Un amor inesperado (5)

... Sentir esos pezones, y la reacción de su dueña cuando los apretó entre sus dedos, animó a Valentina a inclinarse y besarlos; pasó su lengua por cada uno, rodeándolos, adorándolos...

UN AÑO ANTES:

Valentina salió apresurada de su departamento viendo su reloj; llevaba quince minutos de retraso y odiaba llegar tarde, aunque siendo objetivas de lo último que tenía ganas era de llegar a la reunión convocada por su jefe; había pasado una noche de perros, casi no había dormido y se sentía irritable; el viaje nocturno por carretera desde Vallarta hasta la ciudad de México, le estaba pasando ya la factura. Para colmo, el tráfico no ayudaba en nada a mejorar su humor.

Después de un trayecto que se le hizo interminable llegó por fin a las oficinas de Tech System S.A. de C.V., la empresa en la que había laborado los últimos diez años; recordó cuando recién entró a la misma como simple auxiliar y como a base de esfuerzo y mucho trabajo, había ido ascendiendo poco a poco peldaños hasta llegar a ocupar la Dirección Divisional, puesto peleado y deseado por muchos, pero que finalmente era suyo desde hacía tres años.

Subió apresuradamente por las escaleras, se sentía demasiado irritable y sabía que un poco de movimiento le ayudaría a sacar esa energía negativa que la embargaba; no tenía idea del porque de la urgencia de Peña (así se refería ella a su jefe) para tener esa reunión, aunque pensó que debía ser algo muy importante, tanto que había tenido que interrumpir sus muy merecidas vacaciones (que no tomaba desde que había tomado la Dirección).

Una vez en la confortable sala de juntas de la Dirección General, se encontró con su jefe, el Ing. Héctor Peña, quien le indicó que tenían asuntos muy importantes que tratar y que tomara asiento.

  • Inge, llegas algo tarde –mencionó Peña
  • Si claro, una disculpa, pero te recuerdo que hace doce horas estaba descansando plácidamente en Vallarta y de improviso me solicitaste que regresara
  • Ok, ok, vayamos al grano –dijo su jefe tomando asiento después de ayudar a Valentina a hacer lo propio.
  • Si por favor, porque francamente a mi me hace falta dormir.
  • Bien, te comento que estamos concursando para un contrato bastante jugoso con una empresa de Monterrey; se dedican a la captura de información y procesamiento de datos para dependencias de gobierno y el punto es generar un programa eficiente que les permita optimizar tiempos y costo, como ves?
  • Eso me suena a "Valentina, interrumpe tus vacaciones y hazte cargo del proyecto", es asi?
  • Jajaja! Vaya contigo! Así es, no se hable mas, cuando empiezas?, aquí está toda la documentación inicial –mencionó Peña entregándole un grueso expediente – Hay que armar toda la documentación y diseñar un "esqueleto" general de lo que estaríamos ofreciendo; la convocatoria salió hace unos días y tenemos un par de meses para presentar nuestra propuesta
  • Uff! Deja que duerma, mañana será otro día y con gusto lo hago, pero hoy no cuentes conmigo, me voy a casa, te parece? –dijo Valentina mientras tomaba los documentos con cara de fastidio.
  • Está bien, si no hay otro remedio y para que mi mejor gallina no se me eche, adelante, nos vemos mañana y afinamos detalles, toma el resto del día para reponerte, porque sinceramente traes muy mala cara Vale –respondió Peña con su mejor sonrisa- Por último te comento que el contrato se asignará en unos tres meses mas, contados a partir de la fecha de entrega del esquema preliminar, así que en ese lapso tienes que ver la forma de concluir el diseño completo, como la ves?
  • Y que cara quieres que tenga alguien que no ha dormido bien en las últimas semanas eh? –respondió Valentina lanzándole una mirada asesina a su sonriente jefe- y pues de verlo, lo veo bastante holgado en cuanto a los tiempos, así que en cuanto duerma y me despabile, veré que se hace, te parece?
  • Ya, ya, deja de echarme bronca, vete a descansar y estamos en contacto, ojalá puedas tenerme algo lo mas pronto posible, para ir checando los avances si?
  • Si claro, me retiro –respondió secamente Valentina.
  • Descansa y por supuesto, te recuerdo que en este tipo de proyectos, te llevas un porcentaje del costo total como responsable del mismo, así que calcula bien tu bono Vale –concluyó su jefe abriéndole la puerta para darle paso.
  • Ok, ok.

