Un amor inolvidable 20: Capítulo final Temporada 3

El regreso de papá.

UN AMOR INOLVIDABLE.

CAPÍTULO XX: LA APARICIÓN DE JOSÉ.

FINAL DE LA TERCERA TEMPORADA.

Hablé por teléfono con Bernardo para informarle que Dan había tenido un accidente en su casa e iba a ir a visitarlo, dado que el doctor le había permitido regresar, por lo que me dijo que iría rápido a la casa para acompañarme, no sin antes decirme que me ama mucho, entonces yo me despedí y colgué justo en el momento que me subía a un taxi. Al llegar, Carlos me recibió tranquilamente y me llevó a la habitación, cuando entré, Dan estaba viendo las noticias en la televisión, y cuando me vio la apagó y se acomodó en la cama para platicar.

  • Hola – me dijo – ¡qué sorpresa verte por aquí!

  • Hola Dan – le dije – no me vuelvas a dar un susto así o te mato eh?

  • Ay Alberto – me respondió – fue solo una caída, no pasa nada, total, ya he sobrevivido a todo ¿no? – me respondió divertido.

  • ¡Dan! ¡Eres increíble! – le comenté un poco divertido también – Has vuelto a ser aquel primo que siempre estaba alegre así le atropellara un tren, ¡jajaja!

  • Pues ¿qué me queda? – me respondió – con Carlos todo es felicidad.

  • Carlos – dije – quisiera hablar con mi primo… a solas.

  • Entiendo – me respondió alegre – voy a preparar la comida.

  • Gracias.

  • Gracias a ti, Alberto – me dijo – por apoyar mucho a mi Dan.

Carlos salió de la habitación y cerró la puerta, Dan apagó la televisión e intentó acomodarse en la cama para poder platicar, aunque en su estado, tuve que ayudarlo, y empezamos a platicar:

  • Dan - dije - ten más cuidado la próxima vez.

  • Si – me dijo – esto no vuelve a pasar.

  • Quiero contarte algo - dije mientras lo observaba fijamente a los ojos.

  • ¿Qué es? – me preguntó con gran interés – cuéntame.

  • Bernardo y yo somos novios - dije mientras le dedicaba una sonrisa.

  • Felicidades, Alberto – expresó alegre – me gustaría abrazarte, pero no me puedo mover mucho.

  • No te preocupes - dije - ya habrá una oportunidad. A propósito, ¿piensas seguir estudiando?

- No sé – dijo – supongo que no.

  • ¿Por qué no? – le pregunté – Yo te veía demasiado entusiasmado con tus estudios…

  • Lo estaba – me interrumpió – pero después de todo lo que ha pasado…

  • Dan – empecé a decir – quiero que estudies, por favor. Yo te puedo ayudar.

  • Gracias por tu ayuda - sonrió - pero no puedo aceptarla.

  • ¿Por qué no? - le pregunté sorprendido.

  • Porque voy a trabajar para pagarme mis estudios - me dijo.

  • No puedo dejar que tú mismo los pagues - dije apresurado.

  • ¿Por qué no? - preguntó mientras me observaba sin entender lo que le estaba diciendo.

  • Porque mi mamá me prometió pagártelos – le dije – si tú aceptas estudiar.

  • Está bien – me sonrió – volveré a estudiar.

  • Así se habla – le di una palmada en la espalda – ¿Recuerdas el mensaje de texto que te envié hace unos días?

  • Claro – me contestó – me sorprendiste ¿eh? Cuéntame.

  • Pues todo pasó rápido – le aseguré – fue en el salón de baile al que fuimos, ahí lo conocí.

- Si, lo sé – expresó – yo mismo vi cómo estabas muy feliz a su lado.

En ese momento, Dieguito entró a la habitación tan rápido que no vi cuando se acostó al lado de Dan mientras el niño lo abrazaba con cuidado, mi primo sólo le acariciaba su cabello y trataba de besarlo, pero aun no tenía la suficiente fuerza para poder moverse así, por lo que el niño se acercó a darle un beso, y con total inocencia empezó a hablar:

  • Hola tío Alberto – me saludó – me alegra verte – dijo mientras se acercaba a mí para abrazarlo, lo cargué y le di un beso en la mejilla.

