Un abrupto fin de semana
Segunda parte de la historia de Alec y Bobby
Un abrupto fin de semana…
Alec se sentía en el mejor de los sueños: tenía entre sus brazos a Bobby, sus manos acariciaban su cuerpo y el chico le correspondía con besos. No sólo era el primer chico al que llevaba a ese lugar, también era el primero con el que sentía una química tan intensa. Alec lo volvió a besar y salieron de la piscina. Ya una vez fuera, Alec le quitó la camisa y mientras se quitaba la suya, Bobby se había quitado el pantalón, quedándose con sólo la ropa interior puesta. Bobby buscaba algo para secarse, pero se dio cuenta que no había nada cerca, Alec no había pensado en ello, mientras tanto, él también se había quedado en ropa interior y no le molestó que los dos estuvieran chorreando agua, se acercó a él y lo besó, beso que aprovechó para tomar de nuevo sus nalgas y apretarlas.
Sin importarles nada, los dos entraron a la cabaña, mojados como estaban.
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Bobby ya se había acostumbrado a que Alec le llevase cargado a todo sitio, así que dejó que lo cargase hasta la habitación, una vez allí, los besos subieron de tono y Alec empezó a besarle el cuello. Los dos notaban la excitación del otro y el nerviosismo de Bobby, por lo Alec decidió bajar a sus pezones y darles un dedicado masaje con la lengua para que la excitación superara los nervios del chico y se relajara un poco.
Su estrategia funcionó a la perfección puesto que Bobby lo dejó hacer y hasta dejaba escapar algunos tímidos gemidos ahogados que luego no se molestó en disimular. En ese momento Alec decidió que quería degustar algo más interesante del cuerpo de ese chico, pero él lo detuvo en seco, se disculpó y se fue corriendo al baño y se encerró allí.
Alec no lograba hacer nada mientras reflexionaba lo que había ocurrido para ver si había hecho algo mal, tampoco podía remediar la tremenda erección que tenía en ese momento. Justo entonces tocaron a la puerta principal y Alec pensó que sería el pedido que había encargado antes de salir del departamento: comida para unos días y ropa para Bobby, ya que Alec tenía algunas pertenencias allí, pero la comida que había no la consideró a la altura del chico que quería consentir. Alec prefirió vestirse antes de abrir la puerta y se puso un bóxer y una camisa. Su pinta causaba un contraste muy pronunciado con el hombre de unos treinta y tantos que vestía un inmaculado traje blanco que parecía recién sacado de la tintorería. Alec dedujo que sería uno de los guardias de su tío, cosa que le fue confirmada. El guardia entró a la casa y dejó las cosas en la sala de estar más próxima, miró de reojo a Alec y le preguntó si necesitaba algo más. Alec le agradeció la cortesía, pero declinó su oferta, ya que realmente no tenía nada más que solicitarle al hombre, quien se dispuso a salir, pero no sin antes acercarse a Alec e intentar colar su mano entre el bóxer y acariciar su pene. Alec reaccionó por instinto, tomó del cuello al guarda al que no había terminado de agradecerle y lo golpeó contra una pared mientras lo separaba un poco del suelo, su casi 1,85 de altura le facilitaba imponerse y recordarle al tipo que trabajaba para él y no con él, así que la próxima vez que se atreviese a tocarlo a él o a su chico podría terminar con las manos rotas, o peor. Sin embargo el hombre no había terminado y aprovechó la cercanía con Alec para darle un chupetón en la oreja, como diciendo que no le importaba ni le asustaba. Alec pudo sentir como a su cuerpo le agradó aquel lametón, pero su cabeza se encargó de hacer arrepentirse al guarda de querer tocarlo al propinarle un excelente puñetazo en la cara y dejarlo ir sobándose la nariz sangrante y conteniendo el llanto.
Por fin Alec pudo concentrarse en lo que de verdad le importaba, así que fue y se puso un pantalón muy ajustado al cuerpo, botas y una polo negra que se le pegaba como una segunda piel, lo que mostraba perfectamente su abdomen. Ya vestido para la ocasión, Alec fue hasta el baño donde estaba Bobby, golpeó dos veces y cuando intentó entrar, descubrió que le había echado el cerrojo, por lo que no tuvo más opción que hablarle desde fuera. Quiso saber si el chico estaba bien, pero no le contestó, incluso se disculpó por haber cruzado la línea y haberle asustado, tampoco tuvo respuesta, finalmente le dijo que le dejaba algo de ropa junto a la puerta y que lo esperaba cerca de la chimenea. Bobby le contestó un tímido “gracias” que más que calmar a Alec lo hizo sentirse más preocupado por haber lastimado al chico que empezaba a amar y se fue a pensar junto al crepitar del fuego.
Después de dos eternas horas, Alec decidió que debía ser más prudente si no quería herir a Bobby, que debía demostrarle que le interesaba el chico mucho más que el sexo. Pero no sabía cómo hacerlo, estaba intentando encontrar una solución cuando apareció Bobby. Se había puesto un pantalón azul oscuro, calcetines de lana, Alec supuso que se había puesto la camiseta que le había dejado, pero encima de todo tenía un abrigo, casi un forro polar, que, probablemente, salió de la habitación de Alec.
Finalmente, Bobby se acercó a Alec y él pudo ver sus ojos hinchados y rojos, el chico había llorado mucho y logró hacerlo en silencio sin que Alec se enterase, lo que partió su corazón porque sabía que era su culpa, que ese dolor lo había causado él, sufrió todavía más cuando Bobby hizo ademán de sentarse frente a él y él se levantó para asegurarse que los dos estuvieran cómodos y el chico se sobresaltó y quiso huir, pero Alec se las ingenió para tomarlo de la cintura y que Bobby entendiera que era amor lo que le ofrecía, así que se dejó abrazar, puso sus brazos entorno al cuello de Alec, ocultó su cara en su cuello e intentó pedirle perdón.
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Alec no quería separar ese abrazo cálido y sincero, además, ya empezaba a hacer frío fuera, así que lo cargó hasta la cocina, lo sentó en la isla y simplemente lo aferró fuerte hasta que se hubo calmado. Cuando Bobby se hubo repuesto un poco dejó que Alec se separa un poco de él y le dijo que no se sentía preparado todavía para eso y Alec se disculpó de nuevo, se sentía como un completo idiota por lo que había pasado y así se lo dijo, pero Bobby lo miró serio y le dijo que eso no era así. Alec quiso explicarse, le dijo cómo no podía resistirse a la idea de besarlo y cada momento quería más y no pudo controlarse. Bobby vio sinceridad y amor en lo que Alec le decía y decidió abrirse a él y le contó cómo un hombre con una contextura física similar a la suya lo logró conquistar, pero sólo quería sexo, pero sexo duro, lo usó como un simple juguete sin importarle los sentimientos de Bobby o que fuera su primera vez ni nada más que disfrutar él, lo próximo que supo Bobby de sí fue que terminó golpeado, ensangrentado y desgarrado en el hospital, pero ni siquiera sabía cómo había llegado ahí. Desde entonces el chico no quiso tener sexo con nadie y cuando se vio casi desnudo en la cama a total disposición de Alec, no pudo refrenar el impulso de ocultarse y protegerse.
Aquello le cayó a Alec como un balde de agua de fría, no se lo esperaba para nada y tenía un mal sabor de boca porque no podía entender que alguien tratase así a un chico tan lindo y mucho menos que él, sin querer, se lo hiciese recordar, así que decidió que ese sería otro riesgo del que le protegería y le prometió que no pasaría nada que Bobby no quisiera y pidiera. El chico suspiró tranquilo porque Alec lo había tomado bien y asintió para aceptar la promesa que le hacía y volvió a ocultarse en el cuello de Alec con total confianza. Alec lo abrazó con todo el amor que sentía por él y lo tranquilizó, nada ni nadie le haría daño a Bobby mientras él lo pudiera evitar.
Una hora después, en la que ninguno dijo nada para no romper la magia del momento, Bobby se atrevió a preguntar si podía comer algo, entonces Alec se dio cuenta que no sólo no habían comido, sino que también moría de hambre, pensó en algo relativamente rápido, fácil y nutritivo que pudieran preparar ellos mismos, ya que estaban a las afueras y no habían restaurantes cerca. Terminaron preparando pizza casera y mientras se cocinaba en el horno, empezaron a hablar de cualquier cosa y de repente Bobby le dijo a Alec que su pene de 21 centímetros y un grosor considerable lo había asustado mucho. Este comentario tomó a Alec por sorpresa, quien sólo pudo reírse porque no sabía ni cómo tomar aquello, pero pudo disimular bastante bien sacando la pizza del horno y yendo a buscar una botella de vino para él y una gaseosa bien fría para Bobby.
