que de ahí habían salido. Candice White Andrew, la joven pecosa quien en compañía de todos sus amigos y los chicos del hogar festejaba su regreso al lugar de su crianza, así como el haberse liberado de su compromiso arreglado con un chico al que consideraba su peor enemigo. Pero si en aquel lugar todo era armonía, lejos de ahí, en la mansión de la familia Legan reinaban la furia y los deseos de venganza.

Neal Legan acababa de recibir la noticia de que su solicitud para casarse con Candy había sido rechazada tajantemente por el misterioso tío-abuelo William, jefe indiscutible del aristocrático clan Andrew, quien además le manifestaba su deseo de que jamás se volviera a hablar de aquel asunto.

-¡Esa maldita recogida!-vociferaba furiosamente mientras bebía copa tras copa de licor en el estudio de la mansión. Intuyendo que había sido la propia Candy quien había hablado con el tío-abuelo para anular su "compromiso". Junto a él su hermana Elisa lo miraba con una mezcla de lastima y asco, pues Neal lucia realmente patético emborrachándose por aquel despecho.

-Olvídala de una vez.-le dijo al fin, incapaz de continuar viéndolo beber como cualquier pobre diablo.

-¡¿Cómo puedes pedirme eso?!-le replico él mientras se servía otro trago.-¡¿Acaso no comprendes que esa sirvienta me ha puesto en ridículo frente a todas nuestras amistades?! ¡Se ha dado el lujo de rechazarme a mí! ¡A NEAL LEGAN!-

-¡TU SOLO TE PUSISTE EN RIDÍCULO AL PEDIR LA MANO DE ESA TREPADORA!-le grito Elisa fuera de sí.-¡ACTUASTE COMO UN IDIOTA, TE DEJASTE ENGATUSAR POR ESA CUALQUIERA Y AHORA LLORAS POR ELLA COMO UN PELELE!-Neal no pudo contestarle a su hermana, era la primera vez que ella le hablaba de esa manera tan cruda y devastadora. Elisa tuvo que hacer un esfuerzo para controlar sus nervios. Aún tenía algo más que decirle a su hermano.

-Hay algo que debes saber.-le anunció Elisa con el rostro contraído en una mueca de rabia contenida.-Ayer vi cuando Candy regreso a casa de los Andrew en compañía de George (secretario particular del tío-abuelo William), naturalmente los seguí y alcance a escuchar que esa campesina iba a reunirse con el tío abuelo en persona.-

-¿El Tío-abuelo? ¿Aquí?-pregunto Neal sorprendido, olvidándose un momento de su intensa rabia y frustración.

-Yo misma estaba sorprendida. Pero lo peor ocurrió poco después de que Candy entrara a la mansión acompañada de George. Pues no tardo en salir acompañada nada menos que de ese tal Albert, el vagabundo que vivía con ella en ese miserable apartamento.-

-¿Qué quieres decir con eso?-pregunto Neal con el rostro pálido, sin atreverse a suponer siquiera los que aquello podía significar.

-Que el tío-abuelo y ese tal Albert son la misma persona.-el joven aristócrata se dejo caer sobre uno de los sillones, como si un puño invisible lo hubiera golpeado en pleno rostro.

-¡No es posible!-dijo incrédulo.

-Pero es verdad. Yo misma le pregunte a la tía Elroy y ella confirmo mis sospechas. Parece que desde hace años el tío-abuelo se la ha pasado vagando por todas partes, no se porque, pero mañana mismo tomara posesión como la nueva cabeza del clan Andrew. ¿Entiendes lo que eso significa?-Elisa tenía los puños apretados por la rabia que le corría por todo el cuerpo. En ese momento odiaba a Candy más que nunca, pero era demasiado astuta como para dejar que eso la empujara a hacer alguna tontería. Solo esperaba que su hermano lo entendiera.

-A partir de mañana meterse con Candy será igual que jalar a un tigre por la cola. Ese tipo puede destruir a nuestra familia con solo mover un dedo. ¡Que no se te olvide Neal!-

-¿Entonces que puedo hacer para cobrarme esta afenta?-

-Nada.-sentenció la joven mientras se encaminaba a la salida del cuarto.-Candy esta fuera de tu alcance para siempre y será mejor que dejes las cosas como están. A menos que quieras arruinarnos la vida a todos los Legan.-sin decir más la joven se marcho cerrando la puerta de un sonoro golpe. Al quedarse solo Neal sintió que la desesperación se apoderaba se su ser. Se sentía como un perro que debe renunciar a un hueso por temor a otro perro más grande.

Por primera vez experimentaba la impotencia, el amargo sabor se la derrota total, sabía que aquel matrimonio arreglado había sido su última oportunidad para quedarse con Candy solo para él. Pero a pesar de sus temores y de las advertencias de su hermana la imagen de la joven enfermera, con su cuerpo esbelto y bien formado, con su cabello rubio y sus ojos verdes le atraía más que nunca. Sin poderse contener tomo otra copa y la lleno hasta los bordes. Pero no bebió. En su mente desfilaron los rostros de sus amigos, de las chicas con que solía salir de paseo, mirándolo con una cruel mezcla de lastima y burla.

Pero sobre todo veía los rostros de Archi, de Annie, el de ese tal Albert y más que ningún otro el de la propia Candy riéndose de él, burlándose de su desgracia, humillándolo como a un gusano al que podían aplastas cuando quisiera.

De pronto sus dedos se cerraron con tal fuerza en torno a la copa de licor que esta termino por hacerse pedazos en su mano. Sorprendido, sintió como los fragmentos de cristal desgarraban su piel, provocándole un dolor intenso y ardiente. Si aquel incidente hubiera ocurrido esa mañana, Neal hubiera salido corriendo y gritando en busca de su madre. En cambio ahora se quedo quieto, admirando morbosamente como su sangre resbalaba por entre sus dedos hasta caer al suelo en gruesas gotas carmesí.

Lentamente abrió la mano y contemplo su herida. Una gran mancha roja sobre la palma de su mano, luego volvió a cerrar el puño con fuerza y dejo que el dolor lo sacudiera de nuevo. Poco a poco fue brotando de sus labios una risita maliciosa que fue aumentando de nivel hasta volverse una estruendosa carcajada que pareció sacudir las paredes de su habitación. Al fin levanto su mano herida hacia el cielo, como si retara a todo y a todos, mientras gritaba con una voz descompuesta por la rabia o… ¿la locura?

-¡¿DEJARLO COMO ESTA?!... ¡JAJAJAJAJAJAJA!...¡NO LO CREO...! ¡JAJAJAJAJAJAJAJA!-

Cap 1 "Asechada"

Chicago un año después:

-Es tu turno.-le dijo Geraldine, una de las enfermeras del hospital General de Chicago, a su compañera de guardia nocturna. Refiriéndose a la ronda que debían hacer cada hora por los largos y solitarios pasillos de nosocomio. A su lado estaba una chica de 18 años, alta y de cabello rubio y ensortijado.

-Esta bien.-le dijo la chica levantándose de su lugar.-Volveré pronto.-sin decir más Candy White Andrew tomo la lámpara de noche y salio de la recepción a hacer la ronda de las 4:30am. Mientras caminaba por los pasillos para velar el sueño de los pacientes, la joven comenzó a meditar sobre lo mucho que su vida había cambiado en tan solo unos meses.

Ahí estaba ella, de vuelta en el hospital de donde había sido despedida sin ninguna razón, salvo el capricho de la Señora Legan quien la acusaba de sonsacar a su hijo Neal. Después de eso Albert, ya como cabeza del clan Andrew, le había ofrecido hablar con su el director del hospital, el Dr. Lenar, para asegurarle que su institución no corría ningún "peligro" si la reinstalaba en su trabajo. Al principio ella no había aceptado, pues estaba acostumbrada a salir por si misma de sus problemas y además se sentía en deuda con el Dr. Martin por haberla acogido en su pequeña clínica. Sin embargo, todo había cambiado aquella tarde cuando, al salir de su nuevo trabajo, se encontró al Dr. Lenar esperándola para hablar con ella.

