Un amor inolvidable 21: Cuarta Temporada
Dan ingresa al psiquiátrico
UN AMOR INOLVIDABLE.
CAPÍTULO XXI: DE REGRESO AL HOSPITAL.
MAYO 2009.
En cuanto vimos que Daniel se desmayó, me quedé con él mientras que William fue a hablar por teléfono para solicitar una ambulancia que pudiera transportar a Dan al hospital; en cuanto llegamos, el padre de Daniel se dirigió a la recepción para hablar con la enfermera, quien lo atendió de forma muy cortante.
Señorita – dijo – soy José Pérez, el padre del señor Daniel Pérez ¿cuánto tiempo debo esperar para recibir noticias de él?
No lo sé – dijo la enfermera con fastidio – el señor está en terapia intensiva.
Estaba hablando con William en la sala de espera cuando se acercó José y de inmediato nos interrumpió, además, nos empezó a molestar; ya que él creía que nosotros habíamos tenido la culpa de que Dan estuviera así.
Todo esto es su culpa – nos dijo – si ustedes dos no se hubieran cruzado en el camino de mi hijo…
Sí mi papá Carlos y yo no hubiéramos conocido a mi padre – le respondió William – él no estaría ni siquiera en este hospital, quizás él ya hubiera muerto años atrás.
Hola – saludaron Sandy y Blanca – ¿qué noticias tienen de Dan?
Aún no sabemos nada de él – contestaron William y Carlos al unísono.
Buenas tardes señor Linares – me saludó el doctor Viveros, el mismo doctor que atendió a Dan en su rehabilitación – necesito hablar con usted acerca de la salud de Daniel.
No - dijo José – yo soy el padre. Yo debo hablar con usted.
- Lo lamento señor – dijo el doctor – pero lo que le voy a decir al señor Linares usted no me entenderá porque no estuvo en la rehabilitación de su hijo.
- Doctor Viveros – le dije – ¿podría platicar con usted en su consultorio, a solas?
- Vamos – me dijo.
José trató de decirme algo más pero ya no lo escuché porque nos retiramos con prisa del lugar, además de que no quería seguir hablando con el señor; cuando llegamos al consultorio, tomamos asiento y el Doctor empezó a explicarme la situación de Dan.
Sr. Linares – me dijo – lamento decirle esto.
Dígame Carlos, por favor – le pedí.
Claro, Carlos – me dijo – tu novio no está en el mejor estado precisamente.
¿Qué quiere decir? – le pregunté.
Mira, Carlos – me dijo – solicité el expediente completo de Daniel y sé que estuvo en un coma por algunos meses a causa de un accidente que sufrió años atrás.
Así es – le dije – pero no entiendo Doctor, ¿qué tiene que ver esto con Daniel?
Que lo que Daniel sufrió en aquel entonces fue una crisis – me dijo – cuando lo dieron de alta en el hospital ¿no le explicaron que debía evitar las emociones fuertes?
No – respondí – el médico no nos dijo nada.
Pues en el caso de Daniel – empezó a explicar – su desorden emocional que vivió fue lo que lo dejó paralítico en ese entonces, y con la terapia que tomó logró recuperar su vida normal pero, él debía evitar cualquier emoción fuerte… algún enojo, un disgusto, una discusión…
No puede ser – exclamé – Dan discutió con su padre.
¿Hace cuánto fue? – me preguntó.
Hace unas horas – le dije – fue una fuerte discusión.
El Doctor Viveros se quedó callado unos minutos mientras me observaba atentamente, el ambiente en la habitación estaba incómodo; finalmente, el Doctor fue quien se decidió a romper el silencio que se había apoderado de la habitación.
Sr. Linares – me dijo – es urgente trasladar a Daniel a un hospital psiquiátrico, si es posible, al mismo psiquiátrico en el que estuvo, donde lo podría atender el mismo médico.
Pues haga lo que se deba hacer para salvarlo – le dije al Doctor Viveros – por favor, no deje que le pase algo a Daniel.
No lo puedo trasladar – me dijo – no es tan fácil, para hacerlo, necesito una autorización.
Yo le autorizo lo que sea, Doctor – le dije – pero haga algo ya – le dije empezando a desesperarme - ¡Salve a Dan, por favor!