  • Hola Dieguito – le sonreí – hasta que te vuelvo a ver, has crecido mucho.

  • Si, tío – me dijo – es porque como muy bien.

  • Y debes seguir alimentándote bien – le dije – para que crezcas sano y fuerte.

  • ¿Cómo tú – me preguntó – o como mi papá?

  • Como los dos – le dije – te amo Dieguito.

  • Y yo a ti – me dijo el niño – estoy muy feliz.

  • ¿A sí? ¿Se puede saber el motivo?

  • Claro – me dijo – estoy feliz porque mi papá Dan está con mi papá Carlos.

  • Me alegra eso – le dije, con el corazón roto – me alegra saber que tienes una hermosa familia.


Me sentí muy mal cuando Dieguito me dijo que Carlos había regresado con Dan, y es que a pesar de que lo dejé ir, no podía olvidar su amor, me gustaba tanto que podría besarlo en ese mismo instante, pero no podía hacerle eso a él ni a Dan, a ambos los amo, además prometí no meterme entre ellos, al oír lo que me decía el niño sentí cómo algo en mi corazón se rompía, todavía amo a Carlos, aunque haya decidido dejarles ser felices y es que verdaderamente son una familia... Pero bueno, debo controlarme delante de ellos y felicitar a Diego"

  • Felicidades campeón – le dije – me alegra que estés feliz.

  • ¿Tienes novio? – me preguntó.

  • Si, Dieguito – sonreí - mi novio se llama Bernardo.

  • Ah – expresó – ¿y cuándo lo podré conocer?

  • Muy pronto mi niño – le di un beso en la frente – muy pronto.


Días después, Will nos llevó a todos al cementerio, aprovechando que Dan ya se había recuperado de su accidente, le alegraba ver que estábamos todos juntos.

  • ¿A dónde nos llevas, hijo? – le pregunté.

  • Papá – me dijo – sólo camina. Ya sabrán cuando lleguemos.

Al llegar al cementerio, Will compró un ramo de flores y nosotros también compramos uno, cuando nos acercamos al lugar, vimos escrito el nombre de la madre de Will.

  • Will – le dije, mientras empezaba a llorar – lo siento mucho.

Will no respondió, sólo me abrazó y también empezó a llorar, después de un rato, se separó de mí y nos contó lo que pasó.

  • Dan – empezó a decir – chicos, cuando salí de la casa, fui al hospital a ver a mi madre, pensé que se recuperaría pronto porque ya había tenido algunos avances, pero un día que fui a visitarla me siguió un cliente que estaba obsesionado conmigo y mi madre se enteró del trabajo que tenía, ella no lo soportó y murió a causa de un paro cardiaco, con el trabajo que tenía pude ahorrar el dinero suficiente para pagarle este lugar – dijo llorando mientras que Dan y los demás también llorábamos.

Después de estar un rato junto a Will, invité a los chavos a la casa, pero se disculparon diciendo que no podrían ir, y cada uno tomó su propio camino.


Rodrigo me acompañó a mi casa, cuando entramos, él buscó algunos alimentos para preparar la comida, cuando me fui a mi cuarto escuché el sonido de su celular, alguien le estaba llamando, me acerqué y vi en la pantalla un nombre que me hizo rabiar de coraje, el nombre era “princesita hermosa”, entonces apreté la tecla “Finalizar llamada” y fui a la cocina.

  • ¿Quién es “Princesita hermosa”? – le pregunté molesta.

  • ¿Me habló? – me preguntó tranquilamente.

  • Dime quién es ella – le dije.

  • ¿Para qué quieres saber, Sandy? – me preguntó.

  • No tengo hambre – le dije – come tú si quieres, yo me voy.

  • Espera – escuché decirle, pero yo agarré mi bolso de mano y salí a toda prisa rumbo a casa de Dan.


Estaba organizando la casa cuando Will bajó rumbo a la sala, entonces aproveché el momento para hablar con él.

  • Will – le dije – ¿podemos hablar?

  • Claro Blanca – me dijo mientras se sentaba en el sillón – siéntate.

  • Gracias - sonrió.

  • ¿Y bien? – me preguntó - ¿De qué quieres hablar?

  • Bueno, es algo que te lo voy a decir porque eres mi mejor amigo y quiero que lo sepas antes que todos.