-Seguramente Albert se lo pidió.-pensó molesta con su tutor y amigo.

-Se equivoca.-le dijo el medico como si adivinara las cosas que la pasaban por su mente en ese momento.-El señor Albert no sabe que he venido a verla. Estoy aquí porque me pesa haber sido cómplice en ese nefasto complot contra usted.-

-Dr. Lenar…-

-Por favor déjeme terminar.-le interrumpió el medico tratando de dominar sus emociones.-Mi conducta fue imperdonable, no importa cuales hayan sido las circunstancias, usted es una magnifica enfermera y no se merecía algo así. Es por eso que he venido personalmente a reparar mi falta. Candy estoy dispuesto a reinstalarla en el hospital, no porque sea miembro de la familia Andrew, sino porque usted se lo merece.-

-Yo… no se que decir.-

-Píenselo por favor. Desde luego no debe esperar ningún privilegio especial. Será tratada como todas las demás enfermeras y su permanencia en el hospital dependerá exclusivamente de su trabajo.-al día siguiente Candy le comento lo ocurrido al Dr. Martin y este le alentó para aceptar la oferta de su colega.

-En este momento, con la guerra y todo eso, haces más falta allá que aquí. Así que no te preocupes por mí y vuelve al hospital. Te lo mereces.-Candy lo pensó un par de días más y al fin se decidió a volver al hospital. Aunque prometiéndose a si misma visitar al Dr. Martin cada vez que tuviera oportunidad.

-Mentiría si dijera que no me gusta estar aquí. Pero me preocupa lo que será del Dr. Martin ahora que esta solo.-pensó mientras seguía con su ronda. Para alejar las preocupaciones Candy se concentro en las buenas noticias que había tenido de sus amigos últimamente. Archie estaba estudiando en una prestigiada universidad la carrera de abogado. Preparándose para ocupar un lugar en las altas esferas directivas en el imperio Andrew.

Por su parte Annie había alcanzado la excelencia y ahora era toda una dama de la alta sociedad, donde destacaba por su belleza refinada y modales exquisitos. A Tal grado que Archie casi se había visto obligado a formalizar su compromiso para alejar de ella a toda una pléyade de jóvenes pretendientes que la asediaban como moscas a la miel.

Sobre Albert también había buenas noticias ya que después de haber tomado posesión de su cargo al frente de las poderosas empresas de los Andrew estas alcanzaron un nivel aún más alto dentro de la economía del país. Por desgracia eso le obligaba a pasar día tras día ocupado en juntas y viajes de negocios; siempre rodeado de abogados y contadores que lo abrumaban con toda clase de cosas relacionadas con los negocios, lo cual no dejaba de importunarlo.

De hecho, a pesar de todos sus esfuerzos, no se habían vuelto a ver desde la fiesta en el hogar de Pony cuando Albert se revelo ante su protegida como el misterioso "príncipe de la colina". Aquel hecho entristecía mucho a Candy, pero había terminado por aceptar que su amigo debía cumplir con sus deberes como cabeza del poderoso emporio Andrew.

Por otra parte, a pesar suyo, también había tenido noticias sobre la familia Legan, gracias a los chismes sociales que sus compañeras de trabajo solían comentar entre si a la hora del descanso. Según decían, Elisa se había vuelto una figura reconocida en todas las fiestas y eventos relacionados con la alta sociedad de Chicago. Destacando por su figura lata y bien formada, sin olvidar esos ojos maliciosos é incitantes y una provocativa sonrisa, que había aprendido a usar para seducir a los hombres é inducirlos a cumplir sus caprichos. También se rumoraba sobre su próximo compromiso con el hijo de un prominente banquero.

En cuanto a su "ex -pretendiente" Neal Legan, este perecía haber desaparecido de la faz de la tierra. Los rumores indicaban que, después de su fallido compromiso, se había recluido como un ermitaño en alguna propiedad apartada de su familia. O bien que se encontraba de viaje con algunos "amigos" en alguna tierra lejana. Lo cierto es que solo había aparecido en público un par de veces desde entonces, en la reunión anual de los Legan y en la inauguración de una nueva empresa de su propiedad. En todo caso, su suerte era algo por lo que Candy difícilmente perdería el sueño.

-Que noche más tranquila.-pensó al llegar al final de su recorrido sin haber encontrado nada anormal. Con pasos firmes emprendió el regreso a la recepción una vez cumplida su tarea. De pronto algo llamo su atención, una sombra moviéndose sigilosamente por el pasillo. La joven enfermera no se alarmo pues sabía que algunos pacientes, sobre todo los niños, eran proclives a "escaparse" de sus cuartos para juguetear por los pasillos del hospital.

-Hola.-dijo levantado un poco la voz.-¿Necesita algo? ¿Esta bien?-sus palabras no tuvieron más respuesta que un helado silencio.-Hola.-repitió mientras escudriñaba el pasillo con la luz de su lámpara. Pero al final no pudo encontrar a nadie.

-¿Pasa algo Candy?- la joven rubia pudo ver a su compañera de guardia asomándose por encima del mostrador de la recepción, seguramente atraída por el sonido de su voz.

-Me pareció ver a alguien en el pasillo.-le respondió Candy lanzando una última mirada por los alrededores.

-¿Crees que sea algún paciente?-le interrogo Geraldine preocupada de que algo malo pudiera pasar en su turno.

-No estoy segura.-dijo Candy mientras caminaba el último tramo que la separaba de la recepción.-Tal vez me confundí.-

-Seguramente eso fue.-concluyo Geraldine regresando a su asiento.-Estas guardias son tal agotadoras que cualquiera imagina cosas.-la joven rubia no estaba segura de que todo fuera producto de su imaginación. Pero faltando solo una hora para que terminara su turno decidió dejarlo todo como estaba.

Al fin el reloj marco las 6:00 de la mañana y ambas chicas fueron relevadas de su cargo. Candy fue de inmediato al cuarto de enfermeras para cambiarse de ropa y marcharse a su casa. Pero cuando se acerco a su casillero encontró un sobre pegado en la puerta. Por un momento la joven pensó que sería algún mensaje interno, tal vez una orden o algo por el estilo. Sin embargo, al abrir el sobre se encontró con un mensaje muy diferente.

-"Eres mía puta."-era todo lo que decía. Candy miro a ambos lados pero no había nadie en el cuarto de enfermeras. Incluso se asomo al pasillo pero tampoco vio a nadie que pudiera haber dejado aquella nota. La joven enfermera quedo desconcertada, incluso leyó varias veces aquella misiva antes de dar crédito a lo que decía. Al fin rompió el papel en mil pedazos y lo arrojo a la basura.

Indignada la joven enfermera se cambio de ropa lo más rápido que pudo para marcharse a su casa. Hasta ese día nadie, ni los rudos vaqueros y mineros que había conocido en su vida se habían dirigido a ella con semejantes palabras. Aunque también era cierto que en el último año la belleza de Candy había madurado transformando a la niña en una hermosa mujer que atraía la atención de más de un hombre. Su figura era perfecta, una elegante mezcla de suaves y voluptuosas curvas, resaltando sus pechos llenos y firmes, así como sus bien delineadas caderas. Sus días de trepar árboles había quedado en el pasado, pero gracias a ellos la joven contaba con unas piernas y brazos delicadamente musculosos. Su rostro aún poseía una piel blanca y lozana, sus ojos verdes eran ahora más brillantes y hermosos que nunca. Las pecas en su nariz le daban un aspecto gracioso a su rostro de rasgos delicados, por no mencionar su franca sonrisa que infundía confianza a sus pacientes.

