Un amor inolvidable 15 Tercera Temporada

Sentimientos encontrados

UN AMOR INOLVIDABLE.

TERCERA TEMPORADA.

CAPÍTULO XV.

SEPTIEMBRE 2008.

«Te amo tanto» «Te necesito» «No me alejaré jamás de ti» Eran las voces que escuchaba a mi alrededor, pero todo estaba confuso, oscuro, distante…

«No puedo dejar a Lucio» «Amo a Carlos» «Debo eliminar a “Ulises”» me decían una y otra vez, en mis sueños, acompañadas de frases como «Te equivocaste de nuevo» «Eres demasiado frágil» «El amor te mató»… esas voces empezaron a resonar en mi mente «Tienen razón» pensé «Soy demasiado frágil»

De repente, logré abrir los ojos, viendo una luz blanca que me cegaba al instante, los volví a cerrar y los fui abriendo poco a poco, hasta que me acostumbré al destello blanco del techo de aquella habitación «¿En dónde estoy?» «¿Estoy muerto?».

  • Buenos días Señor Pérez – me dijo una voz que no identificaba.

  • ¿En dónde estoy? – pregunté mientras empezaba a acostumbrarme al entorno que me rodeaba, pero esa voz me volvió a hablar:

  • Soy el Doctor Javier Viveros – dijo - está en su clínica de salud.

  • ¿Qué me pasó? – pregunté confundido – ¿Por qué estoy aquí?

  • Usted sufrió un accidente automovilístico, Sr., por suerte despertó – dijo - ¿No recuerda nada?

  • No – respondí - ¿Por qué cree usted que he tenido suerte?

  • Usted estuvo 2 meses en estado de coma, Sr. Pérez – explicó - es un milagro que esté vivo después del estado en que llegó aquí.

Me desesperé de estar acostado y decidí levantarme, me sentía cansado y débil, pero necesitaba moverme, así que intenté hacerlo pero, en ese momento, no pude mover mis piernas, no las sentía.

  • ¿¡Qué me pasó!? – grité con desesperación – ¿¡Por qué no puedo mover mis piernas!?

  • Cálmese, Sr. Pérez – me dijo el médico – posiblemente el tiempo que duró en estado de coma le ha impedido caminar, pero con terapias usted pronto caminará…

  • Quiero estar solo – le interrumpí – por favor.

  • Con permiso Sr. Pérez.

En el momento en que el Dr. Viveros salía de la habitación, se encontró con Carlos, y ambos se quedaron hablando un rato afuera de la habitación en voz baja, después se despidieron y Carlos entró al cuarto.

  • ¡Dan! – exclamó con demasiado entusiasmo – ¡Despertaste!

  • Hola – saludé sin energía.

  • ¿Qué tienes? – me preguntó – ¿Puedo ayudarte en algo?

  • Quiero verlo – le dije.

  • ¿A quién? – me preguntó sorprendido.

  • Quiero ver a Lucio – exclamé.

  • Dan, él no… - empezó a decir.

  • ¿En dónde está? – pregunté.

  • Hola ¿puedo pasar? – nos interrumpió Sandy.

  • Hola Sandy – le respondí.

  • ¿Cómo te encuentras? – me preguntó.

  • Me duele todo el cuerpo – respondí.

  • Me imagino – dijo.

  • No respondiste mi pregunta – le informé a Carlos – lo que me hace pensar que no tienes buenas noticias ¿En dónde está Lucio? – repetí.

  • Dan – empezó a decir Sandy, pero la interrumpí.

  • Lo que sea que haya pasado, lo que sea que tengas que decirme, hazlo ya, por muy duro que sea, necesito saber qué pasó – le dije – por favor.

  • Dan, Ulises desapareció, al igual que Isaac, el sargento Benítez dice que lo único que ha podido averiguar es que el día de tu accidente los dos tomaron un vuelo y…

En ese momento empecé a sentir como si flotara, me sumergí en mis propios pensamientos, no quería pensar en nada, no debía pensar en nada, no tenía ganas, ni fuerzas… quería evadir la realidad a cualquier precio, pero debía enfrentar las cosas, por muy duras que fueran, entonces volví a escuchar la voz de Sandy:

  • ¿Dan? ¿No te duele lo que te acabo de decir? – me preguntó angustiada.

  • Perdona, yo… no escuché – le respondí.

  • Dan, Lucio salió de tu vida.

