Un amor inesperado V

Sí, tienes razón. Es algo normal que dos personas que se amen hagan el amor; lo que no es normal es que una de ellas lo desee más que la otra y que por eso la otra persona se asuste y no quiera hacerlo. Yo no quiero obligarte a nada Daniela, y eso es lo estuvo a punto de pasar hoy. Adiós.

Vámonos, querida le dijo Tomas a Sandy, ellas necesitan resolver un asunto, y se la llevó.

¿Cómo te atreves?-dijo-vienes aquí con ella, ¿para qué? Para restregármela en la cara. Que juego estás jugando Fabiola, te creí diferente.

No dije nada.

Dime algo-exigió-defiéndete. Miénteme. Di algo, lo que sea. Me lastimas con esa actitud, sé que me amas, pero vaya manera de demostrarlo, ¿por qué me lastimas así? Sus ojos estaban llorosos.

Verla así me partió el alma.

Perdóname- le dije-lo que menos quiero es lastimarte. Mereces algo mejor que esto.

Sabes cuál es tu problema, que crees saber qué es lo mejor para mí, cuando ni siquiera sabes que es lo mejor para ti, no seas hipócrita, no me digas lo que no sientes. No me digas que merezco algo mejor, porque yo no quiero algo mejor; yo te quiero a ti. Tienes miedo de admitir que me necesitas como yo te necesito a ti.

Al escuchar sus palabras, sentí un fuego recorrer todo mi cuerpo. Estaba alterada. Necesitaba calmarla; puse mis manos en sus hombros y dije:

¡Basta! Y después de eso lo único que se me ocurrió fue besarla. Sentir el roce de sus labios, fue mágico, al principio estaba rígida, pero después fue cediendo poco a poco, colocó sus brazos alrededor de mi y correspondió a mis besos. No podía creer lo que estaba pasando, nada más importaba, sólo quería estar con ella y con nadie más.

Aléjate de mí-dijo llorando-

Pero no le hice caso, la besé más fuerza. Vámonos de aquí-le dije-y nos fuimos del club.

¿A dónde quieres ir? Le pregunte.

Llévame a mi departamento-dijo-.

Está bien.

Durante todo el camino ninguna dijo nada. Yo sólo la miraba, mientras ella estaba inmersa en sus pensamientos. Sólo tomó mi mano hasta que llegamos a su departamento. Me baje rápidamente para ayudarla. Hacía frío. La acompañe hasta la puerta de su edificio y dije:

¿Quieres que suba contigo?

Sí-respondió.

Llegamos a su departamento y estaba oscuro, había un olor a rosas que cubría todo el lugar.

Acompáñame-dijo-.

Estire mi mano hasta la de ella y me llevo a su cuarto.

Quédate conmigo está noche, por favor. Quiero sentirte, aquí conmigo.

Me acerque a ella, sin decir palabra alguna, solo la abrace y se quedo dormida en mi regazo. Me fui en la madrugada, antes de que ella despertara. Solo le deje una nota que decía: Te quiero.

Y así pasaron muchas noches, en las que yo me quedaba con ella y me iba antes de que despertara, siempre dejándole una nota.

Al día siguiente, me llamo a primera hora de la mañana.

Con licenciada Fabiola Galván-dijo-con voz juguetona.

Ella habla-conteste-¿Que desea? A pesar de que no podía ver su rostro, sabía que reía.

Una cita-dijo-.

Al escuchar sus palabras solté una carcajada. Ella también.

¿Por qué te fuiste anoche?-Preguntó-.

Necesitaba llegar temprano a la oficina-respondí-. Era la excusa más paupérrima que pude haberle dicho. Me fui porque no quería despertar a su lado. A pesar de que íbamos bien, aún no me sentía segura.

Está bien-dijo-. ¿Qué te parece si almorzamos juntas?-Preguntó-.

Excelente idea.

Nos vemos en un rato. Te quiero-agregó-.

El silencio se hizo presente.

Cuídate-dije finalmente-y colgué.

Toc! Toc!

Adelante-dije-. Alce la mirada y ahí estaba ella tan hermosa como siempre.

¿Cómo estás?-Preguntó-. Mientras se acercaba a mí para besarme.