Curiosamente Candy nunca había reparado en su propia belleza, acaso ocupada en cosas más importantes como salvar vidas humanas, por eso mismo aquel extraño mensaje la había tomado totalmente por sorpresa. De pronto se sintió vulnerable, amenazada por un peligro desconocido que la asechaba desde las sombras. Cuando termino de cambiarse de ropa, la joven salió del hospital y camino hacia su casa. Que seguía siendo el modesto departamento del señor Thomas, pues a pesar de los intentos de Albert por convencerla de mudarse a un lugar más "cómodo" ella gustaba de sentirse independiente y libre de ataduras sociales.

Normalmente ella disfrutaba el recorrido como si se tratara de un paseo vespertino. Sin embargo, ahora se sentía muy nerviosa, por momentos tenía la impresión de que alguien la seguía, varias veces miro sobre su hombro y fijo su atención en los demás transeúntes. De pronto todos parecían mirarla disimuladamente. Incluso dio un inusual rodeo por las calles más transitadas para llegar a su departamento.

-Buenos días Candy.-le saludo el señor Thomas al verla entrar apresuradamente.

-Buenos días.-le respondió la joven atropelladamente antes de subir las escaleras a toda prisa y encerrarse en su cuarto. El viejo la miro extrañado, pero al final siguió ocupándose de sus asuntos. Sola en su cuarto Candy se dio un buen baño y se preparo algo de comer, el estar a salvo en su casa le hizo reconsiderar su aptitud, de pronto se sentía avergonzada por estar tan asustada como una niña pequeña. Después de todo, ella estaba acostumbrada a enfrentar lo que fuera, y si alguien quería propasarse tendría que probar sus bien afilados dientes. Además, lo más seguro es que aquello fuera una broma pesada por parte de alguna persona ociosa. Con eso en mente Candy decidió olvidar el asunto y ocuparse de cosas más importantes, como estudiar sus notas sobre el nuevo tratamiento para las heridas de guerra que les estaban enseñando en el hospital.

De ese modo la joven alejo de su cabeza cualquier temor y al cabo de unas horas se recostó a dormir para descasar de su jornada. Al día siguiente la joven enfermera se presento a su trabajo tan animosa como siempre. Pero su confianza se esfumo al ver que había otra nota pegada a la puerta de su guardarropa. Lentamente abrió el mensaje y leyó su contenido.

-"Cada día estoy más cerca de ti puta".-Candy dejo caer la hoja de papel y miro en todas direcciones, asustada, esperando ver aparecer en cualquier momento al responsable de aquel ultraje. Pero no había nadie más que ella en el vestidor. Esta vez Candy sintió la imperiosa necesidad de hablar con alguien sobre el incidente y, después de mucho pensarlo, decidió hacerlo con el Dr. Rotson, el jefe de cirujanos y uno de sus amigos más queridos. El medico se mostró indignado cuando la joven enfermera le mostró aquella nota insultante.

-¡Esto en inadmisible!-exclamo después de leer aquella única línea.-¡¿Cómo es posible que alguien entrara al hospital para hacer algo así, y sin que nadie lo haya visto?!-

-¿Qué cree que daba hacer doctor Rotson?-pregunto Candy ansiosa por encontrar una solución a su extraño problema.

-¿Cómo? ¿Pero es que no le has informado de esto al director?-le interrogo incrédulo el viejo cirujano.-Incluso deberías ir a la policía.-

-No.-exclamo Candy moviendo la cabeza de un lado a otro.-Se imagina lo que pasara si el Dr. Lenar se entera. No quiero provocar un escándalo cuando hace apenas unos meses que volvieron a contratarme.-

-Te comprendo.-dijo el Dr. Rotson con el seño fruncido, sabía bien que su colega el director antepondría la "buena imagen" del hospital antes que la seguridad de la joven enfermera. No. Definitivamente el Dr. Lenar no les brindaría mucho apoyo, incluso podía optar por "cortar por lo sano" despidiendo a Candy de nuevo.

-Tengo una idea.-dijo al fin tratando de no mostrarse derrotado.-Hablare con el director y me quejare sobre las visitas.-

-¿De que servirá eso?-pregunto Candy sin comprender.

-Le pediré que ponga más seguridad en las entradas. Estoy seguro de que aceptara. Así no volverán a molestarte, por el momento al menos.-

-Es una buena idea Dr. Rotson.-dijo la joven no muy convencida. El resto de la jornada fue normal, de hecho lo único relevante fue una emergencia que Candy tuvo que atender casi al finalizar su turno, había habido un incendio y varios de los heridos más graves llegaron al hospital general de Chicago. Por lo que las enfermeras de turno no pudieron retirarse sino hasta bien entrada la noche, cerca de las 10:00pm.

Aquel incidente había hecho que Candy se olvidara casi totalmente de los insanos mensajes que le preocupaban. Así se cambió de ropa y se despidió de las chicas que tenían turno aquella noche. Su único deseo era llegar a su casa a descansar. Las calles de la ciudad estaban casi desiertas, excepto por algunos cocheros que esperaban a la salida de clubes o teatros de revista, pero Candy pronto dejo atrás esa zona y empezó a andar por calles más solitarias. Normalmente la soledad de las calles no le inquietaba, pero cuando escucho los cascos de un caballo que caminaba detrás de ella el recuerdo de las notas la hizo saltar hacia la pared.

En efecto, por la calle se acercaba lentamente un carruaje tirado por un viejo caballo negro. Candy hizo un esfuerzo por mantener la compostura y continuó su camino, atenta al ritmo de los cascos, lista para correr si era necesario. Pero el carruaje no acelero en ningún momento su velocidad y al final, cuando ella doblo en una esquina, la joven pudo verlo claramente mientras seguía por la misma calle para luego desaparecer en la lejanía. Al quedarse sola en la calle Candy no pudo evitar mirar a ambos lados, como si tuviera la seguridad de que alguien la miraba desde las sombras, pero no vio nada más que algunos papeles danzando con el viento.

-Tienes que clamarte.-se dijo a si misma mientras reanudaba su marcha, así fue pasando las calles una a una hasta que al fin logro llegar frente a la casa del señor Tomas. Sin perder un instante corrió hasta la puerta y comenzó a buscar las llaves en su bolso. En ese momento sintió claramente que alguien estaba detrás de ella. Pero no quiso volver la cara, en lugar de eso se apuro a encontrar sus llaves, aquella búsqueda difícilmente duro más de unos segundos pero a ella le pareció una eternidad, por fin logro su cometido y abriendo la puerta salto al interior.

Una vez adentro cerro la puerta de un golpe y retrocedió, esperando que en cualquier momento algo comenzara a golpear la superficie de madera, hasta hacerla astillas, pero nada paso. De pronto una mano grande y masculina se poso sobre su hombro.

-¡Aaaaaaaayyyyyyyyy!.-grito volviéndose de prisa.

-¡¿Pero que te pasa Candy?!-grito a su vez el señor Thomas, su casero, asustado por la reacción de su inquilina. La joven enfermera no supo que responder, de pronto se sentía tan estúpida.

-Lo siento.-dijo con el rostro ruboroso.-Es que me asusto señor Thomas.-

-¿Qué yo te asuste?-exclamo el viejo disgustado.-¡Pero si fuiste tu la que casi me provoca un ataque!-

-Lo siento.-volvió a decir Candy avergonzada de su conducta. Poco después la joven entro a su departamento, de nuevo se sentía a salvo y procedió a entrar a su cuarto para quitarse la ropa y entrar a darse un baño. Mientras el agua caliente corría por su cuerpo, Candy meditaba sobre los extraños anónimos que había estado recibiendo. Tal vez debía dar parte a la policía o por lo menos pedirle a Albert que contratara a un detective para averiguar si todo era una broma pesada o si había un peligro real detrás de toda esa situación.