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Cuando decidieron que habían comido bastante, se fueron al baño para lavarse los dientes, la forma en que Bobby lo hacía le provocaba a Alec reír un poco, pero su sonrisa desapareció cuando vio unas gotas de sangre en el piso. La mirada de Alec y su semblante serio como nunca cuando le preguntó qué había hecho asustaron a Bobby que sólo tenía miedo en su mirada y no lograba contestar nada, por lo que Alec decidió no esperar mucho y le quitó el abrigo y la camiseta para descubrir en su espalda unas heridas recientes. Más preocupado que serio, Alec volvió a preguntarle a Bobby qué significaba eso y el chico no se atrevía a responderle, sólo lo miraba con sus ojos anegados de lágrimas, pero no era capaz de articular palabra. Después de un rato logró dominarse y le explicó a Alec que cuando entró en el baño sólo pensaba en hacerse daño como castigo porque era un desgraciado incapaz de complacer a un hombre que lo había estado tratando como nadie en el mundo.
Con su cara todavía seria, pero tranquila, simplemente reflejando la honestidad de sus palabras, Alec abrazó a Bobby y le dijo que no tenía que complacerlo con sexo, que una sonrisa suya era todo lo que él necesitaba, le confesó que en ningún momento le molestó que el chico se negara a tener sexo, también le dijo que pasara lo que pasara, jamás lo golpearía. Esas palabras llegaron al corazón de Bobby que sólo podía llorar y ya hasta temblaba por el torbellino de emociones que sentía, pero no se perdía en él porque Alec lo abrazaba fuerte, lo consolaba y lo mantenía en la realidad. A Bobby le costaba dominarse y Alec terminó quitándose su propia camiseta y poniéndosela a él, le puso el abrigo y lo llevó hasta la cama, pero Bobby no dejaba de llorar. Alec, sin saber por qué, empezó a cantarle y al final Bobby se durmió, así que Alec lo arropó bien y lo dejó descansar.
La mente de Alec, acostumbrada a hacer más de una labor al mismo tiempo, se centró en investigar quién era Bobby y, sobre todo, por qué se hacía tanto daño a sí mismo sin darse la mínima oportunidad, además, mientras indagaba, recorrió toda la casa poniendo fuera de su alcance todas las armas o lo que pudiera ser una (cuchillos, navajas, armas de fuego, rasuradoras, abrecartas, lo que fuera), es cierto, Alec es de los mejores en el negocio familiar, pero Bobby no es una de esas personas que tiene que desaparecer, al contrario, es a quien quiere proteger de ahora en adelante, pero es algo que se hablará en otro momento.
A eso de las 3 de la madrugada, Alec terminó lo que hacía y fue cuando decidió volver a la cama. Al entrar a la habitación pudo ver una de las imágenes más bellas que podría recordar: Bobby dormido abrazando la almohada con una total serenidad y relajación. Alec no dejó pasar la oportunidad y tomó él el lugar de la almohada.
Al despuntar el alba, como si hubiera estado esperando ese momento, el teléfono de Bobby empezó a timbrar sin parar, al principio Alec no le dio importancia porque estaba con el resto de la ropa del chico y apenas se oía, pero era tal la insistencia de su timbre que Bobby terminó por despertarse y abalanzarse sobre él como si su vida dependiera de ello. Cuando por fin lo encontró, tenía tantas llamadas perdidas que el indicador sólo ponía un punto rojo, eran varios de sus amigos, era tal su insistencia que tenía varias llamadas al mismo tiempo. Finalmente, el chico abrió uno de los mensajes pendientes y lo buscaban porque era domingo -¿tan pronto? Bobby no pudo evitar sorprenderse de cómo volaba el tiempo-, y era el día de esa famosa carrera que apoya la lucha contra el cáncer a la que Bobby quería ir desde hacía años y que había insistido hasta que logró convencerlos a todos para inscribirse. Estaba intentando asimilar la fecha, el evento y dónde estaba, a la vez que luchaba por despertarse, cuando entró una llamada que debía contestar si no quería problemas serios:
¿Se puede saber dónde fregados te has metido? Te desapareciste hace cuatro días, cabrón -lo saludó su mejor amigo, Santiago Solares- ¡y no me creas idiota! Sé muy bien que no estás con nosotros, tal como dijiste a tus papás.
Santiago... -Bobby no pudo contener una sonrisa al oír a su amigo como siempre, no todo cambia de la noche a la mañana, las cosas buenas a veces permanecen mucho tiempo-, respira un poco, por favor, te vas a ahogar -mientras su amigo tomaba algo de aire para relajarse porque ya lo había encontrado, Bobby se decidió a ser sincero con él-: por favor, siéntate, respira hondo y no te burles de mí, ¿está bien?
Bobby… -Santiago ya perdía la poca paciencia que había logrado mantener y se estaba asustando-, dilo de una vez por todas, por favor.
Está bien -Bobby ya se estaba arrepintiendo de haber abierto la boca-, ahí te va: conocí a un hombre y estoy en su casa, en su cama, de hecho, dormimos abrazados…
¿Pero estás tonto o qué? -lo que Bobby se temía, Santiago había perdido el control-, ¿cómo se te ocurre irte a meter a la casa, peor, a la cama de un tipo cualquiera que no conoces? ¿no te acuerdas hace un tiempo cuando me llamó la policía porque estabas en medio de un charco de sangre en plena campiña lejos de todo y todos?
Ni falta me hace que me lo recuerdes -ya Bobby se empezaba a poner de malas-, no necesito que me digas ese tipo de cosas cada vez que intento algo con alguien, Santiago.
Una cosa es que intentes algo con alguien y otra que te metas en su cama -Santiago tenía un muy buen punto en esto y Bobby lo sabía-, dime dónde estás, que salgo de inmediato a recogerte.
La última vez que miré, no eras ni mi padre ni mi tutor legal, no te preocupes por mí, llegaré a tiempo -le contestó un Bobby ya bastante molesto.
No se te ocurra dejarme hablando solo -Santiago conocía a su amigo y sabía lo que iba a pasar-: Bobby, ¡Bobby! ¡¡Bobby!! -demasiado tarde, parecía decirle el tono de final de llamada-, ¡por Dios! -suspiró-, vaya niño más inmaduro.
Bobby tenía algo que resolver frente a sí y Santiago no podía ayudarle, por eso le cortó la llamada, su amigo no le diría cómo despertar a Alec de forma rápida, tierna y linda. Sólo se le ocurrió una cosa: besarlo, pero después de todo lo sucedido en esos días le daba demasiada vergüenza no estar a la altura de lo que Alec esperaba de él, así que optó por algo más sencillo: le destapó un poco la espalda y le dio un beso en el cuello. Alec se despertó de inmediato, su vida dependía de no bajar la guardia ni dormido al final de cuentas, se incorporó de inmediato y lo próximo que vio fue una sonrisa que le llegó al alma.
Buenos días, Bobby -fue todo lo que pudo decir.
Buenos días, Alec -la mente de Bobby funciona tan rápido como puede un domingo en la mañana y Alec lo notó, así que decidió continuar- ¿sabes? Creo que me he metido en un lío algo grande…
¿Qué pasó? -a Alec el mundo se le puso de cabeza, no podía entender qué podrían haberle dicho que fuese tan grave, no hablaron mucho tiempo y, aunque Bobby estaba molesto, tampoco había usado un tono fuera de lo normal.
Verás, es que tengo un par de horas para llegar a la carrera contra el cáncer que se hará hoy, le prometí a mi grupo de amigos que correríamos todos juntos y lo había olvidado por completo hasta que hablé con ellos hace un rato…
No sé cuál es el lío en que te metiste, pero puedo llevarte, estamos cerca, además, tengo un auto… -lo que fuera que Alec iba a decir desapareció en la radiante sonrisa de Bobby y el beso que, por primera vez, le dio a Alec sin reservas.
Bobby decidió terminar el beso y agradecerle con palabras, pero Alec pensaba otra cosa y esta vez lo besó él, un poco salvaje, pero con dulzura, lo tomó de la cintura y lo llevó hasta la pared. A Bobby le encantó el contraste entre el frío a su espalda y el calor que Alec emanaba, calor que empezaba a encender un fuego en su interior. Finalmente, Alec le dijo que se duchara tranquilo mientras él se encargaba de los implementos deportivos.
