Uganda 2

Seguimos experimentando sexo no deseado estando de vacaciones

UGANDA 2

Matoke le soltó el pelo y mirándola fijamente le dijo:

-este anciano es un “oleu” parecido a un sacerdote en vuestro país y le tenemos un gran respeto, queremos que te ofrezcas a él y consigas que tenga un orgasmo de lo contrario… y girándole gentilmente la cabeza le señaló a los cuatro negros que tenían las bocas abiertas en unas sonrisas terroríficas y que se llevaron, significativamente las manos a los genitales haciendo el signo universal del acto sexual, … y creo, prosiguió, que van a ser tan bruscos como lo han sido con tu amiga Carmen.

Margarita volvió la mirada hacia mi mujer que seguía medio inconsciente sobre los sacos.

Los dos chavales se fueron a un rincón donde se despojaron de la poca ropa que llevaban puesta y acariciándose los genitales se acercaron al cuerpo inerte de Carmen que gimió cuando notó unas manos que le amasaban los pechos casi con furia y pellizcaban sus pequeños pezones arrastrándolos hacia arriba como si se los quisieran arrancar para soltarlos y reírse con el vaivén de la tensa carne de sus tetas al recobrar su posición. Mi mirada dejó los sádicos juegos de los niños que después da cachetearle los senos, que en este momento mostraban ya las señales rojas de sus manos, empezaban a sorberle los pezones como si quisieran alimentarse con una leche que no brotaba y enfadados por ello volvían a golpearlos y manosearlos con furia; como digo mi mirara se posó en la espalda de Margarita que se había quitado la blusa y ahora intentaba con lentos movimientos de sus caderas insinuar un baile ante los vacuos ojos del anciano cuyo pene descansaba sin ningún signo de alegría.

Cuando sus pechos quedaron libres y sus manos simularon unas sevillanas sobre su cabeza los veía asomar debajo de sus axilas, como dos enormes flanes que seguían sus desplazamientos con unas firmes oscilaciones que empezaron a hacer efecto en el pene equivocado: el mío.

Siguiendo con el baile se desabrochó los pantalones, corrió la cremallera y empezó lentamente a asomar la raya de su culo. Sus nalgas me parecieron gloriosas y aunque el movimiento de quitarse pantalones y bragas al unísono no fue todo lo estético que es apetecible ya que dio dos o tres saltitos al trastabillar  sobre sus pies

la visión trasera de su cuerpo que seguía simulando un baile era realmente espectacular. En sus movimientos dio una vuelta sobre si misma con lo que pude admirar la parte de su cuerpo que no disfruté en la escena del jardín del hotel. Enrojeció vivamente cuando vio mis ojos lascivamente fijos en su sexo y mi pene enhiesto que rubricaba mis deseos.

Terminó de dar la vuelta y se arrodilló frente al viejo.

Mis ojos volvieron a Carmen que seguía espatarrada sobre los sacos y con cada mano asía uno de los miembros erectos  de los dos chicos que seguían obsesivamente magreándole la tetas. Cada vez que soltaba una de las dos pollas recibía un pellizco en un pezón por lo que ponía todo su empeño en masturbarles.

Uno de los dos chavales se levantó para arrodillarse entre las piernas de Carmen y empezó a explorar todos los recovecos de su sexo. Le separó los labios y introdujo un dedo en su vagina y luego por detrás otro en el relajado y lubricado orificio del ano. Divertido intentó repetirlo con el puño pero ante el grito que soltó mi mujer, asustado, dio un paso atrás. Inmediatamente se arrodilló entre sus piernas y puso el pene sobre su pubis le volvió a coger la mano, la obligó a asir su miembro y con signos la forzó a introducírselo en el coño. Aún pareciendo novato poco tardó en coger el ritmo y aunque apresuradamente se la fue follando hasta que soltando un grito de sorpresa eyaculó llenando sus entrañas con su viscoso y abundante semen.

Su amigo lo había estado observando atentamente, intercambió unas palabras con él y pasó a ocupar su lugar.

Entre tanto Margarita estaba atareada intentando que el jodido viejo tuviera una erección. El strip-tease no había echo el menor efecto por lo que con mucho mimo asió la lacia y no muy limpia polla con una mano mientras con la otra le daba un suave masaje a sus huevos que se escurrían entre sus dedos como dos canicas.

