Último Año I: El chico misterioso.

Ya estaba por salir de la biblioteca cuando escuché detrás de uno de los estantes que alguien susurraba, como si discutiera con alguien. No quise entrometerme pero Franco salió de ahí antes de que pudiera fingir que no había escuchado nada. (Este capítulo no tiene contenido sexual)

Llegué a casa algo agobiado por el viaje. Dejé caer las maletas en la entrada, y caminé directo hacia la cocina. Me serví un vaso de agua y lo bebí rápidamente, estaba bastante sediento al parecer. Mi tío John, mi tutor, entró con otra maleta. Mis padres habían fallecido, así que él se encargaba de cuidarme la mayor parte del tiempo. Lo hacía muy bien, debo admitir.

Me entregó una carpeta con papeles del instituto y la dejé en la mesa. Era mi horario y esas cosas que me daban cada año. Después de eso se despidió de mí diciendo que se encontraría con su mujer y sus hijas, no sin antes invitarme a cenar con ellos. Siempre lo hacía, pero sólo por cortesía, porque estaba seguro de que la respuesta seria “no”. No tenía nada en contra de él o su familia, pero sentía que ya era demasiado con que se encargara de mis asuntos legales.

Mi mejor amigo, Charlie, había estado llamando desde que llegué al pueblo.  Le había dicho que volvería ese día, así que quería que nos miráramos. Le envié un mensaje de texto asegurándole que saldría con él una vez que descansara del viaje.  Caminé a mi habitación con las maletas en mano y las dejé junto a mi cama. Las vacaciones de verano ya habían terminado, debía volver al instituto. Ese lugar estaba liderado por mi grupo de amigos, no era algo de lo que me sentía orgulloso, pero cualquier persona que haya cursado el instituto, sabrá que en ese lugar es matar o morir.

Había un espejo frente a mí, miré mi reflejo y me sorprendió lo mal que me veía. Tenía las ojeras muy marcadas, y mi cabello hecho una maraña. Caminé al baño y después de ducharme me dispuse a dormir hasta el día siguiente. El tío John no vivía lejos de mi casa, de hecho, vivía bastante cerca, como a dos calles solamente, por ello me daba la libertad de vivir solo. A mis padres no se les había escapado nada, se habían encargado de asegurar todo por si algo les pasaba.

A la mañana siguiente, hice lo que John me había recomendado. Sugirió que consiguiera un compañero de piso, aunque en realidad sería, un compañero de casa, para dividir los gastos. La casa era grande como para mantenerla yo solo,  y aún quedaba un largo año para marcharme a la universidad. Una de las ventajas de no tener familia, era que tenía toda la libertad de elegir la universidad que más me gustara, al final del día, nadie iba a extrañarme, así que podría marcharme sin remordimiento alguno.

Fui muy claro en el post que publiqué en una página web, “Persona joven con empleo o sustento para pagar la renta de cada mes. Ser capaz de respetar ciertos horarios, y que no fuera un patán.”

Charlie pasó por mi casa ese día, era un día antes de volver al instituto, siempre nos veíamos.  Estuvimos mirando televisión y comiendo pizza, hasta que su novia, Kate, le llamó para que fueran a ver una película al cine. Charlie fue educado y me invitó, pero no era difícil notar que yo no le agradaba a  Kate, al parecer se sentía insegura con la relación que llevábamos su novio y yo, era bastante clara para mí. Aunque debo admitir que entendía por qué se ponía así, Charlie era guapo, tenía esa cara de niño que convence a quien sea de cualquier cosa, y el cuerpo de hombre que todos buscan tener. Habíamos crecido juntos desde preescolar, así que nuestra relación ya era más de hermandad.

Cuando llegué al instituto, miré a Charlie recargado en su camioneta junto a Kate. Brad y Tori, mis otros amigos, también estaban con ellos.  Caminé directo hacia dónde estaban  y todos comenzaron a hablar repentinamente. Era difícil poner atención a uno sin ser descortés con otro. Brad me abrazó cuando me miró, y me dijo que me había echado de menos, francamente yo los había extrañado demasiado, sobre todo a Brad y a Charlie, Tori y yo habíamos hablado casi todos los días de vacaciones, no había tenido oportunidad de extrañarla.

Había otro chico ahí con nosotros, Dylan, pero nunca pude llevarme bien con él, era como si siempre estuviésemos compitiendo por todo, y ya estaba cansado de ello. Era el mejor amigo de Kate, quizás a eso se debía su desdén hacia mí, también era amigo de Tori, no había nada que yo pudiese hacer al respecto.