Está bien – dijo – cálmese, permítame unos minutos Sr. Linares, no tardo en regresar.
De acuerdo, doctor – dije.
El Doctor Viveros salió del consultorio y minutos después, volvió a entrar, pero esta vez con un folder en la mano, de inmediato supuse que se trataba del documento que yo debía firmar. El Doctor se sentó en su escritorio y abrió el folder para mostrarme el documento.
Firme aquí – me dijo, señalando la hoja y dándome una pluma.
Ya está – le dije cuando terminé de firmar – ¿es todo?
Sí – me respondió – es todo – con este documento no debe haber ningún inconveniente para hacer el traslado inmediato de Dan.
Gracias Doctor – le dije mientras le regresaba la pluma.
Me levanté y me despedí del Doctor para poder regresar a la sala de espera; en cuanto Sandy y Blanca me vieron llegar, se acercaron con rapidez a mí para que les notificara el estado actual de Dan.
¿Cómo está? – me preguntó Sandy – ¿qué te dijo el doctor?
No lo sé – dije mientras empezaba a llorar – ¿Por qué nos está pasando esto?
Tranquilo Carlos – me abrazó Sandy – Dan es fuerte, y a pesar de todo él te ama.
Si – le dije – pero tengo miedo.
No llores – me dijo Blanca – Dan pudo librarse de situaciones peores que esta, estoy segura que logrará hacer lo mismo en esta ocasión.
No estoy tan seguro de eso – les dije – el doctor me dijo que lo van a trasladar a un psiquiátrico – dije mientras me secaba las lágrimas – pero no me dijo nada más.
Aquí viene el doctor – dijo Sandy – ahora vuelvo.
Sandy se acercó de inmediato al doctor Viveros y empezaron a hablar respecto a la situación de Dan.
Buenas tardes – dijo Sandy – Doctor ¿qué le ha sucedido a Dan?
Buenas tardes, señorita – respondió – le explico: Dan tiene un trastorno mental que está empeorando con cada minuto que pasa – dijo – es urgente trasladarlo al psiquiátrico.
¿Y cuándo lo trasladan? – preguntó.
Pues… - empezó a decir.
Doctor Viveros – dijo una enfermera – lamento interrumpirlos pero el personal del psiquiátrico ya está aquí.
Muy bien – dijo el doctor – vamos.
Voy con ustedes – les dije.
Nosotros queremos ir también – dijo Will.
No pueden ir, Will – les dijo Sandy – tu padre está muy delicado y sólo tu padre Carlos está autorizado para ir.
Pero papá…
Tu papá estará bien – dijo Sandy mientras se le empezaba a quebrar la voz y se le escapaba la primera lágrima – él es muy fuerte, y te ama a ti, a tu papá Carlos y a tu hermano… – Sandy rompió en llanto y se sentó mientras llegaba Rodrigo.
Hola Will – saludó Rodrigo – ¿cómo se encuentra Dan?
Mi papá está muy delicado – le respondió – lo van a trasladar a un psiquiátrico. Empezará otra vez con terapias.
¡¿Otra vez?! – dijo José – ¿eso quiere decir que mi hijo ya estuvo en un psiquiátrico?
Mire Sr. Pérez – respondí con enfado – Dan no ha estado en el psiquiátrico, pero hace tiempo estuvimos asistiendo a terapias de rehabilitación en Octubre del año pasado para sus piernas, ya que Dan había quedado paralítico y apenas el mes pasado lo dieron de alta, fue medio año que Dan y yo trabajamos muy duro en sus terapias para que se recuperara, y ya estaba bien, hasta que usted apareció.
Pues mi hijo no hubiera tenido ese problema si usted no se hubiera cruzado en su camino, así que en el momento que mi hijo se recupere, usted saldrá de su vida para siempre ¿entendió?