  • Muchas gracias Will – le respondí – quiero decirte que me quiero casar con Leandro.

  • ¿En serio? – me preguntó – ¡Me encantaría ir a tu boda!

  • Y yo estaría encantado de que nos acompañaras – dijo Leandro acercándose a nosotros – quiero pedirte un favor.

  • ¡Leandro! ¡No sabía que estabas escuchándonos – dije.

  • Estaba bajando las escaleras cuando los escuché – empezó a decir – y me alegra tanto haber escuchado eso. Will – dijo volteando a verlo – quiero pedirte que seas nuestro padrino de bodas.

  • Me encantaría serlo – le dijo – pero no puedo, no tengo dinero. Quizás si le digo a mi papá Carlos, él me podría ayudar con eso.

  • Bueno, entonces dile y ya veremos qué pasa - sugirió.

  • Claro - respondí.


Estaba arreglando los últimos detalles de la mesa cuando se escuchó el timbre e inmediatamente fui a abrir, alegrándome de ver a todos en casa, la familia reunida.

  • ¡Hola, chicos! – expresé – ¡Me alegra mucho verlos!

  • ¡Hola Dan! – me dijo Sandy – Muchas gracias por invitarnos a comer. Toma – me dio un refractario donde había un pie de limón – lo hice yo misma para la ocasión.

  • Sandy, no te hubieras molestado – le dije – muchas gracias por el postre.

  • ¡Hola Dan! – me saludó Blanca – me alegra verte recuperado.

  • ¡Y a mí me alegra verte tan feliz! – le dije – ¿dónde están los chicos?

  • ¡Hola! – saludó Leandro, que entraba justo en el momento en que le preguntaba a Blanca por él – ¡Dan! ¡Qué gusto verte! ¿Cómo has estado?

  • ¡Hola Leandro! – exclamé – he estado bien, un poco cansado, pero no ha pasado nada grave.

  • ¡Dan! – dijo Rodrigo – ¡me alegra verte! ¿Cómo estás?

  • ¡Hola Rodrigo! – le dije – He estado bien, con un poquito de cansancio, pero bien. Pasen.

  • ¿No vas a saludarme? – me preguntó Alberto.

  • ¡Alberto! – exclame mientras lo abrazaba – muchas gracias por venir, pensé que no ibas a hacerlo.

  • Dan – me dijo – a pesar de lo que pueda pasar, o lo que haya pasado, soy tu primo, y nunca te dejaré solo.

  • Pero Carlos…

  • Carlos fue el mejor novio que he tenido, el más amoroso – me dijo – pero nuestros destinos han estado marcados desde hace tiempo, y el de él está junto a ti, además, estoy seguro que con Bernardo estaré muy feliz.

  • Te agrada ¿verdad? – le pregunté

  • ¡Claro! Es un chavo – suspiró – increíblemente bello.

  • ¡Jajaja! – me reí – al fin te llegó el amor, Alberto.

  • ¡Si! – dijo – Al fin encontré a mi otra mitad.

  • ¿Hablaban de mí? – preguntó Bernardo mientras entraba a la casa – ¡Hola Dan!

  • ¡Hola Bernardo! – dije – ¿cómo estás?

  • Feliz – dijo – tengo al hombre más cariñoso del mundo ¡Jajaja!

  • Te amo – le dijo Alberto mientras lo besaba.

  • Con permiso – dije mientras los dejaba solos.

Iba caminando rumbo a la cocina cuando escuché el timbre, me acerqué a abrir la puerta encontrándome a Will y a Miguel juntos, los saludé y los invité a pasar, ellos saludaron y Will se acercó a mí:

  • Papá – me dijo – ¿puedo hablar contigo?

  • Adelante, hijo – le dije – ¿qué me quieres decir?

  • Quiero presentarte a Miguel - sonrió.

  • Ya me lo habías presentado – le dije.

  • Si – me aseguró – pero quiero hacer la presentación formal.

  • Vale - dije.

- Papá – dijo un poco nervioso – Miguel es mi novio.

  • ¡Felicidades hijo! – lo abracé – me alegra en verdad que tengas a Miguel a tu lado – volteé a ver a Miguel – Miguel, felicidades – lo abracé – gracias por estar con mi hijo – le dije – ya verás lo lindo que es – le estreché la mano – Miguel, quiero pedirte un favor.