-Mañana tratare de habla con Albert.-decidió al final, segura de que tutor y amigo actuaría más discretamente que la policía. Al salir del baño Candy se seco el cuerpo con una toalla y se puso su ropa interior, un sostén y unas bragas largas propias de la época. Al final se echo encima una pesado camisón de dormir de color blanco, adornada con holanes. Su cabello rubio y ensortijado se desparramaba como una cascada de oro sobre su espalda y ella sacudió un poco la cabeza para secarlo al aire. Finalmente se acerco hasta su armario para sacar una bata é ir a la cocina a prepararse algo de cenar.

Con toda calma la joven enfermera abrió la puerta y comenzó a buscar una bata entre la ropa colgada en la percha. De pronto su sexto sentido le aviso que algo estaba mal, pero antes de que pudiera advertir lo que era una voz ronca y amenazante que parecía más salida del propio infierno que de un armario.

-Hola puta.-la voz aún sonaba en el aire cuando la joven enfermera pudo distinguir claramente la silueta de un hombre agazapado en un extremo del armario. Mirándola con unos ojos llenos de insanos deseos.

-¡¡NOOOOOOO!!... ¡¡ALÉJESE DE MÍ!!... ¡¡AUXILIO!...-grito Candy al tiempo que intentaba correr hacia la puerta de su habitación para escapar de aquel inesperado atacante. Pero el intruso reacciono rápidamente y se arrojo como una fiera hacia las piernas de la chica haciéndola caer pesadamente boca abajo. Candy se debatía salvajemente bajo su capto, pero este no solo era fuerte sino también muy hábil y con un movimiento rápido le coloco un pañuelo húmedo sobre el rostro. La chica fue presa del pánico, pues como enfermera reconoció de inmediato el aroma del cloroformo.

-¡¡Uuuummmmm!!... ¡¡Uuuuuuummmmm!!!.-por varios minutos Candy se resistió, negándose a respirar, pero sabía que era inútil, en aquella posición el intruso podía retenerla por tiempo indefinido, mientras que ella necesitaba aire desesperadamente a causa de soportar sobre su cuerpo el peso de su atacante. Angustiosamente la joven enfermera clavó sus uñas en la mano que sujeta el pañuelo sobre su rostro, pero su agresor se mostró dispuesto a soportar el dolor con tal de triunfar.

Candy luchaba por contener la respiración pero sus propios esfuerzos por liberarse lo hacían imposible. Finalmente su instinto de supervivencia la obligó a inhalar para evitar la asfixia. Al hacerlo el cloroformo golpeó con fuerza en su cerebro y de inmediato sintió como empezaba a perder la conciencia. Por un momento continuo resistiéndose a caer hacia esa horrible oscuridad, pero sabía que solo era cuestión de unos segundos, cada vez mas y mas el cloroformo entraba en su cuerpo, aletargándola, arrastrándole poco a poco hasta caer en un pozo oscuro, dejándola indefensa en manos de su misterioso agresor.

-Muuuuuu…. Muuuuuuu.-se quejó negándose a ser vencida, pero cada vez con menos fuerza. Sobre ella el intruso sintió como el hermoso cuerpo de su víctima se iba relajando hasta que al fin quedó inmóvil sobre el piso. Aún así aquel tipo no aflojo la presión de su mano sobre el rostro de la joven, asegurándose de que no es tratara de un truco por parte de su víctima.

-Ya eres mía. Solo mía.-le susurró al oído, aunque estaba seguro de que ella no podía escucharlo. Con todo cuidado el intruso se incorporo, contemplando triunfante el bello cuerpo de la joven tendida sobre el piso. Con todo cuidado la levantó entre sus brazos y la deposito casi amorosamente sobre la cama de la habitación. Hasta ahora todo había salido según sus planes, rápidamente giró para salir del cuarto pero se detuvo en el umbral de la puerta. Por un momento la tentación de poseer aquel cuerpo virginal lo hizo dudar, pero al final desistió, si tan solo quisiera eso no hubiera tenía que esperar tanto. No, su objetivo es más complejo, así que debía apresurarse para hacer todo lo que tenía planeado para esa noche, su gran noche.

Por largo rato el intruso se entrego a su labor, preparándolo todo, ajustando cada detalle. Había esperado mucho, su sangre parecía hervir cada vez que miraba a la beldad que le aguardaba tendida sobre la cama, pero logro hacer de ese deseo un aliciente en vez de una distracción. Por fin el trabajo estuvo terminado. Satisfecho contempló su obra por un momento, luego se aseguró de que las ventanas de la habitación estuvieran bien cerradas y al fin sacó de entre sus ropas un frasco de sales. -Es la hora.-se dijo a si mismo con una voz quebrada por la emoción.

-Ummmmm… Ummmmm.-gimió la joven enfermera cuando el penetrante olor de las sales hirió su nariz, trayéndola de regreso a la realidad. Lentamente fue recobrando la conciencia, pero la pesadez en su cabeza la obligaba a permanecer recostada sobre su cama. De pronto Candy sintió que alguien la hacia girar sobre su lecho, dejándola boca abajo, para luego juntar sus manos y amarrarlas fuertemente con una delgada soga.

-Noooo… por favor…. Nooooo.-suplico en un tono apenas audible, cuando ella quisiera gritar con todas sus fuerzas. Su captor apretó sin piedad la cuerda entorno a sus muñecas, sin que le preocupara el cortar la circulación sanguínea o herir la piel de su victima, una vez satisfecho la obligo a recortarse de nuevo sobre su espalda.

Poco a poco las cosas se fueron aclarando en la mente de la joven enfermera, en parte a causa del dolor que le provocaba su incomoda situación, al principio solo pudo distinguir figuras confusas, pero al cabo de unos instantes logro identificar el sitio donde se encontraba y finalmente aprecio una silueta difusa que permanecía inmóvil frente a ella. Candy parpadeo repetidas veces para aclarar su visión, hasta que al fin su vista pudo enfoca lo suficiente como para reconocer a quien esta de pie junto a su cama.

-¡Neal!-exclamó con toda la fuerza que pudo. Asombrada de encontrarse de nuevo frente a su más odiado enemigo. El por su parte le sonrió satisfecho y se acercó más a ella.

-Hola "querida".-le dijo él con venenosa dulzura mientras tomaba asiento en el borde la cama.-¿Creíste que te había olvidado verdad? Qué el querido tío-abuelo me mantendría alejado de ti para siempre. ¿No es cierto?-

-¿Qué …me… has hecho?-le pregunto Candy con la mente aún confundida. Su voz sonaba descompuesta, de un modo similar al producido por la ebriedad, como consecuencia de la alta dosis de cloroformo que el joven aristócrata le había aplicado.

-Nada grave.-le respondió su captor con aire despreocupado.-Solo te aplique una buena dosis de anestesia. Pero no te preocupes, ya lo he hecho antes, así que no corres peligro. Aunque creo que no podrás moverte al menos por unas dos o tres horas.-Candy no sintió ningún alivio al escuchar la explicación de Neal. Se daba cuenta de que ahora estaba totalmente a su merced, sin siquiera poder gritar para pedir ayuda.

-¿Por qué?-pregunto la joven sin poder contener el llanto.

-¿Realmente no lo sabes?.-le dijo él sujetándola de los cabellos para levantarla y así poder verla directamente a los ojos.-¡Lo único que yo quería era que me dieras un poco de ese amor que derrochas en todo mundo! ¡Que me amaras como amaste a ese afeminado de Anthony o a ese actorcillo de segunda que es Terri! ¡Pero no! ¡Tenías que humillarme!. ¡Convertirme en el hazmerreír de toda la alta sociedad! ¡Pero ahora vas a pagar por todo eso! ¡A partir de hoy estarás bajo mi control y dejaras para siempre esos humos de mujer autosuficiente para convertirte en mi servil esclava! ¡Serás mansa y dócil como una perrita que solo sabe mover la cola ante su amo!-

-Jamás.-le desafió valientemente la joven tendida. El solo se rió al tiempo que acercaba más su rostro al de ella. En ese momento Candy supo que Niel iba a besarla y sintió un profundo asco, en toda su vida solo Terri había robado un beso de sus labios, pero eso había sido distinto pues ella lo amaba. En cambio ahora su boca iba a ser asaltada por el hombre más horrible que ella había conocido en toda su vida.