Valentina salió de las oficinas de su jefe con la sensación de que éste abusaba de ella; caramba! No había tomado vacaciones en años, desde que asumió el puesto, se la pasaba trabajando a todas horas, no sabía lo que era un fin de semana o un par de días de asueto; recordó con tristeza que en su momento, el trabajo fue su único refugio y lo que le había permitido sobrellevar el profundo dolor que le había dejado la inesperada partida de Rebeca; mientras se dirigía a casa, sin saber ni como, empezó a recordar lo sucedido: se vio a sí misma y a Rebeca, la mujer con la que tenía seis años compartiendo su hogar y su vida, bailando alegremente aquella noche en Cancún, recordó como habían disfrutado esa semana, los paseos en la playa, las caminatas tomadas de la mano mientras la tibia agua del Caribe les bañaba los pies, de cuanto disfrutó sentarse con ella a sentir la brisa marina mientras la acariciaba y se besaban con pasión; casi todos los días habían aprovechado para bucear y gozar de las maravillas que la vida marina reservaba para unos cuantos; Rebeca amaba el mar, sentía una especial atracción por él; quizá esa atracción profunda fue la que la llevó a decidir, el último día de su estancia, nadar al amanecer; era algo que siempre había querido hacer: recibir los primeros rayos del amanecer mientras buceaba; Valentina recordó que toda la noche anterior habían hecho el amor de una forma desenfrenada, cuando cerraba los ojos, podía ver la imagen de la cara de Rebeca mientras la invadía un delicioso orgasmo; sus gemidos cuando hacían el amor, la forma en que se le entregaba, sus miradas cruzándose mientras sus cuerpos se saciaban el uno al otro, y como al final, el cansancio la venció, lo que hizo que apenas si contestara el tierno beso que le diera antes de partir y su resistencia a acompañarla, ya que el sueño la dominaba; bucear al amanecer no era algo que estuviera en sus planes esa mañana, así que prefirió gozar de las delicias del sueño. Muy vagamente recordaba el roce de los labios de Rebeca despidiéndose de ella, diciéndole "te amo nena". Era el último recuerdo que tenía de su voz.

Recordó con dolor su abrupto despertar, a eso de las 9 de la mañana: era personal de vigilancia del hotel donde se hospedaban, para informarle que Rebeca se había ahogado en ese mar que tanto amaba, una falla en el tanque de oxígeno había desencadenado la tragedia; sintió como se le encogía el estómago y ese dolor que no pasaba de ella al recordar a su compañera, inerme, tendida en una fría plancha en el servicio médico forense, la terrible tarea de identificarla y como tuvo que realizar todos los trámites para regresar su cuerpo al DF, las recriminaciones de la familia de Rebeca culpándola a ella, a Valentina, por haberla dejado ir sola a bucear, las miradas de los amigos que silenciosamente le reprochaban por lo sucedido; la sensación de vacío que la acompañó desde ese día, cada noche al ir a su cama, cada mañana al despertar sin escucharla tarareando alguna tonadilla de moda en la cocina mientras preparaba el café. Porque no la había acompañado esa mañana?, porque no la retuvo? El sentimiento de culpa que la embargaba desde ese desafortunado día la ahogaba; habían pasado ya más de tres años y aun así, en algunas ocasiones, sentía que ese dolor no pasaría jamás.

