Un amor inolvidable 18

La verdad del accidente.

UN AMOR INOLVIDABLE

CAPÍTULO XVIII: HABLANDO CON LA VERDAD

ABRIL 2009

Estaba en mi habitación peinando mi cabello frente al espejo, cuando escuché la voz de Carlos gritándome desde la sala; evidentemente el tiempo había avanzado y yo no había hecho la gran cosa. Apenas terminé de cepillarme, dejé mi peine sobre mi mesita de noche y volví a observarme en el espejo una última vez, para corroborar que había quedado impecable.

-      Apresúrate – me dijo – te tardas demasiado en arreglarte.

-      Ya voy, Carlos – le dije – no me presiones, si no es tan tarde.

-      Ya son las 8:03 p.m – me respondió - y nos quedamos de ver con las chavas a las 8:00 p.m. en el parque.

-      Ya estoy – le dije mientras bajaba las escaleras - ¡Listo! Vámonos.

-      Te ves muy guapo – me dijo Carlos – ese traje te quedó de lujo.

-      Gracias – le dije sonrojado – tú también te ves muy guapo.

Nos dirigimos a la avenida donde tomamos un autobús, durante todo el trayecto estuvimos hablando de algunas cosas que recordábamos de nuestra juventud, hasta que llegamos a nuestro destino, cuando bajamos ya estaban los chicos esperándonos.

-      Hola – les dije - ¿cómo han estado?

-      Muy bien – me dijo Sandy – queríamos ir a verte pero no habíamos tenido tiempo.

-      Así es – me dijo William – pero creo que te voy a reclamar el haberme quitado a mi papá tanto tiempo.

-      ¡Si! ¡Jajaja! Lo lamento – le dije – si quieres te lo devuelvo, pero primero tendrás que explicarme eso de “mi papá” jajaja.

-      Te lo explico luego, en todo caso no creo que quiera volver conmigo – me dijo – no a menos que Carlos quiera dejarte…

-      No – le sonreí – si no hay problema, puede quedarse unos días más conmigo.


Nos dirigimos al salón de baile donde entramos y de inmediato las chavas fueron acaparadas por algunos jóvenes del lugar, entonces Dan y William fueron a apartar algunos lugares dejándonos a Carlos y a mí solos.

-      Nosotros vamos a buscar lugar – dijo Dan mientras codeaba a William – ¿verdad Will?

-      ¿Qué? – preguntó sorprendido Will, pero Dan le hizo una seña – Ah, si… eh, papá, Alberto, con permiso – dijo mientras se alejaban, dejándonos solos.

-      Y bien, eh… ¿quieres… bailar? – me preguntó Carlos – espero que no te moleste.

-      Claro que no – le dije – ven, vamos a la pista – lo tomé del brazo y lo llevé a la pista para poder empezar a bailar…

Después de bailar un par de piezas, le pedí a Carlos que saliéramos un momento para que yo pudiera hablar con él, una vez fuera le dije lo que hace tanto tiempo venía posponiendo:

-      Carlos, creo que ya no podemos seguir con esto… - intenté decirle.

-      Con esto ¿qué? – Carlos parecía no saber de lo que hablaba.

-      Con nuestro noviazgo – dije apresuradamente – mira, te conozco desde hace bastante tiempo, al igual que a mi primo; y es evidente que ustedes dos no han dejado de amarse, así que no quiero entrometerme entre ustedes dos – suspiré - Carlos me has hecho muy feliz, pero ya es tiempo de que tú también luches por ser feliz – solté todo de golpe, no quería que me interrumpiera, Carlos simplemente me escuchó aunque, cuando terminé, me miró ceñudo un momento antes de continuar.

-      ¿No será que quieres estar disponible para ese chavo que te estuvo comiendo con la mirada y tratando de tocarte el culo todo el rato que estuvimos bailando? – soltó de golpe, la verdad, no me esperaba esa reacción, pero pronto Carlos dejó salir su ser interior -. Aunque así fuera te lo agradezco, Alberto – sonrió - de verdad quiero ser feliz con Dan o morir en el intento, pero no sabía cómo decírtelo…

-      Era muy sencillo – le dije - bastaba con que te atrevieras a decírmelo, total ya lo sospechaba… - en ese momento Carlos hizo algo que no me esperaba: me besó, no un beso cualquiera, sino un beso dulce, tierno, después de unos segundos se separó de mí - ¿y eso?