Ahora mucho mejor-dije-. Al mismo tiempo que la abrazaba y correspondía a su beso. ¿Y tú?-pregunte finalmente. Sentí en su abrazo un calor tan especial.

Muy bien-respondió.

Qué bueno.

¿Nos vamos?

Sí, por supuesto.

Cuando íbamos camino al restaurant me contó todo lo que había hecho en su jornada de trabajo, cuantos modelos fotografió. Incluso me dijo que algunos le dieron sus números telefónicos. Bromeamos sobre eso, hasta que el silencio se hizo presente. Y entonces ella tomó mi mano, y nada más importaba; ni siquiera el silencio.

Al llegar al restaurant cada una hizo su pedido. Al instante, ella dijo.

¿Y entonces?

¿Entonces qué?-Pregunté-.

¿Cómo quedamos tu y yo?-aclaró-.

Déjame pensar un momento. Dado el hecho de que me amas y no puedes vivir sin mí-bromee-, te pregunto

¿Quieres ser mi novia?

Sí. Creí que nunca lo pedirías-dijo-mientras se reía pícaramente.

¿Aclarada la duda Srita. Monsalve?-pregunté-.

Absolutamente-respondió-. Ambas sonreímos.

Y así fueron pasando los días. Se me hacía tan fácil quererla; no importaba nada más. Yo quería ser mejor por ella y para ella, ser lo que ella se merece. Siempre al salir del trabajo yo iba a buscarla y salíamos por ahí. Incluso cuando no hacíamos nada, hacíamos algo. Ella me había renovado y sé que yo también a ella; quizás no con la misma intensidad, que ella a mí; pero me amaba, yo lo sabía, y su amor era mío, solo mío.

Íbamos camino a su casa, como de costumbre. El día estaba lluvioso y no se podía ver bien la carretera. Era sábado.

Tendrás que quedarte hasta mañana-dijo-.

Yo estaba algo tensa. Y no le dije nada, solo tome su mano.

Al llegar a su edificio, empezó a llover de una manera descomunal. Salimos del auto y corrimos hasta el apartamento.

Me quite el sweater y ella lo guindó en el perchero. No sé por qué, pero ella estaba más mojada que yo.

Me daré un baño-dijo-.

Está bien, aquí te espero-conteste-.

Ella dio la vuelta y se dirigió a su habitación. Yo me fui a la sala y me senté en el sillón a ver televisión. El aguacero continuaba, allá afuera.

Sentí su cuerpo muy cerca del mío y la escuche decir:

Princesa, ¡despierta!

¿Princesa?-Pensé para mis adentros-. No me había dado cuenta de lo dormida que estaba.

Abrí mis ojos como pude y dije: lo siento, perdí la noción del tiempo. Mire el reloj y eran las 10:00 pm.

No te preocupes. Toma, hice un poco de té, para el frío.

Yo tengo algo mejor que el té-dije-mientras agarraba la taza.

¿Ah sí?-preguntó-¿y qué es?-agregó finalmente, mientras esbozaba una sonrisa-.

No, nada. Olvídalo.-cuando lo dije su rostro se tenso y la sonrisa se borro de su cara-. Voy al baño. Me levanté y me dirigí al baño. Entré y lave mi cara, entre otras cosas.

Tome la taza, al mismo tiempo que me sentaba de nuevo en el sofá. ¿Que ves?-pregunté-.

No hay nada bueno-contestó-. Hasta que decidió apagar la TV. Se acercó a mí y acomodó su cuerpo más cerca del mío.

Abrázame-exigió en tono juguetón-.

Yo reí y la abrace. Te quedó muy bueno el té-dije-.

Gracias-contestó ella-.

La sala de estar quedó completamente silenciosa, solo escuchábamos las gotas caer.

¿Estás dormida?-pregunté-

No-respondió-.

¿Qué piensas?

Nada, sólo disfruto este momento-respondió, mientras se apartó de mí, para ver mi rostro-. Sus ojos se fijaron en los míos de una manera que sentí que podía leer mis pensamientos. Yo también disfrutaba de los momentos con ella, pero aún así siempre el miedo a perderla me invadía y no me dejaba ser feliz completamente. No sé por qué me siento tan insegura.