Una lágrima nubló su vista y detuvo su vehículo; abrazada al volante, lloró, lloró como tantas madrugadas y tantos días, maldiciendo una y otra vez el momento en que Rebeca decidió salir; se sentía culpable, pero al mismo tiempo también se sentía enojada; enojada por la soledad en la que vivía desde ese infausto día, enojada por el abandono involuntario de la mujer con la que había soñado envejecer, enojada por la impotencia de no poder hacer nada para recuperarla; la resignación por no verla mas, por no sentir su piel en contacto con la suya ni volver a saborear sus labios, hacía tiempo había llegado a su vida; lo que aún no llegaba y no sabía porque, era el perdón; no podía perdonarse a sí misma, a pesar de que algunos amigos en su momento le hicieron ver que ella no podía ser responsable de lo ocurrido; el perdón simplemente se negaba a entrar en su vida; inclusive, había acudido a terapia en una vana búsqueda de una expiación que no llegaba a su alma ni a su corazón.

Valentina era una mujer fuerte, pero ante todo esto, se sentía absolutamente indefensa, débil; mientras recuperaba el control, pensó que ya era tiempo de seguir adelante; se había negado a sí misma la posibilidad durante los últimos años de intentar rehacer esa parte de su vida; era una profesionista exitosa, respetada en su medio; económicamente tenía una situación mas que desahogada pero su vida personal era un desastre: se encontraba sepultada bajo un mar de culpa y dolor; se preguntó cuanto hacía que no recibía o daba una caricia, cuanto hacía ya que no se sentía viva; recordó como el carácter se le había agriado después de lo de Rebeca; antes, sonreía abiertamente, hoy, con un poco de suerte esbozaba una media sonrisa. Hasta cuando recuperaré esas ganas de vivir? Esas ganas de sentir? Ese interés por lo que me rodea?, pensó golpeando con fuerza el volante.

De forma increíble, dentro de su vehículo, en medio de una calle profusamente transitada, repentinamente Valentina tuvo una revelación: era hora de continuar su vida; no podía seguir detenida en algo que ya era irremediable; Rebeca había muerto, y ella estaba viva; era hora de dejar de aferrarse a un recuerdo, a una culpa, a un dolor, a su soledad y continuar su camino; decidió ir al panteón donde reposaban sus restos; una docena de rosas blancas, sus favoritas, fueron depositadas en la lápida, mientras Valentina lloraba imparable, sacando en ese último acto de contrición, todo el dolor que aún sentía; sabía que siempre, para toda la vida, Rebeca estaría en ella, siempre sería un referente significativo, y hoy, por primera vez en esos años, se sintió liberada del peso de la culpa; hoy, abría sus brazos y su corazón para dejar ir a la mujer que tanto había amado, que tanto significado le había dado a su vida y con la que creyó terminaría sus días. Perdió la noción del tiempo hasta que las primeras gotas de un lluvioso atardecer la hicieron reaccionar; sintiéndose profundamente agotada, subió a su auto y partió a casa, entregándose a un reparador sueño que como su mejor cómplice, la acogió cálidamente entre sus brazos.

A la mañana siguiente, Valentina despertó sintiéndose cansada, pero con una cierta tranquilidad que hacía mucho no sentía; retomando lo del día anterior, decidió abrir su clóset y sacar la ropa de Rebeca; en todo ese tiempo, había guardado todas sus pertenencias, posponiendo cada día el momento de deshacerse de ellas, empacó todo en varias bolsas y las fue depositando en su auto; tres horas después, mientras abandonaba un refugio para mujeres víctimas de violencia intrafamiliar, pensó que había dado un paso importante. Se dijo a sí misma que no se trataba de eliminar el recuerdo de Rebeca de su vida, sino de dejarla ir y así poder empezar de nuevo.

Llegó alrededor del medio día a sus oficinas, sintiéndose mas tranquila y con ánimo; saludó como cada día a Doris, su recepcionista y al entrar a la sala de espera de sus oficinas, no pudo dejar de admirar a su secretaria, Bárbara, una hermosa colombiana que le habían asignado unos meses atrás.

