Un amor inolvidable 22

Adiós al psiquiátrico

UN AMOR INOLVIDABLE XXII

“UNA NUEVA RECUPERACIÓN”

JUNIO 2009

Entramos Will y yo al hospital, todo era tan difícil, tan duro, que empecé a creer que jamás seré feliz con Dan, cuando lo vi en el jardín estaba sentado en una banca, con su vestimenta blanca y una nueva rosa en la mano «seguramente se la volvió a dar su novio Carlos» dije mientras mis ojos se inundaban de lágrimas, me dolía verlo así, tan frágil, tan tranquilo, me sequé las lágrimas y me acerqué.

- Hola Dan – le sonreí – ¿cómo estás?

  • Hola – me dijo – estoy bien

  • Me alegra – le dije – está muy bonita tu rosa.

  • Si – me dijo – está muy bonita.

  • Papá Carlos – me dijo Will – ¿me permites unos minutos?

  • Dan – le dije – ahora vuelvo.

Nos dirigimos a un pasillo donde podía hablar con Will sin que Dan escuchara nuestra conversación.

  • ¿Qué pasó? – le pregunté.

  • Está aquí – me dijo preocupado.

  • ¿Quién está aquí? – le pregunté sorprendido

  • José – me dijo – José está aquí y quiere ver a Dan.

  • ¡¿Qué?! – me exalté - ¡Está loco! Jamás dejaré que se acerque a Dan.

  • Ya le pedí que se fuera pero no hace caso – me dijo – insiste en querer verlo.

  • De ninguna manera – dije mientras me empezaba a alejar.

  • ¿A dónde vas? – me preguntó Will.

  • Acompáñame.

Apenas llegué a la entrada del hospital y José se acercó a nosotros, estaba desesperado y nervioso.

  • ¡Quiero ver a mi hijo! – nos dijo.

  • No – le respondí – usted no debe estar aquí.

  • Tú no puedes prohibirme la entrada – me dijo – soy su padre.

  • Vete – le dije – largo de aquí.

José se dirigió unos pasos hacia la entrada pero en un movimiento ágil y rápido empezó a correr hacia el interior, pero no llegó muy lejos porque Will lo detuvo y terminé empujándolo a la salida.

  • Te dije que te fueras de aquí – le dije mientras lo empujaba a la salida.

Cuando llegué a mi casa Rodrigo no estaba «está con esa» pensé, mientras dejaba mi bolso en el sillón y agarraba el control de la TV para ver algo, pero después de repasar todos los canales decidí apagarla y preparar algo para comer.

  • Hola – dijo Rodrigo desde la entrada.

  • ¿A dónde fuiste? – le pregunté – ¿estabas con ella, verdad?

  • ¡Sandy por Dios! – dijo Rodrigo – hablamos cuando te calmes.

  • ¡Ven aquí! – le dije mientras él salía de la casa – ¡no me dejes hablando sola!

Lo vi alejarse y yo entré nuevamente a la casa, en donde me senté en el sofá y lloré amargamente, me desesperaba esta situación; no podía quedarme así pero, en estos momentos, no sabía qué más podía hacer para ser feliz… me gustaría que Dan estuviese aquí, al menos ya me hubiera animado un poco.


JULIO 2009

«13 años después» pensé «Hace 13 años Dan y yo estábamos felices porque lo había invitado al cine después de haber terminado las clases, a nuestros 17 o 18 años… – suspiré – jamás imaginé pasar por esto – cerré mis ojos mientras el agua de la regadera me relajaba – te amo tanto Dan, por ti haré cualquier cosa para estar como aquel entonces».


  • Buenas tardes, doctor – dije – ¿puedo pasar?

  • Adelante Daniel – me dijo – pasa, te estaba esperando.

  • Gracias – le respondí mientras me sentaba en el sillón.

  • ¿Cómo te sientes? – me preguntó el doctor Viveros – espero que me des una respuesta positiva – dijo mientras me sonreía.

  • Ya me siento mejor – le dije – aunque todavía queda algo.

  • Lo superarás con el tiempo – me dijo – estoy seguro, además, vas muy bien con tu terapia, pronto podrás salir de aquí y regresar a tu casa. En un mes hemos logrado grandes avances.

  • Si – le respondí – lo sé, pero aun tengo miedo.

  • ¿Miedo de qué? – me preguntó el doctor.

  • Miedo a amar – le dije – miedo a empezar de nuevo una relación.

