Un amor inolvidable 14: Capítulo final Temporada 2

La reaparición de Lucio

UN AMOR INOLVIDABLE XIV

CAPÍTULO FINAL DE LA SEGUNDA TEMPORADA.

ENERO 2008.

-…Mi cumpleaños – pensé amargamente – estoy solo, con Dieguito y Carlos, y nada más, sin Lucio… - pensé, me senté en el sillón y empecé a llorar – ¿por qué me pasa esto a mí? Yo sólo quería tener una vida feliz, junto a la persona que me ame, no quiero seguir así…

Por un momento pensé en salir de la casa y correr lejos, a prisa, sin rumbo, sólo quería dejarme llevar a donde mis pies me llevaran, quería ir a un lugar en el que pudiera olvidar todo, quería empezar de nuevo, quería dejar de sentir cuchillos clavándose cada vez más profundos en mi corazón, quería escapar de aquella prisión en la que yo mismo me había encerrado… «Vaya cumpleaños, cumplo 29 años y estoy solo, sin mis amigos y sin Lucio… daría lo que fuera por tener a mis amigos aquí…

Estaba pensando en ellos cuando escuché el timbre y pensé que era Lucio, pero cuando abrí la puerta vi a los chicos, se sentía un ambiente pesado, todos nos quedamos inmóviles, como esperando una reacción negativa de cualquiera de las partes, pensé en correrlos, pero en esos momentos necesitaba a alguien, por lo que decidí dejarlos pasar, al fin de cuentas, no quería tener un cumpleaños completamente solo. Sandy fue la primera que me felicitó y me dio un presente, yo sentí el impulso de abrazarla y lo hice, sintiendo cómo corría una lágrima más en mi mejilla.

  • Gracias por acordarte de mi cumpleaños – le dije con una voz quebrada por el llanto – gracias a todos por estar aquí.

  • Dan – me dijo Alberto – por mucho que nos distanciemos, te queremos mucho, y no podíamos dejar pasar una fecha tan importante como la de hoy – me sonrió y se acercó a mí – te quiero mucho primo, y nunca te dejaré solo, me importas mucho y quiero verte bien. Pase lo que pase nunca te abandonaré.

  • Gracias Alberto, yo también te quiero mucho – le dije – gracias por venir.

  • Dan, felicidades – me dijo William, visiblemente nervioso, pues mi actitud hacia él no había sido buena, y él temía que yo lo rechazara – espero que no te moleste mi presencia, si quieres me puedo ir…

  • No, no es necesario Will – le dije – gracias por estar aquí – Will se acercó para darme un abrazo de cumpleaños.

  • Felicidades Dan – me dijo – espero que estés feliz en tu día.

  • Gracias Will – le respondí – gracias por estar aquí.

  • Dan – me dijo Carlos con voz temerosa – ¿puedo felicitarte?

Verlo así me daba tristeza y rabia, pero rabia hacia mí mismo, no sé por qué he sido tan estúpido y tratarlo como lo había estado haciendo últimamente, no podía seguir así, pero me daba miedo cambiar el curso de la historia. Mi vida era patéticamente “tranquila” así como estaba. Sonreí y pensé «Hay Carlos, si tan sólo hubiera luchado por ti cuando tuve la oportunidad, hoy sería muy feliz contigo»

Yo te he dicho ‘vete’, siento el perfume de la ciudad donde me encierro en soledad, este es otro de mis límites, cuando te pienso siento que escalofríos me dan otra vez, he sido estúpida y lo sé, yo lo sé, yo lo sé…

  • Claro – le dije – Gracias por estar aquí – sonreí - y gracias por estar viviendo conmigo estos días.

  • Gracias a ti – respondió – por permitirme estar cerca de ti en este día – dijo mientras me atrapaba entre sus brazos.