No – le dije – yo no me alejaré de Dan, vamos a aclarar esto: 1) no es el momento de ponerse a discutir, Dan está en un estado en el que un pequeño error y adiós a este mundo ¿comprende?, 2) He pasado por demasiadas situaciones para estar juntos y jamás me alejaré de él, y 3) Usted no puede decidir por Dan porque ya no es un niño, además, usted jamás estuvo su hijo, siempre fue Doña Ana quien lo apoyó, usted nunca estuvo con su hijo cuando la madre de Dan tenía que trabajar mientras él estudiaba, cuando murió Doña Ana, que fue algo más de lo que no se enteró, nunca se enteró de que Dan no entró a estudiar un nivel superior como él quería porque no tenía dinero para algo así, por lo que desde sus 18 años se puso a trabajar, usted no estuvo con Dan cuando él perdió la cabeza por Lucio, cuando tuvo el accidente, cuando endureció su corazón, cuando tomó sus terapias, cuando salió del hospital, cuando tomó su última rehabilitación, nada de eso lo vivió usted con Dan – le dije – usted no tiene por qué estar aquí.
José se enojó y me juró que jamás nos dejaría estar juntos, además, según él, Doña Ana tuvo la culpa de que Dan sea gay. El Doctor Viveros me dijo que la ambulancia nos estaba esperando y de inmediato me fui con él, mientras que los chicos se trasladarían a la clínica mental, cuando subí en la ambulancia, Dan estaba tratando de levantarse, además decía frases sin sentido como «Lucio me ató a esta cama» «William vive con mi padre» «Carlos me abandonó y se llevó a mi hijo con él» «Mis amigos me han abandonado», mientras escuchaba todo esto, no soportaba el dolor y empecé a llorar amargamente.
Hemos llegado – dijo el señor que estaba vestido de blanco – Señor Pérez.
¿En dónde estoy? – pregunté.
Señor Pérez – empezó a decir – usted está en un psiquiátrico.
¡Jajajajaja! – empecé a reírme – Carlos, ¡qué buena broma!
No Dan – dijo Carlos – no es ninguna broma, esto es un psiquiátrico.
Carlos – dijo Sandy, quien apenas llegaba al hospital – ¿me permites unos minutos?
Si – le dije – vamos.
Nos apartamos de Dan y nos dirigimos al pasillo, en donde Sandy y yo empezamos a hablar de William y el niño.
Carlos – dijo - ¿qué vas a hacer ahora con los niños?
Will puede cuidar a Dieguito – le respondí.
Pero Will está afectado por todo esto – me dijo – ambos necesitan ayuda.
Si, lo sé – dije – pero no sé con quién podrían estar…
¿Y yo? – me preguntó – ¿Acaso yo no soy nadie?
Pero no quiero molestarte – le respondí.
Carlos – me dijo Sandy – yo puedo cuidarlos por un tiempo.
Muchas gracias Sandy – le respondí – me alegra saber que tengo amigos como tú – le sonreí – te quiero mucho.
Y yo a ti – me abrazó – los cuidaré muy bien, te lo prometo.
¡Señor Pérez! – gritó el Doctor – ¡Cálmese! – dijo mientras le inyectaba algo.
¿Qué le inyectó? – le pregunté.
Un calmante – me dijo – era necesario.
Lo entiendo – dije.
Con permiso – me dijo el Doctor.
Pasó un tiempo hasta que el doctor regresó, yo estaba muy nervioso, en mi cabeza sólo estaba Dan y su salud.
Sr. Linares – me dijo – ¿quiere ver a su novio?
Si – le respondí – quiero verlo.
Acompáñeme, por favor – me dijo.
El Doctor me llevó al jardín en donde se encontraba Dan, cuando lo vi tenía una vestimenta blanca y estaba observando unas rosas que se veían hermosas.
Hola joven – me dijo Dan cuando me vio – es una linda rosa ¿no lo cree?
Sr. Pérez – le dijo un enfermero – devuélvame la rosa.
No – dijo Dan – es mía.
Por favor Sr. Pérez – dijo el enfermero.
No se la daré porque esta rosa es muy importante para mí – dijo Dan.
Sr. Pérez… - murmuraba el enfermero.
Dan – le dije mientras lo observaba – ¿por qué esa rosa es importante para usted?
Mire joven – empezó a decir – esta rosa es la más hermosa de este lugar.
Está bien bonita – le dije tratando de sonreírle.
Esta rosa – empezó a decir – es la más hermosa que he visto ¿sabe por qué? – me preguntó.
No lo sé – le respondí.