  • Es por Lucio ¿cierto? – me preguntó.

  • Sí – le aseguré – es por Lucio.

  • Daniel – empezó a decirme – cuando llegaste aquí estabas en un estado mental preocupante.

  • ¿A qué se refiere con eso? – le pregunté – no lo entiendo.

  • Llegaste aquí sumergido en un mundo de vagos recuerdos, en ese entonces no tenías conciencia de lo que pasaba a tu alrededor.

  • ¿Qué recuerdos eran? – le pregunté.

  • Recuerdos de ti – empezó a decir – de Carlos, de William, de tu madre, pero hubo un recuerdo que me costó mucho trabajarlo contigo.

  • ¿Cuál era? – le pregunté – debió haber sido muy traumático.

  • Fue todo lo relacionado con Lucio, Ulises y tu padre. De hecho, éste último me preocupa bastante.

  • ¿El de mi padre? – le pregunté – ¿por qué le preocupa específicamente eso?

  • Porque entre todos los recuerdos mezclados que llegaste a externar, escuché uno que mencionaste de ti y de tu padre.

  • ¿Y qué tiene que ver mi padre? – le pregunté sin entender lo que había dicho el doctor.

  • Daniel – dijo el doctor – ¿qué edad tenías cuando tu padre los abandonó a ti y a tu madre?

  • No lo recuerdo – dije – era muy chico.

  • ¿Recuerdas cómo era la convivencia con tu padre? – me preguntó

  • No – dije.

  • ¿Algo? ¿Cualquier cosa?

  • Bueno, si – empecé a decir – recuerdo a mi padre… sus visitas a la casa… yo tenía 5 años.

  • ¿Y… recuerdas algo más? – me preguntó – dime todo lo que tú recuerdes.

  • Muy poco – le dije – recuerdo también que pasaba muy poco tiempo conmigo.

  • ¿Es todo? – me preguntó.

  • Creo que sí – le respondí.

  • Dan – me dijo – necesito saber todo, es muy importante.

  • Quizás recuerde algo más – le dije – el cuarto estaba oscuro, mi madre me había arropado temprano y me durmió, luego recuerdo que mi padre entró y me empezó a acariciar… y después no recuerdo nada.

  • Trataremos de trabajar en eso – dijo – ahora háblame de Lucio.

  • Lucio fue otro de mis grandes errores – le dije – y me siento culpable de su muerte.

  • ¿Por qué? – me preguntó mientras seguía haciendo anotaciones en una libreta.

  • Porque él se interesó en la relación y yo estaba lastimado a causa de mis relaciones pasadas y… él… él se ha ido lejos de mí.

  • ¿Cómo fue tu relación con él? – preguntó.

  • Fue muy rara – le dije.

  • Bien – dijo mientras anotaba algo en su libreta – ¿en dónde conociste a Lucio?

  • Lo conocí en la escuela cuando entré a primer semestre en Agosto de 2007 – le dije.

  • ¿Cómo fue el primer contacto entre él y tú? – me preguntó.

  • Fue el primer día de clases, teníamos que hacer un trabajo en parejas – empecé a decir – él se acercó a mi y acordamos hacer el trabajo – dije.

  • Bien – dijo – continúa.

  • Desde el primer día el trató de acercarse a mi – empecé a decir – poco a poco empecé a confiar en él y en muy poco tiempo ya era su novio.

  • ¿Te sentiste feliz cuando aprobaste la relación?

  • No – le dije – no estaba feliz. Me sentía mal, triste.

  • ¿Por qué? – me preguntó.

  • Porque seguía doliéndome lo que Will me hizo.

  • Bien – dijo – entonces si no estabas listo para aceptar la relación ¿por qué lo hiciste?

  • Porque Lucio estaba muy emocionado – le dije – lo que más deseaba era que aceptara ser su novio. Además…

  • ¿Además, qué? - preguntó

  • Sus ojos azules… su piel blanca… sus labios rojos… – dije mientras me empezaba a sumir en mis propios pensamientos – su cuerpo… parecía tan perfecto… y su aroma…

Todavía lo recuerdo, recuerdo aquel embriagante aroma de su piel, sus hermosos y vivos ojos azules que parecían piedras preciosas cuando se combinaban los rayos del sol con ellos, y sus labios carnosos, rojizos y suaves que se veían como si estuvieran a un paso de sangrar, era tan perfecto… y me equivoqué con él, ahora la vida me está cobrando cada error que cometí en nuestra relación, por eso estoy aquí, estoy solo, en esta habitación, a mis 32 años, viendo el jardín cuidadosamente decorado a través de esta ventana, a través de la cual entran los rayos del sol con un color dorado hermoso, que combinan perfectamente con esta tarde silenciosa del verano, aquí es donde me puedo alejar del mundo, de todos, y de aquellas personas que me recuerdan a él.