Cuando Carlos me abrazó sentí una chispa en mi interior, su abrazo me hizo sentir cómodo, tranquilo, en paz… era algo que no había podido sentir en estos días a causa de la desaparición de Lucio, inconscientemente, recargué mi cabeza en su hombro derecho por unos instantes, percibiendo su dulce fragancia que me empezaba a atrapar en un mundo irreal, hasta que me aparté y deshice el abrazo.

Sandy y Will salieron a comprar un pastel mientras me quedé en casa con Blanca, Alberto y Carlos, tiempo después llegaron con el pastel y lo dejaron en la mesa, ya que estaban todos, decidí que era el momento adecuado para pedir una disculpa por todo, y les dije:

  • Chicos, yo… - me sentía nervioso – yo… quiero pedirles… - suspiré - pedirles perdón por todo lo que les he hecho.

  • Dan, no tenemos nada que perdonarte – me dijo Sandy tranquilamente – a pesar de todo sigues siendo una persona muy importante para nosotros.

  • Gracias Sandy – le dije – ahora vamos a comer pastel – dije tratando de sonreír.

Nos la pasamos muy bien, comimos pastel, me relajé y mi alma se sintió un poco más ligera, Dieguito me regaló un dibujo que él había hecho especialmente para mí, en donde estábamos él, Lucio y yo, “La familia más linda del mundo” me dijo Dieguito, me alegraba tanto verlos ahí, eso es lo que necesitaba en esos momentos, compañía, y ellos eran la mejor compañía que podría tener. Sandy se acercó y se sentó a mi lado.

  • Dan ¿qué tienes? – me preguntó.

  • Sandy – dije - ¿podemos hablar a solas?

  • Claro – me dedicó una sonrisa sincera que me reconfortaba el alma – sabes que siempre te escucharé cuando lo necesites, siempre seremos los mejores amigos.

  • Gracias Sandy – dije, sonriendo también - eres una gran amiga.

La llevé a mi cuarto y cerré la puerta para que nadie pudiera interrumpirnos ni tampoco escuchara nuestra conversación, Sandy se sentó en una orilla de la cama y yo me senté a su lado para poder platicar con calma.

  • Se ha ido – solté de golpe.

  • ¿A dónde fue? – me preguntó – ¿salió de viaje?

  • No – le dije – no se fue de viaje.

  • ¿Entonces? – preguntó preocupada.

  • No lo sé, Sandy – exclamé - no sé en dónde está, no sé cuándo regresa, no sé por qué me dejó aquí solo… no… no sé nada – dije mientras empezaba a llorar - ¡Me duele tanto mi corazón! – le dije entre sollozos – Ya no aguanto más, no quiero esta vida ¡No la quiero!

Sandy me recostó en sus piernas y me empezó a acariciar el cabello, podía notar cómo ella también estaba empezando a llorar.

  • Dan, me duele tanto verte así – me dijo – si tan sólo pudiera hacer algo para que no estés así…

  • Si puedes hacer algo – le dije mientras me limpiaba las lágrimas, aun recostado en sus piernas – necesito saber todo lo que sabes de Lucio.

  • ¿Estás seguro de eso? – me preguntó, dudando de mi decisión.

  • Completamente – respondí.

Sandy iba a contarme todo cuando tocaron la puerta, les pedí que pasaran y era Carlos que me dijo que habían llegado unos señores a buscarme, yo me quedé intrigado, pues no sabía quiénes eran ni lo que querían.

  • Buenas tardes – saludé.

  • Buenas tardes – me dijo uno de los señores – ¿es usted Daniel Pérez?

  • A sus órdenes – le extendí la mano – usted es…

  • Soy el sargento Benítez, Germán Benítez – dijo - y él es el sargento Rodríguez.

  • Mucho gusto sargento Benítez, sargento Rodríguez – le dije – ¿a qué se debe su visita?

  • Vine a hablar sobre “Lucio” – me dijo – pero veo que no es un buen momento…

  • No, para nada – le dije – venga, dígame que me tiene que decir.

