Último día de vacaciones
A veces vale la pena sufrir...
Estábamos guardando la ropa que nos habíamos llevado al viaje, pues ya era hora de regresar a la realidad que te ofrece la ciudad, un poco decepcionada de no haber tenido demasiado tiempo a solas con Dante, pero feliz por haber pasado una semana con María y Adrián antes de volver a clases.
Mi ropa estaba finalmente guardada en la maleta que había llevado, pero, como Dante había sido el último en tomar una ducha, el apenas estaba terminando de guardar todo, por lo que decidí ayudarlo un poco, doblando sus playeras y pasándoselas para que acomodara todo como él quería.
-Gracias. – Comentó después de que había guardado el resto de la ropa, sin embargo, unos cuantos accesorios personales seguían descansando sobre la cama, y pude divisar su cinturón antes de que lo tomara para guardarlo.
Sonreí un poco y volteé a verlo con un ligero puchero: habíamos pasado ya una semana juntos y no lo habíamos usado ni una sola vez, lo cual me tenía un poco triste y, debo admitirlo, la idea de que lo usara me excitaba un poco. Pensé que Dante no había visto mi puchero, por lo que no le di importancia, pero de pronto, sólo sentí un intenso ardor en mi trasero.
Lo fulminé con la mirada mientras sobaba mi trasero por el ligero ardor que sentía, una desventaja (o ventaja, según como lo veas) fue que estaba usando un vestido. Quizá con un pantalón no me hubiera dolido tanto, pero a él pareció no importarle.
-¿No querías que lo usara? – Preguntó de manera un poco arrogante.
-Bueno, sí, pero no pensé que lo hicieras así. – Le sonreí un poco porque, bueno, él sabía que me gustaba que me golpeara así y que eso realmente me excitaba.
-Voltéate.
-Pero me duele, me va a arder demasiado.
-No me importa, voltéate. – Cuando se percató que no pensaba obedecerlo en el momento, me tomó del brazo e hizo que me inclinara en una silla que estaba en la recamara y volvió a golpearme, sin embargo, el cinturón se enredó ligeramente con el vestido y el golpe no fue muy doloroso.
-¡Já! Ese no me dolió. – Sonreí triunfantemente mientras levantaba el vestido para acariciar mi ligeramente adolorido trasero.
Grave, grave error.
Volvió a tomarme del brazo para inclinarme en la silla y, con mi vestido en la cintura, me golpeó con el cinturón, fuerte. Solté un pequeño grito seguido de una risita nerviosa y unas cuantas lágrimas en mis ojos.
-Cállate o nos van a escuchar. – Me dijo Dante de manera firme después de oír como María y Adrián se reían un poco.
-Perdón, pero ese me dolió bastante. – Susurré mientras bajaba mis bragas para poder examinar lo rojo que estaba quedando mi trasero; nuevamente, fue un grave error.
-No las subas.
-Dante, no. No. Por favor, así dolerá más. – Lo miré suplicante, pero él tenía su sonrisa distintiva de “No voy a dejar esto así” combinada con la sonrisa que decía “Uy, ni modo, tú así lo quisiste”.
Derrotada, sumisa y deseosa, me agarré del borde de la silla, levantando ligeramente el trasero y preparada para el golpe. Quizá tomó demasiada fuerza para bajar el brazo, o simplemente fue que mi piel estaba sensible y descubierta pero me ardió más de lo que jamás me había ardido un golpe; gemí de dolor y volví a colocar las bragas en su lugar. Estábamos a unos cuantos minutos de ir a cenar con sus padres.
Me tomó de la cintura y me besó intensamente; estaba parada sobre las puntas de mis pies, pues Dante siempre ha sido bastante más alto que yo, el beso fue intenso, fuerte, firme y decisivo. Sentía su erección directamente contra mi estómago y no pude evitar gemir mientras él hacía que mi entrepierna quedara cerca de la suya. Cuando rompimos el beso, traté de acomodar mi cabello para poder ir a ver a los otros chicos.
-Ven. – Susurró Dante levemente mientras se sentaba en la hamaca que había en la habitación y me hacía sentarme sobre él, dándole la espalda. Supuse que querría un pequeño baile para excitarlo más, pero no, fue una noche de suponer cosas que no iban a pasar.
