Un amigo se hace pasar por mi primo mayor...
Un amigo de mi ciudad tiene una fantasía y entro en su juego para que la cumpla. Quiere que yo sea su primo por un par de días
Tenía un amigo gay, Izan, que había conocido a través de redes sociales. Era 3 o 4 años más mayor que yo y muy simpático. Con el típico que había zorreado y había hecho algo de sexting y nudes por internet pero no había llegado a nada más. Tenía bastante confianza con él y eso hacía que habláramos de nuestras fantasías y morbos. Él tenía varias fantasías pero una de ellas era ser el hermano o primo caliente, osea, tontear con algún primo y “lo que surja”. Sin embargo, no lo había llevado a la práctica nunca porque no tenía primos que pensara que le seguirían el rollo. Izan no es que fuese alguien demasiado atractivo, yo podía quedar con tíos más sexys cuando quisiera, pero él sabía venderse muy bien y eso me ponía.
Un día que nos pilló calientes a los dos, hablando por chat, fue derivando el tema a su fantasía. Y me insistió: “Tío, tu eres sexy, eres más joven que yo, te gusto… Hazte pasar por mi hermanito o por mi primo y luego nos enrollamos”. Yo le contestaba que si él sabía que yo no soy su verdadero primo, no le serviría de nada. Que no tenía ninguna gracia. Pero él no me proponía simplemente sexo, sino que pasáramos el fin de semana juntos, con amigos y eso, haciéndonos pasar por primos y que lo rematáramos en casa a escondidas de nuestros padres (finalmente fue en la mía, pero no adelanto acontecimientos). A mi el contexto que planteaba me parecía nuevo, y me llamaba intentarlo aunque fuese un poco arriesgado exponerse ya que, como conté en un relato anterior, a ojos de mi entorno soy hetero 100%. Pero en el riesgo estaba el morbo también. Así que accedí.
Al final quedamos con mis amigos el viernes, con mi grupo de colegas, ya que el suyo ya sabe que es gay y se imaginarían que soy un ligue. Estuvimos hablando de banalidades y cosas en general, sin centrarnos en nada, hasta que salió el tema de tías. Izan se había integrado bastante bien y quiso aportar su plus a la conversación.
–A mi me gusta correrme en el culo o en la boca. Siempre hay alguna guarra que te enseña la lefa en la lengua, esperando que le des un bofetón y la orden de tragárselo –decía Izan.
Mis amigos se reían. Lo que mis amigos no sabían es que eso era lo que me gustaba que me hicieran a mi. La “guarra” era yo.
–Ya… –asentía yo, disimulando.
Este tipo de cosas me hacían sudar, pero a su vez me ponía.
–Nunca nos habías presentado a tu primo –me decía un amigo mío–. ¿Eres de por aquí, Izan?
–Claro, soy de esta ciudad, pero no quedaba mucho con mi primo. Aunque últimamente estamos más… “unidos”, así que igual me veis otra veces.
A todos les parecía estupendo ya que se habían caído bien.
En una de esas Izan me dijo:
–Primo, ¿vamos a algún kiosko o super y compramos algo de beber y de comer?
–Venga –acepté.
–¿Os pillamos alguna cosa? –preguntó Izan al grupo.
Alguno pidieron birras, coca colas y patatas fritas. El kiosko estaba a cinco minutos doblando un par de calles así que enseguida habíamos llegado y comprando lo que hacía falta. Volvíamos un poco tonteando. Yo lamía un chupachup de cola. Él no paraba de mirarme. Cuando pasábamos entre dos edificios, dónde había un parque pequeñito y un túnel, se pegó a mí. En el túnel Izan me dijo:
–Primito, sujeta estas latas y estos paquetes –los cogí.
–¿Qué quieres hacer? –pregunté.
Me empujó contra la pared.
–Para que pueda cogerte el paquete yo a tí –empezó a tocarme la polla por encima del pantalón, mientras yo sujetaba las cosas--. ¿Te gusta eso, primito?
–Sí.. Pero primo, pasará alguien y nos verá –ya nos habíamos puesto en el papel de “primos” y ahora todo iba rodado, solo me tenía que hacer el inocente.
–Tranquilo, no estamos haciendo nada… ¿Quieres probar a besarme?
–Vale…--dije yo.
Y me besó, a lo que aprovechó también para meterme la mano por dentro del pantalón y cogerme la polla, masturbándome un poco.
–¿Te gusta? ¿Como te notas? –preguntó.
–Se me ha puesto muy dura y el culito…
–¿El culito, qué?
–Me dan ganas de que me metas la polla… –dije.
–Date la vuelta, primito, vamos a ver qué le pasa a tu culo.
Yo me giré y me apoyé con la pared. Él me bajó la ropa un poco, dejando mis nalgas a la intemperie y me pasó un dedo de arriba a abajo por mi raja.
–Nos verán...
–Me encanta, que suave y sin pelo tienes la zona del ojete… –me cogió el chupachup.
Se lo metió en la boca, aunque en realidad ya estaba bien enjuagado por mí.