Sandy se disculpó y salió de la habitación, dejándome solo con los dos sargentos, entonces pudimos platicar tranquilamente.

  • Y bien – dije - ¿qué me tiene que decir acerca de Lucio?

  • Bien, escúcheme – dijo amablemente - usted está con una persona que legalmente está muerta.

  • ¿Cómo? – le pregunté, sorprendido de sus palabras – Está equivocado…

  • No – me interrumpió – yo conozco a su “novio”, si, investigué todo lo relacionado con él, fue así como di con su paradero, señor Pérez.

  • ¿Sabe en dónde está? – le pregunté angustiado – ¿Se encuentra bien?

  • Señor Pérez, necesito decirle algo muy delicado – dijo - tiene que ver con el estado de salud de su actual pareja.

  • Dígame – le pedí - lo escucho.

  • Mire Sr. Pérez, su novio “Lucio” no existe – informó - el joven que ha estado con usted es Ulises.

  • ¿Ulises? – pregunté, sintiendo que sus palabras me confundían cada vez mas - ¿Pero… cómo?...

  • Si, lo que pasa es que Ulises tiene un trastorno mental – explicó - él está pasando por una crisis de identidad.

  • ¿Quiere decirme que él cree ser otra persona que no es? – pregunté intrigado.

  • Si – respondió – exacto.

  • Entonces – empecé a decir - ¿quién es la otra personalidad de Lucio?

  • Ese es el problema, Sr. Pérez – explicó - “Lucio” es la personalidad que Ulises ha adoptado.

  • ¿Quiere decir que “Lucio” nunca ha existido? – pregunté.

  • Sí existió Lucio – dijo - pero está muerto.

  • ¡¿Cómo?! – exclamé sorprendido - ¡¿Muerto?!

  • Si, murió cuando él y Ulises eran niños – corroboró.

  • No entiendo qué tiene que ver esto con mi novio… - empecé a decir.

  • Todo – me interrumpió – Ulises era un niño reprimido, su madre siempre prefirió más a Lucio que a él, hasta que se murió un día que salió a la calle con ella mientras Ulises estaba castigado por haberse portado mal como de costumbre, entonces la madre nunca superó la muerte de Lucio e hizo que Ulises se comportara como Lucio porque ella lo trataba como si fuera Lucio y por eso le creó un trauma psicológico.

  • ¿Entonces – dije - quien está vivo es Ulises?

  • Sí – dijo - pero el trauma que ha estado viviendo todos estos años ha alterado a ambas personalidades, de forma que Ulises puede ser tan agresivo como Lucio y Lucio tan tierno como Ulises.

  • ¿Entonces Ulises no es malo? – pregunté, sin entenderlo todo por completo.

  • No, pero “Lucio” es muy inteligente y se ha sabido ganar el cariño de todos – explicó - haciéndonos creer que “Ulises” es el malo, cuando que no lo es.

  • ¡Dios mío! – dije asustado - ¿Y qué se puede hacer?

  • Por el momento seguir igual – sugirió - hágale creer que las cosas están iguales, y no mencione por ningún motivo a Ulises, ya que “Lucio” odia a Ulises, y se puede poner demasiado agresivo. Podría hacerle daño a usted o, peor aún, al pequeño Diego.

  • ¿Pero cómo podemos ayudarlo entonces? – pregunté angustiado.

  • No lo sé – respondió - estoy apoyándome en un doctor experto en Psicología, pero dice que este trauma es muy delicado de tratar, y se debe tomar demasiadas precauciones.

  • De acuerdo – le dije - Seguiré como hasta ahorita.

  • Es lo más recomendable, Sr. Pérez – exclamó - por su propia seguridad y la de su niño.

  • Claro – le dije.

Me despedí de los dos sargentos y salí de la habitación, después de todo lo que me había dicho el sargento Benítez me quedé pensando en “Ulises”, ahora entendía sus cambios de humor, y la vez que se fue cuando hicimos el amor, no podía ser posible que pasara por este tipo de situaciones… ¿hasta dónde era capaz de soportar?... Vaya cumpleaños que he pasado. ¡Genial! – dije sarcásticamente - ¡El mejor de todos!

