Un a mañana en la biblioteca...

Una biblioteca solitaria es el escenario perfecto para un arranque de pasion.

Era una mañana, algo aburrida en la biblioteca, al parecer la lluvia había ahuyentado a los lectores, las gotas de agua Golpeaban los tragaluces, creando una ilusión… como si viera la lluvia de bajo del agua. Por un momento pensé en leer algo, camine hasta la sección de poesía que tenía casi seis estantes en la biblioteca, mi deber era saber la ubicación exacta de cada libro, de cada autor: Acuña, Neruda, Nervo, Storni, etc. Todos en mi mente, el lugar exacto el color y la forma del libro, y algunas veces el aroma, como en el caso de los libros nuevos con su olor a papel nuevo y tinta fresca o los viejos con sus hojas marchitas como un árbol en otoño y su olor indescriptiblemente melancólico.

Pero esta mañana en especial no se me antojaba leer poesía, tal vez por que la lluvia también me afectaba y temía encontrar entre las páginas de un libro cualquiera, algún verso que me recordara cosas tristes que se acentuarían con el clima.

Los pasos de un hombre interrumpieron mis pensamientos,

No me extraño verlo ahí en una mañana como esa, siempre llegaba las 10 en punto todos los días, no importaba el clima o el trafico; el primer lector en toda la mañana, Sin embargo el no era de esas personas que me pedían ayuda, el al igual que yo parecía saber donde estaba todo. Busco entre los estantes y tomo un libro, alguna novela según alcance a ver y se sentó dándole la espalda a los estantes de poesía y a mi.

Lo mire con atención por primera vez, me pareció bastante joven, su piel era morena, pensé que haría un contraste muy bello con la mía, siendo esta tan blanca

me sonroje por un momento al descubrir mis pensamientos,

seguí viéndolo, el era mas bien alto, con el cabello oscuro y largo, quise ver sus ojos, pero el tenia la cabeza inclinada, el libro sobre la mesa capturaba su atención… de pronto levanto la cabeza y me miro, sus ojos profundos y negros me paralizaron, como si una fuerza extraña los envolviera y como un imán que atrajera mis propios ojos.

Seguramente se había percatado de que lo miraba.

  • ¿y que lees?-se me ocurrió decir, para romper el incomodo silencio, al momento me arrepentí, que pensaría de mi y de una pregunta tan tonta.

Me señalo el letrero de "guarde silencio" después me sonrió y me dijo:

-Leo un libro de Mario Vargas Llosa- lo dijo rápidamente seguramente el también se sentía incomodo.

-Se llama el elogio de la madrastra- me dijo otra vez con ese tono de voz rápido y nervioso.

-Ha, literatura erótica- respondí yo emocionada por el tema

-me encanta ese libro.

Te gustaría leer conmigo- dijo el.

Claro- respondí yo - a final de cuentas la biblioteca estaba vacía y leer un rato en voz alta con una lluvia torrencial afuera me parecía una idea bastante agradable.

Acomodo una silla en frente de la otra, ambos nos sentamos y comenzó a leer..... Leía con pasión, la dulzura de su voz más bien grave lleno la sala y mis oidos.

Me deje llevar por su acento de poeta que me describía los encuentros de un niño con su madrastra, la forma en que el chico espiaba a la mujer de su padre, la manera en que le hablaba y sus encuentros amorosos después.

Vi sus labios moviéndose como mariposas al vuelo, contándome una historia que yo ya sabia.

Por un segundo como si los sonidos del universo se extinguieran poco a poco su voz opaco en golpeteo de la lluvia y hasta mis propios pensamientos después de unos minutos me di cuenta de que su voz no era el hechizo que había hecho que el universo enmudeciera… eran sus labios.