  • Buenas tardes Bárbara
  • Hola inge, buenas tardes, que no estaba de vacaciones? –le contestó su secretaria con expresión de sorpresa.
  • Así es, pero ya sabes, siempre hay asuntos urgentes que atender por estos lugares, así que tuve que regresar antes de lo previsto.
  • Uy! Me imagino, así que a trabajar entonces no?
  • Si Bárbara, ni hablar; por favor te voy a pedir que no me pases llamadas ni voy a atender a nadie, salvo que sea muy urgente, tengo que leer todo este material –dijo Valentina enseñándole el grueso expediente.
  • Ok inge, y por cierto, le sienta muy bien el bronceado, se ve excelente –respondió Bárbara lanzándole una pícara sonrisa.
  • Si? –contestó Valentina, sintiendo como repentinamente se sonrojaba.
  • Si inge, de verdad, se ve muy bien, hasta mas joven, además, dicen que las morenas somos mas sexis no?
  • Ah! Pues… eso dicen –respondió mirando detenidamente a su hermosa asistente.
  • Yo lo sostengo inge, la piel morena se me hace… mmm… sexi a morir! –remató Bárbara con un pícaro brillo en la mirada.
  • Bueno, menos charla y mas movimiento, me voy a trabajar y gracias por el piropo –cortó Valentina dando la media vuelta y entrando apresuradamente a su privado.

Una vez a solas, Valentina se quedó pensando en Bárbara; desde que la habían asignado con ella, le pareció una mujer muy hermosa, pero hasta ese día, la había visto con otros ojos; en realidad era una hembra realmente interesante, deseable y según sabía, tenía ciertas tendencias lésbicas, pues hasta sus oídos habían llegado algunos rumores sobre ciertos romances que su asistente había tenido con otras chicas que trabajaban en la misma empresa. Recordó cuando Peña, su jefe, le había comentado que averiguara que tan ciertos eran esos rumores, pues era bastante homofóbico y según él, no quería gente "rara" en su empresa; recordó también como le había hecho gracia el comentario, pues ni por error se imaginaba que ella misma era absolutamente lesbiana y se imaginó la cara que pondría si se enteraba que era parte de esa gente "rara" que le desagradaba.

  • Y si son ciertos los rumores? –se preguntó Valentina?- que tal y la invito a salir? Será buena idea?

Mientras pensaba en esto, paseó la vista por su oficina: realmente había logrado hacer de ese espacio un segundo hogar; observó la planta que impávida custodiaba una de las esquinas del lugar, el amplio sillón de piel que resultaba su cómplice cuando se tomaba un pequeño receso en su trabajo recostándose en él, una mesa de juntas para seis personas al fondo, el hermoso centro de mesa que le regalara su jefe, el cálido tapete de lana que adornaba una de las paredes, la pequeña fuente de cerámica que le ayudaba a relajarse cuando se sentía estresada; su escritorio que invariablemente se encontraba lleno de documentos, y en ese momento, su vista tropezó con el voluminoso expediente que le esperaba; éste la volvió a la realidad, por lo que desechando los pensamientos anteriores, decidió poner manos a la obra y ponerse a trabajar, concentrándose por completo en la tarea que tenía por delante.

Durante semanas se encontró inmersa en sus labores, pero no podía dejar de observar a Bárbara; ésta entraba silenciosamente a darle café, le llevaba galletas, y en general, se encontraba al pendiente de que comiera a sus horas, que tomara agua con regularidad, prendía o apagaba el aire acondicionado o le llevaba algún chocolate (eran su delirio); sentirse cuidada y atendida, le daba una sensación de bienestar y tranquilidad que hacía mucho no sentía; se dio cuenta que el contoneo de las caderas de su asistente cuando entraba o salía de su privado, la ponía nerviosa; muchas veces se sorprendió clavando su mirada en los senos de ésta cuando se inclinaba a servir el café o entregarle algún documento y algunas mas, viendo ese trasero que se le antojaba tocar; las miradas de ambas llegaron a cruzarse en muchas ocasiones; el brillo de la mirada de Bárbara le indicaba que no le era indiferente y cada vez que eso ocurría, Valentina sentía un cálido cosquilleo invadiendo su cuerpo

