Últimos días con nuestros amigos

Estaba anunciado que nuestros amigos tendrían que regresar, pero nos dejaban el recuerdo de nuestros contactos, un gran Kaiser y una amiguita que lo pudo saborear

ÚLTIMOS DÍAS CON NUESTROS AMIGOS

Llegamos como habíamos acordado, aunque no quedamos a ninguna hora, pero creo que estuvo bien. Horacio estaba desesperado porque decía que ya era tarde, me sorprendía mucho su ansiedad de llegar. Lo calmé y creo que estimé bien para llegar a tiempo, él está más nervioso por estar a tiempo para participar en la prueba que íbamos a hacer. Emi no me llamó anoche, pero espero que hayan platicado entre los dos y Emi esté de acuerdo y participe.

Al llegar Leo había salido a lavar su coche, Emi había ido a recoger a Olga y fueron al tianguis, ya estaba de regreso y solamente ayudamos a descargar, eran pocas cosas.

Por iniciativa de Emi, primero hubo que bañar al Kaiser, creo que fue buena idea, no por limpieza sino para que Olga tuviera un mejor contacto con él. El coqueto de Kaiser respondió acercándose a ella, estuvo quieto a todas las caricias y sobadas que le daba Olga, especialmente cuando le sobaba la panza, sobre su funda del pene. Ayudamos secándolo con un secador de pelo. ¡Feliz el muchacho guapo!

Después del baño hicimos un receso. Emi nos sirvió unas copitas de algún vinito dulce, muy agradable, Olga preparó botanitas y entre Leo y yo, algunas botanas preparadas.

Platicábamos sobre los planes de ellos. Contrataron a una compañía de mudanzas que se iba a encargar hasta de empacar las pertenencias, meterlas a un contenedor y hacerlas llegar hasta Suiza, ya irían la próxima semana a checar lo que se iba a embalar, harían llegar el presupuesto y un día después estaría el transporte recogiendo su equipaje.

Calculando llegar antes que su menaje, Leo partiría llevándose a sus perros, Emi se quedaría a terminar los pendientes, entre ellos el entregar el restorán a sus socios. Desgraciadamente se veía claro que el restorán iba a tener que cerrar definitivamente, casi no llegaban clientes. Pero antes que eso, ellos querían liquidar a sus empleados, especialmente a Olga que sería la última en dejar el negocio.

“¿Se van a llevar toditito lo de ustedes, camas muebles y todo?” Les preguntó Horacio.

“¡Sí, ya veremos cómo nos ingeniamos para esos días!” dijo Leo.

“Miren, nuestra casita, que les queda relativamente cerca, está sin ocupar, cámbiense mientras tanto, para allá. Hay espacio, si quisiéramos ir, también hay una recamara para visitas, doble. Tiene de todo, si les falta algo el pueblo está cerca.” Les ofreció Horacio.

“¡Me daría mucho gusto que la disfrutaran!” les dije. “Inclusive con los perros, hay campo y Dino los aceptaría, es noble y respetuoso.

“Ya veremos, ¡Muchas Gracias! Pero hay que esperar a que se vayan realizando las cosas y ya les diremos. Ya saben que les agradecemos mucho su oferta. Y la tendremos muy en cuenta.”

En eso quedamos, mientras tanto los dos perros de ellos seguían merodeando. Olga jaló al Kaiser y le dio un beso, éste se dejó sin chistar, se restregó el hocico sobre las piernas de ella, que tenía puestos unos shorts y de esa manera concluyeron un acuerdo secreto.

“¡Con ropa ya no te va a hacer caso, él desea ver tu piel!”  le dijo Emi.

Olga nos volteó a ver, como interrogando si nos parecía.

“¡A ver! ¡ponte de pie! ¡No seas egoísta! ¡déjanos admirar tu lindo cuerpo, así verás que todos nos calentamos!” Le dije a la vez que le desabrochaba el short y la dejé en pantis.

“¡Fuera ese trapo!” dijo Leo y me pidió le bajara los pantis. Olga se empinó, puso sus brazos sobre el sofá y esperaba, pero la corregí.