Bobby no se hizo de rogar y se fue a la ducha sin dudarlo. Mientras tanto, Alec bajó al sótano, eligió zapatillas deportivas, calcetines, pantaloneta, camiseta, incluso un abrigo deportivo, porque no estaba muy seguro de si haría frío o no; estaba Alec ordenando las cosas, lo que llevaría y el caos que había causado cuando vio un sobre, todavía sellado, dirigido a él y del que sabía su contenido: era una carta de la persona a quien había pensado alguna vez regalarle esas cosas, Valerius, pensar en él le llenó de nostalgia, se sintió algo triste y justo cuando las lágrimas amenazaban escapar de sus ojos la voz de Bobby llegó a él, le llamaba con insistencia, eso produjo una sonrisa en él y, luego de guardar la carta en un lugar seguro, volvió al presente, con Bobby, y se encontró con una estampa que nunca olvidaría: Bobby con tan solo una toalla anudada a su cintura. Alec necesitó hacer acopio de toda la fuerza de su mente para no hacer caso a sus instintos que querían arrancar esa toalla y demostrarle a ese chico cuánto lo amaba, tuvo que conformarse con acercarse, besarle, un poco más apasionado de lo que pretendía, un par de caricias y entregarle la ropa que le llevaba. Bobby, quien pareció no hacer mucho caso a lo que provocaba en Alec, le dedicó una radiante sonrisa y entró a cambiarse a una de las habitaciones.
Alec nunca se había duchado en tan poco tiempo, y cuando se dio cuenta, ya estaba vestido de una manera relajada, con una camiseta tipo polo blanca y algo ajustada, un pantalón negro y unas botas negras que realmente eran parte de su ropa habitual del trabajo, pero que no le importó. Cuando vio a Bobby salir de su habitación, sus hormonas de nuevo querían hacer de las suyas, era un chico demasiado guapo como para dejarlo pasar. Bobby, en cambio, no sólo veía al hombre más hermoso de su vida, veía al hombre que lo representaba todo para él en ese momento, poco le importaba lo que pasara fuera de esa casa, o incluso dentro, siempre que Alec estuviese con él.
En algún momento el sentido común, o el hambre, les dijo que sería buena idea desayunar y se dirigieron a la cocina, pero de camino Alec recibió una llamada:
¿Alec, dónde carajos te has metido? -era su hermano Vladimir, más molesto que de costumbre-, una cosa es tener vacaciones y otra es desaparecer sin avisar.
Tengo derecho a algo de privacidad como toda persona normal -le dijo Alec encogiéndose de hombros.
Claro, como eres una persona normal con el más normal de los trabajos -Vladimir tenía un doctorado en reproches sarcásticos-, ¿piensas decirme dónde estás?
Estoy en el lugar al que voy cuando no quiero tenerte cerca -Alec lo dudó por un momento antes de continuar-, estoy con un chico muy hermoso y que me importa, no pienso dejar que ni tú ni mi trabajo lo arruinen todo.
Pues estamos apañados, tienes que deshacerte del chico o alguien lo hará por ti, el jefe quiere verte, parece que tiene una misión para ti -Vladimir suspiró con impaciencia-, recuerda que no eres normal, no puedes andar encaprichándote de cada chico que conoces y no sueñes con una vida normal -antes que su hermano pudiera siquiera intentar protestar, Vladimir cortó la llamada para dejar en claro que no había protesta posible.
Los pies de Alec no habían estado ociosos y pronto entró a la cocina, donde Bobby bebía una taza de leche acompañada por unas cuantas galletas. Por un momento, la duda apareció en la mente de Alec: ¿realmente valía la pena arriesgarlo todo en un trabajo como ese? ¿no sería mejor retirarse del negocio de una vez por todas y disfrutar las cosas sencillas, tal como Bobby? La incertidumbre no duró mucho, ya que una voz lo llamaba con insistencia, Bobby se mostraba ahora preocupado, quería saber si su ¿su amigo? ¿su novio?, su… ¿qué?, estaba bien. Alec intentó calmarlo, pero tampoco podía mentirle a la cara, así que se limitó a decirle que era una llamada de trabajo.
Bobby estaba terminando de recoger su desayuno cuando Alec le tomó de la cintura y empezó a besarlo. Al principio, Bobby se puso nervioso, pero luego recordó todo lo que había pasado, el cariño, ternura y respeto que Alec le había mostrado y logró controlarse, dejando que la adrenalina recorriese sus venas. Se giró hacia Alec y tenía sus labios tan cerca que lo único que le apetecía era besarlo y fue lo que hizo. El fuego de antes volvió, pero no provenía de Alec, salía del interior de Bobby, que podía sentir su cuerpo revivir del frío invierno en que estuvo; pronto la ropa le estorbó y, casi podría decirse, se arrancó la sudadera y la camiseta, para luego hacer lo mismo con Alec. Semejante arrebato tomó a Alec un poco por sorpresa, pero lejos de molestarle, le agradó al punto de casi detener el beso, pero su pasión logró no estropear el momento.
De alguna manera llegaron a la sala de estar y Bobby, dejando su timidez en la cocina, tiró a Alec al sofá, se subió sobre él y empezó a besarle el cuello y llegó a una de sus orejas. Alec no podía contenerse más y empezó a gemir sin disimulo alguno, incluso era un poco salvaje, lo que lejos de incomodar al chico, lo excitó aún más y se decidió a probar sus pezones y a morderlos con todas las ganas que había estado reprimiendo. Pronto Alec perdió todo control de sí mismo y se bajó los pantalones, haciendo que el miedo invadiera de nuevo a Bobby, pero Alec, que no se dio cuenta, los hizo girar para que el chico quedase debajo suyo, quería hacerlo disfrutar tanto como él estaba disfrutando el momento, así que tomó sus muñecas con una mano y las subió sobre su cabeza y en los ojos de Bobby vioe deseo y algo de temor, pero la calentura dominaba a Alec que lo empezó a besar con toda la pasión que había ido acumulando, pero cuando estaba apunto de empezar a besar el pecho de Bobby, éste le pidió que se detuviera, que no le hiciera nada porque no estaba listo. Alec logró dominarse y liberar sus manos, se levantó y lo dejó solo en el sofá.
Bobby, perplejo, vio a Alec irse hacia la cocina, escuchó un fuerte golpe, un puñetazo, pensó, pero algo se rompió, así que, más asustado que otra cosa, corrió hacia allí para ver qué sucede, pero todo lo que hay es un gran agujero en la pared y un Alec un poco más relajado, aunque con la mano herida, y que notó que había ido demasiado lejos. Bobby, de nuevo, se disculpó con su anfitrión, tomó su ropa y le dijo que lo esperaría fuera mientras huía hacia la puerta.
Alec terminó de tranquilizarse, se lavó el puño, su puso un vendaje con algunos medicamentos tópicos para mitigar el dolor y prevenir infecciones, se volvió a poner su camiseta y tomó la llave de uno de los autos y salió, no sin antes activar las cámaras de seguridad y las alertas de movimiento. Una vez afuera, se encontró a Bobby sentado en la calle, así que se acercó a él, se arrodilló y le robó un beso antes de pedirle que lo acompañe a traer la camioneta.
Alec sacó el vehículo, ya que no había espacio para que Bobby pudiera subir y se dispuso a bajarse para abrirle la puerta, pero Bobby tenía otros planes, abrió la puerta y se disponía a entrar por sí mismo cuando Alec lo detuvo, cerró la puerta, lo hizo mirarle a los ojos e intentó hablar con él.
- Mira, lo de antes no fue más que adrenalina y excitación por parte de los dos, no te sientas mal ni te culpes, sólo significa que todavía eres capaz de sentir algo por alguien, ¿está bien? Te prometo, que si hay una próxima vez, intentaré controlarme un poco mejor, ¿te parece? -Alec no era muy bueno sonriendo, pero lo intentó y por lo visto funcionó, ya que la tierna timidez de Bobby volvía haciendo desaparecer su miedo.
Alec se sintió seguro y le dio un beso suave, con ternura, que recibió respuesta, de manera casi automática, cargó a Bobby y él abrazó su cintura con sus piernas, dejó que Alec lo colocara dentro de la camioneta y le pusiera el cinturón. Cuando Alec se subió a su lugar y se dispuso a salir de la casa, descubrió que no tenía ni idea de dónde iba, así que le preguntó a Bobby, quien se lo indicó y Alec se puso en marcha.