Motivada por la repugnancia y la desesperación Candy forcejeó tratando de liberar sus brazos para contener el acercamiento de su victimario. Pero sus fuerzas estaban en su nivel más bajo y solo logro que la cuerda se clavara cruelmente en su carne. Así que no pudo evitar que él colocara su pecho contra su cuerpo, y que sus manos le sujetaran la cabeza para obligarla a aceptar aquella sucia caricia.

-No debes rechazar las caricias de tu "señor".-le dijo mientras sus labios se iban acercando más y más a la dulce boca de Candy.

-Noooooo…. Muuuuuu…-murmuró la chica al tiempo que trataba de volver el rostro para escapar del beso sucio de Neal, pero este sujeto con fuerza su rostro y impidiéndole cualquier movimiento. Entonces ella no puede hacer otra cosa que cerrar la boca con todas sus fuerzas. Neall sintió el rechazo de la joven, pero eso lo excitó más y comenzó a lamer los labios rojos, deleitándose con su suavidad y calor. Se inició así un forcejeo entre ambos pero por más esfuerzos que hacía Neal no conseguía nada más que dejar los finos labios cubiertos de saliva.

Entonces decidió cambiar de táctica, lentamente colocó una de sus manos sobre el pecho de su víctima y sin pensarlo apretó con fuerza uno de sus senos. Candy se estremeció a causa del dolor pero aún así trató de resistir. De apretar más sus quijadas, pero los dedos de Neal se hundieron más en su carne aumentando el dolor hasta que la joven dejo escapar un quejido.

-Aayyyyyyy…-eso es todo lo que el necesita para meter la punta de su lengua en la boca de la joven, por un momento Candy sintió deseos de morderlo, pero Neal apretó con tal fuerza su pecho que el dolor la paralizo. Así el joven aristócrata ganó la primera batalla y su lengua comenzó a explorar la boca de su víctima, paseándose entre los blancos dientes y acariciando la lengua femenina que luchaba por sacar al intruso de su hogar. En ese momento Neal mandó su otra mano hacia las perfectas nalgas de la joven enfermera.

Candy sintió morir de vergüenza cuando aquella mano se posó sobre sus glúteos y comenzó a acariciarlos lascivamente. Ella nunca le habría permitido a ningún hombre tocarla de esa manera tan sucia y descarada, más ahora no podía hacer nada por impedir que su peor enemigo se diera gusto magreandola de ese modo.

-Muuuuuhhhhhnoooo.-trataba de gritar pero sus palabras sonaban como una cacofonía sin sentido. Por un instante se rindió a la idea de que estaba dominada y que por más que luchara todo sería inútil, pero luego se resistió, tenía que haber alguna forma de escapar… no era posible que algo así le estuviera pasando a ella. Pero la realidad le ofrecía pocas esperanzas, estaba indefensa, atada con fuerza mientras su boca seguía siendo mancillada por la lengua de su verdugo, su pecho estaba acalambrado por la cruel presión de aquellos dedos que lo oprimen como garfios de acero y sus nalgas continuaban siendo acariciadas y pellizcadas con brusquedad. Al fin el joven aristócrata apartó su boca de la suya y se levantó de la cama.

-Eres divina.-le dijo con una voz pastosa, entrecortada por la emoción.-Ahora, por fin, celebraremos "nuestra noche de bodas", tal como debió ser hace un año.-mientras hablaba el joven Legan comenzó a despojarse de su ropa, primero desajustó los botones de su camisa y la deposito sobre una silla cercana, luego se saco los tirantes, los pantalones y finalmente la ropa interior y los zapatos.

-Nooooo… nooooo.-logró decir Candy al tiempo que hacía un supremo esfuerzo por levantarse de la cama. Por un momento pereció que lo lograría, pues consiguió enderezarse sobre el colchón, pero ese simple movimiento la dejo exhausta y víctima de un fuerte mareo se dejo caer de nuevo sobre el lecho.

-Es inútil "querida".-le dijo Neal burlonamente, mientras se daba tiempo de colocar su ropa cuidadosamente sobre una silla cercana.-No importa cuanto lo intentes no podrás escapar. En ese estado no puedes ni bajarte de la cama.-

Impotente Candy comenzó a llorar, por primera vez en su vida se sentía totalmente indefensa y a merced de lo que Neal quiera hacer con ella. Sin poder hacer nada vio como su verdugo regresaba a su lado, solo que ahora lo hacía desnudo, mostrándose descaradamente ante sus ojos. Candy pudo ver que el chico esbelto y débil que ella había conocido ahora poseía un cuerpo bien delineado, atlético y fuerte, y una piel bronceada por el sol. Pero lo que más le impacto fue la visión del falo erecto del joven aristócrata, como enfermera ella conocía las diferencias entre hombres y mujeres, pero nunca había visto a un hombre en celo, nada la había preparado para ver de cerca el miembro hinchado y cubierto de venas palpitantes. Candy solo acertó a cerrar los ojos para no ver más.

Neal se fue acercando lentamente hasta la cama, saboreando el temor que provocaba en la joven enfermera, para luego tenderse delicadamente junto a ella. Su mano se extendió hasta los pliegues del camisón y con un enérgico tirón consiguió hacerlo jirones, dejando al descubierto las bien torneadas piernas de Candy.

-No lo hagas por favor.-le suplicó la joven como último recurso.-Te prometo que nunca diré nada de sobre esto. Pero por favor no me lastimes.-

-Lo siento "mi amor".-le respondió el joven aristócrata tomándola por el mentón.-Pero esta noche vas a ser mía. Y nada ni nadie lo va a impedir-sin decir más Neal se incorporo lo suficiente para sentarse a horcajadas sobre el cuerpo de Candy y sujetando el camisón entre sus manos lo rasgo con todas sus fuerzas. Los pechos blancos de la joven se bambolearon y quedaron ante los ojos hambrientos de Neal, este creyó volverse loco de dicha al saberse dueño de esos hermosos promontorios, no eran exageradamente grandes, más bien medianos pero su perfecta forma y armonía los hacía hermosos, coronados por rosadas areolas y delicados pezones.

Sin perder tiempo el joven aristócrata tomo un trozo del camisón que acababa de hacer tiras, retorciéndolo con fuerza entre sus manos para luego amordazar a su presa.

-Nooonngggmmmmmm!-fue el último sonido que pudo salir de la boca de Candy antes de que Neal colocara el trozo de tela sobre su boca. Desesperada la joven enfermera lucho con todas sus fuerzas por liberarse pero su captor había hecho un buen trabajo y la soga no cedió ni un poco. Por su parte Neal comenzó a besar el delicado cuello de su presa, pellizcando con sus dientes la delicada piel y trazando una línea con la punta de su lengua. Por un momento permanece así recorriendo cada palmo del delicado cuello femenino. Después lamió los oídos de la joven mientras le hablaba quedamente.

-Que bien sabes.-le dijo cada vez más excitado.-Tan dulce… tan pura… solo necesito domarte… y lo haré. Tú serás mía para siempre. No lo olvides.-Candy solo podía retorcerse mientras Neal continuaba recorriendo la piel de su cuello y de sus hombros para luego emprender el camino que lo llevaría hasta los bellos montes gemelos de su torso.

-¡Ummmmmgggggg!... ¡Ummmmggggg!...-gimió la joven al sentir como la lengua de su verdugo comenzaba a ascender por uno de sus pechos vírgenes, dejando un rastro de saliva húmeda y caliente, hasta llegar a la cima donde la punta de su lengua relame el rozado pezón que corana aquella cumbre.

