Un amor inesperado II

La mire con lágrimas en mis ojos, y la abrace, tan fuerte como pude. Nunca había tenido esta seguridad con más nadie que no fuera Isabella. Pero Daniela supo ganarse mi amor, y yo sabía que se lo merecía, desde el instante en que la vi supe que ella era diferente. Y merecía lo mejor de mí.

Sus jadeos inundaban la habitación, y eso me encantaba. Fui subiendo, beso a beso, hasta llegar a su boca, y fundirnos en un solo beso.

Mientras la besaba, con mis manos, acariciaba sus senos y su abdomen, hasta llegar a su sexo, otra vez.

Con mi mano intente abrirme paso, hasta que ella la tomó y quiso alejarla.

Déjame intentarlo-susurré- pero ella no cedió. Jamás había llegado tan lejos como en esa noche, sentía como mi cuerpo y el suyo lo pedían, pero ella no estaba segura.

¿Confías en mi?-pregunté-.

Confió en ti-respondió-. Y volvió a besarme.

En ese instante, cuando sentí su mirada en mí, me di cuenta de que no podía forzarla, y devolví mi mano a su mejilla.

¿Qué haces?-preguntó-.

No quiero obligarte a nada-conteste-quiero que estés cómoda. Y si no estás lista, lo comprendo.

Estoy lista-dijo-. Sé que lo harás con cuidado.

¿Estás segura?-inquirí, algo ofuscada-

Si-dijo ella-mientras volvía a besarme.

Espera-dije- mientras contemplaba su rostro-y agregue-si no te gusta como lo hago, detenme. Quiero que te sientas bien, enséñame como debo tocarte.

Y, antes de que me diera cuenta, ella me había enseñado el camino.

Estaba muy húmeda, pero a pesar de eso, decidí seguir estimulándola.

Sentía sus uñas clavarse en mi piel, empujándome hacia ella.

Ahora-dijo-no te detengas.

Y así fue, mis dedos entraron en su sexo, y ella dio un pequeño brinco, al mismo tiempo que me abrazaba con sus piernas.

Sus movimientos eran cada vez más rápidos, lo disfrutaba y eso me encendía. Sentir su sexo húmedo, generó en mí, ganas de seguir sin parar. Hasta que, sin darme cuenta, empecé a frotar su sexo contra el mío sin parar.

Estaba encima de ella, me tocaba, me mordía, me acariciaba y me besaba una y otra vez. Sus manos empujan mi cadera, estaba encorvada; y escuche un pequeño quejido.

¿Qué pasa?-pregunté-.

No te detengas, por favor-contesto.

Yo sentía que su sexo iba a estallar y el mío también, era cuestión de segundos...

Ambas llegamos al clímax, en un gemido, unísono, que lleno la habitación.

Sentí como poco a poco, nuestros cuerpos se relajaban y sus manos soltaron las sábanas. Una de mis manos soltó despacio el copete de la cama, mientras que la otra soltaba la almohada donde ella tenía recostada su cabeza.

Subió su brazo izquierdo, y con su mano acarició mi brazo derecho hasta llegar a mi mano, la tomó y la besó. Al besarla, me miró y se rió de forma pícara.

Yo, la miré y luego le susurre al oído.

Te amo. Y ella respondió.

Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

La bese por última vez y me acomode a su lado.

Desperté. Pero no abrí mis ojos, ella no estaba en la cama. Yo escuchaba atentamente, creo que en el fondo sabía lo que hacía.

Sí, yo estaba en lo cierto.

Click!-escuche-era su cámara. Quien sabe cuánto tiempo llevaba haciéndolo. Estire mi brazo hacia ella y le dije: ya, detente.

Ella rio y me dijo; no, quiero fotografiarte, son pocas las veces en las que puedo contemplarte desnuda, ¡disfrútalo!

Solté una carcajada, fue inevitable. Me levanté de la cama y me acerque a la ventana. Era sábado, hacia un hermoso día afuera. El sol estaba radiante.

Salgamos-la invité-.

No-dijo ella-quedémonos aquí todo el día. Quiero disfrutar de tu compañía, antes de que caiga la noche, y te vayas. Mientras decía esto, se acerco y me abrazo desde atrás.

Di la vuelta, la abracé y le dije: no, no me iré.

Lo prometes-pregunto-.

Lo prometo-conteste-.

Aun así, no quiero salir, quiero quedarme aquí, contigo.

Está bien, que quieres hacer-pregunte-.

