Un amor inolvidable 13

Y al estar junto a él, pensé «¿Cómo lo pude dejar ir?» ♫No pienses más en mí, no esperes de mí nada, el corazón te he roto, amor, dispárame, dispára aquí♫

UN AMOR INOLVIDABLE XIII.

Estaba en la habitación de Daniel, me sentía nervioso, dado que no debería estar ahí, pero necesitaba encontrar la cadena, así que se me ocurrió buscar dentro de los cajones de Dan, procurando dejar todo casi intacto; apenas la encontré, me sorprendió una voz que provenía de la puerta de la habitación.

-      ¿Qué buscas? – me preguntó Dan.

-      Nada – dije, logrando guardarla en mi bolsillo – es sólo que había dejado un papel con un número de teléfono anotado – me apresuré a decirle mientras sacaba un pedazo de papel de mi bolsillo para mostrárselo – y me acordé que lo había dejado aquí hace rato que pasé a limpiar el cuarto.

-      Pues no me convence tu versión…

-      Ya me voy – le interrumpí – veo que te molesta todo lo que yo hago.

-      Carlos – me dijo, haciendo que me detuviera de inmediato – ¿a dónde vas?

-      ¿Acaso te importa lo que yo hago? – le pregunté, interrumpiéndolo – No tengo nada que informarte, lo que yo haga o no a ti no te debe importar – le dije – yo no soy tu hijo – le dije y salí del cuarto, encontrándome a Lucio en el pasillo.


Carlos salió de mi habitación visiblemente molesto, no entendía su actitud… «¿Qué estaba haciendo en mi cuarto?» pensaba; de repente, Lucio entró en la habitación, haciendo que me olvidara de lo que había hecho Carlos.

-      ¿Qué le pasa a Carlos? – me preguntó apenas entrar.

-      No lo sé – le dije – siento que me esconde algo.

-      …Dan, no me creas – me dijo – pero vi a Carlos hablando con William.

-      ¿Con William? – pregunté sorprendido.

-      Sí – afirmó - los vi ayer en la avenida, cuando pasé por ahí, ellos se callaron como si estuvieran ocultando algo…

-      …No puedo creer hasta dónde han sido capaces de llegar – dije entristecido – no los reconozco.

-      Dan, no te enojes por lo que voy a decirte – suspiró - pero creo que están planeando algo que nos puede perjudicar, estoy seguro de eso.

-      Eso no lo permitiré – le dije – voy a…

-      No – me interrumpió – no hagas nada.

Iba a decirle algo más pero empezó a besarme poco a poco hasta que estuvimos otra vez desnudos en la cama, me encantaban sus besos, sus caricias en mi cuerpo, Lucio me hizo sexo oral, y después me levantó las piernas para lamer mi ano, estuvo jugando con sus dedos, introduciéndomelos poco a poco, yo estaba tan excitado que no quería parar, pero cuando vi a Lucio dispuesto a penetrarme sin condón, lo detuve.

-      ¡Espera! – le dije – No me penetres sin condón.

-      Te voy a penetrar sin condón – me dijo bruscamente – aunque no quieras.

-      ¡¿Qué te pasa?! – le pregunté mientras lo empujaba, al mismo tiempo que trataba de incorporarme – No dejaré que me penetres así.

-      Vamos a hacerlo como yo diga – dijo, agarrándome del brazo bruscamente, haciendo que me sentara en el colchón - ¿Entendiste?

-      No – le dije tratando de ocultar un miedo que empezaba a crecer en mi interior mientras me movía bruscamente para librarme de él – y déjame en paz. Vete del cuarto.

En ese momento, Lucio se volvió loco y empezó a tirar varias cosas por la habitación, de repente me miró como si no supiera quién soy y salió corriendo, dejándome preocupado al no saber qué le había pasado.


Salí corriendo de aquel cuarto y me oculté detrás de unos arbustos, estaba totalmente desnudo y no sabía a dónde ir, hasta que decidí buscar a Isaac, él me podría ayudar ahora. Sólo había una pregunta que no había podido responder aún: ¿Quién es esa persona con la que estaba?

