Última noche del campamento
Después de unos días de campamento con mucha tensión sexual entre Marcos y yo, la última noche conseguimos liberarla en los baños al lado de nuestros amigos.
Era la última noche del campamento. Hacía ya tres horas que mi amigo Raúl y yo habíamos bajado al salón a ver el ambiente, pero, aunque nuestra intención era bajar e irnos después a dormir, nos habíamos encontrado con Rocío, Marcos y algunos más hablando en el pasillo y pues… aquí seguíamos. Nos habíamos quedado porque yo sabía que era mi última oportunidad para hablar con él, con Marcos, con el chico más sexy de todos los que había allí.
Desde la primera vez que le vi en el comedor, el primer día del campamento, nada más darme cuenta de que era el famoso amigo gay de Rocío, empezó a ponerme, el cabrón. Sabía que no debería pensar en chicos allí, que a mis 21 años no debería ligar con un chaval de 17 como él... Pero es que sus ojos verdes, sus piernas fuertes, el culo que le hacían esas bermudas... Todo él era irresistible.
Me ha costado mucho centrarme en las actividades del campamento, no dejaba de pensar en él. Yo creo que sus amigas se han dado cuenta, porque cuando estábamos todos juntos no dejaba de mirarle, a él y a sus piernas. Pero es que siempre iba con aquellas bermudas rojas enseñando unos gemelos que me ponen malo, unas piernas llenas de pelos que cualquiera quita la vista de allí.
Y en los desayunos, que un día le vi bajar en pijama y estoy seguro de que no tenía calzoncillos porque se le notaba toda la polla, que me puso malísimo. Y la comida esa en la que, después de estar toda la mañana corriendo y jugando, pasó por mi lado y pude oler su sudor. En definitiva, cada vez que le miraba, le oía o le olía, me acababa poniendo cachondo.
En fin, que aquí estábamos, yo ya vestido con el pijama (y sin calzoncillos debajo), todos sentados en el suelo, y él y yo ligando disiuladamente delante de los demás. No sé qué estará pensando de mí, espero no parecer demasiado estúpido, pero estoy un poco nervioso. Joder es que con esas bermudas y así sentado se le ve mucha pierna. Estoy nervioso y cachondo. Vaya panorama.
La gente se va yendo y viniendo pero la cosa no cambia: Raúl, Rocío, él y yo. Bueno, yo empalmado, que cuento doble. ¿Le pongo? No me ha dado ningún indicio que lo confirme, de hecho el único que ha estado mandándole indirectas he sido yo… En realidad se le ve incómodo a mi alrededor, pero igual es porque le gusto, ¿no? Joder, no sé. Le tengo ahí delante y no tiene ni idea de todo lo que me gustaría hacerle. Que se vaya el resto a tomar por culo y nos dejen solos, que necesito besar esos labios tan carnosos que tiene, agarrar ese culazo, sobarle ese paquete.
Pero no, la gente no se va, y mi polla se niega a bajar. Tengo que hacer algo. El baño está ahí, podría pasar y hacerme una paja rápida, pero ni de coña… ¿no? En realidad no sería la primera vez que hago algo así. A quién pretendo engañar, soy un cerdo, me he hecho pajas en situaciones peores que estas. Y no sería la primera que me hago pensando en él. Vaya morbazo pajearme a escasos metros de él, creo que me podría correr muy rápido. El problema es levantarme con este pijama de mierda y esta erección de caballo, se va a notar.
-En fin, voy al baño
Me levanto y me giro para el lado contrario a donde está él; al otro lado también hay gente pero mi prioridad es que él no vea que estoy empalmado. Todo bien, no se ha notado, abro la puerta y voy a entrar, pero QUÉ?? De verdad me acaba de mirar el paquete? Vale, quizás haya sido una imaginación mía pero estoy casi seguro de que me ha mirado directamente a la polla. Puto pijama.
Pero bueno, ya estoy dentro, y eso (sea verdad o no) me ha puesto más cachondo todavía. Podría ir a uno de los cúbiculos que hay, pero siempre me ha dado morbo pajearme en los urinarios cuando no hay nadie, el morbo de ser descubierto... Así que me bajo los pantalones y empiezo a pajearme frente al urinario. Joder, qué bien, qué morbo, qué cachondo me pones, Marcos...