  • Dígame, Sr. Pérez – me dijo – ¿qué favor?

  • Quiero que hagas feliz a mi niño – le dije – él se ha convertido en un hijo para mí – le dije – no quiero verlo sufrir más por amor.

  • Sí – me dijo – yo lo amaré siempre, pase lo que pase.


Estaba sentado en el sillón descansando un rato para relajarme cuando una voz me habló, la cual al instante pude reconocer: era la voz de mi hijo William, quien necesitaba decirme algo.

  • Papá Carlos – me dijo – Leandro y Blanca tienen algo que decirte.

  • ¿En dónde están? – le pregunté.

  • Están la sala – dijo – te están esperando.

  • Voy a verlos – dije – con permiso.

Me levanté del sillón y me dirigí a la sala apresuradamente, en donde se encontraban ellos y los saludé, entonces Blanca empezó a hablar:

  • Carlos – me dijo – Leandro y yo queremos pedirte un favor.

  • Adelante – le dije a Blanca – pídeme lo que quieras, ya sabes que estamos en confianza.

  • Gracias Carlos – me sonrió – bueno, el favor que queremos pedirte es… ¿quieres ser nuestro padrino de bodas?

  • ¡Por supuesto que sí! – me emocioné – ya sabes que te ayudaré en lo que pueda – le sonreí.

  • ¡Te adoro Carlos! – me abrazó emocionada – ¡Eres un amor!

  • Te quiero mucho, y siempre te apoyaré – le besé la frente – eres muy especial para mí.

Me despedí de ellos y fui a buscar a Dan, pero no lo vi en la planta baja de la casa, entonces estaba dispuesto a ir a buscarlo en la habitación, pero cuando escuché risas en el cuarto de Diego me dirigí a la puerta y giré el pomo, y me alegré tanto de ver que Dan y Dieguito estaban jugando con los carritos del niño.

  • Hola – les dije – ¿Por qué me dejaron solo abajo?

  • ¡Papá! – dijo Dieguito mientras me estiraba sus bracitos para cargarlo – ¿Quieres jugar con nosotros?

  • Claro - le respondí al niño.

  • Papá Carlos, Papá Dan – nos dijo Will que recién llegaba a la habitación – Blanca ya se va, y también los chicos.

  • Vamos a despedirlos – les dije al niño y a Dan.

Los tres bajamos las escaleras, yo bajé con mucho cuidado porque no quería tirar al niño, nos dirigimos a la sala y nos empezamos a despedir de todos. Al final, sólo quedábamos Dan, el niño, William, Miguel y yo.

  • Papá – me dijo Will – Miguel y yo ya nos vamos.

  • ¡No se vayan! – suplicó Dieguito – Papá Carlos, dile a mi hermano que se quede, por favor.

  • Hijo – le dije – tu hermano se tiene que ir.

  • No – me respondió – yo quiero que viva aquí con nosotros.

  • Creo que sería muy buena idea – dije mientras volteaba a ver a Will – sólo si tu hermano acepta.

  • Acepto – dijo Will – pero Miguel…

  • Miguel se puede quedar contigo hoy – dije volteando a ver a Dan – ¿verdad amor?

  • Así es – dijo Dan – mi hijo y tú se pueden quedar hoy aquí – le sonrió – por mí no hay ningún problema.

  • Gracias, Sr. Pérez, Sr. Linares – nos dijo Miguel – pero me tengo que ir. No puedo quedarme, pero con gusto me quedo otro día.

  • Cuando gustes, hijo – le dije – Cuídate mucho.

  • Muchas gracias, Sr. Linares – me dijo mientras se acercaba a la puerta principal – nos veremos pronto. Hasta luego Will – le dijo.

  • Ve a despedirlo – le dije a Will.

  • Gracias, papá – dijo mientras llamaba a Miguel.

  • Will – le habló Dan – quiero platicar contigo, como padre e hijo ¿se podrá?

  • Claro – sonrió Will – cuando regrese hablamos.

  • De acuerdo – dijo Dan.

  • ¿Lo vas a esperar? – le pregunté.

