Último Año II: La fiesta.
Me subí en la parte del copiloto y luego Franco se adentró en él. Cuando llegamos a casa hizo lo mismo que horas antes, apagó el motor y se quedó mirándome fijamente.
Era muy tarde, mi alarma no había sonado, y de haberlo hecho, no la había escuchado. Me levanté corriendo de la cama a la ducha, traté de hacerlo lo más rápido que pude. Me peiné, me vestí y bajé corriendo tomando mi mochila. Mi tío John estaba bajando de su auto cuando yo abrí la puerta. Me miró apresurado, estaba a punto de pedirle que me llevara al instituto pero él se ofreció antes de que pudiese hacerlo.
Al parecer había buenas noticias, los negocios que papá tenía seguían funcionando igual y mi tío John me informaba cada dos semanas cómo estaban las cosas en la empresa por si algún día decidía hacerme cargo de ella. Francamente no era algo que tenía en mente, pero siempre era bueno saber que tienes otra opción.
Llegué a la escuela justo tiempo. Dylan y Brad estaban en la entrada hablando sobre la fiesta que habría esa noche. “La fiesta de la hoguera.” No entendía por qué no le decían “Fogata” en lugar de hoguera, supongo que querían que sonara algo creepy. La hacían cada año para los de primer grado, era una especie de rompe-hielo.
Dylan paró de hablar cuando me miró y luego fingió que debía buscar a Kate, o probablemente debía hacerlo. Brad pasó su brazo por mis hombros y caminamos hacia el aula. Brad era un buen tipo, se tomaba todo con naturalidad, e ignoraba que Dylan y yo no tuviésemos buena relación.
Era viernes, tenía historia a la última hora. Franco se había sentado toda la semana detrás de Tori. El profesor Smith ya no había hecho ningún comentario respecto a nada personal de ningún alumno y se limitaba a cumplir su plan de estudio. No era un mal profesor, todo lo que explicaba quedaba muy claro. De un momento a otro su clase comenzó a agradarme.
La campana sonó y todos nos levantamos de nuestros asientos. Estábamos esperando a que la campana sonara, así que el profesor ni siquiera lo tomó como insulto. Franco siempre hacía todo con lentitud, parecía como si su único interés fuera esperar a que todos desaparecieran para poder salir él y no toparse con nadie.
Tori y yo lo esperamos en la entrada, él se percató de eso, sonrió y se encaminó hacia nosotros. Tori y él parecían llevarse bien. Franco incluso hacía bromas que sólo ellos dos entendían. Era obvio que fuese así, tenían casi el mismo horario, se veían más horas que el resto de nosotros.
— ¿Irás esta noche? — Tori se dirigió a él, y Franco asintió.
— ¿Qué hay de ti, Alex? ¿Irás? — Asentí tratando de no ponerme nervioso. Recordé la nota que George me había dejado y sonreí.
Quizás George tenía razón y debía intentar algo con Franco. Después de todo no parecía un patán, y era bastante listo, seguramente hasta el tío John aprobaría nuestra relación.
Dylan apareció frente a nosotros. Los tres nos detuvimos y miramos que llevaba panfletos, nos los entregó, eran sobre la fiesta de la hoguera. Tori hizo un par de comentarios, y Dylan se esforzó por parecer gracioso, quizás demasiado. No dejaba de tomarle el antebrazo a Franco cada que podía, y Tori y yo nos burlábamos sutilmente.
—Este chico es muy… peculiar — dijo Franco bromeando cuando Dylan ya se había marchado.
—No tienes idea — dije siguiendo su juego.
Franco se ofreció a llevarnos a casa. Tori vivía más lejos, pero Franco y yo vivíamos del mismo lado del pueblo, optó por dirigirse primero a casa de Tori mientras planeaban lo que haríamos esa noche. Se suponía que había chaperones, profesores cuidándonos, pero realmente a nadie le importaba, todos veían e incluso consumían una que otra droga. No era mi fuerte, solía hacer cosas estúpidas sin necesidad de consumir nada.