Sentí sus labios; carnosos, exquisitos. Y su lengua, esa lengua traviesa, que me desarmaba por completo. Supongo que simplemente me deje llevar por el momento, tanto que sin darme cuenta estaba encima de ella, sobre el sillón. Ella llevaba puesta su piyama, una camisa y un short; no usaba brasier y pude sentir sus senos cerca de los míos. Sólo pensaba en tocarla, acariciarla, morderla, besarla. Me segué por el deseo de tenerla.

¡No! espera-alcance a escuchar-. Esas palabras me hicieron volver en sí.

Sin darme cuenta tenía mis uñas clavadas en su ropa, a punto de arrancarla y mi cuerpo apretaba al suyo; la tenía aprisionada. Me levante de inmediato y al ver su cara un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿Qué hice?-pensé-. No podía pronunciar palabra alguna.

Yo… yo… lo sien… debo irme-dije finalmente-. Y de una zancada ya estaba en la puerta, fuera del departamento. Nunca me había pasado algo así. Se me caía la cara de vergüenza. Llegue a mi casa y me di una ducha con agua fría para esclarecer mis pensamientos, no entendía lo que había pasado y eso me hizo sentir mal, no quería que ella pensará que era un monstruo.

Sonó el teléfono y me dirigí a contestar.

¡Aló!-se escuchó del otro lado-.

¡Aló!-contesté de vuelta-.

Soy yo, Daniela.

Lo sé-dije-.

¿Por qué no me contestas el celular?

Se quedó sin batería, lo siento.

¿Cómo te sientes?-preguntó-. No supe que contestar. Pasaron cinco minutos.

¡Aló!

¡Aló!, se que estas ahí y que me escuchas; puedo oír tu respiración. Escúchame bien, no te preocupes por lo que paso en mi departamento, yo te amo y sé que tú me amas; y lo que pasó es algo normal entre dos personas que se aman. Al escuchar sus palabras un nudo se formaba en mi garganta.

La interrumpí.

Sí, tienes razón. Es algo normal que dos personas que se amen hagan el amor; lo que no es normal es que una de ellas lo desee más que la otra y que por eso la otra persona se asuste y no quiera hacerlo. Yo no quiero obligarte a nada Daniela, y eso es lo estuvo a punto de pasar hoy. Adiós.

Colgué.

A la mañana siguiente solo pensaba en distraerme, en olvidar lo que había pasado. Sé que le debía una disculpa a Daniela por lo que paso, pero no sabía qué hacer y opté-como siempre-por alejarme un poco.

Esa semana en la oficina, estaba muy ajetreada. Surgían nuevos casos y nuestros clientes exigían más atención, no me daba tiempo de almorzar y salía todos los días a medianoche.

Toc! Toc!, ¿Se puede?

Era Daniela.

Sí, claro, adelante. Y sin anestesia, lanzó su pregunta

¿Por qué has estado evitándome? Eso no era del todo cierto, en parte si tenía razón pero por otro lado, la situación en la que se encontraba la oficina no me ayuda. Realmente tenía mucho trabajo que hacer, no tenía un respiro.

Cuando me dispongo a contestar, suena el teléfono de mi oficina.

Dígame Sr. Bustamante ¿En que lo puedo ayudar? El Sr. Bustamante, era un cliente muy importante, dueño de una cadena hotelera y siempre cuando decidía invertir en algún otro negocio, me llamaba para que lo asesorara. Como siempre llamaba para pedir asesoría supuse que no tardaría ni cinco minutos, pero me equivoque. Pasó una hora, la expresión que tenía la cara de Daniela no era para nada agradable estaba cansada de esperar y yo lo entendía, pero no era mi culpa; de repente vi como se levantaba para irse hasta que por fin el Sr. Bustamante terminó la llamada y la alcancé.

¡Espera!-grité, mientras la tomaba del brazo-¿A dónde vas?

¿Por qué has estado evitándome?-preguntó de nuevo-¿Fue por lo que pasó? ¿Acaso ya no te intereso por no querer hacer el amor contigo? ¿O es que acaso tienes miedo de hacerlo conmigo? Han pasado cuatro días y no devuelves mis llamadas. ¿Qué sucede contigo?

Siéntate, por favor.

No me quiero sentar, quiero que respondas mi pregunta-dijo algo alterada-.