  • Le dije que quería hablar con él cuando regrese – me dijo – si me subo a dormir, quedaré muy mal con él y la próxima vez que le diga o le pida algo, va a creer que no es importante.

  • Bueno – le dije – te espero en el cuarto. Dieguito – volteé a ver al niño – vamos a tu cama.

  • Claro – me respondió – cuando termine de hablar con Will voy contigo.


Iba caminando tranquilamente con una gran sonrisa en los labios, puesto que había pasado un grandioso momento con William; además, él es increíble, tanto que no quisiera separarme nunca de él... en fin, no importa despedirme ahora, ya tendré más tiempo para compartirlo con él. Me estaba acercando a la esquina de la avenida principal para subirme al transporte público cuando escuché que Will me hablaba.

  • ¡Will! – exclamé sorprendido - ¡¿Qué haces aquí?! Ya es tarde…

  • Vine a acompañarte – me dijo – Te amo.

  • Y yo a ti – lo besé en los labios – Mira, ya viene mi autobús.

  • Cuídate mucho – me dijo – nos vemos pronto.

  • Pensaré en ti toda la noche – le sonreí.

  • Y yo igual – me devolvió la sonrisa.

Me subí al autobús y, después de pagar el pasaje, me senté cerca de una de las ventanas que daban vista a la avenida, y pude ver a Will despidiéndose de mí haciendo movimientos con las manos, además de enviarme besos, yo le respondí de igual forma hasta que el camión me impidió seguir viéndolo, decidí recargarme en el asiento y me quedé dormido.


Regresé a la casa y abrí la puerta, pensando que quizás mis papás y mi hermano ya estaban dormidos, pero me alegré tanto de ver a mi papá Dan sentado en el sofá esperándome.

  • Hola papá – lo saludé – ¿Y mi hermano?

  • Está con tu papá Carlos – me respondió – le está leyendo un libro para dormirlo.

  • ¿Si vamos a hablar? – le pregunté.

  • Justamente iba a decirte lo mismo, pero me ganaste – me dijo – ven – señaló un sillón – siéntate. Quería saber si te has protegido en caso de que ya hayas tenido relaciones con Miguel.

  • Papá – empecé a decir – quiero consultar algo contigo.

  • Claro Will – me dijo – cuenta con mi apoyo.

  • Papá, estoy preocupado – le dije – y tengo miedo.

  • ¿Miedo? – me preguntó sorprendido – ¿Miedo de qué?

  • De tener alguna infección o algo - respondí apenado.

  • ¿Por qué? – volvió a preguntar – ¿qué tienes?

  • Pues tengo una pequeña mancha roja en el prepucio que me arde, me da mucha comezón, algunas veces un poco de ardor y, además de que segrego un líquido blanco – le dije preocupado.

  • Imagino que tus clientes no se protegían ¿verdad? – me preguntó.

  • Algunos sí - empecé a decir - pero no todos... necesitaba el dinero y no tenía el suficiente para comprar preservativos – le dije – además de que cuando les pedía que se protegieran no me dejaban hablar porque según ellos yo solo era un juguete que debía satisfacerlos y no tenía derecho a nada – le dije – y tengo miedo.

  • No te preocupes – me miró a los ojos – mañana mismo vamos a ver a un médico. Ahora vamos a dormir.

  • Papá – le dije – quiero hablar algo más contigo.

  • Te escucho – me sonrió.

  • Papá, quiero platicarte todo lo que viví después de dejarte y cómo entré al mundo de… - empecé a decir, pero no quise terminar la frase porque me daba pena.

  • Si – me interrumpió – a ese mundo.

