Un Amor Inolvidable XXI – Epílogo –

Lo que sucede después del final...

Nota de autor: esto es un epílogo, no una continuación, por lo que es tremendamente corto, sólo me limitaré a contar lo sucedido con cada personaje sin entrar en mucho detalle, tal como deben ser los epílogos, porque ya la historia ha terminado y todo lo que se tenía que decir ya se dijo…

Algún tiempo después…

[Recomiendo leer este epílogo con la canción “La llamaban ‘loca’” de Perales y Mocedades de fondo]

Will y Miguel y Carlos y Dan ya han vuelto de sus viajes de bodas y se reúnen en casa de Dan y Carlos, donde ya están los demás, también ha llegado Mariana, la hija de Alberto y Bernardo:

-Chicos de verdad que estos últimos años han sido realmente impactantes, no se puede negar que el amor lo vence todo, ¿verdad, Carlos? –dijo Sandy con una sonrisa y alzando su cerveza para brindar por el amor.

-Así es, mi querida Sandy –corroboró Carlos.

-Tienes toda la razón –terció Dan-, quién diría que después de tantas cosas estaríamos todos unidos y felices, riéndonos del pasado y las locuras que cometimos…

-Sí, en esa época era impensable lo que hemos pasado, pero miren cada uno tiene su familia, Sandy y Blanca están embarazadas de nuevo, Bernardo y yo ya estamos terminando los trámites de adopción de nuestro segundo hijo, Will y Miguel están en ello y ustedes dos, ustedes dos tienen dos hijos maravillosos, ¿o no, primo? Además que el tío Andrés ha vuelto con nosotros y nos hace muy felices con sus ocurrencias… –Alberto resumió la situación actual y la verdad lo hizo muy bien.

-Lo que no sabes, querido primo, es que Carlos y yo decidimos adoptar una niña y…

En ese momento sonó el timbre y, ¡oh sorpresa!, era la trabajadora social con una pequeña de la mano, la niña podría tener unos ocho años, pero ya era hermosa, de figura esbelta y cabello castaño oscuro que le llegaba a media espalda, además de unos ojos verdes que brillaban de alegría, una niña que apuntaba llenar de felicidad a su nueva familia.

Dan hizo pasar a la señorita al jardín, donde estaban los demás y les presentó a su nueva hija, hermana, sobrina, nieta: Ana Pérez Linares.

La alegría del abuelo era evidente, pero no superaría nunca a la de sus hermanos, Will y Diego se peleaban por abrazarla y cubrirla de besos, “batallas” en las que solía perder el abuelo y los dos chicos terminaban por abrazar a Ana al mismo tiempo, lo que hacía que la niña riera de alegría e intentara darles besos que terminaban diseminados por la cara de ambos y los tres riendo de pura alegría. La trabajadora social dijo que le exigían asegurarse que la niña estaría bien, pero que con semejante acogida no sería necesario hacer las inspecciones que debía programar, sino que recurriría a los presentes como testigos y los haría jurar por lo que quisieran que la niña estaría bien. Todos los que allí estábamos nos negamos, la niña no estaría bien, sería feliz, que era más importante, a lo que la trabajadora social accedió y juramos.

Sin embargo, aunque todo parecía color de rosa, todavía había algo que Dan tenía que hacer, necesitaba presentarle su familia a alguien muy importante, así que en los días siguientes los reunió a todos: a su suegro, a sus tres hijos, a su yerno, a su esposo, a su primo con su familia y a esas dos mujeres que se convirtieron en las hermanas que nunca tuvo, con sus respectivos maridos y fueron al cementerio, cada pareja llevaba un ramo de rosas blancas y, tanto Diego como Ana, llevaban un clavel, blancos también, dejaron las flores en una tumba conocida por todos, junto con una carta escrita por Dan:

Mamá, es probable que pasen muchas cosas más en mi vida, pero estoy seguro que todo será para bien, tal como tú medecías de pequeño. Al final he podido ser feliz, ahora tengo una familia completa: tengo una hija que se llama Ana, como tú, y ya pronto Will y Mickey adoptarán un niño y para Carlos y para mí será nuestro primer nieto, estoy seguro que mi familia crecerá con el tiempo. Mamá, sólo faltaste tú para que mi alegría fuera completa, pero ahora sé que estás en mi corazón y que nunca me has dejado solo, he pasado por muchas situaciones y me caí muchas veces, pero, gracias a ti, Carlos me ayudó a levantarme y a reencontrarme, ahora no le pido nada a la vida, porque todo lo que algún día quise tener, lo tengo y aún más. Te amo mamá, sé que ahora estás feliz porque tu único hijo es feliz. Hasta siempre mamá.

Te amo.

Tu hijo:

Daniel.

Dan nunca volvió a aquél cementerio, no lo necesitaba para saber que su madre estaba con él y con su familia, que fue creciendo con el tiempo, ahora era el hombre más feliz del mundo. Dan fue padrino de Blanca Esperanza, la niña que tuvieron Sandy y Rodrigo poco después y Will fue el padrino de Tania María, la primera niña de Blanca y Leandro, pero a éstos siguieron más; también Miguel y Will adoptaron varios hijos y Carlos fue el padrino de todos ellos.

Poco tiempo después Diego encontró una chica que robó su corazón por un instante, en un beso, pero se lo devolvió rápidamente, sin embargo, no lo devolvió intacto, lo devolvió lleno de amor y, después de un noviazgo muy feliz, se casaron, Dan y Carlos estaban que no cabían en sí de orgullosos de su hijo, el padrino de bodas y abuelo del novio, Andrés, parecía otro, no era el ogro iracundo, triste y apagado que conocimos durante algunos años, sino que irradiaba vida y alegría.

Tiempo después, el abuelo, Andrés, encontró la felicidad junto a una mujer, cosa sorprendente para todos, porque su nueva esposa no era otra que Tania Cruz, lo que convertía a Carlos y Alberto en hermanastros, esta unión llenó su vida de alegría y felicidad, tuvieron una gran boda y su familia lo festejó por todo lo alto, sin omitir detalle ninguno, en este caso los padrinos de bodas fueron Will y Diego, porque los novios dijeron no poder encontrar mejores testigos del amor que vence incluso a la muerte.

En la fiesta que siguió a la boda del abuelo, Tania pidió a Diego que dijera unas palabras para brindar, a lo que el chico, recién casado él también dijo lo siguiente:

-Me pidieron que proponga un brindis, pero sólo puedo desear a los novios que sean como mis padres: que se amen sin importar lo que haya sucedido antes, que se puedan demostrar que el amor no es cosa de calentura, sino que lo de ustedes también sea un amor inolvidable.

No puedo deciros cómo termina esta historia, porque todavía no ha terminado, lo que sí puedo deciros es que este es un amor inolvidable, porque amores que no mueren matan y amores que matan nunca mueren…

Anderson