Esta rosa me la regaló mi novio – sonrió – ay mi Carlitos – suspiró – lo amo tanto, pero no sé dónde está, hace días que no lo veo, y aquí nadie sabe de él… ¿usted no sabe en dónde está mi Carlitos? – me preguntó.
No sé dónde está – le respondí.
Dan se levantó y se alejó, dejándome solo en el jardín, mientras las lágrimas empezaban a salir, me limpié los ojos y fui a buscar al doctor para despedirme, después regresé a la casa, cuando entré en ella empecé a recordar las risas de Dan cuando jugaba con Dieguito, recordé su dulce voz diciéndome «Te amo Carlos», y empecé a recordar el pasado, cuando vi a Dan destrozado «Aquel Daniel fuerte y firme que alguna vez conociste y que era capaz de sacar de su vida a alguien sin importarle el sufrimiento ya no existe más, se murió el mismo día que me dejaste» era una de las frases que resonaban en mi cabeza «por mi familia hago lo que sea, te amo» le dije a Dan en el desayuno «y yo a ti» fue su respuesta «Carlos, no tengo miedo si estás a mi lado» me dijo cuando lo convencí de tomar terapias «Cuando vuelva a caminar quiero ir a la playa» «Siempre supe que nunca me dejaste de amar» «Volveremos a empezar, sin rencores, sin remordimientos, sin prisas, sin engaños, sin secretos» fueron palabras que Dan me había dicho cuando estaba en tratamiento, pero había una frase que no podía apartar de mi cabeza, aquella frase que Dan había repetido tantas veces desde que terminaron las terapias, aquella que sólo recordarla me dolía el alma y me hacía sentir un frío en mi corazón que no sabía por cuánto tiempo más podría soportar, un dolor que me dejaba vacío cuando escuchaba en mi mente «somos una familia feliz», no pude más y me quedé en el suelo llorando amargamente.
MAYO 2009
Abracé al niño aun con lágrimas en los ojos y le dije que todo estaría bien porque, en realidad, tenía la esperanza de recuperar a Dan, verlo feliz otra vez abrazando al niño, a nuestro hijo «He pasado por muchas cosas, y sé que aún falta más, pero Dan y yo lograremos superar todo esto» pensaba, pero el sonido del timbre me devolvió a la realidad.
Carlos – me dijo Sandy entrando a mi habitación – es tu padre.
¡Sandy! ¿Qué haces aquí? – le pregunté sorprendido.
Te vi salir muy apresurado del hospital, supuse que vendrías aquí y te seguí – me explicó – como dejaste la puerta abierta cuando entraste… - suspiró - ¿no vas a bajar a hablar con tu padre?
¿Mi padre? – pregunté – no puede ser él…
¿Qué le digo? – me preguntó.
Ahora voy – le dije.
¿Quieres que me quede un rato con Dieguito mientras tú hablas con él? – me preguntó.
Sí – le respondí – gracias Sandy.
No me lo agradezcas – me dijo – es un gusto apoyarte.
Gracias – le dije mientras salía de la habitación.
Cuando llegué a la puerta, la abrí, tratando de estar tranquilo, no entendía qué quería ahora, pero lo atendería rápido y ya.
Hola – me dijo Andrés – me da mucho gusto volverte a ver, hijo.
Pensé que jamás te volvería a ver – empecé a decir – desde el problema con Dan…
Hijo – me dijo – no estoy aquí para reclamarte lo que hayas hecho con tu vida en estos años, o con quien estés ahora, sólo vengo a pedirte perdón por todo lo que pasó.
Pero papá – empecé a decir – hace tiempo que no sabía de ti…
Y lo entiendo – me respondió – Carlos, sé que me odias, y no te culpo, me lo merezco por haber… – empezó a decir con lágrimas en los ojos.
No digas nada – le dije mientras lo abrazaba – no hay nada que perdonar, sé que siempre estamos cometiendo errores, lo sé porque yo he hecho muchas cosas de las que me arrepiento y las cuales me perdonaron, a pesar de todo. No quiero estar lejos de ti otra vez, gracias por estar aquí, te amo papá.
Te amo hijo – dijo – y quiero que sepas que estoy dispuesto a apoyarte en lo que tú decidas, sea lo que sea.
