Un amor en medio del caos
Jill y Rebecca son dos componentes de los STARS. Creyendo que no sobrevivirán al caos de Racoon City dan rienda suelta a su pasión.
Estaban matando a gente. Algo o alguien atacaba salvajemente en los alrededores de la ciudad, y la policía de Raccoon no estaba obteniendo ningún resultado. Finalmente habían llamado al comando local de los STARS para que colaborase en la investigación.
Las aspas del helicóptero cortaban la oscuridad que cubría el bosque de Raccoon. Rebecca Chambers estaba sentada muy tiesa, esforzándose por parecer tan tranquila como los hombres que la rodeaban. Rebecca alzó ligeramente la barbilla, en un destello de orgullo que superó su nerviosismo. Aunque estaba graduada en bioquímica, la habían asignado al equipo Bravo como médico de campo. Hacía menos de un mes que pertenecía al grupo. Después de todo, era su primera misión, y aunque estaba en perfecta forma física, su experiencia en combate se limitaba a las simulaciones de vídeo y a las misiones de entrenamiento de fin de semana.
Se vio el destello de un rayo hacia el norte, cerca. El ruido del trueno se perdió bajo el rugido del helicóptero. Rebecca se inclinó ligeramente hacia adelante e intentó penetrar la oscuridad. Había sido un día claro y despejado, pero justo antes de la puesta de sol habían comenzado a formarse nubes. No cabía duda de que volverían a casa mojados. Al menos iba a ser una lluvia cálida; supuso que podría ser mucho
¡Boom!
¿Qué ha sido eso? gritó alguien.
¡El motor ha fallado! Explicó a gritos el piloto ¡Aterrizaje de emergencia!
Rebeca se sujetó con fuerza a un hierro de la estructura y miró hacia sus compañeros para evitar la visión de los árboles, que subían rápidamente hacia ellos. Cerró los ojos durante un instante, pensó en sus padres Pero el viaje era demasiado violento como para poder pensar. Los golpes y los azotes de las ramas de los árboles sacudían el helicóptero con tal estruendo que lo único que pudo hacer Rebecca fue no perder la esperanza. El helicóptero giró fuera de control y se precipitó describiendo una espiral escalofriante, entre sacudidas y bandazos.
¿Funciona la radio? preguntó al piloto, que estaba dando golpecitos a los controles y moviendo los interruptores.
Parece que se ha frito toda la parte eléctrica contestó . Debe de haber sido un rayo. No nos ha dado de lleno, pero ha pasado lo suficientemente cerca.
Algo se movió entre los matorrales. Rebecca se volvió hacia el sonido mientras dirigía el haz de la linterna y su nueve milímetros hacia el matojo. La luz captó el final del movimiento, las hojas aún se movían y la luz de la linterna temblaba al mismo ritmo. Se acercó un paso, tragando saliva y contando hacia atrás desde diez. De entre los matorrales salio un perro, un doberman, pero con los ojos rojos y trozos de piel ensangrentada cayéndole de sus dientes, sin pensárselo dos veces disparo.
El perro salto hacia ella, como si las dos balas no le hubieran impactado. Rebecca echo a correr sin rumbo, solo quería encontrar al resto de los componentes de su equipo.
Llegó hasta la que había sido la mansión de Oswell Spencer, un viejo loco, obsesionado por trampas y acertijos.
Entró antes de que los perros volvieran a atacar. Era un vestíbulo grande con unas escaleras en el centro de mármol que se dirigían a la segunda planta. Olía a carne muerta, a putrefacción. Una mujer se acercaba a ella pero tenía el pelo desliñado y le faltaba un trozo de la mejilla y levantaba amenazadoramente los brazos hacia Rebecca.
Le disparo después de advertirle que no se acercara más. Le disparo una, dos, tres balas.
Y a mujer seguía acercándose, un cuarto disparo le acertó en la cabeza y la mujer callo desplomada al suelo. De las habitaciones empezaron a salir decenas de zombis y Rebecca sabia que no tenía suficientes balas. Corrio y se encerro en la primera habitación libre que encontro. Rezó para que sus compañeros no tardasen en rescatarla.
Jill Valantine era la capitana del equipo Alfa de los STARS. Se dirigían a los bosques de Raccoon donde el equipo Bravo se había estrellado. Jill vio a los lejos lo que parecía que era una mansión. Decidió que tres de sus hombres fuese al lugar donde el helicóptero se había caído y ella y su mejor amigo irían a la mansión para ver si se habían refugiado allí. Descendió muy ágil desde la cuerda del helicóptero al suelo, pero cuando iba a deslizarse su amigo, un perro salto a la cabina haciendo que perdiera el piloto el control y se estrellase. Ella estaba sola. Entró a aquella misteriosa y lúgubre casa. Enseguida vio que una muchedumbre se abalanzaba sobre ella para atacarla. Una muchacha apareció al final de la escalera y le dijo que se subiera, y así lo hizo.
Se encerraron en una habitación, por lo visto era la habitación principal. Era un cuarto amplio, con muebles antiguos y valiosos, con mueble- bar y una pequeña despensa con comida. En mitad de todos estos lujos había una gran cama de matrimonio.
- Hola, me llamo Rebecca, soy del equipo Bravo.
Era una chica de estatura media (unos 160 cm.), con ojos marrones claros, y el pelo castaño recogido en una grande coleta. Vestía el uniforme de los STARS.
- Hola, yo soy Jill Valentine, capitana del equipo Alfa y hemos venido a buscaros.
Era mayor que Rebecca de unos veintiséis años, era mucho mas alta que ella, su cuerpo estaba bien definido, llevaba el pelo por los hombros, sus ojos eran verdes, y no llevaba el chaleco reglamentario, solo iba con una camiseta ceñida y una boina.
- Necesito tu ayuda, Jill. Al estrellarse el helicóptero me hize unos cuantos cortes y arañazos y me los tienes que curar, porque parece ser, por lo que e descubierto que se trata de un virus.
Rebecca se quito el chaleco y después su camiseta llena de arañazos. Llevaba un sujetador de color rosa chillón, como si fuese aun una niña, aunque ya tenia sus veintiún años. Tenia toda la espalda llena de cortes. Jill se acercó a ella y le empezó a curar las heridas. Aunque poco a poco se iba desviando hacia donde terminaba su espalda.
Rebecca sintió como Jill la acariciaba toda la espalda y como los pechos de ésta se apretaban contra ella. Estaba confundida pero también excitada. Jill dio la vuelta a Rebecca y la besó. Ni siquiera ella sabia lo que estaba haciendo, pensó que jamás vendrían a buscarlas y que morirían. Fue un beso apasionado, largo. Rebecca se rindió al fin a las caricias de Jill. Jill desabrochó el sujetador de Rebecca y dejó al descubierto unos generosos senos. Se tumbaron en la cama Jill encima de Rebecca y empezó a lamerle el pecho. Mordía el pezón hinchado de Rebecca mientras esta se retorcía de placer. Jill le quitó los pantalones y el tanga de un tirón. Le fue dando besitos por toda la pierna, pero cuando llegaba su destino volvía a empezar haciendo así que Rebbeca al fin le dijese que se lo chupara. Dada la orden, Jill fue directa a centro del placer, lamió, mordisqueó, besó y jugó con el clítoris de Rebecca hasta que ésta no pudo más y se corrió en su boca.
Un ruido hizo que las dos chicas se sobresaltaran.
Continuará (si vosotros queréis)