-¡Aaahhhhhhhhhh!... ¡Que rico pezón tienes perra!-le dijo Neal mientras continuaba lamiendo los pechos de su víctima, sus manos estrujaban aquellas esferas casi con desesperación. Candy mantenía los ojos cerrados tratando de evadirse así de las tortuosas maquinaciones de Neal. Pero él no estaba dispuesto a darle ningún consuelo en su tormento y repentinamente clavo sus dientes en el pezón de Candy y tiro de el con tal fuerza que la joven sintió que su piel estaba por desgarrarse.

-¡Mmmmmuuuugggggg!.... ¡mmmuuggggg!-gimió la joven presa del dolor a causa de la mordida. La boca de Neal se engolosino con el manjar que ese pecho le ofrecía, succionando, mordiendo y chupando con fiereza, haciendo caso omiso a las sacudidas que sufría el cuerpo de Candy, señal inequívoca del dolor que experimentaba con aquella tortura. Pero eso no le importaba a su victimario en lo más mínimo, ya que paso varios minutos inmerso en su propio deleite y solo retiró su boca para contemplar la marca que sus dientes han dejado sobre la piel blanca. Acto seguido desliza su lengua con toda tranquilidad hacia el otro seno, trazando una línea recta entre ambos.

Candy no pudo hacer otra cosa más que gemir cuando la boca de Neal se apoderó de su segundo pecho, con igual violencia que antes, el dolor hizo que la joven enfermera arqueara su cuerpo cuando la cruel dentellada hirió su carne; haciéndola sentir cada vez más débil ante los embates de ese joven al que odia con todas sus fuerzas. Al fin el joven aristócrata se retiró un momento de su regazo para contemplar su obra, cada pezón lucía una escandalosa una marca roja, un chupeton, que se extendía sobre la piel blanca formando un grotesco "adorno" sobre el cuerpo de su presa. La visión excitó más aún a Neal, sobre todo al notar que la respiración de su víctima es había vuelto lenta, señal de que sus esfuerzos por rechazarlo la habían dejando sin fuerzas.

Una sonrisa cruel apareció en los labios de Neal al tiempo que mordía nuevamente uno de los adoloridos pezones de Candy.

-¡Aaaaagggggggg!... ¡Aaaaahhhhhhhh!-grito la joven enfermera al sentir otra vez sobre su cuerpo el contacto de aquellos dientes que parecían empeñados en desgarrarle la piel en tiras. De pronto aquella boca abandono sus pechos y comenzó a descender por su vientre, mordiendo y chupando cada palmo de su cuerpo, gozando con el dolor que eso provocaba en el cuerpo femenino. Solo cuando llega a la cintura de su víctima se detuvo por un momento, pues ahí la ropa íntima de la joven seguía siendo un obstáculo en su camino.

Por desgracia para Candy aquella era una barrera demasiado frágil. Neal solo tuvo que tomar la tela entre sus manos y tirar de ella con fuerza para que ropa de desgarrara, dejando al descubierto aquello que intentaba proteger. Ante sus ojos apareció el monte de Venus, oculto detrás de una fina cortina de doradas hebras. Candy volvió a cerrar los ojos para no ver la lujuria que su cuerpo desnudo despertaba en la mirada de su verdugo, quien se pasó la lengua por los labios como un perro hambriento.

-Ooohhhhh…. Candy… eres tan hermosa. Tal como lo imagine.-le dijo Neal mientras colocaba sus manos sobre los tersos muslos de la joven enfermera. Aquel contacto hizo que Candy reaccionara de nuevo y empezara a patalear desesperadamente, tratando de liberarse del destino que su captor había preparado para ella. Su defensa fue tan violenta que Neal temió que su víctima se hubiera recuperado del todo de su traicionero ataque. Pero tal y como lo había dicho al principio, estaba preparado para todo. Rápidamente estiro el brazo hacia la mesa de noche y tomo un pañuelo, debajo del cual se encontraba el maligno frasco de cloroformo, y sin perder un momento preparo una nueva dosis. Candy adivino las intenciones de su captor y trato desesperadamente de alejar su cara de la prenda empapada de anestésico.

Pero todo fue en vano y Neal volvió a cubrir su nariz con el pañuelo. Por segunda vez en una noche el cloroformo golpeo en su cerebro, despojándola abruptamente de la fuerza que había recobrando, aturdiendo su mente y amenazando con sumirla de nuevo en las tinieblas. Sin embargo, esta vez Neal no tenía intenciones de dejarla inconsciente así que retiro el pañuelo de su rostro en cuento percibió que el cuerpo de la joven rubia volvía a languidecer. De inmediato Candy tosió un poco y jalo aire desesperadamente por unos instantes para no desmayarse.

Neal aprovecho la oportunidad y casi sin esfuerzo logro separar las bien torneadas piernas de Candy, lanzándose de inmediato a recorriéndolas de igual manera que lo había hecho con el resto de su cuerpo, dejando marcas rojas a todo lo largo de aquellos muslos de alabastro. Finalmente, sonriendo como un niño perverso dejo que su lengua tocara los finos labios vaginales.

-Nnnnnnnngggggghhhhhhh.-gimió la joven al sentir que su atacante había llegado al fin hasta las puertas de su pureza. Neal detuvo su avance por un momento, disfrutando del temor que veía en los ojos de su víctima, que lejos parecían ahora los días cuando ella lo miraba desafiante é incluso altiva a pesar de ser solo una sirvienta. Ahora su mirada era suplicante y su cuerpo temblaba como una hoja al viento. Pero no era suficiente.

Así acerco su rostro hasta la flor íntima de Candy y aspiro con fuerza el aroma que emanaba de ella. Candy temblaba de miedo al sentir ese aliento caliente golpeando contra su grupa. Neal sacó su lengua y lentamente comenzó a pasarla por el entre pliegue de las voluptuosas nalgas, sintiendo el salado gusto de esa parte del cuerpo femenino, y continuando hasta los finos labios de la vulva.

La joven enfermera forcejeo inútilmente, tratando de cerrar nuevamente sus piernas para salvar su virtud, pero era un esfuerzo inútil, el schok de la segunda dosis de anestesia la había dejado demasiado aletargada como para llevar a cabo cualquier intento de salvación.

De pronto el joven Legan aparto su rostro de la grupa femenina y apoyo dos de sus dedos contra la vulva de Candy al tiempo que se plantaba firmemente sobre sus rodillas, sabía perfectamente que iba a lastimarla, pero eso no se detuvo. Así lanzo una cruel estocada que penetro limpiamente en la vagina de su presa. Candy se convulsionó y lanzo un alarido que se hubiera escuchado a varias calles de no haber tenido la boca fuertemente amordazada. Por un momento la joven intento apretar los músculos de su vagina para evitar la invasión, pero solo consiguió que el dolor fuera más intenso.

-¡Aaaaaagggggggggmmmmmm!...¡Nnnnnggggggggg!....-grito al tiempo que se retorcía como una fiera herida, mientras esos dedos seguían penetrándola despiadadamente, pero Neal no había terminado. Sin inmutarse extrajo completamente sus dedos cubiertos de sangre y sonrió de nuevo, ahora esta seguro de que su futura esclava había sido virgen hasta ese momento, luego volvió a clavarlos con todas sus fuerzas. Abriéndose camino en las entrañas de la chica rubia. Gruesas lágrimas corrieron por las mejillas de Candy ante aquella espantosa humillación. De pronto se sintió derrotada, sometida por el hombre que más odiaba en la vida hasta ser oprimida más allá de cualquier límite.

Los dedos de Neal se detuvieron de nuevo y comenzaron a tocar las paredes internas de la vulva para luego concentrarse en su verdadero objetivo, el sensible clítoris de la joven enfermera.