Miramos un auto detenerse en el estacionamiento, era un buen auto, aunque honestamente no sabía mucho de autos. El motor se apagó y dos minutos después salió un muchacho de ahí. Parecía haber estado organizando su carpeta, porque incluso cuando hubo salido del auto, echó una ojeada a sus papeles. No era muy alto, pero no era bajito tampoco, un metro y setenta y… algo. Seguramente mediría lo mismo que yo o un poco más. Llevaba gafas oscuras y una chaqueta de cuero, Tori y Kate no dudaron en hacer comentarios,  aunque Charlie reprendió a Kate por hacerlos. Incluso Dylan dijo cosas que no entendí muy bien.

El muchacho misterioso llevaba unos jeans entallados,  aunque no de una forma grotesca, simplemente dejaba ver sus piernas atléticas. Nosotros nos encaminamos a nuestros respectivos salones y él se marchó a la dirección. Supuse que entregaría sus papeles de transferencia,  o al menos eso esperaba.

La primera clase que tenía era con Tori,  mi mejor amiga, era bajita,  pelirroja y con pecas. Su cabello era largo y ondulado,  me encantaba verla,  no pasaba desapercibida en ningún lugar. Tenía ojos grisáceos y la mayoría de las personas que entablaban una conversación con ella se apresuraban a comentarle lo hermosos que eran.

Estábamos en clase de historia,  detestaba esa clase,  mucho. El profesor me odiaba,  de verdad me odiaba, hacia comentarios ofensivos acerca de mis padres y me hacía preguntas cuando estaba seguro que no sabría responderle. El "muchacho misterioso",  que fue como lo llamé esa mañana,  entró al salón de clases entregándole una hoja al profesor. Se encaminó a un asiento detrás de Tori, y me miró, aunque fue una mirada accidental, me giré hacia el profesor y esperé a que empezara la clase para que me humillara.  Incluso mis compañeros esperaban sus comentarios.

— Señor,  Salazar  — ese era yo  —,  usted que tiene descendencia latina, podría darnos su opinión acerca de los problemas que existen actualmente con el país...

— Señor Smith, mis tatarabuelos eran de otro país, no yo,  y nunca me interesé por aprender una cultura en la que nunca iba a vivir así que me temo que no sabré darle un punto de vista "latino" — dije tratando de no ser grosero.

—Debió ser una grosería para sus abuelos que no se interesara en ello,  ¿no lo cree?

—Suponiendo que la clase de historia trate de los inmigrantes que acuden al país por oportunidades de empleo y/o una mejor vida,  supongo que puedo darle mi opinión — dijo el chico misterioso,  no tenía aspecto de latino,  pero evidentemente no era americano.

— ¿Seguro,  señor Bertolini? — el muchacho asintió.

—Pero primero habría de saber cuáles son las razones de su pregunta hacia el señor Salazar — me miró sin sonreír —,  quiero decir,  ¿cuál cree usted que es la problemática del país?

—La escasez de los empleos a causa de los ilegales en el país, es obvio señor Bertolini - el profesor lo miró poniendo los ojos en blanco como si el problema fuese bastante obvio.

—No estoy a favor de las cosas ilegales — dijo Bertolini —,  pero si usted tiene miedo de que un indocumentado,  que apenas sabe hablar inglés,  y que no tiene ningún contacto importante en el país, sea capaz de robarle su empleo... quizás debería de preocuparse por prepararse más, Señor Smith — la mitad del salón comenzó a aullar y los otros guardamos silencio.  Sabíamos que Bertolini se convertiría en la nueva broma del grupo cuando el profesor comenzara a hacerle preguntas absurdas para ridiculizarlo —. Y sólo para aclarar,  mis ancestros,  italianos,  por si no notó el apellido, llegaron juntos con los primeros colonizadores al país, y adivine qué — el profesor guardó silencio — había indígenas en el país,  no son ellos los invasores.  Recuérdelo.

La campana sonó y todos salieron rápidamente del aula. Tori se encaminó rápido hacia mí y el profesor comenzó a beber de su termo como si su vida dependiera de ello. Yo no sabía mucho respecto al tema,  pero agradecía  que el chico nuevo me hubiera salvado de una burla más.

A la hora del almuerzo,  Tori y yo nos encontramos con los demás,  nadie nos dirigía la palabra,  pero sabíamos que no éramos los marginados,  sino todo lo contrario,  y yo ya me estaba hartando. Era el último año y no conocía a muchos de mi generación a pesar de que la mayoría nos conociera a nosotros,  me parecía patético.

—Sí,  lo ha dejado callado — aseguró Tori contando lo que Bertolini había dicho en clase,  y todos se sorprendieron.

Dylan llegó,  y empezó a hablar de Bertolini,  que al parecer se llamaba Franco, sus papás debieron tomarse muy en serio lo de conservar su esencia porque no dejaron pasar ni siquiera el nombre. Se había transferido de otro estado porque sus padres habían fallecido el año pasado, Tori fijó su mirada en mí de modo que si no hubiese sabido que era mi mejor amiga,  me habría sentido ofendido por su falta de tacto. Le decían Fran,  y al parecer tenía una media de excelencia.