–No sé si será buena idea, primo, deberíamos volver –dije jugando, aunque en realidad debíamos volver antes de que nos viera alguien.
–Si te va a gustar, espera y verás.
Empezó a buscar la entrada de mi culo con el chupachups, yo incliné el culo para que la encontrara mejor y empezó a metérmelo. Gemí un poco. Él me comía el cuello y la oreja mientras metía y sacaba el chupachups.
–Joder, ah, sí –a veces me hacía un poco de daño cuando lo metía fuerte sin mirar pero me daba mucho morbo.
–¿Te gusta, eh? Qué cosas más divertidas te enseño.
–Me encanta…
–¿Quieres que te enseñe más cosas, primito? –me decía perversamente.
–Sí, Izan…
Siguió penetrándome con el caramelo, pero entonces tiró el chupachup y me empujó en dirección a nuestro destino. Yo me subí los pantalones rápidamente.
–Viene alguien –sentenció.
No nos habíamos demorado mucho así que tampoco les extrañó la tardanza a mis colegas, es como si hubiésemos pillado una cola larga en la tienda. Sin embargo, aquel día no habían finalizado mis andanzas con Izan. Aproximadamente a las 9 pm, volvímos a casa. Pero en un solar, junto a un muro de una casa donde no daba ninguna ventana, en la oscuridad, empezamos a besarnos.
–Qué caliente he estado toda la tarde, dios mío. A la tengo otra vez dura –dijo.
–A ver… –sonreí y metí la mano dentro de su pantalón y empecé a masturbarle--. Qué dura…
–¿Querías que te enseñara más cosas, no? Pues aquí está. Chúpamela y verás…
Yo, obviamente, sabía chupar pollas y tenía alguna experiencia, pero me moría de ganas y era caliente el juego este de hacerme pasar por su primo inocente.
–Chúpame los huevos también –mandó.
Yo mientras lo masturbaba también les succionaba y lamía los huevos. Luego le hice una felación como mejor sabía hasta que empezó a respirar fuerte, me avisó y yo abrí la boca mientras él derramaba toda su miel blanca en mi boca. Luego me dio un bofetón y me ordenó que tragara. Luego abrí la boca para enseñarle que no quedaba ni una gota.
El día siguiente volvimos a quedar por la mañana. Yo sabía que en algún momento mi casa estaría osla para nosotros dos, así que le pedí que viniese. Mi padre no estaba en casa pero mi madre sí. Le dije que Izan era un amigo y que íbamos a ver alguna serie en mi habitación. Tardamos pocos tiempo en empezar a hacernos una paja, pero sin hacer demasiado ruido. Ahí estábamos, con los pantalones bajados, dejándonos llevar. Yo iba con cierto miedo por mi madre, pero eso parece que a Izan le ponía aún más, verme ahí tenso, nervioso, mientras él no tenía nada que perder.
–¿Quieres que haga otra cosa que te gustará? –preguntó.
–¿El qué? –inquirí, me preocupaba que fuese algo muy ruidoso.
–Ponte a 20 uñas y te lo enseño, confía en mí…
–Bueno, está bien –obedecí sin estar cien por cien seguro.
Izan empezó a lamerme el ojete.
–¿te lo han hecho alguna vez?
–No –y era verdad, no me habían hecho un beso negro nunca.
Qué bien lo hacía.
–Te la quiero meter, primito.
–Está mi madre… Aunque bueno, quizás, contra la puerta, por si entra que no pueda…
Me apoyé en la puerta con los pantalones bajados y él poco a poco empezó a metérmela. Me tapó la boca para que no se escucharan mis gritos. Evidentemente a mí me encantaba pero quiero centrarme en como él lo vivió. Lo hacía despacito, permitiéndome amortiguar las embestidas contra el marco de la puerta para no alarmar a mi madre, a veces temblaba, me chupaba el lóbulo de la oreja, me arañaba fuerte la espalda, el culo, los brazos. Como no podía follarme fuerte, su virilidad se canalizaba a través de esos pequeños gestos dominantes. Sin embargo, cambió todo cuando escuchamos a mi madre decir “me voy a hacer unos recados”. Entonces me empujó y echó sobre la cama. Yo, de posición lateral, flexioné una de las piernas hacia arriba, dejando más accesible mi culo, facilitado que me volviese a penetrar entre fuertes embestidas, sudor y azotes.
–¿Te está gustando, primo Izan? –le pregunté jadeando.
–Lo has hecho muy bien –bufaba.
Finalmente, consumó la fantasía que habíamos vivido llenándome el culo de leche.
–¡Ya va, ya va! -exclamó, y se detuvo, paró de embestirme, quedándose dentro de mí.
Nos tumbamos y nos besamos. Se me pone durísima solo de contarlo. Hay que decir que no he follado mucho con tíos, soy muy calientapollas, pero cuando lo he hecho, menudas aventuras más rocambolescas.
Una nota al lector: Voy a ser franco. Me gusta charlar con gente con gustos similares, desgraciadamente ahora tenemos mucho tiempo libre. Incluso si hay alguien que quiera comprobar como de calientapollas soy, ahí tiene mi correo ;)