  • Bien – dijo el doctor – hasta aquí – me dijo mientras cerraba su libreta – mañana seguiremos con la terapia.

  • Claro – le dije – ¿puedo retirarme?

  • Claro – me dijo.

  • Hasta pronto – le dije «fue sólo una ilusión»

Estaba sentado en el jardín observando las rosas, todas estaban hermosas, pero había dos rosas que eran diferentes del resto, eran dos rosas juntas, con sus pétalos abiertos y rojos con un aroma fresco, y la otra rosa, con sus pétalos blancos, estaba inclinada y sus pétalos tocaban el tallo de la rosa roja, simulando a una pareja cuando uno se inclina en el hombro del otro, en ese momento las lágrimas salieron de mis ojos al recordar todas las veces que estuve así con Carlos, pero ahora que estaba en tratamiento, lograría estar pronto con él.

  • Hola – me dijo una voz familiar – ¿cómo estás, Dan?

  • Hola Alberto – le dije – no esperaba verte aquí.

  • ¿Y por qué no?

  • Porque estoy loco y los demás…

  • No me importa qué digan los demás de mi, a mi me importa mi familia, sea como sea, y mi familia eres tú, Dan – me dijo – toma, esto es para ti.

  • ¡Qué hermosa rosa! – le dije mientras tomaba la rosa blanca en mis manos – muchas gracias, Alberto – le di un abrazo.

  • Espero que te recuperes pronto – me dijo Bernardo – te quiero mucho Dan, suerte.

  • Gracias Bernardo – le dije – ya verás que pronto saldré de aquí, y entonces haré una fiesta donde están invitados.

  • Gracias Dan – me respondió – Alberto tiene mucha suerte de tener un primo como tú.

  • Gracias – le sonreí – pronto saldré de aquí y estaremos todos felices.

  • Nos vamos – dijo Alberto – cuídate mucho Dan, quiero que trabajes en tu terapia para que pronto estés fuera de aquí.

  • Así será Alberto – le sonreí – así será.


Estaba en la sala jugando con Dieguito, pero el niño se empezó a inquietar y me pidió que lo llevara al parque porque extrañaba mucho a papá Dan, así que tomé las llaves, le dejé una nota a mi padre en la mesa y nos fuimos hacia allá, cuando llegamos, el niño corrió hasta llegar a la resbaladilla, luego nos fuimos a los columpios, yo me levanté del columpio mientras Dieguito seguía jugando, yo pensé que todo iba bien, pero fue entonces cuando llegó Roberto, un ex cliente mío que en cuanto me vio me sujetó por la espalda.

  • Hasta que te encuentro Williamcito – me dijo mientras trataba de mordisquear mi oreja.

  • ¡Suélteme! – le grité – ¡me hace daño!

  • Eso no decías cuando iba cada noche para que me penetraras a fondo – me contestó apretándome más.

  • ¡Suéltelo! – gritó mi abuelo Andrés – deje a mis nietos en paz.

Mi abuelo se abalanzó sobre el viejo y ambos empezaron a pelear, mientras tanto, instintivamente abracé al niño para que no viera la pelea. Mi abuelo al final le ganó y el viejo se fue asustado y con sangre.

  • ¡Listo! – dijo mi abuelo – Ese cabrón no volverá a molestarte.

  • Abuelo – le dije – mire cómo está – le dije mientras soltaba a Dieguito y sacaba un pañuelo de mi bolsillo para limpiarlo – ya está limpio – le dije.

  • Vamos a casa – me dijo – pero antes compraremos un helado para que el niño no se asuste más de lo que ya está.

  • Está bien, abuelo, vamos.

Nos fuimos a la nevería cercana donde elegimos el helado y mi abuelo los pagó en efectivo, después de eso regresamos a la casa, donde nos pusimos a jugar un rato con un juego de mesa hasta que Dieguito se durmió.


AGOSTO 2009

El hospital estaba muy agitado, cuando llegamos descubrimos que era un caos porque la directora había salido de viaje de trabajo y no había ningún director interino, por lo que el horario de atención estaba descontrolado, logramos pasar y vimos a Juan, quien de inmediato se acercó a Will y lo culpó de todo, incluyendo su fase terminal.