Siéntate-dije otra vez-.

No te estoy evitando…

¿Ah no?-interrumpió ella-.

No-dije firmemente-. Mira a tu alrededor la oficina esta vuelta un caos, ve la hora que es, ni siquiera he almorzado, no me da tiempo de salir; ni de nada. Por eso no te llamo, no porque te esté evitando.

Sin decir nada se levantó de la silla, me miró a los ojos, podía sentir que estaba algo molesta y mi respuesta no ayudó en nada.

Te espero esta noche en mi departamento, no faltes-dijo en tono autoritario-.

Está bien-me acerqué para besarla, pero se alejó y antes de que llegara a la puerta, dije-por supuesto que quiero hacer el amor contigo, y si tú no estás lista no tendré problema. Te amo, no lo olvides. Ella no volteó, sólo siguió su camino. Nunca la había visto así, me sorprendió, de hecho me gustó; cuando se molesta se arruga un poco su nariz y eso la hace ver sexy y tierna al mismo tiempo. Definitivamente Daniela Monsalve me encantaba en todo sentido.

Y así pase la tarde, estancada en mi oficina sin poder salir, al terminar un asunto surgía otro; era desesperante. Pero debía aguantar eso, si quería una semana libre. Sin darme cuenta llegó la noche y mi asistente y yo aun estábamos en la oficina revisando unos contratos. No tuve más opción que llamarla.

El teléfono solo repicó una vez.

¡Aló!-dije-.

¿No vienes, verdad?-su voz sonaba más tranquila que en la tarde pero también se escuchaba decepcionada-.

Lo siento, aun estoy en la ofi…-no me dejó terminar y colgó de golpe-.

Soy una idiota. Sin tiempo que perder volví a los contratos.

Llegué a mi casa y ya era de madrugada, estaba muy cansada y no podía dejar de pensar en Daniela. Al llegar la mañana, mi primer pensamiento fue para ella, la llamé pero no me respondió y opté por enviarle un mensaje de texto; “Recuerda que eres muy importante para mí. Que tengas un lindo día, piensa en mí. Te quiero”. No recibí respuesta alguna. Supuse que aún estaba molesta.

El resto de la semana pasó igual; la oficina vuelta un caos y ella seguía sin contestarme, incluso le envíe flores y nada. Llegó el fin de semana y al fin pude descansar del trabajo.

El lunes por la mañana decidí sorprenderla, le compre un ramo de rosas blancas, Tomás me había comentado que eran sus favoritas; y fui a su casa para llevarla a la oficina, pero resulto que la sorprendida fui yo. Al llegar a su departamento una mujer me abrió la puerta, hermosa en su totalidad debo admitir.

Creo que me equivoque de departamento-dije al verla- llevaba una camisa larga, un short y unas zapatillas, ese tipo de ropa que uno usa cuando está muy relajada en su casa; y al mismo tiempo verificaba el número en la puerta. 73. Yo estaba frente al departamento correcto. Me pregunté quién era esa chica, un nudo se formó en mi garganta, sería su ex, pensaba. No, no lo creo. De repente escuche.

¿Quién es Verónica?-así que eres Verónica, pensé. Lindo nombre.

No lo sé-pero trae un ramo de rosas espectacular-.

Soy yo- dije mientras entraba-.

Hola-dijo-estaba hermosa, radiante.

Hola-contesté-te traje algo. Estiré el ramo de rosas hasta ella; lo tomó y las olió.

Son mis favoritas-dijo-¿Cómo lo supiste? están hermosas, gracias.

Intuición-dije-.

Se me hace tarde-dijo-y tengo que tomar un taxi.

No te preocupes-dije-yo te llevo-.

¿Y no tienes que ir a tu oficina que esta vuelta un caos?

No-le contesté-hoy estaré solo a tu disposición. Al escuchar mis palabras vio a Verónica y ambas rieron.

¿Qué sucede?-pregunté-.

Nada contestó, Daniela solo se limitó a tomarme de la mano y a salir corriendo del departamento.

Voy tarde-era lo único que la escuchaba decir-.

De camino a su trabajo, no dijo nada y yo tampoco, supuse que no quería hablarme. Al voltear en una esquina, el tráfico era demasiado, ni siquiera pudimos salir. Pasaron diez minutos, y le dije:

Llama a Tomás, el entenderá.