Después de algunas semanas, por fin Valentina concluyó con lo encomendado, entregándole a su jefe el trabajo, se avocó a revisar algunos asuntos de su área; se encontró con que le faltaba personal, por lo que solicitó al departamento de recursos humanos, la contratación de un nuevo elemento; en ese lapso, su jefe le informó que tendría que viajar a Monterrey a hacer la presentación del esquema preliminar del proyecto, por lo que momentáneamente dejó pendiente el tema del nuevo elemento. Esa noche decidió quedarse a trabajar hasta concluir algunas observaciones que le había hecho el cliente a su proyecto, por lo que le pidió a Bárbara que le echara la mano con algunas cosas, básicamente administrativas, a lo que esta accedió de buena gana. Alrededor de las diez de la noche, se encontraba ya algo cansada, además sentía hambre, por lo que dejando su computadora a un lado, le preguntó a Bárbara:

  • Bárbara, ya son las diez, tienes hambre?
  • Bastante, comí a las dos y media, así que ya tengo un buen rato sin probar nada, gusta que pida algo inge?
  • Si, me parece perfecto, como ves si pides una pizza o algo parecido?
  • Pizza?... mmm… pero eso engorda terrible inge, hay que cuidar la línea –dijo Bárbara pasando la mano por su cintura
  • Ohh! Pero no creo que tu tengas problemas con la línea, te ves excelente –respondió Valentina clavando su mirada en la breve cintura de su asistente.
  • Cree? Porque siento que últimamente he aumentado un poquito, además, mire mi estómago, como que ya no se ve muy firme –dijo Bárbara levantando un poco su blusa ante la atónita mirada de Valentina.
  • Uhh… pues… en realidad, se ve bien –dijo Valentina mientras su mirada se recreaba con el abdomen plano de Bárbara.
  • Si?, pero mire, toque y verá que está un poco flácido –dijo Bárbara acercándose a ella.
  • Ah! No es necesario, te creo Bárbara –respondió Valentina titubeando un poco al sentir el aroma de su perfume invadiendo su nariz.
  • No muerdo Valentina, puede tocar con confianza –mientras decía esto, Bárbara tomó la mano de Valentina y la llevó hacía su abdomen.

Sentir la piel tibia de Bárbara generó en Valentina un delicioso cosquilleo en todo el cuerpo; sin poderlo evitar paseo su mano por ese abdomen plano, deslizándose hacía los costados; la cintura de Bárbara era breve, por lo que en poco tiempo la recorrió, sintiendo como la piel de la hermosa morena se erizaba; Valentina no podía apartar la vista de esa piel que se le ofrecía alegremente, por lo que sin poderlo evitar, continuó acariciando esa superficie aterciopelada y cálida; la respiración de Bárbara se aceleró, generando un delicioso sube y baja de esos senos que Valentina deseó tocar en ese momento; sin apenas darse cuenta, acercó su cuerpo al de su asistente, mientras sus miradas se encontraban.

El brillo en los ojos de Bárbara, fue un detonante para Valentina, quién sin pensarlo mas, acercó a la hermosa hembra hacía su cuerpo, y sus labios ansiosos y tibios, volaron al encuentro de los de Bárbara, fundiéndose en un delicioso beso; sentir la humedad y el calor de esa boca, hizo a Valentina perder la cabeza, por lo que abrazándola con fuerza, profundizó el beso; el contacto de sus lenguas húmedas se volvió una interesante lucha: ambas intentaban dominar a la otra, enredándose, tocándose, empujándose; las manos de Bárbara, cual intrépidas exploradoras, viajaron hacía los senos de Valentina, acariciando sus pezones con cierta rudeza, arrancando a su dueña un delicioso gemido.