-      La despedida – dijo - no quiero que tengas un mal recuerdo de mí.

-      No hacía falta, pero gracias ¿amigos? – le dije tendiéndole mi mano.

-      ¡Los mejores! – dijo mientras estrechaba mi mano y me halaba hacia él para abrazarme.

Después de un apretón de manos y un abrazo cálido volvimos dentro y entonces Sandy nos llamó:

-      ¡Alberto! ¡Carlos! – exclamó efusiva - Vengan, hay gente que presentarles.

-      ¿A quiénes? – preguntamos sorprendidos, mientras cruzábamos miradas de sorpresa.

Will se levantó y nos presentó a Miguel, un chico alto, 1.83 m; de cabello café, casi negro; la piel blanca como la leche y unos ojos que según los mires son cafés o verdes, la verdad bastante guapo, me alegré por Will, que aunque lo presentó como su amigo a los dos se les veía que querían ir más allá.

Luego Sandy y Blanca presentaron a Rodrigo y Leandro, sus respectivos novios, que conocieron mientras Dan estuvo en el hospital y no se había dado la oportunidad de conocerlos. Pero había alguien más, el chico que Carlos acusó de querer algo conmigo.

-      Soy Bernardo, mucho gusto; Carlos, Alberto – al decir nuestros nombres nos estrechaba la mano, aunque fue muy notorio que se detuvo un poco más conmigo.

-      Mucho gusto – dijo Carlos.

-      Es un placer – dije yo, más por cortesía que por otra cosa, pero él me guiñó un ojo y continuó:

-      Si es tanto placer, no te molestará que te saque a bailar, ¿o sí?

Miré algo incómodo a Carlos quien simplemente se encogió de hombros y yo me fui con él. A los pocos minutos me entró un mensaje al celular:

Carlos nos lo acaba de contar, aprovechando que Dan fue al baño, te lo agradecemos tanto, no sabes lo alegres que somos, porque has sido capaz de sacrificarte por la felicidad de Carlos, eso es amor de verdad. Ahora no tengas miedo a empezar de nuevo, ya verás que podrás ser muy feliz. Por cierto, Bernardo se nos acercó para preguntarnos si estabas disponible, se ve que le interesas mucho, suerte, Blanca


Después de pasárnosla de lujo en la fiesta nos volvimos cada quién a su casa. Al llegar a casa, despedí a la niñera y le di un beso en la frente a Diego, luego me fui a dormir, pero de camino a mi cuarto pude oír a Carlos llorar en su habitación, llamé varias veces y no me contestaba, simplemente dejó de sollozar para que me fuera, así que intenté abrir la puerta de su habitación, pero estaba cerrada con llave, y decidí hacer lo único que podía, cogí mi teléfono y le llamé. No me contestó, pero, al ver que no me iba a dar por vencido, abrió la puerta de su habitación y me dejó entrar, me pidió que me sentara junto a él en la cama y me contó su conversación con Alberto.

-      No lo puedo creer, lo volví a hacer, Dan ¡lo volví a hacer! – exclamó angustiado - Le he roto el corazón a un chavo que amaba, otra vez lo hice – Carlos lloraba desconsolado entre mis brazos.

-      Jajajajajajajajajaaja – no pude hacer más que reírme, pero al ver su cara tuve que explicarme -: no creo que tuviera el corazón tan roto si te dejó para que pudieras ser feliz con otro chico – dije - según me cuentas, te dijo que te veía distraído y que no parecía que le interesabas, así que en realidad no creo que le doliera mucho, total se despidió muy cariñoso del tal Bernardo…

-      ¿De veras? – me interrumpió – no tienes idea de cuánto me alegra saber eso, ¡ahora sí que me voy a poder a dedicar a lograr que ese otro chavo que Alberto mencionó me ame!

-      ¿Se puede saber quién es? – tenía ganas de saber quién se metió entre Alberto y Carlos, es curioso que esta vez no fuera un chantaje sino amor lo que separaba a una pareja tan bonita.

-      Ese chico es…

Carlos me besó, yo sentí una conexión única, me sentía en un sueño, también me sentía nervioso, era como volver a empezar, ese beso me mandó una descarga eléctrica por todo el cuerpo que me hizo estremecer, fue un momento bello, mágico, quería abrazarlo, quería continuar con ese magnífico beso, quería sentirlo cerca, sentirlo mío, pero Carlos se separó de mí.