Mientras tanto los dos adolescentes ya habían terminado con Carmen, cuando uno de los negros, el más feo de todos ellos pero que tenía la polla más grande que yo haya visto, un tremendo trozo de carne venosa de casi treinta centímetros de largo y más de diez de diámetro con un glande pálido y babeante se le acercó y con una violenta torsión de sus piernas la puso primero en decúbito supino y luego a cuatro patas sobre el jergón, con lo que sus doloridas y enrojecidas tetas colgaban libremente como pequeñas ubres. Se asió a ellas y le introdujo su tremendo aparato de un golpe hasta el fondo de su vagina y empezó el mete-saca con grandes alaridos de placer por parte del negro y callados gemidos de dolor que mi mujer intentaba acallar para no excitarlo aún más.

La alicantina había empezado a trabajar con su boca todo el paquete del viejo que seguía impávido, los lametones y sorbetones de Margarita.

Un rugido hizo que girase la cabeza a tiempo de ver las últimas sacudidas del negro que sin sacarla se desplomó sobre Carmen aplastándola con su peso sobre la improvisada cama quedando sobre ella en un estado de relajo total.

Mientras Margarita conseguía a base de restregarle las tetas por su cara que el viejo empezara a mordisquear con sus desnudas encías uno de sus pezones, uno de los dos jóvenes empezó a explorar mi sexo que a estas alturas estaba enhiesto y rezumando un espeso líquido. Con una mano hizo palanca sobre él bajándolo hasta que exhalé un gruñido de dolor y soltándolo de golpe con lo que golpeó mi abdomen, le cogió gusto y él y su amigo se entretuvieron un buen rato con el juego hasta que el dolor volvió mi pene flácido y poco apto para el juego, llegado a este punto se les ocurrió que podían volverlo a su tamaño y empezaron a tratarlo con mimo acariciándolo con sus negras manos y lamiéndolo con sus rojas lenguas. A mi pesar y como si fuera independiente de mi voluntad empecé a notar el cosquilleo que precede a una erección y entonces uno de ellos agarrándome el pito con las dos manos empezó a masturbarme.

Margarita se había sentado en las piernas del “oleu” dándole la espalda y cogiéndole las manos con las suyas estaba masajeando sus enormes pechos, en esta posición y con las piernas separadas por las del viejo me mostraba la mata espesa de su pubis sobre el rojo pálido de su entreabierta vulva.

El negro que aplastaba a Carmen se levantó con un chasquido como de descorche al sacarle de golpe la polla rezumante, de su vagina.

En este momento y tras unos espasmos mi pene explotó y me corrí entre los dedos del chaval que dándome un empujón me tumbó hacia atrás; atado como estaba a la silla me di un fuerte golpe en la cabeza y perdí el conocimiento durante un buen rato.

Cuando empecé a recuperarme vi a Carmen atada como un fardo ya que tenia las piernas sujetas con un cabo que se enrollaba en sus pantorrillas, desde los tobillos hasta casi las rodillas y sus antebrazos atados a su espalda con la misma técnica lo que la dejaba codo con codo en una postura muy dolorosa. Como estaba de espaldas a mí no podía ver pero imaginaba sus turgentes pechos que la forzada posición proyectaba hacia delante. Estaba quieta, dormida, desvanecida o simplemente tratando desesperadamente de no llamar la atención. Conté mentalmente las veces que la habían penetrado y llegué a contar hasta doce pero no estoy seguro del número.

Me extrañó ver a Margarita sentada sobre un tonel, en un rincón, con las manos atadas sobre su regazo, un pedazo de tela satinada asomando de su repleta boca, supuse que con sus propias bragas, pero completamente vestida.

Los dos muchachos dormían en una esquina, el viejo en su camastro y los cinco adultos jugaban con unas sucios naipes mientras se iban pasando una botella.

Sonó un móvil, Matoke habló un rato y volviendo la vista hacia mí me dijo:

-tranquilo que vuestros amigos ya han aparecido, y con una burlona sonrisa volvió la vista al juego.

Fin del segundo episodio.