Bobby se sentía un poco incómodo y no sabía cómo hacer para pasar el momento, así que empezó a intentar encender el radio del auto, cosa que logró, pero no pudo hacer más que fijar la canción que empezó a sonar cuando encendió, era Melody, de Oliver Heldens [si la queréis conocer: https://www.youtube.com/watch?v=VMnPX3GeyEM], por algún motivo, el sonido de la música despertaba algo en la mente de Bobby, pero mientras el joven se perdía en su propia mente, Alec se dio cuenta que la música despertaba algo en su pantalón, por lo que se le ocurrió pasarle su teléfono a Bobby y decirle que buscara algo que le gustara. Bobby, un poco extrañado, le hizo caso, pero al parecer tenían gustos similares, porque la primera canción que se encontró era Contro de Halsey y el chico, sabiéndose seguro, se puso a cantar a todo lo que le daban sus pulmones. Alec sonrió, amaba escuchar su voz, pero más le gustaba el que se sintiera tan libre con él. La distancia se hizo poca y cuando se dieron cuenta, Alec estaba buscando un lugar dónde dejar su auto, mientras que Bobby perdía mucha de su seguridad, sabiendo que tendría que hacer frente a sus amigos, especialmente a Santiago, que ya sabía todo lo que pasaba y no le hacía ni pizca de gracia.
Alec por fin encontró un buen lugar para estacionar y fue hacia la puerta de Bobby para ayudarle a bajar, le abre la puerta y Bobby se lanza a sus brazos como un niño cuando su papá regresa del trabajo. Alec se sorprendió, pero lo atrapó a tiempo y lo besó, luego Bobby puso sus pies en el suelo, dejó que Alec cerrara el auto y se dirigieron hacia el grupo de amigos de Bobby que estaban cerca. Sus amigos corrieron hacia él, pero cuando notaron que tenía a Alec de la mano la cara de todos cambió: Claudia y Amber lucían sorprendidas, porque Santiago no les había dicho nada, aunque pronto sus caras pasaron a una cómplice picardía; Santiago en cambio, no lograba disimular que le hervía la sangre, estaba más rojo que un tomate y su cara ocultaba poco lo que sentía.
Los amigos de Bobby eran tres: Santiago, que tenía la piel blanca, los ojos azules, era alto y delgado y tenía el cabello castaño de ese tono que nunca se ve dos veces igual, tenía fama de ser un donjuán, conquistador empedernido y galán como pocos, pero la verdad es que las mujeres le daban un poco igual, él amaba a Bobby mucho más que como un amigo o un hermano, aunque jamás lo admitiría. Claudia, una mujer guapa como pocas, al menos por lo que oía entre la gente, de cabello rubio, ojos café, con un gusto excelente para combinar ropa y accesorios, incluso para hacer deporte, o para tener sexo, ya que se consideraba a sí misma pansexual. Luego estaba Amber, que según el gusto de Bobby para las chicas, era la más hermosa que conocía, era pelirroja, pero de un tono cobrizo que parecía brillar con luz propia, unos ojos verdes que te atravesaban el alma, pero eran gentiles y dulces más allá de las palabras y su piel, en algún momento blanca, ahora ligeramente dorada por el sol, completaba un cuadro que a más de uno dejaba con la boca abierta, pero esta chica, tal vez para mantener el balance, tenía un secreto en su alma que pocas personas conocerían alguna vez.
Amber no era nada tímida y fue la primera en hablar, y en reprocharle, claro está, a Bobby que no compartiera la suerte que tenía respecto a los hombres. Claudia, un poco más centrada, le recordó a Bobby que sería buena idea presentar a su acompañante, pero en ese momento Santiago, con mucha dificultad para contener su enojo, por no decir celos, dijo con la voz más seria, gruesa y pesada que tiene que la carrera está por empezar y deben ir a la línea de partida. Tenía razón, pero era tan obvio que sólo quería sacar a Bobby de allí que Alec empezó a entender por qué su hermano amaba tanto el sarcasmo y juraría que Amber le dijo aguafiestas y un par de elogios similares al pasar a su lado.
Alec reaccionó y pensó en desearle suerte a Bobby, pero él sólo le dio un tímido abrazo, cosa que sorprendió a Alec, pero luego pensó que tal vez Bobby no era abiertamente gay en público, o que podría no serlo en su casa y temer a los chismes, o simplemente no quería ser tan obvio como lo tomaron sus amigos, así que le devolvió el abrazo y, aprovechando que el propio Bobby tapaba su boca, le dijo al oído que lo esperaría en la línea de llegada, que diera lo mejor de sí y que era el más hermoso de todos en la carrera.
Bobby no pudo evitar sonrojarse un poco y cuando se separó de Alec notó que sus amigos ya le habían tomado la delantera, así que corrió tras ellos, las chicas sonreían, pero Santiago lo tomó del brazo y le dijo que después de la carrera tenían que hablar muy seriamente, Bobby no sabía si tenía problemas o sólo un amigo que lo quería mucho, pero le dio un poco de miedo y se sintió amenazado. No había terminado de decidirse a pensar algo sobre la actitud de Santiago cuando empezó la carrera y tuvo que concentrarse en ella.
Mientras tanto, Alec, que intentaba distinguir a Bobby entre los corredores, sintió lo que menos deseaba en su pantalón: el vibrar de su teléfono.
Alec, -era Francisco, su jefe-, te necesito en la oficina la otra semana, ya Vladimir me dijo que te estás divirtiendo con un chico, pero eso tendrá que esperar.
Hola, Frank -Alec se llevaba bien con su jefe-, no es sólo un calentón ocasional, quiero algo serio, estoy enamorado, déjalo fuera de todo esto, ¿sí?
Bien sabes lo malo que es enamorarse en este negocio, Alec -su jefe lo cuidaba como si fuera de la familia, es lo que tiene un trabajo riesgoso como el suyo-, sólo recuerda a Valerius, lo que lloraste por él… y lo molesto que es sacarte un mal de amores de encima.
Eso fue hace mucho, no necesito recordatorios, ya aprendí lo que podía de eso y lo demás está en el pasado -a Alec le empezaba a hervir la sangre-, además, son como la noche y el día, no se parecen en nada.
Tomando en cuenta lo mucho que te molesta la sola mención de su nombre, creo que no está tan en el pasado como dices -Francisco puso el dedo en la llaga-, dejaré de mencionarlo cuando aprendas a no enamorarte porque no es buena idea, ¿o acaso ya olvidaste que Valerius juró ser el mejor hombre que pudiera ser y terminaron vete tú a saber dónde y luchando a muerte?
¿Podrías dejar de mencionarlo? -ya Francisco estaba empezando a pasarse de la raya-, haré lo que quieres, estaré allí la próxima semana, pero no dejaré a este chico, así que más te vale protegerlo con tu alma mientras yo esté fuera… y no quiero que se entere de los guardaespaldas que tendrá día y noche, ¿entendido, Francisco? -no pretendía dejar que su enojo lo dominara, al final de cuentas era su jefe, pero Francisco lo estaba haciendo haciendo perder la calma.
Veré qué puedo hacer, disfruta mientras puedas a tu Bobby… -Francisco con sus evasivas.
-¿Y cómo es que sabes su nombre? -Alec estaba seguro de no haberlo dicho, sabía que Francisco usaría cualquier dato en su contra-, ¿me estás vigilando? ¿de nuevo?
- No te vigilo, simplemente voy un paso delante de ti, besos, nos vemos luego -se despidió Francisco con ese tono de suficiencia que significaba que había logrado lo que quería.
Alec finalizó la llamada e intentó encontrar pistas a su alrededor sobre quién podría estar más atento a él que a lo que sucedía cuando notó que la carrera terminaría pronto, así que se dirigió hacia allí, comprando una bebida isotónica en el camino y, por algún motivo curioso, un chocolate. Cuando por fin llegó a la meta, vio que Bobby, que chorreaba sudor, estaba buscándole entre la multitud y, al verlo, corrió hacia él, se le lanzó encima y Alec debió atraparlo al vuelo, lo que de nuevo lo hizo pensar en un niño atrapado en el cuerpo de un adulto, eso hasta que lo besó sin importarle la gente que los rodeaba. Un poco más allá estaba Santiago, atento a su mejor amigo y al verlo besarse con ese tipo que conocía hace un par de días, juraría que hasta en Australia se oyó cómo su corazón se rompió, pero decidió no decirles nada y se llevó su enojo y los pedazos de su corazón a su auto.