Llegamos a casa de Tori, se despidió de nosotros y luego se adentró a su casa. Franco me miró por el espejo retrovisor, yo estaba sentado en la parte trasera. Hizo una seña con la mano, sabía que quería que me sentara en el asiento del copiloto, salí del auto y me senté junto a él.
Cuando se detuvo en mi casa apagó el motor del auto, supuse que no tenía pensado irse rápidamente. Me giré para verlo y él sonrió. Se le marcaban los hoyuelos cuando sonreía, y eso me hacía mucha gracia.
—Me encantaría quedarme en tu auto todo el día, pero la gente ya habla demasiado del chico huérfano.
—Auch — dijo pensando que me refería a él.
—Lo siento, hablaba de mí. Todos aquí comenzaron a sentir pena por mí cuando pasó… lo que pasó. ¿Quieres entrar a mi casa?
— ¿No hablarán más si son dos chicos huérfanos?
—Al menos podremos decir que es un grupo de apoyo — dije irónicamente, bajé del auto, y él caminó detrás de mí.
Dejé la sudadera que llevaba sobre el sofá, y él se quitó la chaqueta, eso me tomó por sorpresa, era la primera vez que lo veía sin ella, en toda la semana la había llevado en todo momento. Su pecho se marcaba debajo de su camisa térmica.
—No quiero sonar como un depravado pero, mi laptop y mis cosas están en mi habitación y aquí en la sala no hay nada divertido, ¿quieres subir o nos sentamos en el sofá a platicar?
—Cualquiera de las dos me parece llamativa — dijo jugando —, pero no tengo problemas con que parezcas un depravado. No serías el primero con el que me topo.
Saqué dos botellas de agua del refrigerador y le entregué una. Subimos a mi habitación. Tenía una silla mecedora de madera junto a la ventana, me senté en ella y dejé que Franco se sentara en mi cama. Encendí la calefacción y comenzamos a platicar.
—Cuéntame tu historia, Alex — dijo sonriendo. Estaba a punto de hablar cuando abrió los ojos sorprendidos al ver una libreta de color marrón en mi buró —. ¿Esto es un diario? — su pregunta parecía de sorpresa, no supe cómo debía reaccionar. Asentí y él lo tomó. No lo abrió, pero me miró sonriendo —. Es increíble. Creía que las personas ya habían cambiado los diarios por Facebook.
—Lamento quedarme en la edad de piedra — comenté burlonamente.
—No intento ofenderte — su mochila estaba en el suelo junto a la cama. La levantó y sacó de ella un cuaderno forrado con tela de terciopelo. Tenía un cordón que lo rodeaba unas tres veces. Me lo lanzó y yo lo atrapé. Era un diario. Sonreí y casi podría asegurar que estaba sonrojándome. Dejamos los diarios a un lado y seguimos conversando. — ¿Dylan y tú tuvieron algo que ver alguna vez? — su pregunta me tomó por sorpresa, solté una carcajada y casi caigo de la silla.
—Aunque hubiese tenido la intención de salir con Dylan, no lo hubiese conseguido. Nuestra relación es complicada… somos como ene-amigos. Pero ya sabes lo que dicen, el yin y el yang y todo eso.
—Es una de las cosas en las que creo — dijo poniendo las manos a los costados. Fruncí el ceño haciéndole entender que esperaba a que continuara —, creo que existe un antagonista para todo. Un equilibrio en todo. El amor y el odio, la luz y la oscuridad, el yin y el yang.
—Dylan y yo — añadí en tono de burla.
—Lo digo en serio — dijo entre risas.
— ¿Qué pasa con los homosexuales? — Pregunté confundido —, ¿no son lo mismo? Deberían encontrar a su complemento, no a uno igual.