  • Otra vez tú – le dijo a Will – ¡ve cómo estoy! ¡Por tu culpa estoy en la fase terminal!

  • Mi hijo no tiene la culpa de su estado, José – le respondí – y no quiero que lo siga molestando.

  • Él tiene la culpa por ofrecerle su ano a cualquiera – dijo José.

  • Si él estuvo en ese medio fue por necesidad – le dije – en ese entonces no tenía a nadie que lo apoyara, pero ahora estoy yo para cuidarlo y protegerlo y usted no se va a expresar así de mi niño – dije.

José se salió del hospital y yo lo seguí hacia la avenida, en donde lo detuve y lo empecé a golpear, ambos terminamos en el suelo golpeándonos salvajemente.


Fui a la oficina del Sargento Benítez a la hora acordada para hablar, esperé a que me anunciara su secretaria y me hiciera pasar, una vez adentro, me informó lo sucedido.

  • Sr. Linares – me dijo – tengo una mala noticia.

  • ¡Otra más! – dije – ¡No puede ser!

  • Mire – dijo – no es tan mala, la familia del niño ha aparecido.

  • ¡No! – dije – no les devolveré al niño, él ha estado mucho tiempo con nosotros y…

  • Sí, lo sé – me dijo – sé todo lo que han pasado y todo lo que el niño ha significado en sus vidas, por eso le quiero informar que voy a cerrar la investigación, además… no hay pruebas para abrir una – me dijo guiñándome un ojo.

  • Se lo agradezco mucho Sargento – le dije – usted sabe que hemos cuidado al niño mejor que nadie en el mundo.

  • Si – dijo – por eso lo hago, porque sé que está muy bien con ustedes.

  • Bueno – dije – me despido, le deseo buen día.

  • Gracias Sr. Linares – me respondió – igualmente.

Salí de su oficina y fui al hospital nuevamente para ver a Dan, quería saber cómo estaba, cuando llegué lo vi sentado en una banca, mirando el cielo, me acerqué a él y le puse una mano en el hombro.

  • Abrázame – me dijo.

  • ¿Qué? – pregunté sorprendido.

  • Quiero que me abraces como lo hacías antes – me pidió – quiero sentirte aquí – dijo colocando una mano en mi pecho cerca del corazón.

Me acerqué a él y lo miré a los ojos, le tomé la mano para ayudarlo a levantarse, Dan me abrazó y nos fundimos en un cálido beso.

  • Pronto todo estará bien, amor – me dijo Dan.

  • Así será, Dan – le dije.

Dan me abrazó y nos quedamos así, sintiendo el calor de nuestros cuerpos, sintiendo la alegría de nuestras almas.

SEPTIEMBRE 2009

Estaba muy nervioso este día, no lo podía creer, traté de arreglarme lo mejor que pude para estar guapo, después de 4 meses en el psiquiátrico, Dan por fin saldrá de ahí, por fin volveremos a estar juntos.

  • Papá ¿estás listo? – me preguntó Will, mientras entraba en la habitación con el niño – papá Dan nos espera.

  • Claro – le dije – estoy listo.

  • ¡Qué guapo te ves! – me dijo Will – papá seguro te besará en cuanto te vea.

  • ¿Tú crees? – le pregunté.

  • Claro – me sonrió.

La verdad es que Will no se equivocaba, me dirigí al espejo y pude verme de cuerpo entero, con mi pelo perfectamente peinado, mi chaleco azul marino abotonado que estaba encima de una camisa de manga larga en color azul cielo, unos jeans azul marino y mis zapatos negros, el azul particularmente ese día me hacía ver perfectamente bien.

  • Vámonos – les dije – no hay tiempo que perder.

  • Me muero por verlo otra vez – me dijo Will – amo mucho a papá.

  • ¡Y yo también! – dijo Dieguito – ¡Papá jugará conmigo cuando lleguemos!

  • Así es hijo – le dije – jugará contigo cuando llegue.


Me levanté con mucho ánimo, el cielo tenía un azul muy hermoso, las aves cantaban y volaban, el día era perfecto para un día tan especial como hoy, volví a ver el jardín una última vez para recordar el tranquilo paisaje que me adoptó en estos meses.

  • ¿En qué piensas, Dan? – me preguntó una voz masculina.