-Perfecto.-dijo Neal satisfecho.-Ahora si vamos a divertirnos.-le dijo cínicamente sintiendo el delicado botón entre sus dedos. Sin esperar más el joven aristócrata hundió su lengua entre los belfos de la vulva y comenzó a lamer en círculos aquel punto de extrema sensibilidad. Mientras dejaba que sus manos volvieran a deslizarse hasta los pechos de su víctima para estrujarlos de nuevo. El efecto fue devastador para la pecosa muchacha quien solo pudo sacudir su cuerpo en señal de protesta.

-¡Nnnmmmmmmgggggg!... ¡nmmmsggggggg!-gimió mientras la lengua de Neal lamía briosamente su clítoris, inflamándolo cada vez con cada roce. Candy se sacudía presa de extrañas sensaciones que se extendían como un veneno por todo su cuerpo. Hasta ese momento ni siquiera imaginaba que esa parte de su cuerpo, de la cual solo conocía lo que le habían enseñado en la escuela de medicina, tuviera la virtud provocarle semejantes estímulos. Pero ese extraño placer venía acompañado de la vergüenza y la humillación de saberse sometida a los caprichos de un hombre al que no solo no amaba, sino que odia con cada fibra de su ser.

Aún así la joven sintió que su cuerpo comenzaba a responder a los toqueteos que su verdugo hacía en su vagina, unidos al manoseo sobre sus senos. Siente que su vulva estaba calentándose de una forma rara, que sus pechos se endurecían bajo el toque de los dedos masculino y comprendió con horror que Neal estaba logrando excitarla.

-¡Nooooggggggg!... ¡Deggggjmmmmm!-gimió furiosa consigo misma. Mientras trataba de controlar los estímulos sobre su cuerpo. Pero todos sus intentos fueron en vano y solo sirvieron para hacerla conciente del poder que su verdugo estaba ganado sobre su ser. Por su parte Neal continuaba trabajando incansablemente sobre el delicado centro del placer femenino. Esforzándose por mantener excitación que había logrado despertar en la vulva de Candy, en su paladar podía sentir el sabor de los jugos íntimos que empezaban a escurrir por las paredes de aquel conducto.

De pronto Neal aparto sus manos del busto de Candy y apoyándolas en las caderas de la rubia la hizo girar sobre si misma, dejándola tendida boca abajo. Asustada Candy trato de aprovechar aquel cambio de postura para escapar. Pero entes de que pudiera hacerlo Neal pasó sus brazos por debajo de sus caderas y la abrazo con fuerza al tiempo que la jalaba hacia sí para seguir chupando su sexo.

Candy agitaba inútilmente las piernas en el aire, buscando un punto de apoyo para escapar. Pero Neal se acomodo sus muslos sobre sus hombros y volvió a pagar su boca contra la vulva de la pecosa y empezó a recorrerla con suevas mordidas, como un perro espulgándose, deteniéndose sobre el clítoris para morderlo delicadamente.

-¡Nooooggggggg!... ¡Nnngggggghhhhhooooo!-grito la joven a través de la mordaza. Mientras su cuerpo se convulsionaba víctima de las libidinosas sensaciones que Neal estaba provocando sobre su coño rubio. Candy tallaba su rostro sobre el colchón tratando de resistirse a los efectos de aquel peligroso tormento. Pero todos sus esfuerzos solo lograban que Neal disfrutara cada vez más sabiéndola indefensa. Inesperadamente el joven aristócrata aparto su boca de la vulva y descargo un feroz mordisco sobre una de las nalgas de su víctima.

-¡Aaaaayyyyyyyygggggg!-grito la chica presa del dolor. En eso Neal volvió su atención hacia la vulva húmeda, donde acaricia con movimientos circulares el inflamado clítoris o bien penetra hasta lo más profundo de esa cavidad como si su lengua fuera un falo pequeño. Para luego separarse y descargar otra mordida, esta vez sobre la segunda nalga de la joven rubia. Por un rato Neal siguió con aquel juego de de dar placer y dolor casi al mismo tiempo haciendo que Candy deseara perder el conocimiento para no sentir como su sexo le quemaba, como su cuerpo estaba a punto de entregarse sin su consentimiento en lo que sería su más grande humillación.

Fue entonces que Neal la hizo girar una vez más, por instinto ella supo que su drama esta tocando a su fin, y que si no sucedía un milagro aquella infamia la marcaría para todos los días de su vida. Sin embargo solo podía observar mientras ese chico engreído se masajea groseramente su pene frente a sus ojos. Hasta transformarlo en una daga palpitante de carne caliente que pronto buscara alojarse dentro de ella. Lentamente el aristócrata separo las piernas de la joven enfermara y acomodo la punta de su verga contra los labios hinchados de la vagina. En ese momento Candy logro que la mordaza resbalara de su boca permitiéndole hablar, pero su garganta estaba tan lastimada que su voz apenas pudo ser escuchada por su propio verdugo.

-No lo hagas… Por favor… nooooo.-por toda respuesta su victimario tomo de prisa una almohada y la aplasto con fuerza contra el rostro de la pecosa, ahogando así sus lamentos.

-Enriéndelo de una vez.-le dijo en tono autoritario.-Vas a ser mía lo quieras o no.-bajo la almohada Candy comenzó a llorar. Ante esa reacción Neal sintió el deseo sádico de prolongar un poco más la tortura de Candy, después de todo había esperado un año entero para llevar a cabo su gran venganza y lo justo era retrasar el momento cumbre lo más que fuera posible. Así pues empezó a frotar su pene contra las suaves nalgas de la joven enfermera, pasándolas lentamente por el entre pliegue que las separaba, dejándolas húmedas con sus líquidos seminales. Felizmente descubrió que su táctica era un éxito, Candy se estremecía de miedo al sentir el roce de su verga erecta paseándose por entre sus nalgas, por sobre sus muslos hasta llegar finalmente a colocarse, casi delicadamente, entre los pliegues de su flor íntima.

-No lo hagas.-le suplicó por última vez.-Por piedad noooooo.-pero la joven no obtuvo respuesta a sus palabras, ni a las gruesas lagrimas que resbalaban por sus mejillas.

-Tranquila. Ya te acostumbraras.-le dijo burlón al tiempo que apoyaba firmemente la punta de su falo contra la virginal entrada al cuerpo femenino. Por un momento Neal se quedo inmóvil, disfrutando de su triunfo, luego retrocedió un poco su cadera y se lanzo con todas sus fuerzas contra las entrañas de Candy.

-¡Nnnnnnoooooooooggggggggg!-grito la joven con el rostro bajo la almohada, pues aunque su vagina estaba lubricada y su resistencia era ya poca, el grueso falo de Neal desgarro violentamente lo que quedaba de su himen, lastimándola nuevamente sin la menor consideración. Candy experimento un indescriptible dolor físico y emocional al sentir como los labios de su vulva se abrían de par en par para permitir el paso del la verga masculina, como las paredes de su vagina se cerraban en torno al cuerpo del invasor que desgarraba sus entrañas.

-¡Aaaahhhhhh!... ¡Detente!... ¡Me estas destrozando!... ¡Por favor!...-se quejaba la joven enfermera al sentir como la verga de su violador entraba palmo a palmo dentro de ella. Neal le saco todo su falo por un momento y contemplo con orgullo la sangre que lo cubría, antes de hundirlo de nuevo en la vulva de Candy, que esta vez le ofrece menos resistencia.

-¡Aaaaaahhhhhhhh!-gimió la joven enfermera sintiendo que su cuerpo era partido en dos. Sin saber que el joven aristócrata apenas había introducido la mitad de su miembro. Neal siguió metiendo y sacando su falo, mirando con diabólica satisfacción como se lubricaba con la sangre y los jugos de Candy quien permanecía desmadejada sobre la cama. Pero su meta no era solo someterla sino hacerla sufrir ante el poder de su virilidad, por eso era que sacaba su miembro hasta la punta para luego clavarlo de un golpe hasta que sus testículos chocaran contra las tersas nalgas de la pecosa. Causándole dolor y haciéndola sangrar más de lo necesario.