—Alex, el equilibro y el balance de la vida, va más allá de lo físico. Las personas no son objetos, y nadie dice que el hombre y la mujer sean muy opuestos. En cambio tú y yo, podríamos ser muy parecidos, o muy diferentes. Sobre todo si de verdad te gustaban los Backstreet Boys. — miré el póster que estaba pegado en el clóset y luego lo miré con los ojos en blanco.
—No me digas que crees que los de N Sync son mejores que los BSB.
—Justin Timberlake es mejor que los cinco Backstreet Boys juntos.
—Tienes razón, creí que éramos similares, ahora eres mi enemigo.
— ¿Lo ves? Todo tiene su opuesto.
Comenzaba a hacerse tarde. Franco dijo que iría a casa a arreglarse para ir a la fiesta. Le aseguré que haría lo mismo. Se marchó y yo me quedé pensando en todo lo que habíamos conversado. No sabía si franco sentía algo, pero cada que hablaba mis hormonas se estimulaban y me provocaban una erección. Debo decir que no tenía una vida sexual muy activa, pero estaba seguro de que podría hacer una excepción con él.
Entré a la ducha, me desvestí y luego abrí el agua caliente. Lo imaginé entrar a la ducha detrás de mí. No llevaba nada puesto. Se paró justo detrás de mí y me rodeó la cintura con su brazo derecho mientras c on el otro acariciaba mi pecho. El agua caliente ya estaba llenando de vapor el baño, los cristales, y el espejo estaban bajo los efectos del vapor. Toqué mi polla que en esos momentos ya estaba muy despierta. Sentí su cuerpo junto a mi espalda. Era como estar en el paraíso. Comencé a acariciar mi polla, imaginando que era él quien lo hacía. Imaginaba su mano haciendo subir y bajar mi polla al ritmo de nuestras respiraciones. Sentía sus labios en mi cuello y su mano moviéndose cada vez más rápido. Estaba alcanzando el clímax, y no podía parar. Sentí los nervios en mis hombros contraerse al igual que los de mis piernas. Levanté mi cabeza y sentí el líquido salir de mi miembro cayendo sobre mis pies. Puse mi otra mano sobre la pared para no perder el equilibrio y me quedé así un momento.
Salí de la ducha y me sentía muy culpable. Aunque tenía la seguridad de que nadie se enteraría a menos de que yo lo mencionara.
Me senté en la cama y me miré en los espejos que cubrían las puertas de mi clóset. Ahí estaba yo, pensaba en si un chico como Franco pudiese fijarse en alguien como yo. Apenas alcanzaba el metro y setenta y cinco centímetros. Cuando era niño practicaba béisbol por petición de mi padre, así que tenía buenas piernas, y lo que ser un beisbolista conlleva. Tez clara y cabello muy oscuro, lacio y algo largo. Algo que Tori siempre me elogiaba eran mis rasgos faciales, ella aseguraba que no eran nada infantiles, sino más bien muy marcados, y que me hacían parecer un tipo malévolo, aunque eso no era cierto. Tenía los labios carnosos y los ojos grandes, muy oscuros igual que mi cabello.
Tomé una playera blanca de manga larga y unos jeans ajustados. Me puse unos zapatos que me gustaban mucho, y después de arreglarme el cabello y los asuntos de olor, me dispuse a marcharme. Brad se ofreció a llevarme a la fiesta, salí y me senté en la entrada de mi casa a esperar a que llegara. No tardó mucho en aparecerse, era muy puntual.
Brad y yo llegamos a la fiesta y nos separamos al instante. Él fue a buscar a una chica con quien liarse y yo a buscar a mis amigos. Escuché la voz de Tori y Dylan hablando, tenían que alzar bastante la voz porque la música estaba en un volumen muy alto. No era mi intención escuchar de qué hablaban, tenía que acercarme a ellos de cualquier manera, pero me sorprendió escuchar a Dylan decir mi nombre, y a Tori diciéndole: “Dylan, Alex y tú no tienen una competencia. Franco no lo eligió sobre ti, simplemente se siente mejor estando con él, no puedes culparlo por sentir algo así, simplemente lo sintió.”. A lo que Dylan respondió: “Te equivocas, Tori, sí es una competencia, siempre lo ha sido, siempre me ha quitado todo lo que he querido. Sólo le falta quedarse con mis padres.”. Tori me miró y abrió los ojos de golpe porque estaba segura de que los había escuchado hablar.