Los chicos se despidieron y Sandy me hizo prometerle que estaría bien, principalmente por Dieguito, después de que ella se fue, preparé al niño para dormir mientras Carlos avisaba que se iba a su cuarto para descansar y dormir, yo me despedí de él y lo abracé fuertemente, como si mis brazos no quisieran dejarlo ir; cuando por fin lo solté, me dirigí a mi habitación, estaba por dormirme cuando Dieguito apareció en la entrada de la habitación.

  • Papá – me dijo - ¿puedo dormir hoy contigo?

  • Claro hijo, ven – le dije mientras me acomodaba a un lado de la cama – dormiremos juntos esta noche.

  • Gracias, papá – me dijo el niño, quien no tardó en llegar a la cama – te amo mucho y siempre estaré contigo – dijo mientras me abrazaba.

  • Yo también te amo mucho – le dije – hijo mío. Yo también, y siempre estaremos juntos tú y yo, pase lo que pase.

El niño se acomodó en la cama y me abrazó con sus pequeños brazos, yo lo atrapé entre mis brazos, le di un beso en su cabello y sonreí «eres el motivo por el que aún sigo vivo en medio de toda esta locura»


FEBRERO 2008

Estaba en frente de la escuela del niño, tratando de convencerlo para que se quedara allí pero, como todo niño, se resistía, no quería estar allí y quería acompañarme a mi trabajo; me estaba costando mucho trabajo poder lograr que el niño no negara quedarse.

  • Vamos Dieguito – le dije - te vas a divertir aquí.

  • No papá, no quiero quedarme aquí – me dijo – quiero estar contigo.

  • Mi amor, entiende que tengo que ir a la escuela y no te puedo llevar – decirle eso me partió el alma – además, vendré por ti en la tarde.

  • ¡No papá! ¡Por favor! – me suplicaba – Puedo quedarme en casa con Carlos.

  • No – le dije – hijo, Carlos no se puede quedar contigo porque tiene que trabajar.

  • Pero él vive con nosotros – respondió - además, cuando tú no estás es él el que juega conmigo, él si me quiere.

  • ¡Cállate! – le dije enojado – Entiende que Carlos no es nadie. No quiero que le hables ¿entiendes?

  • Sí papá – me dijo entristecido – no le voy a hablar.

  • Bien – suspiré - espero que me obedezcas.

  • ¿Carlos me va a venir a recoger? – me preguntó.

  • No, yo trataré de venir por ti – dije - Terminaré temprano mi trabajo y saldré rápido de la oficina para pasar por ti.

  • Está bien – me dijo – pero pasas.

  • Vale – lo abracé – te amo bebé.

  • Y yo a ti papá – dijo, dándome un abrazo.

Una de las cuidadoras se acercó a nosotros y se llevó a Dieguito al área de juegos, mientras la Srta. Zepeda, muy amablemente, me dijo:

  • No se preocupe Sr. Pérez – sonrió - su niño va a estar muy bien aquí.

  • Estoy seguro de eso – dije, mientras le daba una tarjeta – tome, me puede localizar en mi móvil, éste es mi número, para cualquier emergencia.

  • Sr. Pérez – dijo - ¿en verdad no tiene ningún familiar que pueda hacerse cargo del niño?

  • Lamentablemente no, mi novio me dejó hace un mes y no he sabido nada de él – expliqué - además ya entré a estudiar y no puedo desplazarme con el niño a todos lados.

  • Entiendo… No se preocupe – suspiró - lo cuidaremos muy bien aquí.

  • Gracias – le dije extendiéndole la mano – Me retiro, debo ir a una entrevista de trabajo.

  • Por supuesto – sonrió - Cuídese. Suerte.

  • Gracias – dije.