MIERDA MIERDA se abre la puerta. Disimulo como puedo lo que estaba haciendo. “Joder, qué frío hace en este baño” digo a quien sea que acaba de entrar para disimular. Se pone en el urinario de mi derecha, y cuando giro la cabeza un poco para ver quién es, esperando que sea Raúl o cualquier otro… ¡¡¡ES MARCOS!!! No puede ser. Esto no puede ser casualidad. O se la suda todo y le han entrado ganas de mear justo cuando he pasado yo (y lo de la mirada ha sido todo un espejismo), o ha entrado buscando algo.
“Sobre todo si eres tan tonto de bajar en pijama, sí” me dice mientras se saca la polla a escasos treinta centímetros de mí. De todas las situaciones que había imaginado en mi mente, de todas las formas que había soñado en las que podríamos follar, esta era la que menos me esperaría. Pero joder, estaba ahí, a mi lado, con la polla fuera (¡cómo me estaba costando no mirar!) y hablándome. Igual es más hetero de lo que pensaba… Sea como sea sigo empalmado y tengo que disimular de alguna forma.
“Perdona pero es un pijama precioso y muy discreto. Y bien que lo mirabas antes.” QUÉEEE, ¿por qué he dicho eso? Por si no era lo suficientemente ridícula la situación, acompáñala de un intento estúpido de hacerle saber que le has pillado antes, ¡di que sí!
Pero Marcos no responde, y yo me doy la vuelta para ir a lavarme las manos, y de paso que no me vea el bulto en el pijama. Él sí que está meando, y oírlo me pone malo… así no voy a bajarme esto en la vida. Interpreto su silencio como la confirmación absoluta de que mi teoría es falsa, él no me ha mirado nada. Cuando acaba él también viene al lavabo, diciendo “Tienes suerte de que haya sido yo sólo el que miraba. ¿Por qué te has empalmado?”
Joder, era verdad, sí que había mirado. “Jajaja no sé, estas cosas pasan a veces”. Pero no está contento con la respuesta, y mientras me seco las manos dice: “ A veces, sí... ”. Está mirando mi paquete descaradamente, y yo no puedo más. Algo tiene que significar esto. Me la juego.
“Pero tampoco es plan de salir así otra vez…”. Le miro a los ojos, dejo la toalla y le pregunto “ Entonces… ¿salimos?”. No dice una palabra, pero niega con la cabeza y por su mirada sé que tengo que actuar. Me acerco poco a poco, se ve que está nervioso, pero joder ha sido él el que ha empezado esto entrando al baño cuando estaba yo, ¿no?
Mi polla, que a pesar de estar en el pijama apunta hacia delante por lo empalmado que estoy, choca contra su pantalón y rompe la tensión del momento. Nos reímos, pero enseguida nos damos cuenta de que estamos casi pegados. Él respira fuerte mirándome a los labios. Yo subo mi mano a su cuello, le clavo ligeramente las uñas en la nuca y tras un ruidoso suspiro… le beso.
Y es un beso desatado, en el que soltamos toda la tensión acumulada de estos días, todas las miradas, todas las distracciones. Todas las veces que nos hemos imaginado follándonos mutuamente, sin saber que el otro hacía lo mismo. Nuestros labios enseguida encajan y las lenguas se mueven con pasión. Es un beso húmedo, estamos babeando los dos. Nos chupamos, nos agarramos. Yo le lamo todo el lado derecho de la cara, desde la barbilla hasta la frente, sin saber muy bien cómo reaccionará…
“Pfff sí sí, haz eso”. Joder, qué receptivo es. Le empujo contra la pared, y el ruido que suena al chocar parece que nos otorga un instante de conciencia a los dos, porque nos paramos y nos miramos a la vez. Estamos en un campamento. Tengo 21 años, él 17. Al otro lado de esta pared están todos sus amigos. Puede entrar alguien en cualquier momento. No deberíamos estar haciendo esto.
Pero rápidamente nos invade el morbo, nos encanta ese peligro, nos pone muy cachondos. Lo sé porque me quita la camiseta y me baja los pantalones del pijama.Yo, por mi parte, le quito la camiseta y veo una tripa, un pecho, unos brazos que me correría ahora mismo si los mirase un poco más. Beso su cuello y él me agarra del pelo por detrás del placer que está sintiendo. Pero lo que no sabe es que al subir el brazo para agarrarme me ha llegado un olor que me hace gemir contra su piel. Necesito olor, necesito sabor. Necesito comerle la polla ya.