En el parqueo, Santiago se encontró con un hombre muy atractivo, muy guapo, demasiado desafío para su sobreactuada heterosexualidad, pero logró seguir su camino hacia su automóvil, era el que él siempre había soñado, se lo regalaron sus padres por tener las notas más altas de la facultad el primer año de carrera. Estaba buscando las llaves del auto cuando una mano lo hizo girar y le plantaron un beso como pocos. Un beso demasiado bueno para el gusto de Santiago, un beso que no podía provenir de una mujer con lo poco que lo atraían; no se equivocó, era el hombre de antes, que se había acercado más sigilosamente que un gato. Santiago recordó que debía parecer todo un heterosexual, así que intentó golpear al que le había dado el mejor beso en años, pero este hombre tenía buena condición física, lo esquivó en el último momento y aprovechando el impulso que llevaba Santiago le hizo una llave de lucha libre y lo dejó hecho un nudo en el suelo.
- Bonita forma de agradecerme el salvarte de este lío -le dijo sin el más mínimo signo de agitamiento.
Finalmente, liberó a Santiago, quien logró incorporarse, no tenía gran daño físico, pero su orgullo sí estaba muy dolido. Santiago desconectó la prudencia y el sentido común y decidió darle un golpe por la espalda a ese tipo en cuanto él se giró para irse pero, de nuevo, el otro fue más rápido que él y esta vez le dio tal golpe en el abdomen que lo hizo escupir sangre y lo dejó tirado en el suelo otra vez. El hombre no habló esta vez, simplemente dejó caer a su lado una tarjeta de negocios y se fue a su auto. Según la tarjeta, su nombre era Vladimir, pero sin apellido, cosa que le llamó la atención, y por detrás le había escrito “llama cuando necesites un hombre de verdad”.
Mientras tanto, Alec, Bobby y las chicas, que no tenían idea de lo que le sucedía a Santiago, empezaron a buscarle, no sabían donde podría estar, cuando le entró un mensaje a Bobby al teléfono, Santiago le decía que estaba en el parking y que necesitaba ayuda porque no se sentía bien. Bobby no se lo pensó dos veces para salir a socorrer a su amigo, lo único que lo atrasó fue preguntarle a Claudia dónde estaba el auto. Bobby no necesitó buscar mucho a su amigo para encontrarlo, pero Alec se quedó frío a la entrada del local, un aroma muy familiar le embargaba los sentidos, pero no pudo detenerse a pensar en ello porque Bobby lo llamaba con desesperación, corrió hacia él y vio la situación.
Recurriendo a sus conocimientos de primeros auxilios y a su fuerza física, llevó a Santiago hasta su propio vehículo, sacó un botiquín que siempre tenía a mano y lo curó lo mejor que pudo mientras su cabeza funcionaba tan rápido como podía sin dejar a Bobby sin su mejor amigo. Lo primero, pensó, era salir de allí, así que preguntó cómo habían llegado y resulta que Santiago las había ido a buscar en su nuevo automóvil, principalmente para presumirlo. Alec no necesitó consultar si alguna estaba en condiciones de conducir, era más que obvio que no.
Mierda -murmuró Alec mientras buscaba su teléfono y se alejaba un poco para que los demás no lo oyeran, por suerte, estaban demasiado entretenidos con Santiago como para darse cuenta, marcó un número y esperó respuesta-: Vladimir, necesito ayuda en mi ubicación, no creo que sea grave, pero no traigas tu auto ni armas ni nada, por favor.
Llego en cuanto pueda, hermanito -le dijo Vladimir intentando disimular su satisfacción, ya que su plan había salido a pedir de boca, sabía manipular a su hermano sin esfuerzo y ahora además tendría a ese chico que quiso golpearlo en su cama cuanto quisiera.
Chicos -Alec se reintegró con los demás-, mi hermano nos va a ayudar, él se llevará el auto de su amigo y yo el mío, están demasiado asustados para irse a casa sin más, así que avisen en casa que irán a comer a algún sitio y podremos ir a mi casa a despejarnos un poco, vivo cerca, a menos de 10 minutos de aquí.
A Amber le pareció una idea bastante buena, especialmente porque Bobby y Claudia parecían haber olvidado cómo reaccionar y porque algo en Alec le daba confianza, así que aceptó por todos, sacó las llaves del auto de Santiago de uno de los bolsillos de su amigo y lo abrió para poder recostar a Santiago mientras llegaba el hermano de Alec.
Vladimir no dudó en vestirse para la ocasión, dejando que un traje muy ajustado, o varias tallas más pequeño para él, marcara todos sus desarrollados músculos, llevaba una corbata negra que resaltaba su reloj, sus zapatos y, sobre todo, sus ojos. Los dos hermanos hablaron más con la mirada que con palabras y al final Vladimir le recibió las llaves del auto de Santiago a Alec, le confirmó que llevaría a los chicos a su apartamento y que le dejaría a él la labor de elegir la comida.
Alec se sorprendía de lo serio y responsable que podía llegar a ser su hermano menor cuando le daba la real gana hacer algo, pero allá iba, todo formal y con total control de la situación. Aunque no podía decirse lo mismo cuando llegaron, ya que Vladimir cargó al joven al hombro como un costal de papas y lo dejó caer en una cama, lo que lo hizo despertar, para verse en una habitación desconocida con el hombre que lo había golpeado dos veces casi sentado sobre él y sosteniéndole las manos sin ningún esfuerzo. Quiso gritar, pero era muy difícil hacerlo cuando una mano más grande que tu boca apenas y te deja respirar, Vladimir se limitó a pedirle que se calmara y hacerle entender que sólo quería hablar.
- Mira, Santiago, sé toda la verdad, incluso la que te ocultas a ti mismo -Vladimir sabía infundir miedo con sólo un par de palabras-: sé que amas a Bobby y que tienes pánico a aceptarlo ¿cómo lo sé? Es simple, tu psicólogo, con el que tenías sexo salvaje, fantasías de conquistar a Bobby y de salir del closet, supongo que ya lo recuerdas… Bruno, creo, sí, Bruno -no había olvidado el nombre, pero el pánico en la cara de Santiago le indicaba que había acertado de principio a fin-, era bueno en la cama, hay que admitirlo, bueno, lo era antes que supiera demasiado y tuviera que matarlo -Santiago estaba más blanco que una hoja de papel-, ¿qué?, tengo derecho a protegerme, ¿no? Bueno, para resumir, tú harás lo que yo diga, quieras o no, por las buenas o por las malas, me da igual, ahora tienes 20 minutos para decidirte y recibir órdenes antes que lleguen mi hermano y tus problemas.
Santiago intentó hablar, pero no podía, además, ya le empezaba a faltar el aire, así que tiró de la mano de Vladimir y éste por fin cedió y lo liberó, preparado por si gritaba o intentaba escapar.
¿Qué quieres que haga, amor mío? -la voz de Santiago, pese al resentimiento por todo lo que había pasado y la falta de aire, era tan melosa que podría causar diabetes, pero su disposición a obedecer le gustó a Vladimir y se relajó un poco.
Tú serás mis ojos, mis oídos, mi boca y mis manos cerca de mi hermano, me dirás todo lo que suceda, hasta el más mínimo detalle y harás y dirás exactamente lo que te diga, hasta lo más pequeño, o no dejaré ni lo más pequeño de tu Bobby, ¿queda claro?
Es… -Santiago iba a protestar, pero luego se dio cuenta que no estaba en posición para ello y fingió algo de tos-, está bien, lo que tú desees, amor mío -logró decir con ese mismo tono meloso.
Vladimir le dio a Santiago los detalles de lo que esperaba de él, lo besó de nuevo y le prometió darle lo que Bruno nunca le dio o asegurarse que terminara peor que el psicólogo.
Menos de cinco minutos después Alec llegó al lugar y Vladimir salió de la habitación y les dijo que Santiago estaba descansando. Bobby, de inmediato, corrió a ver a su amigo para encontrarlo dormido. Hizo un rápido examen con su mirada de Santiago y notó que parecía estar bien, pero Bobby sentía que quería y debía hacer algo por él, aunque no lograba decidirse a hacer nada en concreto. En ese momento unas manos lo rodearon por la cintura y sintió un cálido abrazo, mientras la voz de Alec le susurraba al oído que lo mejor que podían hacer por él era dejarlo dormir hasta que se repusiera y ya luego hablarían. Bobby se dio cuenta que en realidad dormir era lo mejor que podía pasarle a Santiago y que no lograría nada despertándolo, así que se fue con Alec y lo dejaron solo en la habitación.
