Uana 3
Empiezo a degustar lo que me tenía obsesionada
Al final la “posibilidad” no vino a la salida, pero creo que fue mucho mejor; si hubiera venido, seguramente no habría pasado lo que pasó. Ahora ya estoy en Londres y ya te contaré lo que me pase aquí, pero vine ya sabiendo qué se siente chupando una polla y sintiéndola dentro del Chichi.
Te lo cuento:
Éramos cinco; dos parejas y yo. Todos de buen rollo, pero yo estaba muy frustrada porque el otro que estaba sólo no había venido y me había hecho ilusiones de seducirlo.
Me había vestido casi como “una puta” en palabras de mi madre cuando me vio salir.
Una falda muy corta y una camiseta que marcaba bastante mis tetas. El chico de una de las parejas había sido el macho alfa de la clase y
nunca me había interesado a mi, ni yo a él. Yo lo veía demasiado chulo y seguro de si mismo y él seguramente me veía a mi muy cortada y mojigata, cosa que en aquella época probablemente era verdad.
Pero esa noche noté otra cosa en su mirada. No sé si por la forma que yo iba vestida o porque se notaba en mi cara que estaba desesperada por follar.
Fuimos a una disco y a la chica que iba con él le gustaba mucho bailar, y después de preguntar si alguien quería ir con ella, fue a la pista sola porque nadie quiso ir. Nosotros seguimos charlando a veces a gritos y casi sin vernos las caras por las luces de colores que se encendía y apagaban. Al final dejamos de hablar porque casi no se podía.
Al cabo de un rato la otra pareja se fue a bailar también.
Nos quedamos él y yo solos, pero sin hablar. Cuando las luces iluminaban su cara, yo veía que me miraba fijamente con una sonrisa que me desmontaba. Parecía que me estuviera viendo dentro de mi cabeza todas las imágenes de gente follando que había estado viendo yo esos días por Internet. Me puse algo nerviosa, seguramente de excitación, porque noté que mis bragas empezaban a mojarse.
En ese momento sentí una mano encima de mi rodilla. Me sobresalté, y me quedé petrificada, pero no hice nada más. Solamente mi corazón empezó a latir con más fuerza. Imagino que el hecho de que no me levantara le indicó que podía seguir.
Antes de venir a Londres le vi de nuevo y me dijo que había visto en mi cara que yo tenía necesidad de un buen polvo y, ciertamente, para ser el primero de mi vida, el que echamos esa misma noche sí que lo fue.
Mi reacción al sentir su mano fue apretar las piernas, pero la palma de su mano hacía palanca intentando abrirlas. En ese momento pensé que no era el lugar, pero también pensé en la intención con que había salido esa noche y las relajé.
Eso fue el permiso para que poco a poco subiera la mano. Yo no le miraba a él, miraba la pista de baile fijamente, pero notaba que su mirada seguía clavada en mi cara.
Siguió subiendo la mano hasta que llegó hacer contacto con mi pubis y apretó un poco sobre él por encima de las bragas. Yo estaba sentada, con lo que mi chichi mojado estaba pegado a la silla. Clavó los dedos con fuerza entre mis muslos hasta forzarme a abrir un poco más las piernas. Entonces hurgó con los dedos haciendo que yo levantara un poco el culo hasta que encontró lo que buscaba. Su sonrisa se hizo más grande y sin dejar de mirarme dijo literalmente que ya sabía que me estaba poniendo cachonda. En ese momento ya empecé a relajarme y a sentir la sensación de sus dedos que se movían entre la silla y mi coño y me estaban haciendo perder el sentido. Me sentía un poco mareada de la situación.
Sacó la mano, se levantó y al oído me dijo que iba a tomar un poco el fresco y que me esperaba en la calle.
Me quedé sentada solamente un momento. Sin pensarlo y como una zombie salí a la calle. Era como si yo me hubiera dado órdenes a mi misma que tenía que obedecer.
Nada más salir me cogió de la mano y me llevó a una entrada de un parquing que había al lado con una entrada grande y la persiana de metal al fondo y que quedaba algo discreta de la calle.
Me empujó contra la pared, puso su boca encima de la mía hurgando con su lengua y me metió la mano por debajo de la falda apretándome el chichi como si quisiera exprimirlo.
Entonces yo ya me dejé llevar por lo que estaba sintiendo, abrí más las piernas para que pudiera sobarme bien entre ellas y respondí a su beso con mi lengua, con mis manos acariciando su espalda y su culo y apretando más el mío contra él.
Luego hizo que me diera la vuelta, me apoyé con las manos en la pared, me levantó la falda, me apartó las bragas hacia un lado y se cogió la polla acariciando los labios de mi vagina con su punta.
Le dije que fuera con cuidado, que era mi primera vez. Mi coño estaba acostumbrado a dedos y algún que otro objeto casero, y aunque su polla no era tan grande como la del inglés del pueblo, me daba algo de miedo
Me contestó que no me preocupara, que me iba a gustar mucho.
Y la verdad es que con lo mojada que iba yo y las ganas que tenía, entro la cabeza casi sin dolerme. De hecho el notar como entraba resbalando por los labios de mi chichi me pareció una de las sensaciones más deliciosas que he tenido nunca.
Empecé a jadear, él me puso la mano mojada del jugo de mi coño en la boca y le chupé los dedos.
Entonces, poco a poco fue saliendo y entrando. Cada vez que empujaba entraba un poco más hasta que noté su pubis sobre mi culo. Había entrado toda.
Y empezó a follarme sacando y metiendo toda su longitud.
Su otra mano empezó a hacer presión y a moverse sobre mi clítoris mientras me daba unos empujones que casi me hacían perder el equilibrio. Él con su arrogancia me iba susurrando al oído guarradas que me hacían temblar.
La primera vez que me corrí tuve que morderme el labio para no gritar de placer. Cuando le oí decir varias veces que se iba a correr él, me volví a correr yo. Y cuando sus embestidas se calmaron un poco después de correrse me dijo que no me preocupara, que se había hecho la vasectomía, que para él la polla era para el sexo, no para traer niños al mundo.
Hasta ese momento ni me había dado cuenta de que no se había puesto un condón y se había corrido dentro de mi.
Me dijo que le diera mi número de móvil, que si tenía tiempo antes de irme le gustaría despedirse como díos manda. Se lo dí, lo apuntó y sentí como mi móvil vibraba.
Me dijo que ya tenía el suyo y que esperaba mi llamada, que yo había dicho que me iba dos días después y que buscara tiempo al día siguiente, que era domingo y estaría en casa.
Sin decir nada, fui al lavabo a limpiarme y mi cara debía delatarme, porque las dos chicas que había dentro me miraron sonriendo como si supieran que había echado un polvo.
Cuando volví a la mesa, estaban todos charlando.
Hasta que no nos marchamos de la disco, mi cabeza no podía apartarse de lo que había pasado y antes de llegar a mi casa ya había decidido llamarlo al día siguiente y cuando esa noche me desnudé para dormir, me hice una paja solamente mirando su número de móvil.