Gracias papá – le dije – no sabes cuánta falta me has hecho – dije mientras empezaba a llorar en su hombro.
¿Qué tienes? – me preguntó – estás muy demacrado.
Es Dan, papá – empecé a decir – él me tiene así.
¿Dan? – se sorprendió – ¿qué te hizo? – empezó a decir – dime y yo lo pondré en su lugar porque ahora que estoy aquí nadie te hará daño.
No papá – le dije – Dan no me ha hecho nada.
¿Entonces? – empezó a decir – no entiendo por qué dices que Dan te ha puesto así.
Está en un psiquiátrico – le dije sollozando – él está mal y yo ya no sé qué puedo hacer por él. Me siento tan culpable…
¿Culpable? – me preguntó – no te entiendo hijo ¿le hiciste daño?
Si supieras todo lo que ha pasado – le dije – entenderías mi estado de ánimo.
Pues tengo todo el tiempo del mundo para escucharte – me abrazó – te amo hijo, y te apoyaré mientras pueda.
Gracias papá – le dije tratando de sonreír – pasa al recibidor.
Mi padre y yo estuvimos hablando de todo lo que me ha pasado, le conté cómo conocí a Dan, porqué nos dejamos, cuando le pedí perdón a Dan, nuestra reconciliación, en fin, le conté todo, incluso todo lo sucedido con Lucio/Ulises, y terminé explicando el problema psicológico de Dan.
Pobre muchacho – me dijo – ha pasado por muchas cosas fuertes.
Si – le dije – y me siento culpable.
Hijo – me dijo – no te sientas así – me sonrió – haz hecho todo lo que puedes por él y, por lo que me has dicho, también él ha hecho mucho por ti, no te preocupes, todo saldrá bien.
Ojalá y tengas razón – le dije – si tan solo lo pudieses ver… está tan indefenso, tan frágil, ajeno a la realidad, a los problemas, ajeno a tu nieto.
Sé que es difícil – me dijo – pero por lo menos Daniel tiene una oportunidad para recuperarse, y tiene una oportunidad de ser feliz a tu lado.
Tienes razón, papá – le respondí – voy a luchar por él.
Así se habla hijo – me dijo mientras me revolvía el pelo.
¡Papá! – le dije entre risas – ¡Para, que vas a despeinarme!
¡Jajaja! Sigues teniendo ese carisma que te caracterizaba cuando eras pequeño.
Papá Carlos – dijo Dieguito – ¿quién es él? – me preguntó señalando a mi papá.
¡Dieguito! ¡Ven! – le dijo Sandy – vamos a… lo lamento por la interrupción.
No hay problema – le dije a Sandy mientras volteaba a ver a Dieguito - Es tu abuelo Andrés – le respondí – él es mi papá.
¡Ah! – dijo sorprendido – ¿eres mi papá grande *?
Si hijo – le dijo mientras lo acercaba a él – ven aquí, que quiero darte un abrazo y un beso.
Carlos – me dijo Sandy – creo que es mejor que me retire.
Sandy, por favor quédate – le dije.
No puedo – me dijo – te hablo luego ¿vale?
Está bien – le dije – cuídate.
Gracias – me dijo mientras me daba un beso en la mejilla – te llamo más tarde.
Sí – le dije mientras veía que se alejaba, después cerré la puerta y vi a mi padre y a Dieguito juntos.
Ver a mi padre abrazando a mi hijo con tanta ternura me hizo recordarme a mí mismo cuando tenía la edad del niño y mi padre me abrazaba igual que a Dieguito «extraño tanto mi niñez» pensé «si volviera a ser niño, no tendría estos problemas».
¿En qué piensas hijo? – me preguntó papá.
Me acordé de ti cuando me cargabas igual que a tu nieto – le sonreí.
Si – dijo – son momentos inolvidables, son bellos, mágicos.
Si – le dije – mágicos.
Mi padre siguió jugando un rato, me gustaba verlo otra vez, tan fuerte, tan lleno de vida, siempre con aquella sonrisa que jamás se iba de su rostro, mi padre es un hombre de 45 años que sólo me tuvo a mí a los 18 años porque en ese entonces no usó condón con mi madre, mi padre se parece mucho a mí, moreno, ojos cafés y pelo castaño, delgado con facciones finas y de estatura media.