  • Vale, que rica estás!
  • Mmm… tu también Bárbara
  • Por favor, tócame –dijo Bárbara con la respiración entrecortada
  • Si –respondió Valentina mientras su mano volaba incontrolable hacia los senos de la hermosa mujer, encontrándose unos pezones duros y ansiosos.

Sentir esos pezones, y la reacción de su dueña cuando los apretó entre sus dedos, animó a Valentina a inclinarse y besarlos; pasó su lengua por cada uno, rodeándolos, adorándolos; succionó lentamente uno mientras con su mano acariciaba el otro; los gemidos de Bárbara la prendían, la hacían perder el control y lo único que quería en ese instante, era desnudar a esa caliente hembra y tomarla, quería sentirla toda en ese momento; lentamente fue empujando a Bárbara sobre su escritorio, hasta que ésta quedó completamente acostada en él; la vista que ofrecía era espectacular pues traía una falda a la rodilla, misma que actúo como su mejor aliada, ya que al levantar las piernas de su hermosa asistente, dejó completamente expuesta a la anhelante mirada de Valentina, la pequeña prenda interior que apenas y alcanzaba a cubrir el sexo de Bárbara, misma que se encontraba ya húmeda en su parte central; Valentina empezó a acariciar las piernas y las caderas de la hermosa mujer, mientras los gemidos de ésta subían de tono.

  • Vale, por favor, no pares –dijo Bárbara mientras sus manos apretaban sus hermosas tetas húmedas por los besos de Valentina.

Valentina no se hizo del rogar, por lo que apresuradamente inició un recorrido por las piernas de Bárbara, besó la parte interior de sus muslos y viajó imparable hacía la vagina apenas cubierta; separando a la intrusa tela, Valentina tuvo ante si el hermoso tesoro que tanto deseaba: la vagina caliente y mojada de Bárbara, custodiado por una pequeña y bien cuidada mata de vellitos rizados, húmedos y brillosos; la primera invitada al concierto de humedad y calentura, fue la lengua de Valentina, que invasora, entró de lleno en esa cavidad deseosa, arrancándole un fuerte gemido a su dueña.

  • Ahhh! Sii!! Me matas!!! – gimió Bárbara apretando con fuerza sus pezones, dándoles pequeños jaloncitos mientras su cabeza se agitaba de un lado a otro, en un vano intento por controlar esa calentura que la estaba quemando mientras sentía la lengua de Valentina invadirla por completo.

El mete y saca de la lengua de Valentina en su sexo mojado y caliente, estaba enloqueciendo a Bárbara; cuando los dedos de su jefa invadieron su cueva palpitante, empujó su cadera hacía ella, buscando una penetración mas profunda, sentir su clítoris aprisionado por la pequeña boca de Valentina mientras sus dedos giraban en su interior, la lanzaron en una ola imparable, sintió como un orgasmo empezaba a nacer en su vientre, incontenible, avasallador; movía sus caderas en círculos, gozando de cada penetración, de cada lamida a su pequeña almeja caliente; gemía escandalosamente mientras sin fuerza ya para resistir, se entregó por completo a esa deliciosa explosión de su sexo, bañando la cara de Valentina.

  • Yaaa!... ahhhhhh!.... siiii!!!..... me vengoooo!

Su cuerpo se estremecía sin control, mientras sentía como un nuevo orgasmo la invadía; Valentina no paraba de chuparla, lamerla, mordisquear frenéticamente su vagina; sus dedos la penetraban con fuerza, llenándola de placer haciéndola perder por completo el control de su cuerpo; sentía como sus jugos brotaban imparables mientras su jefa los bebía con avidez.