Encontré un celular tirado en unos arbustos donde me escondí, tuve suerte de que funcionara, imagino que al dueño se le cayó y no se dio cuenta, entonces tecleé rápido el número y oprimí el botón “Llamar”, casi de inmediato se escuchó una voz que me contestó:

-      ¿Diga? – dijo una voz a través de la bocina.

-      ¿Eres Isaac? – le pregunté.

-      Sí, soy yo – respondió - ¿quién habla?

-      Soy yo – le dije - soy Ulises.

Hablé con él y le pedí de favor que me ayudara debido a que, en las condiciones en las que me encontraba, no podía moverme a ningún sitio. Cuando Isaac llegó, me puso su abrigo, el cual lograba cubrirme mi pene, y me alejó de aquel extraño lugar.


Me desesperé porque no entendía la reacción de Lucio, pero no sabía qué hacer, no sabía dónde buscarlo, no sabía nada. Me dirigí al cuarto de baño para tomar una ducha y relajarme, sólo así no pensaría mucho en eso.

Cuando salí de la ducha, me dirigí al cuarto y me vestí, después recordé algunas frases que Carlos me dijo en aquella plática que tuve con él el día que William nos encontró juntos en la cama «Si tan solo no te hubiera lastimado tanto hace años…» «¿Dónde está aquel Daniel que no temía asumir decisiones por muy dolorosas que sean?» «¿Dónde está aquel Daniel fuerte que sabía soportar las peores situaciones y salir adelante como si no le afectara nada?» y entonces recordé la respuesta que le di a Carlos «Aquel Daniel ya no existe más».

Una lágrima más resbaló, mientras mi corazón latía con rapidez «Me estoy equivocando» pensé «¿Qué hago ahora?» pensaba. Me apresuré a vestirme mientras recordaba de nuevo mi vida al lado de Carlos, anhelaba, necesitaba volver a aquella antigua vida, en donde sólo existía felicidad entre nosotros.

Llamaron a la puerta de mi habitación y me dispuse a abrir, tratando de aparentar estar normal, Carlos me saludó y le dije:

-      ¡Carlos! – exclamé sorprendido - ¿Qué haces aquí?

-      Vivo aquí de nuevo ¿no recuerdas? – me respondió.

-      ¿Pero… cómo? – le pregunté sorprendido.

-      En el centro comercial – empezó a decir - tú estabas con el niño, te acercaste, me exigiste vivir aquí ¿recuerdas?

Cierto, después de su explicación recordé todo, entonces me di cuenta que ya no podía dar marcha atrás y le dije:

-      Está bien, te quedarás aquí – suspiré - pero no me molestes ¿quieres?

-      Está bien, lo que tú digas - dijo

-      Perfecto.

Dicho esto, cerré la puerta de mi habitación y me acosté en mi cama, mientras sentía que el corazón me palpitaba más rápido de lo normal. «Si supieras que aun pienso en ti...» pensé. Carlos insistió y volví a abrir la puerta.

-      Dan – dijo – perdóname la insistencia, pero no me dejaste decirte nada.

-      Está bien – respondí - ¿Qué se te ofrece?

-      ¿Quieres cenar? – me preguntó – Ya está lista la cena.

-      Yo… bajo en seguida – dije mientras mostraba una sonrisa fingida.

-      Está bien – dijo – te espero abajo.

-      Claro – respondí – no tardaré.

Carlos salió del cuarto y me dejó ahí, solo. A pesar de tantas cosas, no puedo dejar de pensar en él, y cada paso que doy, me voy quedando sin fuerzas para luchar… por él.


Sandy llegó de sorpresa a la casa y Blanca y yo la saludamos efusivamente, ella dejó su equipaje en su habitación y entonces preguntó por Carlos.

-      Chicos ¿y Carlos?

-      Eh… veras… - empezó a decir Blanca - él fue… él tuvo que…

-      Se fue a vivir con Dan – le solté la información repentinamente, como si fuese una bomba – él ya no vive aquí.

-      ¡¿Qué?! – respondió alterada - ¡¿Cómo es posible?! ¡¿Cómo permitieron que…?!

-      Dan lo obligó – la interrumpió Blanca – además, Carlos nos dijo que era la mejor alternativa de que pudiera vigilar más seguido a Dan.