No tengo batería-contestó-.

¿Y por qué no lo dijiste antes? Ten, toma mi celular. Llámalo.

Hablo con Tomás le explicó la situación y en ese mismo instante colgó.

¿Todo bien?-pregunté-.

Todo bien-contesto-.

Qué bueno. Seguíamos en silencio, no sabía que decir.

Es mi mejor amiga-dijo-no entendí a que se refería, estaba como perdida.

¿Quién?-pregunté-.

Verónica.

¡Ah! Cierto, Verónica.

Está de vacaciones y se quedará conmigo un tiempo.

Ah que bien, así no estarás sola en tu departamento. Ese comentario no les gustó en absoluto. Ni siquiera se molestó en contestar. Pasamos horas en silencio, por primera vez era incomodo, la sentía distante.

¿Aún estas molesta conmigo?-pregunté-.

No-respondió-.

¿Qué quieres hacer?

¿Con qué? ¿Con nosotras?

Yo me refería al resto del día-dije-.

No lo sé-contestó-.

¿Aún estas molesta? Cierto-

Hizo una pausa antes de comenzar; si crees que un simple ramo de rosas blancas espectaculares-dijo bromeando- hará que te perdone tan fácilmente estás muy equivocada, tienes que esforzarte; te espere toda la noche así que usa tu imaginación.

Está bien-dije, mientras reía-¿Quieres ir a comer algo?

Sí, vamos. Tomás me dijo que podía tomarme el día.

Por cierto tú amiga, Verónica, es muy bonita.

Ella se rió y me golpeó con su codo mientras me decía: lo estás haciendo mal, muy mal.

Yo solo me reí al mismo tiempo que buscaba en el asiento trasero del auto y pañuelo para tapar sus ojos; se lo mostré.

¿Para qué es eso?-preguntó-.

¿Confías en mí?-dije-.

Sí-respondió-.

Entonces déjame cubrir tus ojos-.

Está bien-dijo-.

Ella giro su cuerpo hacia la ventana y yo le coloque el pañuelo en los ojos; mientras lo hacía recorrí con mis dedos su cuello y pude sentir como se erizaba, luego le di un beso en la mejilla.

Listo.

¿A dónde me llevas?-preguntó-.

Es una sorpresa-respondí-.

Yo en el fondo sabía que debía hacer algo que la hiciera olvidar el mal rato que le hice pasar al no ir a la cena; por eso le preparé una sorpresa. Quería que fuera algo lindo, algo que ella disfrutará y no se me ocurrió otra cosa.

Me detuve.

Llegamos, déjame abrir la puerta para ayudarte-dije al mismo tiempo que bajaba del auto-.

Abrí la puerta del copiloto y la ayude a bajar del auto. Ella reía.

¿A dónde me llevas?-preguntó-.

Es un secreto, algo me dice que te gustará-conteste-.

Está bien, guíame.

La lleve por el medio del parque, hasta llegar al sitio que había preparado para nosotras.

Espera, es aquí-dije-. No te muevas para quitarte la venda.

A quitarle la venda no dijo palabra alguna. Me coloque de frente a ella y su rostro estaba inexpresivo, tenía en sus ojos esa mirada de profunda tristeza.

Tome sus manos, la mire fijamente y le dije.

Una vez alguien me dijo que una relación, a pesar de que se fortalece con los malos momentos, se construye gracias a los buenos. Es por eso que escogí este lugar; para crear buenos momentos y borrar los malos. Tú y yo sabemos que sucedió aquí hace tiempo y quiero que olvidemos eso. Hice esto para ti, para nosotras, para empezar a crear buenos momentos.

Gracias-dijo-y me abrazó.

Vamos a sentarnos-dije-.

Te quedo todo muy bonito.

Me alegra que te guste.

Preparé una especie de “picnic”, quería hacer algo al aire libre, a ella le gustan ese tipo de cosas. Me había contado que no hacía uno desde que se había mudado a la ciudad; y decidí que era una buena oportunidad para hacer uno. Lleve flores, de diferentes tamaños y colores; y frutas. Mande a preparar unos bocadillos, sándwiches, entre otras cosas. Mientras comíamos, yo solo la miraba.