No lo sé, cocinar, ver películas, hablar, quiero conocerte más-dijo-.

Al escuchar sus últimas palabras, supe de inmediato lo que ella quería saber; pero aun así le pregunte; que quieres saber.

Ella se alejo de mi y se sentó, tomo mi mano y me guio al mueble que estaba en frente de ella. Quiero saber quién es Isabella, dijo al instante.

Yo la mire-y creo que se dio cuenta el inmenso dolor que invadió mi mirada, tan solo de escuchar su nombre- Isabella fue el gran amor de vida.

¿Fue?-pregunto ella-.

Si-conteste-. Esta muerta.

Creo que lo dije con tanta frialdad que se exaltó un poco.

¿Qué le paso?-pregunto con insistencia-.

Me levante del mueble y me dirigí hacia la ventana. Hasta que finalmente, obtuve el valor para pronunciar las palabras; yo la mate-dije-.

¿Qué?, ¿por qué dices eso?-pregunto un tanto alterada y al mismo tiempo se levanto del mueble y se dirigió hacia mi-ella se quedó detrás de mi esperando a que yo volteara, pero no pude. Me contuve.

Habíamos decido formar una familia, ella estaba embarazada, era la cosa más tierna y más hermosa que podía haber, yo la amaba con todo mi corazón, solo me importaban ella y el bebe, no había nadie más. Un día, regreso a mi vida alguien de mi pasado, Román, era su nombre. Fue mi primer novio, mi primera vez, lo fue todo. Luego de que las cosas terminaran entre él y yo, nos hicimos grandes amigos. El llego pidiendo mi ayuda; me conto que estaba metido en un problema con unos inversionistas y les debía dinero, él quería que yo se lo prestara y así lo hice.

Pero había algo mas, Román no me conto toda la verdad. Esos supuestos inversionistas, eran gente muy peligrosa. Y lo más irónico, era que Isabella lo presentía, y yo no quise hacerle caso.

En fin, solo sé que un día, íbamos por la carretera y un automóvil nos empujo fuera de la vía, caímos por un barranco y lo demás fue inevitable. Recuerdo que alguien nos saco del auto y nos coloco juntas. Isabella me llamaba; mientras tome su mano le dije que todo estaría bien. Ella me miro y me dijo: te amo. Lo siguiente que se, es que desperté en un hospital, el médico que me atendió me dijo que estaba viva de milagro, tenía múltiples fracturas y golpes en todo el cuerpo; y que nadie sabía nada de Isabella o del bebe, un frio me invadió el cuerpo. Y en ese instante lo supe, estaba muerta, y con ella a nuestro bebe, y toda la esperanza que yo tenía de vivir.

Hice una pausa... Y suspire. Pero eso cambio cuando te conocí-agregue-.

Cuando termine de contarle, me tumbe sobre la cama y no pude contener mis ganas de llorar.

No fue tu culpa-dijo-mientras me acercaba a su regazo.

Conocerte y enamorarme de ti fue lo mejor que me paso después de lo que paso con Isabella y mi bebe. Quiero que sepas que te amo, mucho y no dejare de hacerlo pase lo que pase. Sé que he sido una idiota estos meses y lo siento mucho. No quiero herirte.

Levántate-dijo-. Ahora yo quiero que tú sepas y que no se te olvide, no hay nada que puedas decir o hacer que me lastime, yo te amo y tú me amas y sé que nunca me harías daño.

La mire con lágrimas en mis ojos, y la abrace, tan fuerte como pude. Nunca había tenido esta seguridad con más nadie que no fuera Isabella. Pero Daniela supo ganarse mi amor, y yo sabía que se lo merecía, desde el instante en que la vi supe que ella era diferente. Y merecía lo mejor de mí.

Salgamos-dijo-el día esta hermoso, no hay que desaprovecharlo.

Yo reí.

Busque mi ropa por toda la habitación. Ella me ayudo.

La contemple mientras se vestía. Eres hermosa-dije-.

Ella rio, si lo sé-dijo en tono pretencioso-apúrate-agrego.

Yo termine de vestirme y salimos al instante.

Caminamos por el parque. Yo no dejaba de mirarla, estaba más radiante que nunca. Tenía esa sonrisa que me encantaba, ayudaba a uno que otro niño que corría a nuestro alrededor. Vimos de todo, desde niños corriendo hasta parejas de viejitos tomados de la mano, ese día no podía ser mejor.