-      Bueno, en eso tiene razón – dijo - pero se está arriesgando demasiado.

-      Lo sé – dije – sólo espero que mi papá se encuentre bien.


Estaba platicando con él a través del cristal, estar en la cárcel me fastidiaba demasiado, más aun sabiendo las circunstancias por las que debía pasar para estar aquí, visitándolo, en verdad, ansiaba el momento en que él pudiera salir de este lugar, quería irme a casa, quería que se terminaran las visitas, pero tenía que perderlo todo por… una estupidez.

-      ¡Escúchame! – le pedí – Te digo que no entendí nada.

-      ¿Pero cómo puedes aparecer de repente rodeado de personas que no conoces? – me preguntó - ¿Estás loco o qué?

-      No lo sé, aunque estoy un poco confundido… - le dije – últimamente me rodea esa gente que ni siquiera sé quiénes son, y…

-      ¿Y qué? – me preguntó intrigado.

-      Isaac, ellos me han llamado “Lucio” – le respondí – no sé quién es ese tal Lucio, pero parece ser que ellos creen que yo soy él.

-      Pues debemos averiguarlo, sólo espero que no sea el mismo que me metió aquí – le aseguré lleno de tristeza, sabiendo la verdad.

Ulises y yo nos despedimos y se fue, unos cuantos días después de su visita, logré salir de la cárcel para terminar mi condena conservando limpio uno de los parques de la ciudad, lo que me alegraba bastante porque podía tener más comunicación con Ulises, ahora que estoy afuera de la cárcel me he dado cuenta que el mundo tiene cosas bellas, y sólo me había amargado la vida ahí dentro. Estaba sumido en mis pensamientos cuando se acercó el sargento Benítez y empezamos a platicar:

-      Buenas tardes, Isaac – dijo amablemente - ¿cómo vas?

-      Trabajando duro, señor Benítez – le respondí - como debe de ser.

-      Me alegra que tengas la actitud para cambiar tu vida – dijo - Eso es muy valioso para salir adelante.

-      Si, lo sé. Quiero empezar una nueva vida – suspiré - quiero cambiar, quiero estudiar, trabajar, llegar a ser importante.

-      Y lo serás, estoy seguro – dijo mientras me daba una pequeña palmada en la espalda - A propósito ¿quién es ese joven que te visitó?

-      Ay Señor Benítez – suspiré – él es el motivo por el cual estoy aquí.

-      Si no te molesta, puedes contarme – dijo - desde que llegaste aquí he visto algo en ti que te hace diferente.

-      Gracias Señor Benítez – respondí - le contaré.

El sargento Benítez y yo estuvimos conversando, le platiqué mi historia con Ulises y todo lo que sabía de él, entonces me dijo:

-      Mira, yo sé que hiciste mal – dijo - pero le hiciste un gran daño.

-      No, no es así, fue algo que él inventó – dije con pesadez - Pero fue porque tuvo una vida muy difícil.

-      ¿Y cómo sabes que tuvo una vida muy difícil? – me preguntó.

-      Uno de los presos lo conoce, es su tío, dice que su madre tuvo la culpa de eso porque él tenía un hermano gemelo que se llamaba Lucio, y su madre lo adoraba más que a él, pero lamentablemente Lucio murió un día que salió con su madre mientras Ulises estaba castigado en su habitación porque le había contestado mal a su madre, ya que él era el niño que no se quedaba callado ante las situaciones que no le parecían correctas, y su madre lo creía rebelde, maleducado y demás, pero Ulises sólo peleaba por lo que le parecía justo, entonces ella nunca pudo superar la muerte de Lucio, y como creía que era un niño bueno, educado, amable, tierno, tranquilo y demás, empezó a ver a Lucio en Ulises, y lo trataba como si él fuera Lucio, entonces Ulises empezó a tener una confusión de identidades y ahora tiene una doble personalidad, él sigue siendo Ulises, pero también es Lucio.

-      Entiendo – me dijo - ¿pero quién te viene a ver?