Eran las 2:10 p.m. cuando salí de la oficina donde había presentado la entrevista, al día siguiente podía presentarme a trabajar como auxiliar administrativo con medio tiempo de trabajo; así tendría tiempo de estudiar en la universidad mientras el niño estuviera conmigo en la escuela por las tardes, después de recogerlo en el kinder, no iba a permitir por ningún motivo que Carlos estuviera cerca de mi hijo, no quería que le dijera ideas equivocadas acerca de Lucio, no lo podía permitir, al fin de cuentas, Lucio regresará… si, él regresará y entonces, seguiremos siendo la familia que siempre quise, una familia perfecta.

El día fue estresante y agotador, ya que tuve demasiado trabajo en la oficina; apenas llegué a tiempo al kinder para recoger a Dieguito y encima me habían dejado demasiadas tareas en la escuela. «Debo soportar» pensé «No me voy a rendir, no lo haré, debo ser fuerte por Diego, por mi hijo»

El sábado por la mañana me desperté temprano y sentí que la cama se movió, cuando giré mi cabeza hacia el lado derecho, estaba Dieguito sonriendo:

  • Buenos días papá.

  • Buenos días campeón – le dije, revolviéndole el pelo.

  • ¿Qué vas a hacer hoy? – preguntó con una gran sonrisa.

  • Tareas de mi escuela – le dije – Pero también te puedo llevar a donde quieras.

  • No – me dijo entristecido – hoy no quiero salir a ningún lado.

  • ¿No quieres salir conmigo? – pregunté sorprendido por su actitud - ¿Qué tienes?

  • Extraño a mi papá Lucio – me dijo mientras me abrazaba – Quiero que regrese pronto.

  • Lo sé hijo, lo sé… - le dije sumiéndome en mis pensamientos mientras jugueteaba con su cabello – yo también quiero que regrese pronto – le dije mientras empezaban a rodar algunas lágrimas a causa del dolor de no saber en dónde se encontraba en estos momentos.

Llegamos a las 8:00 p.m., Dieguito se había dormido en mis brazos durante el regreso a casa, cuando llegué vi una nota encima de la mesa, la había dejado Carlos, avisándome que había quedado con unos compañeros de trabajo para ir a un club «no lo necesito» pensé, entonces le puse el pijama al niño, lo acomodé en la cama y me quedé a su lado hasta que se durmió, me levanté, salí de la habitación y entré a la mía, me puse mi pijama y me dormí.


«Otra vez aquí, en este lugar horrible, pero no puedo hacer nada, mejor voy a buscar a Isaac» pensé mientras salía a la calle, aunque aún no entendía qué estaba pasando, subí a un bus, el trayecto era largo, así que aproveché para dar una cabezada, después no recuerdo más…


Blanca y yo estábamos en la cocina de mi casa fregando trastes, mientras platicábamos amenamente.

  • Sandy – me dijo – ¿podemos Will y yo quedarnos a vivir contigo?

  • Claro, pero ¿qué ha pasado? – pregunté - ¿No estaban viviendo en casa de tus padres?

  • Si, pero mi padre se molestó porque Will ya llevaba mucho tiempo en casa – dijo - y lo corrió de la casa, pero me enojé y decidí irme también, y entonces estamos sin casa.

  • Ay Blanca, está bien – sonreí - se pueden quedar aquí.

  • Muchas gracias Sandy – dijo - eres una gran amiga.

  • Ambos saben que cuando necesiten algo yo les puedo ayudar – le dije.


Era lunes en la mañana, me levanté temprano porque debía preparar a Dieguito y además, debía preparar mis útiles escolares y mi portafolio del trabajo, necesitaba llevarlo a la guardería para poder ir al trabajo, en la oficina fue un día agitado, ya que mi jefe me envió a depositar varios cheques en el banco porque no habían ido los asistentes.