-      ¡Wow! – le dije a Carlos cuando se separó de mis labios -  sigues besando como a mí me gusta.

-      ¿Eso quiere decir que podemos ser novios de nuevo? – me preguntó ilusionado.

-      No – le dije un poco triste, Carlos me miró sorprendido – Carlos, no quiero que pienses que no te amo porque no es así…

-      ¿Y por qué entonces no me dejas ser tu novio? – me preguntó – Dan, cuando estamos juntos te ves feliz. Yo puedo hacerte feliz, lo que pasó jamás lo volveré a hacer.

-      Sí, soy feliz – empecé a decir – y también sé que si regresáramos me serías completamente fiel, sé que serías incapaz de lastimarme, pero no puedo aceptarte.

-      ¿Por qué no puedes aceptarme, Dan? ¿De qué tienes miedo? – me sorprendieron sus preguntas – Dime, yo te puedo ayudar…

-      Tengo miedo de amar – le dije – tengo miedo de equivocarme una vez más, de abrir mi corazón para que nuevamente me lastimen – sentí una lágrima resbalar – tengo miedo a morir por amor.

-      Dan – empezó a decir Carlos – Alberto terminó conmigo porque se dio cuenta que yo no puedo olvidarte.

-      Ni yo a ti – le dije sin pensarlo.

-      Dan… te amo. Nunca te olvidé, y nunca lo podré hacer – me dijo con total sinceridad – además, te puedo ayudar a superar ese miedo, tenme confianza, dame la oportunidad de estar contigo, si lo nuestro no funciona, te prometo que yo me alejaré de ti, y jamás te volveré a buscar, para que encuentres tu felicidad, aunque no sea junto a mí.

Cuando escuché esas palabras todo el miedo que sentía se desvaneció «Después de todo lo que le hice, sigue aquí, junto a mí, pidiendo una nueva oportunidad para empezar de nuevo, y está dispuesto a todo por mí, y el decirme que está dispuesto a dejarme ir si yo no me siento bien con la relación, que es capaz de aceptar todo lo que le pida sin condiciones, fue lo que terminó por convencerme» pensé. En ese momento estaba en reproducción la canción “Cada color al cielo” de Laura Pausini, y pude escuchar aquella estrofa que decía « No tendré más miedo de volar bien alto, y diseñando un arco tú me sentirás sobre tus alas grandes que me dan resguardo, yo te diré entre tanto que te amo y tú serás la cura para renacer; ya no tendré más miedo de quererte al lado, y atravesando el tiempo me tendrás aquí, sobre tus grandes alas que nos lleven juntos, hasta una luz divina para compartir… por ti devolveré cada color al cielo, al cielo su color y a mí me bastas tú»

-      Sabes – miré sus hermosos ojos cafés que brillaban de una forma especial, a través de los cuales podía ver que tenía miedo a que lo rechazara – yo siempre supe que nunca me dejaste de amar.

-      ¿Cómo? – me preguntó sorprendido – No entiendo.

-      Es muy fácil de explicar, mi querido Carlos – le dije – lo que tú has hecho por mí, el haber sido capaz de lastimarte, de faltarte al respeto a ti mismo para estar a mi lado, cuidarme en el hospital, soportar mi mal humor, acompañarme a mis terapias, estar pendiente de mí día a día… ¿en verdad crees que otra persona lo hubiera hecho en tu lugar?

-      No – me respondió – tienes razón, Dan; yo jamás te dejé de amar, y no lo pude hacer porque nunca pude olvidarte; cuando regresé a tu vida, estaba dispuesto a volver contigo, estaba dispuesto a todo, a soportar tu pésimo humor con solo mirarme, tus insultos, tus gritos, tú me trataste muy mal, eso lo recuerdo perfectamente bien – suspiró - pero a pesar de eso yo quise seguir aquí, a tu lado, cuando que, si no fueras lo más importante en mi vida, porque eso eres para mí, yo pude irme a buscar a alguien más y alejarme de ti, salir de tu vida como en repetidas ocasiones me lo pedías, pero yo quise estar ahí, y estaba a tu lado porque sabía que en el fondo seguías siendo el mismo Dan del que me enamoré, el mismo Dan que cada día que pasaba a mi lado quería abrazarme, quería perdonarme, quería pedirme estar juntos otra vez… me dolió mucho tu actitud, después volvimos a ser amigos y eso me hizo enormemente feliz, pero yo siempre quería algo más, y todas las veces que estuvimos juntos…

-      …Fueron los mejores momentos – le dije – volver a hablar contigo, sentir esa amistad que jamás se fue, aquella vieja amistad que se formó desde hace tanto tiempo, fue increíble.