-      Ulises – le respondí – sabe, me preocupa mucho, he escuchado de ese tipo de problemas psicológicos, y quiero ayudarlo pero desde aquí no puedo, el problema es que cuando se cree Lucio actúa como él, y Lucio tiene una vida diferente de la de Ulises, pero son uno solo, el problema es que ha pasado tanto tiempo que las dos personalidades han cambiado mucho, Ulises sigue siendo el chico noble que lucha por lo que es justo, pero se ha vuelto muy violento, en cambio, Lucio se ha vuelto un poco más callado, hasta tímido, pero todo eso es una careta para manipular a todos a su antojo...

-      ¿Conociste a Lucio?

-      Al verdadero no, conocí a Ulises en la escuela, pero había veces que se hacía llamar Lucio, y pensé que quizás era un simple juego querer llamarse de otra forma, jamás pensé que tenía problemas psicológicos.

-      Yo te voy a ayudar – me dijo – pero necesito que averigües lo más que puedas acerca de “Lucio” y ya veremos qué hacer.

-      Claro.

-      Isaac… ¿puedo preguntarte algo?

-      Lo que quiera, sargento.

-      ¿Por qué estás aquí?

-      Porque me trasladaron aquí para terminar mi condena.

-      Sí, eso lo sé, pero ¿cuál fue el motivo por el cual te encarcelaron? Porque tu expediente no me convence…

-      Mire, la verdad fue por algo que yo no hice…

-      Tengo entendido que tú y otros compañeros de tu escuela violaron a un compañero…

-      Eso no fue lo que pasó…

-      ¿Entonces qué pasó en realidad?

-      Mire, esa acusación es falsa porque fue inventada por “Lucio”, el trauma de su infancia fue tan grande, tanto que él me acusó de violación, por eso estoy aquí, pero eso es mentira, fue algo que “Lucio” dijo, porque quiere que todos pensemos que pasó, pero no, la verdad es otra.

-      ¿Y puedo saber cuál es esa verdad?

-      Si, desde que conocí a Ulises noté algo raro en él, siempre lo veía aislado, no hablaba con nadie, le empecé a hablar y me agradó tanto que un día le pedí ser novios, me sentía cómodo con Ulises, incluso él y yo llegamos a tener relaciones sexuales, ambos perdimos la virginidad juntos, nos queríamos mucho, incluso pensamos que nunca habría nadie más en nuestras vidas, por eso esa vez lo hicimos sin preservativo, me sentía feliz con él, pero no todo era perfecto, sabía que había algo que me estaba ocultando, lo sentía, y fue así como yo traté de investigar su historia.

-      ¿Y qué investigaste?

-      Lo que le conté, recuerdo que había veces que él actuaba diferente y me desconocía, pero al principio de nuestra relación no se ponía tan agresivo, entonces un día, en su casa, al llamarlo Ulises, me dijo que no era él y que su nombre era Lucio, fue ahí donde me di cuenta de que tenía un serio problema de crisis de identidad, él se comportó totalmente agresivo, su sistema nervioso se alteró bastante, empezó a aventar sillas, romper cosas, etc., yo trataba de protegerme hasta que tuve que hacer uso de mi fuerza para controlarlo, entonces él empezó a llorar y se tiró al suelo, pero cuando se levantó me desconoció, me empujó y me dejó inconsciente, cuando desperté ya estaba la policía y él estaba llorando, entonces los policías me esposaron y me trajeron aquí acusado de violación.

-      Pero supongo que debieron haber hecho las pruebas… - empezó a decir.

-      Si, las hicieron – respondí - pero lamentablemente “Lucio” fue el que me violó cuando estaba inconsciente – dije - obviamente él se auto penetró. Fue muy duro todo eso para mí.

-      ¿Lo amabas, verdad? – preguntó.

-      ¿A quién? – le pregunté - ¿A Lucio?

-      No – respondió - a Ulises.

-      Sí, lo amaba, y aún lo sigo amando – dije - y sé que él también me ama, aunque “Lucio” se niegue a amarme – suspiré - Ulises sí lo hace, incluso tengo en mi casa un anillo que Ulises me regaló, en donde por dentro tiene una leyenda que dice “Isaac y Ulises, juntos por siempre”, sé que algún día Ulises se recuperará – dije, tratando de convencerme a mí mismo con esas palabras - Lucio se irá definitivamente y podremos estar juntos, porque mientras esté Lucio presente, jamás podré estar con Ulises.