Cuando Bobby y Alec regresaron, notaron que las chicas habían estado investigando las bolsas de la comida y era poco lo que quedaba por preparar, aún así, se dispusieron a ayudar, momento que Claudia aprovechó para preguntar por el baño, Alec le dijo cómo llegar y ella se fue hacia allí. Cuando entró, sintió que había algo fuera de lugar, pero no sabía el qué, aunque después de un momento se dio cuenta que lo que la incomodaba era que un cajón estaba semiabierto. Pudo haberlo cerrado con un leve empujón, pero la curiosidad es lo único capaz de matar a un gato y ella terminó abriendo del todo el cajón sólo para encontrar un arma de fuego, municiones y varias navajas. Su sorpresa fue tal que no pudo reprimir un grito y al momento Alec estaba junto a la puerta preguntándole si estaba bien, ella decidió disimular y le dijo que se le cayó el teléfono, él no le creyó, pero lo dejó estar, estaba logrando ser un magnífico anfitrión y no lo arruinaría por una tontería. En cuanto oyó sus pasos alejarse, Claudia intentó dejar todo tal como estaba y volvió al comedor con los demás, como si nada hubiera pasado.
- Alec, -dijo Claudia repentinamente a media comida, cuando no pudo aguantarse más-, ¿se puede saber para qué necesitas armas en el baño? Necesito una explicación lógica a eso.
Alec no supo cómo reaccionar, le molestaba que alguien hubiera estado revisando sus cajones, aunque le molestaba más no haberlas escondido mejor, así que al final no pudo decir nada, además, Claudia ya empezaba a hacer drama y eso es algo que a él no le gustaba para nada. Al final, Alec tomó su teléfono, llamó un taxi y le dijo a Claudia que si le molestaba que el se preocupara por su seguridad, podía irse en cualquier momento, tampoco pudo evitar agregar que podría llamar más taxis si alguien más quería cuestionar sus motivos para actuar.
Claudia salió dando un portazo tal que por poco quiebra las ventanas, Amber, que no quería irse, no le molestaba la existencia de un arma mientras no amenazara su vida, optó por ir tras ella e intentar calmarla, al final de cuentas no valía la pena arriesgar una amistad por alguien que acaban de conocer, aunque eso no lo dijo, sólo dijo que intentaría calmarla mientras se disculpaba por las dos.
Bobby miraba la escena boquiabierto sin saber cómo tomar nada de lo sucedido, pero decidió quedarse con Alec, lo abrazó y le pidió disculpas por lo que había sucedido, esperando que eso calmara a Alec, ya que su cara estaba un poco roja y Bobby sabía que eso nunca era buena señal.
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Amber intentaba alcanzar a Claudia mientras la llamaba con todas sus fuerzas y le suplicaba que esperara, hasta que ella por fin se detuvo.
Amber, de verdad -la seriedad de su mirada lo decía todo-, no puedo creer que ni siquiera te preocupe que ese tipo con el que apareció Bobby sea tan misterioso, al menos debería inquietarte el que tenga armas en su baño.
Claudia, si yo las hubiera visto, probablemente sí me daría curiosidad -Amber intentaba que el sentido común volviera a su amiga-, pero me preocupa más que vayas por la vida revisando lo que tienen los demás en sus casas, vamos, que hasta donde sé en Reino Unido no es crimen la posesión de armas. Además, creo que le debes una disculpa a Alec por estar haciendo dramas sin sentido y por estar revisando lo que no es tuyo.
Yo no pienso entrar a ese sitio en mi puta vida -le dijo una Claudia totalmente aterrorizada-, es más, no me gustaría estar cerca de él, ¿no te has dado cuenta que podría ser un asesino o un sicario? Y tú tan contenta comiendo a su lado…
También podría ser un policía, si a eso vamos -Amber pensaba que una cosa era tan ilógica como la otra-. No empieces con tonterías, además, salvó la vida de Santi, a saber si la nuestra también, si no me crees, tan solo recuerda su gesto al mirar a nuestro Bobby, casi perdemos a ese niño y hasta ahora ha vuelto a sonreír. El tipo incluso nos invitó a comer sin importarle nada. Y tú te pones a hacer dramas porque fuiste a meter tus narizotas donde no te llaman, ¿sabes qué? ¡nos subimos ahora mismo y te disculpas! ¿queda claro? -esto le salió un poco más gritado de lo que pretendía, pero desde su punto de vista, Bobby lo valía.
No veo que me dejes muchas opciones -se resignó Claudia-, pero, Amber, si nos matan o pasa algo que no debe ser, será todo tu culpa, ¿queda claro?
Gracias, Claudia -su amiga le sonrió y fingió no escuchar su pregunta.
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Alec, lamento mucho lo que pasó, -Bobby sentía que debía disculparse en nombre de su amiga-, no tenía idea que algo así podría pasar…
Bobby -Alec lo silenció poniendo un dedo en sus hermosos labios, porque si lo besaba, no respondería de él, la ternura de Bobby retaba el autocontrol de Alec-, no te preocupes, tengo que aprender a guardar mejor mis cosas, de hecho, iré a poner las armas a un sitio donde no representen un peligro para nadie.
Estaba observando a Alec salir hacia el baño cuando Bobby se dio cuenta que todavía había alguien más a la mesa y que analizaba todo en silencio, disfrutando la discusión casi tanto como la copa de vino tinto que saboreaba. Pero la mente de Vladimir iba un paso adelante, lo que menos le interesaba en ese momento era lo que sucedía ante sus ojos, ni el vino, por un momento pudo comprender el por qué Bobby hacía lo que quería con su hermano, incluso valoró el jugar un poco con él y de paso destrozar el corazón de Alec, pero recordó que él tenía su propio juguete que no le reportaría consecuencias y decidió ir a revisar que todo estuviera bien con él.
¿Dónde vas, hermanito? -dijo una voz detrás de él, era Alec que salía del baño con una tela en sus manos y un gesto de curiosidad por ver a su hermano campando a sus anchas en su casa.
Iré a ver si tu invitado necesita algo, podría tener hambre -el tono de Vladimir ocultaba una ironía tan sutil que Alec no la notó y simplemente se hizo a un lado para que su hermano pasara.
Todavía estaba Alec preguntándose en qué momento su hermano menor había madurado si esa misma mañana era un completo hijo de puta cuando sonó el timbre de la puerta, así que metió la tela entre las cosas de un estante en la parte superior del armario de la entrada, nadie la encontraría a menos que supiera lo que estaba buscando. Se fijó por el ojo de buey de la puerta y vio dos caras familiares, una que le agradaba y otra que no tanto.
Bobby -Alec no quería ponerse en situación de reaccionar mal de nuevo-, afuera están tus amigas, ¿podrías ver qué quieren? Si puedes evitar que Claudia entre a mi casa, te lo agradezco, Amber es una buena chica, ella puede hacer lo que quiera.
Está bien, Alec -Bobby sabía que Alec estaba siendo prudente, pero igual era un poco gracioso ver a un hombre hecho y derecho como él, alto como un roble y fuerte como pocos incómodo por una chica que físicamente no le podía dar muchos problemas-, iré a ver qué quieren.
Amber ya daba por hecho que Alec no las recibiría y estaba por dejar que Claudia ganara y se fueran las dos cuando la puerta se entreabrió lo suficiente para que Bobby asomara parte de su melena y su cara:
¿Qué pasa, chicas? -su pregunta se dirigía más a Amber y tenía un tono alegre, pero su mirada, fría como el acero, parecía querer hacer trizas a Claudia.
Sólo quería disculparme -Claudia respondió antes siquiera que Amber abriera la boca-, hice demasiado drama cuando no debí estar registrando en casa ajena. ¿Podrías decirle eso a Alec?
A Bobby le pareció que Claudia era sincera, aunque sospechaba que esa sinceridad era un poco forzada por Amber, así que decidió dejar en claro las cosas antes de siquiera hablar con Alec, no quería otro drama, ni otro enojo, ni problemas.
Chicas, sé que podríais tener miedo, que todo esto os cause un poco de inseguridad, hace mucho que yo no intentaba una relación, pero, de verdad, necesito vuestro apoyo en esto. Sé que me habéis visto malherido y no sólo en la parte emocional, pero fue hace un tiempo, sabéis que no puedo contar con mi familia, a ellos les dije que fue un asalto y no especifiqué de dónde salía la sangre; pero este hombre que vive aquí es totalmente distinto, él es todo un caballero, hemos tenido nuestros momentos, sé que él tiene ganas y yo también, pero también tengo mucho miedo y él no sólo me ha tenido paciencia, me ha demostrado que siente por mí algo más que calentura, que me quiere de verdad, que si nunca tenemos sexo no es problema para él mientras yo esté bien, ¿cuál tipo que conoces hace dos días se comporta así, especialmente si te tiene todas las ganas del mundo? -Claudia no perdía palabra, quería asegurarse de lo que sentía Bobby, ya que no confiaba en Alec, tendría que confiar en él. Amber, en cambio, sonreía abiertamente, pero no se notaba que era una sonrisa para impedir que sus ojos lloraran, no tanto por la ternura de Bobby, más bien, por lo que ella misma cargaba en el alma y que jamás mencionaría-. Sé que nos conocemos sólo de un fin de semana, por eso no he tenido nada con él, no sé si esto va a funcionar, ni siquiera sé a qué se dedica, ni me importa, es un hombre honesto y sé que me cuidará, me respeta y me ha apoyado en todo.