  • Voy a extrañar este jardín, Doctor Viveros – le respondí – aquí ha sido mi lugar favorito todo este tiempo.

  • Dan – empezó a decir – sé que extrañarás esto – dijo extendiendo sus brazos a modo de explicación – es un lugar hermoso, pero tu lugar no está aquí – me dijo mirándome a los ojos – tu lugar está con tu familia.

  • Lo sé – le respondí sonriéndole – y me alegra.

  • ¿En verdad te alegra, Dan? – me preguntó.

  • Estos últimos días los extrañé más que nunca – le dije – desde que me recuperé no he dejado de pensar en ellos.

  • Debes cuidarlos mucho – me dijo – ellos han hecho todo por ti.

  • Jamás me abandonaron – le dije – y eso fue lo que me hizo luchar para llegar hasta aquí.

  • Vas a empezar desde cero, Dan – me dijo el doctor – es una gran oportunidad, no la desaproveches.

  • Claro que no – le sonreí – no lo haré.

  • Ahora ve por tus cosas – me dijo – tus maletas ya están preparadas en tu habitación, está todo lo que traías cuando llegaste aquí.

  • ¡Ahora mismo voy! – le dije mientras me apresuraba a la habitación.

Subí corriendo las escaleras, ese día sería inolvidable, llegué a mi habitación y la observé una última vez, y vi en la pared una fotografía pegada de Carlos y yo en el salón de baile, era mi favorita, aun no empezábamos nuestra relación, pero había sido la última foto que recuerdo habernos tomado. Me acerqué a la pared y despegué cuidadosamente la foto, la volví a observar unos instantes, acaricié el rostro de Carlos, besé sus labios y la guardé, salí de la habitación y me fui al encuentro con el Doctor Viveros.

  • Bien – dijo – aquí está la autorización, firma ambas hojas y te quedas con la copia.

  • Claro – le dije mientras firmaba – ya está listo.

  • Toma – me dijo extendiéndome un folder verde – coloca aquí la hoja.

  • Muchas gracias por todo, Doctor – le dije estrechándole la mano – hasta pronto.

  • Hasta siempre Dan – me dijo – cuando necesites hablar, aquí estaré.

  • Gracias Doctor – le sonreí – pronto volveremos a hablar.

Salí feliz de su consultorio, y lo vi otra vez, esperándome, mi querido novio, apenas lo vi y corrí a sus brazos, dejando mis cosas en el suelo.

  • ¡Amor mío! – le dije – ¡Has venido por mí!

  • Claro que sí – me dijo mientras me abrazaba – te amo, te amo, ¡te amo! – gritó – jamás me separaré de ti otra vez – me dijo mientras me besaba.

  • Me ganaste – le dije cuando nos separamos – quería besarte yo primero.

  • ¿Qué te dije, papá Carlos? – le dijo Will.

  • ¡Papá! – gritó Dieguito.

  • ¡Hola! ¡Qué alegría ver a mis dos niños! – les dije – ambos me han dado hoy el mejor día de mi vida – dije mientras trataba de abrazar a ambos – los amo tanto que no podría vivir sin ustedes.

  • Y nosotros tampoco podríamos vivir sin ti – me dijo Carlos – Dan… te quiero decir algo.

  • ¿Qué pasó, Carlos? – le pregunté.

  • Dan – empezó a decirme Carlos – tu padre ha… él…

  • Se marchó – le dije – ¿es eso?

  • No – me dijo.

  • ¿Entonces? – le pregunté – dime lo que sea que haya pasado.

  • Dan – dijo – tu padre está muerto.

  • Era de esperarse – le dije – él se buscó lo que le pasó.

  • Pero Dan – me dijo – tu padre dejó esta carta para ti. La escribió antes de morir.

  • No la quiero leer – le dije mientras trataba de quitársela – voy a romperla, de nada sirve ya.

  • Yo creo que sirve mucho más de lo que crees – me dijo – te la voy a leer.

Cuando Carlos me dijo que leería aquella carta que José había escrito, perdón, quise decir, mi padre, si es que así se le puede llamar a ese señor, me molesté demasiado, pero pensé que así oiría la dulce voz de mi novio, así que me dediqué a escuchar la lectura:

Daniel:

Yo sé que nuestra relación nunca fue buena, y me arrepiento, sé que no te ha de importar mucho lo que yo tengo que decirte, pero lo que está aquí, es todo lo que me callé y jamás te dije, todo lo que pasó tiempo atrás entre tú y yo jamás me lo perdonaré, tú no te merecías eso, por eso me fui, no soportaba el dolor, el remordimiento y sobre todo, la traición, porque prometí cuidarte y nunca lo hice.