Valentina no podía pensar, solo sentía un absoluto placer mientras bebía con ansia esos jugos tibios y dulzones; sentía un cosquilleo delicioso en su sexo, ansioso de ser atendido; sin poder contenerse, bajó una de sus manos hacía su vagina mojada y caliente, acariciándola y regocijándose con su humedad; sintió su clítoris duro y palpitante; repentinamente Bárbara se enderezó, abrazándola con fuerza, la hermosa morena besó sus labios con frenesí, mientras sus manos iniciaban su recorrido hacía su trasero, apretándola contra si, mientras sus piernas la rodeaban por la cadera; ante la incomodidad del escritorio Valentina empujó a Bárbara hacía el amplio y confortable sillón de piel, donde ambas mujeres cayeron enredadas, desnudándose una a otra con prisa, besándose, tocándose, acariciándose, mezclando sus alientos, su humedad, su sudor de hembras ansiosas y calientes; Valentina cayó de espaldas, mientras Bárbara giraba su cuerpo para quedar como protagonistas de un delicioso 69; la hermosa mujer lamió con ansia la caliente vulva de Valentina, mientras esta gemía descontroladamente; los dedos de su asistente la estaban enloqueciendo, sentía como entraban y salían de su apretada vagina, tan abandonada y sola durante los últimos años; Valentina sentía como su saliva y los jugos abundantes de esa mujer que la estaba enloqueciendo se mezclaban gustosos; sentir a Bárbara frotándose así contra su cara, entregándole su sexo mojado, la tenía enloquecida; un explosivo orgasmo la hizo sentir que volaba; se sintió viva como no lo había sentido en años y se entregó sin medida a ese mar de sensaciones que la avasallaban, acompañándola en su camino Bárbara, quién casi al mismo tiempo, sintió como un nuevo orgasmo llegaba a su cuerpo, dejándola exhausta e inerme encima de su jefa.

Poco a poco, la calma fue llegando a sus saciados cuerpos, Valentina sintió el profundo deseo de abrazar a Bárbara, quién gustosamente se dejó hacer; ver el brillo de los ojos de la hermosa morena, la hizo sentir algo cálido en el corazón; y se sintió profundamente alegre al darse cuenta que aún tenía la capacidad de sentir que una mujer podía enloquecerla.

  • Eres muy hermosa –dijo mientras una de sus manos acariciaba el cabello de Bárbara;
  • Tu también inge, eres linda –respondió Bárbara con un cierto dejo de ironía en la voz;
  • Inge?, jaja, soy inge entonces? –dijo Valentina
  • Siii, inge, siempre serás MI inge, como ves? –respondió Bárbara dándole un pequeño beso en la nariz
  • Muy bien, si así lo quieres, claro que si.
  • Sabes que?
  • Dime
  • Me gustas desde hace mucho, cuando me dijeron que me asignarían contigo, brincaba de felicidad, pues me gustaba verte pasar cada mañana –dijo Bárbara
  • Oh, mira nada más, y yo que pensaba que ni siquiera te dabas cuenta de mi existencia.
  • Claro que si, como no, eres todo un personaje dentro de la empresa
  • Ah caray! Y eso porque? –preguntó Valentina con curiosidad
  • Pues… tan seria, tan distante con todos, te hace misteriosa y por lo tanto, un personaje.
  • Jajaja! Que cosas se te ocurren Bárbara
  • Si? Fíjate que tienes razón, se me acaba de ocurrir una –dijo esbozando una pícara sonrisa
  • Qué se te ocurrió? –respondió Valentina
  • Que quizá podríamos ir a otro lugarcito, tu y yo solitas, y continuar platicando si? –dijo Bárbara mientras acariciaba la cara de Valentina.
  • Si, creo que es buena idea.

Una hora después, ambas mujeres repetían el ritual de lujuria que habían iniciado en las oficinas, teniendo como escenario la amplia cama de Valentina, que gustosa había dado un cálido recibimiento al par de hembras que enredaban sus cuerpos en medio de un excitante concierto de gemidos.