  • Ya – le dije inexpresivo – ¿es lo único que me vas a decir?

  • ¿Dan, estás bien? – me preguntó.

  • No, me duele el cuerpo… - respondí.

  • Sandy no se refiere a eso – me interrumpió Carlos – lo que ella quiere saber, lo que queremos saber, ambos, es ¿no te duele saber que no volverás a ver a Lucio?

  • No, es lo más conveniente – respondí - así Ulises…

  • Ulises tampoco estará en tu vida – Sandy soltó de golpe la frase – la huida fue definitiva.

Me sentía morir, el silencio que se hizo en la habitación fue dolorosamente insoportable, demasiado incómodo, aun no podía creer que me pasara eso, no soporté más y rompí en llanto. Los chicos sólo se quedaron observando mi patética imagen débil, ya no quedaba nada de aquel Daniel que ambos conocieron, nada, había muerto por dentro. Sandy decidió acercarse para abrazarme, pero el Doctor entró en la habitación y nos interrumpió.

  • Disculpen la interrupción – exclamó el doctor - Sr. Pérez, usted ya puede regresar a su casa cuando guste.

  • Quiero irme ya – dije.

  • Pero Dan, no puedes caminar – dijo Sandy – ¿cómo vas a ir a tu casa?

  • Yo lo llevaré – dijo Carlos – después de todo vivo ahí.


Carlos logró trasladarme hasta la calle, frente a mi casa «Mi casa, está vacía, sólo hay muebles, pero no hay más, así se ve mi corazón, abandonado y triste» pensaba mientras una lágrima más resbalaba en mi mejilla.

  • ¿Te duele algo? – me preguntó Carlos, quien se había dado cuenta de mi lágrima.

  • Si – le respondí – me duele el corazón de tanto amar.

  • Dan, yo… - empezó a decir.

  • No digas nada – le pedí - por fin todo acabó.

  • ¿Cómo dices? – me preguntó confundido.

  • Sólo tengo un amor que me hace vivir – dije - y quiero verlo.

  • El niño está con William y Blanca en casa de Sandy – me informó Carlos.

  • Tráemelo – le pedí – por favor.

  • Dan, te amo – me dijo – y nunca dejaré de hacerlo.

  • ¿Y qué con eso? – le respondí – no creas que por decírmelo voy a salir contigo.

  • Dan – me dijo agachándose para mirarme a los ojos – no te cierres al amor, no te abandones tú mismo…

  • El amor no está hecho para mí – le dije – sólo el niño me hará vivir.

  • Dan, yo sé que te lastimé mucho, y todo lo que has pasado ha sido tan fuerte para ti… – suspiró – entiendo que tienes miedo de abrir tu corazón…

  • Mi corazón es como una liga – le dije – una liga que tanto tú como William y Lucio o Ulises, o quien haya sido, estiraron tanto que “se rompió”.

Carlos no dijo nada, miré fijamente sus ojos cafés que empezaron a inundarse de lágrimas que muy rápido resbalaron por sus mejillas mientras yo permanecía inmóvil; no sentía nada, no sentía miedo, no sentía frío… no sentía amor, el amor que se sienten dos personas que lo dan todo, ese amor se fue. Carlos me llevó al interior de la casa, me dejó en la sala, se dirigió a la escalera y antes de subir me dijo:

  • Quisiera hacer algo para que puedas amar otra vez – dijo – y lo voy a hacer aunque me muera en el intento.

Carlos se fue dejándome en la sala, sentado en mi silla de ruedas, pensando en lo que se había convertido mi vida, no sentí en qué momento me dormí, cuando desperté, tenía una cobija cubriendo mi cuerpo, estaba acomodado en el sillón mientras Carlos estaba durmiendo sentado en el suelo apoyando su espalda en el sillón donde yo estaba, entonces sentí una chispa en mi interior y traté de acariciar su cabello, y me dormí con mi mano en su cabeza.


  • ¿Cómo te sientes? – me preguntó Carlos.

  • Ya mejor – le dije – quiero estar en mi silla.

  • Déjame ayudarte – me dijo extendiéndome su mano.

  • Gracias – le dije mientras agarraba su mano.

Cuando Carlos me cargó para llevarme a mi silla, sentí de nuevo aquella sensación que tuve cuando lo conocí, cuando éramos novios, cuando nos amábamos, lo extrañaba tanto, pero no podía decirle nada, no debía, además, Lucio… Carlos me miró fijamente, su mirada fue cálida, hermosa, entonces otra lágrima salió sin que pudiera evitarlo.