Prueba este-dijo-mientras acercaba el bocadillo a mi boca.

Abrí la boca y le di un pequeño mordisco. Está bueno-dije-.

Lamento no haber ido a tu departamento la otra noche.

Lo sé-contestó-

Luego de una pausa agregó.

Discúlpame tú a mí.

¿Disculparte?-pregunte confundida-Yo no tengo nada que disculparte.

Sí, por lo que originó toda esta situación. Lo que paso en mi departamento. Créeme que si quería hacer el amor contigo, pero no sé, aun no me sentía preparada. Y quiero que cuando llegue el momento sea diferente, sabes. Quiero que sea emocional, no solamente sexual.

Entiendo. Yo también quiero que ese momento sea único. Y ambas sabemos que me precipité un poco. Es solo que me segué por le deseo de estar contigo, de tocarte, de sentirte.

¿En serio?-preguntó-.

Si, en serio. Déjame decirte una cosa, desde el primer momento en que te vi, supe que eras diferente, eres especial. Despertaste en mí sentimientos y emociones que creí haber desterrado de mí. No sé cómo, pero te has vuelto parte de mí, y estoy segura de que si me faltas ya nada sería igual.

Tú también eres importante para mí, quiero que sepas que no hay nada, ni nadie en este mundo que pueda alejarme de ti. Eres mi talón de Aquiles.

Al escuchar sus palabras sentí una satisfacción y una emoción tan grande. Ella había cambiado mi mundo de una manera radical. La amaba y nada, ni nadie me pondrían separar de ella.

Pasamos toda la tarde hablando. Yo me acosté sobre el mantel y ella se recostó en mí. Bromeamos sobre las figuras de las nubes. Veíamos a las aves pasar, los papagayos de los niños que estaban cerca y uno que otro fresbee. Llegaba el final de la tarde y decidimos recoger las cosas e irnos.

Ella se levantó primero.

Ven aquí-dijo-. Extendió su mano hacia mí.

Me levante y la besé.

¡Mmm! Que rico beso-dijo-.

Yo solo reí y la abrace muy fuerte.

Te quiero-dije-.

Te quiero-escuche de vuelta-.

La solté, besé su mejilla y recogimos las cosas.

De camino al auto sonó su celular.

¡Aló! Alcance a escuchar mientras metía las cosas en el auto.

Ok, está bien, cuídate-dijo-y colgó.

Era Verónica.

¿Pasó algo?-dije-.

No, solo quería avisarme que no llegará a dormir esta noche.

Entiendo-contesté-¿Quieres ir a cenar o te acompaño al departamento?

Vamos a mi departamento-dijo-ayer vi un receta para cocinar pollo y quiero prepararla. Además son las 6, aún es temprano. ¿O tienes algo que hacer?

No, nada. Te dije que hoy estaré sólo a tu disposición y si quieres que sea juez de tu comida, lo seré.

Ella rió. Se acerco a mí y me besó.

Pues sí, quiero que seas juez de mí comida.

Yo reí.

¿Quieres ir a pie o vamos en el auto?

Llévate el auto, ¿cómo lo vas a dejar tan lejos?

Supongo que tienes razón-dije-.

Subimos al auto y tres cuadras más adelante, estaba su departamento. Entre al estacionamiento, busqué un lugar y aparqué.

Ella bajó del auto, y yo le seguí. Caminamos hasta el ascensor, subimos y oprimí el botón número 7.

Ese no es-dijo ella-es el piso 8.

Lo siento-dije-me confundí.

¿Estás bien?-preguntó-ni yo lo sabía, una extraña sensación recorría mi cuerpo y no sabía que era, o porque me sentía de esa manera en ese momento; yo estaba con ella, estábamos juntas y eso era más que suficiente para mí. Pero a pesar de eso algo en mí no estaba bien, no me sentía segura.

Sí, estoy bien-conteste-mientras besaba su frente.

Ok.

Salimos del ascensor y fuimos a su departamento. Una vez adentro me preguntó si quería algo y yo le dije que no.

Siéntate a ver la TV, mientras yo preparo la receta.

Está bien, señorita chef-bromeé-

Ella sonrió mientras decía-No te burles de mí-estaba algo sonrojada.