Cuando salí de la oficina, al mediodía, llegué a la guardería, recogí a Diego, pasamos a comprar un helado y me lo llevé a la Universidad, donde tomé clases toda la tarde-noche. Cuando salimos, Dieguito ya se estaba durmiendo, por lo que tuve que tomar un taxi para llegar a la casa, una vez ahí, lo subí a mi habitación, le puse la pijama y lo acomodé en la cama, después también me puse la pijama y me dormí a su lado.

Toda la semana fue así, y debía acostumbrarme a esa nueva vida, ya que iba a ser algo cotidiano para Diego y para mí. Al fin llegó el sábado, me desperté tarde, el sol ya entraba a través de mi ventana, haciendo que me levantara para no seguir recibiendo los molestos rayos.


JULIO 2008

  • ¿Está seguro, Sr. Mendoza? – preguntó Carlos.

  • Lamentablemente, sí, don Carlos – aseguró - todo lo que he dicho y que tiene en mi informe está documentado con las fotos anexas, es muy doloroso para mí, pero debo informarle que sus sospechas son ciertas, el joven Lucio tiene una doble vida, en la que se hace llamar “Ulises”. Espero que esto no traiga ninguna tragedia sobre usted o sus seres queridos…

  • Créame, sr. Mendoza, esto será una gran tormenta… – le agradecí su informe y me fui a casa de Alberto, donde habíamos los chicos y yo para discutir nuestra forma de actuar de ahora en adelante.

Una vez allí les puse al día sobre lo que me dijo el inspector y les mostré las fotos. Todos estábamos muy preocupados, pero Alberto miraba muy detenidamente dos fotos de Lucio, una con Dan y otra con el tal Isaac Morales que parecía ser su otra pareja…

  • ¡EUREKA! – [en griego: lo encontré, se sobrentiende que la solución a algo] exclamó Alberto, de pronto – el inspector tiene razón, Lucio engaña a Dan, pero engaña también a Isaac y al propio Ulises…

  • ¿Cómo? – preguntaron Blanca y Sandy al unísono.

  • No entiendo ni jota… - dijo William.

  • Es simple, Lucio no tiene doble vida – dijo Alberto - ¡tiene doble personalidad!

Luego Alberto nos explicó que es un trastorno muy delicado, que no se debe enfrentar a la persona así como así, además primero hay que averiguar si se trata de un caso de una personalidad dominante y otra dominada o de dónde surgía su doble personalidad, eso determinaría la mejor forma de enfrentarle, además de indicarnos cuál es la personalidad que lo tomará mejor y no hará un lío peor.

Yo, “sin querer”, había escuchado la conversación de Dan con el sargento Benítez, no es mi culpa que dejaran la puerta a medio cerrar, y de inmediato le llamé y el vino, junto con Isaac, al que acaban de dejar en libertad, se ve que el sargento le pudo ayudar más de lo que él mismo esperaba.

Pusimos en común todo lo que sabíamos y decidimos que lo mejor era enterar a Dan, así que quedamos en que nosotros se lo diríamos, no creíamos que fuese necesario que conociera a Isaac todavía, pero él insistió en conocer a Dan y que quedara todo claro.

Al final el que quedó marginado fui yo, si Dan se enteraba que yo también estaba detrás de todo, me correría de su casa y no tendría en quién apoyarse cuando todo se derrumbara.


  • Carlos, ven, que los chicos, el policía del otro día y un amigo de ellos quieren hablar con nosotros – llamé a Carlos sin alzar la voz para no despertar a Diego que ya estaba dormido. Carlos acudió de inmediato.

  • ¡Qué alegría verlos, chicos! – saludó a los chicos, luego se percató de la presencia del sargento y el otro chico, al que se dirigió primero – y tú…

  • Soy Isaac, Isaac Morales, mucho gusto, soy amigo de Alberto, Will, Blanca y Sandy… – se empezó a presentar el tal Isaac.