—No está mal para ser huérfano — dijo Brad.

—Ten un poco de respeto — dijo Tori dándole un golpe en el hombro.

Después de clases me encaminé a la biblioteca,  me había llevado un libro antes de vacaciones y el encargado me había pedido que lo llevara el primer día de clases si no quería que me pusieran un reporte por conservarlo tanto tiempo. Llevaba mi celular en la mano, lo coloqué en el mostrador y saqué mi identificación de estudiante de la mochila. Se la entregué y cuando le di el libro me aseguró que no habría ningún problema, era joven el encargado, y bastante amable. Ya estaba por salir de la biblioteca cuando escuché detrás de uno de los estantes que alguien susurraba, como si discutiera con alguien. No quise entrometerme pero Franco salió de ahí antes de que pudiera fingir que no había escuchado  nada.

—Hola — dijo educadamente con un libro en las manos. Era de mitología griega, supuse que era para la clase de historia.

—Hola,  Franco —sonrió sorprendido.

—Creí que el señor popular eras tú,  Alex - me miró con la sonrisa aún en sus labios.

—Sí,  bueno,  la gente habla de ti,  eres el chico nuevo del instituto.

—Soy uno de ocho — me aseguró mientras caminaba con el encargado para firmar por el libro.

—Quizás los otros no se atreven a responderle al profesor Smith,  de la manera en que tú lo hiciste. Gracias por ello, por cierto.

—No iba a dejar que te tratara así,  su comentario fue muy inmaduro.

—Gracias — volví a decir algo nervioso.

—Aunque no fue sólo por ti,  Alex. Su papel como educador no es sobajar a las personas sólo por su raza o lo que sea. Su deber es enseñarnos sobre la historia del estado y ya.

—Aun así, de no haber sido por ti, seguramente habría sido una hora entera de "molestemos a Alejandro".

Franco sonrió nuevamente, tenía los ojos verdes,  cabello castaño oscuro,  cejas pobladas y labios muy bien formados. Olía como a una especie de vainilla y...  otra cosa que no pude distinguir.

—Acabas de mudarte,  ¿no es así?  — pregunté cuando salimos de la biblioteca.

—Prácticamente acabo de volver — dijo guardando el libro en su mochila —,  viví aquí con mis padres hasta los 4 años.  Después nos marchamos,  y decidí volver por ciertas razones.

—Personales,  supongo.

—No,  bueno, no menciono las razones porque no pretendo llamar la atención aquí.

—No lo consigues — dije entre risas. — Mis amigos ya sabían toda tu historia a la hora del almuerzo, eres el tema de hoy.

—Tendré que postearlo en Twitter.

Cuando caminamos por pasillos ya no había casi nadie. Si acaso unas dos o cuatro personas,  que habían olvidado cosas. Caminamos hacia afuera y su auto era el único aparcado en el estacionamiento. Ofreció llevarme a casa pero me negué, no vivía muy lejos y ahora era yo el que no quería llamar la atención.

— Entonces,  te veo mañana en historia — dije educadamente.

—Y en trigonometría — dijo él corrigiéndome.

Sonreí todo el camino a casa. Franco era muy guapo,  tenía la mandíbula marcada y la nariz respingada. Además de que tenía un tono de voz muy grave que hacía juego con su toque de chico serio. Hablaba lento,  como si quisiera que las personas entendieran claramente qué era lo que estaba diciendo.

Cuando llegué a casa,  caminé directo a mi habitación,  sólo tenía una tarea pendiente que haría por la noche, tomé mi portátil y me senté en la cama para revisar el post que había publicado. Había tres solicitudes,  pero ninguno que me convenciera, dos no tenían empleos y pasaban de 25 años,  y la otra parecía ser fanática de la iglesia, no tenía nada en contra de ella,  pero seguramente ella sí estaría incomoda conmigo.

Tori llegó a mi casa,  bajé corriendo hasta encontrarme con ella, cuando abrí la puerta me miró con los ojos entrecerrados. Yo hice gesto de no entender lo que estaba tratando de decirme así que esperé a que me dijera qué era lo que pasaba.

—Dylan está molesto contigo,  Alex — puse los ojos en blanco.

— ¿Y ahora qué hice?  — pregunté con tono sincero.

—Ya sabes cómo es, dice que te quedaste en el instituto hasta tarde para encontrarte con Franco, ¿es cierto?

—Debía entregar un libro en la biblioteca,  por eso me quedé,  Franco estaba ahí,  ¿cómo es que se enteró él si ya no había en el instituto? Estoy harto de él, no lo soporto, y siempre logra molestarme aún más.