Bobby -Amber se miraba radiante, pero lo mismo era el ángulo en que el sol daba en su cabello que provocaba unos reflejos tales que parecía ser ella quien brillaba-, yo vi lo que vi y veo que no nos mientes, así que le daré una oportunidad, aunque me pareció que exageraba un poco al sacar a Claudia, pero si tú dices que es todo eso, yo te creo -le dedicó una sonrisa radiante que podría derretir el hielo y si Bobby iba a responderle algo, se lo guardó para sí con tal de no arruinar la sonrisa de su amiga.
Yo creo que vas un poco rápido -Claudia siempre tan centrada, no podía dejar de pensar que la última vez había pasado lo mismo, salvo que ellos se dieron cuenta cuando la policía llamó a Santiago, con quien Bobby más hablaba según su teléfono y ella nunca conoció al tipo-, Bobby, ¡por Dios!, podría ser un asesino o algo peor y tú no ves más allá de un cuerpo trabajado y una cara bonita… -tal vez habría vuelto a gritar o se habría desmayado teatralmente, pero el codazo que Amber le dio en las costillas le sacó el aire y cortó el drama de raíz.
Gracias Amber -Bobby le dedicó una de sus sonrisas, no tan buena como las de ella, pero con el mismo cariño-, Claudia, sé que tienes buenas intenciones, pero ¿no puedes ser un poco menos impetuosa? Igual, Alec sólo quería que superarais el susto de lo de Santi, podéis iros si algo os incomoda…
Bobby finalmente las dejó entrar y llamó a Alec, quien apareció intentando mostrar su mejor cara. Al mirar a Claudia miró a Bobby pidiéndole una explicación con la mirada, ella fue quien le explicó las cosas a Alec, diciéndole lo mucho que le preocupaba Bobby, que era algo sobreprotectora con él y que no debía haber revisado el cajón en primer lugar, por no hablar de reclamar sin conocer los motivos, en fin, una disculpa mucho más sincera, completa y genuina de lo que Bobby o Amber habrían esperado, incluso más de lo que Claudia había planeado. Alec también notó que más que lo que sus amigos le habían dicho, Claudia hablaba por su cuenta y eso, además que no se puso a hacer dramas, terminó de convencer a Alec para darle una segunda oportunidad a la chica, aunque Alec ahora sería mucho más prudente con la información que dejaba a su alcance.
El momento se volvió algo incómodo porque no sabían qué hacer o decir cuando el estómago de Claudia rugió de hambre, a fin de cuentas, ella no había comido tan bien como los demás, por lo que se dirigieron a la cocina a “ayudar” a Claudia y Amber a terminar de comer mientras decidían qué harían luego, ver una película, buscar un postre o simplemente reposar en los sillones sin esforzarse por luchar contra la marea alcalina.
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Vladimir, una vez que llegó a la habitación en que estaba Santiago, se aseguró que nadie los molestara, así que cerró la puerta con el pasador, nadie entraría sin tener que avisar, además, había escogido la habitación más alejada del salón y la cocina, por lo que era poco probable que lo escucharan, si es que hacían algún ruido. Es cierto, para él el chico no era más que un juguete, pero no por eso tenía que ser rudo o desconsiderado con él, así que en lugar de amenazarlo, decidió despertarlo con unos besos en su cuello. Santiago, profundamente dormido, dejó a su subconsciente reaccionar y su boca dijo claramente: “Bobby”, lo que a Vladimir no le cayó muy bien y le lavó la voluntad, así que pasó de besar a Santiago a darle una sonora cachetada, lo que despabiló a Santiago como nada podría haberlo hecho. El joven se sentó de inmediato, totalmente despierto, sobándose el cachete y con cierto resentimiento quiso saber el motivo del golpe.
No soy Bobby, soy Vladimir -fue la ácida respuesta-, si es mucha la excitación, dejaré que me digas amor, pero nada más, ¿queda claro?
Sabes que sí, Vladimir -Santiago había recuperado su tono meloso. Tomó a Vladimir de la corbata y lo hizo recostarse sobre él y Vladimir volvió al juego que había empezado y siguió besando su cuello, Santiago no necesitó esforzarse mucho para fingir que le gustaba lo que sentía, cosa que a excitó mucho más a Vladimir, que intentaba quitarse la ropa sin dejar de besar a Santiago. Logró arrancarse la corbata y la usó para atar las manos de Santiago, pero a diferencia de antes, esta vez no era opresivo ni intimidante, de hecho, Santiago estaba empezando a ceder a sus hormonas también y en algún momento su camiseta desapareció.
La habitación no tenía muy buena iluminación natural y estaban en una penumbra que lejos de impedirles hacer, les resultaba muy sugerente. Pronto Santiago notó el cuerpo bien formado de Vladimir, igual que notó una muy sensual capa de vello corporal rasurada hacía poco. Ese abdomen lo hipnotizaba, y en su mente reapareció el bien cuidado cuerpo de Bruno, que parecía un miriñaque a su lado.
- Vladimir, quiero ser tuyo -no sólo la petición era inesperada para él, sino que Santiago no había usado el tono meloso y complaciente, parecía una petición real.
Vladimir decidió no darle tiempo a cambiar de idea y empezó a morder los rosados pezones de Santiago que se sentía en el paroxismo. Pero Vladimir no se contentó con eso, siguió por el abdomen, dejando un rastro de besos y mordiscos mientras por su cabeza pasó la efímera duda de si eso sería hacer el amor, él estaba acostumbrado a simples revolcones de no más de un fin de semana, pero según su plan, estaría mucho más tiempo con este chico.
Sus pensamientos lo habían distraído, lo que le quitaba la magia al momento, pero unos insistentes golpes en la puerta terminaron por arruinar el momento. Vladimir empezó a vestirse, por si acaso tenía que abrir la puerta, pero resultó que Alec sólo quería saber si estaban bien, intentó sonar tranquilo y relajado, aunque la tensión sexual todavía estaba en el aire y le dijo a su hermano que sí, que estaban estupendamente, simplemente estaban hablando y era un poco íntima la conversación, que por favor no les interrumpieran. Vladimir estaba seguro de lo que sucedía fuera: su hermano levantó las cejas con esa cara de sorpresa que ponía cuando él superaba sus expectativas, se encogería de hombros, le diría que entendía (Alec lo dijo en ese momento exacto) y luego se iría.
Apenas habían dejado de oírse los pasos de Alec cuando Vladimir se dio cuenta de lo bien que se sentía, incluso podía decir que estaba emocionado, aunque sabía que era tan sólo la adrenalina que lo ponía eufórico, así que se quitó a como pudo la ropa que se medio había puesto cuando Santiago lo tomó totalmente por sorpresa por detrás y empezó a besarle el cuello y acariciar todo lo que sus manos alcanzaban. Vladimir lo dejó hacer, pero después de un rato, se giró hacia él con una sonrisa pícara como Santiago no había visto y tanta excitación reflejada en su cara que el beso que se dieron fue el mejor que los dos podrían recordar en algún tiempo. Se movieron hacia la cama y al final Santiago terminó sobre Vladimir, quien sentía una química y una empatía con este chico que se sorprendía incluso a sí mismo. De nuevo, la mente de Vladimir le mostraba algo que no quería ver: este era un chico inocente y tierno, no era ingenuo ni infantil como Bobby, pero a su manera era alguien a quien él no dudaría en proteger. Vladimir sacudió su cabeza, ese era un pensamiento del tonto de su hermano, no suyo propio, él gozaría lo que tenía delante y ya luego vería.
Santiago parecía haber olvidado cómo pensar y su cuerpo iba haciendo lo que su calentura le decía sin control alguno, en ese momento, besaba y mordía suavemente el cuello de Vladimir, aunque tenía cuidado de no dejarle ninguna marca visible. Pero aunque la mente de Vladimir había estado un poco extraviada, sus mano tampoco estaban ociosas y Santiago sentía claramente cómo intentaba alcanzar su ano que estaba totalmente expuesto por la posición en que estaban. De repente, Vladimir tuvo una idea y le pidió hacer un 69, a lo que Santiago accedió gustoso.