Me acerqué a la ventana de mi habitación, a través de ella pude ver que el jardín estaba perfectamente cuidado, entonces no pude evitar recordarlo, con aquellos hermosos ojos azules, la suavidad de su piel al recorrerla con mis manos, sus labios suaves y carnosos que algún día besé, a pesar de todo él había llegado a mi alma, y no podía olvidarlo del todo, para eso necesitaba tiempo, y no creía poder lograr olvidarlo.

  • ¿Dan? – dijo Carlos, haciendo que regresara a la realidad - ¿Quieres comer?

  • Si, tanto tiempo en coma me dejó con demasiada hambre – le dije.

  • ¿Te subo tu comida entonces? – preguntó.

  • No – respondí - ¿podrías ayudarme a bajar?

  • Claro – dijo, mientras se acercaba a mí.

Carlos me cargó entre sus fuertes brazos mientras poco a poco avanzaba hasta que llegamos abajo, le costó mucho trabajo bajar las escaleras, pero por fin estábamos en el comedor, en mi silla, dispuesto a comer con él, con Carlos.

  • Carlos – le pregunté – ¿por qué sigues aquí?

  • ¿Cómo? – me preguntó sorprendido.

  • ¿Por qué decidiste quedarte aquí conmigo, ayudándome, cuando tú podrías estar disfrutando tu noviazgo con… él? – le pregunté.

  • Alberto y yo ya platicamos de esto – empezó a explicar - acordamos que me quedaría aquí el tiempo que tarde tu recuperación.

  • Entonces tendrán que venirse a vivir conmigo – le informé - porque no voy a tomar terapias de rehabilitación – le dije – si quieres…

  • Si estás tratando de correrme de tu casa no lo lograrás – me dijo – sabes que estaré aquí contigo para ayudarte en lo que pueda.

  • ¿Y qué pasará con Alberto? – pregunté.

  • Vendrá a visitarnos cuando pueda – dijo - pero ahorita él está en su trabajo.

  • Carlos… - empecé a decir, pero no pude completar la frase.

  • ¿Qué pasó Dan? – me preguntó Carlos.

  • Gracias por estar aquí – le dije con una tímida sonrisa.

  • No tienes nada que agradecerme – me respondió – lo hago de todo corazón.

Carlos no dijo nada más, tan sólo se dedicó a comer junto a mí; me sentía raro, era como si Carlos no hubiera guardado rencor por todo lo que le hice. Verlo ahí, comiendo, en mi casa, cuidándome… «¿Qué nos pasó?» pensé «¿En qué momento nos perdimos los dos?» «Si tan solo hubiera luchado por ti… hoy mi vida sería muy distinta… sería la vida que anhelo, la vida que tanto tiempo he buscado y no he podido encontrar… serías mi gran y único amor»


Me dolía verlo así, tan débil, tan frágil, como si fuera un muñeco; no podía dejarlo a su suerte, no podía ser cruel con él porque yo lo… lo quiero mucho. Daría todo por él, daría mi vida, mis piernas, mi felicidad… daría todo y mucho más para que él pudiera caminar, para que pudiera sonreír de nuevo, para que Dan sea feliz.

El timbre interrumpió mis pensamientos, cuando abrí la puerta estaba Blanca con Dieguito, los saludé y Dieguito preguntó por su papá, entonces Blanca y yo lo llevamos a la habitación de Dan, quien dormía cómodamente en la cama. El niño se acomodó entre su brazo y se quedó dormido con él. Blanca y yo nos fuimos a la cocina, en donde empecé a preparar la comida mientras platicaba con ella:

  • Carlos – me dijo - no te pongas así.

  • Estoy bien – sonreí – no tengo nada.

  • No – dijo Blanca – sé que tienes algo.

  • No tengo nada – dije – ¡Ay!

  • ¡Carlos! – de inmediato agarró una franela y la colocó en mi dedo, después fue por alcohol y me curó la herida. Me había cortado con el cuchillo.

  • No puedo más – solté de golpe, mientras mis lágrimas empezaban a salir – Dan está destruyéndose y no sé cómo puedo evitarlo.

  • ¿Ahora qué pasó? – me preguntó.