¿Recuerdas aquella vez que nos conocimos? Tú tenías tres años, eras un niño hermoso, aquella vez tu madre se molestó al verme porque yo los abandoné, justo como dijo tu madre, pero si los abandoné fue porque era necesario, yo no podía más con todo lo que estaba viviendo, Daniel, yo soy gay, lo que pasó con tu madre fue algo que simplemente pasó y después naciste tú, yo me sentía atrapado, me tuve que juntar con tu madre a corta edad, pero no me sentía feliz, así que empecé a salir a fiestas, me emborrachaba todo el tiempo, tu madre empezó a trabajar medio día, para que no te descuidara tú te quedabas con una vecina, pero en las tardes yo llegaba a casa y me dormía, cuando despertaba siempre estabas a mi lado, abrazándome, y poco a poco empecé a odiarme por no poder estar bien contigo, me sentía el peor padre del mundo, un día, mientras tu madre estaba nerviosa porque no te podía llevar al trabajo, yo llegué, quería arreglar las cosas con ustedes, pero ella no me quiso escuchar, como siempre, empecé a tomar una y otra vez, sin parar, hasta que quedé ebrio, después de que se me pasaron los efectos del alcohol, tú me mirabas enojado y asustado a la vez, tenías marcas en el cuerpo, me dijiste que jamás querías volver a verme porque te había lastimado mucho, yo en ese momento me sentía morir, jamás te quise hacer eso, si no hubiera estado así… Hijo, yo sólo quería ser un buen padre para ti, pero me desesperaba todo el tiempo porque todo lo que yo hacía para tratar de convivir contigo era un error, contigo fue error tras error y, después de eso, recuerdo que como pude te arreglé para que tu madre no se diera cuenta, cuando ella llegó se dio cuenta de los moretones y me corrió de la casa, amenazando en denunciarme la próxima vez que me tratara de acercar a ti, pasó el tiempo y nos volvimos a encontrar, tú ya tenías once años, yo quise acercarme a ti, tú no te acordabas de mi, empezamos a platicar y te llevé a un parque a jugar, pero tu ya estabas entrando a una nueva etapa de tu vida, y tu cuerpo empezaba a cambiar, recuerdo que te empecé a tocar, pero tú me miraste raro y yo no te dije nada, simplemente me di la vuelta y me marché, dejándote solo otra vez, fue la última vez que nos vimos, después nos volvimos a encontrar aquí.

Daniel, yo empecé a gastar todo mi dinero en sexo con chavitos de la edad de William, si él tiene problemas de salud fue seguramente por mi culpa, había veces que me protegía, pero otras no, tuve suerte de no contraer SIDA o algo así, pero por la mala calidad de vida que he llevado, me enfermé del sistema respiratorio, me quedan pocos días de vida, pero estoy seguro que cuando estés leyendo esta carta yo ya estaré muerto, no te pido que me des un entierro digno, ni que me lleves flores todos los días, sólo quiero pedirte perdón por no haber sido nunca el excelente padre que tú eres, Daniel, me hubiera gustado ser como tú, quizás así nuestra relación hubiera sido agradable, pero jamás tuve el valor de aceptar las cosas, y en el camino le hice daño a la persona que más me importa en el mundo: a ti, hijo. Perdóname por todo lo que pasó, yo sé que este no es el mejor modo de disculparme, pero por mi cobardía no me atrevería a buscarte de nuevo, y cuando nos volvimos a encontrar, sólo te causé problemas. Por último, quiero pedirle perdón a tu novio, él no tiene la culpa de nada, perdóname por todos los golpes que te di, solo espero que seas feliz, no te pediré que olvides todo lo que pasó, porque sé que no es posible, pero si te pido tu perdón, te deseo toda la suerte del mundo.

Adiós, hijo, espero que seas feliz con ese señor, Carlos, y con tu hijo Diego, mi nieto, a pesar de todo ustedes tres siempre tendrán un lugar especial en mi corazón.

Te amo.

José Pérez Barrera.

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Bueno, nuevamente estoy aquí, muchas gracias por leer mis relatos y espero que sigan leyéndolos hasta el final. Gracias por dedicarle a mis relatos un poco de su valioso tiempo.

¡Saludos!

Guadalupe.


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