  • Bueno, pues yo – empecé a decir – después de dejarte, fui a ver a Chris – dije mientras ponía una mirada triste – sabía perfectamente que él me amaba, pero yo a él no porque era como mi hermano – hice una pausa y después continué – además de que te amaba a ti, pero él quería estar conmigo y yo me negaba todo el tiempo – dije – por eso tuve esa actitud, yo pensé que era solo algo pasajero, o que quizás Chris estaba jugando, pero me di cuenta que no, él me empezó a presionar para que tuviéramos sexo y… lo logró – dije mientras resbalaba una lágrima – yo me sentí vacío porque no estaba haciendo el amor, era simplemente sexo, pero Chris no se conformó con eso, lo sé porque tiempo después él me confesó que también te había seducido y me dijo que tuvieron sexo oral, yo no pude reclamar nada porque no estaba en posición para hacerlo, pero me dolía saber eso, Chris cada vez me presionaba más y más hasta que no aguanté y fue por eso que tuvimos esa discusión, pero te juro papá que todo lo que te dije fue mentira, después de que me corriste de tu casa fui a buscar a Chris porque no tenía a donde ir y tuve que empezar una relación con él para que pudiera tener donde vivir, pero no funcionó, pasó exactamente lo que pensé que pasaría: no nos entendimos, y es que no podíamos porque Chris no buscaba amor, y yo si, al poco tiempo terminamos, pero fue entonces que me quedé sin nada, porque no tenía dinero para pagarlos, además era evidente que no podía venir y pedirte que los siguieras pagando, por eso fue que, por necesidad, tuve que prostituirme, me sentí tan sucio, tan humillado, porque todas las veces que tenía sexo con mis clientes terminaba con un gran vacío en el alma, porque lo que mis clientes me hacían no se parecía para nada a las noches que tenía con…

  • Conmigo – me respondió.

  • Así es – dije apenado.

  • ¿Y cómo fue que saliste de eso? – me preguntó.

  • Ya te lo había dicho ¿recuerdas? - dije.

  • Si – me dijo – pero ¿no tuviste problemas? – decía preocupado – ¿ninguno de tus… no te han buscado..?

  • Nunca supieron donde estaba – respondí – jamás me encontrarán.

  • Pues es bueno eso, porque si me preocupa – me contestó.

  • Papá – le dije – quisiera… no sé… ¿podríamos salir a algún lado? – le pregunté suplicante, quería salir a algún lado con mi papá, distraerme un rato – quiero pasar un día contigo, como lo que somos, padre e hijo.

  • Claro – me sonrió – saldremos mañana, a donde tu quieras.

  • Gracias papá – lo abracé – te amo.

  • Y yo a ti – me dio un beso la frente – hijo.


Me levanté del sofá, me despedí de Will y subí las escaleras para ir al cuarto de Dieguito y despedirme de él; cuando entré, el niño se había quedado dormido abrazando a Carlos, y Carlos se había dormido abrazándolo también, me encantaba esa imagen, padre e hijo dormidos, me acerqué a darles un beso y salí del cuarto del niño para irme al mío, pero me encontré a Will en el pasillo.

  • Hijo – le dije – ¿qué tienes?

  • Nada – me dijo – no puedo dormir.

  • No te preocupes – le dije – vamos a tu cuarto y me quedo contigo hasta que te duermas.

  • Pero… - empezó a decir  Will – ya no soy un niño.

  • ¿Y eso te impide recibir el apoyo de tu padre? - le pregunté.

  • No – me respondió – gracias por todo, papá.

  • No hijo – le dije – gracias a ti por ser mi hijo.

Nos fuimos a su cuarto y Will se acostó en la cama, yo me acerqué, le di un beso en la frente y me acosté a su lado, él se acomodó entre mis brazos y nos quedamos dormidos.


  • Buenos días papá – escuché mientras empezaba a despertarme – ¿dormiste bien?

  • Hola – empecé a decir – ¿cómo… ¡Will! – me sorprendí – ¿qué haces aquí?

  • No podía dormir y nos encontramos en el pasillo - empezó a decir - regresamos a mi cuarto, me acosté, me abrazaste y nos quedamos dormidos – me explicó – ¿no lo recuerdas?

- Si – le dije – ahora recuerdo… ¿dónde están tu padre y tu hermano?

  • No lo sé - respondió.

  • ¡Dan! ¡Will! – escuché que nos gritaban desde la escalera – ¡bajen a desayunar!

  • ¡Ya vamos! – gritó Will – papá vamos a desayunar – me sonrió.

  • Sí – le dije, sonriéndole también – vamos.

Nos levantamos de la cama y Will bajó corriendo las escaleras, logrando llegar antes que yo, cuando llegué, mis dos hijos estaban ya sentados en la mesa desayunando un plato con lechuga picada y un trozo de queso.

  • Me encanta este desayuno – expresé mientras iba a la cocina.

  • Hola amor – me besó Carlos – toma, aquí está tu desayuno.