-      Si – me respondió – fue increíble, pero cuando estuvimos juntos en tu habitación, el día que William te dejó, el día que volvimos a… besarnos, a fundirnos como si fuéramos uno solo, sentir tu piel, tus caricias, tu cuerpo, fue con lo que comprobé que jamás me olvidaste, que a pesar del tiempo y la distancia, nunca pudimos olvidarnos, que nuestra piel se reconoció como si jamás se hubieran separado.

-      Carlos… - empecé a decir.

-      Yo intenté ser feliz – me interrumpió Carlos – quise hacer feliz a Alberto, pero cada paso que daba tratando de alejarme de ti, de olvidarte, hizo todo lo contrario, me hacía extrañarte, sentir la necesidad de besarte, abrazarte, tenerte cerca....

-      Siempre me escuchaste – le dije – siempre te quedó claro que yo no quería más que una amistad contigo, y tú respetaste mi decisión, nunca hiciste algo para reconquistarme, nunca trataste de separarme de William o de…

-      De él – dijo Carlos.

-      Si, de él – le dije entristecido – estabas dispuesto a cuidarme, a todo.

-      Además – dijo – todas las veces que estuvimos juntos en tu habitación mientras tomabas las terapias…

-      Sí – le dije – ahí terminé por convencerme del gran amor que aún te tengo – sonreí.

-      Y después de esta plática… – empezó a decir – quiero saber si… ¿sigues pensando que no puedes aceptarme? – me empezó a preguntar - ¿o ya cambiaste de opinión?

Yo no respondí, simplemente volví a besarlo mientras acariciaba su pelo, después me separé de él unos instantes para mirarlo a los ojos y preguntarle:

-      Supongo que recuerdas lo que platicamos en mi cuarto alguna vez – dije - ¿Te queda alguna duda?

-      No – dijo Carlos – nada ni nadie nos volverá a separar, por fin encontramos nuestra felicidad.

-      Así es – le dije – volveremos a empezar, sin rencores, sin remordimientos, sin prisas, sin engaños, sin secretos.

-      Sí… sin… secretos – dijo preocupado.

-      ¿Te pasa algo? – le pregunté sorprendido de su actitud.

-      No – dijo apresurado – Dan… yo… me… me tengo que ir, lo lamento.

-      Carlos, espera…. – dije.

Carlos se golpeó con uno de los muebles del cuarto mientras trataba de salir lo más rápido posible de la habitación, cuando llegó a la puerta trató de decirme algo, pero se quedó mirándome fijamente unos segundos y salió del cuarto «¿Qué habrá pasado?» me pregunté «¿Habré dicho algo que no debía?»


Quise hacer lo que Blanca me propuso, pero no puedo, no puedo olvidar a Carlos, lo amo y no puedo hacerle daño a Bernardo, necesito relajarme, necesito pensar.

-      ¡Hola! ¿Cómo estás?

-      ¡Muy bien, Alberto! – me respondió – me sorprende tu llamada ¿Cómo has estado?

-      Bien… – le dije – es que quería saber si podemos vernos, no sé, quizás podríamos salir un rato para platicar o algo.

-      Claro – me respondió – yo también quiero hablar contigo de algo que pasó y…

-      Entiendo – le interrumpí – nos vemos en la cafetería.

-      ¿En cuál?

-      En la de siempre – le dije.

Como pude llegué a la cafetería, había demasiado tráfico y lo peor de mi mala suerte fue que no había lugar en el estacionamiento «¿Por qué me tenía que pasar esto?» Tuve que dejar el auto en una calle cerca del lugar, me estacioné y me dirigí al lugar, cuando llegué, Carlos ya estaba sentado en una mesa, se veía tan guapo y tan tierno, me encantaba. Me acerqué a la mesa y después de saludarnos empezamos a platicar.

-      Así que no has hablado con Dan.

-      No, quiero visitarlo, pero no he tenido mucho tiempo – le dije – además, aún está un poco herido por todo lo que pasó…

-      ¿Dan? ¿Herido? – dijo Carlos, quien de inmediato se empezó a reír – Él ya está bien, gracias por el consejo.