-      Ya veo… mira, no te preocupes – dijo - ya te falta poco para cumplir tu condena completamente, voy a ver si puedo acelerar el proceso para que en unos cuantos días te otorguen la libertad condicional y ya no tengas que trabajar aquí.

-      Muchísimas gracias Sargento Benítez – dije - me alegra que me escuchara.

-      Para mí fue un gusto hablar contigo, muchacho, tus facciones, a pesar de que te has vuelto agresivo por haber estado en este ambiente, pude notar que en el fondo no eres una persona mala, por eso me acerqué a ti. Bueno, me tengo que ir, sigue trabajando. Después hablamos.

-      Sí Sargento, hasta luego, que tenga buen día.

-      Gracias, igualmente.

Seguí trabajando después de que el Sargento se retirara, pero la plática que habíamos tenido me dejó distraído, distante, ajeno a la realidad, lo único que pensaba era encontrar la forma de ayudar a Ulises. «Algo se me ocurrirá» pensé, y seguí en mis deberes, tratando de alejar todo de mi mente para que no me siguiera lastimando.


Me quedé preocupado sin saber qué hacer con Lucio, había pasado ya una semana, eran las 11:00 p.m. y aún no volvía, decidí llamarlo pero su celular sonó en la habitación, no tenía forma de comunicarme con él, así que le di de cenar a Diego para poder dormirlo, pero el niño me dijo:

-      Papá ¿por qué no ha llegado mi papá Lucio?

-      Porque está trabajando – le mentí – no te preocupes Dieguito, tu papá Lucio te ama pero a veces tiene que hacer otras cosas y no puede estar aquí.

-      Está bien – me dijo – papá, quiero que me leas “Pinocho” antes de dormir.

-      Sí hijo – le dije mientras busqué un libro, cuando lo encontré le dije – mira, ya lo encontré, aquí está “Pinocho”, te lo leeré sólo si me prometes que te vas a dormir.

-      Sí papá – sonrió el niño - te lo prometo.

Empecé la lectura y el niño estaba interesado en ella, pero poco a poco el sueño lo fue venciendo hasta que se quedó profundamente dormido, entonces cerré el libro, lo coloqué con cuidado en el librero, cubrí a Diego con las cobijas, le di un beso en la frente, apagué la luz de su cuarto y salí sin hacer ruido.

Me dirigí a mi habitación y me puse la ropa de dormir, me acosté en la cama y nuevamente empecé a llorar. Me sentía solo… triste y solo… y la parte de la historia de Pinocho que le había leído a Dieguito me había tocado el alma, me sentía en buena parte como él, quien mintió y se dejó influenciar por malas personas para hacer cosas que no debía hacer y ahora él se sentía perdido, solo y triste, igual que yo me sentía en esos momentos. Llamaron a la puerta de mi habitación y me levanté de la cama para abrir, y ahí estaba, Carlos, preocupado por mí.

-      Dan – exclamó - ¿estás bien?

-      ¿Qué haces aquí Carlos? – le pregunté un poco molesto, tratando de disimular mi dolor – Te dije que no quería que te metieras en mi vida, te había pedido que te fueras…

-      Sabes que no puedo dejarte solo – me dijo observándome con su mirada – nunca te abandonaré otra vez.

Sentí un gran dolor en mi corazón que me hizo abrazar a Carlos y romper en llanto entre sus brazos, él me llevó a mi cama y se acostó a mi lado, cuidándome, acompañándome en silencio. Lo único que pensaba era que le daba gracias a la vida por hacer que Carlos estuviera ahí en ese momento, sin él no sé qué hubiera hecho. Después de llorar tanto, me quedé profundamente dormido.


ENERO 2008

Había pasado ya una larga semana desde la última vez que vi a Lucio y ya no he sabido nada de él «¿me habrá abandonado?» - pensé - «No, no puede ser, no puede hacerme esto, él no, él que es… no lo soportaría una vez más…»

-      ¿Papá?

-      Hola hijo – le dije, mientras el niño corría a mis brazos – mira esta ropa – dije mientras observaba las manchas de lodo - vamos a la ducha ¿En dónde estuviste jugando, eh?