  • Muchas gracias jovencito – le dije un poco divertido – me sorprendió con este desayuno.

  • Por mi familia hago lo que sea – me besó – te amo.

  • Y yo a ti - dije sonriendo.

Nos sentamos a desayunar y empezamos a platicar y a convivir en familia, me sentía muy agradecido con la vida por darme esta familia, con mi novio Carlos, al que amo tanto, y con mis dos adorables hijos Will y Dieguito, cuando terminamos, nos turnamos para ducharnos, primero se duchó Will, luego Carlos, después bañé a Dieguito y se lo dejé a Carlos para que lo vistiera mientras yo me duchaba, cuando estuvimos listos, Will dijo:

  • Papá Carlos – lo miró a los ojos – voy a salir con mi papá Dan – le dijo – anoche lo acordamos.

  • Claro – le dijo – diviértanse – sonrió – no se preocupen por el niño, yo lo cuido.

  • Gracias amor – le dije a Carlos – te amo.

  • Y yo a ti – me besó.

Will y yo salimos de la casa y tomamos un autobús que nos llevaría al centro comercial, en el trayecto Will y yo íbamos platicando y riéndonos de lo que me contaba.

  • Me da mucho gusto salir así contigo – me dijo – siempre quise tener un padre y ahora te tengo a ti.

  • Así es – le sonreí – tu hermano y tu me han devuelto la luz a mi vida. Te amo hijo y quiero que sepas que cuentas conmigo para todo.

  • Gracias papá – me sonrió – me alegra estar contigo.

  • A mí también – le sonreí.

Estuvimos un buen rato eligiendo la ropa que queríamos comprar, cuando encontré un traje negro le dije a Will que iría al probador, cuando me lo puse, me quedó muy bien, así que me lo quité y me volví a vestir, cuando salí de los probadores vi que Will estaba muy nervioso, y cuando me acerqué me abrazó.

  • Papá – me dijo – vámonos de aquí.

  • ¿Qué pasó hijo? – le pregunté preocupado – ¿Pasa algo?

  • Sí – me dijo – acabo de ver a uno de ellos.

  • ¿Dónde? – le pregunté.

  • Ahí – dijo señalando a la caja, cuando lo vi sentí una ira indescriptible, él sintió mi mirada y empezó a acercase a nosotros «No puede ser él» pensé «¿Qué hace aquí?»

Me llevé a William a la calle y nos fuimos rápido, ya no pudimos comprar nada, cuando llegamos a la casa entramos y saludamos a Carlos y al niño, apenas le iba a explicar a Carlos el por qué no habíamos comprado nada cuando se escuchó el sonido del timbre, entonces me acerqué a la puerta y la abrí, enseguida entró a mi casa y yo cerré la puerta.

  • No pensé que volvería a verte – dijo sonriendo.

  • No sabes cuanto hubiera querido que desaparecieras para siempre de mi vida – le respondí.

  • Dany – empezó a decir – yo quise buscarte pero tu madre…

  • Mi madre tuvo que cuidarme desde que tenía 12 años porque tú no soportabas tener un hijo como yo – le dije – no sabes cuánto sufrimos ella y yo por tu culpa.

  • ¿Por mi culpa? – preguntó irónico – fue culpa de tu madre, que siempre te trató con delicadeza, si me hubiera dejado educarte…

  • Mi madre me trató como lo que siempre fui: su hijo – lo interrumpí – tú nunca me consideraste así, te daba vergüenza tener un hijo.. ¿cómo decías? Ah si, un hijo marica – le reproché.

  • Pero las cosas cambiaron y cuando yo quise acercarme a tu madre, ella… - empezó a decir.

  • Mi madre hizo bien en alejarte de mi – lo volví a interrumpir – con ella fui muy feliz.

  • ¿Y dónde está ahora? - preguntó.

  • Eso a ti no te importa – le dije – te voy a advertir una cosa, José, no quiero que te acerques a mi de nuevo, y deja en paz a mi familia.

  • ¿A tu familia? – me preguntó – ¿Y quién es tu familia, eh? ¿Acaso es este – dijo señalando a Will – tu “familia”?

  • Te voy a prohibir que te expreses así de él – le dije – es mi hijo y tú no vas a insultarlo.