-      ¿Cuál consejo? – le pregunté, temiendo que fuera el que me podría hacer tanto daño…

-      Volvimos – me dijo – Dan admitió que me ama y…

-      ¿Y le crees? – le dije, esperando que pudiera remediar mi error – Carlos, él te trató muy mal, te odiaba, y ahora resulta que “te ama”, no lo entiendo.

-      ¿A qué se debe tu reacción, Alberto? – me preguntó confuso – tú mismo me dijiste que luchara por él, por mi felicidad, por eso es que ambos terminamos, fue un acuerdo mutuo ¿lo recuerdas? no te entiendo…

No le contesté, simplemente como pude me levanté y lo besé, pero Carlos me separó de él y quiso decirme algo, pero lo interrumpí:

-      Perdóname – le dije sinceramente – yo no debí haberlo hecho.

-      No hay problema – me dijo desorientado – pero no debe pasar de nuevo.

-      Sí, te prometo que no volverá a pasar.

Me despedí de él y me dispuse a manejar el auto de regreso a casa «Soy un estúpido» pensé, cuando llegué, saludé a mi madre, quien ya me había preparado mi comida, después de comer le di las gracias, subí a mi recámara, me desnudé y me metí en la ducha, el único lugar donde podía pensar cuando algo me preocupaba.

Apenas sentí el agua recorrer mi cuerpo, analicé la situación «¿Habré hecho bien en dejarlo ir?» me pregunté, sintiendo que mi corazón se empezaba a acelerar, es evidente que cuando estoy cerca de él sigo sintiendo lo mismo que sentí por él desde que lo conocí «¿Es correcto sacrificar tu propia felicidad por la de alguien más?» Me pregunté a mí mismo.

«Además, Dan lo ha tratado muy mal ¿cómo puede ser posible que ame a una persona que lo ha tratado tan mal teniéndome a mí, que siempre lo traté muy bien? Pero no es justo, yo lo amo, y sé que Dan lo ama a pesar de todo, además, se ven enamorados, cuando están cerca… No puedo separarlos, ellos se merecen ser felices, Carlos hará que Dan sea la mejor persona del mundo, no, no puedo meterme entre ellos dos. No lo haré»


Me apresuré a dejar las cosas en orden, el cuarto ya estaba listo, solo faltaba mi hijo, bajé las escaleras y busqué a Carlos, pero no lo vi, de pronto sentí que unas manos me taparon los ojos.

-      ¿Quién soy?

-      No lo sé – bromeé – ¡jajaja! ¡Carlos!

-      Te amo – dijo con una cálida sonrisa – me gusta vivir aquí, contigo.

-      Bueno ya – le dije sonriendo – vamos, que Dieguito ya ha de estar demasiado inquieto.

-      ¡Vámonos! – dijo sonriente.

Cuando llegamos, Sandy nos recibió alegremente, también nos saludaron Blanca y William, quienes se veían muy bien arreglados.

-      Chicos – les dije – ¿van a ir a algún lado?

-      No – me respondió Blanca – más bien vamos a tener visitas.

-      ¿Visitas? – preguntaba cuando escuché tres voces que saludaban.

-      Hola – dijeron Leandro, Miguel y Rodrigo, quienes entraban apenados.

-      Hola – les respondí – ustedes son…

-      Yo soy Miguel, amigo de William – me dijo extendiendo su mano – nos habíamos visto en el bar…

-      Yo soy Leandro, el novio de Blanca – dijo, vestía unos jeans, zapatillas de deporte y una camisa a cuadros, era moreno de ojos miel con el pelo castaño oscuro, lacio y corto – mucho gusto.

-      Y yo soy Rodrigo, el novio de Sandy – dijo un joven de piel blanca, con su pelo ondulado que a la luz se veía con cierta tonalidad dorada, ojos cafés, de facciones finas, delgado y de estatura media, vestía unos jeans negros que combinaban perfectamente con sus zapatillas de deporte blancas y una playera verde de la marca Wilson, nada mal el chavo, además de ser muy simpático – por lo que me ha dicho ustedes son muy buenos amigos.

-      Sí – le respondí – conozco a Sandy ya hace 6 años – desde entonces ella ha sido un gran apoyo para mí.

-      Me lo imagino – me dijo con una sonrisa – ella me ha hablado mucho de ti.

-      Es muy agradable – le dije – si no fuera gay ya me hubiera casado con ella – le dije bromeando.

-      ¡Dan! – dijo Sandy – Me haces sonrojar.