“¡Primero apapáchalo, que vea que estas lista para él. Voltéate boca arriba, deja la espalda apoyada en el mueble, las piernas abiertas con los pies en el suelo y verás que viene a ti!” le indiqué, pero Leo le dijo,

“Si éste despistado no va y te lengüetea lo voy a tener que hacer yo, personalmente.” Le advirtió Leo.

“¡Y yo también, después!” segundó Horacio, pero lo peor fue de que Emi le dijo lo mismo, y yo fui la que se le acercó a Olga, y le sobé su vagina, la encontré, como era de esperarse, muy húmeda. Aproveché para darme gusto, pero a la vez para provocar que el olor de su secreción le fuera atractivo al Kaiser que inmediatamente reaccionó. Empezó por darle vueltas y vueltas alrededor de Olga. Se me acercó, ha de haber percibido el olor en mi mano, pero lo llevé a la entrepierna de Olga, le forcé un poco el hocico, que lo metiera en ese hueco que

¡LE ENCANTÓ EL SABOR Y EL OLOR!

“¡Ya móntatele, bobo, ve que maravilla, no la dejes, no la desperdicies, sino voy yo!” Le decía Leo que estaba muy excitado, nunca antes le había yo oído expresiones fuertes.

El Kaiser seguía tomándose su tiempo, seguía usando su lengua. Olga estaba gozando de ese tratamiento, no se lo esperaba.

“¡Dale tiempo, Olga no está sufriendo de ninguna manera, es un tiempo en el que una goza mucho!” Yo le decía. Mientras Olga gemía y murmuraba quien sabe que cosas.

A ratos el Kaiser se desprendía de su manjar y le ponía las patas delanteras a sus costados. Inmediatamente traje una toalla y se la coloqué sobre la barriga a Olga, para librarla de los arañazos. El Kaiser ya estaba desesperado, se la tenía que montar a como diera lugar, ya no se dejaba que lo movieran, o le quitaran a su presa.

En esa posición la vagina de Olga le quedaba alta, así que buscando descubrimos una banca, con cojín, más baja. Pasamos a Olga sobre ella y ya le quedó cómodo al Kaiser su blanco, para que le atinara fácilmente, pero no se animaba, seguía dándole algunos intentos, pero sin ánimos, solo simulados, pero sí llegó a metérsela un poco, Olga dio un brinco y dijo

“¡YA!” pero solo fue un momento.

“¿Por qué no la volteas boca abajo?” me decía Horacio

“¡Sí, como a mí me dijiste, y luego, luego me la metió!” dijo Emi, los dos señores voltearon a verla incriminándola. Se echó de cabeza, ¿no que no?

Olga quedaba prácticamente montada sobre el cojín de la banquita, pero alta para el alcance de Kaiser, que de todas maneras se esmeraba, pataleaba con las patas traseras, en el aire aunque ya apoyado sobre el trasero de Olga, o, a veces, dándole arañazos a las piernas de Olga, necesitaba algún soporte para poder empujarse hacia adelante.

“¡Bájate al suelo, pon las rodillas y los codos sobre la alfombra y para las nalgas, así te alcanzará perfectamente el Kaiser!” la instruyó Horacio, seguramente se dio cuenta de que el Dino también tuvo esas dificultados. No recuerdo en qué posición me puse yo para que él me apuntara tan bien y la pudiera meter tan fácil.

Le coloqué un cojín en la cara y ella se puso en la posición recomendada. El Kaiser se dio cuenta e inmediatamente dirigió su atención a esa conchita tan rica y sabrosa, la lamió, todos estábamos muy atentos y calientes, por lo menos yo, que me derretía de tan excitada que ya me encontraba, yo ya ni hablaba, solo miraba y dejaba que Horacio fuera el instructor. Con una sola vez que le tocó a él verme aprendió todas las técnicas. ¡Que bueno, sí me vio y gozó haberme visto siendo montada por nuestro cachorro. Y pensó en mejoras!

El Kaiser estuvo intentando con mucho fervor, pero seguía sin poderle atinar. Su miembro ya estaba visible y le rozaba su vagina con la puntita, pero le faltaba el empujoncito. En una de esas, Emi, que había permanecido muy quieta, se levantó, se puso de rodillas junto de la pareja y esperó que el Kaiser se separara de ella, dejando un espacio, un poco para tomarlo de su pene, esperó a que reiniciara sus empujes y se lo dirigió exactamente a la vagina de Olga, se lo logro insertar, ya se podrán imaginar las expresiones de alegría que hacía Olga. El Kaiser se quedó quieto y no faltaron las expresiones de animación de los presentes, pero se separó.