A partir de esa noche, y durante las dos semanas siguientes, ambas amantes partían hacía el departamento de Valentina, donde sin medida, sin pudor, sin control, se amaban frenéticamente; Valentina se sentía cada día mas feliz; sabía que no era ético mantener una relación amorosa con su asistente, pero le importaba un carajo la ética, hoy por hoy se sentía viva de nuevo, con ganas de comerse al mundo entero; sabía que podía enamorarse de Bárbara (o acaso no lo estaba ya?) y actuaba con cierta reserva durante el día, pero en la intimidad de su habitación, dejaba que su corazón y sus sentidos, corrieran desbocados; Bárbara por otra parte, no era muy expresiva en cuanto a sus sentimientos, aunque si lo era bastante en el plano sexual. Valentina se sorprendió a sí misma preguntándose si ya era el momento de hablar con la hermosa mujer y plantearle la posibilidad de una relación en forma. La noche anterior, había dejado a Bárbara en su departamento pues ésta le comentó que estaba cansada y quería dormir (las últimas noches en realidad habían dormido muy poco) y se dio cuenta que le daban ganas de despertar cada mañana al lado de esa mujer. Sonriendo ante la idea, se dirigió a darse un baño, pensando que esa misma noche, le pediría a Bárbara que formalizaran su relación, le pediría que fuera su novia y que se dieran ambas la oportunidad de ir creando algo para el futuro.

Ya a bordo de su vehículo, rumbo a las oficinas de su trabajo, Valentina manejaba alegremente, cuando un desconocido zumbido la tomó por sorpresa; ante la luz roja de un semáforo, aprovechó para buscar que lo provocaba, encontrándose con la blackberry de Bárbara a un lado del asiento delantero de su auto.

  • A que nena tan distraída, dejó su celular –pensó con una sonrisa divertida.

En ese momento el teléfono vibró anunciando la llegada de un nuevo mensaje por el msm interno; Valentina nunca supo que fue lo que hizo que lo abriera, pero lo que leyó, hizo que su corazón se detuviera por una fracción de segundo; leer "ten bonito día mi amor y ojalá hoy no tengas que soportar a la bruja de tu jefa" hizo que regresara toda la charla entre Bárbara y alguien cuyo nick decía "PePe":

Bárbara: Hola nene, te extraño

PePe: Yo a ti, como vas con nuestro asunto

Bárbara: Bien, creo que ya la tengo comiendo de mi mano

PePe: Será?

Bárbara: Jajaja! Claro que si, o acaso dudas de mis encantos?

PePe: No muñeca, para nada, pero creo que tu jefa es un hueso duro de roer no?

Bárbara: Ni tanto, como está sola, es como un pequeño perro sin dueño

PePe: No te confíes

Bárbara: Para nada, pero estoy segura que en unos días mas si le pido que te eche la mano con lo de tu ascenso, no se negará

PePe: Pues lo veo difícil, tiene fama de pesada

Bárbara: Con otros, porque conmigo se pone de un cursi horrible y la tengo embobada

PePe: Jaja! A poco es cursi?

Bárbara: Ay si, es un fastidio la pobre, así que espero resolver pronto lo de tu ascenso porque ya me harta

PePe: Ok, pero ya no tardes tanto porque creo que ya te gustó tirártela

Bárbara: Oh bueno, mas o menos, me choca tenerla que soportar con sus cursilerías

PePe: Ya estas, nos hablamos nena.

Bárbara: Bye

Valentina soltó el teléfono y se detuvo en una calle; necesitaba aire, sentía que se ahogaba; la ira, el dolor, el desencanto, fueron apoderándose de ella; como pudo ser tan estúpida? Tan ingenua? A su edad se había dejado engañar como un chino; Bárbara la estaba utilizando y ella simplemente se dejó usar. Respiró pausadamente intentando controlar la rabia que la empezaba a invadir, sentía ganas de ahorcar a Bárbara; quién demonios era ese tal PePe?. Pensó que tenía que tranquilizarse para poder pensar con claridad, así que dirigió su auto hacía una cafetería cercana; una vez ahí, ya mas tranquila, tomó una decisión: Bárbara era una zorra, la había utilizado buscando algo para algún macho que seguramente era su amante, y ella, Valentina Suárez, no le daría el gusto a ninguno de los dos.