La tarde pasó entre risas y pláticas divertidas entre todos, hasta que me animé a preguntar, interesado por saber cómo mis amigos habían conocido a sus parejas.

-      Bueno chicos, ahora si – empecé a decir – ya que estamos en el proceso de interacción y presentaciones, me gustaría saber cómo se conocieron.

-      Bueno – empezó a decir Sandy – a Rodrigo lo conocí en el trabajo, él entró a trabajar cuando tuviste el accidente – me dijo – empezamos una amistad y…

-      Bueno – la interrumpió Rodrigo – yo desde que la vi empecé a tratarla, la verdad es que es muy amigable, me cayó muy bien, y poco a poco empezamos a conocernos más hasta que un día le propuse el noviazgo.

-      ¡Oh! pues ¡felicitaciones! – les dije – te aseguro que Sandy te hará muy feliz.

-      Sí, ella es muy linda – me dijo – y te adora, eres un hermano para ella.

-      Sí, Sandy es la hermana que nunca tuve – le dije – Y bien – me dirigí a Blanca – ustedes dos ¿cómo se conocieron?

-      Bueno – empezó a decir Leandro – a Blanca la conocí en el instituto, la verdad que ya la conocía desde el semestre anterior, pero en ese entonces nos empezamos a hablar cuando ya estaba por terminar el semestre, pero ahora que nos tocó juntos otra vez, nos conocimos más y…

-      Sí – dijo Blanca – me pidió ser su novia, y claro, con mucho gusto acepté – dijo sonriendo – Lo amo.

-      Bien – dijo William – pues yo conocí a Miguel en “el trabajo” – dijo avergonzado – y gracias a que él se interesó en mí, logró encontrarme de nuevo y ahora estamos juntos.

-      Así es – dijo Miguel – sé que el medio en el que nos conocimos fue… bueno – dijo inquieto – creo que ya saben a qué me refiero, pero desde que lo conocí supe que él era especial, que había algo en Will, así que investigué ciertas cosas y…

-      Y me localizó – dijo Will – hablamos y se dio lo nuestro, pero hasta ahora, ya que no le quería dar el sí, pero como ya salí de ese ambiente, ya puedo amar de nuevo.

-      Bueno, pero si saliste de ese ambiente es porque amas mucho a Miguel – le comenté.

-      Así es – me dijo mientras lo veía – él me ha ayudado mucho.

Después de las presentaciones seguimos conversando un rato, incluso Blanca se acercó a mí para preguntarme cuándo podría traer a Dieguito, ya que había estado preguntando mucho por mí, yo le pedí que lo antes posible, entonces ella quedó de llevármelo al día siguiente, seguimos conversando hasta que, en la noche, nos despedimos Carlos y yo, pero nos fuimos solos porque ya era muy noche y era un riesgo llevarnos al niño, por lo que decidimos dejarlo en casa de Sandy.

-      Dan – me dijo Carlos – ya que estamos solos, quiero hablar contigo de algo muy importante.

-      ¿Sobre qué? – le pregunté.

-      Sobre tu accidente – me dijo angustiado.

-      No hay nada que hablar – le respondí – Ulises…

-      Es que sí hay algo de qué hablar – me interrumpió – Dan, yo… yo…

-      ¿Tú qué? – me sorprendía su reacción, se veía nervioso.

-      Yo tuve la culpa de que quedaras inmóvil – soltó de golpe.

-      No es cierto – dije sin saber qué hacer – tú no pudiste…

-      Escúchame – me interrumpió – ese día, cuando te encontré en tu casa, estabas tan golpeado, tan débil, no respondías, estabas inconsciente en tu habitación, yo no podía dejarte así, yo necesitaba hacer algo – decía nervioso – te subí al coche para llevarte al hospital, pero estaba demasiado nervioso por la forma en que te había encontrado, perdí el control y… choqué porque me salté un semáforo…

-      No te creo – le dije – tú no…

-      Dan – me dijo – yo sólo tuve fractura en un brazo, pero tú… tú recibiste la mayor parte del impacto.

-      Déjame solo – dije angustiado – necesito estar solo.

-      Dan, perdóname…

-      ¿No me escuchaste? – le grité - ¡Déjame SOLO!

ÚLTIMOS CAPÍTULOS DE TEMPORADA.


Muchas gracias por leer esta historia. Visita las siguientes páginas:

http://unamorinolvidabletr.blogspot.mx

http://sites.google.com/site/unamorinolvidabletr/

Saludos!

Guadalupe López.