-      Estuve jugando con la tierra del jardín – me dijo sonriente – tengo hambre.

-      Yo también – le dije - ¿qué te parece si, terminando tu baño, vamos a comer en donde quieras?

-      ¡Sí, sí, sí! – dijo emocionado – Quiero comer en McDonald’s.

-      Ok – le dije mientras lo desvestía para ducharlo – pero ahora a bañarte.

-      Sí papá – dijo Dieguito con una sonrisa en sus labios.

Mientras lo bañaba, el niño empezó a conversar conmigo, cosa que, en esos momentos, agradecí enormemente porque el niño hizo que me distrajera un poco.

-      Papá ¿podrías comprarme un barquito para jugar? – me preguntó.

-      Claro que sí, terminando de comer te llevo al centro comercial y te compro tu barquito – le sonreí – podrás elegir el que más te guste.

-      ¡Gracias papá! – dijo emocionado – ¿Y tú tuviste barcos cuando eras niño?

-      No hijo – le dije un poco triste – yo no tuve barcos.

-      ¿Y por qué? – me preguntó.

-      Pues porque tu abuelita Ana no tenía mucho dinero, y tenía que trabajar mucho para que pudiéramos comer, y no tenía dinero para comprarme mis barquitos – le dije un poco triste al recordar a mi madre – pero tú si tienes la oportunidad de tener uno.

-      Entonces quiero que tú elijas el barquito – me dijo con inocencia – será tu barquito y el mío – dijo sonriéndome angelicalmente.

-      Claro mi niño – sonreí - gracias por querer compartir tu barquito conmigo.

Terminé de bañar a Dieguito, lo sequé, lo vestí y nos fuimos al centro comercial, no sin antes avisarle a Carlos que iba a salir con el niño, no podía dejar de pensar en lo que Dieguito me había dicho «lo que daría por volver a ser un niño y creer que todo es alegría» pensé.

Pasamos a comer, Dieguito se quedó jugando un rato mientras yo estaba a su lado, pasamos a la juguetería en donde quería comprar todo, pero al final sólo compramos un barquito sencillo que se debía armar, el niño me pidió ayuda para armarlo, lo compramos y nos fuimos a casa, en cuanto abrí la puerta el niño corrió a la mesa y abrió la caja para que pudiéramos armar el barquito.

Saludé a Carlos y me dediqué a atender al niño, mientras armábamos el barquito, él me decía que estaba feliz de compartir un día conmigo, yo le dije que él era todo para mí, que lo amaba mucho y que siempre trataría de que él estuviera bien, cuando terminamos de armar el barco, el niño me pidió acompañarlo a ver una película infantil, la pusimos mientras preparaba unas palomitas y la vimos juntos en el sillón, gracias a Dieguito pude amortiguar bastante el dolor que sentía a causa de no saber dónde estaba Lucio.

De repente, Carlos se encaminó a su cuarto y yo lo detuve «¿Por qué no te sientas a ver la película?» le pregunté, él dudó en hacerlo, pero al final accedió. Apenas se sentó, yo me acerqué más a él y poco a poco me fui recargando en su pecho. Carlos no dijo nada y trató de acariciar mi cabello; cuando se dio cuenta de que no hice nada, él se acercó y me dio un beso en el pelo.

Cuando finalizó la película, apagué el televisor y encendí la radio, donde se escuchaba “Dispárame, dispara” de la cantautora Laura Pausini, cuya estrofa me dolió en el alma Yo te he dicho ‘vete’, siento el perfume de la ciudad donde me encierro en soledad, este es otro de mis límites, cuando te pienso siento que escalofríos me dan otra vez, he sido estúpida y lo sé, yo lo sé, yo lo sé… No pienses más en mí, apúntame y dispara, tu corazón he roto, amor dispárame, dispara, no pienses más en mí, no esperes de mí nada, tu corazón he roto, amor dispárame, dispara aquí yo solo pensé «¿Cómo pude dejarte ir, Carlos?»

PRÓXIMO CAPÍTULO FINAL DE LA SEGUNDA TEMPORADA.


Bien, aquí les dejo el treceavo capítulo de Un amor inolvidable, no se olviden visitar:

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Saludos.

Gudalupe.