-Ya no… por favor… por favor… ya noooo.-por un momento Neal pareció apiadarse de ella y detuvo su feroz ataque, dejando su falo inmóvil dentro del cuerpo de su víctima. Sin embargo, sus acciones no tenían nada que ver con la compasión. Era simplemente el último toque a su infame obra. Suavemente deslizo su dedo índice por entre los pliegues de la vulva para apoderarse una vez más del sensible clítoris de Candy para estimularlo a través de la frotación directa.

-¡Aaaaaaahhhhhhh!.... ¡Aaaaaaaaaahhhhhhhhh!-gimió la joven enfermera confundida por la rapidez con que su cuerpo responde a la sucia caricia. De golpe su vulva volvió a segregar líquidos lubricantes, su corazón se aceleró salvajemente al tiempo que sus pechos se expandían presas de la excitación. Todo sin que su mente pudiera controlar ninguna de esas reacciones. Neal continuó masajeando el sensible botón de placer. A sabiendas de que al hacerlo su víctima acabaría perdiendo el control de su cuerpo.

-¡Aaaaaaahhhhhh!... ¡Nooooo!... ¡No sigas!... ¡Noooooooo!-grito Candy desesperada mientras trataba inútilmente de recobrar el control, pero no sabía como contenerse, como evitar que su cuerpo la traicionara en esa situación tan espantosa. Nadie le hablo nunca de esas sensaciones que la sacudían, todo era nuevo para ella, ese insoportable hormigueo que le corría por la espina dorsal a cada roce, esa sensación de fatiga que la hacía respirar cada vez más fuerte, pero sobre todo esa extraña sensación, semejante a ganas de orinar, que crecía y crecía a cada momento.

Ni siquiera se dio cuenta cuando Neal retiró la almohada de su rostro para verla directamente, sus mejillas estaban encendidas, sus labios entre abiertos en una mueca sensualmente forzada. La mente de Candy estaba cada vez más confundida, sometida a un perverso éxtasis que la atrapaba y se apoderaba de su ser. En alguna parte de su conciencia ella sabía lo que estaba pasando y trataba de rebelarse contra ello. Pero su cuerpo, aletargado y torturado, se aferraba al placer que ahora estaba experimentando. Un placer que nunca había sentido, pero que sin duda le gustaba.

En ese momento Neal reanudó los movimientos de su cadera, esta vez muy suavemente, cuidando de no provocar una reacción que liberara a su presa del éxtasis donde estaba atrapada. Poco a poco logró acompasar el roce de su dedo con las embestidas de su falo y entonces se lanza a fondo. En la habitación ya no se escuchan más palabras, solo los jadeos cada vez más fuertes de ambos junto con los lastimeros rechinidos del colchón de la cama.

-¡Aaaaaaahhhhhh!... ¡Ahhhhhhhhhh!... ¡Aaaaaahhhhhh ¡…. ¡ Ya nooooaaaaahhhhhhh!... ¡Dejjjjjjjjjmmmmmmeeeee!.... ¡Poooorrrrrr Favvvvvgggggg!....-Candy trataba de ordenar sus pensamientos pero el constante frotamiento que Neal ejecutaba contra su clítoris iba haciéndose cada vez más intenso, bloqueando cualquier intento de de la chica por razonar.

-Te gusta ¿No es verdad?-le pregunto Neal sin interrumpir su labor.-Te mueves como una puta… Eso eres ¿verdad?... Una asquerosa puta que se mueve como loca cuando le meten la verga… Quieres más. ¿No es cierto? ¡Dime!-

-¡Nooooooooo!-grito Candy espoleada por la vergüenza que le provocaba aquella aberrante situación.- -ppppppahhhhh. Nnnnggghhhhhg ahhhhhhh, haaaaaaaa, ahhhhhm Ya Nooooghhhhhahhhhhh, ahhhhhhhhh.-

Pero era demasiado tarde, su cuerpo había alcanzado el punto de no regreso, negándose a que su cerebro reaccionara, impidiendo que pueda ofrecer alguna resistencia ante los deseos sexuales de su violador. Por instantes la joven enfermera creyó que iba a desmayarse, pero la inconciencia no logró llegar hasta ella. Su clítoris era lo único que existía, transformando su cuerpo en una tea ardiente que no podía ser apagada.

Mientras tanto Neal arremetía con todas sus fuerzas contra la grupa de Candy, cabalgando sobre ella como un hombre poseído, percatándose de que su verga se hinchaba a cada embestida, que sus testículos se endurecían como rocas.

-¡Aaaaggggggg!.... ¡Aaaaahhhhhhhh!.-gritó finalmente Candy al sentir que su cuerpo se vaciaba, que una oleada de liquido ardiente brota de sus entrañas y fluía sin control hasta el exterior de su vulva. En ese momento la joven enfermera sintió caer en un vórtice de recuerdos é imágenes del pasado. Por un fugas instante recordó su niñez en el Hogar de Pony, a sus amadas maestras y todos los chicos que vivían con ellas. En especial recordó a Albert, su príncipe de la colina, a Annie, Patty, Stear, Archie y todos aquellos que había llegado a ser parte de su vida. Recordó a Anthony trabajando afanosamente en su jardín de rosas. Por último llego el recuerdo de Terry su gran amor, rodeado de la inagotable luz del escenario donde era como un rey.

Pero todo se desvaneció cuando la verga de Neal escupió su primer disparo de semen ardiente dentro de su cuerpo.

-No te vengas dentro de mi….-suplicó la joven enfermera con la poca voluntad que le queda.-Por favor… noooooooo.-pero Neal estaba demasiado inmerso en su propio placer como para atender a cualquier otra cosa. Ocho descargas más estallan dentro del cuerpo de Candy el cual respondió con otra oleada de sus propios jugos. Al fin todo había terminado. Neal se dejo caer pesadamente sobre su cuerpo desnudo de Candy, quien tuvo que soportar el peso del hombre que la había violado y tratado peor que una ramera.

-No…. No…-murmura la joven enfermera antes de comenzar a llorar de nuevo. De pronto se sintió como la más sucia de las mujeres, sobre todo al recordar que de alguna forma había disfrutado de las bajezas del joven aristócrata. Este por su parte solo acertó a bajarse del cuerpo blanco de su víctima para seguir reposando a su lado.

-Anthony… Terry… Perdónenme.-gimió la joven lastimosamente.

-Ellos se han ido.-le dijo Neal incorporándose para verla a los ojos.-Te dejaron sola conmigo. Y ahora serás mía para siempre.-Candy no le respondió, solo siguió llorando presa de rabia, vergüenza y sobre todo dolor. El joven Legan la miro con gesto de fastidio y termino por bajarse de la cama para tomar el frasco de cloroformo y humedecer un pañuelo para aplicarle a su víctima una última dosis.

Candy no ofreció ninguna resistencia y en poco tiempo quedo definitivamente inconsciente sobre la cama. Entre sus piernas escurría una mezcla de sangre, semen y líquidos femeninos como prueba fehaciente de la desgracia que había caído sobre ella. Como todo un profesional Neal le tomo el pulso para asegurarse de no haber aplicado más anestésico del necesario. Después de todo, aquella noche había sido solo el principio de su venganza. Al final se incorporó satisfecho y se puso sus pantalones para ir a la cocina en busca de algo de comer. El reloj de pared marcaba las 3 am, realmente había tenido que trabajar más de lo que había creído para completar su obra. Pero la sola imagen de Candy inconsciente, vencida, rota, desgarrada física y mentalmente, hacia que todo valiera la pena.

Continuara….

Autor: "CrocCruac"