Dejó que escurriera un poco de su secreción, en las piernas de Olga y en la alfombra.

“¡Esperen, ahora viene lo bueno!” Nos dijo Emi. A ella no le toco esta segunda parte, pero la vio en mí, y yo se lo dije cuando el Kaiser estaba encima de mí, pero Leo, y Horacio quedaron con la impresión de que ella ya lo había sentido. El Kaiser no tardó nada, volvió a montarse, falló en insertarla lastimándole las piernas a Olga, pero Emi de nuevo, se acercó, le movió el pene para arriba y para abajo entre las piernas de Olga, eso bastó para que fuera para adentro, lo de siempre, una enloquece

“HAY MAMITA, AHORA SÍ, ….   YA ME AMARRÓ! ¡LA TENGO HASTA ADENTRO!”

“Olguita linda, siente bonito, su bola todavía no te entra, aflójate, y ya verás.” Le decía yo en valde, ya el Kaiser estaba dando los bombazos más fuertes hasta que se la logró meter. Ya tenia todo lo correspondiente bien adentro.

“¡Que bien le entró, se le veía muy grande! Yo dudaba que se la fuera a meter toda!” dijo Leo. “¡Todavía le está dando más empellones, la va a tirar!”

“¡Tu no te das cuenta, pero si le cabe la tuya, la del Kaiser se te parece!” dijo Emi, todos reímos.

“¡Vaya, vaya, se ve que tú ya se las comparaste, claro, si tú las tienes adentro a cada rato, no se si las dos, pero, por lo menos una vez uno y al poco rato la otra!” le dijo Horacio

“¡CONDENADO, CALLATE! ¿Cómo sabes? Cuando las tengo adentro ni me dan tiempo de medírselas. ¿Verdad, Silvy que no se puede?” Afirmaba Emi.

El Kaiser, después de sus segundos de recuperación, descansando sobre el lomo de su perrita, decidió darse la vuelta.

“¡AYUDENME, SE ME VA A SALIR! ¡NECESITO UN POQUITO MÁS DE TIEMPO!” gritó Olga.

“¡Ni lo creas, esa bola no se te deja salir hasta que esté bien vacía!” Para demostrárselo, parece que el Kaiser entendió, dio un par de jalones arrastrando a su perra por unos centímetros sin que ese anudamiento se soltara.

Teniendo la bola adentro, una se concentra a sentir hasta los más leves latidos del corazón de la pareja. Se pierde una, olvida todo a su alrededor y dura todo el tiempo. En ese momento una trata de recordar cosas, pero, aunque a veces sea largo el tiempo en que no la suelten a una, éste se siente como muy corto y desea uno más. ¡Que suerte tienen las perras, las dejan gozar algún tiempo en que les están inyectando el esperma! Vamos a ver que dice Olga cuando la liberen.

La bola salió, el sobrante de las eyaculaciones le escurría entre las piernas Olga no hizo ningún esfuerzo ni mostró molestias. Se quedó por unos segundos empinada como la dejó el Kaiser, pero se enderezó y se sorprendió al verlo

“¿TODO ESO LO TUVE ADENTRO?” Dijo sorprendida.

“¡Agrégale el tamaño de la bola, que también la tuviste adentro además del pene, los dos a la vez, uno detrás del otro!” le dije. Ella se enderezó y, primero, le acarició el pene a su benefactor, lo vio todavía brillante, húmedo aún de su semen. Lo abrazó con su mano, aún estaba resbaloso y se lo metió en la boca. Se lo metía hasta lo máximo que su garganta la dejaba y se la sacaba, como haciéndole una masturbada, el Kaiser ya estaba satisfecho y jaloneaba para retirarse, pero la golosa de Olga todavía le chupó su bola, hasta que se la quitó su dueño. Nunca mencionó dolor o molestias causadas por la acción de la bola al dejarla entrar o salir de su vulva.

“¡Gracias, chicas, gracias a todos porque me ayudaron! ¡Se siente rico, ojalá y ustedes también pudieran sentir todo esto!” Nos dijo, incluyendo a los señores.