Sus labios lo fueron todo, la vida, la muerte inevitable, la luna, el cielo, la única razón para existir. Quise sus labios; el levanto la vista y como si nuestros pensamientos estuvieran conectados, miro mi boca

Nos acercamos poco a poco sentí su aliento, su mano izquierda fue lentamente hacia mi cuello mientras con la derecha aun sostenía el libro, mis manos recorrieron su espalda… cerré los ojos y nos besamos, con toda la pasión de la poesía oculta en las paredes, me rodeo con sus brazos suavemente, yo tome su cara y le acaricie las mejillas, sus manos bajaron a mi cintura y luego a mis muslos, con un ritmo lento y seductor, suspire hondo.... quise sentir su pecho, abrí uno de sus botones y lo recorrí con mis labios, su plexo era mió, y mis piernas suyas,

Y así uno en frente del otro, sentados cada uno en su silla nos exploramos, como si nuestros cuerpos fueran tierras desconocidas.

Busco mis pechos, los tomo dulcemente con sus manos, sintió la textura suave y la dureza de los pezones,

se inco frente a mi y abrió los botones de mi blusa y beso mis senos, busco mi pezón derecho y lo puso entre sus labios, su lengua húmeda y tibia recibió mi pezón, lo rodeo lo abrazo calidamente.

Me levante suavemente, el hizo lo mismo, me abroche la blusa y me compuse el cabello, me daba pavor que alguien nos descubriera. Pero en vez de abrocharse la camisa el me tomo otra vez en sus brazos, y esta vez fueron como suaves cadenas que me aprisionaron. A mi espalda estante de poesía se alzaba hasta el techo, en frente de mi el me miraba con sus ojos de obsidiana. Estaba entre sus ojos y la poesía, no había escapatoria, no había alternativa.

Recargue mi espalda en el estante y el me apreso con su cuerpo, me acaricio los muslos otra vez, y levanto mi falda, sintió mi sexo húmedo y latiente de deseo, acaricio mi monte, bajo un poco mi ropa interior, yo abrí su pantalón, encontré su sexo erecto.....

Me penetro mientras yo miraba sus ojos, de pronto sus labios comenzaron a moverse, y envuelta en un susurro surgió la poesía, nocturno a rosario de Manuel Acuña. Pues bien yo necesito decirte que te quiero, decirte que te adoro, con todo el corazón… las estrofas surgían de sus labios intactas a pesar de los gemidos apenas audibles que llenaban el ambiente, su cuerpo me apreso contra el librero, la fuerza de sus movimientos hizo que algunos libros cayeran alrededor de nosotros, abriendo sus paginas como alas.

Cuando el ultimo verso se acercaba, el no pudo mas

Adiós por la vez ultima amor de mis amo...

-yo seguí- amor de mis amores, la luz de mis tiniebla,… la luz de mis tinieblas la esencia… pero mi ser no resistió tampoco, en el verso final el orgasmo nos envolvió a ambos me aferre con las uñas a su espalda mientras el apretaba mis muslos.

Ambos caímos al suelo, cansados después de la batalla y como si no hubiéramos sido los únicos extasiados y cansados, varios libros de poesía cayeron a nuestro alrededor.

Después de unos minutos nos levantamos lentamente, nos acomodamos la ropa y el cabello lo mejor que pudimos,

me dirigí a la puerta para ver si alguien estaba ahí, para mi alivio seguía lloviendo torrencialmente y no había rastro de la presencia de nadie, el acomodo de nuevo las sillas y se sentó frente al libro, levante y acomode los libros de poesía, el día siguió normal, solo alterado por nuestras miradas y nuestras sonrisas de complicidad.

El espero a que terminara mi turno y salimos juntos de la biblioteca, caminamos bajo la lluvia.

-adiós por la vez ultima amor de mis amores, la luz de mis tinieblas la esencia de mis flores, mi Lira de poeta, mi juventud adiós.- me dilo el y yo le sonreí, seguimos caminamos calle abajo, ambos sabíamos que no era un adiós después de todo.

fin