Así que le desabrocho por fin las famosas bermudas, dejando a la vista unas piernas fuertes y llenas de pelos, y un buen paquete encerrado en unos calzoncillos negros que no tardo en lamer. Le puedo oler aún con ellos puestos, y me vuelve loco. Cuando se los bajo descubro una buena polla, con un glande enorme pidiendo ser lamido, y unos huevos que cuelgan enormes y tienen pinta de estar riquísimos.
“ Con cuidado, por favor ” me dice cuando estoy pasando la lengua desde la base del tronco hasta el frenillo. Puedo ser o una guarra ansiosa o una elegante. Toca la segunda opción, pero siempre guarra, así que le miro a los ojos desde mi posición arrodillado y le digo “Escúpeme en la boca”. Me he arriesgado, podría haber pensado que era un cerdo asqueroso… pero no. Desde ahí abajo, con su polla al lado de la cara, le veo echando un gapo que cae justo en mi lengua. Y el plan era ponérselo en la polla pero no puedo evitar tragármelo, porque creo que nunca he estado más cachondo.
Se la estoy comiendo lento, le oigo gemir intentando no hacer ruido para que no nos oigan. Me la meto hasta el fondo y, aunque se ve que no quiere ahogarme, no puede evitar cogerme de la cabeza y alargar ese momento de placer lo máximo que pueda. ¡Si supiese cuánto me gusta metérmela hasta el fondo! Cuando me la saco, me mira con una cara de niño que me puede y empieza a pajearse. “ Ven, levántate ” me dice. “ Me queda poco ”.
Se empieza a pajear fuerte, y yo me la saco y hago lo mismo porque sé que con lo cachondo que estoy, a poco que me toque me voy a correr. Nos juntamos en un abrazo, cada uno pajeándose y besándonos, oliéndonos, lamiéndonos. Yo estoy a punto, se lo digo y me pide que me corra en su cara. “ No, que te manchas y ahora hay que salir. Espera ”. Me alejo un poco de él para poder pajearme justo delante de su tripa. Le cojo la mano con la que no se está masturbando y la pongo en uno de mis pezones, esperando que entienda lo que quiero.
Y lo entiende, me empieza a pellizcar, provocándome un placer que ya no puedo aguantar. Acabo corriéndome sobre su tripa, su vello púbico y mi mano. No me puedo creer lo que acaba de pasar.
Pero él aún no ha terminado. Coge mi mano en la que me he corrido, la levanta ¡y se la lleva a la boca! ¡Está lamiendo mi corrida! Pone una cara de vicio que me derrite, así que decido recoger los restos de semen que tiene en su tripa y lamerlos yo también. Cuando lo estoy haciendo me besa, chupando mi cara y mis dedos llenos de lefa, fundiéndonos en un beso con el que nos pasamos el líquido blanco de boca en boca.
De repente se separa, veo cómo se traga lo que tiene en los labios y me susurra “ Me corro ”. Yo me arrodillo delante de él y abro la boca, pero para evitar que me manche me meto toda su polla dentro. Él empieza a correrse directamente en mi garganta, con uno, dos, tres y hasta cuatro trallazos que apenas puedo saborear de la fuerza con la que entran en mí.
Me pongo de pie, y cuando estoy a punto de soltar algún comentario tonto para relajar el ambiente, me pone el dedo en la boca mandándome callar. Y me besa. Nos besamos abrazados, con las bocas llenas de corrida, las pollas medio flácidas tocándose, húmedas. Y empezamos a notar el frío que hace en ese baño y que hace cinco minutos apenas lo percibíamos. Nos acordamos de dónde estamos, de quiénes somos y de quién hay fuera.
Rápidamente nos vestimos, pero no podemos evitar parar para besarnos de vez en cuando, porque la euforia de por fin haber roto esa tensión sexual no resuelta que había entre nosotros nos tiene atontados. Cuando ya estamos presentables decidimos que va a salir él primero, y si le preguntan dirá que estoy malo de la tripa.
Y sale… ¡pero no hay nadie! ¿Cuánto tiempo hemos estado follando? “ Estos nos han escuchado gemir y nos han querido dar intimidad ”, bromea. A mí me sale una risa nerviosa, porque la situación me tensa un poco. Pero pff… acabo de comerle la polla a Marcos, al chico por el que llevo atontado todo el campamento, el que me ha puesto cachondo desde el minuto cero…
Salimos en busca de los demás, y cuando le tengo detrás me dice “ Te hace buen culo ese pijama, la verdad. Me gustaría probarlo ”.
No. No acaba de decir eso. Una mamada en el baño vale, pero esto no. El culo no…
¿O sí?