Intenté sonreír y luego me marché. Fui a buscar la barra, tomé un vaso y me serví algo de whisky en él. Caminé hacia el muelle, no había nadie ahí, era un buen lugar si querías estar solo. Sólo había una pareja besándose, dijeron algo cuando me miraron y luego se marcharon.
Estaba bebiendo, sentado en la orilla del muelle, cuando Franco se sentó a un lado de mí y fingió que verme ahí no le hacía gracia. Aunque fue en vano, porque su sonrisa se notaba aunque se esforzara por no mostrarla. Le conté lo que había escuchado, frunció las comisuras de su boca y luego tomó mi mano. Nadie nos veía de cualquier manera, y parecía más un apretón de manos por compasión que otra cosa.
—Tengo una duda — dije limpiándome la cara. Él se hizo a un lado y me miró fijamente. — Dijiste que todo necesitaba un equilibrio, pero tus ejemplos sólo fueron de cosas opuestas. El amor y el odio. ¿Puedes explicarme cómo funcionaría una relación “sentimental” entre el amor y el odio si ambos sentimientos fueran personas?
—Es una buena pregunta — dijo Franco sonriendo, algo nervioso. — Honestamente, no sé la respuesta correcta, pero suponiendo que ambas emociones son personas, al odio y al amor les vendría bien saber que si el otro no existiera, no habría razón alguna para existir. — Guardé silencio y esperé a que dijera algo para romper el silencio. — Ahora soy yo el que tiene una duda.
—Supongo que estás en todo tu derecho de preguntar.
— ¿Escribirás de mí en tu diario?
—No lo creo — respondí sonrojado —, a no ser que ya lo haya hecho. — Enarcó las cejas.
— ¡Chicos, los he estado buscando! Creí que les había pasado algo — Tori parecía agitada.
—Sí, creo que no ha sido buena idea venir — admití levantándome. — No me siento bien, además es la primera semana de clases, estoy muy cansado. Creo que me iré a casa.
—Yo puedo llevarte — Franco se levantó y me acomodó el cabello.
—Alex, sé que nos escuchaste… pero Dylan siempre ha sido así.
—Tori, lo que dijo Dylan fue horrible — Franco habló primero que yo —, tiene suerte de que Alejandro no lo hubiese golpeado. — Casi nadie me llamaba Alejandro, sonó raro cuando lo dijo. — Déjame llevarlo a casa, prometo que llegará sano y salvo.
— ¿Estás seguro? — Tori me miró aún preocupada.
—No pasa nada, Tori. Tú y yo no tenemos ningún problema, pero de verdad quiero estar en un lugar tranquilo.
Le di un fuerte abrazo y luego me encaminé junto a Franco hacia el estacionamiento, o más bien, el baldío donde todos habían dejado sus autos. Me subí en la parte del copiloto y luego Franco se adentró en él. Cuando llegamos a casa hizo lo mismo que horas antes, apagó el motor y se quedó mirándome fijamente.
— ¿Quieres pasar? — pregunté de manera cortés.
— ¿Crees que sea prudentes? — respondió él.
—No. ¿Pero a quién le importa?
Gracias por llegar hasta aquí, y gracias a aquellas personas que se atrevieron a mandarme un e-mail. Traté de responder todos los que enviaron, cualquier opinión o sugerencia, tienen toda la libertad de hacérmela saber.
Espero que hayan disfrutado la segunda parte, y que sigan interesados en seguir leyendo.