  • Dan no quiere ir a sus terapias – le dije – no puedo hacer que cambie de idea. Se está hundiendo y no puedo hacer nada por evitarlo…

  • Tranquilo – me dijo – verás cómo todo se arreglará pronto. No puedes seguir cocinando, mejor voy a comprar la comida.

  • Yo voy – le respondí – así podré salir y distraerme un rato.

  • No – me aseguró - es mejor que te quedes aquí por si Dan llega a despertar.

  • De acuerdo – sonreí - Cuídate.

  • Carlos – dijo – me parece bien que trates de evitar que Dan se hunda pero, si ves que no puedes – me miró fijamente – no lo hagas tú también… no te hundas junto a él.

  • No lo haré – dije – no me hundiré… te lo prometo.

  • Gracias – dijo.

Blanca salió de la cocina, dejándome ahí, pensando en lo que me había dicho «Soy capaz de ir hasta el mismo infierno por ti, Dan» pensé. Me senté en una silla y volví a llorar «Esto sólo es el comienzo»


JULIO 1996

¡Por fin de vacaciones! – le dije a Carlos cuando salíamos de la escuela, por fin habíamos terminado el bachillerato y podía estar más tiempo con él – ¡tenemos tantas cosas qué hacer! – le dije mientras lo abrazaba y le daba un beso.

  • Te amo – me dijo – me gustaría invitarte al cine.

  • Claro – respondí – pero primero vamos con mi madre para avisarle que iremos al cine, además, podemos aprovechar para dejar nuestras mochilas en mi casa – dije mientras le sonreía.

  • Me encanta tu sonrisa – me dijo – pareces un ángel.

  • ¡Carlos! – expresé mientras sentía que me ponía rojo – me vas a hacer sonrojar.

Saludamos a mi mamá y nos fuimos al cine, cuando salimos, Carlos me llevó a comer en un local cerca del cine, y teníamos tanta hambre que nos devoramos todo, entonces yo Carlos me dijo:

  • Me encanta estar contigo – me sonrió – me haces muy feliz.

  • Pues yo – empecé a decirle – soy el chavo más afortunado del planeta porque el chico más guapo del instituto se fijó en mí teniendo a chavos más guapos que yo para elegir – le dije bromeando.

  • Pues yo no sólo elegí al chavo más guapo – me dijo Carlos – sino también elegí al más tierno.

Me quedé viendo la cara de Carlos unos minutos, me gustaba admirarlo, era perfecto, sus ojos, su sonrisa, su voz… me sentía en un sueño, mi sueño hecho realidad; me quedé pensando en lo afortunado que era hasta que Carlos me preguntó:

  • ¿Qué tienes?

  • Cada momento que te veo – empecé a decirle – me enamoro más de ti.

  • Yo igual – me respondió – me hace muy feliz tu compañía – me sonrió – podría estar así contigo todo el día.

  • Sabes – suspiré mientras jugaba con una servilleta - Creo que tú y yo volveremos a estar así en unos 50 años – le dije mientras le dedicaba una tímida sonrisa – te amo tanto que no podría vivir sin ti, nuestro amor será eterno y siempre estaremos juntos.

  • Claro que sí – me respondió con su bella sonrisa que tanto me gustaba - siempre estaremos juntos, mi amor.

Carlos y yo terminamos de comer y me llevó a mi casa, en donde nos besamos antes de entrar, hasta que mi madre abrió la puerta y nos quedamos sorprendidos tal cual niños pequeños que han sido descubiertos en una travesura. Carlos se puso rojo como tomate e intentó explicar, pero mi madre nos dijo que se retiraba, así podríamos estar más cómodos; yo lo invité a pasar pero él debía llegar pronto a su casa, por lo que sólo entró a recoger su mochila y lo acompañé hasta la puerta principal, en donde nos despedimos y se fue. Tras cerrar la puerta, me recargué en ella y sonreí «Todo lo que quiero, lo tengo junto a Carlos… no necesito nada más»


SEPTIEMBRE 2008.

  • ¡Cómo me duele el corazón! – pensé – «nuestro amor puede con todo» «siempre estaremos juntos»

Aquellas palabras, tan dulces para una persona enamorada, se clavaban en mi corazón como si quisieran matarme, todos los recuerdos que tenía de él, regresaban poco a poco a mí, como si quisieran evitar que olvide el más grande error de mi vida; jamás debí haber dejado a Carlos, si hubiera luchado por él, no habría sufrido tantas cosas.