-¿Tienes a la mano los condones?
-Sí, están en la maleta pequeña, para al rato.
-Sácalos de una vez. – Volteé a verlo un tanto asombrada pero fui por uno mientras el bajaba su short junto con su ropa interior. Me arrodillé frente a él y coloqué el condón sobre su miembro con una sonrisa nerviosa, al levantarme, me quité las bragas lentamente, viéndolo a los ojos.
Volví a sentarme con mi espalda hacía él y sentí como lentamente me penetraba, ahogue un leve gemido mordiendo mis labios. Dante levantó mi vestido para poder acariciar mi trasero rojo y adolorido mientras movía su cadera para continuar sus embestidas.
La hamaca se movía conforme él lo hacía y yo sólo podía sostenerme de sus piernas mientras gemía levemente y disfrutaba de su constante movimiento dentro y fuera de mí.
Pasados unos minutos, comencé a acariciar mi clítoris con vehemencia, pues sus embestidas comenzaron a ser más y más intensas y su respiración se aceleró un poco; sentí como mi orgasmo me golpeaba y un gemido suave abandonó mis labios, a pesar de que Dante continuaba moviéndose dentro de mí.
Cuando volví a respirar ligeramente más tranquila, Dante se deslizó fuera de mí y me hizo arrodillarme frente a él; le retiré el condón, lo coloqué en la basura y volví a ponerme de rodillas frente a él. Sin hacerlo esperar más lo tomé en mis labios suavemente, succionando y moviendo mi cabeza de manera rápida y rítmicamente, sintiendo su miembro pulsar un poco en mi boca y su mano derecha sobre mi cabeza, forzándome a ir más profundo.
-¡Dante, la cena está lista! – Escuchamos a su padre llamarnos, así que le sonreí un poco aún con su miembro en mi boca, lamiéndolo y succionándolo con fuerza, notando sus vanos intentos de no sonar demasiado afectado por lo que le hacía.
-¡Vamos! – Gritó mientras yo succionaba su punta con fuerza. – Usa tus manos, será más rápido.
Lo fulminé un poco con la mirada, sin embargo, comencé a masturbarlo rápidamente mientras lo veía directamente a los ojos y él no perdía un solo detalle de que era lo que le hacía; cuando vi que estaba a punto de correrse y sentí su mano empujarme lentamente hacia su miembro, lo tomé completo en mi boca y comencé a mover mi cabeza rápido y a succionarlo fuertemente hasta que sentí su semen llenar mi boca y su pequeño gemido ahogado. No moví mi boca hasta que sentí que terminó por completo y lo miré a los ojos mientras tragaba su corrida, aún con su miembro dentro de mi boca; lo lamí un poco antes de alejarme de él y le sonreí tiernamente mientras me levantaba, un poco adolorida de las rodillas.
-Ponte eso y nos vemos abajo. – Me dijo señalado mis bragas, justo antes de agacharse a darme un tierno beso en los labios y acomodar un poco mi cabello.
-Wow… - Susurré levemente mientras Dante abandonaba la habitación para ir a ayudar a sus padres a poner la mesa para la cena.
Al llegar al comedor, María y Adrián ya estaban sentados, esperando a que sirvieran los platos de comida.
-¿Todo bien? – Preguntó María con una sonrisa.
-Perfecto. – Contesté mientras iba por los vasos para colocarlos en la mesa, tomé tres vasos, Dante me ayudó con los demás y procedió a sentarse al lado de Adrián, observándome por el rabillo del ojo.
-Ouch… - Me quejé al segundo en que me senté en la silla, por suerte, los padres de Dante aún no llegaban al comedor.
-Uy, deberás sentarte más rápido si no quieres que tus papás se den cuenta mañana. – Comentó Dante de manera descara sonriéndome tiernamente desde el otro lado de la mesa, a lo cual respondí sacándole la lengua y sonriendo tímidamente cuando observé que Adrián y María nos veían sin entender (o fingiendo no entender).
Y ahora, una semana después, los moretones que dejó con su cinturón se mantienen en mi trasero y espero que se mantengan allí unos cuantos días más.