  • ¿Tu hijo? – me preguntó – este puto barato…

  • ¡Basta! – le dije – no sabes lo que dices.

  • No, te equivocas – me aseguró – dile – le empezó a decir a Will – vamos, cuéntale a tu “papi” quién eres en realidad.

  • Mi “papi” – dijo enojado – ya sabe a qué me dedicaba.

  • Vete de aquí – le dije – antes de que te agarre a golpes.

  • No sabes quién es éste – me dijo – si supieras…

- ¿Si supiera qué? – le dije – ¿que mi hijo se dedicó a la prostitución un tiempo? – le pregunté – eso ya lo sabía.

  • ¿Qué pretende usted, eh? – le preguntó Will – ¿quería dejarme como una basura enfrente de su hijo? Pues ¿qué cree? Que le falló – le dijo – pero ya que está hablando de mi pasado, ¿por qué no hablamos de su pasado?.

  • ¿De qué pasado hablan? – les pregunté incrédulo – No entiendo.

  • A mi hijo no le vas a decir nada – empezó a decir José – te lo prohíbo.

  • Tu a mi hijo no le vas a prohibir nada – le dije – él no es nada tuyo.

  • Él fue uno de mis clientes – dijo Will – él fue mi último cliente. Y no usamos protección.

En ese momento me enojé tanto que me abalancé sobre mi padre y empecé a golpearlo, pero Will nos separó y me tranquilizó.

  • Basta – me dijo – papá, él no vale la pena.

  • He pasado por situaciones que ni siquiera te imaginas, y la familia que tengo la fui construyendo a través del miedo, el amor, las desilusiones y el dolor – empecé a decirle a mi padre – estuve hospitalizado por meses, y tomé terapias de rehabilitación porque el amor me había dejado paralítico, pude sobrevivir a todo eso gracias a que Carlos estuvo siempre a mi lado, gracias al amor que me tiene, a pesar de que el culpable de haber quedado inválido fue otra persona que ya no está aquí – le dije enojado – yo le hice mucho daño a Carlos y también a Will en el pasado, antes de mi hospitalización, pero yo soy tan importante para ellos que a pesar de haberlos tratado como basura, siguieron a mi lado, esperando que algún día pudiera estar feliz a lado de ellos, y gracias a ellos es que estoy aquí, y gracias a Carlos no he muerto cuando he estado a unos pasos de dejar este mundo, así que tú no puedes venir a querer invadir mi vida porque tú no tienes espacio en ella.

  • A pesar de todo soy tu padre – me dijo – y eso no lo puedes cambiar.

  • Lamentablemente no – le dije – yo te hubiera tratado bien si tú hubieras llegado con otra actitud, pero así como te estás comportando, olvídate que yo te permita regresar a mi casa.

  • Yo lo único que quiero es verte casado – me dijo – y con hijos.

  • ¿Qué sucede? – preguntó Carlos, que recién llegaba a mi lado.

  • Pues sólo me falta casarme – le dije mientras agarraba una mano de Carlos – pero en cuanto podamos Carlos y yo nos casaremos.

Mi padre se nos quedó viendo sin decir nada, entonces yo me acerqué a Will y le dije:

  • Hijo, lamento que esté sucediendo esto, no quiero que veas esto.

  • No te preocupes papá – me dijo – yo…

  • Escúchame – le dije – hazme un favor.

  • El que quieras.

  • Ve a ver al niño – le pedí – y si despierta no bajes ni permitas que el niño baje por ningún motivo.

  • Sí papá – me respondió Will.

  • ¿Tienes otro hijo? – me preguntó José – ¿cuántos tienes?

  • Tengo dos hijos – le dije – dos hijos que me adoran, porque si les preguntaras qué es lo que opinan de su padre Dan, ellos te dirían maravillas de mi – le seguí diciendo – porque a diferencia tuya…

  • ¡Dan! – gritó Carlos – ¿qué te pasa?

  • ¡Hijo! – exclamó mi padre – despierta, despierta, despierta…

CONTINUARÁ…


¡Hola a todos! Me alegra que sigan leyendo mis relatos; aquí les dejo el capítulo final de temporada; espero que les agrade. ¡Nos vemos en la cuarta (última) temporada de esta historia. Saludos.

Guadalupe.