Vladimir lamía el ano del chico, lubricándolo con su saliva lo mejor que podía y sintiendo cómo él se retorcía de placer, mientras que la atención que recibía su pene lo estaba calentando demasiado y él todavía no quería terminar. Cuando sintió que ya era suficiente, le pidió a Santiago que se acostara y, por un momento, pensó en simplemente penetrarlo y gozar todo lo que quisiera de ese ano cerradito y que pedía a gritos un pene que le diera todo el placer del mundo, pero Santiago se acostó boca arriba y lo invitaba a continuar con los brazos y las piernas abiertas, así que cambió de idea. Le dedicó algo de atención al pene de Santiago y luego volvió a comerle el culito, decidido a darle tanto placer como pudiera. No pasó mucho rato cuando Santiago le pidió que lo penetrara y Vladimir estaba listo para complacerlo. Sin dudarlo un instante, tomó su pene, se lo ofreció al chico para que lo humedeciera un poco, dejó caer algo de saliva en su ano para estar seguro y lo penetró lentamente, asegurándose de no causarle dolor sino placer. Los gemidos ahogados de Santiago le decían que lo estaba haciendo bien y cuando lo hubo introducido todo Santiago le hizo algo de presión con su esfínter para excitarlo un poco y que no se detuviera. Vladimir así lo hizo y cuando llevaba un buen rato embistiendo a Santiago y oyéndolo suspirar de placer, se inclinó un poco para entrar mejor y para evitar cansarse y Santiago tiró de él y lo empezó a besar. Vladimir solía enorgullecerse de su aguante en la cama, pero ese beso provocó una corriente desde su nuca hasta su pene que lo hizo terminar sin tiempo a reaccionar siquiera. Pero él no era el único, las contracciones del ano de Santiago le indicaron que él también había terminado.
Sacó su pene del ano de Santiago y se acostó junto a él, el chico lo abrazó, recostó su cabeza en su pecho y se durmió en el acto, pero la mente de Vladimir estaba inmersa en un torbellino de emociones y sentimientos que no lograba procesar. No era la primera vez que besaba a alguien mientras lo penetraba, pero esta vez hubo algo diferente, no esperaba sentir más que placer y esta vez hubo algo más que eso, mucho más, no podía explicarlo con palabras, ni le interesaba hacerlo. También descubrió que el tono varonil que usó Santiago para pedirle sexo y que lo penetrara le gustaban mucho más que el tono meloso, le gustaba estar con un igual y no con un esclavo. El problema es que Santiago era su esclavo, sólo le obedecía porque él había amenazado a Bobby, pero la forma en que se comportó en la cama decía lo contrario, es cierto que estaba soñando con Bobby cuando él lo despertó, pero era evidente que sabía con quién tenía sexo… ¿o hacía el amor?
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En cuanto Alec hubo regresado y les hubo informado que Santiago estaba bien, todos se relajaron por completo y se quedaron en la cocina, riendo, hablando de cualquier cosa, recordando anécdotas graciosas y, claro está, vaciando el frigorífico de Alec, cosa que no parecía molestarle en absoluto. Como si presintiera que iba a sonar, Bobby buscó su teléfono, que le informó que eran las 9 de la noche. Apenas había apagado la pantalla cuando entró una llamada: era su madre, quería saber si estaba bien y si se dignaría regresar a su casa algún día.
- Sí, mama, sólo iremos a dejar a las chicas a sus casas y volveré derechito a casa -eso pareció bastarle a su madre, que le dijo que no se retrasara mucho y que lo esperaría.
Bobby terminó la llamada con una cara de evidente desagrado, como cualquiera que está pasando un muy buen rato con sus amigos y la realidad lo interrumpe, pero lo que nadie se esperaba es que dejó escapar un refunfuño que sonó muy parecido a si dijera “puta vieja majadera” mientras guardaba su teléfono.
Alec necesitó un momento para recomponerse de lo que había escuchado, pensó que sería tristeza por ver la noche arruinada, así que decidió acercarse a Bobby y darle un beso profundo para que se calmara. Las chicas decidieron darles su espacio y volvieron al salón, mientras que, una vez solos, Alec cargó de nuevo a Bobby, que se dejó hacer, y lo llevó hasta su habitación.
Una vez allí, Bobby intentó quitarle la camisa a Alec, pero no pudo, mientras que Alec, recordando su promesa, le dijo que sólo habían ido a buscar las llaves de su auto y prepararse para salir, pero cuando se giró, vio a Bobby haciendo un puchero tal que no pudo evitar sonreír y le preguntó al chico qué pasaba.
Bueno, es que desde la mañana tenemos un asunto pendiente y pensé que podríamos resolverlo -Bobby olvidó su puchero y su cara adoptó un gesto de picardía sexual que incluso Alec podía notar.
¿Estás seguro de querer hacerlo? -Alec estaba muy preocupado, no sabía si Bobby lo hacía porque quería, o por agradecimiento por salvar a su amigo o como disculpa por lo de Claudia, pero tenía claro que no quería que Bobby se sintiera obligado a tener sexo con él, así que se aseguraría de hacerlo porque él verdaderamente quería.
Bobby no contestó, sino que empezó a desnudarse y Alec cerró la puerta con seguro y mientras recorría la poca distancia entre la puerta y la cama se había quedado sólo con el bóxer puesto. Se acostó y Bobby de inmediato se puso sobre él y empezó a besar, lamer y morder todo lo que podía. Alec sabía muy bien lo que quería, pero sabía también que su calentura lo dominaría y no quería que Bobby se asustara de nuevo, así que decidió darle espacio para que él fuera quien decidiera y tuviera la iniciativa de lo que quería hacer. Bobby también sabía lo que quería y en cuanto se hubo asegurado que Alec estaba disfrutando, le arrancó el bóxer y se metió todo su pene de golpe a la boca.
Alec desconectó el cerebro, estaba muy ocupado disfrutando y no le interesaba absolutamente nada de lo que podría suceder, sólo quería disfrutar y bajó una de sus manos para marcarle a Bobby el ritmo que le gustaba, pero recordó su intención de dejarlo hacer y se limitó a acariciar su cabello. Bobby lo tomó como una señal de Alec y se levantó, le dio un beso fugaz y sin pensarlo mucho se sentó sobre él, clavándose su pene en el ano hasta el fondo en el proceso. Pronto Bobby estaba cabalgando a Alec y gimiendo sin tapujos, disfrutando sin remordimientos lo que hacía y cuando Alec le dijo que estaba a punto, el chico intensificó el ritmo y lo hizo terminar dentro de él.
Luego se levantó, buscó en un cajón y encontró un slip de Alec que usó para limpiarse bien, se vistió y le dijo a Alec que iría a buscar a Santiago.
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Alec estaba muy impresionado, si bien era el tipo de sexo al que estaba acostumbrado: una simple liberación de hormonas y ganas, no era lo que esperaba que sucediera con Bobby, había logrado deducir que tenía varios años sin ningún tipo de roce con nadie desde la vez que lo atacaron, así que supuso que no era nada grave, pero aún así no le hizo ni pizca de gracia. Se limpió bien, se volvió a vestir y se encaminó hacia el salón donde estaban las chicas, allí se encontró a Santiago y a Vladimir muy alegres.
- Hermanito, creo que lo mejor es repartirnos a partes iguales, ¿no crees? -le dijo Vladimir con una gran sonrisa, lo que fuera que había hablado con Santiago, pensó Alec, lo tenía del mejor humor que había visto en su vida-, tú lleva a Bobby y a Amber, yo me encargo de Santi y de Claudia.
Los tres amigos de Santiago se miraron con la boca abierta y totalmente estupefactos, nadie llamaba Santi a Santiago si no quería ganarse un enemigo y muchos problemas, pero Santiago sonreía y no tuvo problema alguno en que Vladimir lo llamase así.
Me parece bien -Alec no sabía el motivo del asombro de los demás, pero si algo no quería era otra decepción ese día-, cuando termines me llamas, así puedo ir a buscarte.
Va a ser que no -esta vez le contestó Santiago-, Vlad no necesita que nadie lo busque -agregó con un pícaro guiño de ojo.
Esta vez fue Alec quien necesitó usar la mano para cerrarse la boca, porque nadie llamaba Vlad a su hermano, pero allí estaba él, sonriente como nunca y sin importarle el gesto cariñoso de Santiago. Salieron todos hacia donde estaban los autos y Alec pudo notar que cuando pensaron que nadie los veía porque todos se subían a los autos, Santiago acariciaba la mano de Vladimir y éste le correspondía con una sonrisa radiante. Finalmente, se subieron todos a los autos y salieron de allí.