—No te lo tomes así,  ya lo conoces,  por otro lado,  creo que debes de contarme de qué hablaron.

—Tori — dije yo entre risas,  caminamos hasta mi sala.

Estuvimos ahí varias horas platicando de Franco, de nuestro último año en el instituto,  de la Universidad,  y de otras cosas. Le pedí que se quedara a dormir,  pero tenía razón, tenía que ir a clases al día siguiente así que debía marcharse. Cuando abrió la puerta para marcharse los dos nos sorprendimos al ver a Franco de pie en la puerta a punto de golpearla.

—Hola, Alex - dijo educadamente —,  Tori — añadió sonriendo.

—Hola — dije nervioso —, ¿cómo sabes dónde vivo? — intenté no sonar grosero,  pero el codazo que recibí de Tori en mis costillas me hizo entender que mi intento fue en vano.

—Es un pueblo chico,  Alex, le pregunté a la primera muchacha que me topé en la calle y me lo dijo.

—Creo que debería marcharme — dijo Tori nerviosa,  ya estaba oscuro, Tori vivía algo lejos de casa.

—Puedo darte un aventón si quieres — dijo él educadamente.

—No,  puedo caminar,  siempre lo hago así,  no te preocupes.

Tori se marchó y nos dejó ahí a ambos parados en la puerta. Aún no entendía,  pero una parte de mí se alegraba por verlo ahí de pie. Me preguntó que si quería salir y caminar, no pude negarme. Entré a mi casa por una sudadera y luego salí a encontrarme con él. Caminamos por la acera,  el asfalto estaba húmedo aún, así que cuidaba bien por dónde caminaba.

— ¿De verdad fue tan sencillo encontrarme?  - pregunté cuando veníamos de regreso algo curioso.

—Dejaste esto en el mostrador de la biblioteca — era mi celular,  toqué las bolsas de mi pantalón y me di cuenta de que no lo llevaba. Me lo entregó y después guardó silencio. — Había una muchacha cerca de mi casa,  estaba corriendo,  se ha detenido cuando me miró,  así que aproveché para preguntarle por ti. Al parecer no eres un simple adolescente.

—Mi familia tiene una historia, y muchos de aquí están consciente de ello. — Ya habíamos llegado a casa,  Franco fue muy educado en todo momento y no hizo preguntas que pensaba podrían “ofenderme”,  aunque estaba acostumbrado a que las personas las hicieran. Nos detuvimos en las escaleras de la entrada y comenzó a despedirse de mí.

—Tengo una duda — dije tratando de formularla bien. — Si tomaste el celular en el mostrador de la biblioteca,  ¿por qué no me lo regresaste en ese momento para ahorrarte el viaje hasta acá?

—Era un buen pretexto — esbozó una sonrisa.

Sonreí también y después de estrechar nuestras manos,  entré a mi casa. George estaba sentado en el sofá,  esperándome. George era mi novio. Lo miré y mi sangre se fue directa a mis pies. George ya era universitario, no esperaba verlo ahí, francamente ya no esperaba verlo.

— ¿Nuevo amigo?  — preguntó  sutilmente.

—George — me encaminé hacia él y lo abracé. Una parte de mí se alegraba al verlo.

—Alex,  sé que tengo que confiar en ti, y que probablemente tú no confíes tanto en mí por las cosas que pasaron entre nosotros,  pero creo que será cada vez más complicado...  tenerte aquí, confiar en ti... no quiero decir que no podamos confiar uno en el otro,  sino que quizás...

—Ya entendí, no quieres que tengamos un compromiso el uno con el otro si sólo nos veremos dos veces al año.

—Sigo amándote — se apresuró a decir —, pero creo que es lo mejor.

—Supongo que tienes razón, y aprecio tu sinceridad y tu madurez.

—Ahora quizás deba marcharme, pasaré a casa de mis padres y me iré por la mañana. Quizás ya no volvamos a vernos en mucho tiempo.

—Podrías quedarte si quieres.

Caminamos a mi habitación, nos desvestimos, y nos recostamos en mi cama. George me abrazó y me dio un beso en la mejilla. No sé cuánto tiempo pasó, pero nos quedamos dormidos al instante.

Cuando desperté,  George ya se había marchado, no lo miré en la cama. Supuse que era lo mejor para ambos. George era un chico listo,  así que estaba mejor así. Había una nota en la almohada de él, la tomé y la leí. "Gracias por todo el tiempo que pasamos juntos, es el mejor que he vivido. Y no dudes ir tras ese chico,  sería un imbécil si te dejara ir. Con amor,  George,  el imbécil que te ama." Solté una carcajada y luego guardé la nota en el libro que estaba leyendo.

AlexSalazar

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, creo que al principio aparece. Si el relato es del agrado del público, subiría la siguiente parte el próximo lunes. Gracias por leer todo el capítulo.**