  • Yo soy el sargento Benítez, mucho gusto, joven Linares – no sé por qué, pero me dio la impresión de que el sargento cortó a Isaac a medio hablar y después fue directo –: ¿se acuerda, sr. Pérez de lo que hablamos en enero pasado acerca de “Lucio”? – me preguntó.

  • Claro que lo recuerdo sargento – le dije - ¿por qué?

Me explicaron lo que habían averiguado ellos, lo del inspector que Sandy había contratado e Isaac contó su primera vez con Ulises, lo que hizo que me derritiera, después de escuchar todo, decidí hablar:

  • Bueno, antes que nada, les pido a todos una disculpa por mi comportamiento en estos últimos meses, yo no debí haberlos tratado de esa manera.

  • Dan, nosotros no tenemos nada que perdonarte – se apresuró a decir Carlos - somos tus amigos y siempre estaremos cerca de ti, apoyándote, aunque no quieras, ¡jajaja!

  • Me alegra que por fin veas que tu novio no es lo que tú pensabas… - dijo Sandy.

  • Sí, lo sé, pero debemos terminar con esto antes de que suceda algo grave – dije - Y Carlos, puedes quedarte aquí el tiempo que sea necesario, no habrás planeado nada, pero estabas con ellos y no me lo advertiste, pero lo hiciste para ayudarme y te lo agradezco.

  • Gracias Dan, siempre estaré a tu lado, te… - hizo una pausa, casi estoy seguro que me diría lo que quiero escuchar, pero no lo hizo - quiero mucho.

  • Yo también – le dije.

  • Sólo una advertencia, Dan – me dijo Alberto.

  • ¿Qué pasó primo? – le pregunté preocupado.

  • No enfrentes a Lucio por ningún motivo – dijo Alberto.

  • ¿Y por qué no? – le pregunté.

  • Necesitamos ver cómo enfrentarlo, tú solo no podrás – dijo - Prométeme que no lo harás. No quiero que te pase algo grave, tampoco a Diego, si lo enfrentas se puede poner muy violento y no sabemos lo que se le puede ocurrir.

  • Está bien, Alberto – le dije - te lo prometo.

  • Gracias Dan – respondió - Te adoro.

  • Y yo a ti – le dije.

Me disponía a entrar a mi recámara cuando escuché que alguien estaba abriendo la puerta, me extrañó, porque nadie tenía llaves, excepto Lucio, cuando me disponía a abrir, entró Lucio y me sonrió, diciéndome que no había podido abrir fácilmente la puerta, yo le devolví la sonrisa y lo abracé, pero él deshizo el abrazo casi de inmediato y me llevó a la recámara, en donde me colocó encima de la cama y nos empezamos a besar y a desnudar.

La adrenalina ya estaba apoderándose de mi cuerpo, saqué un condón del cajón de la mesita de noche y me lo puse, entonces Lucio se subió encima de mí y se empezó a penetrar, casi al mismo tiempo, yo me movía con ritmos pausados de abajo hacia arriba y él movía su cadera en sentido contrario, así estuvimos un rato hasta que Lucio empezó a reaccionar raro «apareció Ulises» pensé. De repente empecé a sentir los golpes, Lucio me estaba golpeando brutalmente, seguro Ulises creyó que lo estaba violando, después de tantos golpes no sentí nada y perdí el conocimiento.


«Tengo que salir de aquí» pensó Ulises «tengo que huir» salí corriendo de esa casa, necesitaba verlo, a él, el único que me entendía, ni la cárcel nos pudo separar, de veras lo necesito, más que nunca, ¿cómo se le ocurría a ese chico aprovecharme de que no era consciente de lo que hacía y violarme? Pero bueno, Isaac me sacaría de todo esto, menos mal ya había cumplido su condena y era libre, corrí y corrí, no sabía dónde iba, pero mis pies me llevaron a un piso en un barrio de mala muerte que conocía muy bien...

CONTINUARÁ...


¡Hola de nuevo! Aquí está el capítulo final de la segunda temporada, espero que lo disfruten ¡Saludos!

Guadalupe López.

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