Hola papá – me dijo Will que recién llegaba con Miguel.
Hola Will – lo saludé – te veo raro… ¿qué tienes?
Papá – me empezó a decir – estoy preocupado, había hablado con papá Dan hace unos días sobre una molestia que tengo.
¿En dónde? – le pregunté.
En mis genitales – me respondió Will – me preocupa que…
Si, lo sé – le dije – en un rato vamos con un médico.
Hola – le dijo mi padre a Will – ¿eres amigo de la familia?
¡Will! – exclamó el niño – ¡ya llegaste! ¡Te amo hermanito!
No papá – le respondí – él es William, también es mi hijo.
¿Eres mi abuelo? – preguntó sorprendido Will – ¡no lo puedo creer! – dijo mientras lo abrazaba – siempre quise tener un abuelo.
¡Claro que sí! – le dijo – ¡estoy feliz! Aunque es un poco pronto ¡Jajaja!
¿Qué es un poco pronto, papá? – le pregunté.
A mis 18 años tuve un hijo y en todos estos años no había tenido ningún nieto, y ahora, en dos segundos ¡ya tengo dos! ¡Jajaja!
¡Jajajaja! – reí también – pues yo no tenía hijos hasta hace unos meses y ahora ¡ya tengo dos!
Abuelo – empezó a decir Will – ¿puedes…
Oh vamos, dime grandpa o Andy – le dijo.
Está bien, grandpa – dijo Will – quería saber si ¿puedes quedarte con el niño mientras voy con mi papá al consultorio médico?
Claro hijo – le dijo mi padre – tu querido abuelo cuidará muy bien a tu hermanito, tú no te preocupes – le sonrió.
Gracias grandpa – le dijo Will.
Papá – le dije – entonces ya nos vamos.
Claro – dijo – cuídense.
Gracias papá – respondí.
Mi papá Carlos y yo llegamos al consultorio con el urólogo, quien me pidió mis datos personales que anotó en el expediente, después me pidió que me desvistiera, a mi me dio pena, pero me quité los zapatos y el pantalón, para después bajarme mis calzoncillos blancos a las rodillas, el doctor me pidió retirar mis calzoncillos, se colocó unos guantes blancos y me revisó mis genitales, después me pidió recostarme en la camilla y me puso los tobillos en los apoya pies con los cuales quedaba mi rosado agujero a su disposición, el médico abrió uno de los cajones de la camilla para agarrar un tubo de lubricante que se colocó en sus dedos de la mano derecha, que segundos después ya estaban explorando mi interior, cuando terminó el examen prostático, el médico me informó que mi próstata estaba en excelentes condiciones y me pidió arroparme otra vez, cuando terminé me coloqué al lado de mi papá y el médico nos dijo que posiblemente tenía candidiasis, pero para corroborar me extendió una forma para el laboratorio clínico, nos despedimos y nos dirigimos hacia ahí, donde me dieron cita para el día siguiente, nos despedimos y regresamos a casa.
¿Cómo les fue? – me preguntó mi abuelo.
Mañana nos entregan los resultados – le dije – espero que no sea nada grave.
Ahora vengo – dijo mi papá – nos vemos en un rato.
¿A dónde vas? – le pregunté.
Voy a comprar la comida – me dijo – no tengo ganas de cocinar.
Papá Carlos tenía razón, estábamos pasando un momento familiar muy difícil, con mi abuelo, mi papá Dan, la tía Sandy… y yo ¿Cuánto más podría superar?
Días después papá Carlos y yo fuimos al consultorio médico para conocer el resultado de los análisis, los cuales demostraron que tenía candidiasis, por lo que el médico me recetó unos antimicóticos, nos despedimos del médico, pasamos a comprar los medicamentos a una farmacia cercana y regresamos a la casa para poder comer con Sandy.
papá grande, traducción literal del vocablo inglés “grandfather”, mejor conocido como abuelo.*
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Pido disculpas por ausentarme mucho, pero estuve resolviendo asuntos personales y hasta ahora tengo tiempo de publicar. Muchas gracias por leer mis relatos.
Saludos.
Guadalupe López.
Visita:
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Muchas gracias por seguir aquí.