  • ¿Por qué tenía que pasar todo esto? – dije mientras seguía en mi cama – era tan feliz con Carlos…

  • Hola – dijo Sandy entrando al cuarto – ¿En qué estabas pensando?

  • Estaba pensando en mi juventud – le dije – cuando Carlos y yo estábamos juntos.

  • ¿Y cómo te sientes al recordar eso? – me preguntó.

  • Carlos en verdad me quería – dije entre un suspiro.

  • ¿Y entonces por qué dudaste de él? – me preguntó.

  • Porque me engañó – le dije – al verlo con ese chavo…

  • Pero ya sabes que él no te engañó – me dijo – el chavo tuvo la culpa de eso.

  • Sí – respondí - pero… nada, ya no lo amo.

  • No puedes decirme que ya no lo amas – me dijo – porque un amor como el que ustedes dos se tuvieron no se olvida tan fácil, aunque pase el tiempo.

  • Pero no es correcto – le dije – Carlos está con Alberto y…

  • ¿Por qué no es correcto? – me preguntó – Ustedes dos se aman.

  • Carlos está con Alberto – repetí – y no puedo decirle nada.

  • No, no, no Dan ¿en verdad crees que te creo eso de “no puedo decirle nada”? – me dijo – mira, ahorita no quieres, pero estoy segura que con el tiempo volverán a estar juntos.

  • No le haría a Alberto lo que me hicieron a mí – dije apresuradamente – Alberto no tiene la culpa de lo que pasó.

  • …Tienes razón – me dijo, pensando algo – ¡ya sé qué hacer!

  • No vayas a hacer nada, Sandy – le pedí.

  • Descuida – me dijo – no pasará nada.

Dicho esto, Sandy se acercó para despedirse de mí y salió apresuradamente de mi cuarto, dejándome intrigado, pensando en lo que se le podría haber ocurrido. Cerré mis ojos y traté de no pensar en nada; al final, me quedé dormido un buen rato.


Cuando entré en su habitación, Dan aún seguía dormido pero el giro del pomo de la puerta hizo que se despertara repentinamente y, con pesadez, levantó su cabeza para ver a aquella persona que quería entrar al cuarto, encontrándome en el marco de la puerta.

  • Hola – le dije sonriente – ¿Cómo estás?

  • Estoy bien – dijo – me ayudó descansar un rato.

  • Me imagino – le respondí – Mira, te traigo el desayuno.

  • No tenías que molestarte – dijo – yo…

  • No, Dan – me apresuré a decirle – recuerda que debes alimentarte bien si quieres recuperarte, además no es molestia para mí, lo hago con todo el cariño que soy capaz.

  • Eres muy bueno conmigo a pesar de todo lo que ha pasado entre nosotros – comentó – gracias por todo.

  • No tienes nada que agradecer – sonreí – lo hago con gusto. Espero que no rechaces mi desayuno.

  • ¿Con esa sonrisa quién podría rechazar un desayuno? – dijo.

  • No exageres – exclamé – ven, vamos a desayunar.

  • Está bien – me dijo – a desayunar.

Cuando me acerqué a Dan, lo observé e intenté articular algo que, al final, no pude decir, tan solo le miré aquellos ojos que me seguían removiendo mi interior como si buscaran algún indicio que me hiciera saber que aún podíamos tener alguna oportunidad. Cuando me di cuenta de que me observaba como si me leyera el pensamiento, de inmediato empecé a ayudarlo a desayunar; era magnífico estar ahí, junto a él; incluso podría intentar reconquistarlo, pero no sabía qué hacer, quizás Dan se moleste conmigo si lo intento… o quizás, sólo quizás él corresponda a mis sentimientos una vez más como ya lo hizo años atrás.

Dan estaba escuchando en ese momento un disco, y estaba en reproducción la canción “Volveré junto a ti” de la cantautora Laura Pausini, donde pude escuchar una estrofa que me hizo pensar algunas cosas… Tú dime si estás dispuesto a intentar de nuevo conmigo un largo camino, si aún eres tú, si ahora soy yo, como una canción sincera y nueva, tú dime si está, si puedo encontrar nuestro pasado en tu mirar ¡oh no! Tu mirar… ♫”


Hola a todos, aquí les dejo el inicio de la tercera temporada de UAI, espero que les guste. Saludos.

Guadalupe.

http://unamorinolvidabletr.blogspot.mx

https://sites.google.com/site/unamorinolvidabletr/